AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
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Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
El aire lúgubre y taciturno del lobo desapareció por completo como si una brisa se hubiera llevado los negros nubarrones. Una excitada y pícara sonrisa iluminaba su rostro mientras recorría la ciudad a plena luz del día. Ni el hedor de los callejones o el gentío distraído bloqueándole el paso podrían amargarle aquella maravillosa mañana. Se respiraba en el aire la aventura que estaba por venir. Puestas llevaba unas ropas que por más de cinco años permanecieron encerradas en un viejo baúl. Pantalón, camisa y fajín de cuero; botas con los desgastes justos, y una larga casaca hasta las rodillas. El detalle final: su fiel espada colgando del cinto.
El Capitán Leif Paine volvía de entre los muertos.
La llegada de su hijo Kethyr no solo supuso el conocimiento de otro vástago con sangre Paine, también trajo consigo historias de Le Havre. Sus hombres, su fiel tripulación, seguían siendo leales al que fue su capitán. Mantenían la entereza y reputación de su nombre defendiéndolo ante falsos rumores de huida, alimentados seguramente por las deudas que dejó cuando la harpía bruja Edora acabó miserablemente con su vida. Saber que su leyenda seguía viva en los mares le dio el empujón necesario para resurgir de entre las cenizas. Eso, más la promesa que le hizo a su hija de ofrecerle una ceremonia como la de cualquier otra pareja. Para ello necesitaba un barco y sabía exactamente dónde estaba el mejor de ellos.
Sus enérgicos y firmes pasos no iban erráticos, tenía muy claro su destino. Una única parada antes de embarcarse en aquella misión, cuyo fin le había dado la excusa necesaria para sentirse de nuevo vivo. Se alzaba al final de la calle la casa de aquella bruja de azabache melena, la magia de la cual fluía por su cuerpo desde hacía mes y medio. No necesitaba exclusivamente su ayuda para aquel menester, conocía bien las tierras que iría a visitar y las gentes que ahí habitaban, mas no estaba de más llevarla como seguro. Podría sanar sus heridas, en el poco probable caso de recibirlas, y una hembra siempre sería mejor recibida que un desaparecido con acumulación de deudas.
Golpeó con fuerza la puerta principal, tronando la madera, y esperó con impaciencia que fuera ella quien abriera.
El Capitán Leif Paine volvía de entre los muertos.
La llegada de su hijo Kethyr no solo supuso el conocimiento de otro vástago con sangre Paine, también trajo consigo historias de Le Havre. Sus hombres, su fiel tripulación, seguían siendo leales al que fue su capitán. Mantenían la entereza y reputación de su nombre defendiéndolo ante falsos rumores de huida, alimentados seguramente por las deudas que dejó cuando la harpía bruja Edora acabó miserablemente con su vida. Saber que su leyenda seguía viva en los mares le dio el empujón necesario para resurgir de entre las cenizas. Eso, más la promesa que le hizo a su hija de ofrecerle una ceremonia como la de cualquier otra pareja. Para ello necesitaba un barco y sabía exactamente dónde estaba el mejor de ellos.
Sus enérgicos y firmes pasos no iban erráticos, tenía muy claro su destino. Una única parada antes de embarcarse en aquella misión, cuyo fin le había dado la excusa necesaria para sentirse de nuevo vivo. Se alzaba al final de la calle la casa de aquella bruja de azabache melena, la magia de la cual fluía por su cuerpo desde hacía mes y medio. No necesitaba exclusivamente su ayuda para aquel menester, conocía bien las tierras que iría a visitar y las gentes que ahí habitaban, mas no estaba de más llevarla como seguro. Podría sanar sus heridas, en el poco probable caso de recibirlas, y una hembra siempre sería mejor recibida que un desaparecido con acumulación de deudas.
Golpeó con fuerza la puerta principal, tronando la madera, y esperó con impaciencia que fuera ella quien abriera.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 223
Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
La rutina era buena. Maravillosa. Y volver a ella después del incidente de la buhardilla era un alivio. Había vuelto a enseñar, había vuelto a disfrutar de sus ratitos en el sótano y había entablado una cierta amistad con Corbin. Lo único que había dejado de hacer dos semanas antes -y que debería haber dejado de hacer desde el principio- fue cabalgar. Había salido de paseo con Antares unas cuantas veces, pero ya no podía hacerlo, porque su vida había dado un giro inesperado.
Le había costado asimilarlo, pero ya sólo le quedaba seguir adelante. Siempre hacia adelante. Sonrió, intentando volver de nuevo al libro que tenía en el regazo y del que se había abstraído como tantas otras veces en esos días.
Adele había ido al mercado y Loui a dar una vuelta con Antares, ya que ella no podía sacarlo. No se habían tomado la noticia con tanto escándalo como ella había pensado en un primer momento. Posiblemente Adele porque ya lo venía intuyendo y Loui porque realmente no veía las implicaciones sociales para una mujer como ella. Una mujer de buena familia, que vivía algo por debajo de su clase, que había abandonado la casa de su familia sin razón aparente, ya entrando en la treintena, soltera, sin un pretendiente conocido... Y esperando un hijo de a saber qué padre.
Meneó la cabeza. No le importaba. Saldría adelante, como siempre lo había hecho. Todavía no se lo habia contado a su familia, pero lo haría pronto. Iría a visitarlos y les contaría que habría un nuevo Brutus correteando por París. Porque no podía ser un Paine.
Corbin era otra de las pocas personas que sabían su situación y hacía apenas media hora que había pasado por allí para llevarle un paquete. Cuando escuchó la puerta, pensó que sería él, que había olvidado algo, pues no esperaba visita ninguna y tanto Adele como Loui tenían llaves de la casa.
Dejó el libro en la mesita de café y se dirigió hacia la puerta, abriendo sin preguntar.
-Corbin, te has deja... -las palabras murieron entre sus labios y aquella dulce sonrisa que había mostrado al abrir la puerta se había borrado para dar paso a la sorpresa. Estaba claro que allí se hallaba la última persona a la que hubiera esperado ver llamar a su puerta-. Capitán Paine. ¿Qué le trae por aquí?
Su corazón comenzó a bombear con fuerza por la sorpresa. Le miró de arriba a abajo, como si fuera una aparición. Había algo diferente en él, en su aura. Seguía siendo el mismo licántropo, el mismo pirata, el mismo hombre sinvergüenza y carente de modales. Pero había algo más, un porte diferente. Hasta le pareció más guapo. Quizás era porque él ya no le daba miedo.
Le había costado asimilarlo, pero ya sólo le quedaba seguir adelante. Siempre hacia adelante. Sonrió, intentando volver de nuevo al libro que tenía en el regazo y del que se había abstraído como tantas otras veces en esos días.
Adele había ido al mercado y Loui a dar una vuelta con Antares, ya que ella no podía sacarlo. No se habían tomado la noticia con tanto escándalo como ella había pensado en un primer momento. Posiblemente Adele porque ya lo venía intuyendo y Loui porque realmente no veía las implicaciones sociales para una mujer como ella. Una mujer de buena familia, que vivía algo por debajo de su clase, que había abandonado la casa de su familia sin razón aparente, ya entrando en la treintena, soltera, sin un pretendiente conocido... Y esperando un hijo de a saber qué padre.
Meneó la cabeza. No le importaba. Saldría adelante, como siempre lo había hecho. Todavía no se lo habia contado a su familia, pero lo haría pronto. Iría a visitarlos y les contaría que habría un nuevo Brutus correteando por París. Porque no podía ser un Paine.
Corbin era otra de las pocas personas que sabían su situación y hacía apenas media hora que había pasado por allí para llevarle un paquete. Cuando escuchó la puerta, pensó que sería él, que había olvidado algo, pues no esperaba visita ninguna y tanto Adele como Loui tenían llaves de la casa.
Dejó el libro en la mesita de café y se dirigió hacia la puerta, abriendo sin preguntar.
-Corbin, te has deja... -las palabras murieron entre sus labios y aquella dulce sonrisa que había mostrado al abrir la puerta se había borrado para dar paso a la sorpresa. Estaba claro que allí se hallaba la última persona a la que hubiera esperado ver llamar a su puerta-. Capitán Paine. ¿Qué le trae por aquí?
Su corazón comenzó a bombear con fuerza por la sorpresa. Le miró de arriba a abajo, como si fuera una aparición. Había algo diferente en él, en su aura. Seguía siendo el mismo licántropo, el mismo pirata, el mismo hombre sinvergüenza y carente de modales. Pero había algo más, un porte diferente. Hasta le pareció más guapo. Quizás era porque él ya no le daba miedo.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
Una sonrisa y un nombre, eso bastó para hundir su buen humor y dejar paso a una expresión de contenida irritación. Clavó la estrecha y fría mirada en la bruja guardando silencio para no decir algo que en el fondo sabía que lamentaría, con los dedos blancos por la presión con que sujetaba el marco de la puerta intentando controlarse. En el lapso de tiempo que no se habían visto la había seguido, alguna vez, por simple... curiosidad, quería creer. Saber si era de fiar. Ahí parado ante su puerta sentía el mismo malhumor que le agitó cuando la vio días antes acompañada de otro hombre. Probablemente ese Corbin al que parecía esperar con tanta... alegría. Mas no dijo nada, ni lo diría al menos por ahora, simplemente avanzó hacia ella obligándola con su presencia a apartarse de la puerta y penetrar en la casa.
Cerró a su espalda de un portazo. - Empaca las pocas cosas que puedas necesitar para unos días. Te vienes conmigo - informó dando un vistazo a la casa con pasos intranquilos, intentando aún serenarse. Volteó para mirarla y añadir información, aunque lo único que quería era irse cuanto antes. - Hay algo que debo recuperar y tú me ayudarás. Si lo haces no volveré a molestarte - aquella promesa no tenía tan claro que pudiera cumplirla, pero sabía que su inclinación a dar órdenes no era del agrado de la bruja. - Date prisa, debemos partir de inmediato o no van a esperarnos. Rápido.
Aceptar que la necesitaba no era tan difícil como aceptar que no había podido sacársela de la cabeza en todo ese tiempo. Ni siquiera las putas lograron hacerle sentir lo que sintió con ella aquella noche en la buhardilla. Cierto era que no necesitaba mujer alguna para encontrar a su vieja tripulación, no obstante el verdadero motivo era tan confuso y llevaba consigo tal vulnerabilidad que no quería siquiera pensar en ello. Era más sencillo mostrarse frío y duro como siempre.
Cerró a su espalda de un portazo. - Empaca las pocas cosas que puedas necesitar para unos días. Te vienes conmigo - informó dando un vistazo a la casa con pasos intranquilos, intentando aún serenarse. Volteó para mirarla y añadir información, aunque lo único que quería era irse cuanto antes. - Hay algo que debo recuperar y tú me ayudarás. Si lo haces no volveré a molestarte - aquella promesa no tenía tan claro que pudiera cumplirla, pero sabía que su inclinación a dar órdenes no era del agrado de la bruja. - Date prisa, debemos partir de inmediato o no van a esperarnos. Rápido.
Aceptar que la necesitaba no era tan difícil como aceptar que no había podido sacársela de la cabeza en todo ese tiempo. Ni siquiera las putas lograron hacerle sentir lo que sintió con ella aquella noche en la buhardilla. Cierto era que no necesitaba mujer alguna para encontrar a su vieja tripulación, no obstante el verdadero motivo era tan confuso y llevaba consigo tal vulnerabilidad que no quería siquiera pensar en ello. Era más sencillo mostrarse frío y duro como siempre.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
-¿Qué? -le siguió con la mirada cuando entró en la casa y cerró la puerta-. Que vaya contigo, ¿a dónde? -Por supuesto, era una pregunta retórica y no esperó respuesta-. No, Leif, no vas a venir a "exigirme" ayuda en mi propia casa. Si quieres que vaya contigo, aunque sea hasta la esquina de la calle, me lo pides bien. ¿Crees que puedes venir aquí cuando te dé la gana, dándome órdenes? Yo no soy uno de tus marineros de agua dulce. -Se cruzó de brazos, molesta. ¿Qué se pensaba, que iba a caer rendida a sus pies cada vez que apareciera en su vida, de forma aleatoria? Había pasado más de un mes sin saber nada de él, no tenía ningún derecho a exigirle nada. Ninguno.
El corazón se le encogió en el pecho. Por un momento, cuando lo vio en su puerta, tuvo la leve esperanza de que hubiera venido a verla, a hablar con ella, aunque sólo fuera por saber que seguía bien después de lo que había pasado entre ellos. Pero no. El Capitán Paine era el perfecto pirata haciendo honor a la fama que tenian. Ella sólo había sido una más. Una a la que le había dejado un regalo. Tampoco era la primera y lo sabía, porque ella misma le había ayudado a generar una protección para su hija. Por un momento pensó si habría sido capaz de hacer lo mismo por el bebé que ella llevaba. No se lo iba a preguntar. Era más, ni siquiera le iba a decir que el bebé existía. Sólo venía a buscarla porque necesitaba una vez más sus servicios... Pues bien, le trataría como hacía con el resto de personas para las que trabajaba. Fijarían unas condiciones y un precio y, desde luego, no iba a ser yéndose con él sin saber ni a dónde, ni a qué.
El corazón se le encogió en el pecho. Por un momento, cuando lo vio en su puerta, tuvo la leve esperanza de que hubiera venido a verla, a hablar con ella, aunque sólo fuera por saber que seguía bien después de lo que había pasado entre ellos. Pero no. El Capitán Paine era el perfecto pirata haciendo honor a la fama que tenian. Ella sólo había sido una más. Una a la que le había dejado un regalo. Tampoco era la primera y lo sabía, porque ella misma le había ayudado a generar una protección para su hija. Por un momento pensó si habría sido capaz de hacer lo mismo por el bebé que ella llevaba. No se lo iba a preguntar. Era más, ni siquiera le iba a decir que el bebé existía. Sólo venía a buscarla porque necesitaba una vez más sus servicios... Pues bien, le trataría como hacía con el resto de personas para las que trabajaba. Fijarían unas condiciones y un precio y, desde luego, no iba a ser yéndose con él sin saber ni a dónde, ni a qué.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
En otro momento, en otras circunstancias y sin el nombre de ese cortesano bailando en el aire, tal vez habría tenido la paciencia suficiente para exponer formalmente los hechos del viaje. No obstante, no tenía tiempo -y mucho menos ganas- de iniciar una pelea que no les llevaría a ningún puerto. En un alarde de salvajismo bien característico en él, la agarró de la cintura y la elevó cual pluma apoyándosela en el hombro. Tener su trasero tan cerca del rostro le provocó una fugaz sonrisa pícara, mas no hizo nada que pudiera enfurecerla más. Rodeó su cintura para que no cayera y con el otro brazo inmovilizó sus piernas tras abrir la puerta de la calle por la que salió cual cazador con su merecida presa.
-Deja de armar escándalo, ya no hay vuelta atrás - alzó la voz para hacerse oír bien claro, haciendo caso omiso a las miradas sorprendidas y alarmadas que lanzaba el gentío ante tan extraña escena. Alzó su sonrisa nuevamente cual orgulloso estandarte, con la bruja en su hombro se sentía poseedor del mejor tesoro arrebatado. Dejó que gritara, pataleara y se quejara tanto como deseara mientras iba calle abajo con el puerto de horizonte, sabiendo que nadie osaría rescatar a la damisela de las manos de un pirata. Tal vez algún cazador, pero apresuró sus pasos lo suficiente para alcanzar enseguida el barco que les llevaría a su destino.
Un navío mercantil les recibió en puerto. Las velas izadas ondeando al viento, una blanca promesa de aventuras que iluminó la mirada del viejo pirata. El ancla había sido elevada a vistas, su goteo señalaba que no hacía mucho que dieron el aviso de partir. Todo indicaba que habían acabado ya de armar el barco, así que no perdió más tiempo ahí parado con nostalgia y subió con ella sin que nadie le frenara. Había ya pagado el precio de dos por subir a bordo.
La soltó una vez arriba y rodeó su cintura con el brazo impidiéndole cualquier escape. Volvía a adornar su rostro la expresión alegre de cuando llamó a su puerta, con la emoción de partir plasmada en él. - Bienvenida a la aventura, bruja - sonrió pícaro. - Nos vamos a África, a la bella ciudad de Nouadhibou.
El alto grito de un marinero por encima de sus cabezas dio el aviso de abandonar puerto. Había llegado el momento. Llevó a Aletheia hacia el castillo de proa desde donde pudieran ver perfectamente al barco alejándose de puerto.
-Deja de armar escándalo, ya no hay vuelta atrás - alzó la voz para hacerse oír bien claro, haciendo caso omiso a las miradas sorprendidas y alarmadas que lanzaba el gentío ante tan extraña escena. Alzó su sonrisa nuevamente cual orgulloso estandarte, con la bruja en su hombro se sentía poseedor del mejor tesoro arrebatado. Dejó que gritara, pataleara y se quejara tanto como deseara mientras iba calle abajo con el puerto de horizonte, sabiendo que nadie osaría rescatar a la damisela de las manos de un pirata. Tal vez algún cazador, pero apresuró sus pasos lo suficiente para alcanzar enseguida el barco que les llevaría a su destino.
Un navío mercantil les recibió en puerto. Las velas izadas ondeando al viento, una blanca promesa de aventuras que iluminó la mirada del viejo pirata. El ancla había sido elevada a vistas, su goteo señalaba que no hacía mucho que dieron el aviso de partir. Todo indicaba que habían acabado ya de armar el barco, así que no perdió más tiempo ahí parado con nostalgia y subió con ella sin que nadie le frenara. Había ya pagado el precio de dos por subir a bordo.
La soltó una vez arriba y rodeó su cintura con el brazo impidiéndole cualquier escape. Volvía a adornar su rostro la expresión alegre de cuando llamó a su puerta, con la emoción de partir plasmada en él. - Bienvenida a la aventura, bruja - sonrió pícaro. - Nos vamos a África, a la bella ciudad de Nouadhibou.
El alto grito de un marinero por encima de sus cabezas dio el aviso de abandonar puerto. Había llegado el momento. Llevó a Aletheia hacia el castillo de proa desde donde pudieran ver perfectamente al barco alejándose de puerto.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
-¡Ah! ¡Bájame! -le golpeó con los puños en la espalda, pero con su fuerza, como si nada, poco daño iba a hacerle. Seguramente se estaba haciendo mas daño ella-. Leif, te lo digo en serio, bájame. ¿Quién te has creído que eres para sacarme así de mi casa? ¡¡Leif!! ¡LEIF!
Siguió protestando y quejándose todo el camino hasta que la dejó sobre la cubierta del barco. La forma en la que la pegó contra su cuerpo para evitar que escapara la hizo tensarse. ¿Por qué ese hombre era capaz de desestabilizarla son sólo su presencia? Debería haberle roto algo en la cabeza, pero no tenía nada a mano. Y esa voz cada vez que hablaba, que parecía salir de las entrañas de la tierra... Pero estaba enfadada con él, así que lo fulminó con la mirada, entrecerrando los ojos al ver la forma en que sonreía. El cambio era sutil, quizás él mismo no se daba cuenta, pero ella sí. Algo en ese pirata habia cambiado y acabaría por descubrir el qué.
-¿A África? ¡Estás loco, Leif! -empezó a forcejear de nuevo para soltarse y bajar del barco, pero el agarre del licántropo era demasiado firme y ella no quería emplear ninguno de sus trucos de magia, porque no sabía qué ojos podrían estar mirando. No quería ser denunciada a la inquisición, no quería que la tiraran al mar y, desde luego, quería proteger por encima de todo lo que estaba creciendo en sus entrañas.
No lo consiguió. El barco se alejó del puerto y ya le iba a ser imposible volver a nado, con el agua tan fría, con el vestido tan incómodo para esos menesteres. JA. Maldito pirata. No sólo se la llevaba a la fuerza, sino que no le había permitido coger nada de equipaje. Iba a tener que estar todo el maldito tiempo con el vestido que llevaba, que estaba muy bien, pero... le gustaba cambiarse de ropa de vez en cuando. A diario, a ser posible, que para eso tenía una bonita colección de prendas en el armario.
Mientras caminaban, golpeó el hombro de Leif con el revés de la mano, algo que para él no sería más que un gesto insulso, pero era su forma de dejarle saber que estaba muy enfadada con él y que más le valía no enfadarla más. Aunque intuía que no vandría para nada, que no le importaría lo más mínimo. Únicamente había ido a buscarla porque necesitaba que hiciera algo por él, por puro y llano interés. Y no del tipo que a ella le gustaría que mostrase.
Pero era mejor así, porque ¿qué iba a hacer una señorita de buena familia con un pirata? ¿Qué iba a hacer una dama que valoraba la lealtad y el respeto por encima de todo con un hombre que pasaría más tiempo en otras camas que en la suya propia? Era mejor así. Cuando acabara aquella locura comenzaría a prepararse, porque cuando empezara a notarse, las malas lenguas no tendrían piedad de ella.
Se apartó del lobo y fue a encerrarse en cualquiera que fuera el lugar de aquel barco donde se supusiera que iba a dormir. Porque las ganas que tenía de romperle algo en la cabeza no eran ni medio normales.
Siguió protestando y quejándose todo el camino hasta que la dejó sobre la cubierta del barco. La forma en la que la pegó contra su cuerpo para evitar que escapara la hizo tensarse. ¿Por qué ese hombre era capaz de desestabilizarla son sólo su presencia? Debería haberle roto algo en la cabeza, pero no tenía nada a mano. Y esa voz cada vez que hablaba, que parecía salir de las entrañas de la tierra... Pero estaba enfadada con él, así que lo fulminó con la mirada, entrecerrando los ojos al ver la forma en que sonreía. El cambio era sutil, quizás él mismo no se daba cuenta, pero ella sí. Algo en ese pirata habia cambiado y acabaría por descubrir el qué.
-¿A África? ¡Estás loco, Leif! -empezó a forcejear de nuevo para soltarse y bajar del barco, pero el agarre del licántropo era demasiado firme y ella no quería emplear ninguno de sus trucos de magia, porque no sabía qué ojos podrían estar mirando. No quería ser denunciada a la inquisición, no quería que la tiraran al mar y, desde luego, quería proteger por encima de todo lo que estaba creciendo en sus entrañas.
No lo consiguió. El barco se alejó del puerto y ya le iba a ser imposible volver a nado, con el agua tan fría, con el vestido tan incómodo para esos menesteres. JA. Maldito pirata. No sólo se la llevaba a la fuerza, sino que no le había permitido coger nada de equipaje. Iba a tener que estar todo el maldito tiempo con el vestido que llevaba, que estaba muy bien, pero... le gustaba cambiarse de ropa de vez en cuando. A diario, a ser posible, que para eso tenía una bonita colección de prendas en el armario.
Mientras caminaban, golpeó el hombro de Leif con el revés de la mano, algo que para él no sería más que un gesto insulso, pero era su forma de dejarle saber que estaba muy enfadada con él y que más le valía no enfadarla más. Aunque intuía que no vandría para nada, que no le importaría lo más mínimo. Únicamente había ido a buscarla porque necesitaba que hiciera algo por él, por puro y llano interés. Y no del tipo que a ella le gustaría que mostrase.
Pero era mejor así, porque ¿qué iba a hacer una señorita de buena familia con un pirata? ¿Qué iba a hacer una dama que valoraba la lealtad y el respeto por encima de todo con un hombre que pasaría más tiempo en otras camas que en la suya propia? Era mejor así. Cuando acabara aquella locura comenzaría a prepararse, porque cuando empezara a notarse, las malas lenguas no tendrían piedad de ella.
Se apartó del lobo y fue a encerrarse en cualquiera que fuera el lugar de aquel barco donde se supusiera que iba a dormir. Porque las ganas que tenía de romperle algo en la cabeza no eran ni medio normales.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
La actitud enfurruñada de Aletheia no le resultó nada molesta, podría decirse que incluso le gustaba. Provocarla se estaba convirtiendo en un divertido aliciente para dejar atrás la pesadez de los días negros, aquellos en los que únicamente se lamentaba de su dicha y ahogaba cada pena en una botella de ron o entre las piernas de una cortesana. La bruja era la chispa que, sin ser consciente, había estado esperando. De vuelta a la mar y con ella a su lado, se olvidó por un instante de todo lo demás. De la soledad, la tragedia, el rencor y la preocupación.
Afirmó más el agarre en su cintura, riendo entre dientes por aquel ligero golpe en su hombro, y le impidió escapar al camarote - vamos, relájate - se quedó con ella en la cubierta alta y se detuvo tras su espalda, bloqueándole la huida con una mano a cada lado bien sujeto al barandal. - Observa bien, nunca encontrarás mayor grandeza que el océano. No importa qué tan lejos mires, jamás hallarás el final - le habló cerca del oído para hacerse oír sobre el ruido que les rodeaba, con la misma voz ronca de siempre, pero en ese momento cargada de orgullo y emoción. Estaba apasionado y más lleno de vida que en su primer encuentro. - Aquí arriba no importa quién eres sino el rumbo que tomes.
Cerró los ojos disfrutando de la salada brisa rozándole el rostro; del cabello de Aletheia, que desprendía un hipnótico aroma, y de su cálido cuerpo pegado al suyo. - Rodearemos España y llegaremos a La Gomera. Allí tomaremos otro barco que nos llevará a Nouadhibou - explicó sereno, esperando que así se relajara un poco y dejara de pelear. - Mi antigua tripulación se encuentra allí ahora, con mi barco. El Warrior. Eso es lo que vamos a buscar - se le llenó la boca de esperanza al nombrar a su navío, deseando seriamente que siguiera en buenas condiciones. La cogió de los hombros y le dio la vuelta, fijándose en sus ojos. - Mientras te quedes a mi lado, no tienes nada que temer. Eres mi protegida en este viaje. Vamos, te enseñaré el camarote.
La llevó nuevamente agarrada de la cintura hacia la cubierta inferior, sacando del bolsillo los billetes donde indicaba el número de compartimento. Los había comprado con el dinero que iba acumulándose de su parte en el negocio de Elora, heredado de su difunto marido Mauritz. Hasta entonces no había querido tocar ni una sola moneda, pero el lograr subir de nuevo al Warrior era suficiente motivo para hacerlo. Abrió la puerta medio empujando a la bruja para que entrara y entró tras ella cerrando a su espalda. Había pagado para uno grande: una cama para dos, un pequeño baño y un tocador. No era muy lujoso, pero serviría. Se deshizo enseguida de la casaca y la miró.
Volvía a tener hambre...
Afirmó más el agarre en su cintura, riendo entre dientes por aquel ligero golpe en su hombro, y le impidió escapar al camarote - vamos, relájate - se quedó con ella en la cubierta alta y se detuvo tras su espalda, bloqueándole la huida con una mano a cada lado bien sujeto al barandal. - Observa bien, nunca encontrarás mayor grandeza que el océano. No importa qué tan lejos mires, jamás hallarás el final - le habló cerca del oído para hacerse oír sobre el ruido que les rodeaba, con la misma voz ronca de siempre, pero en ese momento cargada de orgullo y emoción. Estaba apasionado y más lleno de vida que en su primer encuentro. - Aquí arriba no importa quién eres sino el rumbo que tomes.
Cerró los ojos disfrutando de la salada brisa rozándole el rostro; del cabello de Aletheia, que desprendía un hipnótico aroma, y de su cálido cuerpo pegado al suyo. - Rodearemos España y llegaremos a La Gomera. Allí tomaremos otro barco que nos llevará a Nouadhibou - explicó sereno, esperando que así se relajara un poco y dejara de pelear. - Mi antigua tripulación se encuentra allí ahora, con mi barco. El Warrior. Eso es lo que vamos a buscar - se le llenó la boca de esperanza al nombrar a su navío, deseando seriamente que siguiera en buenas condiciones. La cogió de los hombros y le dio la vuelta, fijándose en sus ojos. - Mientras te quedes a mi lado, no tienes nada que temer. Eres mi protegida en este viaje. Vamos, te enseñaré el camarote.
La llevó nuevamente agarrada de la cintura hacia la cubierta inferior, sacando del bolsillo los billetes donde indicaba el número de compartimento. Los había comprado con el dinero que iba acumulándose de su parte en el negocio de Elora, heredado de su difunto marido Mauritz. Hasta entonces no había querido tocar ni una sola moneda, pero el lograr subir de nuevo al Warrior era suficiente motivo para hacerlo. Abrió la puerta medio empujando a la bruja para que entrara y entró tras ella cerrando a su espalda. Había pagado para uno grande: una cama para dos, un pequeño baño y un tocador. No era muy lujoso, pero serviría. Se deshizo enseguida de la casaca y la miró.
Volvía a tener hambre...
- Aclaración sobre Nouadhibou:
- La ciudad de Nouadhibou no existía aún en esa época y soy consciente que los asentamientos pirata estaban en las islas del Caribe, peeero teniendo en cuenta que un viaje en barco hasta ahí dura meses y Aletheia está embarazada -algo que no puede saberse hasta más adelante-, me he sacado de la manga que hay una ciudad pirata en la costa africana. Fin del comunicado para stalkers
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
Se revolvió, molesta porque no la dejaba marcharse y la retenía a su lado, pegada a su cuerpo. ¿Es que no se daba cuenta de que la ahogaba? ¿No se daba cuenta de que la forma en la que se pegaba a su piel la desquiciaba? No, claro que no, no se daba cuenta. Ni lo haría si ella podía evitarlo. Leif Paine era un pirata, acostumbrado a coger lo que deseaba sin importar las consecuencias, a abordar y robar y gastarse el botín en alcohol y putas. Y la forma en que la trataba no era más que un fiel reflejo de eso. La buscaba cuando la necesitaba, saciaba todos sus caprichos y la dejaba a la deriva.
Aunque lo peor era que ella no podía resistirse a esa fuerza, a esa determinación, a esa sonrisa canalla. No podía resistirse a la forma en que la miraba, pese a saber que no era la única en la que posaba sus ojos. No podía resistirse al calor de sus manos, a la cálida jaula que su cuerpo había creado a su alrededor y que le quemaba más que las llamas de la Inquisición, a pesar de saber que no era la única que recibía sus caricias. Pero, sobre todo, no podía resistirse a su voz. Esa voz grave y rasposa que se colaba por su oido y le apretaba las entrañas, le erizaba la piel, le decía más cosas que las que implicaban las palabras. Esa voz le decía que era un hombre orgulloso y acostumbrado a imponer su voluntad, pero debía ser justo -o todo lo justo que puede ser un pirata- porque sus hombres le eran fieles. Esa voz que la hacía sentirse a salvo, aunque su mente supiera que no era cierto, aunque se reprochara a sí misma por creer a pies juntillas las inflexiones de ese tono tan íntimo que la hacía sentir especial.
No era la única, nunca lo sería, y cuanto antes lo asumiera, antes podría sacar fuerzas suficientes para escapar de él. Lo haría, se lo prometió a sí misma. Seguía enfadada y se le notaba en la forma en que se movía, en la tensión de sus labios, en su ceño fruncido, en las miradas matadoras que le dedicaba. Pero esa promesa de estar a salvo a su lado fue suficiente para que dejara de pelear por liberarse y se dejara guiar hasta la habitación que iban a compartir.
Una sola cama... Eso implicaba muchas cosas. Una parte de ella quería tirarle algo a la cabeza y echarlo a patadas de allí. La otra quería dormirse a su costado, piel con piel. Se dejó caer en el colchón, sentada, con los brazos cruzados, mirándole con desafío bullendo en los ojos.
-¿Vas a explicarme qué es lo que quieres de mí en este viaje? Porque, por tu bien, espero que para algo más que para calentarte la cama. No soy una de tus putas, Leif. Podrías haberte traido unas cuantas para eso y a mí haberme dejado tranquila en mi casa, con mi... con mis cosas.
Aunque lo peor era que ella no podía resistirse a esa fuerza, a esa determinación, a esa sonrisa canalla. No podía resistirse a la forma en que la miraba, pese a saber que no era la única en la que posaba sus ojos. No podía resistirse al calor de sus manos, a la cálida jaula que su cuerpo había creado a su alrededor y que le quemaba más que las llamas de la Inquisición, a pesar de saber que no era la única que recibía sus caricias. Pero, sobre todo, no podía resistirse a su voz. Esa voz grave y rasposa que se colaba por su oido y le apretaba las entrañas, le erizaba la piel, le decía más cosas que las que implicaban las palabras. Esa voz le decía que era un hombre orgulloso y acostumbrado a imponer su voluntad, pero debía ser justo -o todo lo justo que puede ser un pirata- porque sus hombres le eran fieles. Esa voz que la hacía sentirse a salvo, aunque su mente supiera que no era cierto, aunque se reprochara a sí misma por creer a pies juntillas las inflexiones de ese tono tan íntimo que la hacía sentir especial.
No era la única, nunca lo sería, y cuanto antes lo asumiera, antes podría sacar fuerzas suficientes para escapar de él. Lo haría, se lo prometió a sí misma. Seguía enfadada y se le notaba en la forma en que se movía, en la tensión de sus labios, en su ceño fruncido, en las miradas matadoras que le dedicaba. Pero esa promesa de estar a salvo a su lado fue suficiente para que dejara de pelear por liberarse y se dejara guiar hasta la habitación que iban a compartir.
Una sola cama... Eso implicaba muchas cosas. Una parte de ella quería tirarle algo a la cabeza y echarlo a patadas de allí. La otra quería dormirse a su costado, piel con piel. Se dejó caer en el colchón, sentada, con los brazos cruzados, mirándole con desafío bullendo en los ojos.
-¿Vas a explicarme qué es lo que quieres de mí en este viaje? Porque, por tu bien, espero que para algo más que para calentarte la cama. No soy una de tus putas, Leif. Podrías haberte traido unas cuantas para eso y a mí haberme dejado tranquila en mi casa, con mi... con mis cosas.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
Entornó los ojos al darse cuenta que iba a ser un viaje muy largo aquel. Solo estarían unos días en alta mar, aquel barco de vapor sin duda avanzaría mucho más deprisa que su viejo navío de madera, pero si iban a pasarlos discutiendo se le haría eterno. Caminó hacia el centro de la habitación y se apoyó en el borde del tocador, cruzándose también de brazos mientras la observaba con cierta resignación. Viéndola así, nuevamente se acordó de Elora y su terco temperamento. Se preguntó si era cosa de mujeres.
-Nouadhibou es una ciudad pirata - empezó a explicar, con la cabeza levemente inclinada de modo que parte de su melena caía hacia adelante. - Como te he dicho antes, mi barco y mi tripulación se encuentran ahí resolviendo unos asuntos, este es el momento idóneo para encontrarles antes de que partan hacia Nassau, un viaje mucho más largo que no puedo permitirme... - dejó el final de aquella frase en el aire, no era necesario recordar que era un lobo y no podía arriesgarse a estar en un barco tanto tiempo. - Nouadhibou está dominada por mujeres, prostitutas la mayoría, y aquella que manda por encima de todas, la que debe permitir que nos quedemos unos días, pongo la mano al fuego que quiere verme muerto - arqueó las cejas, regalándole una oportunidad para soltar algún comentario sobre Leif y sus costumbres.
Buscó en el tocador lo que pidió que dejaran para él. Encontró la botella de ron en el armario de abajo y no tardó en descorcharla y dar el primer trago antes de continuar. - En el momento que sepa que he pisado su territorio mandará a su gente a por mí. Ahí es donde entras tú. Debes conseguir que me reciba para poder solucionar este problema y nos permita quedarnos el tiempo necesario para subir al Warrior... - alzó una mano pidiéndole silencio pues imaginaba su respuesta. No quería hacerlo, pero debía darle el motivo verdadero del viaje si quería que se relajara. - Mi hija, la misma por la que te pedí el anterior trabajo, quiere... - rodó los ojos - casarse. El problema es que quiere hacerlo con otra mujer. Las leyes de Francia no permiten una ceremonia entre personas del mismo sexo, pero ella quiere una... Como Capitán que soy, yo puedo oficiarla, pero para ello necesito el Warrior.
-Nouadhibou es una ciudad pirata - empezó a explicar, con la cabeza levemente inclinada de modo que parte de su melena caía hacia adelante. - Como te he dicho antes, mi barco y mi tripulación se encuentran ahí resolviendo unos asuntos, este es el momento idóneo para encontrarles antes de que partan hacia Nassau, un viaje mucho más largo que no puedo permitirme... - dejó el final de aquella frase en el aire, no era necesario recordar que era un lobo y no podía arriesgarse a estar en un barco tanto tiempo. - Nouadhibou está dominada por mujeres, prostitutas la mayoría, y aquella que manda por encima de todas, la que debe permitir que nos quedemos unos días, pongo la mano al fuego que quiere verme muerto - arqueó las cejas, regalándole una oportunidad para soltar algún comentario sobre Leif y sus costumbres.
Buscó en el tocador lo que pidió que dejaran para él. Encontró la botella de ron en el armario de abajo y no tardó en descorcharla y dar el primer trago antes de continuar. - En el momento que sepa que he pisado su territorio mandará a su gente a por mí. Ahí es donde entras tú. Debes conseguir que me reciba para poder solucionar este problema y nos permita quedarnos el tiempo necesario para subir al Warrior... - alzó una mano pidiéndole silencio pues imaginaba su respuesta. No quería hacerlo, pero debía darle el motivo verdadero del viaje si quería que se relajara. - Mi hija, la misma por la que te pedí el anterior trabajo, quiere... - rodó los ojos - casarse. El problema es que quiere hacerlo con otra mujer. Las leyes de Francia no permiten una ceremonia entre personas del mismo sexo, pero ella quiere una... Como Capitán que soy, yo puedo oficiarla, pero para ello necesito el Warrior.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
-¿Por qué no me sorprende? -ironizó cuando le dijo que las mujeres de aquella isla querían verlo muerto. Pero también sintió esa pequeña molestia de los celos, al pensar que aquella misteriosa mujer de la que hablaban podría disponer de la vida del pirata. Unos celos que desaparecieron al momento, porque no era de naturaleza celosa y Leif no era nada suyo. Le dejó seguir hablando.
Su hija. De nuevo su hija. A todas luces era la persona más importante para él. Y lo entendía, porque ella lo era para su padre, a pesar de tener otros dos hermanos. Y porque, aunque hacía poco que sabía de su existencia, esa pequeña vida que crecía en su interior era ya lo más importante para ella. Se preguntó si Leif defendería a ese vástago con la misma pasión con que defendía a su hija. Deseó con toda el alma que así fuera. En su mente imaginó que el proceso de la buhardilla se repetía, marcando la piel del lobo con la esencia de ese hijo que compartían y que él no sabía que existía. Aún. Debería decírselo, pero... no en ese momento, que todavía estaba molesta por la forma en que la había sacado de su casa y arrastrado hasta allí.
-Ah, muy bonito, me llevas como moneda de cambio. Sigue así, Paine, y es posible que desees que sea ella la que quiera matarte -le dijo entrecerrando la mirada-. Si me hubieras explicado esto en lugar de llegar como un salvaje a mi casa y traerme a la fuerza, habría aceptado ayudarte. Pero nooo, el temido capitán Paine tiene que demostrar que puede hacer y deshacer a su antojo, sin tener en cuenta lo que piensan los demás. -Se levantó de la cama y se le acercó, encarándole, muy molesta, golpeándole con el dedo en el pecho, mientras hablaba-: Entérate de una vez, puede que tus piratas y tus putas estén deseosos de cumplir tu voluntad, pero yo no. Si quieres algo de mí, me lo pides por favor y ya veré yo si lo hago o no lo hago. Y que sea la última vez que me sacas por la fuerza como si fuera un fardo. Y no te molestes en volver a amenazarme, Leif. Eres tú quién me necesita, así que compórtate. Voy a ayudarte a recuperar tu barco y a que puedas casar a tu hija. Por ella, no por ti. Y luego me devolverás a mi casa y nos dejarás en paz.
Su hija. De nuevo su hija. A todas luces era la persona más importante para él. Y lo entendía, porque ella lo era para su padre, a pesar de tener otros dos hermanos. Y porque, aunque hacía poco que sabía de su existencia, esa pequeña vida que crecía en su interior era ya lo más importante para ella. Se preguntó si Leif defendería a ese vástago con la misma pasión con que defendía a su hija. Deseó con toda el alma que así fuera. En su mente imaginó que el proceso de la buhardilla se repetía, marcando la piel del lobo con la esencia de ese hijo que compartían y que él no sabía que existía. Aún. Debería decírselo, pero... no en ese momento, que todavía estaba molesta por la forma en que la había sacado de su casa y arrastrado hasta allí.
-Ah, muy bonito, me llevas como moneda de cambio. Sigue así, Paine, y es posible que desees que sea ella la que quiera matarte -le dijo entrecerrando la mirada-. Si me hubieras explicado esto en lugar de llegar como un salvaje a mi casa y traerme a la fuerza, habría aceptado ayudarte. Pero nooo, el temido capitán Paine tiene que demostrar que puede hacer y deshacer a su antojo, sin tener en cuenta lo que piensan los demás. -Se levantó de la cama y se le acercó, encarándole, muy molesta, golpeándole con el dedo en el pecho, mientras hablaba-: Entérate de una vez, puede que tus piratas y tus putas estén deseosos de cumplir tu voluntad, pero yo no. Si quieres algo de mí, me lo pides por favor y ya veré yo si lo hago o no lo hago. Y que sea la última vez que me sacas por la fuerza como si fuera un fardo. Y no te molestes en volver a amenazarme, Leif. Eres tú quién me necesita, así que compórtate. Voy a ayudarte a recuperar tu barco y a que puedas casar a tu hija. Por ella, no por ti. Y luego me devolverás a mi casa y nos dejarás en paz.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
Definitivamente iba a ser un viaje largo, por un momento incluso se arrepintió de habérsela llevado. No obstante no quedaba de otra. Observó divertido aquel frágil dedo golpeando su duro pecho, dando por sentado que de no haber llevado camisa -como usualmente ocurría- la bruja no habría sentido tanto interés en cruzar límites y tocarle así. Ni por un instante se le pasó por la cabeza que quisiera repetir lo de aquella noche en la buhardilla, una dama de su clase probablemente se martirizaba con el recuerdo del suceso. Por otro lado, eso no significaba que el pirata no fuera a hacer lo posible para repetirlo.
-¿Nos? - fue lo que más destacó de toda su diatriba vomitada. El recuerdo de aquel vendido de grandes músculos volvió a su mente y con él un ronco gruñido se instaló en lo más hondo de su pecho. - No te tenía por la clase de mujer que se dejaría engañar por alguien de esa clase... Ten cuidado no te quite todo el dinero que tengas regalándote sonrisas - escupió molesto, tratando de ocultarlo con la mofa en su tono. Dio otro trago para bajar aquella sensación amarga en su garganta y se sentó al borde de la cama aún mirándola. - Como has comprobado, el barco zarpaba de inmediato. Con lo terca que eres no tenía tiempo que perder buscando convencerte. Además... - su expresión se volvió más pícara - ...tampoco te quejaste mucho conviviendo conmigo en la buhardilla. Podemos fijar la misma tregua, si así quieres, y tener un viaje tranquilo ambos. - Se encogió de hombros y desvió la mirada con indiferencia. - También puedes negarte a ayudarme. Suerte tengas en lograr salir de Nouadhibou... una mujer atractiva y refinada se la van a comer viva en dos días...
Mientras la sutil amenaza seguía flotando en el aire, unos golpes en la puerta le alertaron enseguida y avanzó hacia esta adelantándose a Aletheia. Su instinto estaba acostumbrado a que cada cambio inesperado fuera sinónimo de peligro, pero al otro lado solo había un marinero bien vestido. "La comida será servida en el comedor en unos minutos". El pirata simplemente asintió antes de cerrarle la puerta en las narices y voltearse a ver a la bruja. - Ya le has oído. ¿Tienes hambre?
-¿Nos? - fue lo que más destacó de toda su diatriba vomitada. El recuerdo de aquel vendido de grandes músculos volvió a su mente y con él un ronco gruñido se instaló en lo más hondo de su pecho. - No te tenía por la clase de mujer que se dejaría engañar por alguien de esa clase... Ten cuidado no te quite todo el dinero que tengas regalándote sonrisas - escupió molesto, tratando de ocultarlo con la mofa en su tono. Dio otro trago para bajar aquella sensación amarga en su garganta y se sentó al borde de la cama aún mirándola. - Como has comprobado, el barco zarpaba de inmediato. Con lo terca que eres no tenía tiempo que perder buscando convencerte. Además... - su expresión se volvió más pícara - ...tampoco te quejaste mucho conviviendo conmigo en la buhardilla. Podemos fijar la misma tregua, si así quieres, y tener un viaje tranquilo ambos. - Se encogió de hombros y desvió la mirada con indiferencia. - También puedes negarte a ayudarme. Suerte tengas en lograr salir de Nouadhibou... una mujer atractiva y refinada se la van a comer viva en dos días...
Mientras la sutil amenaza seguía flotando en el aire, unos golpes en la puerta le alertaron enseguida y avanzó hacia esta adelantándose a Aletheia. Su instinto estaba acostumbrado a que cada cambio inesperado fuera sinónimo de peligro, pero al otro lado solo había un marinero bien vestido. "La comida será servida en el comedor en unos minutos". El pirata simplemente asintió antes de cerrarle la puerta en las narices y voltearse a ver a la bruja. - Ya le has oído. ¿Tienes hambre?
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
Maldición. Se había acostumbrado a pensar en sí misma en plural, como una broma que compartía con su hijo frente al resto del mundo. Y se le había escapado. Porque Leif la ponía nerviosa... y porque había pensado demasiadas veces en si debía o no decírselo y cómo. Por suerte para ella, se lo tomó como que se refería a Corbin y quizás también se tomase por ahí la expresión de su rostro.
-Lo que me quite o lo que me ponga no es asunto tuyo -le respondió, frunciendo el ceño de nuevo, mientras lo seguía con la mirada y se apoyaba en el mueble, invirtiendo las posiciones de momentos antes. Suspiró cansada... ¿Por qué tenía que hacerlo todo tan difícil? Tenía ganas de gritarle un puñado de verdades: que era un imbécil, un impresentable, un sinvergüenza, que no tenía derecho a llevársela, que no había podido dejar de pensar en él, que quería que la dejara en paz, que se fuera con sus putas y le permitiera olvidarle, que iba a darle un hijo, que no quería saber más de su persona, que... que... Agggg. Era frustrante. Una parte de ella quería abrirle la cabeza contra algo duro y la otra mitad quería sentarse en sus piernas y devorarle a besos. Pero, como de costumbre, la lengua de Leif tuvo que hacer gala de esa facilidad que tenía para enfadarla.- Acabo de decirte que no me amenaces, Paine... te recuerdo que si a mí me pasa algo en este viaje, tú no podrás dormir tranquilo el resto de tu vida, porque nunca sabrás quien puede saber dónde se esconde tu punto más débil. Te di mi palabra y pienso mantenerla, mientras no tenga que elegir entre tú y yo -o mejor dicho, mientras mi hijo esté a salvo. Si la dejaba abandonada y en peligro y esa información era moneda de cambio, iba a sentirlo mucho, iba a llorar por él, pero iba a salvarse a sí misma y a su hijo-. Sí, será mejor que vayamos a comer, antes de que agotes mi paciencia y acabe tirandote algo a la cabeza.
Todavía molesta, caminó junto a Leif hasta el comedor y se sentó a una de las mesas, sonriendo al resto de comensales como si nada hubiera pasado y aquello fuera una travesía de placer para ella. Sonrió con amabilidad y participó de las conversaciones, dejando claro lo buena que era su educación, que se había criado entre la flor y nata de la sociedad francesa. Tenía una risa discreta y sabía elegir los momentos para participar en la velada. Tomó algo de vino y aprovechó la coyuntura para ignorar deliberadamente a Leif. Cuando alguien le preguntaba que hacía una dama como ella en compañía de un tipo como él, simplemente respondía que tenían un asunto común que felizmente pronto se vería resuelto y podría volver a las agradables calles de París y a disfrutar de los asuntos sociales.
Transcurrido un tiempo prudencial se retiró sin más que una breve despedida de las personas con quienes hablaba y se metió en el camarote. Se quitó los zapatos y se masajeó suavemente la planta de un pie. Estaba siendo un día duro y sólo era el primero. Se encaramó a la cama y se acostó, vestida y mirando hacia la pared.
-Lo que me quite o lo que me ponga no es asunto tuyo -le respondió, frunciendo el ceño de nuevo, mientras lo seguía con la mirada y se apoyaba en el mueble, invirtiendo las posiciones de momentos antes. Suspiró cansada... ¿Por qué tenía que hacerlo todo tan difícil? Tenía ganas de gritarle un puñado de verdades: que era un imbécil, un impresentable, un sinvergüenza, que no tenía derecho a llevársela, que no había podido dejar de pensar en él, que quería que la dejara en paz, que se fuera con sus putas y le permitiera olvidarle, que iba a darle un hijo, que no quería saber más de su persona, que... que... Agggg. Era frustrante. Una parte de ella quería abrirle la cabeza contra algo duro y la otra mitad quería sentarse en sus piernas y devorarle a besos. Pero, como de costumbre, la lengua de Leif tuvo que hacer gala de esa facilidad que tenía para enfadarla.- Acabo de decirte que no me amenaces, Paine... te recuerdo que si a mí me pasa algo en este viaje, tú no podrás dormir tranquilo el resto de tu vida, porque nunca sabrás quien puede saber dónde se esconde tu punto más débil. Te di mi palabra y pienso mantenerla, mientras no tenga que elegir entre tú y yo -o mejor dicho, mientras mi hijo esté a salvo. Si la dejaba abandonada y en peligro y esa información era moneda de cambio, iba a sentirlo mucho, iba a llorar por él, pero iba a salvarse a sí misma y a su hijo-. Sí, será mejor que vayamos a comer, antes de que agotes mi paciencia y acabe tirandote algo a la cabeza.
Todavía molesta, caminó junto a Leif hasta el comedor y se sentó a una de las mesas, sonriendo al resto de comensales como si nada hubiera pasado y aquello fuera una travesía de placer para ella. Sonrió con amabilidad y participó de las conversaciones, dejando claro lo buena que era su educación, que se había criado entre la flor y nata de la sociedad francesa. Tenía una risa discreta y sabía elegir los momentos para participar en la velada. Tomó algo de vino y aprovechó la coyuntura para ignorar deliberadamente a Leif. Cuando alguien le preguntaba que hacía una dama como ella en compañía de un tipo como él, simplemente respondía que tenían un asunto común que felizmente pronto se vería resuelto y podría volver a las agradables calles de París y a disfrutar de los asuntos sociales.
Transcurrido un tiempo prudencial se retiró sin más que una breve despedida de las personas con quienes hablaba y se metió en el camarote. Se quitó los zapatos y se masajeó suavemente la planta de un pie. Estaba siendo un día duro y sólo era el primero. Se encaramó a la cama y se acostó, vestida y mirando hacia la pared.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
La fulminó con una rasgada mirada ante la amenaza, mas por dentro sonreía pillo regodeándose de lo fácil que resultaba hacer que sacara ese lado orgulloso. Era toda una amazona, tan diferente a las débiles y lloronas damas francesas que se daban por muertas antes siquiera de intentar pelear. Aletheia no se dejaba pisotear por nadie y esa era una cualidad que al pirata le encantaba, le recordaba a las rudas mujeres que le criaron de pequeño. Putas y guerreras, las únicas que respetaba. - Pórtate como una buena hembra y haz que crean nuestra tapadera - dijo antes de seguirla afuera.
Dejó a la mujer tomar el protagonismo en la comida; mientras ella hablara y se relacionara, él pasaría más desapercibido. No eran pocas las miradas confusas e incluso de sospecha que recibía, no obstante ir acompañado de una buena dama alejaba cualquier tentativa de señalarle como pirata, aún cuando sus ropajes lo exclamaran a los cuatro vientos. Desde su esquina en la mesa pudo observar a los comensales, analizando cada uno de ellos en busca del que pudiera darles más problemas. La mayoría eran hombres de negocios en busca de expandir mercado, algunos incluso acompañados de sus esposas; había un par de recién casados camino a la aventura, y un buen grupo de hombres jóvenes que iban a probar suerte en otras tierras. Nada de lo que preocuparse.
Salió poco después que Aletheia y, tras asegurarse sigilosamente que se había retirado a solas en el camarote, salió a cubierta para disfrutar un poco más de la libertad azul.
No fue el único en salir del comedor. Otro hombre, uno con los que la bruja había hablado, buscó puerta por puerta hasta dar con la dama de oscuro pelo. Hizo gala de una despreciable falta de modales al entrar sin su permiso y observarla ahí acostada. La ropa no hace al monje, decían, y por mucha elegancia que vistiera y educación que demostrara en el comedor, nada le impidió subirse a la cama con ella y acariciar la curva de su cintura. Se acercó al oído de la mujer y lo lamió, esperando convencido que sería bien recibido.
Dejó a la mujer tomar el protagonismo en la comida; mientras ella hablara y se relacionara, él pasaría más desapercibido. No eran pocas las miradas confusas e incluso de sospecha que recibía, no obstante ir acompañado de una buena dama alejaba cualquier tentativa de señalarle como pirata, aún cuando sus ropajes lo exclamaran a los cuatro vientos. Desde su esquina en la mesa pudo observar a los comensales, analizando cada uno de ellos en busca del que pudiera darles más problemas. La mayoría eran hombres de negocios en busca de expandir mercado, algunos incluso acompañados de sus esposas; había un par de recién casados camino a la aventura, y un buen grupo de hombres jóvenes que iban a probar suerte en otras tierras. Nada de lo que preocuparse.
Salió poco después que Aletheia y, tras asegurarse sigilosamente que se había retirado a solas en el camarote, salió a cubierta para disfrutar un poco más de la libertad azul.
No fue el único en salir del comedor. Otro hombre, uno con los que la bruja había hablado, buscó puerta por puerta hasta dar con la dama de oscuro pelo. Hizo gala de una despreciable falta de modales al entrar sin su permiso y observarla ahí acostada. La ropa no hace al monje, decían, y por mucha elegancia que vistiera y educación que demostrara en el comedor, nada le impidió subirse a la cama con ella y acariciar la curva de su cintura. Se acercó al oído de la mujer y lo lamió, esperando convencido que sería bien recibido.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
Cuando escuchó la puerta, se mantuvo en su posición, en silencio, haciéndose la dormida, con la esperanza de que Leif se limitara a acostarse y a dejarlo estar. No tenía ganas de seguir discutiendo ni aumentando la tensión entre ellos. ¡¡Pero es que la desquiciaba!! Tenerlo cerca era horrible, porque le daba la sensación de que él sabía todo lo que provocaba en ella y que disfrutaba haciéndola saltar. Y ella saltaba. Saltaba porque no podía tener lo que quería de la forma que lo quería y eso la hacía estar más tensa con el lobo.
Mantuvo la respiración todo lo calmada que pudo, como si realmente estuviera acogida en los brazos de Morfeo. Sin embargo, no pudo evitar que el aire escapase de sus pulmones cuando sintió el peso del hombre en la cama. No queria moverse, no quería. Prefería fingir que no era consciente de sus movimientos a su espalda y que no imaginaba su cuerpo medio desnudo sobre las sábanas, abrazado a ella.
Se le encogió el corazón cuando sintió una mano por su cintura, tanteándola. No la apartó, porque todavía pensaba que su dueño era el pirata. Fue cuando buscó enlazar sus manos que sintió algo raro. Y cuando esa lengua desconocida osó tocar su piel, supo que algo no estaba bien.
Se giró para encontrar la respuesta y...
-¡¡Aaaahh!! -gritó, empujando a aquel desconocido con todas sus fuerzas, consiguiendo tirarlo de la cama-. ¡Canalla! -le tiró la almohada que tenía más a mano-. ¡Aprovechado! -le tiró el otro almohadón-. ¿Cómo te atreves? -No tenía más almohadones, así que le tiró un zapato a la cabeza-. ¡¡Leif!! -le tiró el otro zapato-. ¿Dónde está este hombre cuando se le necesita? ¡¡¡LEEEEIIIIF!!!
Mantuvo la respiración todo lo calmada que pudo, como si realmente estuviera acogida en los brazos de Morfeo. Sin embargo, no pudo evitar que el aire escapase de sus pulmones cuando sintió el peso del hombre en la cama. No queria moverse, no quería. Prefería fingir que no era consciente de sus movimientos a su espalda y que no imaginaba su cuerpo medio desnudo sobre las sábanas, abrazado a ella.
Se le encogió el corazón cuando sintió una mano por su cintura, tanteándola. No la apartó, porque todavía pensaba que su dueño era el pirata. Fue cuando buscó enlazar sus manos que sintió algo raro. Y cuando esa lengua desconocida osó tocar su piel, supo que algo no estaba bien.
Se giró para encontrar la respuesta y...
-¡¡Aaaahh!! -gritó, empujando a aquel desconocido con todas sus fuerzas, consiguiendo tirarlo de la cama-. ¡Canalla! -le tiró la almohada que tenía más a mano-. ¡Aprovechado! -le tiró el otro almohadón-. ¿Cómo te atreves? -No tenía más almohadones, así que le tiró un zapato a la cabeza-. ¡¡Leif!! -le tiró el otro zapato-. ¿Dónde está este hombre cuando se le necesita? ¡¡¡LEEEEIIIIF!!!
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
El hombre no aceptó bien el rechazo, pero sus dotes de pelea no eran buenas y al principio no pudo más que tratar de esquivar cada objeto que la bruja le lanzaba, quejándose cuando alguno le daba de lleno. Intentaba acercarse a toda costa, subido a la cama nuevamente para atraparla, pero justo entonces la puerta se abrió con total violencia. Parado bajo el marco estaba Leif, con la mirada asesina del que no quiere escuchar perdón alguno. Los gritos de Aletheia le habían alertado de inmediato, no pudo imaginar a qué se debía tanta urgencia hasta que lo vio con sus propios ojos. Y no le gustó en absoluto.
Avanzó decidido y en silencio y agarró al tipo del cuello. Haciendo gala de su fuerza sobrehumana, lo alzó a medio metro del suelo y lo estampó contra la pared. - ¿Qué tenemos aquí...? A los hombres como tú, que toman a la fuerza lo que es de otros, los arrojábamos a los tiburones en mi barco... - siseó sonriendo con sadismo. - Pero necesito llegar a puerto, así que seré bueno... - se acercó y le cogió la entrepierna con tanta fuerza que al hombre se le escapó un chillido parecido al cerdo en la matanza. - Tienes mi palabra de que si vuelves a tocarla, o siquiera mirarla, te la arrancaré con mis propias manos y no volverás a usarla más. ¿Te ha quedado claro? - Le soltó la entrepierna cuando asintió desesperado, sudoroso, y lo empujó fuera del camarote cerrando de un portazo.
Su expresión no había cambiado cuando dio la vuelta enfrentando a la bruja. La castigó unos minutos con su silencio, mientras por dentro disfrutaba de aquella imagen de amazona luchadora. El cabello alborotado, las mejiillas rojas y los labios entreabiertos dejando salir el esfuerzo de su intento de auto protegerse. Y se acercó, sin poder evitarlo, rompió la distancia que les separaba para atraparla de la cintura y darle un fogoso beso dominante.
Avanzó decidido y en silencio y agarró al tipo del cuello. Haciendo gala de su fuerza sobrehumana, lo alzó a medio metro del suelo y lo estampó contra la pared. - ¿Qué tenemos aquí...? A los hombres como tú, que toman a la fuerza lo que es de otros, los arrojábamos a los tiburones en mi barco... - siseó sonriendo con sadismo. - Pero necesito llegar a puerto, así que seré bueno... - se acercó y le cogió la entrepierna con tanta fuerza que al hombre se le escapó un chillido parecido al cerdo en la matanza. - Tienes mi palabra de que si vuelves a tocarla, o siquiera mirarla, te la arrancaré con mis propias manos y no volverás a usarla más. ¿Te ha quedado claro? - Le soltó la entrepierna cuando asintió desesperado, sudoroso, y lo empujó fuera del camarote cerrando de un portazo.
Su expresión no había cambiado cuando dio la vuelta enfrentando a la bruja. La castigó unos minutos con su silencio, mientras por dentro disfrutaba de aquella imagen de amazona luchadora. El cabello alborotado, las mejiillas rojas y los labios entreabiertos dejando salir el esfuerzo de su intento de auto protegerse. Y se acercó, sin poder evitarlo, rompió la distancia que les separaba para atraparla de la cintura y darle un fogoso beso dominante.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
El cielo abierto no podría haberla impactado más que cuando se abrió la puerta del camarote para revelar la figura del pirata. Dejó de resistirse porque supo que estaba a salvo. Esta vez no le pidió que tuviera misericordia del pobre infeliz. Al contrario, sintió como se le henchía el pecho de orgullo cuando la defendió con tal rotundidad, cuando ante ese desconocido la reclamó como propia.
Cuando estuvieron de nuevo a solas, se le quedó mirando, porque quería buscar la protección de sus brazos, pero algo en sus ojos la instó a no moverse, a no romper ese hijo invisible que cosía sus miradas. El lobo tomó las decisiones, la iniciativa era suya en ese momento y ella se lo permitía. Antes de poder siquiera darle las gracias, se vio completamente envuelta en el huracán en que se convertía Leif. El calor de su piel la rodeaba, eliminando la sensación de frío desamparo que había sentido al verse sola y atacada. Y ese beso... ese beso hizo estallar todas las murallas que ladrillo a ladrillo había dibujado a su alrededor, para protegerse de él. Pero era imposible, no puedes guardar un castillo de aquel que posee, sin saberlo, todas sus llaves. Y Aletheia había rendido su último bastión en ese instante. Le pertenecía, no porque él la hubiera reclamado, sino porque ella se le entregaba.
Le rodeo el cuello con ambos brazos, como si temiera que, si le soltaba, desaparecería y volvería a verse sola y a merced de ese bastardo.
-Oh, Leif -apoyó la cabeza en su hombro, sin romper el abrazo-. Ni se te ocurra volver a dejarme sola -comentó, los labios contra la piel de su cuello.
Cuando estuvieron de nuevo a solas, se le quedó mirando, porque quería buscar la protección de sus brazos, pero algo en sus ojos la instó a no moverse, a no romper ese hijo invisible que cosía sus miradas. El lobo tomó las decisiones, la iniciativa era suya en ese momento y ella se lo permitía. Antes de poder siquiera darle las gracias, se vio completamente envuelta en el huracán en que se convertía Leif. El calor de su piel la rodeaba, eliminando la sensación de frío desamparo que había sentido al verse sola y atacada. Y ese beso... ese beso hizo estallar todas las murallas que ladrillo a ladrillo había dibujado a su alrededor, para protegerse de él. Pero era imposible, no puedes guardar un castillo de aquel que posee, sin saberlo, todas sus llaves. Y Aletheia había rendido su último bastión en ese instante. Le pertenecía, no porque él la hubiera reclamado, sino porque ella se le entregaba.
Le rodeo el cuello con ambos brazos, como si temiera que, si le soltaba, desaparecería y volvería a verse sola y a merced de ese bastardo.
-Oh, Leif -apoyó la cabeza en su hombro, sin romper el abrazo-. Ni se te ocurra volver a dejarme sola -comentó, los labios contra la piel de su cuello.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
No era necesario perderse en los recuerdos para saber que aquella era la primera vez que una mujer reaccionaba así entre sus brazos. Tan frágil y vulnerable, confiando plenamente al pedirle protección. Un calor extraño se apoderó de él y la apretó más firme entre sus brazos, apoyando los labios en la maraña de cabellos negros que temblaban bajo su nariz. No era capaz de describir la paz que respiraba en ese instante, el efecto que aquella extraña intimidad parecía tener en sus cicatrices del pasado. Se olvidó del Warrior, de África e incluso de su maldición, por un fugaz instante solo existió aquel cariño nunca antes conocido. Pero así como vino, se fue. Por muy lejano que fuera un recuerdo, siempre volvía para atormentarlo, y en el instante que una cabellera de rizos rubios cruzó su mente, rompió el abrazo y volvió a besarla.
Hizo de cada mueble testigo de su pasión al tomarla como semanas antes en la buhardilla. Entre sus brazos no parecía más que una muñeca que movía a su antojo en busca de placer, y de entregarlo también, pues nada le excitaba más que escuchar su nombre exhalado por los labios de la bruja. La sometió, la arrinconó, la hizo de su propiedad con cada mordisco por su piel. Marcó los dedos por su cuerpo, apretando la carne de la lascivia que contenía el fuego de su interior. Uno tras otro, se bebió de sus labios cada encuentro con el clímax, y no le dio merecido descanso hasta que no obtuvo el suyo propio.
La caída del sol les recibió al fin descansados en la cama. Boca abajo y sudado, con el rostro apoyado en su pecho y una mano en el vientre sin ser consciente lo que ahí dentro se engendraba. No quería poner palabras a algo que seguía siendo un misterio para él, incapaz de explicarse aquella cálida y hogareña sensación cada vez que estaba junto a ella. Por muy consciente que fuera de la debilidad que su extraña relación suponía para él, era incapaz de alejarse o permitir siquiera que otro la tocara.
Hizo de cada mueble testigo de su pasión al tomarla como semanas antes en la buhardilla. Entre sus brazos no parecía más que una muñeca que movía a su antojo en busca de placer, y de entregarlo también, pues nada le excitaba más que escuchar su nombre exhalado por los labios de la bruja. La sometió, la arrinconó, la hizo de su propiedad con cada mordisco por su piel. Marcó los dedos por su cuerpo, apretando la carne de la lascivia que contenía el fuego de su interior. Uno tras otro, se bebió de sus labios cada encuentro con el clímax, y no le dio merecido descanso hasta que no obtuvo el suyo propio.
La caída del sol les recibió al fin descansados en la cama. Boca abajo y sudado, con el rostro apoyado en su pecho y una mano en el vientre sin ser consciente lo que ahí dentro se engendraba. No quería poner palabras a algo que seguía siendo un misterio para él, incapaz de explicarse aquella cálida y hogareña sensación cada vez que estaba junto a ella. Por muy consciente que fuera de la debilidad que su extraña relación suponía para él, era incapaz de alejarse o permitir siquiera que otro la tocara.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
No quiso abrir los ojos para disfrutar un rato más de la cálida intimidad entre ellos. Era extraño, pero se sentía tan cómoda así, a su lado, como si fuera el orden natural de las cosas, como si ése fuera su sitio y todo lo acontecido en su vida hubiese pasado única y exclusivamente para llevarle hasta ahí.
Pero no. Eso era sólo su deseo. Porque Aletheia deseaba a ese pirata más de lo que había deseado a cualquier hombre desde la muerte de Leon. Sin embargo, sabía que no era para ella, que sus mundos eran diferentes, que sólo chocaban cada vez que se veían y que esa forma de entregarse a la pasión no era sino una vía de escape para no matarse.
¿A quién quería engañar? Por mucho que intentara negárselo, sabía perfectamente que bastaba que él la buscase para que ella le recibiera. Mientras sus pensamientos vagaban por la tormenta de ideas, sus dedos se perdieron en la melena del lobo, abriéndose paso suavemente desde las raíces hasta donde le llegaba la mano y vuelta a empezar.
Miró la mano sobre su abdomen y sonrió al imaginar la cara que pondría si supiera lo que había justo debajo. Imaginó que se alegraría y que volvería a hacerle el amor para celebrarlo. Pero luego se dijo a sí misma que sexo y amor no siempre iban de la mano y que no debía olvidarlo si no quería sufrir más de lo necesario.
Besó la cabeza de Leif y, con cuidado de no despertarlo, se liberó de su abrazo para levantarse de la cama. Rebuscó entre las prendas que estaban desperdigadas por la habitación. No tenía cuerpo para encorsetarse en su único vestido, así que se cubrió con la camisa de Leif, que le cubría hasta la mitad de los muslos y cuyos hombros casi le llegaban a los codos.
Regresó a la cama y se sentó, con las piernas flexionadas, apoyada en la pared del camarote y mirando al mar a través del ojo de buey.
-Si tú supieras...
Aunque no podía decírselo. No aún. No cuando a lo que se dirigían era tan incierto y peligroso.
Pero no. Eso era sólo su deseo. Porque Aletheia deseaba a ese pirata más de lo que había deseado a cualquier hombre desde la muerte de Leon. Sin embargo, sabía que no era para ella, que sus mundos eran diferentes, que sólo chocaban cada vez que se veían y que esa forma de entregarse a la pasión no era sino una vía de escape para no matarse.
¿A quién quería engañar? Por mucho que intentara negárselo, sabía perfectamente que bastaba que él la buscase para que ella le recibiera. Mientras sus pensamientos vagaban por la tormenta de ideas, sus dedos se perdieron en la melena del lobo, abriéndose paso suavemente desde las raíces hasta donde le llegaba la mano y vuelta a empezar.
Miró la mano sobre su abdomen y sonrió al imaginar la cara que pondría si supiera lo que había justo debajo. Imaginó que se alegraría y que volvería a hacerle el amor para celebrarlo. Pero luego se dijo a sí misma que sexo y amor no siempre iban de la mano y que no debía olvidarlo si no quería sufrir más de lo necesario.
Besó la cabeza de Leif y, con cuidado de no despertarlo, se liberó de su abrazo para levantarse de la cama. Rebuscó entre las prendas que estaban desperdigadas por la habitación. No tenía cuerpo para encorsetarse en su único vestido, así que se cubrió con la camisa de Leif, que le cubría hasta la mitad de los muslos y cuyos hombros casi le llegaban a los codos.
Regresó a la cama y se sentó, con las piernas flexionadas, apoyada en la pared del camarote y mirando al mar a través del ojo de buey.
-Si tú supieras...
Aunque no podía decírselo. No aún. No cuando a lo que se dirigían era tan incierto y peligroso.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
Despertó calmado y relajado, sabiendo exactamente dónde estaba y con quién. Era muy distinto a despertar en el burdel, pero se dijo a sí mismo que tal vez se debiera a que con Aletheia no había ron de por medio que ofuscara su mente y sus sentidos. La imagen de la bruja vistiendo su camisa le sacudió por dentro. En silencio la observó detenidamente, desde su atractivo rostro a la sutil rendija entre botones que dejaba ver su pecho; la curva de su cadera donde clavaba sus dedos cada vez que se encendía, y sus largas y fuertes piernas que siempre sabían cómo aferrarse a él. Ahí en silencio, con la mirada perdida en el paisaje a través del ojo de buey, Aletheia transmitía una belleza y una fuerza que nunca antes el pirata había visto. No tardó en hacerle saber que había despertado, colando una mano por debajo la camisa, buscando entre sus piernas para seguir devorando un poco más su cuerpo.
La culpa era de la bruja, que le provocaba.
Los cinco días que siguieron al primero transcurrieron con sorprendente calma. Leif no se despegaba de Aletheia ni un instante, de no ser por lo tranquila que parecía esta a su lado cualquiera podría pensar que, en efecto, la tenía retenida. Por la noche soltaba toda la pasión contenida durante el día, haciéndola suya una y otra vez en cualquier esquina de aquel pequeño camarote. Cada centímetro de su esbelto cuerpo estaba grabado a fuego en su mente, y se enorgullecía de las marcas en su piel que no hacían más remarcar de quién era propiedad.
Fue al mediodía del último día, con tierra ya a la vista, que empezó a escuchar rumores. Voces hablando de que el temible Paine había vuelto y estaba a bordo de ese barco, que llevaba consigo a una esclava que pensaba vender en puerto pirata. Si había algo que odiara más que la traición, eran aquellos que hablaban a espaldas. Dándose cuenta del inminente problema que se les venía encima, cogió a Aletheia del brazo con cierta brusquedad y se la llevó al castillo de proa sin dejar de mirar a lado y lado, asegurándose que nadie les seguía. ´
-Cambio de planes - informó, mirándola finalmente a los ojos. - Saben quién soy y buscan mi cabeza, van a entregarme nada más llegar a puerto. ¿Sabes nadar? Espero por tu bien que sí... - La agarró en brazos cual princesa con toda la intención de saltar al agua. Ya pensaría más tarde cómo recuperaba el baúl con dinero que tenía en el barco.
La culpa era de la bruja, que le provocaba.
Los cinco días que siguieron al primero transcurrieron con sorprendente calma. Leif no se despegaba de Aletheia ni un instante, de no ser por lo tranquila que parecía esta a su lado cualquiera podría pensar que, en efecto, la tenía retenida. Por la noche soltaba toda la pasión contenida durante el día, haciéndola suya una y otra vez en cualquier esquina de aquel pequeño camarote. Cada centímetro de su esbelto cuerpo estaba grabado a fuego en su mente, y se enorgullecía de las marcas en su piel que no hacían más remarcar de quién era propiedad.
Fue al mediodía del último día, con tierra ya a la vista, que empezó a escuchar rumores. Voces hablando de que el temible Paine había vuelto y estaba a bordo de ese barco, que llevaba consigo a una esclava que pensaba vender en puerto pirata. Si había algo que odiara más que la traición, eran aquellos que hablaban a espaldas. Dándose cuenta del inminente problema que se les venía encima, cogió a Aletheia del brazo con cierta brusquedad y se la llevó al castillo de proa sin dejar de mirar a lado y lado, asegurándose que nadie les seguía. ´
-Cambio de planes - informó, mirándola finalmente a los ojos. - Saben quién soy y buscan mi cabeza, van a entregarme nada más llegar a puerto. ¿Sabes nadar? Espero por tu bien que sí... - La agarró en brazos cual princesa con toda la intención de saltar al agua. Ya pensaría más tarde cómo recuperaba el baúl con dinero que tenía en el barco.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 223
Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Quién te quiere, quién te odia, quién te teme [privado]
-¿¡Qué?! No. Nonononono. Espera. Espera, Leif. -Se agarró con fuerza a su cuello por si acaso se le ocurría saltar-. Puedo cambiarte, hacer que nadie te reconozca. Sólo dura unas horas, pero será suficiente para que nos dé tiempo a bajar de aquí -le explicó atropelladamente para intentar evitar que la tirara al agua-. Volvamos al camarote, te lo explicaré mejor.
Aunque con reticencia, el licántropo la llevó de vuelta al cuarto que habían compartido en esos días y que había sido testigo de los pasionales intercambios que habían tenido. Se sentó en la cama y lo hizo sentarse a su lado. Le cogió la mano, como si así pudiera mantenerlo más tranquilo.
-Sabes que no todos los hechiceros poseemos todos los poderes en el mismo grado. Yo tengo una habilidad especial para cambiar la apariencia de las cosas y las personas. Puedo hacer que ni tú mismo te reconozcas ante el espejo. Una apariencia distinta, un nombre falso y podremos descender a puerto y tomar el siguiente barco sin levantar sospechas.
Como muestra de lo que le decía, murmuró unas palabras mientras acariciaba el dorso de su mano y éste se volvió oscuro, como si fuera de negro azabache. Unas palabras más y volvió a la normalidad.
-¿Confías en mí? -le preguntó en un susurro, perdiéndose en sus ojos.
Y comenzó a cambiarlo lentamente. Detalles sutiles. Ojos oscuros, cabello más claro, recogido en la nuca, ropa más refinada. Parecía un hombre completamente diferente, aunque no podría cambiar su voz o su forma de andar o su olor. Le miró de arriba a abajo, admirando el resultado.
-Tendremos un par de horas como mucho, pero nos dará tiempo suficiente para desembarcar y que los soldados comprueben que no eres Leif Paine. Ahora serás Jean Pierre Brutus, mi primo hermano, al que acompaño a cerrar un trato comercial. Si no tienes un arrebato de esos tuyos de pirata loco -sonrió, porque claramente a ella le encantaba que fuera un pirata loco-, sobreviviremos.
Aunque con reticencia, el licántropo la llevó de vuelta al cuarto que habían compartido en esos días y que había sido testigo de los pasionales intercambios que habían tenido. Se sentó en la cama y lo hizo sentarse a su lado. Le cogió la mano, como si así pudiera mantenerlo más tranquilo.
-Sabes que no todos los hechiceros poseemos todos los poderes en el mismo grado. Yo tengo una habilidad especial para cambiar la apariencia de las cosas y las personas. Puedo hacer que ni tú mismo te reconozcas ante el espejo. Una apariencia distinta, un nombre falso y podremos descender a puerto y tomar el siguiente barco sin levantar sospechas.
Como muestra de lo que le decía, murmuró unas palabras mientras acariciaba el dorso de su mano y éste se volvió oscuro, como si fuera de negro azabache. Unas palabras más y volvió a la normalidad.
-¿Confías en mí? -le preguntó en un susurro, perdiéndose en sus ojos.
Y comenzó a cambiarlo lentamente. Detalles sutiles. Ojos oscuros, cabello más claro, recogido en la nuca, ropa más refinada. Parecía un hombre completamente diferente, aunque no podría cambiar su voz o su forma de andar o su olor. Le miró de arriba a abajo, admirando el resultado.
-Tendremos un par de horas como mucho, pero nos dará tiempo suficiente para desembarcar y que los soldados comprueben que no eres Leif Paine. Ahora serás Jean Pierre Brutus, mi primo hermano, al que acompaño a cerrar un trato comercial. Si no tienes un arrebato de esos tuyos de pirata loco -sonrió, porque claramente a ella le encantaba que fuera un pirata loco-, sobreviviremos.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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