Un paseo por la ciudad [Privado]

por **Zuria Dalca** Mar Sep 20, 2016 9:16 pm

Sentada a la orilla de una fuente, descansando después de un acto de danza callejera donde logró conseguir algunos francos, Zuria observaba de un lado a otro, esperando por la aparición de un amigo bastante peculiar que había hecho hacía cerca de un mes en la zona de los bosques.

Aquel extraño día en que le conoció, la gitana caminaba en busca de algunas hierbas medicinales, provisiones que dada su condición de fugitiva debía tener en un pequeño baúl, preparadas para el instante en que debieran dejar la ciudad; así que concentrada completamente en encontrar lo que le faltaba, Zuria no se percató del instante en que llegó a estar frente a un enorme lobo. El aire quedó contenido en sus pulmones, su cuerpo comenzó a temblar de manera instintiva y sus ojos no se alejaban de la figura del enorme lobo que avanzó en dirección a ella. Aterrada, la gitana había pedido a los dioses porque su hermana se mantuviera a salvo aún sin ella a su lado y una vez que se decía a si misma que su destino era morir en aquel lugar, la esperanza llegó en forma de un lametón en su mano. Lenta y temerosa, la gitana abrió los ojos únicamente para ver al lobo sentado frente a ella, observándole. Algo en el interior de Zuria le dijo que aquel animal no iba a dañarla y tomando toda su fuerza interna, estiró su mano para acariciar al animal, que no hizo más que acercarse a ella en busca de más cariños detalle que hizo a la gitana sonreír y pasar la tarde entera al lado de aquel lobo con aura peculiar, misma que no le pareció para nada extraña en ese momento.

No fue sino hasta la siguiente vez que se encontró con el animal cuando el aura que lo rodeaba le llamó verdaderamente la atención, en especial siendo que el lobo la había seguido a la ciudad, vigilándola desde la distancia y apareciendo no solo ese día sino también los siguientes, durante todo el mes. Zuria había intuido después de una semana de contacto que aquel animal era un sobrenatural, sin embargo, no presionaba a la persona que se escondía detrás de aquel pelaje. Consideraba a aquel lobo un amigo, por eso le esperaba, lo acompañaba y le hablaba sobre sus problemas aunque él no respondiera.

Acostumbrada entonces ya a la compañía del animal, la gitana esperaba paciente porque apareciera y para que juntos, dieran un paseo antes de que fuera su hora de regresar al campamento gitano como ya solían hacerlo.

por **Cedric White** Dom Sep 25, 2016 7:46 am

Se había tenido que vestir correctamente, por lo menos para lo máximo que podía tolerar, una camisa sencilla, una botas de cuero, pantalón. Se miró al espejo de cuerpo entero y frunció el entrecejo, el reflejo que le devolvia el espejo, no era él, por lo menos no el Borja guardaespaldas, desalineado, salvaje y pocas pulgas. Era mas como un remedo de aquel apuesto hombre que se esmeraba en su forma de vestir, para agradar a su esposa, la que con delicadeza de hada, intentaba cuidar las pocas prendas que su esposo tenía, - siempre fuiste mi pequeño ángel... - dijo con un tono de voz transido por el dolor del recuerdo, - pero tras tu muerte, nada fue igual - se lamentó, recordando que se había alejado de todos, volviéndose casi un lobo salvaje, herido de muerte, dispuesto a entrar en pelea, solo por la esperanza de que un rival importante lograra aniquilar su patética vida.

Suspiró, dejando de contemplar al remedo de persona que alguna vez fue, - quise morir, pero no como un cobarde, mas siempre logré esquivar aquello que tanto anhelaba - caviló, mientras se terminaba de colocar la chaqueta, para dirigirse al encuentro con su ocasional empleador. Cuando colocó su mano en el pomo de la puerta, dispuesto a cerrar la fría y solitaria habitación, su mirada recorrió el lugar, ordenado, meticuloso, varonil, sin un solo detalle femenino, sin un solo retrato de quien había amado, - nada me recuerda a tí - se quejó -como si jamás hubieras vivido... ¿puede ser tan cruel el destino? - se preguntó, cerrando la puerta con la delicadeza que no lo caracterizaba, pero que demostraba lo roto y partido que estaba.

El café de negocios había durado mas de lo que se esperaba, haciendo que seguir vestido de aquella manera, tan formal, casi le fuera imposible de aguantar. Caminó calles y calles, sin intención de subirse a un coche de alquiler, luchando con los deseos de transformarse allí mismo en lobo, delante de toda esa gente, dejando un montón de prendas y corriendo por las calles como lo que en verdad era, un lobo solitario, un ser que en la soledad se escudaba de ser nuevamente herido. Mas con tenacidad, logró doblegar sus instintos y seguir caminando en dos patas.

Había deambulado sin rumbo, sin saber que hacer, a donde ir, que no fuera esa habitación, en donde los recuerdos dolían mas, que llevarlos a cuesta en su espalda, por esas calles de Dios. Allí, se volvían mas corpóreos, mas devastadores, por eso intentó no pensar en ellos.

Fue en el momento en que cruzaba por una de las tantas plazoletas de la ciudad, cuando la descubrió, sentada, al lado de una fuente, como si esperara a un amigo, se encontraba la gitana, no pudo dejar de sonreír al verla, ella había logrado conquistar al lobo, con caricias, sin miedos, sin preguntas, con palabras y charlas que eran un continuo monologo, que no le exigían contestar, solo poner su cabeza en la falda de la joven y dejar que ella acariciara su pelaje, relajándolo, logrando así, ahuyentar por unas horas la soledad.

Aunque no pensó hacerlo, el lobo interno, estaba decidido a buscar el consuelo, como cada vez que la seguía, sabiendo que aquel dolor que le laceraba el pecho se iría, con una de sus suaves caricias, con su melodiosa voz hablando levemente en su oído. Se olvidó por un instante, de que en la forma de humano, jamás habían sido presentados y se acercó a ella, él hombre se quedó, parado, contemplándole, con la misma serenidad, el mismo sentimiento del lobo, sin una palabra, solo la secreta confianza de quienes se conocen y confían el uno en el otro, - Zuria - dijo en voz apenas audible, y mas parecido a un suave gruñido, un tanto lastimero, tensó la mandíbula, intentando dominar al lobo que aullaba en su interior deseando acurrucarse a su lado.

por **Zuria Dalca** Jue Oct 20, 2016 10:05 pm

“Zuria”

Su nombre pronunciado por una voz masculina le causo escalofríos y envió sus pensamientos de inmediato a Vlad, el vampiro del cual escapaba. Claro que la noche aun no caía sobre París y eso volvía imposible que él estuviese ahí (además de que eran lo bastante cuidadosas con su hermana como para no salir a las calles una vez que el sol se ocultaba), sin embargo, ella sabía de lo que él era capaz. ¿Y si había enviado a alguien a atraparlas? Entonces ¿Qué iba a hacer ella? Si era encontrada realmente existían pocas cosas que pudiera hacer, por eso fue que con calma irguió la espalda y tomando aire movió su rostro para observar a quien mencionara antes su nombre.

Sus ojos se encontraron con un hombre a quien no conocía, o al menos no conocía esa figura, pero enseguida pudo reconocer la mirada que se mantenía clavada sobre ella, una que había visto todos los días desde hacía varias semanas ya. Una sonrisa ligera apareció en lo labios de la gitana al cerciorarse de la identidad de aquel desconocido observando su aura.
– Así que finalmente te has decidido a mostrarte como realmente eres – suspiró, levantándose de la fuente y dio algunos pasos en dirección a su querido amigo. Podía verse diferente y hablar, pero ella sabía que era su amigo y que a su lado estaría a salvo como siempre – Es un enorme placer para mi poder conocerte de esta manera – la sonrisa en los labios de la gitana se ensancho – pero quizás esta aparición repentina en tu forma humana significa que algo sucede – los ojos de Zuria se encontraban fijos en los ajenos que se veían cansados y dolidos – ¿Quieres hablar conmigo o te gustaría que demos un paseo? Esta vez podríamos incluso comer algo – Era evidente que aquel hombre necesitaba de ella, pero la gitana no pensaba forzarlo a decirle nada, él lo haría solo.

Sin esperar realmente respuesta ajena, Zuria tomó la mano del cambiante aquel y comenzó a andar de la mano de él por las calles más cercanas.
– Pensé que hoy no vendrías y estaba preocupada por ti – confesó al tiempo que seguía caminando, esperando porque su acompañante dijera algo más.

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