AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Quién teme al lobo feroz? [Maggie Craig]
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¿Quién teme al lobo feroz? [Maggie Craig]
Tediosas se habían convertido las noches, y más monótonos en cuestión de trabajo desde que ella se había marchado abandonándolo. Lo podía admitir, la echaba de menos, pero no estaba dispuesto a aguantar más, a rebajarse por una simple humana, por mucho que la amase. Sus largas, su sí, pero ahora no. Le había liberado de su trato, ella no estaba segura de sus sentimientos, ella no estaba segura de querer aquello que los había hecho cruzarse en camino.
Hacía mucho tiempo que Lilith y Lucciano había forjado una extraña relación de maestro y aprendiz, ya que aquel vampiro milenario, no otorgaba la inmortalidad de un modo tan sencillo. Muchos había muerto tras aquel tipo de insolencia, y es que regalar su sangre, no era privilegio para cualquier.
De nuevo la noche encerrada en el despacho, ya ni los espéctaculos lo animaban en su propio club, si aquel frenesí de sangre que había creado con violencia ante su enfado. En su hogar, sus sirvientes y protegidos estaban un tanto aterrorizados. Su protector se había convertido en uan bestia desatada, había dejado el dulce trato de siempre, y todo porque Lilith lo había provocado, su ira y aquel fuerte temperamente que sería capaz de arrasar civilizaciones, que no era de afirmar aquello último como una mentira, ya que con su Hacedora había terminado con alguna que otra población en el norte. ¿Dónde estaría la que ahora se hacía llamar Lakme? Como siempre a su libre albedrío, seguro que si se la encontrase se reíria de él diciéndole que había vuelto a caer en la trampa.
Faroles lustrosos y de coloridos rojizos, uan carroza tras otra traía a clientes de todo tipo, y en la planta de abajo la música se unía con las buenas compañías, algunas de las chicas llegaban tras ser aceptada para instalarse en lo que sería su nuevo hogar y lugar de trabajo, pasando de largo por la sala, otras continuaba con su trabajo.
Lucciano se había asegurado de que aquel club privado sería discreto pero no le faltaría opulencia, siempre había valorado la belleza por encima de todo y entrar en aquel lugar aun sin estrenar era como entrar en un bello paraíso que decoraba sus habitaciones temáticas con hermosos paisajes que eran capaces de transportarte a lugares nunca visitados pero que en la mente del vampiro había existido en otros tiempos.
Muchas caras conocidas, nada nuevo, el mundo aburrido y ahora parecía sentirse más como un ermitaño amargado por una historia de desamor. ¿Se estaba convirtiendo en algo patético cuando él era el rey del desenfreno?
Nuevas presencia, nuevo olor... Nueva chica que buscaba un hueco entre los suyos. Pronto la hicieron pasar, y en su sillón intento mostrarse lo más cortes posible, y lo más neutro en expresión. No iba a dejar ver que le entusiasmaba la idea de tener un nuevo juguete dentro de su amplia colección.
Aquellos ojos claros se alzaron: uno azul y otro verde (obviamente robado). El inmortal se levanto de su asiente, y retirando un sillón le ofreció asiento a la joven.
-Entonces, madamoiselle… -Una indicación de que le dijese su nombre, no iba a usar juegos mentales para meterse en su cabeza y descubrir el pastel, iba a dejar que ella diese su propio perfil e imagen. Su voz era extraordinaria, su rasgo más preciado y atractivo, era una caricia deliciosa en el mismo aire donde se transportaba -.. ¿Está aquí porque quiere trabajar para mí de…?
Hacía mucho tiempo que Lilith y Lucciano había forjado una extraña relación de maestro y aprendiz, ya que aquel vampiro milenario, no otorgaba la inmortalidad de un modo tan sencillo. Muchos había muerto tras aquel tipo de insolencia, y es que regalar su sangre, no era privilegio para cualquier.
De nuevo la noche encerrada en el despacho, ya ni los espéctaculos lo animaban en su propio club, si aquel frenesí de sangre que había creado con violencia ante su enfado. En su hogar, sus sirvientes y protegidos estaban un tanto aterrorizados. Su protector se había convertido en uan bestia desatada, había dejado el dulce trato de siempre, y todo porque Lilith lo había provocado, su ira y aquel fuerte temperamente que sería capaz de arrasar civilizaciones, que no era de afirmar aquello último como una mentira, ya que con su Hacedora había terminado con alguna que otra población en el norte. ¿Dónde estaría la que ahora se hacía llamar Lakme? Como siempre a su libre albedrío, seguro que si se la encontrase se reíria de él diciéndole que había vuelto a caer en la trampa.
Faroles lustrosos y de coloridos rojizos, uan carroza tras otra traía a clientes de todo tipo, y en la planta de abajo la música se unía con las buenas compañías, algunas de las chicas llegaban tras ser aceptada para instalarse en lo que sería su nuevo hogar y lugar de trabajo, pasando de largo por la sala, otras continuaba con su trabajo.
Lucciano se había asegurado de que aquel club privado sería discreto pero no le faltaría opulencia, siempre había valorado la belleza por encima de todo y entrar en aquel lugar aun sin estrenar era como entrar en un bello paraíso que decoraba sus habitaciones temáticas con hermosos paisajes que eran capaces de transportarte a lugares nunca visitados pero que en la mente del vampiro había existido en otros tiempos.
Muchas caras conocidas, nada nuevo, el mundo aburrido y ahora parecía sentirse más como un ermitaño amargado por una historia de desamor. ¿Se estaba convirtiendo en algo patético cuando él era el rey del desenfreno?
Nuevas presencia, nuevo olor... Nueva chica que buscaba un hueco entre los suyos. Pronto la hicieron pasar, y en su sillón intento mostrarse lo más cortes posible, y lo más neutro en expresión. No iba a dejar ver que le entusiasmaba la idea de tener un nuevo juguete dentro de su amplia colección.
Aquellos ojos claros se alzaron: uno azul y otro verde (obviamente robado). El inmortal se levanto de su asiente, y retirando un sillón le ofreció asiento a la joven.
-Entonces, madamoiselle… -Una indicación de que le dijese su nombre, no iba a usar juegos mentales para meterse en su cabeza y descubrir el pastel, iba a dejar que ella diese su propio perfil e imagen. Su voz era extraordinaria, su rasgo más preciado y atractivo, era una caricia deliciosa en el mismo aire donde se transportaba -.. ¿Está aquí porque quiere trabajar para mí de…?
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/06/2014
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Re: ¿Quién teme al lobo feroz? [Maggie Craig]
Estaba prácticamente segura de que había perdido el juicio al aceptar esa peligrosa misión a cargo de la Orden de cazadores a la que pertenecía desde hacía relativamente poco. Era por ésta, por la que llevaba preparándome concienzudamente las últimas semanas junto a Altair, mi mentor, en otros métodos de lucha sin armas que podrían serme de utilidad en el caso de que las cosas se torciesen; así como en el intento de tratar de limar conductas que me pondrían más que en evidencia. Esta era sin punto de comparación la parte más complicada. Y es que mi objetivo no era otro que hacerme pasar por una camarera normal y corriente, solicitando un puesto como tal en un nido de chupasangres o como lo llamaban ellos un selecto Club Privado llamado “Il Peccato Nostro”, para obtener de allí toda la información que me fuese posible acerca del dueño y sus clientes especiales. Información que luego sería utilizada por la Orden para perseguir a esos pálidos malnacidos.
Desde que había aceptado la misión había tratado de evitar dejarme ver por la zona comercial cuando salía de caza, incluso las partidas a las que acompañaba se habían visto reducidas debido a que no podíamos correr riesgos y que algún inmortal me reconociese en el local y descubriese mi tapadera una vez dentro. La acumulación de adrenalina que sentía en todo mi ser por no salir a cazar era mala compañera y yo, que no tenía un buen dominio en eso de controlar mis impulsos más primarios, me había convertido en una bomba de relojería con patas, y falda.
Porque, por si no tenía bastante con meterme de lleno en la boca del lobo, o mejor dicho del vampiro, sin ir armada como a mí me gustaba, tenía que sumarle que debía de vestir como cualquier dama de la ciudad, es decir, con un ceñido corsé que apenas me dejaba respirar y una incómoda falda que me impedía caminar de forma normal sin tropezarme con ella.
De todas formas, durante el trayecto en carruaje, escuchando las últimas recomendaciones de mi maestro, hasta llegar al lugar donde aquella noche comenzaría mi “nueva vida” durante un tiempo indefinido, decidí sujetar varias dagas y un par de estacas a esas ligas inventadas por el demonio y que llevaba bajo la falda del vestido. Si me descubrían por el motivo que fuese, (lo más probable es que estallase al ver tanto vampiro junto), al menos tendría la oportunidad de defenderme y llevarme a alguno por delante antes de caer yo.
Respiré hondo antes de acercarme a la puerta y confirmarle a un corpulento hombre que se apostaba en la entrada permitiendo el paso a quien creía conveniente, que el señor Vecchio me estaba esperando para una entrevista de trabajo. Desconocía como habían concertado esa cita, pero al parecer no fue necesaria mayor insistencia, pues pocos minutos después y ante mi mirada de estupefacción por lo lujoso del lugar, llegamos hasta una puerta de madera noble que fue golpeada por el guardián del infierno que me había acompañado. Mi mirada recorrió lo poco que con esa tenue luz se podía observar, donde los tapizados rojizos y la ornamentación dorada le daban al local un aspecto refinado e increíblemente acogedor. La puerta se abrió para mí, y con un gesto de su mano, el hombre corpulento me indicó que podía pasar, cerrando ésta tras de mí.
No pude evitar dar un respingo al escuchar la puerta cerrarse, volviendo a la realidad que por un momento había abandonado y centrar toda mi atención en ese ser poderoso que me miraba con la profundidad de esos ojos ¿de dos colores?¿cómo los perros? Sacudí la cabeza para concentrarme de nuevo en él, avanzando unos pasos hasta llegar al lugar donde me cedió una silla para sentarme. El tono de su voz me envolvió durante unos segundos y pensé que toda la misión se iría al traste antes de empezar.
-Señorita Connery, Samara Connery.- respondí con prontitud, tomando asiento y sintiendo como podía sentir su poderosa aura sin la necesidad de tener que verla. Debía acordarme de ese nombre que tantas veces me había repetido frente al espejo, o capaz sería de no responder si me llamaban por este.- He venido a solicitar un puesto como camarera en su encantador local, señor Vecchio, si es que tiene alguno disponible y le convence mi experiencia en este empleo.
Podía sentir como me temblaba la voz y el nerviosismo por no ir vestida como de costumbre y armada hasta los dientes, me estaba pasando una mala jugada. Solo esperaba que el vampiro lo tomase como algo normal en una joven que va a pedir empleo, y no que dudase de mis intenciones sobre mí solicitud de éste. Lo más divertido iba a ser cuando descubriese que no había trabajado de camarera en mi vida, que risas nos íbamos a echar.
Desde que había aceptado la misión había tratado de evitar dejarme ver por la zona comercial cuando salía de caza, incluso las partidas a las que acompañaba se habían visto reducidas debido a que no podíamos correr riesgos y que algún inmortal me reconociese en el local y descubriese mi tapadera una vez dentro. La acumulación de adrenalina que sentía en todo mi ser por no salir a cazar era mala compañera y yo, que no tenía un buen dominio en eso de controlar mis impulsos más primarios, me había convertido en una bomba de relojería con patas, y falda.
Porque, por si no tenía bastante con meterme de lleno en la boca del lobo, o mejor dicho del vampiro, sin ir armada como a mí me gustaba, tenía que sumarle que debía de vestir como cualquier dama de la ciudad, es decir, con un ceñido corsé que apenas me dejaba respirar y una incómoda falda que me impedía caminar de forma normal sin tropezarme con ella.
De todas formas, durante el trayecto en carruaje, escuchando las últimas recomendaciones de mi maestro, hasta llegar al lugar donde aquella noche comenzaría mi “nueva vida” durante un tiempo indefinido, decidí sujetar varias dagas y un par de estacas a esas ligas inventadas por el demonio y que llevaba bajo la falda del vestido. Si me descubrían por el motivo que fuese, (lo más probable es que estallase al ver tanto vampiro junto), al menos tendría la oportunidad de defenderme y llevarme a alguno por delante antes de caer yo.
Respiré hondo antes de acercarme a la puerta y confirmarle a un corpulento hombre que se apostaba en la entrada permitiendo el paso a quien creía conveniente, que el señor Vecchio me estaba esperando para una entrevista de trabajo. Desconocía como habían concertado esa cita, pero al parecer no fue necesaria mayor insistencia, pues pocos minutos después y ante mi mirada de estupefacción por lo lujoso del lugar, llegamos hasta una puerta de madera noble que fue golpeada por el guardián del infierno que me había acompañado. Mi mirada recorrió lo poco que con esa tenue luz se podía observar, donde los tapizados rojizos y la ornamentación dorada le daban al local un aspecto refinado e increíblemente acogedor. La puerta se abrió para mí, y con un gesto de su mano, el hombre corpulento me indicó que podía pasar, cerrando ésta tras de mí.
No pude evitar dar un respingo al escuchar la puerta cerrarse, volviendo a la realidad que por un momento había abandonado y centrar toda mi atención en ese ser poderoso que me miraba con la profundidad de esos ojos ¿de dos colores?¿cómo los perros? Sacudí la cabeza para concentrarme de nuevo en él, avanzando unos pasos hasta llegar al lugar donde me cedió una silla para sentarme. El tono de su voz me envolvió durante unos segundos y pensé que toda la misión se iría al traste antes de empezar.
-Señorita Connery, Samara Connery.- respondí con prontitud, tomando asiento y sintiendo como podía sentir su poderosa aura sin la necesidad de tener que verla. Debía acordarme de ese nombre que tantas veces me había repetido frente al espejo, o capaz sería de no responder si me llamaban por este.- He venido a solicitar un puesto como camarera en su encantador local, señor Vecchio, si es que tiene alguno disponible y le convence mi experiencia en este empleo.
Podía sentir como me temblaba la voz y el nerviosismo por no ir vestida como de costumbre y armada hasta los dientes, me estaba pasando una mala jugada. Solo esperaba que el vampiro lo tomase como algo normal en una joven que va a pedir empleo, y no que dudase de mis intenciones sobre mí solicitud de éste. Lo más divertido iba a ser cuando descubriese que no había trabajado de camarera en mi vida, que risas nos íbamos a echar.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: ¿Quién teme al lobo feroz? [Maggie Craig]
-Señorita Connery... -Pronuncia aquel nombre con su particular tono de voz, él era el depredador perfecto, desde su tono de voz hasta su aroma era atrayente para cualquier víctima mortal.
Su voz era suave, acariciadora y a la vez excitante en el aire que la transportaba. Lucciano no podía decirte que tenía un físico de envidiar, a pesar de que le faltaba cierto atractivo, pero su voz... Su voz era su rasgo más distinto, tanto ahora como antes cuando era un simple mortal. Su timbre de voz tenía un algo que lo hacía apetecible.
Joven, insegura, solo pedía un puesto simple, ningún servicio más. ¿Le haría falta una persona como aquella cuando sus chicas solía ofrecer sus habilidades aparte de la de servir copas?
Habría que ponerle a prueba.
Silencio. Incómodo. Tenso.
Acercándose tranquilo, aquellos ojos claros y de colores dispares se paseaban de arriba abajo por la figura de la joven describiéndola para sí. "Bonita" Pensó al sostener por un instante y con aquella suavidad propia de él uno de sus mechones de pelo.
Comenzó pasearse a su alrededor silencioso, aspiró el aroma que ella desprendía, y no solo el aparente, sino el olor de su sangre circulando bajo su piel, bombeado por aquel joven corazón que latía deprisa y enervado.
Lucciano sin darse cuenta paladeo al pensar en su sabor, al fin y al cabo, por naturaleza era un depredador insaciable.
-Supongo que si ha llegado hasta aquí, esta al tanto de "qué tipo" de local es.. -Si se refería a la naturaleza sobrenatural de sus clientes, y la infinidad de servicios que ofrecían. -¿Sólo es dinero lo que busca u otra cosa?
Se detuvo delante de ella, sus dedos sostuvieron un instante la barbilla de ella obligándole a alzar su rostro hacía él y que le mirase directamente a los ojos.
-Bien, pongamos a prueba su endereza... Desnúdese.
Su voz era suave, acariciadora y a la vez excitante en el aire que la transportaba. Lucciano no podía decirte que tenía un físico de envidiar, a pesar de que le faltaba cierto atractivo, pero su voz... Su voz era su rasgo más distinto, tanto ahora como antes cuando era un simple mortal. Su timbre de voz tenía un algo que lo hacía apetecible.
Joven, insegura, solo pedía un puesto simple, ningún servicio más. ¿Le haría falta una persona como aquella cuando sus chicas solía ofrecer sus habilidades aparte de la de servir copas?
Habría que ponerle a prueba.
Silencio. Incómodo. Tenso.
Acercándose tranquilo, aquellos ojos claros y de colores dispares se paseaban de arriba abajo por la figura de la joven describiéndola para sí. "Bonita" Pensó al sostener por un instante y con aquella suavidad propia de él uno de sus mechones de pelo.
Comenzó pasearse a su alrededor silencioso, aspiró el aroma que ella desprendía, y no solo el aparente, sino el olor de su sangre circulando bajo su piel, bombeado por aquel joven corazón que latía deprisa y enervado.
Lucciano sin darse cuenta paladeo al pensar en su sabor, al fin y al cabo, por naturaleza era un depredador insaciable.
-Supongo que si ha llegado hasta aquí, esta al tanto de "qué tipo" de local es.. -Si se refería a la naturaleza sobrenatural de sus clientes, y la infinidad de servicios que ofrecían. -¿Sólo es dinero lo que busca u otra cosa?
Se detuvo delante de ella, sus dedos sostuvieron un instante la barbilla de ella obligándole a alzar su rostro hacía él y que le mirase directamente a los ojos.
-Bien, pongamos a prueba su endereza... Desnúdese.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/06/2014
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Re: ¿Quién teme al lobo feroz? [Maggie Craig]
Ese nombre ficticio e inventado por mí días antes para no delatarme como cazadora, sonaba de forma totalmente distinta si eran sus labios quienes lo pronunciaban. Abrí la boca inconscientemente y un ligero jadeo salió de ésta, provocado por la intensa sensación de escuchar esas palabras acariciadas por su envolvente voz. Era consciente de que todo esto era una parte de esos dones y engaños, para mí maldiciones, que muchos inmortales y otros tantos hechiceros poseían. Detestaba a ambos a partes iguales y durante un breve espacio de tiempo pensé retomar de nuevo el control sobre mis actos. Pero como una tonta, me dejé llevar una vez más por esa excitación que provocaba su cercanía y su atrayente voz, que me empujaba a él como abeja a la miel.
-He de confesarle, señor Vecchio, que sabía de antemano las particularidades de su negocio antes de presentarme ante usted. De modo que puedo asegurarle mi más absoluta discreción sobre lo que suceda en el interior de éste. No debe preocuparse por mí en ese sentido.- especialmente porque si me iba de la lengua lo mejor que me podría suceder era convertirme en la cena de uno de esos desgraciados que acudían a ese enigmático local cada noche. Su siguiente pregunta me dejó un tanto desconcertada, aunque el hecho de que pareciese que la entrevista fuese sucediendo sin más incidentes parecía amilanar mi nerviosismo.- No comprendo exactamente a que se refiere con cuáles son mis intereses al trabajar aquí más, claro está, recibir un salario mensual por mis servicios.
Y si era posible, clavar alguna que otra estaca a la salida del trabajo. Me planteé si el vampiro tendría la capacidad de leer la mente como otros que había conocido con anterioridad. A buenas horas me hacía esa pregunta. Si estaba en lo cierto, era cazadora muerta antes de comenzar si quiera mi misión. Se acercó a mí con calma, sumidos ambos en un incómodo silencio que me hizo tragar saliva varias veces. Entre sus dedos jugaba con uno de mis mechones y sentí como todo mi ser se estremecía por su cercanía, por como su fría y suave mano acariciaba mi barbilla para dirigir mi mirada, hasta ahora perdida en el suelo, hacia sus penetrantes ojos bicolor. Suspiré despacio al notar como su letalidad me sometía y de pronto dejé de respirar cuando escuché su siguiente orden.
-No comprendo bien qué necesidad tiene de verme desnuda ya que, como le he explicado en un principio, mi deseo es trabajar únicamente como camarera.- en esta ocasión no era necesario que me mantuviese sujeta la barbilla para que mis ojos se dirigiesen hacia él, pues un remolino de sensaciones se peleaban por salir y clavarle una estaca en su perturbado corazón, me empujaba a sacar ese carácter de cazadora que en más de una ocasión me había provocado más de un problema. Solté el aire con calma, pensando que esa misión no era solo mía, que otros dependían de mi entereza, y haciendo de tripas corazón me levanté colocándome frente a él.- Si desea comprobar la mercancía antes de comprarla, lo comprendo. Pero recuerde una cosa, se mira pero no se toca. Y ahora si quiere que proceda a desnudarme, dese la vuelta al menos.
Necesitaba un poco de intimidad para deshacerme de todas las armas que llevaba bajo la falda del vestido o mi tapadera de camarera se iría al traste, y probablemente con ella mi existencia. Tendría que haberme despedido de mis seres queridos antes de aceptar aquella misión que hacía aguas por todas partes.
-He de confesarle, señor Vecchio, que sabía de antemano las particularidades de su negocio antes de presentarme ante usted. De modo que puedo asegurarle mi más absoluta discreción sobre lo que suceda en el interior de éste. No debe preocuparse por mí en ese sentido.- especialmente porque si me iba de la lengua lo mejor que me podría suceder era convertirme en la cena de uno de esos desgraciados que acudían a ese enigmático local cada noche. Su siguiente pregunta me dejó un tanto desconcertada, aunque el hecho de que pareciese que la entrevista fuese sucediendo sin más incidentes parecía amilanar mi nerviosismo.- No comprendo exactamente a que se refiere con cuáles son mis intereses al trabajar aquí más, claro está, recibir un salario mensual por mis servicios.
Y si era posible, clavar alguna que otra estaca a la salida del trabajo. Me planteé si el vampiro tendría la capacidad de leer la mente como otros que había conocido con anterioridad. A buenas horas me hacía esa pregunta. Si estaba en lo cierto, era cazadora muerta antes de comenzar si quiera mi misión. Se acercó a mí con calma, sumidos ambos en un incómodo silencio que me hizo tragar saliva varias veces. Entre sus dedos jugaba con uno de mis mechones y sentí como todo mi ser se estremecía por su cercanía, por como su fría y suave mano acariciaba mi barbilla para dirigir mi mirada, hasta ahora perdida en el suelo, hacia sus penetrantes ojos bicolor. Suspiré despacio al notar como su letalidad me sometía y de pronto dejé de respirar cuando escuché su siguiente orden.
-No comprendo bien qué necesidad tiene de verme desnuda ya que, como le he explicado en un principio, mi deseo es trabajar únicamente como camarera.- en esta ocasión no era necesario que me mantuviese sujeta la barbilla para que mis ojos se dirigiesen hacia él, pues un remolino de sensaciones se peleaban por salir y clavarle una estaca en su perturbado corazón, me empujaba a sacar ese carácter de cazadora que en más de una ocasión me había provocado más de un problema. Solté el aire con calma, pensando que esa misión no era solo mía, que otros dependían de mi entereza, y haciendo de tripas corazón me levanté colocándome frente a él.- Si desea comprobar la mercancía antes de comprarla, lo comprendo. Pero recuerde una cosa, se mira pero no se toca. Y ahora si quiere que proceda a desnudarme, dese la vuelta al menos.
Necesitaba un poco de intimidad para deshacerme de todas las armas que llevaba bajo la falda del vestido o mi tapadera de camarera se iría al traste, y probablemente con ella mi existencia. Tendría que haberme despedido de mis seres queridos antes de aceptar aquella misión que hacía aguas por todas partes.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: ¿Quién teme al lobo feroz? [Maggie Craig]
Si acaso pensaba que era necio con respecto a las mentiras de sus palabras, se equivocaba. ¡Joven e inexperta! Sin querer aquel pensamiento le hizo sonríe. Ya que más sabe el diablo por viejo que por diablo, y en su caso a los de su “hermandad”, los reconocía casi a un salto de golpe.
Parecían haberlos entrenados y cortado por un mismo patrón. Su manera de moverse, sus ojos que los observan todo buscando cada detalle, incluso hasta su aroma se le hacía muy similar. Lo gracioso de aquella situación es que le daba la sensación de haberse topado con una tremenda novata, inconsciente de que tenía ante sus ojos una verdadera reliquia hecha carne. Y no era la primera vez que le enviaban tanto inquisidores como cazadores espías o intentos de asesinato, aunque no se había topado con aquel caso, iba a ser muy divertido jugar con aquella pobre niña.
-Mis camareras llevan poca ropa, y necesito que sus cuerpos sean un deleite para la vista de mis clientes. -Afirmó sin poder borrar aquella sonrisa pícara, y es que se le hacía inevitable, iba a tirar del hilo haber hasta donde era capaz de llegar aquella muchachita para no descubrir su tapadera, se le hacía divertido a la vez que excitante la situación. -Usted misma lo ha dicho, debo de “examinar” la mercancía. Soy empresario, y necesito saber que mis productos son de buena calidad sea el servicio que vayan a ofrecer.
Si, se había topado con una total novicia en su campo, llevaba rato metiendo la pata y no se estaba dando cuenta de ello. Iba a ser muy entretenido, al menos aquella noche iba a salir de su tedio y rutina, de su malhumor continuo que era tapadera de aquella pena inmensa que en el fondo de aquel oscuro corazón sentía, y todo por la marcha hacía demasiado tiempo de Lilith, y su rechazo. Literalmente se sentía con el corazón hecho trizas.
-Entre al aseo continuo, puede dejar allí su “ropa” y tomar uno de los batines, para que se sienta más cómoda. -Si al parecer era habitual que tuviese mujeres desnudas en su propia oficina para complacerle. -Esperaré. -Se dirigió a un diván que debía de ser demasiado caro, y se sentó en el sin borrar su maliciosa sonrisa.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/06/2014
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Re: ¿Quién teme al lobo feroz? [Maggie Craig]
Levantarme de mi asiento para aproximarme a él no había sido una buena idea. Podía sentir como mis piernas flaqueaban por la cercanía del inmortal, como mi corazón palpitaba a un ritmo frenético fruto del nerviosismo que sentía. Palpitar que serviría sin duda para excitarlo todavía más, y hacer de esa situación un macabro juego para él. Porque si algo había aprendido de los vampiros, es que disfrutaban del control que ejercían sobre los humanos; de esa especie de miedo y frenesí que eran capaces de causar en nosotros.
Por mi parte, no era miedo exactamente lo que albergaba en mi interior. Me sentía indefensa e impotente por no poder dejarme de pamplinas y clavarle directamente una estaca en su entumecido corazón. Contrariada por tener que bailarle el agua a un vampiro del que sabía de antemano que jugaría conmigo hasta llevarme al extremo de mi razón.
-Espero que recuerde lo que le dije con anterioridad. No me importa que me miren, pero no toleraré que me toquen.-. Exhalé con calma el aire que había retenido en mis pulmones, tratando de tranquilizarme. Sopesé bien las palabras que iban tomando forma en mi mente. Sabía que hacer público lo que estaba barajando podría traerme consecuencias irrevocables con la Orden, pero también podía ser la única forma en la que mi petición sería respetada. Una ligera sonrisa se perfiló en mis labios cuando me acordé de Kenner, y de lo que me haría si se enteraba de la misión suicida en la que me había embarcado sola.- Tal vez le interese saber que este cuerpo ya tiene dueño; y que casualmente, es uno de su misma naturaleza.
Tras dedicarle una última mirada inquisitiva, me dirigí hacia el baño continuo donde, como bien había dicho había varios batines negros de raso. Incrédula al ver que hasta el aseo era más lujoso que mi habitación en el hostal, comencé a desnudarme despacio. Ya que al final iba a salirse con la suya y me iba a ver con menos ropa de la que a mí me gustaría, que menos que hacerle esperar. Total, era inmortal; no pensaba que unos minutos más o menos le importasen demasiado.
Cuando finalmente me quité la ropa, la dejé doblada sobre un pequeño mueble, donde en su interior habían guardadas varias toallas. Entre mis pertenencias, fui depositando una a una todas las armas que llevaba escondidas, quedándome en ese preciso momento más desnuda que nunca.
No tardé en colocarme uno de esas sedosas batas y recorrer el camino andado para volver junto al inmortal que en esos momentos se encontraba recostado en un caro diván. Me coloqué frente a él, y arrastrando mis palabras fruto de la tensión que sentía en el cuerpo, me dirigí a él.- ¿Y bien? ¿Esto era lo que quería?- esperaba que hubiese sopesado mi revelación durante mi ausencia, y que el hecho de pertenecer a otro vampiro le hiciese barajar si era buena idea jugar conmigo de esa forma. Sabía que algunos inmortales eran muy territoriales en esas cosas; esperaba que se cumpliese también con éste.
Por mi parte, no era miedo exactamente lo que albergaba en mi interior. Me sentía indefensa e impotente por no poder dejarme de pamplinas y clavarle directamente una estaca en su entumecido corazón. Contrariada por tener que bailarle el agua a un vampiro del que sabía de antemano que jugaría conmigo hasta llevarme al extremo de mi razón.
-Espero que recuerde lo que le dije con anterioridad. No me importa que me miren, pero no toleraré que me toquen.-. Exhalé con calma el aire que había retenido en mis pulmones, tratando de tranquilizarme. Sopesé bien las palabras que iban tomando forma en mi mente. Sabía que hacer público lo que estaba barajando podría traerme consecuencias irrevocables con la Orden, pero también podía ser la única forma en la que mi petición sería respetada. Una ligera sonrisa se perfiló en mis labios cuando me acordé de Kenner, y de lo que me haría si se enteraba de la misión suicida en la que me había embarcado sola.- Tal vez le interese saber que este cuerpo ya tiene dueño; y que casualmente, es uno de su misma naturaleza.
Tras dedicarle una última mirada inquisitiva, me dirigí hacia el baño continuo donde, como bien había dicho había varios batines negros de raso. Incrédula al ver que hasta el aseo era más lujoso que mi habitación en el hostal, comencé a desnudarme despacio. Ya que al final iba a salirse con la suya y me iba a ver con menos ropa de la que a mí me gustaría, que menos que hacerle esperar. Total, era inmortal; no pensaba que unos minutos más o menos le importasen demasiado.
Cuando finalmente me quité la ropa, la dejé doblada sobre un pequeño mueble, donde en su interior habían guardadas varias toallas. Entre mis pertenencias, fui depositando una a una todas las armas que llevaba escondidas, quedándome en ese preciso momento más desnuda que nunca.
No tardé en colocarme uno de esas sedosas batas y recorrer el camino andado para volver junto al inmortal que en esos momentos se encontraba recostado en un caro diván. Me coloqué frente a él, y arrastrando mis palabras fruto de la tensión que sentía en el cuerpo, me dirigí a él.- ¿Y bien? ¿Esto era lo que quería?- esperaba que hubiese sopesado mi revelación durante mi ausencia, y que el hecho de pertenecer a otro vampiro le hiciese barajar si era buena idea jugar conmigo de esa forma. Sabía que algunos inmortales eran muy territoriales en esas cosas; esperaba que se cumpliese también con éste.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: ¿Quién teme al lobo feroz? [Maggie Craig]
Mención de otro vampiro, y eso hizo que sonriese con más interés, ¿ella le iba a poner límites y muro cuando tenía a más de medio París aterrorizada con su presencia? En un pasado había sido político y estratega, y lo primero que hizo cuando salió de aquella tumba de plata que solo había soportado sus gritos durante siglos en aquella cárcel de la inquisición. Fue dominar los distintos terrenos dentro del mundo sobrenatural.
Había matado a otros vampiros y se había hecho con sus zonas, extorsionado, llegado a tratos no solo con los suyos sino con licántropos y otras especies. Sabía que se hacía mejor que nadie, tenía su fama y había infundado respeto y temor. ¿Y la única arma que tenía para advertirle era amenazarle que otro era dueño de su cuerpo? Aquello le hizo reír soberanamente.
- ¿Y eso señorita qué cambia? ¿Acaso me amenaza? Porque es la amenaza más absurda que he podido escuchar hoy, y suelo escuchar muchas. -Se encogió de hombros como si le importantes que tuviese dueño o marca, no la había hecho su esclava no notaba ni su sangre ni su olor marcar la piel de aquella pequeña espía.
Paciencia infinita y manos entrelazadas en su espera, no se movió ni un ápice en cuanto ella se dispuso delante de ella con una de aquellas caras batas de seda oriental.
-Fuera bata. -Le afirma mientras se levanta y tira de ella para dejarla completamente desnuda, sus ojos de colores dispares la observan con detalle meditabundo.
El silencio es largo, es tan tenso que puede cortar el mismo aire por el que se respira. El gusto del vampiro suele entrar por sus ojos, le da mucho valor a lo estético ya que esto le llena demasiado, le hace sentirse humano.
Pasos silenciosos, su mano toma la barbilla de la joven y le obliga a que la alce, luego su mano abierta pasa por encima de su piel, cerca, pero nunca llega a rozarla, aunque ella puede notar el leve calor que su piel templada desprende. Si, es un vampiro, debería tener la piel helada pero, al igual que su hacedora Lakme, sabe el secreto para crear la ilusión adaptando máscara de humanidad.
Recorre su cuello, por encima de sus clavículas, su hombre, y dibuja sus pechos, llegando a su vientre y se detiene sobre su sexo… Traga saliva, es tentador, y mira con diversión a la joven, está temblando. Caderas y principio del trasero, su dedo corazón se atreve y roza la línea central de su espalda y finaliza en su nuca.
-Vístete, y esconde bien esas “armas”, no quieras ser descubierta. -Si, sabía mas de la cuenta.
Había matado a otros vampiros y se había hecho con sus zonas, extorsionado, llegado a tratos no solo con los suyos sino con licántropos y otras especies. Sabía que se hacía mejor que nadie, tenía su fama y había infundado respeto y temor. ¿Y la única arma que tenía para advertirle era amenazarle que otro era dueño de su cuerpo? Aquello le hizo reír soberanamente.
- ¿Y eso señorita qué cambia? ¿Acaso me amenaza? Porque es la amenaza más absurda que he podido escuchar hoy, y suelo escuchar muchas. -Se encogió de hombros como si le importantes que tuviese dueño o marca, no la había hecho su esclava no notaba ni su sangre ni su olor marcar la piel de aquella pequeña espía.
Paciencia infinita y manos entrelazadas en su espera, no se movió ni un ápice en cuanto ella se dispuso delante de ella con una de aquellas caras batas de seda oriental.
-Fuera bata. -Le afirma mientras se levanta y tira de ella para dejarla completamente desnuda, sus ojos de colores dispares la observan con detalle meditabundo.
El silencio es largo, es tan tenso que puede cortar el mismo aire por el que se respira. El gusto del vampiro suele entrar por sus ojos, le da mucho valor a lo estético ya que esto le llena demasiado, le hace sentirse humano.
Pasos silenciosos, su mano toma la barbilla de la joven y le obliga a que la alce, luego su mano abierta pasa por encima de su piel, cerca, pero nunca llega a rozarla, aunque ella puede notar el leve calor que su piel templada desprende. Si, es un vampiro, debería tener la piel helada pero, al igual que su hacedora Lakme, sabe el secreto para crear la ilusión adaptando máscara de humanidad.
Recorre su cuello, por encima de sus clavículas, su hombre, y dibuja sus pechos, llegando a su vientre y se detiene sobre su sexo… Traga saliva, es tentador, y mira con diversión a la joven, está temblando. Caderas y principio del trasero, su dedo corazón se atreve y roza la línea central de su espalda y finaliza en su nuca.
-Vístete, y esconde bien esas “armas”, no quieras ser descubierta. -Si, sabía mas de la cuenta.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/06/2014
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: ¿Quién teme al lobo feroz? [Maggie Craig]
Mi mirada de incredulidad lo decía todo cuando el inmortal, no satisfecho con verme vestida con tan solo una fina bata de seda que dejaba poco a la imaginación, me ordenó que me despojase de ésta para que me quedase como mi madre me trajo al mundo.- A él no le gustará esto. Debería saber que no es buena idea tocar los juguetes de otro ser como vos..- susurré nerviosa con la esperanza de que reconsiderase de nuevo sus intenciones. Tragué saliva en un intento por recuperar las fuerzas necesarias para oponerme, tratando de pensar que es lo que había salido mal en esa amenaza que había expuesto con la seguridad de que surtiría efecto. Me gustase o no, yo ya tenía dueño, o al menos mi corazón lo tenía. Si se atrevía a tocarme un solo pelo, mi psicópata inmortal entraría en cólera y no solo quemaría el local con Lucciano dentro, sino que extendería su ira contra el resto de París. Suspiré despacio imaginando la ciudad en llamas por mi culpa; no había que darle a Kenner muchas más excusas para que sembrase el caos más absoluto.
Antes de que mi negación de obedecer tal orden saliese de mis labios, el vampiro se puso en pie recorriendo la breve distancia que nos separaba, y con tan solo un rápido y eficaz movimiento, arrancó de mi cuerpo la bata que hasta entonces me cubría. Un jadeo salió de mis labios por la impresión que me causó; las cosas no podían estar saliendo peor, y allí estaba yo, desnuda por completo y sin un arma con el que hacer frente al vampiro si decidía que además de deleitarse con la vista quería también hacerlo de otra forma. Estaba claro que no aprendía de mis errores, razón por la cual en cuanto saliese de allí me daría de bofetadas por estúpida.
Mi mirada cargada de frustración lo decía todo mientras observaba como sus manos pasaban temerariamente sobre mi cuerpo, que se tensó de tal forma que cada músculo quedó engarrotado y endurecido. ¿Cómo era posible que emanasen calidez si los vampiros estaban más muertos que Tutankamon? El resto de inmortales que había conocido tenían la piel pálida y helada; sin embargo éste era capaz de transmitirme su calor incluso manteniendo su tacto a unos milímetros de distancia.
Un ligero temblor se apoderó de mi cuerpo cuando sus manos se acercaron a las partes más comprometidas de mi anatomía. Tuve como un rápido dejuve, la sensación de estar de nuevo ante la merced de un vampiro con pocas o nulas posibilidades de salir con vida de allí. Pero juraría que fue cuando su dedo recorrió mi espalda desde la base hasta la nuca, que dejé de respirar por completo. Cerré los ojos presa de un nerviosismo irracional, sintiendo como no solo mi corazón ya desbocado desde hacía minutos amenazaba con salirse del pecho, sino que mi respiración se entrecortaba de tal forma que pequeños jadeos salían de mis labios.
Mis ojos se abrieron al escucharle hablar de nuevo. ¿Me podía vestir ya? ¿No me iba a morder ni nada de eso? La incredulidad y desconfianza acudieron a mi mirada, que lo observaba con recelo. Me mordí el labio nerviosa, y tomando la bata que se había quedado en el suelo, salí corriendo de allí para vestirme en el cuarto de baño.
¿Cómo era posible que hubiese sabido lo de las armas?, pensé mientras las colocaba una por una en sus respectivos lugares. Era imposible a no ser que fuese capaz de leer la mente, en cuyo caso, estaba en un buen lío. Esta vez no me demoré, y en cuanto estuve vestida decentemente, volví a su despacho.
-Por como paseaba su mirada por mi cuerpo, diría que he pasado la prueba con matrícula de honor.- sentencié con seguridad en la voz colocándome frente a él, estaba vez sin ningún tipo de miedo. Seguridad que me había sido devuelta en cuanto sentí de nuevo las armas rozando mis muslos. - ¿Y bien? ¿Cuándo empiezo?-Después de la situación tan comprometida por la que me había hecho pasar, estaba decidida a conseguir ese trabajo como fuese.
Antes de que mi negación de obedecer tal orden saliese de mis labios, el vampiro se puso en pie recorriendo la breve distancia que nos separaba, y con tan solo un rápido y eficaz movimiento, arrancó de mi cuerpo la bata que hasta entonces me cubría. Un jadeo salió de mis labios por la impresión que me causó; las cosas no podían estar saliendo peor, y allí estaba yo, desnuda por completo y sin un arma con el que hacer frente al vampiro si decidía que además de deleitarse con la vista quería también hacerlo de otra forma. Estaba claro que no aprendía de mis errores, razón por la cual en cuanto saliese de allí me daría de bofetadas por estúpida.
Mi mirada cargada de frustración lo decía todo mientras observaba como sus manos pasaban temerariamente sobre mi cuerpo, que se tensó de tal forma que cada músculo quedó engarrotado y endurecido. ¿Cómo era posible que emanasen calidez si los vampiros estaban más muertos que Tutankamon? El resto de inmortales que había conocido tenían la piel pálida y helada; sin embargo éste era capaz de transmitirme su calor incluso manteniendo su tacto a unos milímetros de distancia.
Un ligero temblor se apoderó de mi cuerpo cuando sus manos se acercaron a las partes más comprometidas de mi anatomía. Tuve como un rápido dejuve, la sensación de estar de nuevo ante la merced de un vampiro con pocas o nulas posibilidades de salir con vida de allí. Pero juraría que fue cuando su dedo recorrió mi espalda desde la base hasta la nuca, que dejé de respirar por completo. Cerré los ojos presa de un nerviosismo irracional, sintiendo como no solo mi corazón ya desbocado desde hacía minutos amenazaba con salirse del pecho, sino que mi respiración se entrecortaba de tal forma que pequeños jadeos salían de mis labios.
Mis ojos se abrieron al escucharle hablar de nuevo. ¿Me podía vestir ya? ¿No me iba a morder ni nada de eso? La incredulidad y desconfianza acudieron a mi mirada, que lo observaba con recelo. Me mordí el labio nerviosa, y tomando la bata que se había quedado en el suelo, salí corriendo de allí para vestirme en el cuarto de baño.
¿Cómo era posible que hubiese sabido lo de las armas?, pensé mientras las colocaba una por una en sus respectivos lugares. Era imposible a no ser que fuese capaz de leer la mente, en cuyo caso, estaba en un buen lío. Esta vez no me demoré, y en cuanto estuve vestida decentemente, volví a su despacho.
-Por como paseaba su mirada por mi cuerpo, diría que he pasado la prueba con matrícula de honor.- sentencié con seguridad en la voz colocándome frente a él, estaba vez sin ningún tipo de miedo. Seguridad que me había sido devuelta en cuanto sentí de nuevo las armas rozando mis muslos. - ¿Y bien? ¿Cuándo empiezo?-Después de la situación tan comprometida por la que me había hecho pasar, estaba decidida a conseguir ese trabajo como fuese.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
- Mensajes : 357
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: ¿Quién teme al lobo feroz? [Maggie Craig]
Notar como se estremece bajo sus dedos, al fin y al cabo, cuando Vecchio la observa puede ver aun una niña que quiere demostrar ser una fiera mujer entre los suyos. Muy entrenada seguramente en el arte de la lucha, pero poco experimentada en los que quehaceres que la vida es capaz de ponerle por delante.
De nueve insiste sobre aquel vampiro, y se llama así misma “juguete”, le suena a propiedad. A él no le gusta usar ese término con sus “esclavos de sangre”, porque para él son personas libres que él con su poder e influencia le está dando la oportunidad de escapar de una vida, o regalándole la oportunidad de cumplir un sueño. Lucciano no se considera un carcelero, más un libertador, aunque para ello tenga que usar métodos de esclavista. Pero es que viviendo en una sociedad que ya de por sí pone etiquetas, pues aún sigue luchando por los ideales que su padre le había inculcado de niño, y aquel dogma que de la hermandad a la que pertenecía en su humanidad, donde la tolerancia entre distintas naturalezas era capaz de coexistir.
Se llama “juguete”, y él lo achaca a su inocencia, otra humana que ha caído en las redes de un depredador que la ha encandilado con alguna bonita historia de amor. Esa historia le suena, la diferencia es que Lilith no era un juguete, Lilith era su igual, iba a ser su compañera de vida, iba estar por encima de él porque le amaba y quería que fuese una inmortal perfecta. Pero no, ella se arrepintió y fue otra vida su deseo, ¿qué puedes hacer en una situación como aquella? Ser generoso, y regalarle la libertad, porque, al fin y al cabo, y a pesar de tener otra vez en corazón roto, no sería capaz de odiarla.
- ¿Qué ocurre? Acaso creías que iba a lanzarte contra mi escritorio y tomarte por la fuerza… ¿Qué tipo de monstruo crees que soy? -Le sonrió divertido al ver su incredulidad y desconfianza, mientras la ve desparecer por un momento para vestirse. -Me llena de curiosidad por conocer a tu “amigo” que no le gusta que toquen sus “juguetes”.
Ella regresa, estar armada hasta los dientes le ha de nuevo posicionarse en un estatus de confianza propia que él considera un poco imprudente. Por mucho que tuviese escondido entre aquella ropa, no significaba para nada que él hubiese dejado de ser aquel depredador peligroso que era de por sí. Cazadores e inquisidores con más experiencias habían intentado terminar con su vida fracasando.
-Es curioso que uses el término “juguete”, creía que los “cazadores” no podíais pertenecer a aquellos que con tanta pasión perseguís… -Se aproxima demasiado, su voz sigue con ese tono hechizante, la aparta un mechón de su cabello. Si la mira bien, su físico le recuerda demasiado a esa persona… Sus hijos heredaron ciertos rasgos de ella, y aún sigue viéndolo en sus descendientes, pero ella es casi calcada a la que fue si esposa. -No cantes victoria, te queda una prueba nada más dentro del examen. -Mano que se poso en su espalda y bajo a su cintura pegándola a su cuerpo, ojos de colores dispares que se clavaron en los de ella, ahora se iba a divertir un poco. -Te pareces mucho a alguien que conocí en otra vida... -Le susurran sus labios próximos a los ajenos, uso de su mente e influjo para paralizar su cuerpo, es un depredador, es una araña que atrapa a su presa en sus hilos.
Sus labios acarician los cálidos y ajenos, con un roce al principio efímero, puede sentir su aliento contra el suyo, su corazón diminuto en aquel pecho que se mece en su vaivén nervioso.
Deleite paseo de su boca superficial sobre la suya, la dibujo dejando un rastro escalofriante y a la vez excitante, es detenido en su quietud para luego pegarlo con fuerza apasionada, y su lengua buscar la ajena. Ahora es un títere entre sus manos, cuando sus brazos la rodean y pegan a su cuerpo aferrándola y haciendo lo que quiere con ella.
Son segundos o minutos… Pero él se dedica a ella en ese tiempo, regalándole su aliento gélido y aquella intensidad provocadora.
Frente que se queda pegada a la de ella, en cuanto rompe su contacto y ojos que la mira por unos segundos silenciosos en un gesto indescifrable y demasiado humano. Luego la suelta, y al escucha jadear por culpa de haberle robado el aliento en forma de beso.
-Puedes empezar esta misma noche, te darán el uniforme fuera y te dirán dónde te alojaras. Además de quien será tu tutor, exijo que mis empleados me hablen en el latín clásico. Si lo deseas puedes marcharte, sino espero preguntas.
De nueve insiste sobre aquel vampiro, y se llama así misma “juguete”, le suena a propiedad. A él no le gusta usar ese término con sus “esclavos de sangre”, porque para él son personas libres que él con su poder e influencia le está dando la oportunidad de escapar de una vida, o regalándole la oportunidad de cumplir un sueño. Lucciano no se considera un carcelero, más un libertador, aunque para ello tenga que usar métodos de esclavista. Pero es que viviendo en una sociedad que ya de por sí pone etiquetas, pues aún sigue luchando por los ideales que su padre le había inculcado de niño, y aquel dogma que de la hermandad a la que pertenecía en su humanidad, donde la tolerancia entre distintas naturalezas era capaz de coexistir.
Se llama “juguete”, y él lo achaca a su inocencia, otra humana que ha caído en las redes de un depredador que la ha encandilado con alguna bonita historia de amor. Esa historia le suena, la diferencia es que Lilith no era un juguete, Lilith era su igual, iba a ser su compañera de vida, iba estar por encima de él porque le amaba y quería que fuese una inmortal perfecta. Pero no, ella se arrepintió y fue otra vida su deseo, ¿qué puedes hacer en una situación como aquella? Ser generoso, y regalarle la libertad, porque, al fin y al cabo, y a pesar de tener otra vez en corazón roto, no sería capaz de odiarla.
- ¿Qué ocurre? Acaso creías que iba a lanzarte contra mi escritorio y tomarte por la fuerza… ¿Qué tipo de monstruo crees que soy? -Le sonrió divertido al ver su incredulidad y desconfianza, mientras la ve desparecer por un momento para vestirse. -Me llena de curiosidad por conocer a tu “amigo” que no le gusta que toquen sus “juguetes”.
Ella regresa, estar armada hasta los dientes le ha de nuevo posicionarse en un estatus de confianza propia que él considera un poco imprudente. Por mucho que tuviese escondido entre aquella ropa, no significaba para nada que él hubiese dejado de ser aquel depredador peligroso que era de por sí. Cazadores e inquisidores con más experiencias habían intentado terminar con su vida fracasando.
-Es curioso que uses el término “juguete”, creía que los “cazadores” no podíais pertenecer a aquellos que con tanta pasión perseguís… -Se aproxima demasiado, su voz sigue con ese tono hechizante, la aparta un mechón de su cabello. Si la mira bien, su físico le recuerda demasiado a esa persona… Sus hijos heredaron ciertos rasgos de ella, y aún sigue viéndolo en sus descendientes, pero ella es casi calcada a la que fue si esposa. -No cantes victoria, te queda una prueba nada más dentro del examen. -Mano que se poso en su espalda y bajo a su cintura pegándola a su cuerpo, ojos de colores dispares que se clavaron en los de ella, ahora se iba a divertir un poco. -Te pareces mucho a alguien que conocí en otra vida... -Le susurran sus labios próximos a los ajenos, uso de su mente e influjo para paralizar su cuerpo, es un depredador, es una araña que atrapa a su presa en sus hilos.
Sus labios acarician los cálidos y ajenos, con un roce al principio efímero, puede sentir su aliento contra el suyo, su corazón diminuto en aquel pecho que se mece en su vaivén nervioso.
Deleite paseo de su boca superficial sobre la suya, la dibujo dejando un rastro escalofriante y a la vez excitante, es detenido en su quietud para luego pegarlo con fuerza apasionada, y su lengua buscar la ajena. Ahora es un títere entre sus manos, cuando sus brazos la rodean y pegan a su cuerpo aferrándola y haciendo lo que quiere con ella.
Son segundos o minutos… Pero él se dedica a ella en ese tiempo, regalándole su aliento gélido y aquella intensidad provocadora.
Frente que se queda pegada a la de ella, en cuanto rompe su contacto y ojos que la mira por unos segundos silenciosos en un gesto indescifrable y demasiado humano. Luego la suelta, y al escucha jadear por culpa de haberle robado el aliento en forma de beso.
-Puedes empezar esta misma noche, te darán el uniforme fuera y te dirán dónde te alojaras. Además de quien será tu tutor, exijo que mis empleados me hablen en el latín clásico. Si lo deseas puedes marcharte, sino espero preguntas.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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