Chocolate Versus Manzana ¿Quien ganara? || Privado

Las risitas femeninas que se oían de fondo, le ponían simplemente enferma. Esas jovencitas no hacían otra cosa que peinarse unas a otras, contarse secretitos y soñar despiertas por el día esperado, ese en el que por fin fuesen libres y escaparían de ese lugar para no volver nunca más. ¿Cómo podrían conseguir tal cosa? Simple, si lograban comportarse como señoritas y conseguían que algún caballero de buena familia, las pretendiese.

Lo de siempre, lo habitual y eso era algo que Abbey detestaba. Ser una de esas chicas no estuvo en sus planes pero bien se lo había ganado y todo por no portarse bien, aunque…más que eso, su reputación había quedado tan reducida a cenizas que tendría que hacer lo imposible para no solo limpiar su apellido, demostrar que no era esa salvaje que quemaba cosas cuando nadie la vigilaba y es que ¿había algo mejor que ver arder las mesas de la fiesta? Las expresiones de la gente y cómo corrían despavoridas…¡eso sí que era una fiesta! Y a ese recuerdo, sonrió de lo más divertida, terminando por reír por lo bajo…como si acababa de volver a hacerlo porque sí, volvería a quemarse y nunca mejor dicho.

Con todo el dolor de su alma, su padre le había enviado allí pero era la única manera de tenerla lejos de su familia y le hiciese reaccionar de alguna manera, cosa que aún no había ocurrido. Abbey seguía sin prestar atención al aprendizaje de señorita, ¿para qué perder el tiempo en esas tonterías? El mejor aprendizaje estaba fuera de esas paredes, fuera y se juró a sí misma que esa misma noche, mientras todas se arreglaban para ir lo más hermosas posibles a esa fiesta… ella tomaría otro camino.

-Señorita Appleby. Su vestido está listo, en una hora salimos ¿entendido?  Y si por alguna razón, se le ha pasado por la cabeza no asistir o fingir estar enferma… lo siento pero ya he dado el aviso, iremos todas. -ese tono autoritario, casi amenazante, arrancó una sonrisa traviesa a la chica, le hacía gracia como su institutriz sacaba ese genio más severo con ella más que con las demás, al final todas terminaban cediendo, menos ella con prácticamente todo, así era más divertido, al fin y al cabo…cada día era la misma rutina, una marcada por haciendas de señoritas, cursiladas varias y lo peor… la forma de dirigirse a un caballero ¿es que ninguna sabía hacerlo por méritos propios?

-Amargadas…-murmuró lo suficiente alto como para que las vocecitas se callasen y se la quedasen mirando como si fuese un hereje, le causó tanta gracia que tras una reverencia de lo más cómica y desapareció para vestirse e ir a otra fiesta muermo de la que no se hablaba otra cosa y de la que siempre era la protagonista… entre otras cosas. Y…vaya, ese vestido era tan elegante y distinguido que aunque le quedase como un guante, prefería ir en camisón a todas partes, estuviese visto o no. Si estaba cómoda ¿Qué más daba? A su pesar, se puso el vestido, se recogió el cabello con dos de sus pinzas doradas favoritas y suspiró frente al espejo, no necesitaba más, un poco de perfume en las muñecas y listo. A donde iba a ir, no tenía que ir tan presentable porque por supuesto, no iría a la fiesta esa.

Eran tantas y ella tan avispada que no llegó a entrar en ningún carruaje, se perdió entre los jardines de la entrada a la residencia y de ahí, giró calle abajo en busca de algo que solo podía comprarse con dinero… un trago. Su aspecto de niña rica y adorable, careció de sentido cuando apoyó las manos en la mesa y alzó la barbilla captando la atención de todo el personal. Una chica de alta cuna, en un sitio como aquel y sola…

-Un whisky doble. Puedo pagarle, podría pagar todas esas botellas roñosas que tiene guardadas bajo llave así que no sea mequetrefe, ¡vamosesperó su trago, como para negarse. La yema de los dedos, martilleaba sobre la barra, de lo más nerviosa, estaba deseando quemarse la garganta con el whisky y lo hizo, de un trago- Aburrido, hasta el whisky es aburrido…¿es tan difícil encontrar algo de diversión en esta maldita ciudad que solo huele a alcantarilla? Eh, ¿usted que mira? Nunca ha visto a una mujer beber, aguantaría más que usted así que deje de juzgarme… maldita sea – el pobre hombre volvió a sus cartas, nadie se atrevía a tan siquiera mirarla, esa chica desprendía un aura de lo más intimidante, solitaria.

Spoiler:

“No es el lugar para una chiquilla”

¿Cuántas veces había oído la misma frase desde que entró por las puertas de la taberna? Tantas que perdió la cuenta. Los ojos azules de la joven Appleby, se desviaron del tabernero, hacia todos los presentes. No se dejó ninguno, los examinó a todos y a cada uno de ellos como solo ella sabía. En su mente los fue clasificando a todos como en cajas, “borracho”, “mujeriego”, “enfermo mental o sexual”…etiquetas que pocas veces se equivocaban. Una experta en saber cómo era cualquier persona en la primera impresión y pocas veces se equivocaba.

¿Por qué terminó ahí y no en la fiesta con las demás compañeras? En la taberna podía beber lo que quisiese, tenía dinero suficiente para comprar todas las botellas que se le antojasen y aún así, solo pidió una copa, de momento. No era la única mujer que se encontraba en el lugar, las cortesanas se ganaban su pan, las camareras al igual y ella…brindar por esa noche, saborear el tiempo que le quedaba para sentirse libre pues no tardarían en encontrarla, a ese maldito señor Milles se le daba muy bien seguirle la pista, parecido a cómo si la oliese, comparado como un can dispuesto a llevarle a su amo la mejor pieza de caza.

Alzó el pequeño vaso de cristal, lleno de licor ante sus ojos, todo se veía diferente si tenías ese toque de chispa que te daba el alcohol, al menos, había olvidado de dónde venía y porqué estaba allí, disfrutaba de su sabor, el calor de aquel líquido pasando por su garganta. Se relamió, bebiéndose la segunda copa de golpe, saboreándolo como si fuese un helado delicioso. Con la lengua, retiró cualquier resto de licor que quedase aún impregnado en el cristal cuando…sintió que alguien llamaba su atención.

Su primer impulso, fue apretar con fuerza la mano libre que no sujetaba el vaso y girarse para saber qué deseaban o peor, le propusiesen cualquier tipo de historia. En silencio, buscó la mirada ajena y cuando fue encontrada, sus ojos se clavaron en los labios de aquel hombre que lejos de insinuar algo, acababa de decirle abiertamente lo que pensaba de ella. Parpadeó sin creer que un insignificante hombre que también se dedicaba a ahogar las penas en aquella cloaca acabase de llamarla “zorra”. Su primera impresión fue , reírse a carcajada limpia, una risa que captó inevitablemente la mirada de todo aquel que se encontraba en el lugar pero no todo quedó allí… las cosas no eran así para la menor de los Appleby.

Dejó el vaso de no muy buenas maneras sobre la barra e imitando a el hombre, le dio un par de palmaditas en la espalda. Antes de que se girase del todo, le propinó tal guantazo que resonó en el local. ¿Quién se había creído que era para juzgarla? ¿acaso ella lo había hecho con él? no era tarde, podía hundirlo en la miseria con tan solo unas palabras y en la forma de mirarlo.

Esos ojos azules, se asemejaban a un mar revuelto, a punto de llevarse todo por delante. Él iba a pagar los platos rotos, un hombre…. Un hombre acababa de etiquetarla cuando no la conocía y el muy cobarde encima se marchaba así, sin más, maldito bastardo.

-¿Zorra? Si fuese una de esas zorra, no estaría precisamente hablando con usted, señor. Sí en una de esas esquinas mugrientas me lo estaría trabajando y haciendo disfrutar pero ¿acaso cree que haría tal cosa con un asqueroso insecto como usted? ¡Se equivoca! -le encaró, alzando la barbilla, orgullosa , con el ceño fruncido y el dedo índice sin dejar de señalarle -¿Estaría mejor en una fiesta rodeada de gente aburrida que solo me pregunta cuándo voy a casarme? Es igual de aburrido que usted, le he oído pedir agua, no está borracho por lo que sabe perfectamente bien lo que estoy diciéndole. Dígamelo a la cara ¿soy una zorra? Vuelva a repetírmelo, será entonces cuando en vez de la cara, le pateé el trasero y lo que no es el trasero ¿algo que objetar? Claro que no. Maldito gusano asqueroso .-murmuró por lo bajo, recorriéndole de arriba abajo descarada, como ninguna mujer seguramente se atreviese a mirar a nadie, menos un hombre.

-No sabría qué hacer conmigo y lo sabe, así que no me haga hacerle un análisis de lo que me parece usted, empezaré…sí, con…seguro que ahora llega a su casita para tomar el té frente a la chimenea e irse a dormir como un vejestorio -escupió las palabras, mirándole con odio, recelo y es que ese hombre y el alcohol sacaban lo peor de ella… esa chica se había descontrolado, juzgar solo podía hacerlo una persona…ella misma.

Y sí , el alcohol no le dejaba callar, hablaba y hablaba sin parar...

Ella era la única que podía juzgar a alguien. Jamás nadie se había atrevido ni tan siquiera intentarlo, ¿qué se había creído ese cretino? Se le ocurrían tantas formas de llamarle, nada buenas. ¿A cuento de qué acababa de llamarla “zorra”? En parte, lo era, le encantaba jugar a un juego que muy pocos se atrevían de iniciar y esta vez, ese hombre acababa de empezarlo.

Nadie en su sano juicio, se le hubiese pasado por la cabeza acercase y él, derribó no solo ese muro, esas palabras que sin motivo, salieron de los labios de ese maldito hombre. Como no, un hombre juzgando a una mujer por estar en un mismo lugar, bebiendo un trago como si no tuviese derecho a hacerlo. Mundo de hombres, cada vez estaba más segura de que no solo serían un lastre en su vida , algo que no necesitaba en absoluto y más insistían en que encontrase a uno, más reacia a ese tipo de especie humana, para ella no era otra cosa que esa.

No. No quería una disculpa, el momento no podía borrarse, volver a atrás. El daño ya estaba hecho y no es que fuese una persona que perdonase así como así. Tomó aire, apretando con fuerza los puños. Ni eligiendo las mejores palabras podían arreglar lo que acababa de romper, ¿se podía volver a unir un jarrón roto? No, eso pasaba con su persona, tendría que hacer lo impensable para que ella lo tomase en cuenta.

Una de sus cejas, se arqueó, mirándolo desafiante, intensamente y pidiéndole en silencio se callase. Sintió como sus dientes, apretaban con cierta fuerza su labio inferior. Mala señal, muy mala porque se estaba enfadando como hacía mucho no recordaba, esas rabietas de niña no eran comparadas con lo que ahora mismo se le venía a la cabeza hacia ese hombre que lejos de conseguir algo, acababa de cavar su propia tumba.

-¿Me importa acaso cómo sea? ¿Le he juzgado? -podía haberlo hecho pero se le había olvidado, la del daño era ella , no otra persona… -¿Le poseyó el espíritu de un perro con rabia? No me diga…-se echó a reír, dando un par de pasos hacia atrás y no dudarlo, estaba tan enfadada que lejos de abalanzarse a él, o peor, atacarle con más palabras, escupió al suelo como si ante ella tuviese a un hereje , uno antes de ser ejecutado y teniéndola en frente, así podía sentirse cualquiera.

-Espero no volver a coincidir nunca con usted, se me olvidará lo señorita que debo de ser. Ah bueno, acabo de olvidarme de ello. Lo comprendo, ahogar las penas en un sitio como ese solo te lleva a pagarla con el primero que pase y las mujeres te han hecho…¿algo? -negó con la cabeza, se cogió el vestido para no pisarlo al girarse y antes de hacerlo, lo volvió a mirar de arriba abajo -Lo primero que debe aprender es que no todo el mundo es igual y no tiene la culpa así que… primero, contrólese, no le gustaría parecer un histérico -escupió las palabras, aparentemente tranquila pero esos ojos azules… mostraban una cosa muy diferente, la soberbia y la ira era algo que a veces, no podía controlar.