AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Haciendo inventario [LIBRE]
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Haciendo inventario [LIBRE]
Agathe llegó más temprano que de costumbre al burdel que regentaba desde hacía ya muchos años. El portero salió a atenderla unos segundos más tarde de lo debido y con el uniforme mal colocado, lo que le valió un gesto de de desaprobación por parte de la madame: un simple alzamiento displicente de la ceja izquierda y el hombre supo que debería aplicarse en lo sucesivo si no quería acabar de patitas en la calle.
- Madame Martell. - Saludó, respetuoso.
- Buenos días. ¿Han llegado las cajas de sombreros que encargué?
- Anoche.
- ¿Anoche, qué? - Su tono denotaba una profunda irritación.
- Anoche... madame.
Agathe negó con la cabeza, disgustada con la incompetencia del hombre, y dejó atrás el recibidor después de quitarse la estola de pieles y los guantes que comenzaban a sobrar en aquella calurosa estación. Pronto debería sustituirlos por los fines chales de verano si no quería que la vieran por París sudando como un cerdo en aceite. Entró en la salita que hacía las veces de despacho privado para su uso exclusivo y observó con satisfacción las cajas apiladas en dos montones perfectamente ordenados. Quizá no despediría al portero después de todo.
- Veamos...
Comenzó a hacer inventario abriendo el primer paquete, una deliciosa pieza artesanal de tafilete rojo con forma de manzana. Ideal para uno de los números musicales. Siguiente, una cofia oscura con lazos azules. Luego otro con forma de torre, y otro, y otro más. Se encontraba absorta en su tarea cuando oyó llamar a la puerta.
- ¡Adelante!
Quizá era una de sus chicas o algún cliente madrugador. Se puso apresuradamente los zapatos de tacón que se había quitado mientras estaba sentada frente al escritorio.
- Madame Martell. - Saludó, respetuoso.
- Buenos días. ¿Han llegado las cajas de sombreros que encargué?
- Anoche.
- ¿Anoche, qué? - Su tono denotaba una profunda irritación.
- Anoche... madame.
Agathe negó con la cabeza, disgustada con la incompetencia del hombre, y dejó atrás el recibidor después de quitarse la estola de pieles y los guantes que comenzaban a sobrar en aquella calurosa estación. Pronto debería sustituirlos por los fines chales de verano si no quería que la vieran por París sudando como un cerdo en aceite. Entró en la salita que hacía las veces de despacho privado para su uso exclusivo y observó con satisfacción las cajas apiladas en dos montones perfectamente ordenados. Quizá no despediría al portero después de todo.
- Veamos...
Comenzó a hacer inventario abriendo el primer paquete, una deliciosa pieza artesanal de tafilete rojo con forma de manzana. Ideal para uno de los números musicales. Siguiente, una cofia oscura con lazos azules. Luego otro con forma de torre, y otro, y otro más. Se encontraba absorta en su tarea cuando oyó llamar a la puerta.
- ¡Adelante!
Quizá era una de sus chicas o algún cliente madrugador. Se puso apresuradamente los zapatos de tacón que se había quitado mientras estaba sentada frente al escritorio.
Invitado- Invitado
Re: Haciendo inventario [LIBRE]
Las pesadillas invadieron mi noche, así que no estaba de humor para ir a la escuela de pintores.
Así, decidí dar una vuelta por la ciudad más tarde, me duché en pocos minutos, estaba atolondrado, desayuné unas tostadas quemadas, como de costumbre, porque era incapaz de hacer algo en condiciones cuando me levantaba de esa manera.
Me puse un chaleco morado, no estaba muy usado, bueno si hubiera estado muy usado también me lo habría puesto, no tengo nada de lo que avergonzarme, en ese sentido.
Me coloqué los pantalones negros de la noche anterior, con sus respectivas botas. Antes de salir por la puerta de la habitación, cogí mi maletín, por si veía algo grato que dibujar. Oye, porque uno nunca sabe cuando se va a inspirar.
La gente me daba codazos al cruzar por la larga calle, que agobiante era aquello, a los pocos metros una masa me introdujo en un restaurante, o eso pense a primera vista. “Es magnifico cuando a uno le lleva la marea.”
Tenía unas monedas en el bolsillo así que se acercó a la barra para pedir un licor, ¿qué mejor manera de empezar la mañana? Me sonrei a mi mismo, el alcohol nunca me abandonaba, “maldita sea” pensé.
Deje mi maletín a un lado, observe al camarero, estaba secando los vasos, curiosa su indumentaria.
Apoyé mi cabeza en una mano para beberme aquel licor, sí, me lo bebí de un trago. Pedí algo más fuerte al camarero, y no tardó en ponérmelo. “Qué sitio más curioso”, nunca había estado antes.
Así, decidí dar una vuelta por la ciudad más tarde, me duché en pocos minutos, estaba atolondrado, desayuné unas tostadas quemadas, como de costumbre, porque era incapaz de hacer algo en condiciones cuando me levantaba de esa manera.
Me puse un chaleco morado, no estaba muy usado, bueno si hubiera estado muy usado también me lo habría puesto, no tengo nada de lo que avergonzarme, en ese sentido.
Me coloqué los pantalones negros de la noche anterior, con sus respectivas botas. Antes de salir por la puerta de la habitación, cogí mi maletín, por si veía algo grato que dibujar. Oye, porque uno nunca sabe cuando se va a inspirar.
La gente me daba codazos al cruzar por la larga calle, que agobiante era aquello, a los pocos metros una masa me introdujo en un restaurante, o eso pense a primera vista. “Es magnifico cuando a uno le lleva la marea.”
Tenía unas monedas en el bolsillo así que se acercó a la barra para pedir un licor, ¿qué mejor manera de empezar la mañana? Me sonrei a mi mismo, el alcohol nunca me abandonaba, “maldita sea” pensé.
Deje mi maletín a un lado, observe al camarero, estaba secando los vasos, curiosa su indumentaria.
Apoyé mi cabeza en una mano para beberme aquel licor, sí, me lo bebí de un trago. Pedí algo más fuerte al camarero, y no tardó en ponérmelo. “Qué sitio más curioso”, nunca había estado antes.
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 30/06/2010
Edad : 41
Localización : York (Inglaterra). Residente en Paris.
Re: Haciendo inventario [LIBRE]
La puerta se abrió dando paso a uno de los trabajadores del local, que a aquella hora no solían tener mucho que hacer. Agathe aguardó a que el hombre expusiera el motivo de su interrupción mientras daba los últimos toques al encaje de muselina de uno de los sombreros.
- Madame, hay un cliente nuevo en el bar.
- ¿Nuevo? - La mujer dejó a un lado sus ocupaciones y se levantó de la silla, acercándose a su empleado. - ¿Estás seguro?
- Yo no lo había visto antes, madame.
- ¿Y no es el hijo de Antoine? Ya sabes que los muchachos cambian mucho cuando uno los pierde de vista un par de años...
- Juraría que no, madame. Si quiere le pregunto.
- No importa, iré yo misma. Gracias.
El hombre se retiró y Agathe se dirigió al espejo de cuerpo entero que gobernaba una parte de la estancia. Se repasó con la vista centímetro a centímetro, desde el cabello bien peinado hasta el maquillaje, impecable, y el traje de falda y chaqueta de color burdeos. Salió en dirección a la barra donde efectivamente había un joven bebiendo y se sentó a su lado en uno de los taburetes, tendiéndole la mano.
- Buenos días, caballero. Mi nombre es Agathe Martell, soy la dueña de este humilde local. ¿A qué debemos el honor de su visita? - Le dedicó una graciosa y bien ensayada caída de pestañas y sonrió con cordialidad, aguardando su respuesta.
- Madame, hay un cliente nuevo en el bar.
- ¿Nuevo? - La mujer dejó a un lado sus ocupaciones y se levantó de la silla, acercándose a su empleado. - ¿Estás seguro?
- Yo no lo había visto antes, madame.
- ¿Y no es el hijo de Antoine? Ya sabes que los muchachos cambian mucho cuando uno los pierde de vista un par de años...
- Juraría que no, madame. Si quiere le pregunto.
- No importa, iré yo misma. Gracias.
El hombre se retiró y Agathe se dirigió al espejo de cuerpo entero que gobernaba una parte de la estancia. Se repasó con la vista centímetro a centímetro, desde el cabello bien peinado hasta el maquillaje, impecable, y el traje de falda y chaqueta de color burdeos. Salió en dirección a la barra donde efectivamente había un joven bebiendo y se sentó a su lado en uno de los taburetes, tendiéndole la mano.
- Buenos días, caballero. Mi nombre es Agathe Martell, soy la dueña de este humilde local. ¿A qué debemos el honor de su visita? - Le dedicó una graciosa y bien ensayada caída de pestañas y sonrió con cordialidad, aguardando su respuesta.
Invitado- Invitado
Re: Haciendo inventario [LIBRE]
Intenté recordar la pesadilla que tuve, pero no pude, bebí otro sorbo de mi copa, deseaba estar tranquilo, y el lugar donde había caído por arte de magia lo era bastante, o por lo menos por ahora, tampoco es que le hubiera echado un vistazo, no tenía yo el día para esas revisiones que hacia tan exhaustivas.
Seguí mirando al camarero, que estaba distraído en sus cosas, aunque reconozco que me miraba de reojo, ¿qué pretendía? ¿Es que tenía algo en la cara? Me llevé la mano al rostro, pero no había nada.
-Menuda fiesta.- susurré, levantando de nuevo la copa, cuando noté como alguien se sentaba a mi lado, me giré para ver de quién se trataba, no sé, por pura inercia.
Lo primero que vi fue una mano, con su respectiva laca de uñas, y obviamente bien cuidada, seguí la continuidad de su extremidad, subiendo por su torso, sí, era una mujer, bien dotada, mis ojos no me engañaban, seguí subiendo hasta encontrarme a una imponente mujer.
- Buenos días, caballero. Mi nombre es Agathe Martell, soy la dueña de este humilde local. ¿A qué debemos el honor de su visita?
Las pestañas de aquella mujer me hipnotizaron, menuda clase ¿le habría salido espontáneamente? Un sonrisa se dibujo en sus labios carmesíes, yo me quedé un momento en silencio, ¿qué me había preguntado?
Balbuceé, antes de contestarse algo coherente. – ¡Oh! Sí, buenos días madame. – pensé unos momentos “Bueno, estoy bebiendo ¿no es lo que se espera hacer en este tipo de lugares?” pensé, hice una seña con la mano a la copa que tenía en frente mío.
– Tenéis unos licores en verdad embriagadores.- ¿acaso me iba a echar por beber? Debía de dar con un motivo adecuado para satisfacer la curiosidad de la dueña. Repentinamente caí en la cuenta que no le había dicho mi nombre, cuando ella sí lo había hecho, quizá por hábito, pero daba igual, yo no era menos.
– ¡Mon Dieu! mi nombre es Gerard Montefeltro. – Miré al camarero unos segundos, para volver a posar mis ojos en los de la señora Martell, “dios santo” – ¿Es molestia si me quedo bebiendo unas copas más?
No sabía que decir, me estaba hablando la dueña, si hubiera sido el camarero me habría desenvuelto más fácilmente.
Seguí mirando al camarero, que estaba distraído en sus cosas, aunque reconozco que me miraba de reojo, ¿qué pretendía? ¿Es que tenía algo en la cara? Me llevé la mano al rostro, pero no había nada.
-Menuda fiesta.- susurré, levantando de nuevo la copa, cuando noté como alguien se sentaba a mi lado, me giré para ver de quién se trataba, no sé, por pura inercia.
Lo primero que vi fue una mano, con su respectiva laca de uñas, y obviamente bien cuidada, seguí la continuidad de su extremidad, subiendo por su torso, sí, era una mujer, bien dotada, mis ojos no me engañaban, seguí subiendo hasta encontrarme a una imponente mujer.
- Buenos días, caballero. Mi nombre es Agathe Martell, soy la dueña de este humilde local. ¿A qué debemos el honor de su visita?
Las pestañas de aquella mujer me hipnotizaron, menuda clase ¿le habría salido espontáneamente? Un sonrisa se dibujo en sus labios carmesíes, yo me quedé un momento en silencio, ¿qué me había preguntado?
Balbuceé, antes de contestarse algo coherente. – ¡Oh! Sí, buenos días madame. – pensé unos momentos “Bueno, estoy bebiendo ¿no es lo que se espera hacer en este tipo de lugares?” pensé, hice una seña con la mano a la copa que tenía en frente mío.
– Tenéis unos licores en verdad embriagadores.- ¿acaso me iba a echar por beber? Debía de dar con un motivo adecuado para satisfacer la curiosidad de la dueña. Repentinamente caí en la cuenta que no le había dicho mi nombre, cuando ella sí lo había hecho, quizá por hábito, pero daba igual, yo no era menos.
– ¡Mon Dieu! mi nombre es Gerard Montefeltro. – Miré al camarero unos segundos, para volver a posar mis ojos en los de la señora Martell, “dios santo” – ¿Es molestia si me quedo bebiendo unas copas más?
No sabía que decir, me estaba hablando la dueña, si hubiera sido el camarero me habría desenvuelto más fácilmente.
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
- Gerard. - Repitió con un tono un poco sorprendido.
Era la primera vez desde que había quedado viuda que tenía ante sí a un hombre que se llamaba igual que su difundo marido. Se sobrepuso en el acto, sin modificar un ápice su sonrisa, pasando a propinar un cariñoso apretón en el hombro del visitante antes de cruzar las piernas e indicar al camarero que tomaría la misma copa que el señor Montefeltro.
- Por supuesto que no, monsieur. - Se apresuró a tranquilizarse. - Puede beber cuanto guste. Simplemente me gusta venir a saludar a las caras nuevas. Siempre es agradable encontrar... ¿Cómo dicen? Sangre fresca.
Le guiñó un ojo y luego bebió un sorbo de su vaso, preguntándose si el chico era en verdad tan inocente como parecía ser o sencillamente no quería exponer claramente el motivo de su visita. Era para algunos embarazoso tener que desenvolverse la primera vez que iban al burdel: no sabían cómo pedir lo que buscaban o se sentían embarazados de tener que explicárselo a una mujer. Suerte que Agathe Martell no era una mujer cualquiera. Estaba acostumbrada a conducirse en los negocios tan bien como entre las sábanas: directa y sin rodeos, pero siempre con delicadeza.
- Me preguntaba si quizá el señor estaría interesado en algo más que la bebida cuando entró aquí. - Dejó caer mientras repasaba el borde de su copa con la yema del dedo índice, en apariencia distraída.
Era la primera vez desde que había quedado viuda que tenía ante sí a un hombre que se llamaba igual que su difundo marido. Se sobrepuso en el acto, sin modificar un ápice su sonrisa, pasando a propinar un cariñoso apretón en el hombro del visitante antes de cruzar las piernas e indicar al camarero que tomaría la misma copa que el señor Montefeltro.
- Por supuesto que no, monsieur. - Se apresuró a tranquilizarse. - Puede beber cuanto guste. Simplemente me gusta venir a saludar a las caras nuevas. Siempre es agradable encontrar... ¿Cómo dicen? Sangre fresca.
Le guiñó un ojo y luego bebió un sorbo de su vaso, preguntándose si el chico era en verdad tan inocente como parecía ser o sencillamente no quería exponer claramente el motivo de su visita. Era para algunos embarazoso tener que desenvolverse la primera vez que iban al burdel: no sabían cómo pedir lo que buscaban o se sentían embarazados de tener que explicárselo a una mujer. Suerte que Agathe Martell no era una mujer cualquiera. Estaba acostumbrada a conducirse en los negocios tan bien como entre las sábanas: directa y sin rodeos, pero siempre con delicadeza.
- Me preguntaba si quizá el señor estaría interesado en algo más que la bebida cuando entró aquí. - Dejó caer mientras repasaba el borde de su copa con la yema del dedo índice, en apariencia distraída.
Invitado- Invitado
Re: Haciendo inventario [LIBRE]
-Gerard. – repitió la mujer, yo asentí, llevándome de nuevo la copa a los labios.
Ensimismado como estaba, su apretón en el hombro me pilló por sorpresa, pero por suerte no escupí lo que tenía en la boca, tras tragarlo del todo moví mi cabeza al otro lado, y me aseguré de que tenía la boca seca.
Volví a la presencia de aquella bella mujer, con el movimiento del taburete giratorio. Pude ver que había cruzado las piernas, pero he decir que no miré descaradamente, simplemente lo supe, tenía en sus manos lo mismo que estaba bebiendo yo, la sonreí levantando mi copa en señal de cortesía.
- Puede beber cuanto guste. Simplemente me gusta venir a saludar a las caras nuevas. Siempre es agradable encontrar... ¿Cómo dicen? Sangre fresca.
Se me escapó una pequeña risa, que me obligué a concluir inmediatamente. “Sangre fresca, dice.”
Que labia tenía aquella mujer, me sentía a gusto, más que hacía un rato, cuando no sabía qué hacer ante su pregunta, que para mí aún siendo una sola pregunta, fue como un interrogatorio.
Me guiñó un ojo, haciendo que me ruborizase ¿lo tenía estudiado, verdad? Volví la vista al camarero.
- Me preguntaba si quizá el señor estaría interesado en algo más que la bebida cuando entró aquí.
Mis ojos se posaron en ella dudosos, ¿cómo si estaría interesando en algo más? ¿En una especie de comida? Hombre para qué negarlo, las tostadas quemadas que había desayunado aquella mañana, me habían dejado con hambre.
Ella movía su dedo distraídamente en el borde de la copa. – Pues sí, madame ¿qué me sugiere para comer? Algo baratito a poder ser. – Me llevé la mano a la cabeza, para luego dejarla caer en mi muslo. La sonreí a la espera de mi petición.
Ensimismado como estaba, su apretón en el hombro me pilló por sorpresa, pero por suerte no escupí lo que tenía en la boca, tras tragarlo del todo moví mi cabeza al otro lado, y me aseguré de que tenía la boca seca.
Volví a la presencia de aquella bella mujer, con el movimiento del taburete giratorio. Pude ver que había cruzado las piernas, pero he decir que no miré descaradamente, simplemente lo supe, tenía en sus manos lo mismo que estaba bebiendo yo, la sonreí levantando mi copa en señal de cortesía.
- Puede beber cuanto guste. Simplemente me gusta venir a saludar a las caras nuevas. Siempre es agradable encontrar... ¿Cómo dicen? Sangre fresca.
Se me escapó una pequeña risa, que me obligué a concluir inmediatamente. “Sangre fresca, dice.”
Que labia tenía aquella mujer, me sentía a gusto, más que hacía un rato, cuando no sabía qué hacer ante su pregunta, que para mí aún siendo una sola pregunta, fue como un interrogatorio.
Me guiñó un ojo, haciendo que me ruborizase ¿lo tenía estudiado, verdad? Volví la vista al camarero.
- Me preguntaba si quizá el señor estaría interesado en algo más que la bebida cuando entró aquí.
Mis ojos se posaron en ella dudosos, ¿cómo si estaría interesando en algo más? ¿En una especie de comida? Hombre para qué negarlo, las tostadas quemadas que había desayunado aquella mañana, me habían dejado con hambre.
Ella movía su dedo distraídamente en el borde de la copa. – Pues sí, madame ¿qué me sugiere para comer? Algo baratito a poder ser. – Me llevé la mano a la cabeza, para luego dejarla caer en mi muslo. La sonreí a la espera de mi petición.
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
¿Comer? Pues sí que daba rodeos... después de unos minutos de discretísima observación Agathe dictaminó que se le podía catalogar en el grupo de los tímidos y bondadosos. Le escogería una muchacha dulce, que no intimidara demasiado, quizá la pequeña Kitty con sus grandes e inocentes ojos azules sería la adecuada.
- ¿Quieres ponernos un aperitivo, Henri? - Pidió al camarero con su acostumbrado tono de voz grave, que era casi un ronroneo. - Corre a cuenta de la casa, señor Montefeltro. ¿Me permite llamarle Gerard?
Sonrió de nuevo con un encanto no exento de timidez fingida. Volvió los ojos a la barra cuando apareció ante ellos un cuenco con aceitunas y una bandeja con algunos canapés. Allí no tenían mucho de comer, los clientes rara vez deseaban saciar sus estómagos cuando acudían al burdel. Se entretuvo con una cebollita en vinagre durante un rato, dejando que el joven se calmara un poco. Se le veía nervioso.
- ¿Sabe? Abrí este local hace casi diez años. - Comentó. - Y desde entonces he visto pasar a mucha gente por aquí. Gracias al buen Dios ha tenido éxito. - Y una porra, el buen Dios no tenía nada que ver, había salido todo de su cabeza. - Una rara vez se acuerda de todos los rostros que ve... ¿Comprende? Eso garantiza la discreción de nuestros estimados clientes.
Alargó otra vez su mano de perfecta manicura francesa hacia el cuenco, escogiendo una aceituna que pinchó elegantemente con un palillo de madera antes de llevársela a la boca de un modo que no era fácil pasar por alto.
- ¿Quieres ponernos un aperitivo, Henri? - Pidió al camarero con su acostumbrado tono de voz grave, que era casi un ronroneo. - Corre a cuenta de la casa, señor Montefeltro. ¿Me permite llamarle Gerard?
Sonrió de nuevo con un encanto no exento de timidez fingida. Volvió los ojos a la barra cuando apareció ante ellos un cuenco con aceitunas y una bandeja con algunos canapés. Allí no tenían mucho de comer, los clientes rara vez deseaban saciar sus estómagos cuando acudían al burdel. Se entretuvo con una cebollita en vinagre durante un rato, dejando que el joven se calmara un poco. Se le veía nervioso.
- ¿Sabe? Abrí este local hace casi diez años. - Comentó. - Y desde entonces he visto pasar a mucha gente por aquí. Gracias al buen Dios ha tenido éxito. - Y una porra, el buen Dios no tenía nada que ver, había salido todo de su cabeza. - Una rara vez se acuerda de todos los rostros que ve... ¿Comprende? Eso garantiza la discreción de nuestros estimados clientes.
Alargó otra vez su mano de perfecta manicura francesa hacia el cuenco, escogiendo una aceituna que pinchó elegantemente con un palillo de madera antes de llevársela a la boca de un modo que no era fácil pasar por alto.
Invitado- Invitado
Re: Haciendo inventario [LIBRE]
Me estaba mirando de una manera que cualquiera diría que me estaba repasando para sacar alguna conclusión que no lograba a discernir, ni de lejos. La miré de refilón, ¿qué estaría pensando?
El camarero, nos puso unas aceitunas y unos canapés, “bien, esto es otra cosa.”
- Corre a cuenta de la casa, señor Montefeltro. ¿Me permite llamarle Gerard? Volví a asentir con la cabeza, estaba convencido que habría dejado que me llamase como ella quisiera. Cogí uno de los canapés con la elegancia que pude, y lo probé.
– Muy bueno.- dije después de haber tragado. – Sois muy amable, madame.
No pude evitar mover la cabeza en su dirección, ella también comió, bien, así no me sentía tan incomodo. Volví a coger otro canapé esta vez de otro sabor, por probar nuevos sabores. Mi rostro seguro que reflejaba el gusto que sentía en ese momento, creo que hasta gemí.
- ¿Sabe? Abrí este local hace casi diez años. Y desde entonces he visto pasar a mucha gente por aquí. Gracias al buen Dios ha tenido éxito. – Yo arqueé las cejas en manera de asombro, mientras le daba otro bocado a lo que tenía en las manos. - Una rara vez se acuerda de todos los rostros que ve... ¿Comprende? Eso garantiza la discreción de nuestros estimados clientes.
“¿Qué?” Ella alargó la mano para pinchar una de las aceitunas, mi mirada fue detrás de esa aceituna, como hipnotizada, se la llevo a la boca de tal manera que me puso peligrosamente nervioso. Rápidamente aparté los ojos, poniéndolos sobre Henri, el camarero, eso era anti erótico total.
– Me alegro del éxito de vuestro local, diez años son muchos años. La discreción es algo bueno, ya lo creo. – Esta vez volví a coger la copa y la apuré toda.
Clavé mis ojos en la señora. – Aunque debo deciros que yo no olvidaría vuestro rostro, jamás. – Sonreí tímidamente, bajando los parpados.
El camarero, nos puso unas aceitunas y unos canapés, “bien, esto es otra cosa.”
- Corre a cuenta de la casa, señor Montefeltro. ¿Me permite llamarle Gerard? Volví a asentir con la cabeza, estaba convencido que habría dejado que me llamase como ella quisiera. Cogí uno de los canapés con la elegancia que pude, y lo probé.
– Muy bueno.- dije después de haber tragado. – Sois muy amable, madame.
No pude evitar mover la cabeza en su dirección, ella también comió, bien, así no me sentía tan incomodo. Volví a coger otro canapé esta vez de otro sabor, por probar nuevos sabores. Mi rostro seguro que reflejaba el gusto que sentía en ese momento, creo que hasta gemí.
- ¿Sabe? Abrí este local hace casi diez años. Y desde entonces he visto pasar a mucha gente por aquí. Gracias al buen Dios ha tenido éxito. – Yo arqueé las cejas en manera de asombro, mientras le daba otro bocado a lo que tenía en las manos. - Una rara vez se acuerda de todos los rostros que ve... ¿Comprende? Eso garantiza la discreción de nuestros estimados clientes.
“¿Qué?” Ella alargó la mano para pinchar una de las aceitunas, mi mirada fue detrás de esa aceituna, como hipnotizada, se la llevo a la boca de tal manera que me puso peligrosamente nervioso. Rápidamente aparté los ojos, poniéndolos sobre Henri, el camarero, eso era anti erótico total.
– Me alegro del éxito de vuestro local, diez años son muchos años. La discreción es algo bueno, ya lo creo. – Esta vez volví a coger la copa y la apuré toda.
Clavé mis ojos en la señora. – Aunque debo deciros que yo no olvidaría vuestro rostro, jamás. – Sonreí tímidamente, bajando los parpados.
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
- No es nada.
Y sonrió ladeando la cabeza como si realmente fuera un placer exquisito para ella estar alimentando al señor Gerard Montefeltro, como si no tuviera nada mejor que hacer. La reacción del chico ante el destino de la aceituna atrapada entre sus labios la llenó de satisfacción. A pesar de todo seguía provocando aquellas reacciones... Aunque Agathe ya no trabajara como cortesana en su propio burdel era gratificante saber que - a pesar de haber rebasado la treintena - continuaba resultando atractiva.
- Qué amable. - Encajó con clase su último comentario.
Y luego se quedó esperando una explicación que no llegó. Miró de reojo a Gerard, convencida de que ahora era cuando el joven comenzaría a divagar sobre lo solo que se sentía y su necesidad de buscar compañías allí. Tras algunos derroteos establecerían el precio de la chica en cuestión y la madame podría volver a sus sombreros. Pero no.
- Gerard... - Tanteó con suavidad, después de dar otro sorbo con cuidado de no manchar la copa de carmín. - Supongo que usted se hace cargo de que los hombres, al venir aquí, buscan generalmente algo más que un almuerzo. - Sonrió para que quedara claro que no tenía nada contra el hecho de que el chico se estuviera llenando la panza. - Desean una muchacha con la que... conversar en intimidad. Será para mí un placer conducirle hasta donde se encuentran las chicas para que pueda escoger.
Y sonrió ladeando la cabeza como si realmente fuera un placer exquisito para ella estar alimentando al señor Gerard Montefeltro, como si no tuviera nada mejor que hacer. La reacción del chico ante el destino de la aceituna atrapada entre sus labios la llenó de satisfacción. A pesar de todo seguía provocando aquellas reacciones... Aunque Agathe ya no trabajara como cortesana en su propio burdel era gratificante saber que - a pesar de haber rebasado la treintena - continuaba resultando atractiva.
- Qué amable. - Encajó con clase su último comentario.
Y luego se quedó esperando una explicación que no llegó. Miró de reojo a Gerard, convencida de que ahora era cuando el joven comenzaría a divagar sobre lo solo que se sentía y su necesidad de buscar compañías allí. Tras algunos derroteos establecerían el precio de la chica en cuestión y la madame podría volver a sus sombreros. Pero no.
- Gerard... - Tanteó con suavidad, después de dar otro sorbo con cuidado de no manchar la copa de carmín. - Supongo que usted se hace cargo de que los hombres, al venir aquí, buscan generalmente algo más que un almuerzo. - Sonrió para que quedara claro que no tenía nada contra el hecho de que el chico se estuviera llenando la panza. - Desean una muchacha con la que... conversar en intimidad. Será para mí un placer conducirle hasta donde se encuentran las chicas para que pueda escoger.
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
Al escuchar lo que dijo la señora Martell, se me cayó la aceituna de la boca, torpemente logré cogerla, dejándola sobre la mesa.
Sentí mucha vergüenza, ¿cómo no me había dado cuenta? ¿Cómo había pensado que se había acercado a mí sin esas intenciones? Mi orgullo fue rotundamente dañado.
Dejé caer mi cabeza sobre el borde de la barra, mientras la movía de un lugar a otro, negando y maldiciendo por lo bajo.
-He sido un estúpido.- Dije esto con la cabeza aún en la barra. – No lo sabía. – hice una pausa, seguro que el camarero se estaba riendo, y quizá la mujer también, quería que me comiera la tierra, a lo mejor se pensaba que yo era… que mis intenciones eran…
- Había mucha gente en la calle, y terminé por adentrarme aquí, en fin…- suspiré repetidas veces.
Levanté la cabeza, juntando la poca integridad y dignidad que me quedaba, además de toda mi valentía.
- Creo que no me habría “molestado”, o “dolido” tanto de no haberla conocido.- La miré con aflicción “¿Por qué soy tan crédulo?”
Me levanté cogiendo el maletín donde estaban mis dibujos, estaba claro que allí no tenía nada que hacer, no tenía el dinero que era necesario, y no me sentía con ánimos ya.
- Lamento haberla hecho perder el tiempo, ya me marcho, seguro que tiene cosas que hacer.
Asentí con la cabeza mientras daba unos pasos hacia atrás encogiéndome de hombros.
– Habría sido grato conversar con vos, pero es imposible, lo sé.
Incliné la cabeza, pero sin mirarla.- Ha sido un placer, saldré con la máxima distracción. – “mátame Dios.”
Sentí mucha vergüenza, ¿cómo no me había dado cuenta? ¿Cómo había pensado que se había acercado a mí sin esas intenciones? Mi orgullo fue rotundamente dañado.
Dejé caer mi cabeza sobre el borde de la barra, mientras la movía de un lugar a otro, negando y maldiciendo por lo bajo.
-He sido un estúpido.- Dije esto con la cabeza aún en la barra. – No lo sabía. – hice una pausa, seguro que el camarero se estaba riendo, y quizá la mujer también, quería que me comiera la tierra, a lo mejor se pensaba que yo era… que mis intenciones eran…
- Había mucha gente en la calle, y terminé por adentrarme aquí, en fin…- suspiré repetidas veces.
Levanté la cabeza, juntando la poca integridad y dignidad que me quedaba, además de toda mi valentía.
- Creo que no me habría “molestado”, o “dolido” tanto de no haberla conocido.- La miré con aflicción “¿Por qué soy tan crédulo?”
Me levanté cogiendo el maletín donde estaban mis dibujos, estaba claro que allí no tenía nada que hacer, no tenía el dinero que era necesario, y no me sentía con ánimos ya.
- Lamento haberla hecho perder el tiempo, ya me marcho, seguro que tiene cosas que hacer.
Asentí con la cabeza mientras daba unos pasos hacia atrás encogiéndome de hombros.
– Habría sido grato conversar con vos, pero es imposible, lo sé.
Incliné la cabeza, pero sin mirarla.- Ha sido un placer, saldré con la máxima distracción. – “mátame Dios.”
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
¡Vaya! Pobre y atolondrado Gerard Montefeltro. A Agathe le chocó la situación, pero no se le ocurrió burlarse del chico. Únicamente soltó una cristalina carcajada sin poderlo evitar al observar cómo el desafortunado joven se embrollaba con sus propias palabras y hacía amago de marcharse. Prácticamente saltó del taburete cuando vio que se le escapaba. ¡No podía dejarlo salir así! Nadie se iba del burdel de Agathe Martell sintiéndose desgraciado, era una máxima de la empresa.
- Espere, espere, Gerard.
Le cogió del brazo sin mucha fuerza pero sí con firmeza, rogando en su fuero interno que pudiera prescindir por un instante del estúpido orgullo que predominaba en todos los hombres y fuera capaz de reírse de la situación y acompañarla.
- Esto ha sido un malentendido, pero podemos aprovecharlo. Veo que lleva una carpeta, ¿son dibujos? ¿Entiende usted de arte? Podría ayudarme con unos sombreros. - Se arregló el escote del traje por si se había movido con la breve carrera a través del bar. - Que esto sea un burdel no quiere decir que vaya a arrancarle la ropa a mordiscos.
Le miró divertida. Faltaban aún muchas horas para que el local se llenara y ella podía permitirse pasar algún tiempo conversando con aquel joven encantador. Le había caído en gracia, le gustaba como quien se prenda a primera vista de un animalito de compañía, y el hecho de que pareciera tan avergonzado y chapado a la antigua le hacía todavía más adorable.
- Espere, espere, Gerard.
Le cogió del brazo sin mucha fuerza pero sí con firmeza, rogando en su fuero interno que pudiera prescindir por un instante del estúpido orgullo que predominaba en todos los hombres y fuera capaz de reírse de la situación y acompañarla.
- Esto ha sido un malentendido, pero podemos aprovecharlo. Veo que lleva una carpeta, ¿son dibujos? ¿Entiende usted de arte? Podría ayudarme con unos sombreros. - Se arregló el escote del traje por si se había movido con la breve carrera a través del bar. - Que esto sea un burdel no quiere decir que vaya a arrancarle la ropa a mordiscos.
Le miró divertida. Faltaban aún muchas horas para que el local se llenara y ella podía permitirse pasar algún tiempo conversando con aquel joven encantador. Le había caído en gracia, le gustaba como quien se prenda a primera vista de un animalito de compañía, y el hecho de que pareciera tan avergonzado y chapado a la antigua le hacía todavía más adorable.
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
Me quedé quieto con el pomo en la mano cuando me dijo que me detuviera, y sus palabras eran órdenes para mí, apoyé la cabeza en la puerta un segundo antes de volverme para ver qué quería.
Me cogió el brazo con firmeza, yo agaché la cabeza para ver su mano en mi brazo, fruncí el ceño antes de levantar la cabeza.
- Esto ha sido un malentendido, pero podemos aprovecharlo. Veo que lleva una carpeta, ¿son dibujos? ¿Entiende usted de arte? Podría ayudarme con unos sombreros. – Se colocó el atuendo, volviendo hacer que retirase mis ojos de ella.
- Que esto sea un burdel no quiere decir que vaya a arrancarle la ropa a mordiscos.- Ella me sonreía, inmutable a lo que yo le dijera, pero aún estaba dolido, quité la mano del pomo de la puerta no sin antes haberlo apretarlo, me pasé la mano por mi cabello, estaba aturdido, demasiada información en un breve espacio de tiempo, a mi estás cosas no me pasaban, ni soñándolo.
Suspiré, y dibujé en mi rostro una media sonrisa, no podía molestarme de esa manera, por algo que no era mío, por una tontería como esa. La sensibilidad la había heredado de mi madre ¡seguro!
Miré mi maletín, donde correctamente había una carpeta.
– Sí, son unos dibujos que he hecho a lo largo de la semana. Y sí, considero que entiendo de arte, pero no sé si sabré ayudarle con sus sombreros como usted quiere, en fin, no soy diseñador, ni costurero.- Miré al camarero, esperé que no escuchase nuestra conversación.
– Pero sería capaz de hacer lo que me digáis, si así la sirvo de alguna ayuda, señora Martell. – Deseché comentar sus últimas palabras porque no sabría qué podría decir, algo descarado o quién sabe…
Me cogió el brazo con firmeza, yo agaché la cabeza para ver su mano en mi brazo, fruncí el ceño antes de levantar la cabeza.
- Esto ha sido un malentendido, pero podemos aprovecharlo. Veo que lleva una carpeta, ¿son dibujos? ¿Entiende usted de arte? Podría ayudarme con unos sombreros. – Se colocó el atuendo, volviendo hacer que retirase mis ojos de ella.
- Que esto sea un burdel no quiere decir que vaya a arrancarle la ropa a mordiscos.- Ella me sonreía, inmutable a lo que yo le dijera, pero aún estaba dolido, quité la mano del pomo de la puerta no sin antes haberlo apretarlo, me pasé la mano por mi cabello, estaba aturdido, demasiada información en un breve espacio de tiempo, a mi estás cosas no me pasaban, ni soñándolo.
Suspiré, y dibujé en mi rostro una media sonrisa, no podía molestarme de esa manera, por algo que no era mío, por una tontería como esa. La sensibilidad la había heredado de mi madre ¡seguro!
Miré mi maletín, donde correctamente había una carpeta.
– Sí, son unos dibujos que he hecho a lo largo de la semana. Y sí, considero que entiendo de arte, pero no sé si sabré ayudarle con sus sombreros como usted quiere, en fin, no soy diseñador, ni costurero.- Miré al camarero, esperé que no escuchase nuestra conversación.
– Pero sería capaz de hacer lo que me digáis, si así la sirvo de alguna ayuda, señora Martell. – Deseché comentar sus últimas palabras porque no sabría qué podría decir, algo descarado o quién sabe…
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
Pareció que al final Gerard entraba en razón y se volvía de nuevo hacia ella, evitando mirarla a toda costa como si su piel irradiara un aura venenosa que pudiera contagiarle. Agathe reprimió su impulso de pellizcarle la mejilla como si fuera un chiquillo, de decirle que no se preocupara y que podía entrar a ver sombreros mientras le servía un vaso de leche.
- No me importa que no sea usted diseñador. - Comentó con el tono práctico que empleaba siempre que se dedicaba a hacer su trabajo. - Su punto de vista me interesa precisamente porque es un hombre. Le ruego tenga la bondad de seguirme.
Caminó hasta su despacho vigilando que el señor Montefeltro no se le escapara víctima de una súbita crisis de pánico y franqueó la puerta, cerrando tras ellos para que el personal no pudiese oír lo que se cocía allí dentro. Todas las funciones eran un estricto secreto hasta que se estrenaban, y únicamente la propia Agathe y las bailarinas sabían lo que ocurirría en el escenario cuando se alzase el telón.
- Verá Gerard, me hallo en un dilema. - Se instaló resueltamente de pie junto al escritorio y se inclinó para coger dos sombreros. - Normalmente en esta clase de espectáculos el nivel de destape va aumentando conforme transcurre el show. Comienza con modelos más recatados y termina explosivo, picante, el público se vuelve loco. - En su voz había un matiz de orgullo difícil de ignorar. Se notaba que estaba satisfecha por cómo marchaba su negocio. - Yo me preguntaba qué le parecía más excitante a usted: si este modelo o este.
Le tendió los dos sombreros a Gerard. Uno era una chistera pequeña de color verde aguamarina sujeto a una diadema de forma que casi caía sobre un ojo, tapándolo en parte. El otro una flor dorada y blanca con una pieza de encaje que caía sobre la frente a modo de velo.
- No me importa que no sea usted diseñador. - Comentó con el tono práctico que empleaba siempre que se dedicaba a hacer su trabajo. - Su punto de vista me interesa precisamente porque es un hombre. Le ruego tenga la bondad de seguirme.
Caminó hasta su despacho vigilando que el señor Montefeltro no se le escapara víctima de una súbita crisis de pánico y franqueó la puerta, cerrando tras ellos para que el personal no pudiese oír lo que se cocía allí dentro. Todas las funciones eran un estricto secreto hasta que se estrenaban, y únicamente la propia Agathe y las bailarinas sabían lo que ocurirría en el escenario cuando se alzase el telón.
- Verá Gerard, me hallo en un dilema. - Se instaló resueltamente de pie junto al escritorio y se inclinó para coger dos sombreros. - Normalmente en esta clase de espectáculos el nivel de destape va aumentando conforme transcurre el show. Comienza con modelos más recatados y termina explosivo, picante, el público se vuelve loco. - En su voz había un matiz de orgullo difícil de ignorar. Se notaba que estaba satisfecha por cómo marchaba su negocio. - Yo me preguntaba qué le parecía más excitante a usted: si este modelo o este.
Le tendió los dos sombreros a Gerard. Uno era una chistera pequeña de color verde aguamarina sujeto a una diadema de forma que casi caía sobre un ojo, tapándolo en parte. El otro una flor dorada y blanca con una pieza de encaje que caía sobre la frente a modo de velo.
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
Me tendió un vaso de leche, que lo acepté con gusto, me lo llevé a los labios. La seguí como ella misma me había indicado, me miraba de vez en cuando, yo no sabía por qué exactamente, pero no tenía ya nada que perder, inocente de mí.
Me llevó a una habitación, no esperaba que allí ocurriera nada destacable, así que me tranquilicé, solo un poco. Cerró la puerta tras suya haciéndome girar la cabeza rápidamente, me quedé observándola hasta que comenzó a hablarme sobre el dilema que tenía, yo tomé un sorbo del vaso de leche, me despejaba así la garganta. Dejé mi maletín en el suelo, entre mis piernas.
Cogió dos sombreros que se hallaban en su mesa, - Normalmente en esta clase de espectáculos el nivel de destape va aumentando conforme transcurre el show. Comienza con modelos más recatados y termina explosivo, picante, el público se vuelve loco. – “entiendo…”- Yo me preguntaba qué le parecía más excitante a usted: si este modelo o este.
Bueno, era un decir, porque yo no había asistido nunca a esos espectáculos, pero por lo que decían mis compañeros de clase, así debía ser, y he de decir, que he tenido oportunidades para venir y mirarlo con mis propios ojos, pero siempre tuve alguna excusa para no hacerlo.
Estaba seguro que ella sabía cual era de los dos el más excitante, no lo dudaba, pero bueno, cogí los dos sombreros con ambas manos, no sabía mucho acerca de esas cosas, pero si ella me lo pedía, haría el intento que requería.
A mi mano izquierda pude ver una chistera de una tonalidad verde, pero no un verde común, sino que estaba mezclado con azul, me recordó al mar, sonreí, unos cuernos salían de él, una especie de diadema debía ser, levanté la mirada para ver a la señora, para luego volver a mirar el sombrerito.
Decidí mirar el otro, era una flor dorada y blanca, con un encaje que salía perfectamente de la flor.
Tendí de nuevo los sombreros para posarlos en la mesa. – Son bonitos, ya lo creo, e imagino que tendrá los vestidos adecuados que hagan conjunto.- moví la cabeza a un lado, porque era un dato obvio.- Debo decir, que me resulta más “excitante” como usted ha dicho, la flor dorada. – Pasé mis ojos de nuevo por los dos sombreros.- Sin duda, bueno no sé cómo deben quedar en una mujer, pero es muy elegante, e insinuante. Si es que un sombrero puede serlo.
Alcé las manos quitando importancia a lo que había dicho. – Pero claro, esa es mi humilde opinión.- sonreí indeciso.
Me llevó a una habitación, no esperaba que allí ocurriera nada destacable, así que me tranquilicé, solo un poco. Cerró la puerta tras suya haciéndome girar la cabeza rápidamente, me quedé observándola hasta que comenzó a hablarme sobre el dilema que tenía, yo tomé un sorbo del vaso de leche, me despejaba así la garganta. Dejé mi maletín en el suelo, entre mis piernas.
Cogió dos sombreros que se hallaban en su mesa, - Normalmente en esta clase de espectáculos el nivel de destape va aumentando conforme transcurre el show. Comienza con modelos más recatados y termina explosivo, picante, el público se vuelve loco. – “entiendo…”- Yo me preguntaba qué le parecía más excitante a usted: si este modelo o este.
Bueno, era un decir, porque yo no había asistido nunca a esos espectáculos, pero por lo que decían mis compañeros de clase, así debía ser, y he de decir, que he tenido oportunidades para venir y mirarlo con mis propios ojos, pero siempre tuve alguna excusa para no hacerlo.
Estaba seguro que ella sabía cual era de los dos el más excitante, no lo dudaba, pero bueno, cogí los dos sombreros con ambas manos, no sabía mucho acerca de esas cosas, pero si ella me lo pedía, haría el intento que requería.
A mi mano izquierda pude ver una chistera de una tonalidad verde, pero no un verde común, sino que estaba mezclado con azul, me recordó al mar, sonreí, unos cuernos salían de él, una especie de diadema debía ser, levanté la mirada para ver a la señora, para luego volver a mirar el sombrerito.
Decidí mirar el otro, era una flor dorada y blanca, con un encaje que salía perfectamente de la flor.
Tendí de nuevo los sombreros para posarlos en la mesa. – Son bonitos, ya lo creo, e imagino que tendrá los vestidos adecuados que hagan conjunto.- moví la cabeza a un lado, porque era un dato obvio.- Debo decir, que me resulta más “excitante” como usted ha dicho, la flor dorada. – Pasé mis ojos de nuevo por los dos sombreros.- Sin duda, bueno no sé cómo deben quedar en una mujer, pero es muy elegante, e insinuante. Si es que un sombrero puede serlo.
Alcé las manos quitando importancia a lo que había dicho. – Pero claro, esa es mi humilde opinión.- sonreí indeciso.
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
Se sentó alegremente sobre la mesa mientras Gerard se tomaba tiempo para escoger, y aprovechó para firmar un papel de cesión de contrato de una de sus chicas, que se iba a Alemania desafortunadamente. Agathe suspiró y pensó una vez más que debería dejar de implicarse emocionalmente con sus muchachas: no eran familia suya ni debería importarle a dónde fueran o vinieran, pero lo cierto era que no podía evitar preocuparse por ellas. Una acababa cogiéndoles cariño.
- Así que la flor. - Comentó cogiendo el sombrero y poniéndoselo ella misma. - Gerard, chèrie, por supuesto que un sombrero puede ser insinuante. El truco de los complementos como cebo para los hombres no está en su individualidad. Rara vez los de su sexo se fijan en una pulsera o una horquilla para el cabello, pero si una sabe combinarlos bien... ¡Voilà! El aspecto general se transforma, y el hombre no puede evitar preguntarse qué tiene una chica que le impide apartar los ojos de ella.
Balanceó graciosamente los pies dentro de sus zapatos de tacón altísimo y se mordió el labio inferior como si estuviera pensando en algo.
- ¿Me permite abusar un poco más del afortunado incidente que le ha conducido hasta aquí? - Preguntó. - Rara vez tengo la suerte de contar con una opinión externa cuando trabajo en los números musicales. Me sería valiosa su opinión, siempre que usted no tenga compromisos urgentes en alguna otra parte.
Agathe no creía en la casualidad, y si lo hacía era para añadir que siempre se le podía sacar provecho. Si la masa de gente había arrastrado a Gerard Montefeltro hasta su puerta era sin duda porque el destino así lo había querido. La madame estaba teniendo algunas dificultades con el espectáculo que se traía entre manos y el joven artista cohibido que bebía leche en su despacho podía ser la solución. El soplo de aire fresco que necesitaba para renovarse.
- Así que la flor. - Comentó cogiendo el sombrero y poniéndoselo ella misma. - Gerard, chèrie, por supuesto que un sombrero puede ser insinuante. El truco de los complementos como cebo para los hombres no está en su individualidad. Rara vez los de su sexo se fijan en una pulsera o una horquilla para el cabello, pero si una sabe combinarlos bien... ¡Voilà! El aspecto general se transforma, y el hombre no puede evitar preguntarse qué tiene una chica que le impide apartar los ojos de ella.
Balanceó graciosamente los pies dentro de sus zapatos de tacón altísimo y se mordió el labio inferior como si estuviera pensando en algo.
- ¿Me permite abusar un poco más del afortunado incidente que le ha conducido hasta aquí? - Preguntó. - Rara vez tengo la suerte de contar con una opinión externa cuando trabajo en los números musicales. Me sería valiosa su opinión, siempre que usted no tenga compromisos urgentes en alguna otra parte.
Agathe no creía en la casualidad, y si lo hacía era para añadir que siempre se le podía sacar provecho. Si la masa de gente había arrastrado a Gerard Montefeltro hasta su puerta era sin duda porque el destino así lo había querido. La madame estaba teniendo algunas dificultades con el espectáculo que se traía entre manos y el joven artista cohibido que bebía leche en su despacho podía ser la solución. El soplo de aire fresco que necesitaba para renovarse.
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
Se colocó lo que yo había escogido en la cabeza, me quedé anonadado mirándola, pero pronto me repuse, no quería que notase la atracción tan fatídica que sentía, así que volví a beber del vaso, como si eso mi distrajera un ápice.
Creo que me hablaba como si fuera su hijo, o algo parecido, no me molestaba, pero me pareció curioso, agradable más bien. Aunque, quizá ella se comportaba así con el resto de los caballeros que entraban por esas puertas, torcí el gesto un momento.
Las mujeres eran de verdad muy calculadoras, me lo afirmaba por cada palabra que salía de sus labios, yo no decía nada, me quedé subyugado por todo aquello.
Hombre, sinceramente, tenía razón en lo que decía, pero lo tenía todo tan estudiado que fácilmente podía perder el encanto. ¿Dónde está la espontaneidad?
Yo, por lo menos, sí me fijaba en los pequeños detalles, pero eso sería por mi profesión, así que no me incluí en la clase de hombres que la señora Martell estaba describiendo. Yo sonreía de vez en cuando, asintiendo a sus palabras.
Sus movimientos eran gráciles, y eso me provocaba ternura, ¿cuántos años tendría? No lo sabía, ni tuve tiempo para pensar sobre ello.
- ¿Me permite abusar un poco más del afortunado incidente que le ha conducido hasta aquí? Rara vez tengo la suerte de contar con una opinión externa cuando trabajo en los números musicales. Me sería valiosa su opinión, siempre que usted no tenga compromisos urgentes en alguna otra parte.
Arqueé las cejas sorprendido. – Nada, nada de abusar. – dije torpemente, mientras movía una de mis manos. – No, madame, no tengo ningún compromiso a la vista. Como le he dicho si le es valiosa mi opinión, haré lo que usted mande. – Sonreí inocente, para luego posar mis ojos en las cosas que había en la habitación.
Creo que me hablaba como si fuera su hijo, o algo parecido, no me molestaba, pero me pareció curioso, agradable más bien. Aunque, quizá ella se comportaba así con el resto de los caballeros que entraban por esas puertas, torcí el gesto un momento.
Las mujeres eran de verdad muy calculadoras, me lo afirmaba por cada palabra que salía de sus labios, yo no decía nada, me quedé subyugado por todo aquello.
Hombre, sinceramente, tenía razón en lo que decía, pero lo tenía todo tan estudiado que fácilmente podía perder el encanto. ¿Dónde está la espontaneidad?
Yo, por lo menos, sí me fijaba en los pequeños detalles, pero eso sería por mi profesión, así que no me incluí en la clase de hombres que la señora Martell estaba describiendo. Yo sonreía de vez en cuando, asintiendo a sus palabras.
Sus movimientos eran gráciles, y eso me provocaba ternura, ¿cuántos años tendría? No lo sabía, ni tuve tiempo para pensar sobre ello.
- ¿Me permite abusar un poco más del afortunado incidente que le ha conducido hasta aquí? Rara vez tengo la suerte de contar con una opinión externa cuando trabajo en los números musicales. Me sería valiosa su opinión, siempre que usted no tenga compromisos urgentes en alguna otra parte.
Arqueé las cejas sorprendido. – Nada, nada de abusar. – dije torpemente, mientras movía una de mis manos. – No, madame, no tengo ningún compromiso a la vista. Como le he dicho si le es valiosa mi opinión, haré lo que usted mande. – Sonreí inocente, para luego posar mis ojos en las cosas que había en la habitación.
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
Le miró agradecida, pero sin rebosar sentimentalismo sino más bien con complicidad. Se notaba que era una mujer habituada a moverse entre bambalinas y a requerir precisión y pulcritud en todos sus trabajos. Si uno pasaba por alto su aspecto - que era sin duda el de una mujer seductora - podía incluso pensar que quizá se dedicaba a asuntos de inversiones, tal era su eficacia.
- Es usted muy amable. - Afirmó bajando de la mesa. - Verá, nunca hemos tenido aquí problema ninguno con el cupo de clientes, es un local solicitado y el mérito es tanto mio como de las chicas. Lo que ocurre... es que creo que podríamos sacarle más partido si contáramos con una opinión masculina. ¿Comprende? Nunca he dejado que los hombres entraran aquí.
Miró distraídamente a su alrededor, como si quisiera recrearse en la austeridad y al mismo tiempo el buen gusto de aquel despacho privado, en uno de cuyos extremos había una cristalera que daba al río. Magníficas vistas.
- ¿Se sentiría usted muy ofendido si le invitara a presenciar el espectáculo de esta noche? - Inquirió, quitándose el gracioso sombrerito en forma de flor y dejándolo sobre un maniquí. - No pretendo insultar a su decencia. Únicamente asistiría como crítico teatral.
Regresó junto a Gerard y le miró expectante, intentando calcular a ojo su edad. Se sorprendió al percatarse de que era mayor de lo que le había parecido en un principio. ¿Cuántos años tendría, veinticinco?
- Es usted muy amable. - Afirmó bajando de la mesa. - Verá, nunca hemos tenido aquí problema ninguno con el cupo de clientes, es un local solicitado y el mérito es tanto mio como de las chicas. Lo que ocurre... es que creo que podríamos sacarle más partido si contáramos con una opinión masculina. ¿Comprende? Nunca he dejado que los hombres entraran aquí.
Miró distraídamente a su alrededor, como si quisiera recrearse en la austeridad y al mismo tiempo el buen gusto de aquel despacho privado, en uno de cuyos extremos había una cristalera que daba al río. Magníficas vistas.
- ¿Se sentiría usted muy ofendido si le invitara a presenciar el espectáculo de esta noche? - Inquirió, quitándose el gracioso sombrerito en forma de flor y dejándolo sobre un maniquí. - No pretendo insultar a su decencia. Únicamente asistiría como crítico teatral.
Regresó junto a Gerard y le miró expectante, intentando calcular a ojo su edad. Se sorprendió al percatarse de que era mayor de lo que le había parecido en un principio. ¿Cuántos años tendría, veinticinco?
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
Me quedé quieto escuchándola, estaba en lo cierto este local denotaba estilo, y no dude de que debía ser muy frecuentado por centenares de hombres, y quién sabe, quizá alguna que otra mujer, la gente puede llegar a ser muy viciosa, sonreí ante la idea.
Hay quien tiene y lo gasta, otros hacen lo que sea con tal de estar con una mujer, aunque tenga que asesinar al vecino para conseguir el dinero preciso, la llevamos clara ¿tan predecibles eramos? Deseé no acabar como aquellos.
Sí, parecía que necesitaba más opiniones, aunque después ella las desechase, o quizás por el placer de oír lo magnifico que es su local, no sé, no sabía dónde catalogar a aquella mujer. La veía tan segura con lo que decía, y le había ido tan bien a lo largo de esos diez años, que…
- Me siento afortunado. – dije, cuando terminó, apoyé la mano en mi pecho mientras agachaba la cabeza.
Se acercó donde yo estaba esperando mi respuesta, tomé aire.
– No, no me ofende vuestra invitación, aquí estaré. Puede ser entretenido, y si encima saca provecho de todo esto, mejor que mejor. – Sonreí intentando mirar a aquellos ojos. – Creo que mi decencia aún sigue intacta. Lo que usted mande señora Martell.
Incliné de nuevo la cabeza. Estaba hablando como un trabajador más, no me lo podía creer, di un paso hacia atrás reculando. Con el vaso vacío en mi mano derecha, me agaché para coger mi maletín.
- Bueno, veo que tiene mucho trabajo madame, ¿requiere de mi presencia aún o puedo marcharme?
Hay quien tiene y lo gasta, otros hacen lo que sea con tal de estar con una mujer, aunque tenga que asesinar al vecino para conseguir el dinero preciso, la llevamos clara ¿tan predecibles eramos? Deseé no acabar como aquellos.
Sí, parecía que necesitaba más opiniones, aunque después ella las desechase, o quizás por el placer de oír lo magnifico que es su local, no sé, no sabía dónde catalogar a aquella mujer. La veía tan segura con lo que decía, y le había ido tan bien a lo largo de esos diez años, que…
- Me siento afortunado. – dije, cuando terminó, apoyé la mano en mi pecho mientras agachaba la cabeza.
Se acercó donde yo estaba esperando mi respuesta, tomé aire.
– No, no me ofende vuestra invitación, aquí estaré. Puede ser entretenido, y si encima saca provecho de todo esto, mejor que mejor. – Sonreí intentando mirar a aquellos ojos. – Creo que mi decencia aún sigue intacta. Lo que usted mande señora Martell.
Incliné de nuevo la cabeza. Estaba hablando como un trabajador más, no me lo podía creer, di un paso hacia atrás reculando. Con el vaso vacío en mi mano derecha, me agaché para coger mi maletín.
- Bueno, veo que tiene mucho trabajo madame, ¿requiere de mi presencia aún o puedo marcharme?
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
Empezaba a ponerle un poco nerviosa su manía de decir "lo que usted mande". Agathe no pretendía mandar, para eso tenía a sus empleados, únicamente le estaba pidiendo un favor y el joven parecía tomárselo como una sentencia de muerte a juzgar por la prisa que le había entrado de golpe.
- Es usted libre de salir cuando guste. - Respondió. - No pretendo tenerle encerrado aquí.
Caminó resueltamente hasta la puerta del despacho y la abrió para que Gerard viera que en efecto no era un prisionero de guerra. Luego sonrió otra vez, con la sensación de que algo se le escapaba en aquel muchacho, y le tendió una tarjeta de visita donde figuraba su nombre "Madame Agathe Martell" y la dirección de su local.
- Enséñela en la puerta cuando venga y le dejarán pasar sin pagar entrada. Diré que le reserven una mesa desde la que pueda tomar notas si lo desea, recuerde que me interesa su opinión sea buena o mala. No tema criticar a su antojo.
Descubrió entonces lo que le había puesto en guardia: había sido el momento en que el joven había dado un paso atrás, como si ella fuera a lanzarse a su cuello a la desesperada. A Agathe no había cosa que le ofendiera más que el hecho de que la confundieran con una fulana sin clase, si bien era cierto que se cuidaba mucho de demostrarlo. Su impecable sonrisa cordial estaba como grapada en su cara, ensayada tantas veces que ya se había convertido en un gesto natural.
- Es usted libre de salir cuando guste. - Respondió. - No pretendo tenerle encerrado aquí.
Caminó resueltamente hasta la puerta del despacho y la abrió para que Gerard viera que en efecto no era un prisionero de guerra. Luego sonrió otra vez, con la sensación de que algo se le escapaba en aquel muchacho, y le tendió una tarjeta de visita donde figuraba su nombre "Madame Agathe Martell" y la dirección de su local.
- Enséñela en la puerta cuando venga y le dejarán pasar sin pagar entrada. Diré que le reserven una mesa desde la que pueda tomar notas si lo desea, recuerde que me interesa su opinión sea buena o mala. No tema criticar a su antojo.
Descubrió entonces lo que le había puesto en guardia: había sido el momento en que el joven había dado un paso atrás, como si ella fuera a lanzarse a su cuello a la desesperada. A Agathe no había cosa que le ofendiera más que el hecho de que la confundieran con una fulana sin clase, si bien era cierto que se cuidaba mucho de demostrarlo. Su impecable sonrisa cordial estaba como grapada en su cara, ensayada tantas veces que ya se había convertido en un gesto natural.
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Re: Haciendo inventario [LIBRE]
¿Era posible que mi repentino cambio la hubiera molestado? no me gustaba la idea de que así fuera, pero tenía que salir, no iba a estar allí todo el día, encima ella no estaba para perder el tiempo, demasiado que se había dignado a darme una segunda oportunidad, aunque sea por cuestiones ajenas al sexo, seamos claros.
Es más, quería ducharse y pintar algo antes de volver aquella noche, y quizá ganarse unas monedas con sus dibujos.
De todas maneras no sabía si le había sentado mal, porque de su rostro no se marchaba esa inquietante sonrisa, parecía una muñeca que le hicieras lo que le hicieras seguiría sonriendo.
Me llevé una mano al mentón, podría pintar algo así, no es mala idea.
Así que como ustedes verán no me disculpé, y para parecer un torpe disculpándome todo el rato por cosas que no sabía, decidí callarme de nuevo.
Abrió la puerta que estaba a mi espalda, y me mostró una tarjeta, yo la cogí enseguida, "Madame Agathe Martell" leí en silencio,cómo controlaba el negocio, era de envidiar, la sonreí sinceramente.
- Muchas gracias, así lo haré. Volveré sobre las nueve. – Titubeé unos momentos ¿me iba a ir así, sin más? Ya no podía echarme atrás, esto no era un maldito juego. Di unos pasos hasta el marco de la puerta, para luego quedarme quieto mirando al camarero, que estaba con sus cosas, di unos pequeños golpetitos en la madera de la puerta, para luego dar el primer paso para marcharme.
Levanté la cabeza cuando pasé cerca del camarero Henri “menudo…” pensé. Salí del local sin hacer el menor ruido. Cuando estaba fuera me di cuenta que tenía el vaso vacío en la mano, “no creo que echen de menos un vaso, y me niego a volver tan repentinamente.” Me quedé quieto mirando a la gente pasar por allí, ¿me estarían mirando? Di un paso atrás y entre de nuevo en el local, me acerqué a la barra con la cabeza baja.
- Tome.- Alargué el brazo y coloqué el vaso. No miré al camarero si quiera, salí de allí apresuradamente.
Sería la hora de comer, así que decidí ir la habitación del apartamento de estudiantes.
Off: ¿Abro nuevo tema madame? eh, como usted mande!
Es más, quería ducharse y pintar algo antes de volver aquella noche, y quizá ganarse unas monedas con sus dibujos.
De todas maneras no sabía si le había sentado mal, porque de su rostro no se marchaba esa inquietante sonrisa, parecía una muñeca que le hicieras lo que le hicieras seguiría sonriendo.
Me llevé una mano al mentón, podría pintar algo así, no es mala idea.
Así que como ustedes verán no me disculpé, y para parecer un torpe disculpándome todo el rato por cosas que no sabía, decidí callarme de nuevo.
Abrió la puerta que estaba a mi espalda, y me mostró una tarjeta, yo la cogí enseguida, "Madame Agathe Martell" leí en silencio,cómo controlaba el negocio, era de envidiar, la sonreí sinceramente.
- Muchas gracias, así lo haré. Volveré sobre las nueve. – Titubeé unos momentos ¿me iba a ir así, sin más? Ya no podía echarme atrás, esto no era un maldito juego. Di unos pasos hasta el marco de la puerta, para luego quedarme quieto mirando al camarero, que estaba con sus cosas, di unos pequeños golpetitos en la madera de la puerta, para luego dar el primer paso para marcharme.
Levanté la cabeza cuando pasé cerca del camarero Henri “menudo…” pensé. Salí del local sin hacer el menor ruido. Cuando estaba fuera me di cuenta que tenía el vaso vacío en la mano, “no creo que echen de menos un vaso, y me niego a volver tan repentinamente.” Me quedé quieto mirando a la gente pasar por allí, ¿me estarían mirando? Di un paso atrás y entre de nuevo en el local, me acerqué a la barra con la cabeza baja.
- Tome.- Alargué el brazo y coloqué el vaso. No miré al camarero si quiera, salí de allí apresuradamente.
Sería la hora de comer, así que decidí ir la habitación del apartamento de estudiantes.
Off: ¿Abro nuevo tema madame? eh, como usted mande!
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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