Falsa Casualidad. [Angeliqué Dutuescu]

La fría noche ya estaba abrazando a la ciudad proporcionándole las mejores horas de trabajo de todo el día, trabajar en el burdel de París no había sido una mala decisión después de todo, su experiencia en el placer al ya llevar cuatro años complaciendo a todo tipo de hombres y de forma independiente, vagando por las calles, sin tener un burdel en el cual resguardarse le habían asegurado la oportunidad de poder elegir a sus clientes manteniendo, de esa forma, el status social de sus acompañantes nocturnos y las buenas ganancias al final de la noche, todo iba de maravilla, tenía trabajo, se había reencontrado con su hermano después de largos cuatro años y no le faltaba el techo ni la comida, ¿qué mejor?

Con una sonrisa en el rostro despidió a su cliente en la puerta del burdel guardando de inmediato la generosa propina del respetable caballero, una de las mejores de la noche, sin despegar la sonrisa de su rostro, aquella sonrisa angelical que derretía hasta al más bruto e insensible ser necesitado de placer carnal. Bajando la mano que tenía levantada a modo de despedido, tal y cómo hacía cada vez que podía, prendió uno de los cigarrillos que siempre llevaba consigo y salió al frio abrazador para poder fumar tranquila, con el fin de recuperar fuerzas, descansar un poco el cuerpo y relajarse mientras esperaba a un próximo cliente.

Sin darse cuenta, dejándose llevar por el azul cielo y la tranquilidad que le brindaba el silencio de la noche comenzó a caminar sin alejarse mucho del burdel con un rumdo indefinido en su mente, la oscuridad era su deleite, su pasión oculta, allí donde nadie la veía podía ser quien realmente era, sin máscaras ni fingimientos, pues no tenía de quién esconderse ni para quien fingir. Guiada por un momento de relajo máximo, cerró sus ojos y comenzó a mover su cuello en forma de circulo lentamente, mientras el cigarro se consumía en su mano a esperas de una próxima fumada.

Permaneció así por más o menos dos minutos hasta que un ruido la sacó de su trance haciendo que abriera los ojos de forma instantánea, le dio una fumada a su cigarro tratando de distinguir algo a su alrededor, sin embargo no podía ver con claridad. Un segundo ruido a sus espaldas hizo que se diera vuelta de inmediato algo asustada, ¿serían ellos? ¿cómo la habían encontrado? Nada, nada había dejado en Rumania que pudiera darle pistas a esos... seres despreciables, acerca de su paradero... sólo una persona sabía donde estaba y confiaba plenamente que no diría ni una sola palabra, por lo que trato de quitarse la paranoia y caminar de regreso al burdel.
- ¿Quién anda ahí? - preguntó, con el marcado aacento rumano, al escuchar un tercer ruido apagando el cigarrilo que había sido consumido en su maýoría por el viento, esta vez con un miedo latente.

Aparecido como por arte de magia la chica presenció aquella figura parada a tan sólo unos metros de ella, su elegante capa negra y el hecho de que estubiera de espaldas le imposibilitaban ver la dimensión exacta del cuerpo del emisor de su miedo dejándola paralizada por algunos momentos, despues de casi tres años las sombras de su pasado resplandecían en su mente como nunca.

Sin emitir ruido alguno observó como el ágil hombre se posaba frente a ella mostrandole su rostro mientras que la capa volvía a quedarse quieta tras el teatral y seductor movimiento que había hecho su dueño, un suspiro de alivio salió de los labios de la joven al notar que aquella cara no era familiar. Con una ceja arqueada y una sonrisa en los labios presenció la magnifica reverencia que aquel desconocido le ofrecía a modo de saludo, algo elogiada por aquel acto del que no estaba acostumbrada a ser participe, posó sus manos en su larga falda con el fin de imitarlo, sin embargo su intento quedó totalmente descartado al recordarse que una cortesana no podía darse esos lujos de juegos elegantes, era lo que era y no tenía ningún problema en asumirlo, los sueños de vestir como una radiante princesa y ser presentada en sociedad para encontrar marido habían quedado atrás hacía mucho tiempo.

Las palabras que el joven le brindó sumado a su sonrisa hicieron que la muchacha bajara un poco las defensas y considerara que en frente tenía a un futuro cliente y uno muy amable.
- El placer es mío, monsieur, puede usted llamarme Cherie -le sonrió dejando ver su perfecta dentadura, nunca daba su nombre real pues podía haber escapado de aquella horrosa prisión, pero el miedo de ser encontrada siempre estaba latente con ella. - Dígame sus necesidades y de inmediato le diré si puedo o no ser yo la encargada de satisfacerlas, monsieur- le dijo, conqueta sin dejar de sonreir, con su marcado acento rumano mirándolo a los ojos a duras penas pues la oscuridad de la noche le prohibía presenciar a aquel joven de forma más detallada.

La cortesana escuchó sus palabras sin mostrar su sorpresa pero sintiéndola enormemente. ¿Por qué ese hombre quería saber todo lo que pasaba en la Ciudad de las Luces? Aquello no era para nada normal. De forma inconsciente la chica se miró de pies a cabeza pensando si las ropas que llevaban no eran lo suficientemente insinuantes como para demostrarle a aquel caballero que lo que en ella le podía ayudar no tenía nada que ver con lo que le estaba pidiendo… ella podía concederle placer inigualable, orgasmos cada cinco minutos, caricias que lo erizaran por completo, incluso ternura si es que se lo pedía, pero de qué forma podía ayudarlo con información… y, ante todo, ¿qué clase de información era la que él quería?

Con una cara inexpresiva terminó de escuchar a su acompañante y fueron sus 5 últimas palabras las que hicieron que en su rostro se posara una sonrisa cediendo ante aquel inusual pacto. “Yo os daría cuanto pidierais” había dicho el joven, pues eso era un excelente trato.

- Debo decirle que cuando me dijo que “necesitaba” algo pensé que se refería a otro tipo de necesidades, monsieur – dijo Angeliqué haciéndole honor a su forma de ser espontánea diciendo siempre lo que pensaba trayéndole, a veces, muy malas consecuencias – espero entienda a lo que me refiero – se acercó a él con una sonrisa tocando levemente su pecho con la yema del dedo índice, – pero si lo que usted necesita es información y me recompensará por ello estoy dispuesta a ayudarlo, tengo mucha clientela por estas fechas, monsieur, las frías noches de otoño merecen algo de… “calor” y quién mejor que yo para brindarlo – le sonrío coqueta ¿por qué no ganar algo extra complaciéndolo a él de igual forma? – Aunque claro, al parecer usted no necesita aquel tipo de “favor” – dijo con cara angelical, - así pues dígame qué tipo reinformación es la que quiere y haré lo imposible por conseguirla – dijo finalmente alejándose un poco de él para poder ver sus ojos, aunque la oscuridad de la noche no se lo permitía del todo.