AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Manzana del pecado [Privado]
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Manzana del pecado [Privado]
La noche en la que se encontró al guerrero, herido y perdido… había formado parte de sus recuerdos. Recuerdos que fugazmente su cuerpo y sentidos le recordaban. En sueños o en trance, sentía la presión de sus carnosos labios abrasarle…el calor de su cuerpo envolver el ajeno, sentir esa presión divina de cómo sus almas, tan diferentes… se unían en una reclamando más, algo que al final no sucedió.
No podía saber cuánto había transcurrido, quizás unas semanas, meses, el suficiente para que aquel sabor se desprendiese de sus labios. Las voces seguían acompañándola allá donde iba, algunas susurraban canciones olvidadas, momentos en los que una vez estuvieron deambulando en sus mismos pasos. Se dejaba siempre guiar por sus instintos, quizás no era o más acertado pero siempre le había funcionado.
A paso lento, llegó al centro de la ciudad. Apenas una triste capa con un sinfín de remiendos intentaban mantenerla alejada del frío. Sus ojos azules como el cielo, lo observaban todo desde su posición. El mercado. Tenía tanta hambre que el simple hecho de elegir se le hacía imposible. Fruta, pescado, carne… y unas bonitas telas con las que seguro se haría un hermoso vestido, ¿por qué no colarse en una de esas fiestas? Sentirse como esa dama que no era.
Ocultaba su belleza bajo su capucha, le era más fácil pasar desapercibido y no siendo el punto de mira de aquellos que fantaseaban con tenerla solo para sus fines placenteros. Con decisión, se acercó al puesto de la fruta, había tanta variedad que apenas podía comprar una pieza. Susurró unas palabras, la ilusión en la palma de su mano, aquella moneda se multiplicó…podía alcanzar a comprar manzanas y un poco de verdura. Alguien, se tropezó con ella mientras en su idioma, susurraba aquel hechizo. No bastó, al haberlo interrumpido, la mujer dejó de estar en trance…despertando y no tardar en señalarla como ladrona.
Huir era lo más acertado, guardó todo bajo su abrigo y corrió, corrió como una gacela asustada en apuros. Demasiada gente, hambre… y desesperación, al girar, casi podía decir que salió victoriosa cuando chocó con alguien, el causante de que su fruta y verdura cayese, presta se agachó a coger todo. Apenas podía respirar, suspiró largamente… esa era una de las razones por las que no quería ir a la ciudad.
-Lo sé, torpe… me doy prisa… -hablaba con las sombras, volvía a estar sola en su mundo, esa voz suave y melodiosa no, no era la de cualquier muchacha o ladrona… tenía dueña, esa sirena que aquel guerrero no pudo apartar de sus pensamientos…volvía a estar ante él.
No podía saber cuánto había transcurrido, quizás unas semanas, meses, el suficiente para que aquel sabor se desprendiese de sus labios. Las voces seguían acompañándola allá donde iba, algunas susurraban canciones olvidadas, momentos en los que una vez estuvieron deambulando en sus mismos pasos. Se dejaba siempre guiar por sus instintos, quizás no era o más acertado pero siempre le había funcionado.
A paso lento, llegó al centro de la ciudad. Apenas una triste capa con un sinfín de remiendos intentaban mantenerla alejada del frío. Sus ojos azules como el cielo, lo observaban todo desde su posición. El mercado. Tenía tanta hambre que el simple hecho de elegir se le hacía imposible. Fruta, pescado, carne… y unas bonitas telas con las que seguro se haría un hermoso vestido, ¿por qué no colarse en una de esas fiestas? Sentirse como esa dama que no era.
Ocultaba su belleza bajo su capucha, le era más fácil pasar desapercibido y no siendo el punto de mira de aquellos que fantaseaban con tenerla solo para sus fines placenteros. Con decisión, se acercó al puesto de la fruta, había tanta variedad que apenas podía comprar una pieza. Susurró unas palabras, la ilusión en la palma de su mano, aquella moneda se multiplicó…podía alcanzar a comprar manzanas y un poco de verdura. Alguien, se tropezó con ella mientras en su idioma, susurraba aquel hechizo. No bastó, al haberlo interrumpido, la mujer dejó de estar en trance…despertando y no tardar en señalarla como ladrona.
Huir era lo más acertado, guardó todo bajo su abrigo y corrió, corrió como una gacela asustada en apuros. Demasiada gente, hambre… y desesperación, al girar, casi podía decir que salió victoriosa cuando chocó con alguien, el causante de que su fruta y verdura cayese, presta se agachó a coger todo. Apenas podía respirar, suspiró largamente… esa era una de las razones por las que no quería ir a la ciudad.
-Lo sé, torpe… me doy prisa… -hablaba con las sombras, volvía a estar sola en su mundo, esa voz suave y melodiosa no, no era la de cualquier muchacha o ladrona… tenía dueña, esa sirena que aquel guerrero no pudo apartar de sus pensamientos…volvía a estar ante él.
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 30/11/2016
Re: Manzana del pecado [Privado]
Semanas, meses, el tiempo pasaba eterno allí en esa ciudad cuyo máximo placer era esperar a que la dama blanca coronara el cielo y yo cual depredador pudiera recorrer los bosques de las afueras en busca de presa.
Aquel día había salido en busca de algunas cosas al mercado, teniendo en cuenta que con el naufragio del barco, todo lo que trajimos con nosotros se perdió, necesitábamos reponer ciertos materiales.
Nessanie me haba enviado a primera hora, esperando así que el peletero que gozaba de mas prestigio ya tuviera expuestas las mejores capas. Necesitaba ademas algunas armaduras de cuero tachonado, que evitaran ,en mayor o menos medida el impacto de las flechas cuando comenzara el asedio.
Definitivamente, sobre el listado de plantas que la bruja necesitaba para alguno de sus rituales si que no conocía nada, por suerte todo quedó escrito en el pergamino, esperaba que con dárselo al de la herbolisteria fuera mas que suficiente y no hiciera preguntas.
Mi estancia en París era monótona, aburrida, ni siquiera las peleas con Cronso en le patio de armas me daban algún tipo de aliento,desafió. Ni eso, ni las piernas de las putas donde me perdí mas de una noche borracho buscándola a ella.
Habíamos tocado el punto negro del día, ella, la sirena que había decidido anidar en mi mente, haciéndome prisionero de un beso que aun incendiaba mis labios, de una desnudez que en sueños aun veían mis ojos y del contacto de una piel que abrasadora me invitó al infierno para luego despedazarme bajándome a el.
Vacio, maldito sentimiento que me embargaba empujándome al abismo. Tentado de buscarla mas de una vez, ¿que me lo impedía? Saber que yo era el Caos, el Tártaro y ella un ángel mitológico que necesitaba estar lejos de las garras de este depredador hambriento
Ella había logrado que mi corazón latiera por unos momentos, había tenido la suerte o la desgracia, de hacer sentir al guerrero, de ver su oscura alma y salir corriendo.
Corriendo, así iba una niña encapuchada que de bruces impactó con mi pecho, enarqué una ceja al ver como la compra, si es que la había pagado, cayó esparcida por mis pies.
La joven se agachó a recogerla, mas fue su voz, esa que de nuevo hablaba con la nada, la que me alerto de que mi sirena había vuelto y nuestro sino se había cruzado de nuevo.
Fue entonces cuando me agaché a recoger la fruta, que con cuidado coloqué en una bolsa de cuero que llevaba sobre mi hombro.
Sus ojos aguamarina me buscaron por debajo de la capucha oscura, cabellos dorados que sobresalían de su luto riguroso ,que la trasformaba en noche, en viento y en un espectro que pronto se desvanecería frente a mis ojos.
Por un instante, eso pensé que era, un juego de mi mente que traicionaba al guerrero, la había anhelado tanto que ya no sabia lo que era verdad o mentira.
Mis dedos acortaron la distancia para recorrer suavemente su lacio cabello. Mechones que se deslizaron tímidos, reales entre las yemas de mis dedos.
-¿de nuevo la magia y la vida nos unen en un camino sin salida? -pregunté perdido en sus labios.
Aquel día había salido en busca de algunas cosas al mercado, teniendo en cuenta que con el naufragio del barco, todo lo que trajimos con nosotros se perdió, necesitábamos reponer ciertos materiales.
Nessanie me haba enviado a primera hora, esperando así que el peletero que gozaba de mas prestigio ya tuviera expuestas las mejores capas. Necesitaba ademas algunas armaduras de cuero tachonado, que evitaran ,en mayor o menos medida el impacto de las flechas cuando comenzara el asedio.
Definitivamente, sobre el listado de plantas que la bruja necesitaba para alguno de sus rituales si que no conocía nada, por suerte todo quedó escrito en el pergamino, esperaba que con dárselo al de la herbolisteria fuera mas que suficiente y no hiciera preguntas.
Mi estancia en París era monótona, aburrida, ni siquiera las peleas con Cronso en le patio de armas me daban algún tipo de aliento,desafió. Ni eso, ni las piernas de las putas donde me perdí mas de una noche borracho buscándola a ella.
Habíamos tocado el punto negro del día, ella, la sirena que había decidido anidar en mi mente, haciéndome prisionero de un beso que aun incendiaba mis labios, de una desnudez que en sueños aun veían mis ojos y del contacto de una piel que abrasadora me invitó al infierno para luego despedazarme bajándome a el.
Vacio, maldito sentimiento que me embargaba empujándome al abismo. Tentado de buscarla mas de una vez, ¿que me lo impedía? Saber que yo era el Caos, el Tártaro y ella un ángel mitológico que necesitaba estar lejos de las garras de este depredador hambriento
Ella había logrado que mi corazón latiera por unos momentos, había tenido la suerte o la desgracia, de hacer sentir al guerrero, de ver su oscura alma y salir corriendo.
Corriendo, así iba una niña encapuchada que de bruces impactó con mi pecho, enarqué una ceja al ver como la compra, si es que la había pagado, cayó esparcida por mis pies.
La joven se agachó a recogerla, mas fue su voz, esa que de nuevo hablaba con la nada, la que me alerto de que mi sirena había vuelto y nuestro sino se había cruzado de nuevo.
Fue entonces cuando me agaché a recoger la fruta, que con cuidado coloqué en una bolsa de cuero que llevaba sobre mi hombro.
Sus ojos aguamarina me buscaron por debajo de la capucha oscura, cabellos dorados que sobresalían de su luto riguroso ,que la trasformaba en noche, en viento y en un espectro que pronto se desvanecería frente a mis ojos.
Por un instante, eso pensé que era, un juego de mi mente que traicionaba al guerrero, la había anhelado tanto que ya no sabia lo que era verdad o mentira.
Mis dedos acortaron la distancia para recorrer suavemente su lacio cabello. Mechones que se deslizaron tímidos, reales entre las yemas de mis dedos.
-¿de nuevo la magia y la vida nos unen en un camino sin salida? -pregunté perdido en sus labios.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Manzana del pecado [Privado]
Debía tener cuidado con el uso de magia en público pero a veces , la necesidad de obtener comida, telas para vestido, utensilios… le llevaba a tomar ese camino. No tenía dinero, solo las pocas monedas que lograba robar y nunca era suficiente. No era una ladrona experta, su botín, apenas dos o tres monedas que no daban para nada. Ofuscada, decidió correr entre la multitud, le pisaban los talones y en cualquier segundo podían atraparla, hacerle pagar por el delito. Un delito simple, robar para llevarse un trozo de comida a la boca.
Inquieta, impaciente, recogía todo aprisa pero no bastaba toda la prisa que se diese… se le caía todo de las manos. Nerviosa, se mordió el labio inferior, negando con la cabeza al ver que alguien le ayudaba. Si supiese lo que acababa de hacer seguramente la entregaría, para que la persona viese oportuno el castigo. Dio un par de pasos hacia atrás, huiría aunque perdiese la compra ¿no era más importante su vida?
Pero como si un conjuro se tratase, todo se congeló, solo aquella persona y ella se movían en aquel escenario en donde las voces quedaron apagadas, el silencio reinó entre ambos el cual era como un soplo de aire fresco. Pudo oír el mar, la manera en la que él la miraba se diferenciaba del resto pero no del todo. Volvía a atraparle por su belleza y eso le cohibía. Negó con la cabeza, bajando la mirada hasta la bolsa de cuerpo, podía arrebatársela y largarse de allí cuanto antes pero… no, seguía quieta, esperando algo que no llegó pero ¿el qué exactamente?
-La magia no sirve cuando no puedes exponerla… me persiguen, es un hecho y no un caballero de brillante armadura, me persigue el frutero. Lo he robado todo -tenía tanta hambre, una manzana descansaba su mano, el simple olor de ésta le embriagó, llevándosela a los labios y rozarla con suavidad pero sin morderla, no era suya. La imagen tentadora al igual que conmovedora no podía pasar desapercibida para nadie. Ni para el tendero que al ver a la joven la observó detenidamente.
Sus ojos agua marina, se abrieron de golpe y su impulso fue esconderse tras el joven, temiendo por su vida. El hombre se acercó amenazante, le había robado no podía quedarse de brazos cruzados. Sus brazos, envolvieron la cintura del licántropo, como si fuese un inquebrantable escudo. Temblaba, podía usar magia pero sería condenarla y a él por ayudarla.
-Me debes piezas de fruta, niña. A no ser que pagues de otra manera, las cosas tomadas no son gratis -Maia tragó saliva, no sabía qué hacer así que arrebató la bolsa al joven y se la lanzó a los pies del frutero. Volvería a morirse de hambre ese día -No iba a venderlo, iba a comérmelo. No como hace dos días… no tengo dinero -la voz suave y cantarina, embelesó a ambos, podía notarlo en como la miraban y nadie podía hacerse una idea de cuanto lo odiaba. -Disculpe, no volverá a ocurrir, su fruta es muy sabrosa y… lo siento -miró al licántropo, suplicante de que le perdonase -Él no tiene nada que ver , solo me ayudaba. Si tengo que pagar mi delito…adelante. Seguro que no es pero que morirse de hambre -quedó entre ambos… estaba dispuesta a cumplir su castigo.
Inquieta, impaciente, recogía todo aprisa pero no bastaba toda la prisa que se diese… se le caía todo de las manos. Nerviosa, se mordió el labio inferior, negando con la cabeza al ver que alguien le ayudaba. Si supiese lo que acababa de hacer seguramente la entregaría, para que la persona viese oportuno el castigo. Dio un par de pasos hacia atrás, huiría aunque perdiese la compra ¿no era más importante su vida?
Pero como si un conjuro se tratase, todo se congeló, solo aquella persona y ella se movían en aquel escenario en donde las voces quedaron apagadas, el silencio reinó entre ambos el cual era como un soplo de aire fresco. Pudo oír el mar, la manera en la que él la miraba se diferenciaba del resto pero no del todo. Volvía a atraparle por su belleza y eso le cohibía. Negó con la cabeza, bajando la mirada hasta la bolsa de cuerpo, podía arrebatársela y largarse de allí cuanto antes pero… no, seguía quieta, esperando algo que no llegó pero ¿el qué exactamente?
-La magia no sirve cuando no puedes exponerla… me persiguen, es un hecho y no un caballero de brillante armadura, me persigue el frutero. Lo he robado todo -tenía tanta hambre, una manzana descansaba su mano, el simple olor de ésta le embriagó, llevándosela a los labios y rozarla con suavidad pero sin morderla, no era suya. La imagen tentadora al igual que conmovedora no podía pasar desapercibida para nadie. Ni para el tendero que al ver a la joven la observó detenidamente.
Sus ojos agua marina, se abrieron de golpe y su impulso fue esconderse tras el joven, temiendo por su vida. El hombre se acercó amenazante, le había robado no podía quedarse de brazos cruzados. Sus brazos, envolvieron la cintura del licántropo, como si fuese un inquebrantable escudo. Temblaba, podía usar magia pero sería condenarla y a él por ayudarla.
-Me debes piezas de fruta, niña. A no ser que pagues de otra manera, las cosas tomadas no son gratis -Maia tragó saliva, no sabía qué hacer así que arrebató la bolsa al joven y se la lanzó a los pies del frutero. Volvería a morirse de hambre ese día -No iba a venderlo, iba a comérmelo. No como hace dos días… no tengo dinero -la voz suave y cantarina, embelesó a ambos, podía notarlo en como la miraban y nadie podía hacerse una idea de cuanto lo odiaba. -Disculpe, no volverá a ocurrir, su fruta es muy sabrosa y… lo siento -miró al licántropo, suplicante de que le perdonase -Él no tiene nada que ver , solo me ayudaba. Si tengo que pagar mi delito…adelante. Seguro que no es pero que morirse de hambre -quedó entre ambos… estaba dispuesta a cumplir su castigo.
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 30/11/2016
Re: Manzana del pecado [Privado]
En su mano una manzana, sus ojos aguamarina me buscaban aterrada, tras ella la comitiva de aquellos a los que había robado, hombres capaces de tomar de ella mas de lo que era necesario.
Su cuerpo temblaba como una hoja orillándose al mio, protector mi brazo acaparo su cintura como si temiera que de nuevo aquel mitológico animal desapareciera de entre mis dedos.
Frente a nosotros aquel tendero, sonrisa ladina al pensar los mil y un modos en los que mi sirena podría pagar aquellos nimios alimentos.
Mi mano se deslizo hacia mi espalda, acaricie el mango de mis gemelas mientras el caos se dibujaba en mi mente.
Sangre, vísceras de todos los presentes regarían aquel suelo por tan solo insinuar ser capaces de tocar lo que era mio.
Mas de nuevo la voz embriagadora de la dama me abstrajo del monstruoso guerrero sediento de venganza y por un instante, relaje mis músculos al verla colocare entre los hombres y yo, único motivo, para ofrecerse como pago.
Fruncí el ceño, cortaría la mano del primer desgraciado que osara a lanzadla en la dirección de mi mágica sirena.
Mi brazo rodeo su cintura atrayendola hacia mi, espalda contra mi pecho, sonrisa ladina en mi rostro, espada que desenfunde interponiendola frente a los hombres y su cuerpo.
-Estoy convencido de que mis monedas pueden satisfacer el cargo del alimento, mas aun estoy mas seguro de que mi acero puede sajar vuestros miembros, decirme pues ¿que pago ansiáis por este entuerto?
Mis dedos acariciaban su vientre a ritmo lento, como un acto reflejo de posesión extremo.
Había soñado tantas veces con su cuerpo, con el olor a jazmín, con su cabellos surcando mi rostro que ahora que la tenia allí, entre mis brazos, creía que era tan solo un espejismo, un efímero instante de felicidad que se desvanecería de nuevo.
Los hombres tomaron la bolsa reculando, al parecer mi espada era mas que suficiente para mostrarles el riesgo que implicaría para sus vidas el tan solo rozarla.
Pronto nos quedamos solos, la giré con brusquedad para enfrentar esos ojos en los que me perdería de nuevo.
Mis dedos de nuevo se deslizaron por los mechones de su cabello, incrédulo, acaparé su rostro con la yema de mis dedos.
-¿eres tu? ¿estas aquí? -pregunté incrédulo, dubitativo.
Mis labios se entreabrieron acercándose irremediablemente a los suyos, mas allí me detuve, recordando por un instante su cuerpo con aquel vestido mojado corriendo entre los arboles para alejarse del negro guerrero.
Interpuse cierta distancia, que me supo a demasiado espacio tiempo, mas el orgullo gritaba tan alto como el desconcierto.
-Vamos, te invitaré a desayunar -ordené sin mirarla, alargando mi mano para que la sirena la tomara.
-Tranquila, yo no te pediré pago alguno por ello, me salvaste la vida, es lo mínimo que te debo.
No era cierto, no era ese el motivo, poco o nada me importaba resarcir o no el favor, solo quería un instante mas de luz frente a aquel ser angelical.
Su cuerpo temblaba como una hoja orillándose al mio, protector mi brazo acaparo su cintura como si temiera que de nuevo aquel mitológico animal desapareciera de entre mis dedos.
Frente a nosotros aquel tendero, sonrisa ladina al pensar los mil y un modos en los que mi sirena podría pagar aquellos nimios alimentos.
Mi mano se deslizo hacia mi espalda, acaricie el mango de mis gemelas mientras el caos se dibujaba en mi mente.
Sangre, vísceras de todos los presentes regarían aquel suelo por tan solo insinuar ser capaces de tocar lo que era mio.
Mas de nuevo la voz embriagadora de la dama me abstrajo del monstruoso guerrero sediento de venganza y por un instante, relaje mis músculos al verla colocare entre los hombres y yo, único motivo, para ofrecerse como pago.
Fruncí el ceño, cortaría la mano del primer desgraciado que osara a lanzadla en la dirección de mi mágica sirena.
Mi brazo rodeo su cintura atrayendola hacia mi, espalda contra mi pecho, sonrisa ladina en mi rostro, espada que desenfunde interponiendola frente a los hombres y su cuerpo.
-Estoy convencido de que mis monedas pueden satisfacer el cargo del alimento, mas aun estoy mas seguro de que mi acero puede sajar vuestros miembros, decirme pues ¿que pago ansiáis por este entuerto?
Mis dedos acariciaban su vientre a ritmo lento, como un acto reflejo de posesión extremo.
Había soñado tantas veces con su cuerpo, con el olor a jazmín, con su cabellos surcando mi rostro que ahora que la tenia allí, entre mis brazos, creía que era tan solo un espejismo, un efímero instante de felicidad que se desvanecería de nuevo.
Los hombres tomaron la bolsa reculando, al parecer mi espada era mas que suficiente para mostrarles el riesgo que implicaría para sus vidas el tan solo rozarla.
Pronto nos quedamos solos, la giré con brusquedad para enfrentar esos ojos en los que me perdería de nuevo.
Mis dedos de nuevo se deslizaron por los mechones de su cabello, incrédulo, acaparé su rostro con la yema de mis dedos.
-¿eres tu? ¿estas aquí? -pregunté incrédulo, dubitativo.
Mis labios se entreabrieron acercándose irremediablemente a los suyos, mas allí me detuve, recordando por un instante su cuerpo con aquel vestido mojado corriendo entre los arboles para alejarse del negro guerrero.
Interpuse cierta distancia, que me supo a demasiado espacio tiempo, mas el orgullo gritaba tan alto como el desconcierto.
-Vamos, te invitaré a desayunar -ordené sin mirarla, alargando mi mano para que la sirena la tomara.
-Tranquila, yo no te pediré pago alguno por ello, me salvaste la vida, es lo mínimo que te debo.
No era cierto, no era ese el motivo, poco o nada me importaba resarcir o no el favor, solo quería un instante mas de luz frente a aquel ser angelical.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Manzana del pecado [Privado]
No deseaba una pelea con heridos, muertos. Sus ojos azules, se entrecerraron presa del miedo. Ojos que le observaron en silencio, pudo leer su mente y la devastación, la sangre y el deseo de acabar con esas personas fue el detonante para ofrecerse como pago ¿qué hacer en este caso? No iba a morir nadie si ella podía impedirlo. En su cabeza, varias voces le susurraban ese “no tiene alma, solo oscuridad” “no te acerques a uno de los diablos si no quieres convertirte en uno” “Su alma es imposible de limpiar, su corazón es negro como la noche”. Ella no lo veía así, podía vislumbrar en él de nuevo esa pequeña luz, podía salvarse pero la pregunta era ¿él lo deseaba?
Como todo comenzó, acabó igual de rápido. Aún aferrada a él, como un cervatillo herido que necesita ser cuidado y protegido, se había acurrucado en su pecho. Sus ojos azules, buscaron la mirada ajena, deleitándose en su rostro…en aquella expresión de desconcierto. Se había despeinado y no dudó en sus dedos finos se enredasen en su cabello para peinarle, qué menos por su hazaña. Se encontraba bien y tenía comida.
Tragó saliva por su pregunta, como si volviese a creer que viese a ese ser mitológico. Lejos de agradarle ver esa mirada, sus labios buscarla…lo evitó desviando la mirada. Ese maldito embrujo seguía atrapándole a ella. Cerró los ojos por si sus orbes eran culpables y pareció funcionar porque él se alejó unos pasos. Si evitaba mirarle, quizás le liberaría de esa carga. Asintió tomando su bolsa en silencio, siguiendo sus pasos. Imposible no mirarla a su paso, su belleza dejaba sin palabras no solo a los hombres, envidia de mujeres por captar la atención que sus parejas no le ofrecían.
-Siento el entuerto. No hace falta que lo haga…tengo fruta, me falta la tela pero en otra ocasión. Viene el frío e iba a hacerme un vestido -cerró los ojos con fuerza, a él eso no le interesaba así que se calló de golpe. Desconcierto cuando ambo entraron en una bonita cafetería, las chicas como ella solo miraban soñadoras por el cristal…imaginándose cómo sabría un dulce o un café. Y ella se sintió pequeña porque no encajaba con el lugar.
Tímidamente, se sentó en una silla, frente a él pero sin mirarle. El olor de la bollería, el café la inundó y sonrojada, por cómo sus tripas daban aviso de que ya era hora, sintió hasta un leve mareo. Dudó que sus pensamientos lo hubiese escuchado, es más… ¿Cómo si no era un alma dianvulante? Estaba tan ensimismada…
-Me comería todos los dulces del estante…esos de crema y chocolate. Ese café recién hecho y… disculpa, no puedo pedir cuando tengo que agradecerte - se miró a sí misma, llevaba en un lado de la capa jazmín recién cortados. Un pequeño ramillete que le ofreció como regalo, no tenía más -Te complaceré en lo que desees, esto es una pequeña muestra pero… no me importará , hacerlo… merci, merci …. -se levantó de su asiento para colocárselo a él, inclinándose hacia su rostro y dejar un sentido beso en su mejilla, su susurro inocente…podía ser… el más tentador que él jamás haya experimentado - Shhhh de verdad haré lo que quieras. Me salvaste -intentó no mirarle pero…fue imposible, sus miradas volvieron a fundirse en una.
Como todo comenzó, acabó igual de rápido. Aún aferrada a él, como un cervatillo herido que necesita ser cuidado y protegido, se había acurrucado en su pecho. Sus ojos azules, buscaron la mirada ajena, deleitándose en su rostro…en aquella expresión de desconcierto. Se había despeinado y no dudó en sus dedos finos se enredasen en su cabello para peinarle, qué menos por su hazaña. Se encontraba bien y tenía comida.
Tragó saliva por su pregunta, como si volviese a creer que viese a ese ser mitológico. Lejos de agradarle ver esa mirada, sus labios buscarla…lo evitó desviando la mirada. Ese maldito embrujo seguía atrapándole a ella. Cerró los ojos por si sus orbes eran culpables y pareció funcionar porque él se alejó unos pasos. Si evitaba mirarle, quizás le liberaría de esa carga. Asintió tomando su bolsa en silencio, siguiendo sus pasos. Imposible no mirarla a su paso, su belleza dejaba sin palabras no solo a los hombres, envidia de mujeres por captar la atención que sus parejas no le ofrecían.
-Siento el entuerto. No hace falta que lo haga…tengo fruta, me falta la tela pero en otra ocasión. Viene el frío e iba a hacerme un vestido -cerró los ojos con fuerza, a él eso no le interesaba así que se calló de golpe. Desconcierto cuando ambo entraron en una bonita cafetería, las chicas como ella solo miraban soñadoras por el cristal…imaginándose cómo sabría un dulce o un café. Y ella se sintió pequeña porque no encajaba con el lugar.
Tímidamente, se sentó en una silla, frente a él pero sin mirarle. El olor de la bollería, el café la inundó y sonrojada, por cómo sus tripas daban aviso de que ya era hora, sintió hasta un leve mareo. Dudó que sus pensamientos lo hubiese escuchado, es más… ¿Cómo si no era un alma dianvulante? Estaba tan ensimismada…
-Me comería todos los dulces del estante…esos de crema y chocolate. Ese café recién hecho y… disculpa, no puedo pedir cuando tengo que agradecerte - se miró a sí misma, llevaba en un lado de la capa jazmín recién cortados. Un pequeño ramillete que le ofreció como regalo, no tenía más -Te complaceré en lo que desees, esto es una pequeña muestra pero… no me importará , hacerlo… merci, merci …. -se levantó de su asiento para colocárselo a él, inclinándose hacia su rostro y dejar un sentido beso en su mejilla, su susurro inocente…podía ser… el más tentador que él jamás haya experimentado - Shhhh de verdad haré lo que quieras. Me salvaste -intentó no mirarle pero…fue imposible, sus miradas volvieron a fundirse en una.
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 30/11/2016
Re: Manzana del pecado [Privado]
Sus ojos se desviaron de los míos, estaba claro que no buscábamos lo mismo ¿que esperaba? ¿como alguien como ella podía osar a mirar tan siquiera a un demonio a los ojos?
No, mis alas eran negras como la noche, las suyas blancas centelleaban luz, eramos las dos caras de una misma moneda.
Solo podía acabar aquello de una manera, lo había visto en miles de lienzos. El demonio siempre acaba pervirtiendo a un ángel que acaba perdiendo su pureza para ser el reflejo de lo que fue y no volverá a ser.
Eterna lucha entre el mal y el bien, cuanto menos tiempo estuviera con ella, mas fácil seria después.
Facil era pensar cuando sus ojos aguamarina se apartaban de mi ser, difícil cuando por un segundo volvía a electrificarme con su mirada y a atravesarme con un halo de luz que parecía poder con todo, incluso con mi propio lobo.
Madre luna ayúdame, pues me siento tan esclavo de ella como de tu propio ser.
La cafetería frente a nosotros, no tardamos en adentrarnos en ella, sus ojos brillaban mirando todos los escaparates como si fuer una niña, sonrisa de medio lado en mi rostro, no podía evitar sentir cierta felicidad cuando ella derrochaba esa energía tan pura, tan bella, tan natural.
-Pide lo que quieras, os debo la vida ¿recuerdas?
No era le motivo real, mas intuí que orgullosa como yo, preferiría pensar que no me lo tenia que pagar, que en parte una deuda se saldaría con otra, aun sabiendo que la mía era mucho mas cuantiosa que unos cafés, unos pasteles y unos vestidos y pieles después.
La dama se puso en pie, desprendía frescura, olor a jazmín y un ramillete que colocó en mi solapa como si fuera el mas preciado de sus tesoros.
Me sorprendió aquel beso inocente que de nuevo incendio mi piel, decía desear complacerme y yo, deseaba con toda la oscuridad de mi alma tomarla.
Si, eso era yo, un monstruo, uno que no dudaría en pedirle su virginidad a cambio de un aderezo.
¿entonces? Que me mantenía allí admirándola cuando podía tomarlo todo? Es mas, ¿quien me impediría tomarla sin tan siquiera tener su beneplácito?
Tensé el gesto cuando sus labios se instalaron tan cerca de los míos que me embriago su aliento, el deseo fue lo que arrastró a mi boca a acortar esa distancia que se me antojaba demasiado larga.
Roce de nuestros labios, ojos cerrados, magia en el ambiente.
-¿Puedo serviros algo?
La voz de la camarera desvió su atención, la hubiera matado de tener ocasión, pues yo también estaba hambriento, de su boca, de su piel, de su olor.
Efímero fantasma que de nuevo me esquivaba, maldije a los ángeles por traer a mi infierno a una sirena que merecía el cielo.
-Tráiganos dos cafés, pasteles de esos que tiene en la vitrina, traiga seis para ahora y prepare una docena para llevar.
La señorita tomo nota de la comanda y se fue por donde había venido, mis ojos la buscaron, oscuros por el deseo, necesitados de su fuego.
-Si quieres complacerme, aléjate de los demonios, busca tu camino en la luz, la oscuridad esta sobrevalorada.
Ese seria mi regalo, su libertad, pues sabia que de mantenerme a su lado ,de pedirle una noche, no podría escapar.
No, mis alas eran negras como la noche, las suyas blancas centelleaban luz, eramos las dos caras de una misma moneda.
Solo podía acabar aquello de una manera, lo había visto en miles de lienzos. El demonio siempre acaba pervirtiendo a un ángel que acaba perdiendo su pureza para ser el reflejo de lo que fue y no volverá a ser.
Eterna lucha entre el mal y el bien, cuanto menos tiempo estuviera con ella, mas fácil seria después.
Facil era pensar cuando sus ojos aguamarina se apartaban de mi ser, difícil cuando por un segundo volvía a electrificarme con su mirada y a atravesarme con un halo de luz que parecía poder con todo, incluso con mi propio lobo.
Madre luna ayúdame, pues me siento tan esclavo de ella como de tu propio ser.
La cafetería frente a nosotros, no tardamos en adentrarnos en ella, sus ojos brillaban mirando todos los escaparates como si fuer una niña, sonrisa de medio lado en mi rostro, no podía evitar sentir cierta felicidad cuando ella derrochaba esa energía tan pura, tan bella, tan natural.
-Pide lo que quieras, os debo la vida ¿recuerdas?
No era le motivo real, mas intuí que orgullosa como yo, preferiría pensar que no me lo tenia que pagar, que en parte una deuda se saldaría con otra, aun sabiendo que la mía era mucho mas cuantiosa que unos cafés, unos pasteles y unos vestidos y pieles después.
La dama se puso en pie, desprendía frescura, olor a jazmín y un ramillete que colocó en mi solapa como si fuera el mas preciado de sus tesoros.
Me sorprendió aquel beso inocente que de nuevo incendio mi piel, decía desear complacerme y yo, deseaba con toda la oscuridad de mi alma tomarla.
Si, eso era yo, un monstruo, uno que no dudaría en pedirle su virginidad a cambio de un aderezo.
¿entonces? Que me mantenía allí admirándola cuando podía tomarlo todo? Es mas, ¿quien me impediría tomarla sin tan siquiera tener su beneplácito?
Tensé el gesto cuando sus labios se instalaron tan cerca de los míos que me embriago su aliento, el deseo fue lo que arrastró a mi boca a acortar esa distancia que se me antojaba demasiado larga.
Roce de nuestros labios, ojos cerrados, magia en el ambiente.
-¿Puedo serviros algo?
La voz de la camarera desvió su atención, la hubiera matado de tener ocasión, pues yo también estaba hambriento, de su boca, de su piel, de su olor.
Efímero fantasma que de nuevo me esquivaba, maldije a los ángeles por traer a mi infierno a una sirena que merecía el cielo.
-Tráiganos dos cafés, pasteles de esos que tiene en la vitrina, traiga seis para ahora y prepare una docena para llevar.
La señorita tomo nota de la comanda y se fue por donde había venido, mis ojos la buscaron, oscuros por el deseo, necesitados de su fuego.
-Si quieres complacerme, aléjate de los demonios, busca tu camino en la luz, la oscuridad esta sobrevalorada.
Ese seria mi regalo, su libertad, pues sabia que de mantenerme a su lado ,de pedirle una noche, no podría escapar.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Manzana del pecado [Privado]
Alma oscura, horror y sangre. Almas perdidas que susurraban en su oído que saliese corriendo aún más rápido que esa mañana con lo robado en las manos. Ese hombre era uno de lo demonios que corrompían al mundo, ella lo sabía y aún así volvía a ver luz. Mínima pero brillaba entre tanta oscuridad. Pensamientos que las almas volvieron a alejarle, indicándole que no era buena idea acompañarle en sus pasos y cada uno se perdiese por su camino.
El susto, aún se veía reflejado en su rostro, expresar magia en público era algo que se prohibió a sí misma. Prudente, no quería terminar como muchas otras mujeres en la hoguera o peor. Aquel lugar, acogedor y en donde olía terriblemente delicioso, le hizo sentir bien y a salvo, qué ironía cuando no dejaba de recibir señales contradictorias. La miraba, fijamente como si lo demás no existiese, infinita curiosidad pero ¿qué tenía de diferente a las demás personas del lugar? Su vestimenta que no restaba la belleza natural, ojos que lo observaban todo con total curiosidad y viceversa, un roce de labios inconsciente que podía suponerlo perderlo todo, la cordura y la razón.
-Aúkoc -susurró con suavidad, para captar su atención…una atención que ya tenía. Sonrió, mirándole fijamente a los ojos ¿Serían para ella los dulces restantes? Por un segundo, imaginó que así era. Ilusa, negó con la cabeza… no se merecía tanto demasiado que estaba ya allí frente a una taza de delicioso café recién hecho y aquel dulce que la aclamaba. Se lanzó a tomarlo, casi lo coge con los dedos cuando recordó que no estaba sola en su cabaña de madera. Tomó su cuchara, partiendo un trozo y llevarlo a los labios, saboreándolo… no recordaba haber probado algo tan rico.
Su voz, le hizo abrir los ojos de golpe, contemplándole…como si fuese él el ángel y no el demonio. Dio un sorbo al café, estaba temblando, aún el frío no desaparecía y su compañía seguía siendo una tortura constante. El demonio, abriéndole la puerta al ángel para que alce su vuelo. Arrastró la silla, para quedar más cerca de la mesa , poder inclinarse hacia él un tanto y hablarle más directamente.
-Me dejas ir como te dejé yo a ti. Es justo. -le dedicó una sonrisa, una que se volvió triste, un susurro le hizo bajar la mirada…esas almas volvían a describirlo como el peor de los hombres, persona inhumana que no tenía corazón -Entonces , nuestra deuda está saldada ¿no? No nos debemos nada -buscó sus ojos, la joven se levantó de su asiento sin importarle otra cosa que ambos. Se sentó en su regazo, tomando su rostro entre sus delicadas y finas manos, susurró unas palabras en su idioma.
Él pudo sentir como una paz le recorría por dentro. Apoyó su frente en la ajena, acariciando su nariz con la propia y sellar el hechizo con un suave beso en los labios. Un beso que no fue suficiente, el sabor del mar mezclado con los dulces que acababan de comer. El beso no acabó ahí, lo buscó despacio, tomándose su tiempo en deleitarse en esa boca de fuego. Sus lenguas bailaban al mismo son y sus cuerpos , incitados a hacer lo mismo , se acercaron un tanto más sin importarle si alguien los mirase de mala manera ¿quién podría? Con semejante imagen de un ángel. Al separarse, buscó sus ojos, en los que se perdió una vez más.
-Somos libres. Los dos -estiró la mano para tomar su taza de café, no iba a abandonar su asiento, ni sus ojos…
El susto, aún se veía reflejado en su rostro, expresar magia en público era algo que se prohibió a sí misma. Prudente, no quería terminar como muchas otras mujeres en la hoguera o peor. Aquel lugar, acogedor y en donde olía terriblemente delicioso, le hizo sentir bien y a salvo, qué ironía cuando no dejaba de recibir señales contradictorias. La miraba, fijamente como si lo demás no existiese, infinita curiosidad pero ¿qué tenía de diferente a las demás personas del lugar? Su vestimenta que no restaba la belleza natural, ojos que lo observaban todo con total curiosidad y viceversa, un roce de labios inconsciente que podía suponerlo perderlo todo, la cordura y la razón.
-Aúkoc -susurró con suavidad, para captar su atención…una atención que ya tenía. Sonrió, mirándole fijamente a los ojos ¿Serían para ella los dulces restantes? Por un segundo, imaginó que así era. Ilusa, negó con la cabeza… no se merecía tanto demasiado que estaba ya allí frente a una taza de delicioso café recién hecho y aquel dulce que la aclamaba. Se lanzó a tomarlo, casi lo coge con los dedos cuando recordó que no estaba sola en su cabaña de madera. Tomó su cuchara, partiendo un trozo y llevarlo a los labios, saboreándolo… no recordaba haber probado algo tan rico.
Su voz, le hizo abrir los ojos de golpe, contemplándole…como si fuese él el ángel y no el demonio. Dio un sorbo al café, estaba temblando, aún el frío no desaparecía y su compañía seguía siendo una tortura constante. El demonio, abriéndole la puerta al ángel para que alce su vuelo. Arrastró la silla, para quedar más cerca de la mesa , poder inclinarse hacia él un tanto y hablarle más directamente.
-Me dejas ir como te dejé yo a ti. Es justo. -le dedicó una sonrisa, una que se volvió triste, un susurro le hizo bajar la mirada…esas almas volvían a describirlo como el peor de los hombres, persona inhumana que no tenía corazón -Entonces , nuestra deuda está saldada ¿no? No nos debemos nada -buscó sus ojos, la joven se levantó de su asiento sin importarle otra cosa que ambos. Se sentó en su regazo, tomando su rostro entre sus delicadas y finas manos, susurró unas palabras en su idioma.
Él pudo sentir como una paz le recorría por dentro. Apoyó su frente en la ajena, acariciando su nariz con la propia y sellar el hechizo con un suave beso en los labios. Un beso que no fue suficiente, el sabor del mar mezclado con los dulces que acababan de comer. El beso no acabó ahí, lo buscó despacio, tomándose su tiempo en deleitarse en esa boca de fuego. Sus lenguas bailaban al mismo son y sus cuerpos , incitados a hacer lo mismo , se acercaron un tanto más sin importarle si alguien los mirase de mala manera ¿quién podría? Con semejante imagen de un ángel. Al separarse, buscó sus ojos, en los que se perdió una vez más.
-Somos libres. Los dos -estiró la mano para tomar su taza de café, no iba a abandonar su asiento, ni sus ojos…
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 30/11/2016
Re: Manzana del pecado [Privado]
La vi temblar, sus ojos devoraban la comida y sus labios el café que posiblemente calentaba un cuerpo para nada vestido para soportar el gélido invierno.
Observe aquel aura blanca, casi trazaba unas emplumadas alas a su espalda, era tan bella que era imposible no quedarse completamente preso de ella.
No era capaz de ver mi oscuridad, quizás porque mis alas eran negras como el carbón y de abrazar con ellas su menudo cuerpo mis trazas quedarían marcadas en aquel plumaje perfecto, inmaculado y tibio.
Desprendía luz, una luz que admito necesitaba mas que cualquier cosa, pero yo desprendía oscuridad, una que ella necesitaba alejar de si.
Ambos sabíamos la verdad del otro, ángel y demonio enfrentados en un sino que se remontaba al inicio de los tiempos.
Yo un ángel caído que solo conocía la guerra, la muerte y el dolor. Ella podía rozar con sus manos a cualquier dios.
El Tártaro mi hogar, el suyo nada tenia que ver con las llamas y la destrucción de esa casa que Hades había creado para sus fieles guerreros.
Sus ojos escrutaron la inmensidad de mi alma, como si fuera adivina y pudiera llegar a mi de un modo desconocido, como si fuera un libro abierto en manos de un ser mitológico, su voz sonó melodiosa, adivinando mis mas oscuros secretos.
Me removí inquieto ¿sabría a estas alturas la razón de mis sentimientos?
-Si, una vez compre las pieles que os cubran el cuerpo estaremos en paz -asegure sin apartar mis ojos de los ajenos.
Parecía triste, sabia que este seria nuestro final, destino truncado por dos seres que no podían hacer mas que chocar.
Ella tomo la decisión en el lago, hoy la tomaba yo. ¿Era justo? No lo sabia, ¿era necesario? Sin duda.
Se alzó como lo hace una pájaro cuando bate sus alas, hipnotizado seguí con los ojos oscurecidos sus movimientos. Si pensé la primera vez que era una sirena, hoy era un ángel, hermoso, bello, alado y así se poso en mi regazo.
Sus brazos alrededor de mi cuello, mi piel se erizo, mi respiración murió ronca contra sus labios.
Su boca se adueño de ellos, palabras que sonaban a despedida pese a que no las entendía.
¿Hablaríamos distintos idiomas? ¿Existía el celestial y el infernal? Hoy tenia mis dudas.
Su nariz rozó la mía, paz, ella destilaba una paz que me embriagaba, casi arrastrando al demonio de una cadena a su mundo, hubiera hecho todo cuanto me hubiera pedido en ese preciso momento.
Ahora entendía como les cortaron las alas a los seres del infierno, solo necesito Dios un ser como Maia para tal sacrilegio.
Batalla perdida, eso era lo que yo tenia cuando su boca sello el hechizo, cuando su frente se adueño de la mía.
Mi boca se entreabrió, cálido beso que me quemaba por dentro, nunca sentí tan mio el infierno, ella mi ángel, yo su demonio eterno.
Beso provocativo, sentido, abrasador, beso que unió nuestras almas durante el efímero tiempo que nuestras lenguas danzaban.
“Eres libre” susurró, ¿entonces? ¿Por que yo me sentía mas preso que nunca? De sus ojos, de su olor, del dulce sabor a mar, a chocolate y a jazmín.
Observe aquel aura blanca, casi trazaba unas emplumadas alas a su espalda, era tan bella que era imposible no quedarse completamente preso de ella.
No era capaz de ver mi oscuridad, quizás porque mis alas eran negras como el carbón y de abrazar con ellas su menudo cuerpo mis trazas quedarían marcadas en aquel plumaje perfecto, inmaculado y tibio.
Desprendía luz, una luz que admito necesitaba mas que cualquier cosa, pero yo desprendía oscuridad, una que ella necesitaba alejar de si.
Ambos sabíamos la verdad del otro, ángel y demonio enfrentados en un sino que se remontaba al inicio de los tiempos.
Yo un ángel caído que solo conocía la guerra, la muerte y el dolor. Ella podía rozar con sus manos a cualquier dios.
El Tártaro mi hogar, el suyo nada tenia que ver con las llamas y la destrucción de esa casa que Hades había creado para sus fieles guerreros.
Sus ojos escrutaron la inmensidad de mi alma, como si fuera adivina y pudiera llegar a mi de un modo desconocido, como si fuera un libro abierto en manos de un ser mitológico, su voz sonó melodiosa, adivinando mis mas oscuros secretos.
Me removí inquieto ¿sabría a estas alturas la razón de mis sentimientos?
-Si, una vez compre las pieles que os cubran el cuerpo estaremos en paz -asegure sin apartar mis ojos de los ajenos.
Parecía triste, sabia que este seria nuestro final, destino truncado por dos seres que no podían hacer mas que chocar.
Ella tomo la decisión en el lago, hoy la tomaba yo. ¿Era justo? No lo sabia, ¿era necesario? Sin duda.
Se alzó como lo hace una pájaro cuando bate sus alas, hipnotizado seguí con los ojos oscurecidos sus movimientos. Si pensé la primera vez que era una sirena, hoy era un ángel, hermoso, bello, alado y así se poso en mi regazo.
Sus brazos alrededor de mi cuello, mi piel se erizo, mi respiración murió ronca contra sus labios.
Su boca se adueño de ellos, palabras que sonaban a despedida pese a que no las entendía.
¿Hablaríamos distintos idiomas? ¿Existía el celestial y el infernal? Hoy tenia mis dudas.
Su nariz rozó la mía, paz, ella destilaba una paz que me embriagaba, casi arrastrando al demonio de una cadena a su mundo, hubiera hecho todo cuanto me hubiera pedido en ese preciso momento.
Ahora entendía como les cortaron las alas a los seres del infierno, solo necesito Dios un ser como Maia para tal sacrilegio.
Batalla perdida, eso era lo que yo tenia cuando su boca sello el hechizo, cuando su frente se adueño de la mía.
Mi boca se entreabrió, cálido beso que me quemaba por dentro, nunca sentí tan mio el infierno, ella mi ángel, yo su demonio eterno.
Beso provocativo, sentido, abrasador, beso que unió nuestras almas durante el efímero tiempo que nuestras lenguas danzaban.
“Eres libre” susurró, ¿entonces? ¿Por que yo me sentía mas preso que nunca? De sus ojos, de su olor, del dulce sabor a mar, a chocolate y a jazmín.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Manzana del pecado [Privado]
El tiempo se acababa, gota a gota, como un reloj de arena en las que los granos de arena se agotaban. Las almas que le acompañaban, seguían susurrándole que se alejase de esa alma oscura antes de que cayera en su red como otras almas inocentes, las mismas que le gritaban que se apartasen de él. Y aún así, no sabía qué pero algo le impulsaba a acercarse a él ese breve momento que les quedaban de estar juntos. Ni siquiera deberían estar allí y sin embargo, el silencio lo decía todo, las miradas y tan solo la presencia del otro para decirse a gritos que no se le ocurriese marcharse.
-No es necesario, ya le causé molestias y… está todo delicioso -mostró una breve sonrisa, ojos agua marina que se perdieron en sus labios unos segundos, maldito hechizo que le afectaba con más intensidad por momentos. Debía huir, dejar al alma oscura vagar por sus infiernos pero a la vez, tenía impulsos en salvarlo… podría hacerlo pero no solo dependía de ella, él no quería eso… su alma oscura sopesaba más que cualquier otra cosa. Alma oscura que la lograba tener atrapada con una red invisible, anulando sus poderes y ella, volvía a atraparle en los suyos, intentando liberarle de las cadenas inexistentes…invisibles que lo tenían cerca de ella.
-Alma oscura, perdida en el abismo de tu infierno… brillas cuando me miras, te apagas cuando me alejo. Mi demonio, ansío tu libertad y no sé cómo dártela. El destino ha vuelto a cruzarte en mi camino, estás aquí y no sé cómo liberarte. -bajó un instante la mirada , el hechizo de su belleza, ese ser mitológico que él creyó al principio -Solo soy una simple bruja inexperta , no un ángel ni alguien especial. Lo ves así porque quedas eclipsado en mi hechizo, uno que no se como emendar. Lo siento, te tengo atrapado -se mordió el labio inferior, estaban tan cerca que podía oler su aroma…mucho mas embriagador que cualquier delicioso desayuno.
El frío le invadía, estaba helada, casi enfermando. La cabaña no se calentaba tan deprisa y el hecho de salir a buscar provisiones descalza estaban dando sus frutos. Cerró los ojos un instante, apoyándose en su pecho y darse por vencida, ambos atesoraban esos minutos… quizás los últimos pues ambos acababan de sellar un “no volveremos a vernos”.
- Estaba todo tan delicioso que sigo creyendo que fue un sueño -su risa parecía una canción sin fin, sus labios pintaron una sonrisa, una que permaneció cuando encontró su mirada de nuevo, se perdió en sus orbes y volvió a sentir como flotaba, cuando podía tocar el suelo ¿qué sensación era esa? Curiosa, enredó sus dedos en su cabello, acariciándolo de la mejilla con infinita suavidad…se estaba despidiendo y él pudo notarlo en como sus ojos agua marina se cerraron, su mano se apartó y el menudo cuerpo dejó de estar vinculado al de él.
Se abrazó a sí misma, el estómago lleno pero el alma…vacía.
-Vuelvo a casa, Aúkoc. Lo siento-no, no lo sentía, se había despedido de la única forma en la que pudo.
-Siento el altercado, te devolveré todo lo que ha costado el desayuno y...tu bolsa -se agachó para tomarla del suelo - Gracias -dio un par de pasos hacia atrás, tan ensimismada en no dejar de mirarle que se tropezó, casi pierde el equilibrio, sonrojándose de pura vergüenza y también de tristeza -Au revoir (adiós), mon démon -
-No es necesario, ya le causé molestias y… está todo delicioso -mostró una breve sonrisa, ojos agua marina que se perdieron en sus labios unos segundos, maldito hechizo que le afectaba con más intensidad por momentos. Debía huir, dejar al alma oscura vagar por sus infiernos pero a la vez, tenía impulsos en salvarlo… podría hacerlo pero no solo dependía de ella, él no quería eso… su alma oscura sopesaba más que cualquier otra cosa. Alma oscura que la lograba tener atrapada con una red invisible, anulando sus poderes y ella, volvía a atraparle en los suyos, intentando liberarle de las cadenas inexistentes…invisibles que lo tenían cerca de ella.
-Alma oscura, perdida en el abismo de tu infierno… brillas cuando me miras, te apagas cuando me alejo. Mi demonio, ansío tu libertad y no sé cómo dártela. El destino ha vuelto a cruzarte en mi camino, estás aquí y no sé cómo liberarte. -bajó un instante la mirada , el hechizo de su belleza, ese ser mitológico que él creyó al principio -Solo soy una simple bruja inexperta , no un ángel ni alguien especial. Lo ves así porque quedas eclipsado en mi hechizo, uno que no se como emendar. Lo siento, te tengo atrapado -se mordió el labio inferior, estaban tan cerca que podía oler su aroma…mucho mas embriagador que cualquier delicioso desayuno.
El frío le invadía, estaba helada, casi enfermando. La cabaña no se calentaba tan deprisa y el hecho de salir a buscar provisiones descalza estaban dando sus frutos. Cerró los ojos un instante, apoyándose en su pecho y darse por vencida, ambos atesoraban esos minutos… quizás los últimos pues ambos acababan de sellar un “no volveremos a vernos”.
- Estaba todo tan delicioso que sigo creyendo que fue un sueño -su risa parecía una canción sin fin, sus labios pintaron una sonrisa, una que permaneció cuando encontró su mirada de nuevo, se perdió en sus orbes y volvió a sentir como flotaba, cuando podía tocar el suelo ¿qué sensación era esa? Curiosa, enredó sus dedos en su cabello, acariciándolo de la mejilla con infinita suavidad…se estaba despidiendo y él pudo notarlo en como sus ojos agua marina se cerraron, su mano se apartó y el menudo cuerpo dejó de estar vinculado al de él.
Se abrazó a sí misma, el estómago lleno pero el alma…vacía.
-Vuelvo a casa, Aúkoc. Lo siento-no, no lo sentía, se había despedido de la única forma en la que pudo.
-Siento el altercado, te devolveré todo lo que ha costado el desayuno y...tu bolsa -se agachó para tomarla del suelo - Gracias -dio un par de pasos hacia atrás, tan ensimismada en no dejar de mirarle que se tropezó, casi pierde el equilibrio, sonrojándose de pura vergüenza y también de tristeza -Au revoir (adiós), mon démon -
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 30/11/2016
Re: Manzana del pecado [Privado]
Lucha de dos lamas contrariadas, luz y oscuridad el inicio de los tiempos en una gesta que hoy tenia como campo de batalla la tierra.
Sus ojos en mis labios, los míos en su boca, red que atrapaba nuestros ojos suplicando que no la sajáramos que nos quedáramos enredados en ella y descubriéramos si el blanco y el negro pueden formar un color intermedio.
Sus palabras de nuevo sonaban como una canción, una con aroma a despedida, hablaba de salvar mi alma, verdades como puños, pues cuando se alejaba la luz del abismo se sentía infinitamente mas oscuro.
-Soy un ser de la noche, mi alma no tiene luz. Hablas de una libertad que crees que no tengo, que no poseo. Te equivocas, soy libre como el viento, mato, y encuentro placer en ello.
Si fuera uno de los jinetes del apocalipsis seria muerte ¿acaso no los mando también vuestro dios? Quizás te equivocas de bando, quizás tu dios es tan oscuro como yo.
La diferencia es que yo vivo en el infierno y me gusta su calor. ¿Y tu? Pasas frio, dolor.. la paz es tu aliada, pero los hombres te miran con las mismas ganas que te tengo yo.
Este mundo es tan oscuro como mi alma y tu eres un ángel demasiado bello, tanto que temo corromperte con un solo roce de mis dedos.
Parecía cansada, temblaba, pobre ángel que del cielo había caído. La arropé entre mis brazos, su cabeza sobre mi pecho, por un instante cerré los ojos guardando ese instante en el que demonio y ángel se daban un abrazo.
-Lo siento -susurré mientras le pasaba mis pieles por encima de sus hombros -ojala, hubiera una posibilidad para un nosotros.
Agradecida por la comida nuestros ojos se encontraron, sus dedos delinearon mi mandíbula muriendo en una caricia que me supo a poco, a nada, y que a su vez lo incendio todo.
Tentado de no dejarla ir, mi interior rugía por que la apresara ¿no hacia eso el demonio? ¿quien me impediría tomarla de cualquier modo?
Se despedía a su manera, volviendo a dejar que el aire separara nuestros cuerpos, fueron sus brazos y no los míos los que la consolaron en la perdida de mi aliento contra su boca.
Se alzó con un adiós, un lo siento y un me voy a mi casa, palabras que marcaban el sendero correcto para un ángel de alas blancas.
Rugí, creo que fue capaz de ver el desasosiego en mi mirada, lo sumamente perdido que estaba y como el mal de nuevo se apoderaba de mi oscura alma.
Me alcé con violencia, estaba furioso, furioso porque de nuevo era ella y no yo quien daba el primer paso para huir del otro.
La dama de la cafetería trajo la cuenta al vernos en pie, su sonrisa amable enturbio mi mirada y sin ningún tipo de miramiento, hundí en su pecho mi garra extrayéndole el corazón que en mi man palpitaba.
Mis ojos ahora completamente ámbar se perdieron en los ajenos mostrandole al demonio del que de nuevo se había despedido.
-Haces bien Maia, no hay esperanza. -Gruñí dejando el corazón caer a mis pies al ritmo que lo hizo el difunto cuerpo de la mujer.
Mano ensangrentada que limpie con el mantel antes de caminar desafiante hacia la puerta del local, el demonio ardía, se consumía en su propio dolor pero el ángel solo veía la mas pura destrucción.
Tomé una brizna de aire al pasar a su lado, jazmín, maderos , mar y su piel que me evocaba recuerdos.
-Debiste dejarme morir -ultimas palabras antes de un silencio devastador y una despedida que concluyó cuando atravesé el umbral de la cafetería.
Sus ojos en mis labios, los míos en su boca, red que atrapaba nuestros ojos suplicando que no la sajáramos que nos quedáramos enredados en ella y descubriéramos si el blanco y el negro pueden formar un color intermedio.
Sus palabras de nuevo sonaban como una canción, una con aroma a despedida, hablaba de salvar mi alma, verdades como puños, pues cuando se alejaba la luz del abismo se sentía infinitamente mas oscuro.
-Soy un ser de la noche, mi alma no tiene luz. Hablas de una libertad que crees que no tengo, que no poseo. Te equivocas, soy libre como el viento, mato, y encuentro placer en ello.
Si fuera uno de los jinetes del apocalipsis seria muerte ¿acaso no los mando también vuestro dios? Quizás te equivocas de bando, quizás tu dios es tan oscuro como yo.
La diferencia es que yo vivo en el infierno y me gusta su calor. ¿Y tu? Pasas frio, dolor.. la paz es tu aliada, pero los hombres te miran con las mismas ganas que te tengo yo.
Este mundo es tan oscuro como mi alma y tu eres un ángel demasiado bello, tanto que temo corromperte con un solo roce de mis dedos.
Parecía cansada, temblaba, pobre ángel que del cielo había caído. La arropé entre mis brazos, su cabeza sobre mi pecho, por un instante cerré los ojos guardando ese instante en el que demonio y ángel se daban un abrazo.
-Lo siento -susurré mientras le pasaba mis pieles por encima de sus hombros -ojala, hubiera una posibilidad para un nosotros.
Agradecida por la comida nuestros ojos se encontraron, sus dedos delinearon mi mandíbula muriendo en una caricia que me supo a poco, a nada, y que a su vez lo incendio todo.
Tentado de no dejarla ir, mi interior rugía por que la apresara ¿no hacia eso el demonio? ¿quien me impediría tomarla de cualquier modo?
Se despedía a su manera, volviendo a dejar que el aire separara nuestros cuerpos, fueron sus brazos y no los míos los que la consolaron en la perdida de mi aliento contra su boca.
Se alzó con un adiós, un lo siento y un me voy a mi casa, palabras que marcaban el sendero correcto para un ángel de alas blancas.
Rugí, creo que fue capaz de ver el desasosiego en mi mirada, lo sumamente perdido que estaba y como el mal de nuevo se apoderaba de mi oscura alma.
Me alcé con violencia, estaba furioso, furioso porque de nuevo era ella y no yo quien daba el primer paso para huir del otro.
La dama de la cafetería trajo la cuenta al vernos en pie, su sonrisa amable enturbio mi mirada y sin ningún tipo de miramiento, hundí en su pecho mi garra extrayéndole el corazón que en mi man palpitaba.
Mis ojos ahora completamente ámbar se perdieron en los ajenos mostrandole al demonio del que de nuevo se había despedido.
-Haces bien Maia, no hay esperanza. -Gruñí dejando el corazón caer a mis pies al ritmo que lo hizo el difunto cuerpo de la mujer.
Mano ensangrentada que limpie con el mantel antes de caminar desafiante hacia la puerta del local, el demonio ardía, se consumía en su propio dolor pero el ángel solo veía la mas pura destrucción.
Tomé una brizna de aire al pasar a su lado, jazmín, maderos , mar y su piel que me evocaba recuerdos.
-Debiste dejarme morir -ultimas palabras antes de un silencio devastador y una despedida que concluyó cuando atravesé el umbral de la cafetería.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Manzana del pecado [Privado]
En ningún instante, dejó de sonreír a medida que él hablaba, dejándose envolver en aquella melodiosa como imponente voz. Le describía ese modo de vida, el de un alma oscura sin sentimientos al que solo le importaba sí mismo y sus objetivos, en su mundo, no había cabida para más. El ángel y el demonio, no debería andar de la mano…ni siquiera los mismos pasos y sin embargo, era inevitable que sus caminos se encontrasen y cada encuentro, fuese aún más memorable e intenso.
No perdió la sonrisa de sus labios rosados, sus ojos azules eran incapaces de dejar de admirarlo. Palabras en las que marcaba esa línea de fuego, de qué estaba hecho. Un demonio que jamás abandonaría el infierno, señalándola jactándose de ella por permanecer en el sendero de la luz. Lejos de hacerle daño, en sus labios volvió a florecer la sonrisa. ¿Corromperle? Rió por ello, negando con la cabeza, dejándose perder por su cuerpo, envolviéndole entre sus brazos, unos de los que huiría una vez más al oír ese “lo siento”. Uno que no creyó, pues entre ellos jamás podría ser ¿el qué exactamente? No lo sentía, le mentía y eso, era lo más duro de todo.
Nunca lo había sentido, aquel nudo en la garganta, un frío general que nada tenía que ver con la temperatura del ambiente. Cada milímetro que se iba separando de él, sentía como poco a poco, algo moría dentro de ella. Dispuesta a marcharse, volver a huir a la luz…él hizo algo que la dejó petrificada, sin aliento unos segundos. Un alma se iba, arrebatada por ese monstruo que habitaba en él. Su gesto no cambió, seguía mirándole a los ojos, la luz que vislumbró se iba apagando…muy despacio, la vela blanca que aún le daba calor se estaba apagando ante sus ojos, el hechizo daba sus frutos.
Sonrió, negando con la cabeza, esperando algo que no llegaría jamás porque se marcharía para siempre, dejándola también en el suelo. Una parte de ella, se fue con el alma que había arrebatado, como si él acabase de hundir su garra en el cuerpo. Se apresuró, aún quedaba algo más, algo que no podía quedar en el aire. aceleró el paso hasta encararle, podía acabar con ella de un simple movimiento pero volvió a arriesgarse una vez más.
-El hechizo ha concluido , Aúkoc… tu oscuridad te posee, cada resquicio de tu piel. Ya no hay luz. -se quitó las pieles, ofreciéndoselas, sonreía ampliamente… le había liberado- Ahora sí eres libre, mon démon. Debí dejarte morir… pero ahora estás más vivo que nunca. ¿Sabes? Debiste matarme como a ella. Debiste hacerlo, acabar con esta locura de una vez… te he liberado del hechizo pero yo… sigo anclada -apenas fue un susurro, un susurro que acabó en un largo suspiro desesperado - Ya no hay nada que nos una, has vendido tu alma… yo contribuí a ello. Debiste dejarme morir. Debiste matarme a mí y no a ella - empezó a caminar, deteniéndose de perfil a e él, sin mirarle, solo quería decirle algo más.
-Los demonios permanecen solos en su abismo. Las brujas solo recurren a ellos para sus hechizos y conjuros. Y yo recurrí a tu esencia para apartarte de mi luz, en una que no debes estar. Gracias por atormentarme, confundirme, ilusionarme… me lo creí -tragó saliva, rozó su mano con la ajena, un tacto que abrasó ambas pieles -Hasta nunca. Seguramente cuando cruces la esquina, no me recuerdes. Es parte del conjuro -salió corriendo, calle arriba, volviendo a susurrar sus palabras… siendo tan inocente de que él sí la olvidaría cuando entre ellos no había esa clase de magia.
No perdió la sonrisa de sus labios rosados, sus ojos azules eran incapaces de dejar de admirarlo. Palabras en las que marcaba esa línea de fuego, de qué estaba hecho. Un demonio que jamás abandonaría el infierno, señalándola jactándose de ella por permanecer en el sendero de la luz. Lejos de hacerle daño, en sus labios volvió a florecer la sonrisa. ¿Corromperle? Rió por ello, negando con la cabeza, dejándose perder por su cuerpo, envolviéndole entre sus brazos, unos de los que huiría una vez más al oír ese “lo siento”. Uno que no creyó, pues entre ellos jamás podría ser ¿el qué exactamente? No lo sentía, le mentía y eso, era lo más duro de todo.
Nunca lo había sentido, aquel nudo en la garganta, un frío general que nada tenía que ver con la temperatura del ambiente. Cada milímetro que se iba separando de él, sentía como poco a poco, algo moría dentro de ella. Dispuesta a marcharse, volver a huir a la luz…él hizo algo que la dejó petrificada, sin aliento unos segundos. Un alma se iba, arrebatada por ese monstruo que habitaba en él. Su gesto no cambió, seguía mirándole a los ojos, la luz que vislumbró se iba apagando…muy despacio, la vela blanca que aún le daba calor se estaba apagando ante sus ojos, el hechizo daba sus frutos.
Sonrió, negando con la cabeza, esperando algo que no llegaría jamás porque se marcharía para siempre, dejándola también en el suelo. Una parte de ella, se fue con el alma que había arrebatado, como si él acabase de hundir su garra en el cuerpo. Se apresuró, aún quedaba algo más, algo que no podía quedar en el aire. aceleró el paso hasta encararle, podía acabar con ella de un simple movimiento pero volvió a arriesgarse una vez más.
-El hechizo ha concluido , Aúkoc… tu oscuridad te posee, cada resquicio de tu piel. Ya no hay luz. -se quitó las pieles, ofreciéndoselas, sonreía ampliamente… le había liberado- Ahora sí eres libre, mon démon. Debí dejarte morir… pero ahora estás más vivo que nunca. ¿Sabes? Debiste matarme como a ella. Debiste hacerlo, acabar con esta locura de una vez… te he liberado del hechizo pero yo… sigo anclada -apenas fue un susurro, un susurro que acabó en un largo suspiro desesperado - Ya no hay nada que nos una, has vendido tu alma… yo contribuí a ello. Debiste dejarme morir. Debiste matarme a mí y no a ella - empezó a caminar, deteniéndose de perfil a e él, sin mirarle, solo quería decirle algo más.
-Los demonios permanecen solos en su abismo. Las brujas solo recurren a ellos para sus hechizos y conjuros. Y yo recurrí a tu esencia para apartarte de mi luz, en una que no debes estar. Gracias por atormentarme, confundirme, ilusionarme… me lo creí -tragó saliva, rozó su mano con la ajena, un tacto que abrasó ambas pieles -Hasta nunca. Seguramente cuando cruces la esquina, no me recuerdes. Es parte del conjuro -salió corriendo, calle arriba, volviendo a susurrar sus palabras… siendo tan inocente de que él sí la olvidaría cuando entre ellos no había esa clase de magia.
Maia Moreau- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 30/11/2016
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