Un viaje hacia el pecado. [Privado]

por **Esteban Valenzuela** Miér Abr 06, 2016 12:34 am

Sacro Imperio Romano Germánico || 12:00 horas || Neblina

Un viaje por capricho que costó varias horas, ya no hallaba exactamente cómo debía de acomodarse en el carruaje, a pesar de haber hecho las paradas respectivas, el último tramo le pudo parecer realmente agotador, haciendo que Esteban se desesperara un poco. Desajustó el nudo de su corbata, haciendo que su traje luciera mucho más informal de lo que en realidad era, además de que él no sabía estarse quieto por demasiado tiempo, sin embargo, le había apetecido escaparse, de esas escapadas que se mantienen en la memoria, sea porque las disfrutas o porque te hacen ver tu suerte, precisamente eso le pasaba al Duque, no sabía qué podía esperar de volverse a topar con aquella mujer rubia que era tan rebelde como su cabellera que no sabía mantenerse detrás de sus orejas.

Cuando el chófer le dijo que habían llegado, tomó el saco que ya se había quedado desperdigado en el sillón del carruaje y bajó, la corbata la llevaba mal puesta, para un hombre de tradiciones, aquello podría ser mal visto, el fastidio le había consumido, al menos en aquél momento. No entró por la puerta normal de aquella lujosa casa, se adentró por la parte posterior, mientras vigilaba que nadie le viera, hasta colarse al estudio, suponía que Lizzye se pasaría por ese sitio en algún momento del día, además de que se encargaría de probar el vino que tuviera, con tal de refrescarse así como arreglar sus ropas.

Una vez que estuvo en el sitio, negó con la cabeza, no era posible que la seguridad de la realeza estuviera tan expuesta. Se arregló el saco, el cabello y la corbata, para finalmente tomar asiento en la silla que se encontraba detrás de su escritorio como si aquél fuera su lugar preferido y sobre todo, como si el mismo le perteneciera. Después de veinte minutos de ver que la mujer no aparecía decidió que podía seguir indagando en aquél hogar, subió las escaleras, encontrando un par de cuartos, abriendo una puerta y otra hasta que hubo algo que llamó su atención, era ella. Mostró una sonrisa, llevaba el vaso con whisky en la mano. -Creo que te va mejor el otro vestido.- Comentó adentrándose en la habitación sin llegar a pedir permiso por aquello.

por **Lizzie Schleswig-Holstein** Miér Abr 13, 2016 6:09 pm

Lizzie llegó a Metz con tiempo de sobra para prepararse para el encuentro con Esteban. No tenía idea de qué la había llevado a citarse otra vez con él, solo sabía que él español le gustaba. Le gustaba mucho. Y ella llevaba demasiado tiempo encerrada en su castillo. Necesitaba dejar de lado el frio y la nieve del norte y para eso, nada mejor que un duque de sangre latina.

La mansión donde iba a pasar la noche era de una vieja amiga de Copenhague, casada con un barón no demasiado adinerado pero con el título que a la chica le faltaba. Un típico matrimonio de la época, en donde la dote de la novia era más importante que la novia en sí.
Su amiga estaba sola, el barón había viajado al sur para gastar dinero danés y tratar de reactivar el rendimiento de sus viñedos. Y ahí estaba Lizzie, con una habitación a su disposición, todo preparado por su fiel amiga.

Sentada en el tocador se miró al espejo. Había dejado sus cabellos sueltos que le caían como una cascada dorada sobre los hombros. No llevaba joyas, salvo el anillo de bodas con zafiros y diamantes, los colores del Palatinado. Sabía que nunca se sacaría ese anillo. Se pellizcó las mejillas para darse un poco de color, pero era inútil, su piel seguía siendo casi transparente. Pensó con ironía en que la mayoría de las mujeres darían lo que fuera por tener su piel, mientras que a ella le habría gustado poder tomar un poco el sol sin ponerse roja a los cinco minutos. Hizo una mueca y pensó –Bueno, no estás del todo mal para una viuda de 30 años- y no pudo evitar una sonrisa, estaba segura de que no estaba “nada” mal. Estaba mas que bien. Se había puesto un vestido azul lavanda estilo imperio, con mangas cortas y un escote mas amplio de lo que marcaba la moda actual. Al diablo con la moda. Ella se ponía lo que le gustaba. Además, no pensaba ver a nadie salvo a su visitante español.

De pronto se abrió la puerta y… ahí estaba él. Parado de cuerpo entero con un vaso de whisky en la mano. Y era mas guapo aun de lo que ella recordaba.

-Creo que te va mejor el otro vestido- le oyó decir. Lizzie sonrió y se puso de pie. No tenía ni idea de a que vestido se refería, a menos que se refiriera a su propia piel. Dio unos pasos hasta alcanzarlo y ponérsele enfrente. Lo miró a los ojos y le sacó el vaso de la mano. Levantó la barbilla y con una sonrisa pícara bebió un trago.

- Me alegro de que hayas podido venir –dijo aun sonriendo. Dejó el vaso sobre el tocador y se acercó un poco mas a su invitado. Lo tomó de las manos.

- Voy camino de París -dijo en un susurro y entrecerrando los ojos- y eso me tiene muy nerviosa. Necesito alguien que me dé… hmmm.. coraje

por **Esteban Valenzuela** Lun Abr 18, 2016 8:22 pm

Sacro Imperio Romano Germánico || 12:00 horas || Neblina

El mar humor casi que había desaparecido por completo mientras se relajaba en aquella casa, la realidad es que no soportaba demasiado estar en un solo lugar sin hacer lo que le viniera en gana, era como si le quisieran poner una pistola en la cabeza, pero había cosas por las que valía la pena hacer los sacrificios, además de que estaba seguro de que tendría una excelente recompensa, de eso no le cabía la menor de las dudas.

Había hecho aquél viaje porque sabía que valía la pena, sin duda alguna Lizzie era de las mujeres que sabían aprovechar el tiempo de un hombre y el propio, no era de aquellas que andan viendo a quién quitarle el dinero, el título y todo, si no robaba otras cosas que Esteban estaba completamente dispuesto a realizar.

Miró a la mujer, mientras se acercaba a ella, no es que hubiera mucho que hablar al respecto, se habían citado y ahí estaban los dos, puntuales a una cita que no tenía hora ni de principio ni de final, dejó que sus manos se encargaran de cubrir la cintura femenina mientras que escuchaba sus quejas, la realidad es que no le molestaba en lo más mínimo.

Soltó una carcajada. -Lizzie, Lizzie, Lizzie, eres demasiado malcriada ¿Lo sabías?- Cuestionó al tiempo que sus dedos se movían por su espalda, buscando aquellos enredados hilos en el corsé que a ella tanto le encantaban, con tal de hacer rabiar al Duque, pero ya se había acostumbrado a ellos en realidad. -Te puedo dar muchas cosas, preciosa, no sólo coraje.- Su voz iba cargada de malicia, mientras se acercaba a depositar un beso en los labios femeninos, tomando el inferior de este para jugar con el mismo un poco.

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