Romped el deseo y venid hacia mí {Privado}

Las pequeñas luces de la ciudad armaban un sinfín de formas, que a los ojos de Esprit, le deleitaban. El vidrio empañado les desfiguraba, dejando que sus colores se esparciesen. La mano del joven pasó por el vidrio, dejando a la vista, las radiantes luces y aquella luna llena. Sabía bien que no era muy entretenido salir por aquellas noches, pero no lo podía evitar. La noche anterior había sido algo magistral, aunque deber de esconderse bajo las tablas de aquél cuarto, no le resultaba algo muy cómodo, la habitación le resultaba magnifica. Sus prendas, una capa de piel, sus refinadas botas de cuero de lobo, su camisa de seda natural y sus pantalones, se veían pulcros, pero con un extraño hedor a moho, que de seguro provenían gracias a sus largas horas bajo las tablas. Se sentía vigoroso.

La habitación contenía en sus paredes, señales de violencia. La mayoría ya estaban allí cuando Esprit llegó la noche anterior, en plena soledad. El hedor que provenía del cuarto de huéspedes, no hacía en Esprit más que repugnancia. El vino blanco, un regalo de la casa, yacía intacto sobre la mesilla de luz, también llena de violencia. Aseguró que al tocar las paredes y si aún pudiese, sabría exactamente cuántas muertes habían ocurrido allí; pero no quiso. Aquello era algo que le llenaba de morbo, aun antes de hacerlo, pero no se podía permitir algo así, no en aquel estado en la cual su mente se encontraba.
Hacía no muchas horas atrás, se había movido hacia la cama, yaciendo en ella por largas horas, manteniendo sus pocas telas en su lugar. Las camas de paja no eran lo que más le gustaban, y no se quiso imaginar cómo los humanos podían dormir en tales pocilgas. Ni en su mortalidad había de usado alguna vez ese tipo de camas. Recordó su vieja morada, sus vecinos y su prometida ¿Qué habrá pasado con ellos? Realmente no le interesaba mucho, su prometida no era más que una cortesana sin vergüenza, que ofrecía rebanadas de su cuerpo al – en aquel entonces – joven y mortal Esprit, y este, las aceptaba en abundancia. Se imaginó como habría de haber terminado su hijo, y si… en algún momento fue alguien digno de seguir en la tierra.

Ladeó su cabeza con violencia y con apenas un toque, rompió el vidrio empañado, haciéndole añicos que se resguardaron en las podridas tablas de aquella asquerosa habitación de un roñoso burdel. No se tomó demasiado para que los tacos recortados de alguna mujer, se acercasen hacia dónde estaba Esprit, sin previo aviso de tocar a la puerta, que con la misma fuerza que había destruido el vidrio, le hubiese destruido. El sonido se aproximó, pero no fue hasta que sus narinas encontraron el olor para que él se girase a observar a la muchacha, que gracias a poca luz de la ciudad, su rostro se veía recortado perfectamente.

Esa fragancia violentamente invadió la mente de Esprit, perturbándole por unos momentos, pero sabía bien, demasiado bien, de dónde provenía tal perfume. Dibujó en su rostro una extraña sonrisa torcida, adelantándose de su lugar solo un paso, quedando de perfil a ella. Su propio rostro se veía cortado por la luz, haciendo que sus ojos claros brillasen sin mucha dificultad. Su mirada felina se concentraba en la pared vacía.

Pero... ¿Qué ocurría exactamente en la mente de Esprit? Nada, absolutamente nada. Una mirada ausente, una sonrisa sin significado, una presencia en vano. La estadía en el burdel no había borrado la memoria olfativa del vampiro, el cual con ansias deseaba salir de Paris, y perderse en la barbarie de otras ciudades, colarse en los callejones de aquellos lugares sin esperanza ni futuro. Ansiaba ver progresar a aquellas ciudades o en su defecto, hundirse de forma deplorable y reírse desde un rincón de tales desdichas. Sonrió aún más después de tales pensamientos y giró su rostro de forma lenta para observa la silueta casi perfecta de aquel ser tan asqueroso y violento que era aquella bruja. -Buenas noches, Demoiselle Schreiber- musitó, casi en un susurro, pero lo suficientemente alto como para que aquella mujer le escuchase. ¿Qué venía ahora? Una gran incógnita, no podía predecir lo que aquella sub especie humana haría.

Deseo unos momentos esfumarse de allí y evitarse tal encuentro fortuito. Quizá pasar una noche en la esotérica América, o en su defecto volver a Inglaterra, aunque dudaba de aquel último lugar. Su pasado si bien ya era algo casi inexistente y algo sin razón, sus deseos de visitar su país natal le llenaba de un extraño sentimiento, semejante al que tenía en sus primeros asesinatos. Aquel vigor que corría con rapidez por sus nervios, erizando su piel, despertando sus instintos al separarse de aquel elixir, separarse de aquel cuerpo casi inerte, carente de vida, para observarle en sus últimos espasmos. Suspiró, casi nostálgico y volvió su atención a la dama que tenía a solo unos pasos, aquel pecado viviente.


FdR: Siento la demora, la poca longitud del post y la carencia de imaginación D8

El calor, un calor que poco tenía que ver con aquel fuego que casi a diario la sofocaba, la ahogaba en su propio ser se hacía sentir en aquel cuarto. Aquellas paredes testigo de cómo el hombre desvestía su ser llevándolo a ser un auténtico animal. Un salvaje donde la racionalidad no existía. La gente, su moralidad, su ética… es una gran mentira. Se olvidan de sus normas morales a la primera de cambio. Solo son tan buenos como el mundo les permita ser. Cuando las cosas se tuerzan, esos individuos civilizados se matarán entre ellos…Y Miranda y yo disfrutaríamos observándolos. Nosotras solas nos destruimos, es por eso que estamos un paso delante, con una malicia atractiva y seductora, pero enferma totalmente.

¿Esa es nuestra sociedad? No, esa es su sociedad, nosotras tenemos nuestro propio mundo. Si, donde yo soy la tirana y tu una mierda. Tu sin mi no eres nada. Eres la lacra de mi piso. No, no lo soy. Claro que sí Miranda, sin mí estás perdida. Pero contigo estoy condenada.

Mi cuerpo permanece con la manija entrelazada entre unos dedos huesudos, enfermizos con pocas ganas de aferrarse a la vida existencialista. El ardor relamía mi ser por dentro, advirtiéndome que lo que había dentro no era otro que lo que su voz confirma. Un vampiro que a veces había visto. A veces, Miranda no se había detenido en él ni yo tampoco. Que veamos a muchas personas o cosas no implicaba que queramos saber de ellas. Y la puta de mierda no estaba allí, no estaba mi caja plateada. Maldita. El egotismo volvía a mi sangre en el instante que sin dar respuesta giro sobre el marco de la puerta para salir. Pero los malditos humanos tenían todo calculado. Sabían cuando las putas no tenían ganas de trabajar y las observaban, empujándolas dentro de los cuartos para obligarlas.

Un viejo empuja un cuerpo que no puede oponer resistencia dentro del cuarto y cierra la puerta tras de mí. De mi garganta solo sale un gruñido mientras mis uñas se clavan en la podrida madera de la puerta buscando salir. Estúpida, ábrela. ABRELA. Quiero salir, quiero buscar a Claire. Quiero mi caja. Quiero MI caja. Eres una enferma mira en donde terminamos por tu avaricia.

Mi cuerpo, todavía temblando un poco por la ira, con la espalda cubierta por la cazadora pero de frente solo el vestido azul vira apenas unos centímetros en dirección al vampiro. Una mirada amenazadora era suficiente para transmitir que no era su puta de turno.

-¿Buenas? Abre la puerta para que venga tu puta y yo me voy.

Pd: No hay problema!! Discúlpame tu a mi que me salio una caca de post Y_Y

Oh cómo amaba la hostilidad de los demás, así como quizás amaba la lectura o tal vez las pinturas. Aquel cuerpo carente de sensibilidad que contemplaba parado cerca de él, le parecía un ejemplar maravilloso de la vida humana, o parecida a la misma. Aquel pequeño e indefenso cuerpo al cual amaría brindar inmortalidad. Pero, ¿Qué ocurriría si eso sucediese? Bien, de seguro la señorita sería el diablo en persona y su trastorno le haría suicidarse. No le culpaba, no, él no le culpaba, aunque no supiese exactamente por qué, no lo hacía. Si él, solo si él fuese así, si él estuviese manejado por su subconsciente, cómo ella era manejada, de seguro, lanzarse hacia las llamadas de una hermosa chimenea, no sería una extraña actitud. Horrible ha de ser, someterse a tal sacrilegio por una inmortalidad.

Las luces ya se veían casi apagadas, solo las tentadoras luces del burdel, y de la taberna, y demás lugares llenas de ociosos asquerosos seguían con vida, alumbrando a aquellas personas, de las cuales, alguna vez se veía semejante. Pero no por placer, pero por conveniencia. No pasó mucho tiempo para que Esprit sonriese, lleno de gracia al comentario tan lindo que su acompañante había formado. ¡Oh espera, pequeña niña! El esperar era primordial, la paciencia, aquella que carecía en la gran mayor parte de sus allegados. Aquello que él, sin la menor queja, podría brindar. Pero no, ¿Qué necesidad había? Sí después de todo, ninguno de ellos eran reales propietarios de tal cualidad, indispensable para la vida digna. Miró a su pequeña niña suicida, y borró su sonrisa.

- No desearía ensuciar mi piel con una burda prostituta. - musitó, con una tranquilidad no esperada. El control en su voz, era algo que amaba de sí mismo. Agachó la mirada, vagándola por encima del cuerpo de Miranda - Sí usted quiere irse, hágalo. Yo en cambio, pienso quedarme en esta pocilga unas horas más-

La seriedad en el rostro del vampiro era un tanto escéptica. Hacía que sus palabras carecieran de emoción, de sentido. Eran palabras que flotaban en el horrible lugar, pasando cerca, pero no lo suficiente, de los oídos de ambos. Poco color tenían, solo un oscuro y tenue color, casi invisible. Tomó sus manos, detrás de su espalda, y se giró de forma lenta, quedando frente a la bruja. Poco de su rostro ahora podía ser distinguido, y solo sus rubios cabellos brillaban gracias a las luces de la ciudad, aquellas luces patéticas. Quiso enterrarse un tiempo, quizás un siglo. Volver al mundo en una época mejor, pero de qué servía aquello, si de todas formas, la barbarie seguiría con vida.

FdR: Pero sí está genial *-* Me ausentaré un rato y poco me conectaré así que ni idea cuando pueda volver a contestar ;_; Lo siento u-u