AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La ciudad del pecado +18 | Privado
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La ciudad del pecado +18 | Privado
- Puta asquerosa, gruñó el vampiro, quien tenía clavada su verga entre los glúteos de la pequeña. Había entrado brutalmente, - sin prepararla - , disfrutando de la estrechez de su cuerpo. Pequeños hilos de sangre manchaban su miembro. Emma, quien era un “obsequio” para su primo, temblaba completamente. – Si te desmayas te rebano el cuello. Sostenía su melena en un puño, usándola como correa para jalarle la cabeza. Con completa malicia y, para reafirmar sus palabras, deslizó las puntas de sus colmillos sobre la invitante yugular. Gotas de sudor corrían libremente sobre la piel perlada, una carmín se abrió paso entre ellas cuando ejerció cierta presión sobre la vena. La joven ni siquiera estaba desnuda, no había habido tiempo para llegar a ello. En un minuto se encontraban observando la galería del conde, - esperando a que éste decidiese hacer su aparición – y al siguiente, le había levantado el vestido y había entrado en ella. Maldita sea. Todo era su culpa. Si no hubiese abierto la boca horrorizada por la colección de pinturas erótica, ¡él la habría ignorado!, esa noche no la necesitaba. Había pagado a uno de los criados para que contratara los servicios de una cortesana para su propio placer. ¿El dinero? No importaba. Había enviado el pago y prometido otro tanto si enviaban a una experta. La elegida, quien contaría con su guía, difícilmente saldría de ahí caminando – o con vida en todo caso. ¿Ahora que mierda le diría a su primo? “¿La puta se cansó de esperar tu verga y se me fue encima?” Se suponía que esa sería la forma en que festejarían su soltería. No es que el conde lo hubiese sabido o, mejor aún, hubiese aceptado. El cabrón apenas y le dirigía la palabra.
Poseído, golpeó una y otra vez su pelvis contra el trasero de Emma. El sonido abría grietas en el silencio. - ¿Era realmente necesario hacer esto en el pasillo? Darren no se inmutó al escuchar la amenazante voz. Permitiría que le cortaran un cojón antes de acobardarse por algo o por alguien. Siguió en lo suyo, con más potencia. – Tendrías que haber percibido cómo se mojaba al ver el cuadro de tu ex prometida. No se le dice que no a un animal en celo, primo. Agregó la última palabra en tono de burla. Antes de la humillación pública, no había podido hacer uno de esos comentarios sin pagarlo. El imbécil realmente había estado embrujado. Que hubiese aceptado poner su cabeza en la guillotina por sí solo, lo decía todo. La respuesta del infeliz solo fue enarcar una ceja. – Tu regalo tendrá que esperar. Lucern – siempre un experto en ignorar aquello que no le gustaba escuchar – pasó de largo. Darren apretó con más fuerza el cuello de la joven antes de salir de ella. – Bastardo. Sí que lo odiaba, la idea de acabar con su jodida existencia se volvía más que un impulso con el paso de los años. Ahora que quedaba a su merced, no había porqué empezar la fiesta antes de que la cortesana llegara. Para entonces, esperaba que Emma ya hubiese despertado de su letargo. Se acomodó la ropa – o lo intentó - ¿para qué ponerse estrictos con su apariencia si en menos de una hora estaría desnudo, follando como loco? Se dirigió hacia la estancia, ¿qué había dicho su primo? ¿Qué desordenara? Una sonrisa cínica se apoderó de su rostro.
Poseído, golpeó una y otra vez su pelvis contra el trasero de Emma. El sonido abría grietas en el silencio. - ¿Era realmente necesario hacer esto en el pasillo? Darren no se inmutó al escuchar la amenazante voz. Permitiría que le cortaran un cojón antes de acobardarse por algo o por alguien. Siguió en lo suyo, con más potencia. – Tendrías que haber percibido cómo se mojaba al ver el cuadro de tu ex prometida. No se le dice que no a un animal en celo, primo. Agregó la última palabra en tono de burla. Antes de la humillación pública, no había podido hacer uno de esos comentarios sin pagarlo. El imbécil realmente había estado embrujado. Que hubiese aceptado poner su cabeza en la guillotina por sí solo, lo decía todo. La respuesta del infeliz solo fue enarcar una ceja. – Tu regalo tendrá que esperar. Lucern – siempre un experto en ignorar aquello que no le gustaba escuchar – pasó de largo. Darren apretó con más fuerza el cuello de la joven antes de salir de ella. – Bastardo. Sí que lo odiaba, la idea de acabar con su jodida existencia se volvía más que un impulso con el paso de los años. Ahora que quedaba a su merced, no había porqué empezar la fiesta antes de que la cortesana llegara. Para entonces, esperaba que Emma ya hubiese despertado de su letargo. Se acomodó la ropa – o lo intentó - ¿para qué ponerse estrictos con su apariencia si en menos de una hora estaría desnudo, follando como loco? Se dirigió hacia la estancia, ¿qué había dicho su primo? ¿Qué desordenara? Una sonrisa cínica se apoderó de su rostro.
Darren Ralph- Vampiro/Realeza
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Re: La ciudad del pecado +18 | Privado
Llueve, más las gotas resbalan en los bordes del abrigo azul zafiro, se pierden entre las plumas grises del sombrero. De éste baja una delgada red, se interpone entre la vista escondida bajo las pestañas espesas y el resto del mundo. El paragüas sobre el hombro izquierdo, la correa del bolso sobre el otro. "Clap, clap" chocan las gotitas de agua antes de resvalar al suelo. El terciopelo de los zapatos a juego apenas se moja. Mis pasos van a la par de los del hombre enviado para requerirme como amante esta noche. Rumores llegan a la Joyería sobre el amante al que visito. Son estos quienes guiaron mis manos a vestir cada parte de mi cuerpo para la ocasión. Midnight me contemplaba somnolienta desde la cama, le regalé una sonrisa inocente al salir.
El trecho entre el carruaje y la mansión es corto. Doy un vistazo al techo que servirá de cielo nocturno esta noche. El cuidado dedicado a su construcción es frío, calculador. Es escenario perfecto para una noche de relámpagos y lluvia. El hombre abre la puerta, cruzo el umbral tenebroso, elegante. Cierro el paragüas. Se lo entrego, también el abrigo. El hombre me conduce por los pasillos, por las escaleras de mármol. El tocador es la última parada antes de empezar el juego. Los guantes negros que terminan en mi muñeca, los retiro. Acomodo los pliegues del vestido, luce el mismo color que el abrigo. Es corto, a la altura de la rodilla, abombado. Quito el sombrero. Acomodo mis rizos en dos colas, como una niña. Amarro listones blancos para retenerlo en su lugar. Otro lazo blanco atraviesa mi cintura hasta mi espalda baja en un moño amplio. El escote es redondo, deja ver apenas un poco más que el nacimiento de mis senos. Las medias blancas suben por mis piernas, apenas dejando un poco de piel a la vista. Pellizco mis mejillas dándoles un tono sonrosado. Guardo los guantes en el bolso, el sombrero en la mano diestra. Sonrío a la muñequita en el espejo, a la niña con curvas de mujer en el reflejo. Al salir entrego todo al hombre. Él me indica esperar. Unos momentos apenas, una mujer es la que me acompaña hasta la sala dónde aguarda el amante. No pregunta mi nombre. Se adelanta, anuncia mi entrada. Sale segundos después. Indica que puedo ingresar. Una sonrisa dulce y tres pasos, ahora estoy en la estancia. Tomo la tela entre los dedos para levantar apenas mi vestido, un pie delante del otro. Una reverencia, la vista baja antes de encontrarse con el amante anfitrión.
El trecho entre el carruaje y la mansión es corto. Doy un vistazo al techo que servirá de cielo nocturno esta noche. El cuidado dedicado a su construcción es frío, calculador. Es escenario perfecto para una noche de relámpagos y lluvia. El hombre abre la puerta, cruzo el umbral tenebroso, elegante. Cierro el paragüas. Se lo entrego, también el abrigo. El hombre me conduce por los pasillos, por las escaleras de mármol. El tocador es la última parada antes de empezar el juego. Los guantes negros que terminan en mi muñeca, los retiro. Acomodo los pliegues del vestido, luce el mismo color que el abrigo. Es corto, a la altura de la rodilla, abombado. Quito el sombrero. Acomodo mis rizos en dos colas, como una niña. Amarro listones blancos para retenerlo en su lugar. Otro lazo blanco atraviesa mi cintura hasta mi espalda baja en un moño amplio. El escote es redondo, deja ver apenas un poco más que el nacimiento de mis senos. Las medias blancas suben por mis piernas, apenas dejando un poco de piel a la vista. Pellizco mis mejillas dándoles un tono sonrosado. Guardo los guantes en el bolso, el sombrero en la mano diestra. Sonrío a la muñequita en el espejo, a la niña con curvas de mujer en el reflejo. Al salir entrego todo al hombre. Él me indica esperar. Unos momentos apenas, una mujer es la que me acompaña hasta la sala dónde aguarda el amante. No pregunta mi nombre. Se adelanta, anuncia mi entrada. Sale segundos después. Indica que puedo ingresar. Una sonrisa dulce y tres pasos, ahora estoy en la estancia. Tomo la tela entre los dedos para levantar apenas mi vestido, un pie delante del otro. Una reverencia, la vista baja antes de encontrarse con el amante anfitrión.
-¿Hay lugar para una huérfana de esta oscura noche?- río
-Me llamo Baby Doll.
¿Quieres jugar conmigo
mientras encuentro mi camino?-
Baby Doll*- Prostituta Clase Alta
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Re: La ciudad del pecado +18 | Privado
- Cierra la puta boca o la llenaré con mi verga para que tengas con qué entretenerla. Los sollozos de Emma le habían jodido la paciencia. Realmente, ¿era mucho pedir que guardara silencio? ¿Qué mierda creía que podía ganar con toda esa maldita actuación? ¿Conmover al causante de su dolor? Antes de que la noche concluyese, habría muerto y no precisamente por haberla cogido duramente del trasero. Había tenido que regresar y arrastrarla por el pasillo. El vino con sangre fresca era más exquisito. La joven tenía, a esas alturas, un mordisco en cada lateral del cuello. Por supuesto, había evitado – contra todo pronóstico – arrancar la carne y dejarla desangrarse. ¿No era malditamente condescendiente? Una sonrisa infernalmente sarcástica curvó su boca, interrumpida abruptamente por la presencia de la recién llegada. Se estaba acostumbrando con bastante facilidad a toda esa mierda de tener criados, quizás debía evitar matar a los suyos. Echó una evaluadora mirada a la puta que tendría el placer de compartir su cuerpo con él. Llevó la copa hasta sus labios y derramó el líquido a través de su garganta. Un gruñido de satisfacción resonó desde su pecho mientras su ceja se enarcaba, con la evidente ironía centelleando en sus orbes ante el juego de palabras que escupía la boca de su nueva invitada. El sollozo de Emma, - quien se encontraba tirada sobre la alfombra en una posición fetal - , se hizo más fuerte al escuchar a la mujer.
El vampiro dejó la copa sobre la mesa y se puso en cuclillas para estar más cerca de la huérfana. Su mano se enredó en su cabello y lo jaloneó para levantar su cabeza hasta su altura. – Puta que te parió. Blasfemó. - ¿Creéis que Baby Doll ha hecho todo el puto camino hasta este lugar alejado de la mano de Dios para jugar a la heroína? La mirada de Darren fluctuaba entre víctima y puta, puta y víctima. No había diferencias entre ellas. Una ya había aceptado su verga entre sus glúteos, la otra pronto estaría gritando por que la dejara llegar a la cima, si tenía suerte, le dejaría probarlo una y otra vez hasta que la saciedad la embargara y el cansancio le agotara. – Tendréis que disculparla. Agregó, con una sonrisa tajante. – No sabe de modales. Soltó las hebras con brusquedad, la alfombra amortiguó el sonido del impacto. – Por favor, poneos cómoda mientras escucháis mis términos. Le dio la espalda para servirse otro trago, excepto que esta vez agregó otra copa. – Es bastante sencillo, ¿Sabéis? Yo ordeno, tú obedeces. Dais un paso en falso y el castigo llega de inmediato. Giró sobre sus talones, como si la joven quejándose en medio de la estancia fuese tema de todas las noches. En su caso, lo era. Sus orbes destellaban con una cruda amenaza. – No querrás eso. No. No es una advertencia. Te lo aseguro.
El vampiro dejó la copa sobre la mesa y se puso en cuclillas para estar más cerca de la huérfana. Su mano se enredó en su cabello y lo jaloneó para levantar su cabeza hasta su altura. – Puta que te parió. Blasfemó. - ¿Creéis que Baby Doll ha hecho todo el puto camino hasta este lugar alejado de la mano de Dios para jugar a la heroína? La mirada de Darren fluctuaba entre víctima y puta, puta y víctima. No había diferencias entre ellas. Una ya había aceptado su verga entre sus glúteos, la otra pronto estaría gritando por que la dejara llegar a la cima, si tenía suerte, le dejaría probarlo una y otra vez hasta que la saciedad la embargara y el cansancio le agotara. – Tendréis que disculparla. Agregó, con una sonrisa tajante. – No sabe de modales. Soltó las hebras con brusquedad, la alfombra amortiguó el sonido del impacto. – Por favor, poneos cómoda mientras escucháis mis términos. Le dio la espalda para servirse otro trago, excepto que esta vez agregó otra copa. – Es bastante sencillo, ¿Sabéis? Yo ordeno, tú obedeces. Dais un paso en falso y el castigo llega de inmediato. Giró sobre sus talones, como si la joven quejándose en medio de la estancia fuese tema de todas las noches. En su caso, lo era. Sus orbes destellaban con una cruda amenaza. – No querrás eso. No. No es una advertencia. Te lo aseguro.
Darren Ralph- Vampiro/Realeza
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Re: La ciudad del pecado +18 | Privado
Los ojos del amante recorren de arriba a abajo a la muñequita de porcelana. Un trago de la copa se derrama en líquido cálido en el interior del amante, la aprobación en un gesto. Muerdo mi labio en respuesta a su juego silencioso. La sonrisa permanece dejándole apreciar el personaje interpretado.
Mis palabras tienen por respuesta un gemido, casi un soplo al aire. Al aire. Mi vista encuentra en el suelo a la infanta herida. Es levantada del piso por el firme agarre masculino, sujeta por los cabellos desordenados, reflejos castaños, opacos, de la luz de las velas. Su cuerpo, su rostro, apenas les doy un vistazo. Más sus ojos atrapan los propios aunque no me miran. El corazón tratamudea, entre abro los labios. La piel pálida permanece sin una línea de expresión. Cuando el amante busca mi gesto encuentra la curiosidad. Lo observo de reojo, atenta a la niña. Suelto una risita a sus palabras. Una sonrisa traviesa corresponde a la del amante.
-Los niños no saben de modales,
hay que enseñarles-
hay que enseñarles-
La crema ahora pálida de la piel infanta y los castaños cabellos contrastan con el terciopelo rojo que acoge su caída. El cuerpo tiembla como si una brisa le provocara. El amante me invita a liberar mis movimientos poniéndome cómoda. Mi andar en línea hace contonear mis caderas y la alfombra acalla el ruido de los tacones. Seis pasos hasta la niña que esconde su vista bajo los párpados. Los términos del amante acarician mi oído en un estremecimiento mientras me hinco junto a la caída. Descanso mi peso en mi lado izquierdo, sobre el suelo, así mis piernas quedan dobladas a un lado. La tela de mi vestido se recorre, deja al descubierto un poco de piel entre el azul zafiro y las medias blancas. Apoyo una mano a la altura de su rostro cuya mejilla roza el suelo. Sonrío dulcemente. Tomo su mentón entre los dedos largos, giro su rostro hacia mí. Me inclino, le atraigo y le beso. Ella se resiste, más va cediendo sin fuerza. Abro sus labios con los propios, mi lengua delinea la comisura y se introduce. Se calma el temblor en su boca. Es un beso para ver y para sentir. La deposito en su lugar. Alzo la vista al amante que sostiene ahora dos copas en vez de una.
-Ella no sabe jugar-
Acaricio sus cabellos cafés. -Pero muestrame las reglas,
estoy segura que me encantará
rio jovial. El rubor en mis mejillas. Extiendo la mano para acariciar la suya en breve roce, tomo la copa. Doy apenas un traguito y muerdo el borde de cristal como niña pequeña. Me levanto, un pie primero y el otro luego. Retrocedo con una sonrisa, caminando de espaldas, incitándole a atraparme. Topo con el descansabrazos del sofá, me recargo. Mi mano se eleva y el dedo índice juega enredando los rizos rojos en él.
-Pide, yo complazco,
aunque los niños son traviesos,
no lo olvides-
Baby Doll*- Prostituta Clase Alta
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Re: La ciudad del pecado +18 | Privado
El vampiro estaba por corroborar – por centésima vez – porqué una puta con experiencia era mejor que una puta cualquiera. No importaba que tomara la inocencia de alguna huérfana, cuando se trataba de ‘contratar’ los servicios de una experta, su exigencia era extrema. Había cortado cuellos, arrancado cabezas y desmembrado piernas cuando se veía obligado a mostrar cómo debían comportarse. De acuerdo. Tarde o temprano terminaba cometiendo tales atrocidades pero podía ser condenadamente creativo si la hembra en cuestión le orillaba a hacerlo. Aburrirlo era una de las putas cosas que estaba bajo la lista ‘arrodíllate y reza, el diablo ronda cerca’. Una lista a la que siempre le estaba agregando razones. Nunca se hartaba de encontrar un porqué para asesinar, aunque las excusas fuesen solo una forma de inyectarle demencia a sus acciones. ¡Y una mierda! Pensó, dejando la maldita etiqueta a un lado y tomando del pico de la botella. Él no era el jodido bastardo que había obtenido el título de conde, era simplemente el primo que se limitaba a disfrutar de toda la fortuna que éste último había adquirido y, tenía que admitirlo, el alcohol era exquisito. La maldad se cernía como él como una sombra. La cortesana estaba caminando sobre el infierno y aún no se había enterado. Siguió cada uno de sus movimientos. Sus orbes bien podrían estar acechando. La caza también podía ser apasionante, sobre todo cuando la presa fantaseaba con salvarse. La recién llegada no había salido gritando al ver el cuerpo tirado en medio del despacho y el vampiro estaba intrigado por saber cuánto era capaz de presenciar.
– Emma nos observará y llegado el momento, se nos unirá. Estoy seguro que cuando termine contigo, habrá aprendido algunos trucos. Esconder su naturaleza estaba lejos de preocuparlo. ‘¿Cuándo te ha preocupado una mierda?’ Se carcajeó. El pensamiento fluctuó en su mente en el mismo instante en que sus colmillos se deslizaban al máximo. Su mirada se había quedado clavada en el rostro de la cortesana. Se recargó sobre el escritorio y dejó la botella – ahora vacía – a un lado. – Los niños son traviesos cuando los padres no son duros. En su tono había algo más que demencia. Invitaba a su puta a negarse a seguir sus órdenes. Siempre podía devolverla por el camino correcto… a su modo. – Ahora desnúdate y muéstrale a Emma como te das placer cuando no tienes una verga para coger. El vampiro ya se encontraba acariciándose sobre la bragueta. Estaba ansioso por empalarla pero, no lo suficiente como para saltar sobre ella. Llevaba cuatrocientos años como inmortal, había cogido a un sinfín de mujeres, dispuestas y no dispuestas. Podría esperar tanto como quisiera. – Esfuérzate, Baby. Si no aprende, la culpa será del experto. ¿Alguna vez se habría visto obligada a matar? Podría leer sus pensamientos pero, ¿dónde puta madre estaría lo interesante? – No querrás ser castigada cuando apenas estamos calentando. Me encabronaría prescindir de tus servicios. ‘Tan pronto’.
– Emma nos observará y llegado el momento, se nos unirá. Estoy seguro que cuando termine contigo, habrá aprendido algunos trucos. Esconder su naturaleza estaba lejos de preocuparlo. ‘¿Cuándo te ha preocupado una mierda?’ Se carcajeó. El pensamiento fluctuó en su mente en el mismo instante en que sus colmillos se deslizaban al máximo. Su mirada se había quedado clavada en el rostro de la cortesana. Se recargó sobre el escritorio y dejó la botella – ahora vacía – a un lado. – Los niños son traviesos cuando los padres no son duros. En su tono había algo más que demencia. Invitaba a su puta a negarse a seguir sus órdenes. Siempre podía devolverla por el camino correcto… a su modo. – Ahora desnúdate y muéstrale a Emma como te das placer cuando no tienes una verga para coger. El vampiro ya se encontraba acariciándose sobre la bragueta. Estaba ansioso por empalarla pero, no lo suficiente como para saltar sobre ella. Llevaba cuatrocientos años como inmortal, había cogido a un sinfín de mujeres, dispuestas y no dispuestas. Podría esperar tanto como quisiera. – Esfuérzate, Baby. Si no aprende, la culpa será del experto. ¿Alguna vez se habría visto obligada a matar? Podría leer sus pensamientos pero, ¿dónde puta madre estaría lo interesante? – No querrás ser castigada cuando apenas estamos calentando. Me encabronaría prescindir de tus servicios. ‘Tan pronto’.
Darren Ralph- Vampiro/Realeza
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Re: La ciudad del pecado +18 | Privado
La lujuria desnuda a aquellos que desean poseerla entre sus manos, sobre su piel y bajo ella. Aparta el manto invisible llamado nombre e identidad de su carne, volviéndolo aire y vanidad. El amante ya ha adoptado la lujuria como una caricia que enciende el fuego de sus ojos, que me escrutan atentos en la oscuridad. El calor del licor resbala entre sus labios apremiante. Comparte el calor que guarda dentro de sus curvas con su amo y señor. Él da instrucciones sobre la infanta, sobre el juego que conforma tres jugadores. Afuera, de reojo, el relámpago es eco de sus palabras.
-Aprender es lo que mejor hacen los niños-
-Soy una niña buena-
-Aprender es lo que mejor hacen los niños-
concuerdo. Mis dedos resbalan de los rizos rojizos, bajan acariciando la curva que forma mi cuello al ladear el rostro, el nacimiento de mis pechos que se aprietan contra la tela azul zafiro. El amante ríe con la pasión inflamada por el aguardiente. Tomo los últimos tragos del líquido tibio. La copa la deposita la zurda suavemente sobre la mesita junto a mi. Me enderezo apartándome del sillón. Sus ojos en los míos, los míos en los suyos. En las flamas que crecen y danzan sobre la piel del amante, a la espectativa.
Otro relámpago y las gotas de lluvia reanudan su marcha cantarina, resbaladiza, sobre el cristal. La luz blanca también anuncia la llegada de los colmillos alargados del amante. Al apagarse el refulgir aún están allí. Un jadeo fantasma escapa de los labios de la muñequita de porcelana. El corazón palpita en mi pecho fuerte antes de volver a su calmado ritmo. Sus palabras sellan con un beso de aire sus fantasías. De inmediato bajo la mirada. Me arrodillo dejándome caer en el suelo en un movimiento casi temeroso.
-Soy una niña buena-
Dejo escapar una risita como si en parte estuviera mintiendo. Su travesura, mi travesura. El amante pide jugar con la niña caída. Mostrarle el cosquilleo de la seducción es lo que él quiere ver. Una mirada a los ojos del amante, otra a la infanta. Mis dedos obedientes desenredan el listón que sujeta mi cabello en una cola, luego el otro. Se sueltan los rizos rojos, se agitan en un movimiento de mi cabeza. Mis manos temblorosas buscan el moño del blanco lazo que se ciñe a mi cintura. Lo dejan caer con los otros dos sobre el rojo granada de la alfombra. Primero desnudo el hombro izquierdo, el derecho le acompaña en un momento. La tela se resbala y mis manos la retienen un momento sobre mis senos evitando desnudarlos unos segundos. Los botones rosáceos de los pezones asoman tímidamente seguidos del ombligo. Un par de botones en la espalda baja desprenden el agarre íntimo de la seda azul de la piel de porcelana. Las medias blancas son la única prenda que conservo.
Apoyo las manos en el terciopelo debajo mío. Con ellas me ayudo para caminar en cuatro igual que lo haría Midnight, la gata blanca, hasta la pequeña que aún tiembla. Acaricio su cuello marcado por dos pétalos de sangre. Mis dedos siguen ligeros como plumas recorriendo su piel, su mejilla. Me mira. Le sonrío y le hago cerrar los ojos pasando la palma sobre sus párpados. Me recuesto con la cabeza apuntando hacia el lado contrario que la infanta. Así mi rostro queda a la altura de sus caderas, el suyo a la altura de las mías. Abro un poco las piernas mostrándole al amante la flor entre fuego rojo entre mis piernas. Boca arriba tomo la mano de la pequeña que aún tiene los ojos cerrados. La pierna izquierda se resbala perezosa sobre la alfombra, la otra permanece fleccionada. Cierro los ojos también y guió los pequeños dedos sobre mi vientre. Su tacto se siente receloso, muy caliente. Con lentitud los hago acariciar la piel que se estremece hasta el final de la línea que baja invisible bajo mi ombligo. Les susurro con mis dedos cada caricia entre mis piernas. Algún movimiento brusco de su parte, efecto del miedo, me hace arquear la espalda con un latigazo que recorre mi espalda. Eleva mi cuerpo que se entrega al placer. Mi otra mano corre libre entre mis pechos dándome la cálida suavidad del que la tela me ha privado. Los gemidos susurrados colorean el silencio. La niña retira su mano en un arrebato haciendo desaparecer todo en un instante. Me muerdo el labio inferior apretando mis piernas una contra otra. Retienen la última sensación mientras las sombras de las gotas de lluvia dibujan sombras sobre las curvas del cuerpo de la muñequita.
Giro sobre mi misma. La alfombra roza los pechos bien torneados. La curva de la columna es iluminada tenuemente por la luz de las velas. A mis espaldas esta el amante. Giro el rostro sobre mi hombro, apoyandome sobre los codos para incorporarme a medias. Le miro.
Apoyo las manos en el terciopelo debajo mío. Con ellas me ayudo para caminar en cuatro igual que lo haría Midnight, la gata blanca, hasta la pequeña que aún tiembla. Acaricio su cuello marcado por dos pétalos de sangre. Mis dedos siguen ligeros como plumas recorriendo su piel, su mejilla. Me mira. Le sonrío y le hago cerrar los ojos pasando la palma sobre sus párpados. Me recuesto con la cabeza apuntando hacia el lado contrario que la infanta. Así mi rostro queda a la altura de sus caderas, el suyo a la altura de las mías. Abro un poco las piernas mostrándole al amante la flor entre fuego rojo entre mis piernas. Boca arriba tomo la mano de la pequeña que aún tiene los ojos cerrados. La pierna izquierda se resbala perezosa sobre la alfombra, la otra permanece fleccionada. Cierro los ojos también y guió los pequeños dedos sobre mi vientre. Su tacto se siente receloso, muy caliente. Con lentitud los hago acariciar la piel que se estremece hasta el final de la línea que baja invisible bajo mi ombligo. Les susurro con mis dedos cada caricia entre mis piernas. Algún movimiento brusco de su parte, efecto del miedo, me hace arquear la espalda con un latigazo que recorre mi espalda. Eleva mi cuerpo que se entrega al placer. Mi otra mano corre libre entre mis pechos dándome la cálida suavidad del que la tela me ha privado. Los gemidos susurrados colorean el silencio. La niña retira su mano en un arrebato haciendo desaparecer todo en un instante. Me muerdo el labio inferior apretando mis piernas una contra otra. Retienen la última sensación mientras las sombras de las gotas de lluvia dibujan sombras sobre las curvas del cuerpo de la muñequita.
Giro sobre mi misma. La alfombra roza los pechos bien torneados. La curva de la columna es iluminada tenuemente por la luz de las velas. A mis espaldas esta el amante. Giro el rostro sobre mi hombro, apoyandome sobre los codos para incorporarme a medias. Le miro.
-Ella no sabe jugar-
Un puchero. -Me cansé de ser buena.
Tal vez pueda enseñarnos a jugar con espadas de verdad
y no sólo de madera-
Sonrió traviesa.y no sólo de madera-
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Re: La ciudad del pecado +18 | Privado
Así que no había nada de taciturno en la cortesana. Traviesa y sensual. Una combinación que pondría a cualquier caballero de rodillas para satisfacción de su libido. Era una buena cosa que Darren fuera un cabrón y no un caballero. Su lengua no iba a beber con avidez de lo que se producía entre sus piernas. Su puta no se lo había ganado. Estaba provocándolo. La mierda iba a ponerse interesante. No iba a matarla con rapidez. Se arrancaría un cojón primero y, desde que amaba a su par, iba a honrar sus palabras manteniéndole prisionera. Viviría tanto como le entretuviera. Sufriría tanto como quisiera. Eran sus designios los que se cumplían. El maldito salón olía de maravilla. El olor de la sangre derramada por el infante, el deseo ardiente de la puta, el acre aroma del alcohol, el miedo imprudente de sus presas. Oh sí. El ambiente perfecto para follar hasta que sus vainas no aguantasen más. Deslizó su lengua sobre su labio mientras sacaba su verga de su espacio. Una barra caliente lista para marcar al ganado. A una ya la había montado, la otra aún no estaba suplicando. Su puño se cerró sobre la empuñadura de su miembro, apretando lo suficiente como para dolerle. ¿Por qué demonios masturbarse a sí mismo cuando había pagado por sus putos servicios? Abrió la palma de su mano con brusquedad. Su verga permaneció tiesa, señalando a sus invitadas. Enarcó una de sus cejas. – Aquí hay un pedazo de carne para la más hambrienta. Maldito arrogante. Se sentó sobre el escritorio. Las de veces que había usado unos de esos para coger a lo bestia. Le recordaría a su primo que siempre podía quemarlo si al término de la faena seguía intacto. Antes de que la cortesana hiciese cualquier movimiento para alejarse de la joven casi muerta sobre la alfombra, ladró la orden de que se detuviera.
Sin deseos de perder su lugar especial en la escena, se inclinó para buscar en el primer cajón cualquier cosa que le fuese útil. Encontró un elegante abrecartas. Podía jurar que tenía la forma de una daga. El bastardo realmente sabía lucirse. Claro que con todos esos jodidos cuadros colgando en los pasillos y habitaciones hablaban por sí solo de su retorcida mente. ¿Había follado con todas esas hembras? ¡Seguramente! No podía imaginar porqué demonios, Lorraine no las había mandado a quemar a la primera oportunidad. Lo cual habría sido una lástima. Esos rostros desencajados de placer con su propia sangre cubriendo sus cuerpos eran obras invaluables. El artista había sabido atrapar la esencia. Casi podía transportarse a ese idílico momento. Deslizó la pequeña hoja sobre su muñeca. Gotas carmesís fueron rápidamente liberadas. Cayeron sobre su muslo, un par sobre la punta de su miembro. Gruñó escuetamente. La cortesana no solo iba a comer, también iba a beber. ¡¿No era el mejor compañero de juerga?! Lanzó el objeto a un lado de ella. No hubo ningún sonido, la alfombra los amortiguaba. Para lo que importaba. Los sirvientes iban a limpiar todo su maldito desastre. - ¿Alguna vez has odiado a alguien lo suficiente como para desear su muerte, Baby? ¿Has fantaseado con la idea de desprenderle de su cabeza? ¿Te has imaginado que se sentiría? Su sonrisa se hizo más y más ancha conforme cuestionaba. – Bien. Esta es tu noche de suerte. Tendrás que disculpar a nuestro anfitrión, solo tenía este abrecartas. Por supuesto que no podría hacer mucho. Los huesos no se romperían. Era toda la sangre que podía sacar del marchito cuerpo lo que le interesaba. Quería que se bañara en el proceso. - ¿Soy tu primer vampiro? ¿Tengo que explicarte los detalles? Para remarcar, su lengua se paseó por la punta afilada de su canino. – ¡Oh venga! Que aún no te he dado de comer. Por un demonio, empieza. La niña no sabe jugar, ¿recuerdas?
Sin deseos de perder su lugar especial en la escena, se inclinó para buscar en el primer cajón cualquier cosa que le fuese útil. Encontró un elegante abrecartas. Podía jurar que tenía la forma de una daga. El bastardo realmente sabía lucirse. Claro que con todos esos jodidos cuadros colgando en los pasillos y habitaciones hablaban por sí solo de su retorcida mente. ¿Había follado con todas esas hembras? ¡Seguramente! No podía imaginar porqué demonios, Lorraine no las había mandado a quemar a la primera oportunidad. Lo cual habría sido una lástima. Esos rostros desencajados de placer con su propia sangre cubriendo sus cuerpos eran obras invaluables. El artista había sabido atrapar la esencia. Casi podía transportarse a ese idílico momento. Deslizó la pequeña hoja sobre su muñeca. Gotas carmesís fueron rápidamente liberadas. Cayeron sobre su muslo, un par sobre la punta de su miembro. Gruñó escuetamente. La cortesana no solo iba a comer, también iba a beber. ¡¿No era el mejor compañero de juerga?! Lanzó el objeto a un lado de ella. No hubo ningún sonido, la alfombra los amortiguaba. Para lo que importaba. Los sirvientes iban a limpiar todo su maldito desastre. - ¿Alguna vez has odiado a alguien lo suficiente como para desear su muerte, Baby? ¿Has fantaseado con la idea de desprenderle de su cabeza? ¿Te has imaginado que se sentiría? Su sonrisa se hizo más y más ancha conforme cuestionaba. – Bien. Esta es tu noche de suerte. Tendrás que disculpar a nuestro anfitrión, solo tenía este abrecartas. Por supuesto que no podría hacer mucho. Los huesos no se romperían. Era toda la sangre que podía sacar del marchito cuerpo lo que le interesaba. Quería que se bañara en el proceso. - ¿Soy tu primer vampiro? ¿Tengo que explicarte los detalles? Para remarcar, su lengua se paseó por la punta afilada de su canino. – ¡Oh venga! Que aún no te he dado de comer. Por un demonio, empieza. La niña no sabe jugar, ¿recuerdas?
Darren Ralph- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 19/02/2011
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Re: La ciudad del pecado +18 | Privado
La serpiente de tentación nació de la carne, entre las manzanas de adán, despertando de su ensueño fugaz. La mano del amante enardeció con ruda caricia el hambre de la serpiente que observaba con ojos ciegos la escena, se valía de la percepción para saborear el ambiente. Las palabras confirmaron la lujuria embriagadora que le hinchaba. Más una orden ronca frena mis los movimientos para ponerme de pie y acudir al encuentro de aquella que sisea en silencio.
La curiosidad mira desde los ojos del rostro porcelana. Las acciones del amante derraman lágrimas rojas sobre la piel, resbalan a la par que sus hermanas de cristal que desnudan las ventanas de polvo, de tierra. Dejan huellas carmesíes en vez de huellas invisibles. El colmillo de la serpiente llamada deseo, cae a mi lado en vuelo repentino. Mis ojos recorrien su longitud, vuelven enseguida a los ojos del amante, origen de las fantasías escenificadas esta noche. Un jadeo escapa de mis labios a sus preguntas. Me incorporo a medias sentándome en la alfombra, la desnudez de la nívea piel expuesta a las sombras y luces tenues de la habitación. Bajo la mirada. Al elevarla nuevamente una sonrisa es reflejo perfecto de la que veo ante mi, en rostro ajeno.
-Es una fantasía que visita nuestras mentes más veces de las que cualquiera
esta dispuesto a admitir-
la confesión, un dejo de oscura picardía. Alcanzo el abre cartas con la diestra. Retoza frío entre mis dedos. El varón invoca a las criaturas de las historias nocturnas auto proclamándose una de ellas. Vampir. El corazón en mi pecho palpita inseguro cuando la luz de otro relámpago perfila el rostro del hombre que juega a mostrar sus preferencias con un gesto de la lengua.
Mis ojos observan el otro débil palpitar entre las sedas de piel de la infanta semi despierta. Tiembla, las gotitas de agua que derrama su cuerpo recorren cada curva infantil en ella. Sobre ella termino posada. Las garzas que se paran sobre el estanque aguardando al pez se asemeja a la imagen de ambas. Estoy acomodada sobre su vientre, una pierna a cada lado de su cuerpo, mi ceño se frunce levemente. En el lóbulo de su oído deposito un beso. En un momento el colmillo de la serpiente rasga la piel de su cuello con gentil velocidad. Un rasguño escandaloso. Brotan los rubíes del collar palpitante de su cuello. Miro al amante que aguarda, entre abro los labios. Un beso de sangre, un trago de vida, un sorbo de muerte. Tres tragos agridulces. Se aparta la muñequita de porcelana limpiando con el índice el rojo de sus labios.
Mis ojos observan el otro débil palpitar entre las sedas de piel de la infanta semi despierta. Tiembla, las gotitas de agua que derrama su cuerpo recorren cada curva infantil en ella. Sobre ella termino posada. Las garzas que se paran sobre el estanque aguardando al pez se asemeja a la imagen de ambas. Estoy acomodada sobre su vientre, una pierna a cada lado de su cuerpo, mi ceño se frunce levemente. En el lóbulo de su oído deposito un beso. En un momento el colmillo de la serpiente rasga la piel de su cuello con gentil velocidad. Un rasguño escandaloso. Brotan los rubíes del collar palpitante de su cuello. Miro al amante que aguarda, entre abro los labios. Un beso de sangre, un trago de vida, un sorbo de muerte. Tres tragos agridulces. Se aparta la muñequita de porcelana limpiando con el índice el rojo de sus labios.
-Nunca conocí un vampiro. Tu sangre debe ser mil veces mejor que la suya-
la señalo con displicencia. Mis dedos encuentran dificultad en soltar el colmillo de plata. Lo hacen. A gatas me encuentro a los pies del arból de Adán. -Dámela, por favor-
la suplica, los labios sembrando calor por la piel manchada, recogiendo las lágrimas rojas. Mi mano atiende la serpiente del deseo antes de colocar la punta entre mi paladar y la lengua. El amante juega a ser vampiro, la muñequita a ser su presa...
Baby Doll*- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/03/2012
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