AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
2 participantes
Página 1 de 1.
Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
¿Qué tipo de música era aquella? El violín, además de viejo, estaba siendo maltratado por un arco y unas manos que bien podrían servir para acariciar piedras y dejar tranquilos los oídos de ebrios y sobrios. Era, en verdad, espantoso. Pero por encima de los chillidos que el supuesto músico arrancaba al instrumento, obviando la desagradable presencia de aquellos granjeros faltos de todo aseo, que entre gritos de "acaba con él", dejaban caer gotas de cerveza que manchaban sus barbas y a quien estuviera a su lado, aceptando todo eso, lo que más me desagradaba era la larga ropa de la tabernera que, según se viera, dejaba todo o nada a la imaginación.
Fuera era noche cerrada, desconocía la hora exacta. El frío era visible en los cristales que ya comenzaban a mostrar algunas muestras de escarcha, advirtiendonos a los de dentro que el calor reconfortante de la chimenea era un lujo del que debíamos disfrutar.
Mis ojos viajaban rápidos de la pelea a la tabernera, de la tabernera al vaso de vino, del vaso de vino a la estela de humo que salía de mi pipa y que camuflaba el olor del lugar. Pero mi cabeza iba caminando por senderos diferentes; entre dos mujeres, concretamente. Por un lado la tabernera. Me preguntaba como sería acabar entre sus piernas, pasar la noche y parte del día con ella y pensar entre los dos qué explicación le daría a su marido. Por otro, en cambio, la figura misteriosa de esa otra mujer, aparentemente más joven que la que servía comida y bebida, y que había visto en una actitud sospechosamente familiar en el bosque hacía un par de noches.
-Encanto...- alcé mi mano y recurrí a mi casi perfecto francés -1 botella más de vino- solicité con chulería, llamando más su atención, y añadiendo un guiño de ojos perfectamente ensayado a la petición. Al menos, una botella y media bolsita de tabaco después me harían distraerme y caer en la cama rendido. Sólo la suerte diría si sería sólo o acompañado.
Fuera era noche cerrada, desconocía la hora exacta. El frío era visible en los cristales que ya comenzaban a mostrar algunas muestras de escarcha, advirtiendonos a los de dentro que el calor reconfortante de la chimenea era un lujo del que debíamos disfrutar.
Mis ojos viajaban rápidos de la pelea a la tabernera, de la tabernera al vaso de vino, del vaso de vino a la estela de humo que salía de mi pipa y que camuflaba el olor del lugar. Pero mi cabeza iba caminando por senderos diferentes; entre dos mujeres, concretamente. Por un lado la tabernera. Me preguntaba como sería acabar entre sus piernas, pasar la noche y parte del día con ella y pensar entre los dos qué explicación le daría a su marido. Por otro, en cambio, la figura misteriosa de esa otra mujer, aparentemente más joven que la que servía comida y bebida, y que había visto en una actitud sospechosamente familiar en el bosque hacía un par de noches.
-Encanto...- alcé mi mano y recurrí a mi casi perfecto francés -1 botella más de vino- solicité con chulería, llamando más su atención, y añadiendo un guiño de ojos perfectamente ensayado a la petición. Al menos, una botella y media bolsita de tabaco después me harían distraerme y caer en la cama rendido. Sólo la suerte diría si sería sólo o acompañado.
Altair Cornwallis- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 22/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
La razón del porque mis pasos me habían llevado a aquella mugrienta taberna dejada de la mano de dios, la desconocía. Como cada tarde había estado entrenando en el bosque, practicando la puntería con mi arco y lanzando algunas afiladas dagas contra la corteza de algún árbol cercano.
Ocupaba mis noches en la búsqueda de un inmortal en particular y de otros enemigos en general, más nunca me solía alejar tanto de la ciudad como hoy. De una forma o de otra la llegada de la noche me había pillado de improvisto cerca de una aldea que no conocía, aunque como en todas ellas, estaba dotada de varias tabernas en la que calentar mi cuerpo con algún licor antes de volver a los callejones de París donde continuaría mi búsqueda.
Sin más dilación, cubrí mi cabeza con la capucha de la capa que portaba sobre los hombros, tratando de pasar desapercibida ante una jauría de hombres de las cavernas cuyos modales dejaban tanto que desear como su higiene. Detestaba el hecho de sentirme intimidada por sus miradas cuando entraba en una taberna, aunque entendía que ir con calzas de cuero y una camisola cubierta por un corsé, hacía que su atención se desviase hacia mí.
Tras cruzar el umbral de la entrada, dispuse mis pasos hasta la barra donde esperaba que, tras un rápido trago de whisky que calentase mi alma, poder reanudar mi camino hacia la ciudad. Una pelea entre varios hombres estaba teniendo lugar al fondo de la taberna, más como no iba conmigo, me concentré en el vaso de licor recién servido por el tabernero.
Estaba ensimismada en mis pensamientos de lo infructuosa que estaba siendo mi búsqueda hasta ahora, cuando percibí irracionalmente que estaba siendo observada. Con disimulo, y como si de coger una postura más cómoda tratase con mi movimiento, gire en el taburete cruzando las piernas y centré mi mirada hacia aquel lugar desde donde percibía esa sensación.
Un hombre sentado en una mesa, y que parecía flirtear con la mesonera, tenía su vista fijada en mí; hecho que me confundió sobremanera cuando nuestras miradas se cruzaron y me pilló de improvisto observándole.
Volví la vista hacia la barra, dando un nuevo trago a mi bebida, confusa por la sensación que me había causado. ¿Lo había visto antes? Había rasgos en él que me resultaban familiares, pero lo cierto es que no conocía a nadie en París.
Un tirón de mi muñeca me hizo volver a la realidad, al tiempo que me giraba desconcertada hacia el dueño de esa mano que me asiaba.
-¿Qué haces aquí tan sola?- preguntó un hombre corpulento esbozando una sonrisa en la que faltaba más de un diente.- Mis amigos y yo podemos animarte la noche.- Resoplé sabiendo que mi momento de paz y tranquilidad mientras me tomaba una copa había terminado.
-Más vale sola que mal acompañada, mi señor.- contesté tratando de zafarme de su mano, mientras que con la otra sacaba disimuladamente una daga de mi cinto.- Si no le importa, me gustaría que me devolviese la mano para poder seguir bebiendo.
Una sonrisa socarrona salió de sus labios al escuchar mis palabras, que debió entender como una afirmación a su propuesta, pues tiró de mí para acercarme hacía la mesa donde sus amigos le vitoreaban. Fue entonces cuando terminé de sacar la daga y se la clavé en el brazo, logrando así que me soltase, entre aullidos de dolor.
Entonces supe que la noche se ponía interesante, pues sus tres amigos parecían no haberse tomado muy bien mi rechazo y venían hacia mi posición. Eché la capa hacia atrás para tener mayor acceso a mis armas, y con sonrisa ladina esperé su llegada.
Ocupaba mis noches en la búsqueda de un inmortal en particular y de otros enemigos en general, más nunca me solía alejar tanto de la ciudad como hoy. De una forma o de otra la llegada de la noche me había pillado de improvisto cerca de una aldea que no conocía, aunque como en todas ellas, estaba dotada de varias tabernas en la que calentar mi cuerpo con algún licor antes de volver a los callejones de París donde continuaría mi búsqueda.
Sin más dilación, cubrí mi cabeza con la capucha de la capa que portaba sobre los hombros, tratando de pasar desapercibida ante una jauría de hombres de las cavernas cuyos modales dejaban tanto que desear como su higiene. Detestaba el hecho de sentirme intimidada por sus miradas cuando entraba en una taberna, aunque entendía que ir con calzas de cuero y una camisola cubierta por un corsé, hacía que su atención se desviase hacia mí.
Tras cruzar el umbral de la entrada, dispuse mis pasos hasta la barra donde esperaba que, tras un rápido trago de whisky que calentase mi alma, poder reanudar mi camino hacia la ciudad. Una pelea entre varios hombres estaba teniendo lugar al fondo de la taberna, más como no iba conmigo, me concentré en el vaso de licor recién servido por el tabernero.
Estaba ensimismada en mis pensamientos de lo infructuosa que estaba siendo mi búsqueda hasta ahora, cuando percibí irracionalmente que estaba siendo observada. Con disimulo, y como si de coger una postura más cómoda tratase con mi movimiento, gire en el taburete cruzando las piernas y centré mi mirada hacia aquel lugar desde donde percibía esa sensación.
Un hombre sentado en una mesa, y que parecía flirtear con la mesonera, tenía su vista fijada en mí; hecho que me confundió sobremanera cuando nuestras miradas se cruzaron y me pilló de improvisto observándole.
Volví la vista hacia la barra, dando un nuevo trago a mi bebida, confusa por la sensación que me había causado. ¿Lo había visto antes? Había rasgos en él que me resultaban familiares, pero lo cierto es que no conocía a nadie en París.
Un tirón de mi muñeca me hizo volver a la realidad, al tiempo que me giraba desconcertada hacia el dueño de esa mano que me asiaba.
-¿Qué haces aquí tan sola?- preguntó un hombre corpulento esbozando una sonrisa en la que faltaba más de un diente.- Mis amigos y yo podemos animarte la noche.- Resoplé sabiendo que mi momento de paz y tranquilidad mientras me tomaba una copa había terminado.
-Más vale sola que mal acompañada, mi señor.- contesté tratando de zafarme de su mano, mientras que con la otra sacaba disimuladamente una daga de mi cinto.- Si no le importa, me gustaría que me devolviese la mano para poder seguir bebiendo.
Una sonrisa socarrona salió de sus labios al escuchar mis palabras, que debió entender como una afirmación a su propuesta, pues tiró de mí para acercarme hacía la mesa donde sus amigos le vitoreaban. Fue entonces cuando terminé de sacar la daga y se la clavé en el brazo, logrando así que me soltase, entre aullidos de dolor.
Entonces supe que la noche se ponía interesante, pues sus tres amigos parecían no haberse tomado muy bien mi rechazo y venían hacia mi posición. Eché la capa hacia atrás para tener mayor acceso a mis armas, y con sonrisa ladina esperé su llegada.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
- Mensajes : 357
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
Sin duda la tabernera estaba acostumbrada a las miradas lascivas y a los comentarios inapropiados de los clientes. Su elegante pero eficaz manera de despachar mi guiño de ojos, ese mordisco sugerente a su labio mientras me dedicaba una mirada por encima del hombro y una provocadora voz que, transformada en un susurro, me daba a entender que aquel no era el día de satisfacer mi petición pero que, quizá con suerte, otra noche sí sería la adecuada. Y así, entre el goce del tabaco fresco, el sabor afrutado del vino y el contoneo de sus caderas alejándose de mí vi como el primer entretenimiento de la noche se escapaba entre mesas y borrachos.
Pero, según decían, las casualidades no existen y en aquel momento mis ojos pudieron dar verídico testimonio de aquella afirmación. Ni la pelea entre borrachos desdentados era capaz de llamar mi atención un segundo más de lo imprescindible y hasta las caderas de la que hasta hacía unos segundos ocupaba mis fantasías, eran lo suficientemente llamativas como para captar mi interés y aunque, de nuevo, el foco de mi atención era una mujer, la curiosidad distaba mucho de ser del mismo tipo que la que me acosaba con quien servía el vino.
En efecto, nada de casualidades. Si mis sospechas estaban bien encaminadas, ante mí tenía la escena ideal que resolvería mis dudas sobre el misterio que me acechaba desde hacía un par de noches atrás. En una época en la que el poder de la mujer destacaba por lo sutil, lo subversivo y lo elegante, donde el peligro residía en lo que no decían, una mujer capaz de ensartarle el brazo a un borracho de taberna y tener la osadía de enfrentar a otros mostrando una espada era algo al alcance de muy pocas. Si a eso le añadía mi fugaz visión de una mujer despachando árboles en el bosque, amparada por la oscuridad de la noche y el oscuro de sus vestimentas a poca distancia de donde nos encontrábamos, las respuestas eran casi claras.
Era tal la tensión, que hasta el tiempo pareció detenerse; el violín ya no lloraba, la reyerta entre borrachos se había detenido en su momento álgido y la respiración de algunos pareció detenerse.
Pero lejos de todo aquello, al contrario de lo cabría esperar, una sonrisa ladina se me perfiló en los labios, expectante a lo que pudiera ocurrir cuando una de las figuras masculinas decidió avanzar un par de pasos hacia la mujer, amenazante y con ganas de cobrarse los aullidos de dolor de su compañero.
Quizá fue mi orgullo, porque el instinto protector, desde luego, no; aquella mujer no necesitaba de mi mano para que la protegieran pero, tan pronto como el bravucón se atrevió a dar un tercer paso, mi mano arrojó un cuchillo al suelo, justo entre medias de él y la figura femenina que los había desafiado. -Apuesto, mis buenos amigos, a que vuestro sentido común es mucho mejor que vuestros modales... y qué decir de vuestra higiene- pronuncié solemne, ante el silencio de la taberna, elevando mi figura enfundada en un negro tan oscuro como el carbón y mostrando a la altura de mis ojos, un nuevo cuchillo listo para ser arrojado a un objetivo de carne y hueso.
-Creo que ha quedado claro que la señorita no gusta de su compañía...- añadí colocándome al lado de ambos, formando un triángulo imaginario con nuestros cuerpos.
Pero, según decían, las casualidades no existen y en aquel momento mis ojos pudieron dar verídico testimonio de aquella afirmación. Ni la pelea entre borrachos desdentados era capaz de llamar mi atención un segundo más de lo imprescindible y hasta las caderas de la que hasta hacía unos segundos ocupaba mis fantasías, eran lo suficientemente llamativas como para captar mi interés y aunque, de nuevo, el foco de mi atención era una mujer, la curiosidad distaba mucho de ser del mismo tipo que la que me acosaba con quien servía el vino.
En efecto, nada de casualidades. Si mis sospechas estaban bien encaminadas, ante mí tenía la escena ideal que resolvería mis dudas sobre el misterio que me acechaba desde hacía un par de noches atrás. En una época en la que el poder de la mujer destacaba por lo sutil, lo subversivo y lo elegante, donde el peligro residía en lo que no decían, una mujer capaz de ensartarle el brazo a un borracho de taberna y tener la osadía de enfrentar a otros mostrando una espada era algo al alcance de muy pocas. Si a eso le añadía mi fugaz visión de una mujer despachando árboles en el bosque, amparada por la oscuridad de la noche y el oscuro de sus vestimentas a poca distancia de donde nos encontrábamos, las respuestas eran casi claras.
Era tal la tensión, que hasta el tiempo pareció detenerse; el violín ya no lloraba, la reyerta entre borrachos se había detenido en su momento álgido y la respiración de algunos pareció detenerse.
Pero lejos de todo aquello, al contrario de lo cabría esperar, una sonrisa ladina se me perfiló en los labios, expectante a lo que pudiera ocurrir cuando una de las figuras masculinas decidió avanzar un par de pasos hacia la mujer, amenazante y con ganas de cobrarse los aullidos de dolor de su compañero.
Quizá fue mi orgullo, porque el instinto protector, desde luego, no; aquella mujer no necesitaba de mi mano para que la protegieran pero, tan pronto como el bravucón se atrevió a dar un tercer paso, mi mano arrojó un cuchillo al suelo, justo entre medias de él y la figura femenina que los había desafiado. -Apuesto, mis buenos amigos, a que vuestro sentido común es mucho mejor que vuestros modales... y qué decir de vuestra higiene- pronuncié solemne, ante el silencio de la taberna, elevando mi figura enfundada en un negro tan oscuro como el carbón y mostrando a la altura de mis ojos, un nuevo cuchillo listo para ser arrojado a un objetivo de carne y hueso.
-Creo que ha quedado claro que la señorita no gusta de su compañía...- añadí colocándome al lado de ambos, formando un triángulo imaginario con nuestros cuerpos.
Altair Cornwallis- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 22/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
Era consciente de que la mayoría de las miradas de aquel antro se posaban en nosotros acompañadas de un sepulcral silencio, apostando que la mayoría de ellos pensaban que esos burdos caballeros terminarían sometiéndome a su merced. Nada más lejos de la realidad, pero todavía no lo sabían.
Desenvainé la bastarda de mi padre que llevaba sujeta a la espalda, arma que sin duda me beneficiaría de mayor espacio ante mi agresor y mi situación que una simple daga, aunque no guardé ésta todavía, pues tenía mejores planes para ella. Observé con detenimiento a cada uno de esos tres hombres que ya en pie abrían sus caminos para tratar de acorralarme, ¿Esa era su magnífica estrategia para salir victoriosos? ¿Atacarme cada uno por un lado?
Sonrisa ladina se dibujó en mis labios cuando uno de ellos avanzó hacia mí en línea recta seguro de sí mismo, ¿es que no había visto lo que le había hecho a su amigo en menos de un segundo? Se pensaría que por ser una mujer, o tal vez por mi tamaño, no era rival para él; pero mi padre me había adiestrado bien, y muros más altos habían caído frente a mis armas. Los otros hombres parecían alejarse, aunque su intención seguía siendo clara. Barajé mis posibilidades, decidiendo que primero tendría que asestarle el golpe de gracia al que venía de frente a paso lento, y después todo dependería del que tuviese más a tiro.
Pero entonces sucedió algo que no esperaba y que desbarató en un principio mis planes. Un cuchillo lanzado por el caballero oscuro del fondo llamó por un segundo mi atención; ese que pensaba que me resultaba familiar, pero que lo cierto era que no lo conocía de nada. Enarqué una ceja ante su advertencia que fue escuchada del mismo modo que la mía por aquellos hombres que parecían no entender que no estaban en posición de rechazarlas.
Observé con curiosidad como se aproximaba a nosotros ante la mirada atenta de la clientela que admiraban expectantes nuestra actuación como si de una obra de teatro se tratase, colocándose a nuestro lado.
La incertidumbre que causó en el hombre que tenía enfrente al ver a ese desconocido que pensaba estar haciéndome un favor, fue motivo suficiente para decidir que el momento de pasar a la acción había llegado. Mi mirada se cruzó durante unos segundos con la de aquel hombre que parecía al menos tener ciertos principios, tras la cual desvié mi mirada hacía otro atacante.
Con un rápido gesto lancé la daga que todavía llevaba en la mano hacia la garganta del cretino que avanzaba hacia mí por la espalda del flanco derecho, acertando en el blanco como no podía ser de otra forma. Cuerpo que cayó al suelo mientras se ahogaba en su propia sangre. Uno menos, pensé.
El segundo asaltante se abalanzó sobre mí de forma poco sútil, consiguiendo zafarme de su golpe con un ligero amago hacia el suelo, donde tras poner la mano sobre el adoquinado, di un salto golpeando la nariz de éste con la empuñadura de la espada.
Pero cuando fui a girarme a ocuparme del tercer hombre, llegué tarde. Pues antes de que pudiese blandir la bastarda hacia él, me sujetó del cuello con una sola mano, levantándome del suelo un par de palmos. Me sentí obligada a soltar la bastarda para evitar que me ahogase, luchando con mis manos por abrir la suya.
-Creo que su actuación en este momento sería de agradecer.- apunté quedándome sin respiración, mientras miraba al único caballero que había sido capaz de salir en mi defensa.- Aunque si se demora mucho tendré que apañármelas yo sola.
Solo una patada certera en su entrepierna lograría soltarme de él, que con fuerza apretaba mi cuello con la intención de dejarme inconsciente.
Desenvainé la bastarda de mi padre que llevaba sujeta a la espalda, arma que sin duda me beneficiaría de mayor espacio ante mi agresor y mi situación que una simple daga, aunque no guardé ésta todavía, pues tenía mejores planes para ella. Observé con detenimiento a cada uno de esos tres hombres que ya en pie abrían sus caminos para tratar de acorralarme, ¿Esa era su magnífica estrategia para salir victoriosos? ¿Atacarme cada uno por un lado?
Sonrisa ladina se dibujó en mis labios cuando uno de ellos avanzó hacia mí en línea recta seguro de sí mismo, ¿es que no había visto lo que le había hecho a su amigo en menos de un segundo? Se pensaría que por ser una mujer, o tal vez por mi tamaño, no era rival para él; pero mi padre me había adiestrado bien, y muros más altos habían caído frente a mis armas. Los otros hombres parecían alejarse, aunque su intención seguía siendo clara. Barajé mis posibilidades, decidiendo que primero tendría que asestarle el golpe de gracia al que venía de frente a paso lento, y después todo dependería del que tuviese más a tiro.
Pero entonces sucedió algo que no esperaba y que desbarató en un principio mis planes. Un cuchillo lanzado por el caballero oscuro del fondo llamó por un segundo mi atención; ese que pensaba que me resultaba familiar, pero que lo cierto era que no lo conocía de nada. Enarqué una ceja ante su advertencia que fue escuchada del mismo modo que la mía por aquellos hombres que parecían no entender que no estaban en posición de rechazarlas.
Observé con curiosidad como se aproximaba a nosotros ante la mirada atenta de la clientela que admiraban expectantes nuestra actuación como si de una obra de teatro se tratase, colocándose a nuestro lado.
La incertidumbre que causó en el hombre que tenía enfrente al ver a ese desconocido que pensaba estar haciéndome un favor, fue motivo suficiente para decidir que el momento de pasar a la acción había llegado. Mi mirada se cruzó durante unos segundos con la de aquel hombre que parecía al menos tener ciertos principios, tras la cual desvié mi mirada hacía otro atacante.
Con un rápido gesto lancé la daga que todavía llevaba en la mano hacia la garganta del cretino que avanzaba hacia mí por la espalda del flanco derecho, acertando en el blanco como no podía ser de otra forma. Cuerpo que cayó al suelo mientras se ahogaba en su propia sangre. Uno menos, pensé.
El segundo asaltante se abalanzó sobre mí de forma poco sútil, consiguiendo zafarme de su golpe con un ligero amago hacia el suelo, donde tras poner la mano sobre el adoquinado, di un salto golpeando la nariz de éste con la empuñadura de la espada.
Pero cuando fui a girarme a ocuparme del tercer hombre, llegué tarde. Pues antes de que pudiese blandir la bastarda hacia él, me sujetó del cuello con una sola mano, levantándome del suelo un par de palmos. Me sentí obligada a soltar la bastarda para evitar que me ahogase, luchando con mis manos por abrir la suya.
-Creo que su actuación en este momento sería de agradecer.- apunté quedándome sin respiración, mientras miraba al único caballero que había sido capaz de salir en mi defensa.- Aunque si se demora mucho tendré que apañármelas yo sola.
Solo una patada certera en su entrepierna lograría soltarme de él, que con fuerza apretaba mi cuello con la intención de dejarme inconsciente.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
- Mensajes : 357
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
Mi padre solía decir que no había nada más digno de desconfianza que una mujer que supiera blandir una espada o disparar un mosquete; si tan solo hubiera sabido la mujer con la que se casó quizá habría cambiado la connotación de esa afirmación, si a mejor o a peor, habría sido cosa suya. Pero a mí, personalmente, no me generaba nada más que expectación y cierto deseo de ver hasta donde era capaz de llegar aquella mujer, si sería capaz de ensartar a ese hombre como si de un mendrugo de pan se tratase o si, por el contrario, el perro arrinconado solo sabía ladrar.
Hice un gesto sutil y disimulado, como si fuera a apartar la cabeza, cuando la sangre del primero de los hombres salpicó mi rostro. A diferencia de algunos de los presentes que se taparon la boca para tratar de ocultar un grito ahogado, mis labios permanecieron sellados, limitando mi actuación a seguir con la mirada cada gesto de aquella mujer mientras, como si nunca hubiera tenido modales, limpiaba las salpicaduras carmesíes con la manga de mi chaqueta.
Era un espectáculo digno de admirar. Ver como aquel pequeño pero ágil cuerpo se movía y blandía una espada, que hasta para un hombre bien entrenado resultaría pesada, esquivando y golpeando sin ningún tipo de piedad hasta estuvo a punto de arrancarme una sonrisa y un lago aplauso, como si aquello fuera un circo y yo parte del público. Pero reprimí mis primeros impulsos y hasta tuve que frenar a uno de los presentes, amenazando su estómago con el filo de mi cuchillo. Si su intención era la de ayudar a la mujer o a los hombres, lo desconocía pero, llegados a aquel punto, moría de ganas por ver como acababa el espectáculo.
Tras unos segundos, suspiré al confirmar el dicho de "Dos son compañía, tres son multitud" y los apuros para la feroz señorita se convirtieron en una realidad.
Fácilmente podría deshacerse de su agresor, pero en su lugar me reclamaba cierta ayuda. ¿Quizá mi aspecto o mis formas le inspiraban más confianza que las de cualquiera de los presentes? ¿Quizá había sido mi forma de hacer público el descontento de ella a la propuesta de tres borrachos? A saber. Quizá me había visto el menos borracho de la taberna y el más capaz de entrar en razón o, tan solo, había sido el clavo ardiendo en una situación un tanto peliaguda.
Me encogí de hombros y saqué uno de los guantes de cuero de mi bolsillos, ciñendo el mismo a mi mano ante la mirada asustada del atacante. El cuero era de color negro y con un grosor suficiente como para protegerme del frío pero el justo como permitirme un tacto decente. Extendí la palma y vacié el tabaco de la pipa y el naranja candente iluminó mi mano que comenzó a dejar volar un pequeño hilo de humo. No tuve más que esperar a que el borracho volviera a centrar la atención en ella para estrellar la pavesa contra el ojo de aquel tipo quien, al notar el calor fundirle la piel y parte de su ojo, no tuvo más remedio que soltar a la mujer.
Sin preocuparme siquiera por ella, recogí el cuchillo que aún permanecía calvado en el suelo y me giré, encarando a todos los presentes -Para que olviden lo que acaban de ver hoy aquí... la siguiente ronda corre de mi cuenta- dejé una bolsa llena de dinero sobre la mesa cercana a la tabernera y entonces sí, centré mi atención en la mujer -Recoge esa espada y larguémonos de aquí antes de que alguien venga a hacer preguntas- susurré en su oído mientras, de fondo, solo se escuchaban los vítores de aquellos quienes iban a poder beber a costa de un desconocido.
Hice un gesto sutil y disimulado, como si fuera a apartar la cabeza, cuando la sangre del primero de los hombres salpicó mi rostro. A diferencia de algunos de los presentes que se taparon la boca para tratar de ocultar un grito ahogado, mis labios permanecieron sellados, limitando mi actuación a seguir con la mirada cada gesto de aquella mujer mientras, como si nunca hubiera tenido modales, limpiaba las salpicaduras carmesíes con la manga de mi chaqueta.
Era un espectáculo digno de admirar. Ver como aquel pequeño pero ágil cuerpo se movía y blandía una espada, que hasta para un hombre bien entrenado resultaría pesada, esquivando y golpeando sin ningún tipo de piedad hasta estuvo a punto de arrancarme una sonrisa y un lago aplauso, como si aquello fuera un circo y yo parte del público. Pero reprimí mis primeros impulsos y hasta tuve que frenar a uno de los presentes, amenazando su estómago con el filo de mi cuchillo. Si su intención era la de ayudar a la mujer o a los hombres, lo desconocía pero, llegados a aquel punto, moría de ganas por ver como acababa el espectáculo.
Tras unos segundos, suspiré al confirmar el dicho de "Dos son compañía, tres son multitud" y los apuros para la feroz señorita se convirtieron en una realidad.
Fácilmente podría deshacerse de su agresor, pero en su lugar me reclamaba cierta ayuda. ¿Quizá mi aspecto o mis formas le inspiraban más confianza que las de cualquiera de los presentes? ¿Quizá había sido mi forma de hacer público el descontento de ella a la propuesta de tres borrachos? A saber. Quizá me había visto el menos borracho de la taberna y el más capaz de entrar en razón o, tan solo, había sido el clavo ardiendo en una situación un tanto peliaguda.
Me encogí de hombros y saqué uno de los guantes de cuero de mi bolsillos, ciñendo el mismo a mi mano ante la mirada asustada del atacante. El cuero era de color negro y con un grosor suficiente como para protegerme del frío pero el justo como permitirme un tacto decente. Extendí la palma y vacié el tabaco de la pipa y el naranja candente iluminó mi mano que comenzó a dejar volar un pequeño hilo de humo. No tuve más que esperar a que el borracho volviera a centrar la atención en ella para estrellar la pavesa contra el ojo de aquel tipo quien, al notar el calor fundirle la piel y parte de su ojo, no tuvo más remedio que soltar a la mujer.
Sin preocuparme siquiera por ella, recogí el cuchillo que aún permanecía calvado en el suelo y me giré, encarando a todos los presentes -Para que olviden lo que acaban de ver hoy aquí... la siguiente ronda corre de mi cuenta- dejé una bolsa llena de dinero sobre la mesa cercana a la tabernera y entonces sí, centré mi atención en la mujer -Recoge esa espada y larguémonos de aquí antes de que alguien venga a hacer preguntas- susurré en su oído mientras, de fondo, solo se escuchaban los vítores de aquellos quienes iban a poder beber a costa de un desconocido.
Altair Cornwallis- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 22/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
Sentía como la mano de aquel energúmeno apretaba mi cuello cada vez más, privándome del aire que necesitaba urgentemente para respirar. Mi cuerpo perdía fuerza por la falta de oxígeno, mientras se me agotaba el tiempo en el que podría zafarme de aquella enorme bestia que parecía no cansarse manteniéndome en alza.
Miré confundida al desconocido que en un principio parecía prestado a ayudarme, ese al que había pedido un poco de colaboración, y que en lugar de pasar a la acción se dedicaba a enfundarse un guante de cuero negro ante mi estupefacta mirada. ¿Y ahora qué? ¿Le atizaría con el otro guante al salvaje que me estaba estrangulando para batirle en duelo? Mi situación era un poco precaria como para tener que esperar a semejantes formalismos.
Ladeé ligeramente la cabeza cuando seguí atenta a sus movimientos, quedándome durante unos segundos inmóvil, aunque seguía manteniendo mis manos sujetas a las de mi agresor para evitar que su afán por dejarme inconsciente fuese más rápido de la cuenta. Lo que estaba haciendo aquel hombre juro que no lo entendía lo más mínimo; parecía estar preparándose la pipa de fumar para continuar con su ocio, mientras yo esperaba su ayuda. Mi tiempo se agotaba, apenas podía enfocar ya la vista y un repentino mareo se apoderó de mí.
Visto que aquel desconocido no parecía tener la intención de actuar, eché con fuerza mi cabeza hacia atrás con la intención de darle un cabezazo en la nariz al desgraciado que seguía manteniéndome presa, errando por desgracia en mi golpe y propinándome a mí misma un cabezazo contra su hombro. Pero al parecer este gesto fue la señal que el desconocido necesitó para, aprovechando el despiste del neanderthal, atacar a este con el tabaco de pipa candente que terminó abrasando la cara de mi captor.
Caí al suelo de rodillas, acariciándome el cuello donde hace unos segundos las manos de ese hombre que ahora aullaba de dolor me habían hecho presa. Respirando despacio para ir llenando de nuevo mis pulmones de aire, sintiendo un calor abrasador en la garganta al hacerlo.
No fui consciente de lo que sucedía alrededor hasta que un susurro llegó hasta mis oídos; la voz del desconocido que me instaba a salir de allí cuanto antes.
Obediente como no había sido nunca, recogí mi espada del suelo, guardándola de nuevo en la vaina que portaba a la espalda mientras nuestros pasos se dirigían a la salida. Hice un alto en el camino, agachándome durante unos segundos para recuperar la daga que seguía clavada en el cuello de uno de los asaltantes, y que tras tirar de ella y limpiarla en sus ropajes, devolví a mi cinto.
-Gracias por su ayuda.- traté de decir cuando llegamos al exterior, aunque solo una débil voz salía de mis labios. Me costaba bastante respirar, de modo que hablar se convertía en un imposible. Llevé mis manos de nuevo a mi cuello; apostaba que una fea marca me acompañaría los próximos días. - No es por ser descortés ni desconfiada, pero ¿por qué lo ha hecho? ¿Por qué arriesgar su vida por una desconocida?
Tal vez debería confesarle que yo sola hubiese podido acabar con esos tres, que de continuo me enfrentaba a seres mucho más peligrosos que esos, pero en el fondo agradecía que todavía quedasen personas como él, dispuestas a ayudar a quien lo necesitase.
Miré confundida al desconocido que en un principio parecía prestado a ayudarme, ese al que había pedido un poco de colaboración, y que en lugar de pasar a la acción se dedicaba a enfundarse un guante de cuero negro ante mi estupefacta mirada. ¿Y ahora qué? ¿Le atizaría con el otro guante al salvaje que me estaba estrangulando para batirle en duelo? Mi situación era un poco precaria como para tener que esperar a semejantes formalismos.
Ladeé ligeramente la cabeza cuando seguí atenta a sus movimientos, quedándome durante unos segundos inmóvil, aunque seguía manteniendo mis manos sujetas a las de mi agresor para evitar que su afán por dejarme inconsciente fuese más rápido de la cuenta. Lo que estaba haciendo aquel hombre juro que no lo entendía lo más mínimo; parecía estar preparándose la pipa de fumar para continuar con su ocio, mientras yo esperaba su ayuda. Mi tiempo se agotaba, apenas podía enfocar ya la vista y un repentino mareo se apoderó de mí.
Visto que aquel desconocido no parecía tener la intención de actuar, eché con fuerza mi cabeza hacia atrás con la intención de darle un cabezazo en la nariz al desgraciado que seguía manteniéndome presa, errando por desgracia en mi golpe y propinándome a mí misma un cabezazo contra su hombro. Pero al parecer este gesto fue la señal que el desconocido necesitó para, aprovechando el despiste del neanderthal, atacar a este con el tabaco de pipa candente que terminó abrasando la cara de mi captor.
Caí al suelo de rodillas, acariciándome el cuello donde hace unos segundos las manos de ese hombre que ahora aullaba de dolor me habían hecho presa. Respirando despacio para ir llenando de nuevo mis pulmones de aire, sintiendo un calor abrasador en la garganta al hacerlo.
No fui consciente de lo que sucedía alrededor hasta que un susurro llegó hasta mis oídos; la voz del desconocido que me instaba a salir de allí cuanto antes.
Obediente como no había sido nunca, recogí mi espada del suelo, guardándola de nuevo en la vaina que portaba a la espalda mientras nuestros pasos se dirigían a la salida. Hice un alto en el camino, agachándome durante unos segundos para recuperar la daga que seguía clavada en el cuello de uno de los asaltantes, y que tras tirar de ella y limpiarla en sus ropajes, devolví a mi cinto.
-Gracias por su ayuda.- traté de decir cuando llegamos al exterior, aunque solo una débil voz salía de mis labios. Me costaba bastante respirar, de modo que hablar se convertía en un imposible. Llevé mis manos de nuevo a mi cuello; apostaba que una fea marca me acompañaría los próximos días. - No es por ser descortés ni desconfiada, pero ¿por qué lo ha hecho? ¿Por qué arriesgar su vida por una desconocida?
Tal vez debería confesarle que yo sola hubiese podido acabar con esos tres, que de continuo me enfrentaba a seres mucho más peligrosos que esos, pero en el fondo agradecía que todavía quedasen personas como él, dispuestas a ayudar a quien lo necesitase.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
- Mensajes : 357
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
El jaleo que había provocado la reyerta parecía olvidarse mientras ríos de cerveza, vino y licores, se derramaban por el suelo y deslizaban por las gargantas alcoholizadas de aquellos que no iban a dejar pasar la oportunidad de beber invitados por un forastero, aún sin saber lo buenas o malas que serían sus intenciones. No es que se me debiera mal interpretar, yo disfrutaba de la compañía de aquellos quienes ocupaban las más bajas esferas de la sociedad, los consideraba su motor más esencial, pero había que reconocer que, en materia de entendederas, muchos de ellos estaban bastante justos; tanto, que incluso unas cuentas monedas y unos litros de bebida eran capaces de distraerlos de un crimen.
Nuestros pasos nos llevaron fuera de aquel lugar, permitiendo sentir el frío de la noche cerrada en nuestras mejillas. No tardaría mucho en comenzar a aparecer escarcha en mi barba y cabello a menos que encontráramos un lugar donde guarecernos o, al menos, donde poder encender un fuego.
-No se ofenda. No dudo de vuestras capacidades y soy sabedor de que bien podríais haber acabado con ellos sola...- repliqué alejándonos de aquel lugar, aún mirando hacia atrás como fruto de la desconfianza que me generaba la situación, el lugar y sus habitantes -Pero de no haber intervenido, ahora mismo usted tendría que dar más explicaciones de las que yo estoy dispuesto a preguntar en un lugar del que no se sale solo matando gente- mi rostro, a pesar de ser comprensivo, mostraba una imagen severa, casi de reproche; en el fondo así lo era. Y esque en realidad, podría apostar mi mano derecha a que mi idea de quien era, o mejor dicho, lo que era aquella mujer, no era tan errónea como podía parecer en el primer momento.
-Y si a usted le habrían hecho preguntas, lo normal habría sido que a mí también. Asique considérelo como una especie de acto desinteresado del que ha salido claramente beneficiada- añadí sin mirarla, fijando mi vista en el camino que se adentraba en el bosque y en la espesura de la noche, negra como el carbón y fría como el hielo.
Desconocía si sus pasos seguían a los míos, si esa espada o dagas que había blandido con anterioridad se desenvainarían para atravesarme la piel como si fuera la de aquel hombre de la taberna; la había ayudado, sí, pero eso nunca era garantía de nada y mientras no escuchase un silencio sepulcral todo iría bien.
-Hay un pequeño refugio para los cazadores de la región, huele un poco mal, a oso y ciervo muerto, pero al menos estaremos aislados de oídos y ojos curiosos y quizá, así, puedas contarme porque una jovencita como tú porta una espada de tan buen acero y, mejor aún, sabe blandirla con cierta gracia...- señalé con el dedo un sendero que se desviaba del camino principal. La luz de la luna se reflejó en mi ropa justo en ese momento, ayudado por un claro de las nubes, confiriendome un aire misterioso y oscuro que, seguramente, no haría más que despertar la curiosidad de mi acompañante.
Nuestros pasos nos llevaron fuera de aquel lugar, permitiendo sentir el frío de la noche cerrada en nuestras mejillas. No tardaría mucho en comenzar a aparecer escarcha en mi barba y cabello a menos que encontráramos un lugar donde guarecernos o, al menos, donde poder encender un fuego.
-No se ofenda. No dudo de vuestras capacidades y soy sabedor de que bien podríais haber acabado con ellos sola...- repliqué alejándonos de aquel lugar, aún mirando hacia atrás como fruto de la desconfianza que me generaba la situación, el lugar y sus habitantes -Pero de no haber intervenido, ahora mismo usted tendría que dar más explicaciones de las que yo estoy dispuesto a preguntar en un lugar del que no se sale solo matando gente- mi rostro, a pesar de ser comprensivo, mostraba una imagen severa, casi de reproche; en el fondo así lo era. Y esque en realidad, podría apostar mi mano derecha a que mi idea de quien era, o mejor dicho, lo que era aquella mujer, no era tan errónea como podía parecer en el primer momento.
-Y si a usted le habrían hecho preguntas, lo normal habría sido que a mí también. Asique considérelo como una especie de acto desinteresado del que ha salido claramente beneficiada- añadí sin mirarla, fijando mi vista en el camino que se adentraba en el bosque y en la espesura de la noche, negra como el carbón y fría como el hielo.
Desconocía si sus pasos seguían a los míos, si esa espada o dagas que había blandido con anterioridad se desenvainarían para atravesarme la piel como si fuera la de aquel hombre de la taberna; la había ayudado, sí, pero eso nunca era garantía de nada y mientras no escuchase un silencio sepulcral todo iría bien.
-Hay un pequeño refugio para los cazadores de la región, huele un poco mal, a oso y ciervo muerto, pero al menos estaremos aislados de oídos y ojos curiosos y quizá, así, puedas contarme porque una jovencita como tú porta una espada de tan buen acero y, mejor aún, sabe blandirla con cierta gracia...- señalé con el dedo un sendero que se desviaba del camino principal. La luz de la luna se reflejó en mi ropa justo en ese momento, ayudado por un claro de las nubes, confiriendome un aire misterioso y oscuro que, seguramente, no haría más que despertar la curiosidad de mi acompañante.
Altair Cornwallis- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 22/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
La humedad de la noche calaba mis huesos sin compasión y durante unos segundos me sentí tentada a entrar de nuevo en la taberna de la que habíamos salido con demasiada rapidez. Me envolví como pude en la capa de pieles que portaba, no con el fin de ocultar mis armas ante el desconocido que al fin y al cabo ya las había visto, sino por intentar cubrirme lo máximo posible y que los dientes dejasen de castañear por el frío.
Caminé durante unos metros al lado de aquel hombre que aseguraba ser conocedor de mi capacidad para salir victoriosa del desencuentro que había tenido con esos tres ignorantes, y sin embargo había optado por intervenir. Era sin duda un hombre extraño, tal ver enigmático, pues a pesar de su detallada explicación seguía sin entender porqué había intervenido.
- Si alguien me agrede, yo me defiendo. Y si son mayoría, simplemente voy eliminando piezas inútiles para quedar frente a frente con el que sin duda será mi mejor rival.- contesté sin saber a ciencia cierta a que se refería con dar explicaciones.- Cuando hubiese terminado con esos tres desgraciados que sin duda no querían hacerme pasar un buen rato, hubiese pagado mi copa y marchado después. Yo no doy explicaciones a nadie.
Ralenticé mi paso, dejando que el desconocido se pusiese por delante de mí para poder observarlo mejor. Si no hubiese intercedido, tampoco le hubieran preguntado; y todo esto en el caso de que alguien se preocupase por buscar al culpable de una reyerta de taberna. Y más cuando contasen que había sido una joven menuda quien había tumbado a tres hombres.
Sus pasos se encaminaron hacia el interior del bosque, y yo inconscientemente le seguí. Había una parte de él que me inspiraba confianza, esa en la que a pesar de lo peligroso que había sido enfrentarse a mis atacantes lo había hecho de igual forma; la misma forma en que ahora, como si fuese una niña pequeña, me amonestaba por mi comportamiento. Sin embargo, no dejaba de ser un desconocido, y aunque habían ciertos gestos que me daban pistas sobre su profesión, no debía bajar la guardia.
- No creo que esa cabaña huela mucho peor que la taberna de la que acabamos de salir, y teniendo en cuenta que estoy totalmente entumecida, me parece la mejor idea que ha tenido esta noche.- apunté mientras observaba el aspecto dantesco que provocaba el reflejo de la luna en él. Era un hombre mayor que yo, eso sin duda, más no tanto como mi padre.- La espada es de herencia familiar, así como la habilidad para blandirla. Y no lo hago con cierta gracia, la domino de forma letal y eficaz, como ha podido comprobar.- contesté con una sonrisa de medio lado en el rostro.- Aunque si quiere saber de donde procedemos yo y la espada, antes tendrá que contarme donde ha aprendido esa técnica de derrotar a un contrincante con la pavesa de una pipa. Es un estilo que no conocía.
Nos adentramos en un sendero prácticamente oculto, donde tras unos minutos de chanza pudimos vislumbrar a lo lejos ese pequeño refugio que nos daría cobijo aquella noche. Al menos podríamos encender la chimenea y entrar en calor, pues empezaba a preocuparme partirme en dos con el temblor que tenía.
Caminé durante unos metros al lado de aquel hombre que aseguraba ser conocedor de mi capacidad para salir victoriosa del desencuentro que había tenido con esos tres ignorantes, y sin embargo había optado por intervenir. Era sin duda un hombre extraño, tal ver enigmático, pues a pesar de su detallada explicación seguía sin entender porqué había intervenido.
- Si alguien me agrede, yo me defiendo. Y si son mayoría, simplemente voy eliminando piezas inútiles para quedar frente a frente con el que sin duda será mi mejor rival.- contesté sin saber a ciencia cierta a que se refería con dar explicaciones.- Cuando hubiese terminado con esos tres desgraciados que sin duda no querían hacerme pasar un buen rato, hubiese pagado mi copa y marchado después. Yo no doy explicaciones a nadie.
Ralenticé mi paso, dejando que el desconocido se pusiese por delante de mí para poder observarlo mejor. Si no hubiese intercedido, tampoco le hubieran preguntado; y todo esto en el caso de que alguien se preocupase por buscar al culpable de una reyerta de taberna. Y más cuando contasen que había sido una joven menuda quien había tumbado a tres hombres.
Sus pasos se encaminaron hacia el interior del bosque, y yo inconscientemente le seguí. Había una parte de él que me inspiraba confianza, esa en la que a pesar de lo peligroso que había sido enfrentarse a mis atacantes lo había hecho de igual forma; la misma forma en que ahora, como si fuese una niña pequeña, me amonestaba por mi comportamiento. Sin embargo, no dejaba de ser un desconocido, y aunque habían ciertos gestos que me daban pistas sobre su profesión, no debía bajar la guardia.
- No creo que esa cabaña huela mucho peor que la taberna de la que acabamos de salir, y teniendo en cuenta que estoy totalmente entumecida, me parece la mejor idea que ha tenido esta noche.- apunté mientras observaba el aspecto dantesco que provocaba el reflejo de la luna en él. Era un hombre mayor que yo, eso sin duda, más no tanto como mi padre.- La espada es de herencia familiar, así como la habilidad para blandirla. Y no lo hago con cierta gracia, la domino de forma letal y eficaz, como ha podido comprobar.- contesté con una sonrisa de medio lado en el rostro.- Aunque si quiere saber de donde procedemos yo y la espada, antes tendrá que contarme donde ha aprendido esa técnica de derrotar a un contrincante con la pavesa de una pipa. Es un estilo que no conocía.
Nos adentramos en un sendero prácticamente oculto, donde tras unos minutos de chanza pudimos vislumbrar a lo lejos ese pequeño refugio que nos daría cobijo aquella noche. Al menos podríamos encender la chimenea y entrar en calor, pues empezaba a preocuparme partirme en dos con el temblor que tenía.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
- Mensajes : 357
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
Una sonrisa socarrona, que casi juzgaba una actitud que habría reconocido en mí hacía unos años, se perfiló en mis labios. Ella no pudo verlo; aunque hubiéramos estado enfrentados, por la oscuridad de la noche, ella no habría podido atisbarla. La misteriosa mujer tenía cierto aire soberbio y una aparente confianza en sí misma digna de admirar. No obstante, pecaba de ingenua en algunos aspectos -Si un grupo de inquisidores te apresan y preguntan después, darías las explicaciones de hasta por qué tu madre te parió y te trajo a éste mundo...- mantuve el paso, cargando la pipa casi de una manera instintiva a pesar de tener los dedos entumecidos por el creciente frío de la noche.
-Porque siendo sinceros, niña... podrás decir lo que quieras, pero es poco más que cierta gracia. ¿Tres borrachos en una taberna? Cualquiera de los otros 20 labriegos de ahí dentro habrían degollado a esos pobres infelices sin haberse dejado atrapar- hice una pausa para tratar de concentrarme en encender el tabaco con la cerilla que se resistía a prender el fósforo antes de dar la primera calada larga y dos o tres más cortas para acabar de extender el calor por todo el contenido.
El aroma afrutado del tabaco pronto se hizo dueño del ambiente. Era delicioso y, quizá, la única cosa que había heredado de mi padre y mi hermano no. Adoraba fumar de aquella vieja pipa que mantenía un aspecto cuidado a pesar de los años y seguía permitiendo disfrutar de unos largos momentos de descanso.
-Cualquiera puede abrirle la garganta a un hombre, cualquier irresponsable, me permitiría añadir. Los muertos generan preguntas; un tuerto por una disputa de borrachos, no. Asique, déjame que te lo diga de nuevo... sí, habrías tenido que dar más de una explicación- abrí la puerta de la cabaña, separada en su interior en dos instancias diferentes con una larga y ancha chimenea en la principal la cual me apresuré a encender, colocando con cuidado la leña seca que se apelotonaba a un lado de la misma.
Cuando las llamas comenzaron a hacer crepitar los tocones y la broza, me permití relajarme todavía más, quitarme la capa y la chaqueta, dejando visible una camisa de color burdeos y los cuchillos que colgaban de mi cinturón. La pipa reposaba en mi mano y viajaba a intervalos a mi boca, expulsaba humo, y volvía a separarse. -¿Piensas contarme la historia de esa espada o voy a tener que arrancarte una buena conversación?- pregunté, dejándome caer al suelo con la espalda apoyada sobre la pared.
-Porque siendo sinceros, niña... podrás decir lo que quieras, pero es poco más que cierta gracia. ¿Tres borrachos en una taberna? Cualquiera de los otros 20 labriegos de ahí dentro habrían degollado a esos pobres infelices sin haberse dejado atrapar- hice una pausa para tratar de concentrarme en encender el tabaco con la cerilla que se resistía a prender el fósforo antes de dar la primera calada larga y dos o tres más cortas para acabar de extender el calor por todo el contenido.
El aroma afrutado del tabaco pronto se hizo dueño del ambiente. Era delicioso y, quizá, la única cosa que había heredado de mi padre y mi hermano no. Adoraba fumar de aquella vieja pipa que mantenía un aspecto cuidado a pesar de los años y seguía permitiendo disfrutar de unos largos momentos de descanso.
-Cualquiera puede abrirle la garganta a un hombre, cualquier irresponsable, me permitiría añadir. Los muertos generan preguntas; un tuerto por una disputa de borrachos, no. Asique, déjame que te lo diga de nuevo... sí, habrías tenido que dar más de una explicación- abrí la puerta de la cabaña, separada en su interior en dos instancias diferentes con una larga y ancha chimenea en la principal la cual me apresuré a encender, colocando con cuidado la leña seca que se apelotonaba a un lado de la misma.
Cuando las llamas comenzaron a hacer crepitar los tocones y la broza, me permití relajarme todavía más, quitarme la capa y la chaqueta, dejando visible una camisa de color burdeos y los cuchillos que colgaban de mi cinturón. La pipa reposaba en mi mano y viajaba a intervalos a mi boca, expulsaba humo, y volvía a separarse. -¿Piensas contarme la historia de esa espada o voy a tener que arrancarte una buena conversación?- pregunté, dejándome caer al suelo con la espalda apoyada sobre la pared.
Altair Cornwallis- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 22/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
Ese hombre parecía dispuesto a sacarme de mis casillas mientras avanzamos hacia aquella cabaña de cazadores perdida entre la oscuridad de la noche. Empezaba a plantearme si había sido buena idea aceptar su propuesta de acudir allí juntos, pues algo me decía que acabaría perdiendo la paciencia a lo largo de la noche.
-Esos tres hombres, como vos decís, me triplicaban en peso y tamaño, y si no llega a ser por su intromisión, que me ha desconcertado durante unos segundos, no me hubiesen apresado.- apunté resuelta siguiendo todavía sus pasos, mientras el olor a tabaco de pipa llegaba hasta mí. Me había enfrentado a enemigos mucho más peligrosos a lo largo de mi existencia, y jamás había salido gravemente herida. Solo varias cicatrices provocadas por lobos marcaban mi cuerpo en zonas no visibles. Tres borrachos de taberna no eran un problema, pero dudaba firmemente que cualquiera de los que presenciaron mi actuación hubiesen sido capaces de hacerlo de la misma forma que yo.- Permítame que le corrija yo esta vez, un muerto no da más problemas una vez yace en el suelo, sin embargo un malherido puede volverse en su contra. Y hasta ahora no me he topado con nadie que me pida explicaciones por mis actos.
Alcanzamos poco después de tan tediosa conversación en la que parecíamos incapaces de dar nuestro brazo a torcer, la puerta de esa cabaña que nos mantendría a salvo de la intemperie el resto de la noche. Una polvorienta chimenea lideraba el resto de la estancia que hacía de salón. Cerré la puerta tras de mí, acercándome a la chimenea mientras el desconocido se encargaba de prenderla, y yo tomaba asiento a un lado de ésta, envolviéndome en mi capa como si de una manta se tratase.
Durante unos minutos permanecimos en sepulcral silencio, sentados uno frente al otro al tiempo que nuestros cuerpos se desentumecían de la humedad que habíamos absorbido durante el camino. No tenía muy claro porque estaba allí, ni siquiera las intenciones de ese hombre que no paraba de regañarme por cada uno de mis actos.
Confirmé mis sospechas sobre la profesión del desconocido cuando, ya entrados en calor, se quitó la ropa de abrigo que ocultaba diferentes armas repartidas por su cuerpo. Tal vez fuese el hecho de saber que aquel hombre se dedicaba a lo mismo que yo,o que hubiese salido en mi defensa a pesar de su extraña explicación sobre sus razones; fuese por lo que fuese, fui relajándome poco a poco a su lado.
-Como ya le he dicho, es herencia familiar.- respondí de nuevo, fijando mi mirada en la suya, que tras el humo que salía de su pipa, no parecía muy convencida por mi explicación. Suspiré levemente, y claudiqué por fin ante su insistencia. Sin lugar a dudas llevarle la contraria a un hombre tan terco era agotador.- La espada era de mi padre. Falleció hace poco en una cacería, y yo ocupé su lugar.- hice una breve pausa, recordando aquella fatídica noche en la que mi padre murió en mis brazos.- Fue un vampiro quien terminó con su vida.
Abracé mis rodillas observando el chisporroteo de la madera al quemarse, embelesada por esa mágica visión del fuego encendido frente a mí. Echaba de menos a mi padre, más de lo que jamás habría imaginado. Pero mataría a aquel vampiro, y mi venganza sería cumplida.
-Esos tres hombres, como vos decís, me triplicaban en peso y tamaño, y si no llega a ser por su intromisión, que me ha desconcertado durante unos segundos, no me hubiesen apresado.- apunté resuelta siguiendo todavía sus pasos, mientras el olor a tabaco de pipa llegaba hasta mí. Me había enfrentado a enemigos mucho más peligrosos a lo largo de mi existencia, y jamás había salido gravemente herida. Solo varias cicatrices provocadas por lobos marcaban mi cuerpo en zonas no visibles. Tres borrachos de taberna no eran un problema, pero dudaba firmemente que cualquiera de los que presenciaron mi actuación hubiesen sido capaces de hacerlo de la misma forma que yo.- Permítame que le corrija yo esta vez, un muerto no da más problemas una vez yace en el suelo, sin embargo un malherido puede volverse en su contra. Y hasta ahora no me he topado con nadie que me pida explicaciones por mis actos.
Alcanzamos poco después de tan tediosa conversación en la que parecíamos incapaces de dar nuestro brazo a torcer, la puerta de esa cabaña que nos mantendría a salvo de la intemperie el resto de la noche. Una polvorienta chimenea lideraba el resto de la estancia que hacía de salón. Cerré la puerta tras de mí, acercándome a la chimenea mientras el desconocido se encargaba de prenderla, y yo tomaba asiento a un lado de ésta, envolviéndome en mi capa como si de una manta se tratase.
Durante unos minutos permanecimos en sepulcral silencio, sentados uno frente al otro al tiempo que nuestros cuerpos se desentumecían de la humedad que habíamos absorbido durante el camino. No tenía muy claro porque estaba allí, ni siquiera las intenciones de ese hombre que no paraba de regañarme por cada uno de mis actos.
Confirmé mis sospechas sobre la profesión del desconocido cuando, ya entrados en calor, se quitó la ropa de abrigo que ocultaba diferentes armas repartidas por su cuerpo. Tal vez fuese el hecho de saber que aquel hombre se dedicaba a lo mismo que yo,o que hubiese salido en mi defensa a pesar de su extraña explicación sobre sus razones; fuese por lo que fuese, fui relajándome poco a poco a su lado.
-Como ya le he dicho, es herencia familiar.- respondí de nuevo, fijando mi mirada en la suya, que tras el humo que salía de su pipa, no parecía muy convencida por mi explicación. Suspiré levemente, y claudiqué por fin ante su insistencia. Sin lugar a dudas llevarle la contraria a un hombre tan terco era agotador.- La espada era de mi padre. Falleció hace poco en una cacería, y yo ocupé su lugar.- hice una breve pausa, recordando aquella fatídica noche en la que mi padre murió en mis brazos.- Fue un vampiro quien terminó con su vida.
Abracé mis rodillas observando el chisporroteo de la madera al quemarse, embelesada por esa mágica visión del fuego encendido frente a mí. Echaba de menos a mi padre, más de lo que jamás habría imaginado. Pero mataría a aquel vampiro, y mi venganza sería cumplida.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
- Mensajes : 357
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
-Puedes poner la excusa que te de la gana, niña, pero ellos siguen siendo tres borrachos y tú alguien que blande una espada mejor que unos borrachos. Mi enhorabuena, es toda una hazaña...- sonreí, no por hacer de rabiar a la joven sino por tratar de que mis palabras parecieran menos duras de lo que eran en realidad -Cualquiera puede sesgar una vida y no, un muerto no habla, no hace preguntas y no busca venganza pero la inquisición sí... ¿Te crees capaz de luchar contra tres inquisidores y acabar con ellos de la misma forma que con esos tres cavernícolas?- fumé de la pipa y alcé la mirada hacia mi alrededor, luego me encogí de hombros -No durarías ni dos minutos contra tres inquisidores formados, los he visto y peleado contra ellos, asique disculpa mi falta de optimismo y confianza en ti- no se trataba de la habilidad de ella sino de la de los verdugos de la Iglesia. Ellos eran algo similar a lo que era yo pero guiados por una motivación diferente.
Sin duda alguna, la historia de la espada me decepcionó un poco. En cierto modo me esperaba algo como los cuentos que me contaba mi madre, llenos de emoción, aventuras y peligros; quizá no había olvidado esa faceta infantil del todo, ansiosa por un mundo de fantasías en el que los buenos siempre ganaban y no resultaban heridos como... bueno, como me había ocurrido a mí.
-Vampiros...- susurré mirando a la nada que había más allá de las llamas de la hoguera mientras un hilo de humo de la pipa ascendía y se metía por mi nariz, regalando un dulce aroma que me evocaba a un tiempo pasado donde todo era algo diferente y, de algún modo, mejor. -Son peores que los "perros", te embelesan, engatusan y cuando te quieres dar cuenta... te desangran. No es nuevo lo que oigo; lo he padecido- ladeé la cabeza y señalé mi ojo, recorriendo con el dedo todos los surcos de mi piel en los que las uñas de aquella criatura casi me hicieron perder uno de mis ojos -Te diría que lo siento, pero no serviría de nada- me encogí de hombros de nuevo, sin preocuparme demasiado en el sentimiento de ella hacia el difunto.
-Todos perdemos a seres queridos pero no puedes dejarte llevar por el deseo de venganza, cazadora. Nuestra labor va más allá de nuestros intereses personales y sentimientos, cuando seas capaz de asumir eso, entonces podrás ser una auténtica cazadora...- una pizca de orgullo se apoderó de mí al pronunciar aquellas palabras y pensar en las siguientes, las mismas que una vez, hacía tantos años, mi madre me había dicho cuando por fin consideró que mis manos eran lo suficientemente hábiles como para sobrevivir a los terrores que acechan el mundo -Tu labor es para con todos... no una cruzada personal-
Sin duda alguna, la historia de la espada me decepcionó un poco. En cierto modo me esperaba algo como los cuentos que me contaba mi madre, llenos de emoción, aventuras y peligros; quizá no había olvidado esa faceta infantil del todo, ansiosa por un mundo de fantasías en el que los buenos siempre ganaban y no resultaban heridos como... bueno, como me había ocurrido a mí.
-Vampiros...- susurré mirando a la nada que había más allá de las llamas de la hoguera mientras un hilo de humo de la pipa ascendía y se metía por mi nariz, regalando un dulce aroma que me evocaba a un tiempo pasado donde todo era algo diferente y, de algún modo, mejor. -Son peores que los "perros", te embelesan, engatusan y cuando te quieres dar cuenta... te desangran. No es nuevo lo que oigo; lo he padecido- ladeé la cabeza y señalé mi ojo, recorriendo con el dedo todos los surcos de mi piel en los que las uñas de aquella criatura casi me hicieron perder uno de mis ojos -Te diría que lo siento, pero no serviría de nada- me encogí de hombros de nuevo, sin preocuparme demasiado en el sentimiento de ella hacia el difunto.
-Todos perdemos a seres queridos pero no puedes dejarte llevar por el deseo de venganza, cazadora. Nuestra labor va más allá de nuestros intereses personales y sentimientos, cuando seas capaz de asumir eso, entonces podrás ser una auténtica cazadora...- una pizca de orgullo se apoderó de mí al pronunciar aquellas palabras y pensar en las siguientes, las mismas que una vez, hacía tantos años, mi madre me había dicho cuando por fin consideró que mis manos eran lo suficientemente hábiles como para sobrevivir a los terrores que acechan el mundo -Tu labor es para con todos... no una cruzada personal-
Altair Cornwallis- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 22/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
Mi paciencia tenía un límite muy fino y ese cazador se había propuesto bailar claqué por la línea de éste. No tenía muy claro si es que quería sacar lo peor de mí para poner a prueba mis dotes de lucha y por eso seguía desafiándome con cada palabra, o que simplemente necesitaba que le enseñasen como socializar con las personas. Estaba de acuerdo con que no había sido complicado vencer a esos tres borrachos de la taberna, pero no dejaba de tener mérito manejar la espada como yo lo había hecho.
-No creo que me diesen problemas tres sacerdotes armados con cruces de plata y agua bendita. Podría darles muerte de la misma forma que a los borrachos de la taberna si consiguiesen encontrarme, lo cual ya de por sí sería complicado.- contesté molesta tras escucharle de nuevo subestimarme. No me había cruzado con ningún miembro de la Inquisición en los bosques que frecuentaba en Escocia, pero dudaba que luchar contra ellos fuese más difícil que vencer a un licántropo o a un inmortal.- Queda disculpado, tampoco yo acostumbro a confiar en las habilidades de las demás hasta que no las veo.
Solté mis piernas que seguían abrazadas por mis brazos, bajándolas para cruzarlas sobre el suelo.Necesitaba soltar esa tensión acumulada. Miré de reojo al cazador que parecía disfrutar de su pipa sumido en sus propios pensamientos. Era un hombre extraño, aparentemente tranquilo pero que en un segundo había conseguido dejar incapacitado a uno de los borrachos sin tener que usar sus armas.
De pronto comenzó a hablar de aquello que yo había confesado que era mi venganza, haciendo que volviese a poner los pies sobre la tierra. Me fijé en la marca que le cruzaba el ojo, y que por la cicatriz que todavía podía apreciarse, debía de haber sido terriblemente dolorosa.
Yo también poseía en mi cuerpo heridas como esa, hechas por lobos o inmortales, y cada marca era como un recuerdo de las veces que había conseguido salir victoriosa de cada enfrentamiento.
-Créame cuando le digo que sé como son los vampiros, me he enfrentado a unos cuantos, aunque el que mató a mi padre era distinto; más rápido, más fuerte.- confesé quedando mis últimas palabras envueltas en un tono dudoso por lo que recordaba de aquella noche.- Sigo siendo una cazadora, sé cual es mi deber y por honor a mi padre y a mi familia continuaré con mi legado de limpiar este mundo de sobrenaturales. Pero la venganza sigue estando en mí, necesito matar al inmortal que mató a mi padre para que su alma pueda ir en paz.- hice una pausa para mirarlo fijamente. Eran las mismas palabras que decía mi padre, por las que cada noche salíamos y arriesgábamos nuestras vidas, pero ahora yo había tomado mi propio camino, al menos hasta que terminase esta misión.- Mi prioridad ahora mismo es matar a ese vampiro, y si sobrevivo, podré dedicar el resto de mi existencia a continuar con la labor que me fue encomendada cuando me convertí en cazadora.- no era tan difícil de entender; solo me estaba tomando un descanso para librar esa lucha personal que me liberaría de una carga tan pesada como sentirme responsable de la muerte de mi padre; responsable por no poder haber matado a ese inmortal antes de que le desgarrase las entrañas.
-No creo que me diesen problemas tres sacerdotes armados con cruces de plata y agua bendita. Podría darles muerte de la misma forma que a los borrachos de la taberna si consiguiesen encontrarme, lo cual ya de por sí sería complicado.- contesté molesta tras escucharle de nuevo subestimarme. No me había cruzado con ningún miembro de la Inquisición en los bosques que frecuentaba en Escocia, pero dudaba que luchar contra ellos fuese más difícil que vencer a un licántropo o a un inmortal.- Queda disculpado, tampoco yo acostumbro a confiar en las habilidades de las demás hasta que no las veo.
Solté mis piernas que seguían abrazadas por mis brazos, bajándolas para cruzarlas sobre el suelo.Necesitaba soltar esa tensión acumulada. Miré de reojo al cazador que parecía disfrutar de su pipa sumido en sus propios pensamientos. Era un hombre extraño, aparentemente tranquilo pero que en un segundo había conseguido dejar incapacitado a uno de los borrachos sin tener que usar sus armas.
De pronto comenzó a hablar de aquello que yo había confesado que era mi venganza, haciendo que volviese a poner los pies sobre la tierra. Me fijé en la marca que le cruzaba el ojo, y que por la cicatriz que todavía podía apreciarse, debía de haber sido terriblemente dolorosa.
Yo también poseía en mi cuerpo heridas como esa, hechas por lobos o inmortales, y cada marca era como un recuerdo de las veces que había conseguido salir victoriosa de cada enfrentamiento.
-Créame cuando le digo que sé como son los vampiros, me he enfrentado a unos cuantos, aunque el que mató a mi padre era distinto; más rápido, más fuerte.- confesé quedando mis últimas palabras envueltas en un tono dudoso por lo que recordaba de aquella noche.- Sigo siendo una cazadora, sé cual es mi deber y por honor a mi padre y a mi familia continuaré con mi legado de limpiar este mundo de sobrenaturales. Pero la venganza sigue estando en mí, necesito matar al inmortal que mató a mi padre para que su alma pueda ir en paz.- hice una pausa para mirarlo fijamente. Eran las mismas palabras que decía mi padre, por las que cada noche salíamos y arriesgábamos nuestras vidas, pero ahora yo había tomado mi propio camino, al menos hasta que terminase esta misión.- Mi prioridad ahora mismo es matar a ese vampiro, y si sobrevivo, podré dedicar el resto de mi existencia a continuar con la labor que me fue encomendada cuando me convertí en cazadora.- no era tan difícil de entender; solo me estaba tomando un descanso para librar esa lucha personal que me liberaría de una carga tan pesada como sentirme responsable de la muerte de mi padre; responsable por no poder haber matado a ese inmortal antes de que le desgarrase las entrañas.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
- Mensajes : 357
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
A pesar del imperturbable semblante que me dominaba, de mi inquebrantable paciencia y rostro pétreo, impasible a las barbaridades que escuchaba de boca de alguien con más años que sentido común, trataba de ahogar una carcajada que sin duda dolería más que cualquier puñal clavado en la espalda de aquella muchacha. Sólo negaba o asentía con la cabeza, fumando de la pipa expulsando el humo en aros que desaparecían tras recorrer una breve distancia en el aire, agrandándose hasta su inevitable final.
-El problema, mi pequeña amiga, es que a mí no me hace falta ver tu nivel de habilidad para saber que tienes más boca que adiestramiento útil- sonreí sarcástico mirando a sus ojos antes de desviar mi atención de nuevo a la pipa -Alguien que sin saber a quien tiene enfrente y que alardea por haber matado a unos borrachos... es ridículo. Pero allá tú, niña, sigue creyéndote invencible y correrás el mismo destino que tu padre. Lo primero que debió haberte enseñado es humildad... ya veo que fracasó como algo más que cazador- y tras soltar semejante bomba, mis palabras se enfatizaron con la posición de mi cuerpo.
Mostrando la más profunda indiferencia me giré, dándole la espalda de tal forma que aún por el rabillo del ojo, con un vistazo de soslayo, podía seguir teniendo una referencia visual de ella pero sin que pudiera ver lo que mis manos tramaban tras la oscura capa que me cubría.-Y tus prioridades debieron desaparecer en el mismo momento en el que te convertiste en cazadora- negué con la cabeza y proferí una carcajada ahogada -Perdón por llamarte así, es un insulto a ese título. No eres más que una carnicera que ha aprendido lo básico para sobrevivir y se hace llamar cazadora, como si eso le fuera a dar habilidades- había visto muchas personas como ella a lo largo de mis viajes. Manejar una espada, una pistola o saber montar, no te hacía digno de ser un cazador. Valores como la humildad, respeto, sacrificio, autoexigencia... eso era lo primero que debía aprender alguien válido para ser uno de nosotros.
Giré de nuevo la cabeza mientras que, con una mano, le lancé una brasa de la hoguera directa a la cara y, con la otra, una de las dagas con sus piernas como objetivo.
De lo que había visto hasta el momento, nada me hacía imaginarme que estuviera en posesión de ninguna de esas virtudes.
-El problema, mi pequeña amiga, es que a mí no me hace falta ver tu nivel de habilidad para saber que tienes más boca que adiestramiento útil- sonreí sarcástico mirando a sus ojos antes de desviar mi atención de nuevo a la pipa -Alguien que sin saber a quien tiene enfrente y que alardea por haber matado a unos borrachos... es ridículo. Pero allá tú, niña, sigue creyéndote invencible y correrás el mismo destino que tu padre. Lo primero que debió haberte enseñado es humildad... ya veo que fracasó como algo más que cazador- y tras soltar semejante bomba, mis palabras se enfatizaron con la posición de mi cuerpo.
Mostrando la más profunda indiferencia me giré, dándole la espalda de tal forma que aún por el rabillo del ojo, con un vistazo de soslayo, podía seguir teniendo una referencia visual de ella pero sin que pudiera ver lo que mis manos tramaban tras la oscura capa que me cubría.-Y tus prioridades debieron desaparecer en el mismo momento en el que te convertiste en cazadora- negué con la cabeza y proferí una carcajada ahogada -Perdón por llamarte así, es un insulto a ese título. No eres más que una carnicera que ha aprendido lo básico para sobrevivir y se hace llamar cazadora, como si eso le fuera a dar habilidades- había visto muchas personas como ella a lo largo de mis viajes. Manejar una espada, una pistola o saber montar, no te hacía digno de ser un cazador. Valores como la humildad, respeto, sacrificio, autoexigencia... eso era lo primero que debía aprender alguien válido para ser uno de nosotros.
Giré de nuevo la cabeza mientras que, con una mano, le lancé una brasa de la hoguera directa a la cara y, con la otra, una de las dagas con sus piernas como objetivo.
De lo que había visto hasta el momento, nada me hacía imaginarme que estuviera en posesión de ninguna de esas virtudes.
Altair Cornwallis- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 22/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
Desconocía cuales eran las intenciones de ese cazador que haciendo gala de una pasividad y temple absolutos, trataba de menospreciar mi trabajo de nuevo. Lo observé de reojo, desviando levemente la mirada del fuego que crepitaba frente a mis ojos hasta sus repetitivos movimientos con la pipa. No parecía tener la agresividad y arrojo que había visto en otros cazadores. Ese hombre parecía no tener sangre en las venas, necesaria para enfrentar a las bestias a las que dábamos caza.
-¿Se cree capaz de juzgarme como cazadora por el simple hecho de haberme visto defenderme en una taberna? Es como si yo dudase de sus habilidades como tal solo por ver su modo de fumar en pipa.- dudaba que ese hombre y yo llegásemos a ningún tipo de entendimiento, al menos no con palabras. Yo tenía poca paciencia, y él un afán enfermizo por sobrepasarla.- Jamás dije que fuese invencible, cada noche que salgo de caza lo hago sabiendo que es posible que no vuelva al alba.- apreté los puños con rabia cuando mencionó a mi padre, cuando dudó de su profesionalidad. No sabía si ese odio que me profesaba el cazador sería natural en él, pero no iba a permitir que nadie hablase así de mi padre.- Debería tener cuidado con lo que dice de mi padre, no lo conocía. Era el mejor cazador que haya existido jamás, y mis defectos como cazadora no son culpa suya. Sé que todavía me quedaba mucho por aprender, que es posible que jamás llegue a ser como él, y que a partir de ahora mi aprendizaje será autodidacta. ¿Qué gano con ser humilde? ¿Qué yo misma dude de mis habilidades y baje la guardia?
Tomé aire y expiré despacio cuando con esos modales que lo caracterizaban se dio la vuelta, dándome la espalda y dejándome con la palabra en la boca. Apoyé los codos sobre las rodillas, inclinándome ligeramente hacia delante ignorando su gesto.
-Sigo sabiendo cuales son mis prioridades. Proteger a los humanos de esos monstruos cuya existencia desconocen, pero al revés que vos, puedo seguir haciendo mi trabajo y clamar venganza por mi pérdida. Todos tenemos un motivo claro para habernos convertido en lo que somos. El mío empezó por tradición familiar, pero tras la muerte de mi padre ha tomado un matiz distinto.- negué con la cabeza, intentado que sus palabras no me afectasen. Recordando que ese hombre no me conocía ni me había visto luchar como para juzgarme de ese modo tan ruin y despiadado.
Un rápido movimiento del cazador me puso sobre aviso, me alertó de que algo se traía entre manos y que después de nuestra tensa conversación no sería nada bueno. Por acto reflejo levanté uno de mis brazos, evitando que una brasa lanzada con saña hacia mi alcanzase mi cara. Siseé por el dolor causado por el quemazón que pude notar en el brazo, sintiendo como la rabia por haber sido atacada de esa me subía por la garganta.
Pero ese no fue su único intento de agredirme; una daga lanzada con tino fue esquivada por mis piernas cuando las abrí con rapidez, evitando que diese de lleno sobre ellas. Ésta se clavó en el suelo donde estábamos sentados, rasgando levemente mi piel al caer.
-¿Se ha vuelto loco?- grité con la rabia contenida en la garganta, cogiendo la daga que me había lanzado y rasgando con ésta la parte de la camisa que se había quemado para poder ver la herida que me había causado su estupidez. Hice resbalar la daga por el suelo hasta que llegó a sus pies.- ¿Qué clase de cazador es usted que ataca a un humano que no le ha agredido primero?
Si lo que esperaba era que me abalanzase sobre él, estaba muy equivocado. Yo nunca atacaría a un humano, solo me defendería en el caso de ver que mi integridad corría peligro. ¿Qué había intentado demostrar con eso?
-¿Se cree capaz de juzgarme como cazadora por el simple hecho de haberme visto defenderme en una taberna? Es como si yo dudase de sus habilidades como tal solo por ver su modo de fumar en pipa.- dudaba que ese hombre y yo llegásemos a ningún tipo de entendimiento, al menos no con palabras. Yo tenía poca paciencia, y él un afán enfermizo por sobrepasarla.- Jamás dije que fuese invencible, cada noche que salgo de caza lo hago sabiendo que es posible que no vuelva al alba.- apreté los puños con rabia cuando mencionó a mi padre, cuando dudó de su profesionalidad. No sabía si ese odio que me profesaba el cazador sería natural en él, pero no iba a permitir que nadie hablase así de mi padre.- Debería tener cuidado con lo que dice de mi padre, no lo conocía. Era el mejor cazador que haya existido jamás, y mis defectos como cazadora no son culpa suya. Sé que todavía me quedaba mucho por aprender, que es posible que jamás llegue a ser como él, y que a partir de ahora mi aprendizaje será autodidacta. ¿Qué gano con ser humilde? ¿Qué yo misma dude de mis habilidades y baje la guardia?
Tomé aire y expiré despacio cuando con esos modales que lo caracterizaban se dio la vuelta, dándome la espalda y dejándome con la palabra en la boca. Apoyé los codos sobre las rodillas, inclinándome ligeramente hacia delante ignorando su gesto.
-Sigo sabiendo cuales son mis prioridades. Proteger a los humanos de esos monstruos cuya existencia desconocen, pero al revés que vos, puedo seguir haciendo mi trabajo y clamar venganza por mi pérdida. Todos tenemos un motivo claro para habernos convertido en lo que somos. El mío empezó por tradición familiar, pero tras la muerte de mi padre ha tomado un matiz distinto.- negué con la cabeza, intentado que sus palabras no me afectasen. Recordando que ese hombre no me conocía ni me había visto luchar como para juzgarme de ese modo tan ruin y despiadado.
Un rápido movimiento del cazador me puso sobre aviso, me alertó de que algo se traía entre manos y que después de nuestra tensa conversación no sería nada bueno. Por acto reflejo levanté uno de mis brazos, evitando que una brasa lanzada con saña hacia mi alcanzase mi cara. Siseé por el dolor causado por el quemazón que pude notar en el brazo, sintiendo como la rabia por haber sido atacada de esa me subía por la garganta.
Pero ese no fue su único intento de agredirme; una daga lanzada con tino fue esquivada por mis piernas cuando las abrí con rapidez, evitando que diese de lleno sobre ellas. Ésta se clavó en el suelo donde estábamos sentados, rasgando levemente mi piel al caer.
-¿Se ha vuelto loco?- grité con la rabia contenida en la garganta, cogiendo la daga que me había lanzado y rasgando con ésta la parte de la camisa que se había quemado para poder ver la herida que me había causado su estupidez. Hice resbalar la daga por el suelo hasta que llegó a sus pies.- ¿Qué clase de cazador es usted que ataca a un humano que no le ha agredido primero?
Si lo que esperaba era que me abalanzase sobre él, estaba muy equivocado. Yo nunca atacaría a un humano, solo me defendería en el caso de ver que mi integridad corría peligro. ¿Qué había intentado demostrar con eso?
Maggie Craig- Cazador Clase Media
- Mensajes : 357
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
No pude evitarlo. Mis labios se tensaron e hicieron fuerza contra si mismos, tratando de no dejar expulsar el aire que me costaba, cada vez más, mantener en el interior de mis pulmones. Pero no eso, ni hacer fuerza con mis puños, pensar en otras cosas o incluso tratar de parecer serio por orgullo propio sirvieron ya que, al final del todo, cuando la niña formuló la pregunta ganadora, todo mi ser estalló en una sonora carcajada. Poco me importaba lo que aquella chica pudiera pensar de mi reacción o de mi "ataque" que era como ella lo había catalogado. -No, niña...- negué con la cabeza y con la mano, tratando de recobrar la compostura producida por el repentino ataque de risa. -Muy buena esa broma, sí... se te da mejor ser cómica que cazadora, eso seguro, no te faltará pan el día de mañana- dí un par de bocanadas de aire y mi semblante se tornó, de nuevo, serio.
-Vayamos por partes...- comencé a caminar hacia ella, muy despacio y con las manos donde pudiera verlas para no asustarla -No estoy loco. No, no ha sido un ataque... de haberlo sido, créeme que estarías o tullida o muerta- me quedé quieto de repente, aún con las manos en alto -Disculpa por la quemadura, pero habría sido más fácil apartar el cuerpo que bloquear las ascuas...- entonces, un rápido movimiento de mi cuerpo, mucho más de lo que había sido el suyo para esquivar mi daga, me aproximó a ella agarrándola de la pechera con una mano mientras la otra, más por propia seguridad que por amenazarla, sostenía otra daga que apuntaba directamente a su zona corazón desde las costillas. También había aprovechado la pared de la cabaña para apoyarla contra ella y limitar aún más sus movimientos -Si te mueves, lo tomaré como una amenaza y te apuesto lo que quieras, joven cazadora, a que mi cuchillo llega antes a tu corazón de lo que tu tardas en hacer cualquier maniobra para zafarte- a pesar de las palabras mi tono en ningún momento pretendía amenazar sino poner sobre la mesa una realidad.
-Si hubieras prestado atención a mi modo de fumar en pipa te habrías dado cuenta de muchas cosas que, obviamente, no has visto- afirmé - de haberlo hecho, no estarías en esa tesitura- sentencié firme y rotundo sin dejar de hacer tensión con todo mi cuerpo. -Segundo, la humildad no es para ganar nada con ella, chica estúpida, es para que no te puedan arrebatar nada- era una forma de vida, algo que incluso el hijo de un Lord británico como yo sabía y que, al parecer, no era tan frecuente como cabría esperar.
-No mencionaré más a tu padre. Está muerto y eso es testimonio más que de sobra. ¿Quieres honrarle? Hazlo no muriendo, vengarle no te lo va a devolver...- suspiré y la solté, separando mi arma de su cuerpo y mi mano de su pecho antes de sentarme en el mismo lugar de antes y, tras revolver en mis cosas, lanzarle un pedazo de carne desecada envuelto en cuero. -Nadie dice que no acabes con el vampiro que se lo llevó al otro mundo, pero no lo hagas por vengarle... ¿conoces el dicho "si buscas venganza cava dos tumbas"?- volví a encender la pipa y seguí fumando, ya con el ambiente más distendido, al menos por mi parte.
-Has dicho que eres autodidacta... se nota. Eres joven, tienes coraje; "una parte de valentía y tres de estupidez", decía mi madre. Si quieres, visto lo visto, yo puedo enseñarte algunas cosas, con una condición... mente abierta y boca cerrada, no gano nada haciendo ésto salvo la conciencia tranquila y un cadáver menos en el gremio ¿qué me dices?- me quedé mirandola fijamente, escuchando la madre arder al tiempo que, el aroma afrutado del tabaco sobresalía en mis fosas nasales por encima del de la leña abrasada.
-Eso de ahí...- señalé la daga que le había lanzado - Si aceptas, es tuya. Hecha en plata totalmente. Considéralo un regalo... y no te preocupes, tengo más de cien-
-Vayamos por partes...- comencé a caminar hacia ella, muy despacio y con las manos donde pudiera verlas para no asustarla -No estoy loco. No, no ha sido un ataque... de haberlo sido, créeme que estarías o tullida o muerta- me quedé quieto de repente, aún con las manos en alto -Disculpa por la quemadura, pero habría sido más fácil apartar el cuerpo que bloquear las ascuas...- entonces, un rápido movimiento de mi cuerpo, mucho más de lo que había sido el suyo para esquivar mi daga, me aproximó a ella agarrándola de la pechera con una mano mientras la otra, más por propia seguridad que por amenazarla, sostenía otra daga que apuntaba directamente a su zona corazón desde las costillas. También había aprovechado la pared de la cabaña para apoyarla contra ella y limitar aún más sus movimientos -Si te mueves, lo tomaré como una amenaza y te apuesto lo que quieras, joven cazadora, a que mi cuchillo llega antes a tu corazón de lo que tu tardas en hacer cualquier maniobra para zafarte- a pesar de las palabras mi tono en ningún momento pretendía amenazar sino poner sobre la mesa una realidad.
-Si hubieras prestado atención a mi modo de fumar en pipa te habrías dado cuenta de muchas cosas que, obviamente, no has visto- afirmé - de haberlo hecho, no estarías en esa tesitura- sentencié firme y rotundo sin dejar de hacer tensión con todo mi cuerpo. -Segundo, la humildad no es para ganar nada con ella, chica estúpida, es para que no te puedan arrebatar nada- era una forma de vida, algo que incluso el hijo de un Lord británico como yo sabía y que, al parecer, no era tan frecuente como cabría esperar.
-No mencionaré más a tu padre. Está muerto y eso es testimonio más que de sobra. ¿Quieres honrarle? Hazlo no muriendo, vengarle no te lo va a devolver...- suspiré y la solté, separando mi arma de su cuerpo y mi mano de su pecho antes de sentarme en el mismo lugar de antes y, tras revolver en mis cosas, lanzarle un pedazo de carne desecada envuelto en cuero. -Nadie dice que no acabes con el vampiro que se lo llevó al otro mundo, pero no lo hagas por vengarle... ¿conoces el dicho "si buscas venganza cava dos tumbas"?- volví a encender la pipa y seguí fumando, ya con el ambiente más distendido, al menos por mi parte.
-Has dicho que eres autodidacta... se nota. Eres joven, tienes coraje; "una parte de valentía y tres de estupidez", decía mi madre. Si quieres, visto lo visto, yo puedo enseñarte algunas cosas, con una condición... mente abierta y boca cerrada, no gano nada haciendo ésto salvo la conciencia tranquila y un cadáver menos en el gremio ¿qué me dices?- me quedé mirandola fijamente, escuchando la madre arder al tiempo que, el aroma afrutado del tabaco sobresalía en mis fosas nasales por encima del de la leña abrasada.
-Eso de ahí...- señalé la daga que le había lanzado - Si aceptas, es tuya. Hecha en plata totalmente. Considéralo un regalo... y no te preocupes, tengo más de cien-
Altair Cornwallis- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 22/11/2016
Re: Una vaina para dos espadas (Maggie Craig)
Empecé a preocuparme por mi integridad física cuando el cazador comenzó a reírse por alguna broma a la que solo él le veía la gracia bajo mi incrédula mirada. Sopesé si salir corriendo de la cabaña antes de que decidiese descuartizarme y meterme en latas de conserva para pasar el invierno bien alimentado, pero dudaba que consiguiese correr hasta la puerta sin que él me atrapase antes, y cabrearlo más solo podría traerme peores consecuencias. Además, parecía comenzar a calmarse un poco cuando volvió a dirigirse a mí, eso sí, para volver a opinar sobre mi futuro como cazadora. Suspiré con pesadez, ese hombre tenía la gracia por donde amargan los pepinos y yo estaba lo suficientemente cansada como para tolerar muchas más tonterías.
Todo mi ser se tensó cuando el cazador se puso en pie, acercándose a mí con gesto inofensivo, pero algo me decía que no debía fiarme de esa fachada ni por un instante. Al cazador le faltaba un tornillo, o dos docenas, y si me había atacado sin razón minutos antes, nada le impediría volver a hacerlo en cuanto bajase la guardia.
-Lo que vos no consideráis un ataque yo lo veo como una agresión en toda regla hacia una persona que no estaba preparada para defenderse.- respondí cuando quiso hacerme entender que sus movimientos no habían sido con la intención de dañarme.- No sabía a que me enfrentaba cuando me defendí anteponiendo mi brazo, obviamente si hubiese visto las brasas tal vez hubiese respondido de otra manera.
Con una rapidez admirable para la edad que debía rondar, me sujetó de la camisa con fuerza, empujándome como si de una pluma me tratase contra la pared de esa mugrosa cabaña, dejando mi espalda apoyada en ésta. Sentí la punzada de una daga junto a mis costillas junto con de nuevo una amenaza que para él no era tal. Lo veía tan seguro cuando me decía que la amenaza podía causarla yo, que hasta llegué a creérmelo durante unos segundos mientras seguía con su arma apuntando a mi corazón.
Levanté una ceja incrédula cuando mencionó toda la información que se me escapaba por no ser buena observadora. ¿Acaso podría haber visto por como fumaba en pipa que ese hombre estaba desequilibrado? – No creo que haberme detenido a observar su modo de fumar me hubiese resultado muy esclarecedor con respecto a su extraña forma de actuar. Es como decir que puedo encontrar similitudes entre un reno y un caracol porque ambos tienen cuernos.- respondí casi en un susurro, temiendo que si me movía mucho al hablar aquel cazador sería capaz de considerarlo como una amenaza y abrirme en canal. Pero tras mentarme de nuevo lo importante que era la humildad para él, me soltó, alejándose sin más. Recoloqué bien mi camisa, sentándome en el suelo con la espalda apoyada a la fría roca que consitutía la pared. Prefería pasar un poco de frío allí aislada, que acercarme de nuevo frente al fuego y que aquel psicópata en potencia tomase mi acercamiento como una amenaza.
-Jamás dije que vengar la muerte de mi padre vaya a traérmelo de vuelta, es más que obvio que cuando una persona muere, lo hace para siempre. Excepto los vampiros, esos regresan para destrozarte lo que más quieres.- contesté resignada cogiendo una trozo de cuero que tiró a mis pies, abriéndolo con curiosidad por no saber lo que contenía. Mi padre también acostumbraba a pronunciar ese dicho, y una sonrisa melancólica asomó a mis labios al recordarlo.
Me sorprendí cuando comprobé que en el interior del paño de cuero había carne desecada, ¿acaso tenía aspecto de no estar bien alimentada? Me miré durante unos segundos antes de ponerme en pie y avanzar a él mientras escuchaba con atención a una especie de propuesta que me resultó de lo más inverosímil en un principio. ¿Me estaba proponiendo ser mi maestro?
Una sonrisa se dibujó en mis labios cuando me descubrí pensando que quizás que no fuese tan mala idea convertirme en su aprendiz. El entrenamiento al que me sometía mi padre había sido truncado con su muerte y mi formación inconclusa por la misma razón. Si ese cazador al que me aproximaba, era la mitad de bueno que mi progenitor, podría convertirme en una buena cazadora.
-Debo avisarle que no podré pagarle por sus enseñanzas, pero si desea entrenarme y pulir mi formación estaré dispuesta a mantener la boca cerrada durante éste.- cogí la daga de plata del suelo, sentándome a su lado con está en la mano.- He cenado algo antes de llegar a la taberna, pero gracias de todas formas.- apunté devolviéndole intacto el trozo de carne que me había lanzado.- ¿Cuándo empezamos?
Todo mi ser se tensó cuando el cazador se puso en pie, acercándose a mí con gesto inofensivo, pero algo me decía que no debía fiarme de esa fachada ni por un instante. Al cazador le faltaba un tornillo, o dos docenas, y si me había atacado sin razón minutos antes, nada le impediría volver a hacerlo en cuanto bajase la guardia.
-Lo que vos no consideráis un ataque yo lo veo como una agresión en toda regla hacia una persona que no estaba preparada para defenderse.- respondí cuando quiso hacerme entender que sus movimientos no habían sido con la intención de dañarme.- No sabía a que me enfrentaba cuando me defendí anteponiendo mi brazo, obviamente si hubiese visto las brasas tal vez hubiese respondido de otra manera.
Con una rapidez admirable para la edad que debía rondar, me sujetó de la camisa con fuerza, empujándome como si de una pluma me tratase contra la pared de esa mugrosa cabaña, dejando mi espalda apoyada en ésta. Sentí la punzada de una daga junto a mis costillas junto con de nuevo una amenaza que para él no era tal. Lo veía tan seguro cuando me decía que la amenaza podía causarla yo, que hasta llegué a creérmelo durante unos segundos mientras seguía con su arma apuntando a mi corazón.
Levanté una ceja incrédula cuando mencionó toda la información que se me escapaba por no ser buena observadora. ¿Acaso podría haber visto por como fumaba en pipa que ese hombre estaba desequilibrado? – No creo que haberme detenido a observar su modo de fumar me hubiese resultado muy esclarecedor con respecto a su extraña forma de actuar. Es como decir que puedo encontrar similitudes entre un reno y un caracol porque ambos tienen cuernos.- respondí casi en un susurro, temiendo que si me movía mucho al hablar aquel cazador sería capaz de considerarlo como una amenaza y abrirme en canal. Pero tras mentarme de nuevo lo importante que era la humildad para él, me soltó, alejándose sin más. Recoloqué bien mi camisa, sentándome en el suelo con la espalda apoyada a la fría roca que consitutía la pared. Prefería pasar un poco de frío allí aislada, que acercarme de nuevo frente al fuego y que aquel psicópata en potencia tomase mi acercamiento como una amenaza.
-Jamás dije que vengar la muerte de mi padre vaya a traérmelo de vuelta, es más que obvio que cuando una persona muere, lo hace para siempre. Excepto los vampiros, esos regresan para destrozarte lo que más quieres.- contesté resignada cogiendo una trozo de cuero que tiró a mis pies, abriéndolo con curiosidad por no saber lo que contenía. Mi padre también acostumbraba a pronunciar ese dicho, y una sonrisa melancólica asomó a mis labios al recordarlo.
Me sorprendí cuando comprobé que en el interior del paño de cuero había carne desecada, ¿acaso tenía aspecto de no estar bien alimentada? Me miré durante unos segundos antes de ponerme en pie y avanzar a él mientras escuchaba con atención a una especie de propuesta que me resultó de lo más inverosímil en un principio. ¿Me estaba proponiendo ser mi maestro?
Una sonrisa se dibujó en mis labios cuando me descubrí pensando que quizás que no fuese tan mala idea convertirme en su aprendiz. El entrenamiento al que me sometía mi padre había sido truncado con su muerte y mi formación inconclusa por la misma razón. Si ese cazador al que me aproximaba, era la mitad de bueno que mi progenitor, podría convertirme en una buena cazadora.
-Debo avisarle que no podré pagarle por sus enseñanzas, pero si desea entrenarme y pulir mi formación estaré dispuesta a mantener la boca cerrada durante éste.- cogí la daga de plata del suelo, sentándome a su lado con está en la mano.- He cenado algo antes de llegar a la taberna, pero gracias de todas formas.- apunté devolviéndole intacto el trozo de carne que me había lanzado.- ¿Cuándo empezamos?
Maggie Craig- Cazador Clase Media
- Mensajes : 357
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Temas similares
» ¿Quién teme al lobo feroz? [Maggie Craig]
» And this is friendship - Maggie Craig
» Ausencia de Maggie Craig y cia
» Ausencia de Maggie Craig y otros pjs
» El seis de espadas
» And this is friendship - Maggie Craig
» Ausencia de Maggie Craig y cia
» Ausencia de Maggie Craig y otros pjs
» El seis de espadas
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour