AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una mágica noche pintada de color rojo. [Fiesta Privada Ivanov]
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Una mágica noche pintada de color rojo. [Fiesta Privada Ivanov]
Casi todo estaba listo.
El hall donde recibiría a mis invitados estaba decorado con una gran alfombra color sangre y dónde esta terminaba, se alzaba una especia de altar con un torno en el centro. El trono estaba formado con huesos y calaveras de mis antepasados, el cráneo del reposabrazos de mi mano derecha era el de mi madre, el de la izquierda el de mi padre. Tras el altar un cuadro de la familia Ivanov pintado hacia casi un siglo se alzaba imponente ante los ojos de los presentes. Un poco más a mi derecha había otra puerta con el marco hecho de oro y rubíes, la cual, daba al salón principal.
Todo estaba pulcro y tétrico, como aquellas casas abandonas pero un poco más cosmopolita y decorada con mucho gusto.
Aduendada con un vestido blanco y rojo y con un recogido alto, me senté en el trono a la espera de que Sebastian me informara de los acontecimientos que estarían a punto de suceder.
-Señora- dijo haciendo un reverencia ante el altar.- Los músicos están dispuesto en el salón principal para cuando se desee tocar. Mientras las señoritas y los señores que han aceptado venir a cambio de un módico precio están preparándose en la despensa para hacer su aparición a la hora de la cena. Creo que alguno intenta escapar, pero si me permite decirlo, es inútil.
-¡Ya se que es inútil Sebastian!- dije dando golpecitos al cráneo de mi padre.-¡Que aburrimientos! ¿Cuándo piensan llegar? Mi querido Sebastian, en cuanto sueltes a nuestro tentempié podéis marcharos si así lo deseáis, no me gustaría que alguien tan preciado como tu le pasara algo malo por mi culpa. Suelta al ganado y dales una copa del mejor vino que tengamos en la bodega. Diles a los músicos que comiencen a tocar, algo alegre para no deprimir a nuestros invitados mortales.
Sebastian realizó otra reverencia y salió de hall por una de las puertas que daba a la bodega. Pocos minutos después salió guiando a un grupo de-como mínimo- treinta hombres y mujeres de todas las edades y de todas las bellezas inimaginables. Rubios, morenos, castaños de todos los matices y colores eran los cabellos de nuestra cena. Todos habían sido aduendados con gran gusto, con vestidos de fiesta muy elegantes ya que no me gustaba para nada la vulgaridad.
Al entrar al salón principal la música comenzó a sonar, era una melodía tranquila y alegre, algo que no pegaba para nada con el decorado de la finca pero que dejaba en el aire un contraste delicioso.
Me levanté con aires de majestuosidad del trono y me dirigí a la puerta junto a Sebastian, al cual le di dos efusivos besos.
-Gracias por todo, ahora márchate Sebastian.
-Me temo que me quedaré, es mi deber como mayordomo.
Puse los ojos en blanco y Sebastian y yo nos dirigimos a la puerta de entrada, la abrimos y desde allí podíamos ver el camino del jardín, alumbrado por antorchas y pétalos de rosas rojas en el suelo. Todo era maravilloso, estaba nerviosa aun que no quería admitirlo.
-Espero que no atrde en llegar.-dije mirando al jardín con nervios aun que sin llegar a esteriorizxarlos.
El hall donde recibiría a mis invitados estaba decorado con una gran alfombra color sangre y dónde esta terminaba, se alzaba una especia de altar con un torno en el centro. El trono estaba formado con huesos y calaveras de mis antepasados, el cráneo del reposabrazos de mi mano derecha era el de mi madre, el de la izquierda el de mi padre. Tras el altar un cuadro de la familia Ivanov pintado hacia casi un siglo se alzaba imponente ante los ojos de los presentes. Un poco más a mi derecha había otra puerta con el marco hecho de oro y rubíes, la cual, daba al salón principal.
Todo estaba pulcro y tétrico, como aquellas casas abandonas pero un poco más cosmopolita y decorada con mucho gusto.
Aduendada con un vestido blanco y rojo y con un recogido alto, me senté en el trono a la espera de que Sebastian me informara de los acontecimientos que estarían a punto de suceder.
-Señora- dijo haciendo un reverencia ante el altar.- Los músicos están dispuesto en el salón principal para cuando se desee tocar. Mientras las señoritas y los señores que han aceptado venir a cambio de un módico precio están preparándose en la despensa para hacer su aparición a la hora de la cena. Creo que alguno intenta escapar, pero si me permite decirlo, es inútil.
-¡Ya se que es inútil Sebastian!- dije dando golpecitos al cráneo de mi padre.-¡Que aburrimientos! ¿Cuándo piensan llegar? Mi querido Sebastian, en cuanto sueltes a nuestro tentempié podéis marcharos si así lo deseáis, no me gustaría que alguien tan preciado como tu le pasara algo malo por mi culpa. Suelta al ganado y dales una copa del mejor vino que tengamos en la bodega. Diles a los músicos que comiencen a tocar, algo alegre para no deprimir a nuestros invitados mortales.
Sebastian realizó otra reverencia y salió de hall por una de las puertas que daba a la bodega. Pocos minutos después salió guiando a un grupo de-como mínimo- treinta hombres y mujeres de todas las edades y de todas las bellezas inimaginables. Rubios, morenos, castaños de todos los matices y colores eran los cabellos de nuestra cena. Todos habían sido aduendados con gran gusto, con vestidos de fiesta muy elegantes ya que no me gustaba para nada la vulgaridad.
Al entrar al salón principal la música comenzó a sonar, era una melodía tranquila y alegre, algo que no pegaba para nada con el decorado de la finca pero que dejaba en el aire un contraste delicioso.
- Spoiler:
Me levanté con aires de majestuosidad del trono y me dirigí a la puerta junto a Sebastian, al cual le di dos efusivos besos.
-Gracias por todo, ahora márchate Sebastian.
-Me temo que me quedaré, es mi deber como mayordomo.
Puse los ojos en blanco y Sebastian y yo nos dirigimos a la puerta de entrada, la abrimos y desde allí podíamos ver el camino del jardín, alumbrado por antorchas y pétalos de rosas rojas en el suelo. Todo era maravilloso, estaba nerviosa aun que no quería admitirlo.
-Espero que no atrde en llegar.-dije mirando al jardín con nervios aun que sin llegar a esteriorizxarlos.
Última edición por Ekaterina Ivanov el Lun Jul 05, 2010 9:10 am, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: Una mágica noche pintada de color rojo. [Fiesta Privada Ivanov]
Un estridente violín perforaba sus sienes y le forzaba a entrecerrar ligeramente los ojos para concentrarse en no perder el hilo de sus pensamientos desgastados con el incansable paso de los años. Alzó su mirada teñida de carmín y oscuridad para apreciar esa pequeña luna colgada del cielo y sustentada por alfileres invisibles que alguien decidió colocar allí en su día. Intuía que esa iba a ser una larga velada de lo más inolvidable, y no sabéis lo que le gustaba que de ese modo fuera. Sus irises negros como las mismísimas tinieblas danzaron al ritmo de las lenguas de fuego de las antorchas que delante de él se alzaban, altivas, trazando un llameado camino hacia la que esa noche sería su guarida. El viento silbaba, sacudiendo el pañuelo rojo que abrazaba su ancho cuello varonil. Esas llamaradas bailonas le susurraban que se acercara más y más, le siseaban que cayera en la tentación del mismo modo que la envenenada serpiente persuadió a la primera mujer del nuevo mundo en su día elegido.
Sus elegantes botines relucientes pisaron sin miramientos un pétalo de rosa roja que aulló de forma muda, agonizando solo de saber que soportaba el peso de algo más que ochenta quilos de carne marmórea. Encima de ese mísero pétalo rojo, malherido, se alzaba uno de los más respetados señores de la noche, aquél capaz de acallar a multitudes de una sola de sus miradas. Aquél capaz de arrebatar la cordura a la mismísima reina de París hasta convencerla de que los vampiros eran capaces de jurar amor eterno, siendo eso verdadero o no. ¿Realmente importaba? Evidentemente que no. En ese preciso instante todo carecía de interés. A escasos veinte metros de su imponente figura se alzaban dos perfiladas siluetas, una de ellas de indudable belleza inmortal. La dama de la noche, su pequeña realeza.
Ekaterina Ivanov, la única y real culpable de que esa amarga noche no hundiera sus colmillos en la yugular de alguna belleza noble y desprevenida. Eso sí, ¿qué podía aportarle esa aparentemente corriente velada a un ser de la oscuridad como él? Nada más y nada menos que la clave de su éxito; el prestigio y la reputación. En aquél tierno entonces era bien preciso mantener una impecable reputación se dedicara uno a lo que se dedicara. Además, había cena asegurada y se le había abierto el apetito solo de ver a esa inmortal de curvas infernales que despertaba en él el más primario de los deseos e instintos. La deseaba, fervientemente, mas sabía controlarse lo suficiente para domar la situación y manejarla a su gusto, como si de una cuádriga se tratara. Él era el auriga de ese carruage cuyos caballos eran todas sus víctimas... domadas... sumisas... deliciosas. ¿Ekaterina? Una de ellas.
Sus firmes pisadas elegantes lo acercaron de un modo persemonioso a la anfitriona de tan elegante velada. A su espalda podía observar el hall, decorado al más puro estilo de los de alta cuna, pero con esa orgásmica pizca de sensualidad inmortal tan típica de los señores de la noche. El extremo derecho de sus labios se curvó en una ladeada sonrisa burlesca que desapareció en cuanto intuyó que su pequeña alteza podría percibirla. Se detuvo a dos metros de la misma e inclinó la cabeza de forma razonablemente educada para, a posteriori, clavar sus gélidos ojos felinos en los grisáceos de ella, transmitiéndole con la mirada una promesa que no dudó en materializar en palabras. - Esta velada... será inolvidable, su pequeña realeza. - Las palabras reptaron serpenteantes desde sus fríos labios hasta los finos oídos de Ekaterina. Miró mudo a Sebastián, y se adentró en la casa sin más preámbulos, enfundado en su camisa blanca y sus mayas oscuras, ceñidas a los muslos.
Sus elegantes botines relucientes pisaron sin miramientos un pétalo de rosa roja que aulló de forma muda, agonizando solo de saber que soportaba el peso de algo más que ochenta quilos de carne marmórea. Encima de ese mísero pétalo rojo, malherido, se alzaba uno de los más respetados señores de la noche, aquél capaz de acallar a multitudes de una sola de sus miradas. Aquél capaz de arrebatar la cordura a la mismísima reina de París hasta convencerla de que los vampiros eran capaces de jurar amor eterno, siendo eso verdadero o no. ¿Realmente importaba? Evidentemente que no. En ese preciso instante todo carecía de interés. A escasos veinte metros de su imponente figura se alzaban dos perfiladas siluetas, una de ellas de indudable belleza inmortal. La dama de la noche, su pequeña realeza.
Ekaterina Ivanov, la única y real culpable de que esa amarga noche no hundiera sus colmillos en la yugular de alguna belleza noble y desprevenida. Eso sí, ¿qué podía aportarle esa aparentemente corriente velada a un ser de la oscuridad como él? Nada más y nada menos que la clave de su éxito; el prestigio y la reputación. En aquél tierno entonces era bien preciso mantener una impecable reputación se dedicara uno a lo que se dedicara. Además, había cena asegurada y se le había abierto el apetito solo de ver a esa inmortal de curvas infernales que despertaba en él el más primario de los deseos e instintos. La deseaba, fervientemente, mas sabía controlarse lo suficiente para domar la situación y manejarla a su gusto, como si de una cuádriga se tratara. Él era el auriga de ese carruage cuyos caballos eran todas sus víctimas... domadas... sumisas... deliciosas. ¿Ekaterina? Una de ellas.
Sus firmes pisadas elegantes lo acercaron de un modo persemonioso a la anfitriona de tan elegante velada. A su espalda podía observar el hall, decorado al más puro estilo de los de alta cuna, pero con esa orgásmica pizca de sensualidad inmortal tan típica de los señores de la noche. El extremo derecho de sus labios se curvó en una ladeada sonrisa burlesca que desapareció en cuanto intuyó que su pequeña alteza podría percibirla. Se detuvo a dos metros de la misma e inclinó la cabeza de forma razonablemente educada para, a posteriori, clavar sus gélidos ojos felinos en los grisáceos de ella, transmitiéndole con la mirada una promesa que no dudó en materializar en palabras. - Esta velada... será inolvidable, su pequeña realeza. - Las palabras reptaron serpenteantes desde sus fríos labios hasta los finos oídos de Ekaterina. Miró mudo a Sebastián, y se adentró en la casa sin más preámbulos, enfundado en su camisa blanca y sus mayas oscuras, ceñidas a los muslos.
Invitado- Invitado
Re: Una mágica noche pintada de color rojo. [Fiesta Privada Ivanov]
Claudia, Louis, Marius...Armand..mis...otros amigos ¿Dónde os habíais metido? La fuerte afluencia de hitos que alberga la genuina Francia dejaría estupefactos a mis compañeros noctámbulos, me crispaba el hecho de no haberme topado con ellos, ni siquiera con mi creación, mi amor, mi querido amigo sentimental Louis, él era el único capaz de resurgir los pedacitos de un alma rocambolesca como la mía ¿Acaso era la hora de las ñoñerias? Mon dieu...tenía una fiesta a la que asistir y ofrecer la versión más exquisita del vampiro Lestat, más bien, dejar una pequeña huella en el corazón latente o no, de Ekaterina, la cual cabe destacar su gran sentido de la astucia, una condenada bastante ágil, llena de pasión, llena de color, sería una buena amiga de viajes, de paseos por el mundo, lástima que estuviera ensimismado en mi rutinaria soledad acomodada.
El traqueteo del carruaje, el vaivén de los correspondientes asientos, me obligaba a tambalearme debido al camino pedregoso que atravesaba, los relinchos constantes de los caballos se mezclaban con el sonido de sus herraduras chocando contra el suelo, yo propinaba los últimos retoques a mi traje bordado en topacio, ofreciendo un color amarillo dorado que hacia juego con mi cabello, los botones de la casaca estaban hechos de zafiros azulados de los más impolutos, su brillo era tan llamativo como mis colmillos para los mortales, para esta ocasión escogí un atuendo de lo más clásico, pero atrevido, las mallas azules, para acabar con unos zapatos de topacio, cuyo color se asemajaba bastante con el color de la casaca, azul y amarillo, parecía un ángel o un paladín protector, que ironía, porque a los demonios chupasangres nos pega mucho más el color rojo de sangre, o el color negro de oscuridad.
El viaje había concluido, tras bajar debidamente, sin la ayuda correspondiente, por que no la necesitaba, aún no era un anciano decrépito incapaz de moverse, aunque por mi edad, bajo la perspectiva humana, ni siquiera conservaría mi suave piel.
Presumía de que no sería una fiesta exclusiva de mortales, sino más bien de inmortales, seguramente amigos de Ekaterina, o enemigos ¿Qué importaba?, noté la presencia de inmediato de Ekaterina, junto a su sumiso esclavo que algún día sería pasto de vampiro, no estaban solos, otro ser de las tinieblas les acompañaba, sentí una morbosa curiosidad, asi pues me acerqué a ellos con lustrosa coordinación, con talante, mesura y dedicación en mis movimientos, no llevaba ni bastón ni sombrero, muy impropio de mí, haciendo uso de mi remilgada educación, me incliné ante Ekaterina levemente, tocando con lentitud su muñeca, para acercarla hacia mis labios experimentados, propinando un sutil beso en su mano.
- A los tiempos ma cherie, ¿Os habéis divertido en mi ausencia? Vuestra fiesta me incita a un prestigioso festín, no sabéis lo fascinado que me encuentro en estos momentos, pueda ser...la sed, o quizás...la lujuría, o la visión terrorífica de nuestra realidad, la gracia de nuestros actos no tiene justificación, como la vida o la muerte, llega en el momento más insospechado....haha- reí con malicia tras pronunciar mis últimas palabras, solo Dios o el Diablo, sabía del por qué me vanagloriaba de mi tumultuosa eterna existencia.
A continuación me adentré hacia los interiores de su mansión, miré al extraño antes de contemplar su decoración, al cual intenté penetrar en sus más íntimos deseos y pensamientos, fue inútil, los vampiros desarrollaban cierta protección a las lecturas de mentes, como era éste caso, solo esperaba que aquel intento no ofendiera la futura presentación, aquel muchacho lucía conjunto simple, natural, cautivador, su porte era incuestionable, me preguntaba si era un vampiro de la nueva o vieja era, si había sufrido lo bastante como para intentar suicidarse, o si amaba cada gota que succionaba a su víctimas.
- ¡Vaya! Hemos sido los primeros en llegar, me da la sensación, de que tal vez seamos los últimos en salir, ¿No creéis endiablado amigo? - pregunté con cierto descaro, inquieto por conocer su timbre de voz, ansioso por la fiesta que nos tenía preparado la dulce y frívola Ekaterina.
El traqueteo del carruaje, el vaivén de los correspondientes asientos, me obligaba a tambalearme debido al camino pedregoso que atravesaba, los relinchos constantes de los caballos se mezclaban con el sonido de sus herraduras chocando contra el suelo, yo propinaba los últimos retoques a mi traje bordado en topacio, ofreciendo un color amarillo dorado que hacia juego con mi cabello, los botones de la casaca estaban hechos de zafiros azulados de los más impolutos, su brillo era tan llamativo como mis colmillos para los mortales, para esta ocasión escogí un atuendo de lo más clásico, pero atrevido, las mallas azules, para acabar con unos zapatos de topacio, cuyo color se asemajaba bastante con el color de la casaca, azul y amarillo, parecía un ángel o un paladín protector, que ironía, porque a los demonios chupasangres nos pega mucho más el color rojo de sangre, o el color negro de oscuridad.
El viaje había concluido, tras bajar debidamente, sin la ayuda correspondiente, por que no la necesitaba, aún no era un anciano decrépito incapaz de moverse, aunque por mi edad, bajo la perspectiva humana, ni siquiera conservaría mi suave piel.
Presumía de que no sería una fiesta exclusiva de mortales, sino más bien de inmortales, seguramente amigos de Ekaterina, o enemigos ¿Qué importaba?, noté la presencia de inmediato de Ekaterina, junto a su sumiso esclavo que algún día sería pasto de vampiro, no estaban solos, otro ser de las tinieblas les acompañaba, sentí una morbosa curiosidad, asi pues me acerqué a ellos con lustrosa coordinación, con talante, mesura y dedicación en mis movimientos, no llevaba ni bastón ni sombrero, muy impropio de mí, haciendo uso de mi remilgada educación, me incliné ante Ekaterina levemente, tocando con lentitud su muñeca, para acercarla hacia mis labios experimentados, propinando un sutil beso en su mano.
- A los tiempos ma cherie, ¿Os habéis divertido en mi ausencia? Vuestra fiesta me incita a un prestigioso festín, no sabéis lo fascinado que me encuentro en estos momentos, pueda ser...la sed, o quizás...la lujuría, o la visión terrorífica de nuestra realidad, la gracia de nuestros actos no tiene justificación, como la vida o la muerte, llega en el momento más insospechado....haha- reí con malicia tras pronunciar mis últimas palabras, solo Dios o el Diablo, sabía del por qué me vanagloriaba de mi tumultuosa eterna existencia.
A continuación me adentré hacia los interiores de su mansión, miré al extraño antes de contemplar su decoración, al cual intenté penetrar en sus más íntimos deseos y pensamientos, fue inútil, los vampiros desarrollaban cierta protección a las lecturas de mentes, como era éste caso, solo esperaba que aquel intento no ofendiera la futura presentación, aquel muchacho lucía conjunto simple, natural, cautivador, su porte era incuestionable, me preguntaba si era un vampiro de la nueva o vieja era, si había sufrido lo bastante como para intentar suicidarse, o si amaba cada gota que succionaba a su víctimas.
- ¡Vaya! Hemos sido los primeros en llegar, me da la sensación, de que tal vez seamos los últimos en salir, ¿No creéis endiablado amigo? - pregunté con cierto descaro, inquieto por conocer su timbre de voz, ansioso por la fiesta que nos tenía preparado la dulce y frívola Ekaterina.
Invitado- Invitado
Re: Una mágica noche pintada de color rojo. [Fiesta Privada Ivanov]
Sin mas que hacer por la tarde mi cabeza no dejo de martillearme que tendría una fiesta en la residencia Ivanov. Desconocía completamente el por que la investigación pero perfectamente había escuchado indecentes habladurías sobre aquella mansión. Para mi no era mas que normal, yo habitaba entre toda la gente que sea, nadie me incomodaba y para hacerlo era realmente una difícil decisión para quien se lo proponga.
Después de largos pensamientos con solo poca ayuda logre vestirme de acorde con el baile que se organizaban últimamente. El vestido celeste bien echo que portaba incomodaba un poco de la cintura, el corsé fue algo de lo que nunca me impondría a utilizar pero así era como la “moda” de esta época empezaba a utilizarse. Pero sin duda el traje era hermoso, fascinante, realmente algo diferente de mis gustos. Resaltaba mucho mi figura con un toque inocente con mi cabellera que se encontraba suelta surcando mi hombros como cascada adornada con una pequeña flor justo un poco cercas de una de mis orejas. Decidí que ya estaba lista, solo faltaba un ligero collar alrededor de mi cuello y la argolla familiar lapislázuli de la familia. Sin olvidar unas pocas gotas de alguna fragancia en cada lado de mi cabeza para no dar una mala impresión.
El viaje no fue que digamos tan largo pero tampoco tan corto. El hogar se encontraba a las afueras de la ciudad y aunque no un fuera muy transitorio igual que mi casa, era fácil encontrarla, claro, todo gracias al chofer que era quien manejaba el carruaje velozmente. Cada vez que nos acercábamos un poco fijaba mi vista en aquel lugar tan hermoso. Claro hermoso para mi. Baje con innecesaria ayuda de la escuálida y huesuda mano de la persona quien me trajo.
Con perfectos pasos de cisne fui subiendo hasta la puerta. Note como los pétalos carmesí que estaban esparcidos por el suelo tenían ligeros movimientos por el aire. Era sombrío, un lugar que nuca tenia la oportunidad de visitarlo y no la perdería esta vez. La curiosidad me mataba y mi ansiosidad deseaba que entrara rápidamente. Ignorando las ordenes inconcientes, fui digna de entrar con toda naturalidad, dejando mi fragancia por doquier. Pase mi mirada hasta situarla en la armadora de donde me encontraba, perfecta y hermosa como debe de ser. Alguien mas digno de tener tan buena vida.
No quise parecer mal educada y lo mas adecuado fue acercarme con cautela, si que pareciera alguna loca apunto de atacar a preguntas. Como siempre se esperaba de mi, una sonrisa fue lentamente pintada en mi rostro dedicada para Ekaterina. Sutil. Me dije a mi misma. Y una reverencia sutil fue lo que hice, tomando los olanes del vestido para volver a reincorporarme.
-Es realmente un placer estar frente a tanta belleza -le comunica acongojada de mi misma con una dulce voz. La envidiaba por tener ese inexplicable rostro y de unos ojos y melena tan lustrosos y de curioso color. Eleve un poco el mentón, dignada por todo- le agradezco haberme invitado lady -una sonrisa mas y me dirigí a otro lugar de la mansión.
Tenia poco de haber llegado a Paris. La poca gente que conocía fue muy agradable con migo pero no creo poder verlos por aquí. Aun así no me rendí por buscar deliberadamente a algún conocido. Alguien con quien pudiera estar y tener una buena charla disfrutando de la velada. Pero no lograba reconocer algún rostro, solo un montón de caras mejores que la mía sin duda mucho mas, perfiladas y perfectas como si de una estatua se tratase. Tuve que admitir que ahora yo debería de buscar a alguien, no pasarla sola en este lugar esperando a que alguien me salvara de la soledad. Me puse andando cruzando los grupos de personas buscando el ideal para alguien como yo. En especial nadie me llamaba la atención, eran casi todos iguales y solo pocos diferentes como yo. Por lo tanto creí que la pasaría antes un tiempo pensando situándome cercas de un florero. Me cruce de brazos insistente, nunca seria la chica mas sociable del plantea.
Después de largos pensamientos con solo poca ayuda logre vestirme de acorde con el baile que se organizaban últimamente. El vestido celeste bien echo que portaba incomodaba un poco de la cintura, el corsé fue algo de lo que nunca me impondría a utilizar pero así era como la “moda” de esta época empezaba a utilizarse. Pero sin duda el traje era hermoso, fascinante, realmente algo diferente de mis gustos. Resaltaba mucho mi figura con un toque inocente con mi cabellera que se encontraba suelta surcando mi hombros como cascada adornada con una pequeña flor justo un poco cercas de una de mis orejas. Decidí que ya estaba lista, solo faltaba un ligero collar alrededor de mi cuello y la argolla familiar lapislázuli de la familia. Sin olvidar unas pocas gotas de alguna fragancia en cada lado de mi cabeza para no dar una mala impresión.
El viaje no fue que digamos tan largo pero tampoco tan corto. El hogar se encontraba a las afueras de la ciudad y aunque no un fuera muy transitorio igual que mi casa, era fácil encontrarla, claro, todo gracias al chofer que era quien manejaba el carruaje velozmente. Cada vez que nos acercábamos un poco fijaba mi vista en aquel lugar tan hermoso. Claro hermoso para mi. Baje con innecesaria ayuda de la escuálida y huesuda mano de la persona quien me trajo.
Con perfectos pasos de cisne fui subiendo hasta la puerta. Note como los pétalos carmesí que estaban esparcidos por el suelo tenían ligeros movimientos por el aire. Era sombrío, un lugar que nuca tenia la oportunidad de visitarlo y no la perdería esta vez. La curiosidad me mataba y mi ansiosidad deseaba que entrara rápidamente. Ignorando las ordenes inconcientes, fui digna de entrar con toda naturalidad, dejando mi fragancia por doquier. Pase mi mirada hasta situarla en la armadora de donde me encontraba, perfecta y hermosa como debe de ser. Alguien mas digno de tener tan buena vida.
No quise parecer mal educada y lo mas adecuado fue acercarme con cautela, si que pareciera alguna loca apunto de atacar a preguntas. Como siempre se esperaba de mi, una sonrisa fue lentamente pintada en mi rostro dedicada para Ekaterina. Sutil. Me dije a mi misma. Y una reverencia sutil fue lo que hice, tomando los olanes del vestido para volver a reincorporarme.
-Es realmente un placer estar frente a tanta belleza -le comunica acongojada de mi misma con una dulce voz. La envidiaba por tener ese inexplicable rostro y de unos ojos y melena tan lustrosos y de curioso color. Eleve un poco el mentón, dignada por todo- le agradezco haberme invitado lady -una sonrisa mas y me dirigí a otro lugar de la mansión.
Tenia poco de haber llegado a Paris. La poca gente que conocía fue muy agradable con migo pero no creo poder verlos por aquí. Aun así no me rendí por buscar deliberadamente a algún conocido. Alguien con quien pudiera estar y tener una buena charla disfrutando de la velada. Pero no lograba reconocer algún rostro, solo un montón de caras mejores que la mía sin duda mucho mas, perfiladas y perfectas como si de una estatua se tratase. Tuve que admitir que ahora yo debería de buscar a alguien, no pasarla sola en este lugar esperando a que alguien me salvara de la soledad. Me puse andando cruzando los grupos de personas buscando el ideal para alguien como yo. En especial nadie me llamaba la atención, eran casi todos iguales y solo pocos diferentes como yo. Por lo tanto creí que la pasaría antes un tiempo pensando situándome cercas de un florero. Me cruce de brazos insistente, nunca seria la chica mas sociable del plantea.
Invitado- Invitado
Re: Una mágica noche pintada de color rojo. [Fiesta Privada Ivanov]
Al final del crespúsculo…
Llega hasta la Mansión Von Fanel un pequeño sobre con la marca de la familia Ivanov. La caligrafía era perfecta, las palabras utilizadas en la descripción del motivo, fueron rebuscadas del léxico de quienes se atrevieron a redactarla. Entre sus líneas se expresaba de una manera bastante atenta, formal, pulcra y decente la cordial invitación que la familia Ivanov le realizaba a los residentes de tan espectral mansión semi-abandonada. La dichosa celebración tomo por sorpresa a la señora del lugar quien presto minutos de su valioso tiempo a leer con delicadeza el magno papel.
- ¿Qué dices Frederick, será interesante asistir? – Pregunta en su susurro en medio de lo tétrico que resulta ser el hogar para esta criatura, una media luna se acuna en su rostro después que sonríe para si misma, la respuesta a la cuestión realizada nunca llegó. - Cierto, estas muerto querido… - Suelta despreocupadamente con un tono de voz más elevado mientras acaricia la cabellera de una cabeza depositada en una mesa de la mejor madera , tallada con las manos de simples obreros parias del demonio que habitaba en ese lugar desde su antiguo dueño falleció en condiciones bastante extrañas. Los ojos fríos y sin vida de aquel inusual adorno veían con pavor a la mujer que hablaba con los muertos, la fémina sonríe nuevamente y se pone de pie, con una copa casi desértica de líquido, una bebida bastante peculiar pero para nada en lo absoluto fuera de lo común en los aperitivos de aquella dama.
Danza entre las cortinas nacaradas de su habitación, cubre su cuerpo con seda teñidas de un verde lustroso y en la hostilidad de su cabeza se recita una melodía de antaño. Se detiene su pintoresco pensamiento, para dirigirse hasta el vestuario de donde sacará el atavío perfecto para acudir a la velada. La pomposa crítica de la sociedad se vería enfocada en lo más hondo de su vida si no contaba con las especificaciones llenas de vorágines sin sentido en cuanto a la forma en que deben desenvolverse aquellos que se encuentran en su clase o nivel, por si fuese poco y pese al delicado tiempo que entregaba para profundizar y hacer más creíbles sus mentiras; se permite pensar entre chillidos de murciélagos que azotaban las ramas de un frondoso árbol a las afueras de su ventana principal, que traje adornaría mejor su cuerpo, si aquel que posee entre sus colores los que contrastan bajo la más sombría noche ó quizá ese que cuelga en el interior, resguardado de toda partícula de polvo, ataviado con las joyas más deseables para las sucias y corrompidas manos de los miserables humanos, a quienes desde su infancia encontró como alimento para su cuerpo y alma.
Ninguno de los dos trajes es lo suficientemente apetecible para la fémina, jala de un rincón una fúnebre vestimenta que acumulo en su interior polvo de generaciones atrás, lo sacude con tórridos movimientos y desde su perspectiva ah quedado perfecto. Se lo coloca tomando en cuenta cada detalle que realzará su figura – como si fuese una anciana más que necesite la ayuda de un amargo corsé – y le hiciera lucir más hermosa aunque de cierta forma dudaba relativamente que eso ocurriera. El color verde esmeralda del vestido resaltaba la mirada de sus ojos, el brillo de sus pupilas pues la sangre de Frederick le había hecho renacer de un modo más que delicadamente vanaglorioso. El cabello se encontraba recogido por la mitad, permitiendo una caída llena de esplendor y belleza con risos acunados a la altura de su delineada cintura.
Tras su arreglo repentino, hace una llamada al carruaje que le llevará hasta el domicilio de la finca Ivanov, es un carruaje blanco con garañones del mismo color pálido de la acompasada luna que se le veía sonriente desde el firmamento. Escoltada por sus pajes sube al transporte pero antes de partir recibe en sus manos un pequeño cofre de parte de su esclavo y lo abre con sutil curiosidad dentro se encuentra una joya que ira acorde a su indumentaria, se lo coloca. Un ademán de la cabeza indica que es hora de partir y emprende su camino hasta la celebración. La terracería que atraviesa es de paisaje terrorífico, simples copas de árboles, ramas que se expanden más allá de lo que la vista humana es capaz de percibir, gritos de lechuzas y esos estridentes chillidos de murciélagos que en literatura se confunden con personajes de su propia naturaleza.
Al fin logra concebir a su vista el recinto de su anfitriona. Baja del carruaje apoyada por la cálida, delicada y frágil mano de su paje, quien le sonríe pues toda su nefasta vida ah estado enamorado de la dama. Esta al ver la fascinación de sus ojos susurra de una forma melodiosa que puede retirarse, no necesita que le espere pues puede regresar sola. El chico asiente con su cabeza y se retira, tanto como él como el chofer de su transporte.
Admira con regocijo el ambiente que se genera con las decoraciones, para su punto de vista, bastante vida en un solo sitio resulta repugnante pues ella no posee una. Atraviesa el camino de pétalos, observando las llamas de las antorchas que alumbran el sendero. El porte de su figura es más acentuado cuando logra percibir entre las fragancias de la noche aquellos efluvios que resultaran un deleite para sus labios y la resequedad de su garganta. Se detiene frente a la anfitriona Ivanov, realiza una reverencia digna de la reina pero para un infernal demonio como lo es ella, la reina no vale nada. Saluda con diplomacia a los demás presentes con una sonrisa en sus labios advirtiendo con un tono de voz aterciopelado y delicadamente fino su nombre.
- Lorraine Von Fanel, viuda del aristócrata Alexander Monteviour – Ejerce una mueca en sus labios de placer al pronunciar su estado civil – Es un honor para mí asistir a vuestra prestigiosa velada – Un humor bastante fúnebre pasa por las facciones de la fémina.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Una mágica noche pintada de color rojo. [Fiesta Privada Ivanov]
Esa noche estaba cansado como siempre. Y no era para menos, sus días comenzaban antes de las 5 y estaban llenos de diversos trabajos aleatorios hasta el anochecer. Pero esa era la vida que había escogido. Era eso o vivir como una mujer de clase baja, humillada por los hombres y obligada a ejercer las prostitución. No quería que la historia de su madre y hermana se repitiera, por lo que prefería disfrazarse de hombre y quebrarse el lomo como uno para conseguir el pan para su familia.
Creyó que acabaría temprano puesto que el profesor Kaarkarogf, no tenía clases esa noche y no tendría que cuidar la tienda, pero entonces lo vio salir vestido inusualmente elegante, inclusive parecía guapo, diciendo que había sido invitado a una fiesta de burgueses. EunMi no lograba imaginarse al profesor Kaarkarogf en una fiesta elegante, seguramente terminaría tirando el vino al suelo y causando un desastre.
No tenía pues otra opción más que quedarse, ya que su jefe se lo había pedido amablemente y a cambio de amabilidad EunMi podría hacer cualquier cosa, no muchas personas le trataban bien debido a su nivel económico. Se quedó detrás del mostrador por un buen rato, luego de que el profesor se hubiera marchado, cuando una mujer que nunca antes había visitado la tienda, entró en ella con un halo misterioso, en su capa oscura ondeando con cada paso que daba.
- Bienvenida Madame - Exclamó EunMi con entusiasmo - ¿Desea ver algo en particular? - Y entonces todo pasó tan rápido que apenas si pudo respirar. La mujer le agarró del brazo con fuerza y luego todo se volvió oscuro a su alrededor.
Cuando abrió los ojos nuevamente, estaba en un lugar demasiado iluminado que tuvo que parpadear varias veces para acostumbrarse. No conocía esa habitación tan limpia, ni esa cama abollonada tan hermosa... ¿estaría soñando? ¿Porque usaba un vestido tan elegante y distinguido?. Oh EunMi tonta, ya vuelven a ti esas fantasías infantiles de niña ¿Acado no estás un poquito crecida para esas tonterías?
Pero por más que lo intentaba la fantasía no se iba, todo se sentía real, inclusive la voz del hombre que acababa de entrar en el lugar.
- Disculpe madame, debe ir con los demás invitados al salón principal -
EunMi miró hacía ambos lados sin entender que se refería a ella y luego de unos segundos de vacilación siguió al hombre a través de la puerta, siguiéndolo por largos corredores resplandecientes de elegancia, sintiendose infinitamente más pequeño con cada paso.
Creyó que acabaría temprano puesto que el profesor Kaarkarogf, no tenía clases esa noche y no tendría que cuidar la tienda, pero entonces lo vio salir vestido inusualmente elegante, inclusive parecía guapo, diciendo que había sido invitado a una fiesta de burgueses. EunMi no lograba imaginarse al profesor Kaarkarogf en una fiesta elegante, seguramente terminaría tirando el vino al suelo y causando un desastre.
No tenía pues otra opción más que quedarse, ya que su jefe se lo había pedido amablemente y a cambio de amabilidad EunMi podría hacer cualquier cosa, no muchas personas le trataban bien debido a su nivel económico. Se quedó detrás del mostrador por un buen rato, luego de que el profesor se hubiera marchado, cuando una mujer que nunca antes había visitado la tienda, entró en ella con un halo misterioso, en su capa oscura ondeando con cada paso que daba.
- Bienvenida Madame - Exclamó EunMi con entusiasmo - ¿Desea ver algo en particular? - Y entonces todo pasó tan rápido que apenas si pudo respirar. La mujer le agarró del brazo con fuerza y luego todo se volvió oscuro a su alrededor.
Cuando abrió los ojos nuevamente, estaba en un lugar demasiado iluminado que tuvo que parpadear varias veces para acostumbrarse. No conocía esa habitación tan limpia, ni esa cama abollonada tan hermosa... ¿estaría soñando? ¿Porque usaba un vestido tan elegante y distinguido?. Oh EunMi tonta, ya vuelven a ti esas fantasías infantiles de niña ¿Acado no estás un poquito crecida para esas tonterías?
Pero por más que lo intentaba la fantasía no se iba, todo se sentía real, inclusive la voz del hombre que acababa de entrar en el lugar.
- Disculpe madame, debe ir con los demás invitados al salón principal -
EunMi miró hacía ambos lados sin entender que se refería a ella y luego de unos segundos de vacilación siguió al hombre a través de la puerta, siguiéndolo por largos corredores resplandecientes de elegancia, sintiendose infinitamente más pequeño con cada paso.
Laurent Poulin- Humano Clase Media
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Re: Una mágica noche pintada de color rojo. [Fiesta Privada Ivanov]
¿Por qué tenía que pasarle justo a él?
Él nunca se metía con 'ese' tipo de gente, así que esperaba que no se metieran con él. Pero ahí estaba, organizándose el abrigo azul oscuro con frustración, para lucir presentable en la fiesta de la nueva riquilla Ivanov. En momentos como ese era cuando deseaba poder verse en un espejo. Refunfuñó un par de palabras inteligibles mientras luchaba con la bufanda en su cuello, anudandola de forma tal que luciera más elegante. Y esa era otra de las cosas que detestaba, tener que lucir 'elegante'. Elegancia no era una palabra que usara a menudo, ni siquiera la consideraba parte de su diccionario y tener que 'aparentar' ser elegante y distinguido por culpa de un montón de aristocratas que no conocía le molestaba absurdamente.
Suspiró cuando creyó que su apariencia era decente y a la altura de la ocación, saliendo del cuarto trasero de su tienda, en donde se encontraba. EunMi, la chica Asiatica que trabajaba para él, se giró y por su expresión Soren dedujo dos cosas; o se veía muy guapo usando esa ropa o se veía demasiado ridiculo.
- ¿Va para una fiesta profesor? - Exclamó EunMi sin dejar de mirarlo de arriba abajo sin ocultar su sorpresa. Y la entendía, Soren siempre iba con cualquier cosa puesta encima. La última vez inclusive, había olvidado ponerse medias.
- Me llegó una invitación a la Universidad... - Comentó el vampiro sin mostrar interés, casi con fastidio - No tengo idea de quien se trata - Agregó.
- No parece muy contento... - Comentó ella y volvió la vista al mostrador, parecía avergonzada por su intromición. Soren suspiró por segunda vez. No estaba para nada contento. Esa había sido una semana muy ocupada en la Universidad y en la tienda con el cargamento que había llegado y no había tenido tiempo de salir a cazar. Tenía sed y por culpa de la 'fiesta' ahora tendría que esperar quien sabe hasta que horas para poder salir a buscarse una presa.
- EunMi, lamento no haberte avisado antes ¿Puedes quedarte en la tienda hasta la hora del cierre? - Le preguntó pasándo por un lado de ella. Estaba acostumbrado a tratarla como a una igual, porque, todos eran iguales ¿verdad?, Exclavos, reyes, humanos y vampiros todos eran acosados por los mismos demonios. EunMi sin embargo parecía muy incómoda de que su jefe le tratara de una manera tan amable.
- No.. se preocupe Kaarkarogf sunbaenim* - Respondió ella. Soren le sonrió y se llevó las manos enguantadas a los bolsillos donde guardaba la invitación.
- Joder... - Gruñó saliendo de la tienda.
Caminó un par de calles y luego se perdió en las sombras en una esquina, para surgir en uno de los techos de las casas. El viento apacible de esa noche de verano, acarició su rostro con gentileza. ¿Porque demonios llevaba una bufanda y un gaban en verano?, maldita sea, los ricos y sus ridiculas modas. Comenzó a saltar de tejado en tejado sin prestar realmente atención a lo que hacía, aterrizando en las cornizas silenciosamente e impulsándose de nuevo como un felino. Al cabo de un rato dividó la subsodicha finca y notó a lo lejos el resplandor de lo que parecían fogatas. Habian varios carruajes elegantes y conforme se acercaba, el delicioso olor de la carne humama se filtró por su nariz casi como un narcótico.
Sonrió.
Por lo menos habría comida.
Aterrizó en el camino y se acercó a la entrada, no conocía a nadie y eso era (si era posible) más molesto aún, entonces divisó a Monseiur Wyatt Romanov.
- Buenas noches... soy el profesor Kaarkarogf - Exclamó con más cara de muerto que de vivo a la distinguida dama en la entrada - Creo que soy un invidado en esta velada - Agregó sintiéndose estúpido puesto que era obvio.
(( oh. Todos ustedes escriben tan 'Anne Rice' y yo soy tan 'Eoin Colfer'... I'm sorry. ))
Él nunca se metía con 'ese' tipo de gente, así que esperaba que no se metieran con él. Pero ahí estaba, organizándose el abrigo azul oscuro con frustración, para lucir presentable en la fiesta de la nueva riquilla Ivanov. En momentos como ese era cuando deseaba poder verse en un espejo. Refunfuñó un par de palabras inteligibles mientras luchaba con la bufanda en su cuello, anudandola de forma tal que luciera más elegante. Y esa era otra de las cosas que detestaba, tener que lucir 'elegante'. Elegancia no era una palabra que usara a menudo, ni siquiera la consideraba parte de su diccionario y tener que 'aparentar' ser elegante y distinguido por culpa de un montón de aristocratas que no conocía le molestaba absurdamente.
Suspiró cuando creyó que su apariencia era decente y a la altura de la ocación, saliendo del cuarto trasero de su tienda, en donde se encontraba. EunMi, la chica Asiatica que trabajaba para él, se giró y por su expresión Soren dedujo dos cosas; o se veía muy guapo usando esa ropa o se veía demasiado ridiculo.
- ¿Va para una fiesta profesor? - Exclamó EunMi sin dejar de mirarlo de arriba abajo sin ocultar su sorpresa. Y la entendía, Soren siempre iba con cualquier cosa puesta encima. La última vez inclusive, había olvidado ponerse medias.
- Me llegó una invitación a la Universidad... - Comentó el vampiro sin mostrar interés, casi con fastidio - No tengo idea de quien se trata - Agregó.
- No parece muy contento... - Comentó ella y volvió la vista al mostrador, parecía avergonzada por su intromición. Soren suspiró por segunda vez. No estaba para nada contento. Esa había sido una semana muy ocupada en la Universidad y en la tienda con el cargamento que había llegado y no había tenido tiempo de salir a cazar. Tenía sed y por culpa de la 'fiesta' ahora tendría que esperar quien sabe hasta que horas para poder salir a buscarse una presa.
- EunMi, lamento no haberte avisado antes ¿Puedes quedarte en la tienda hasta la hora del cierre? - Le preguntó pasándo por un lado de ella. Estaba acostumbrado a tratarla como a una igual, porque, todos eran iguales ¿verdad?, Exclavos, reyes, humanos y vampiros todos eran acosados por los mismos demonios. EunMi sin embargo parecía muy incómoda de que su jefe le tratara de una manera tan amable.
- No.. se preocupe Kaarkarogf sunbaenim* - Respondió ella. Soren le sonrió y se llevó las manos enguantadas a los bolsillos donde guardaba la invitación.
- Joder... - Gruñó saliendo de la tienda.
Caminó un par de calles y luego se perdió en las sombras en una esquina, para surgir en uno de los techos de las casas. El viento apacible de esa noche de verano, acarició su rostro con gentileza. ¿Porque demonios llevaba una bufanda y un gaban en verano?, maldita sea, los ricos y sus ridiculas modas. Comenzó a saltar de tejado en tejado sin prestar realmente atención a lo que hacía, aterrizando en las cornizas silenciosamente e impulsándose de nuevo como un felino. Al cabo de un rato dividó la subsodicha finca y notó a lo lejos el resplandor de lo que parecían fogatas. Habian varios carruajes elegantes y conforme se acercaba, el delicioso olor de la carne humama se filtró por su nariz casi como un narcótico.
Sonrió.
Por lo menos habría comida.
Aterrizó en el camino y se acercó a la entrada, no conocía a nadie y eso era (si era posible) más molesto aún, entonces divisó a Monseiur Wyatt Romanov.
- Buenas noches... soy el profesor Kaarkarogf - Exclamó con más cara de muerto que de vivo a la distinguida dama en la entrada - Creo que soy un invidado en esta velada - Agregó sintiéndose estúpido puesto que era obvio.
(( oh. Todos ustedes escriben tan 'Anne Rice' y yo soy tan 'Eoin Colfer'... I'm sorry. ))
Soren Kaarkarogf- Vampiro Clase Baja
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Re: Una mágica noche pintada de color rojo. [Fiesta Privada Ivanov]
Relincho.
El corcel blanco se negba a ir por aquel camino lleno de guijaros, aún así la mujer que cabalgaba sobre él le obligó tirando de las riendas color azul a galopar a toda velocidad por el camino. Los guijarros de piedra salían disparados bajo los cascos del caballo, mientras que sobre él, la dama se inclinaba hacia delante acompañando al caballo en su carrera.
Los cabellos rubios y rizados se enrredaban entre si a causa del viento, una capa color champagne con bordados florales en dorado ondeaba, hecha girones por los bajos.El vestido que la dama lucía era de la misma tela que la la capa. La mujer con los ojos sin apenas pestañear, sujetaba con ambas manos las riendas, además de en la mano derecha llevar una carta.
Se trataba de un sobre.En su interior una invitación al bufé libre que iba a proporionar una dama de la realeza rusa contenía su nombre además de un dato interesante para ella. Al recordar el contenido de la carta, el corazón muerto de Gabrielle se agitó enfurecido y lleno de amor. Si, estaba enfurecida, aun que en su rostro afable no se pintara aquella expresión. El caballo paró unos metros antes de llegar a la finca, desde la posición en la que se encontraban se podía ver claramente aquella mansión, daba miedo por su aspecto tremendamente cuotidiano. Gabrielle sabia que era la casa del mismo diablo.
-¡Ssssssss!- un siseo salió de sus labios,Gabrielle recordaba Lady Godiva en su corcel blanco o al menos, eso le dijeron cuando comrpó a un granjero en España el caballo blanco y lo montó por primera vez.Dio unas palmadas en el cuello del corcel y bajó de un ágil salto al suelo.-Calma, Babieca, calma.- continuó diciendo acariciando el hocico. Ató las riendas a las ramas de un árbol, lejos de la ista de la casa y se dirigió a ella, andando.
O más bien se debería decir volando, ya que la velocidad a la que Gabrielle se desplazaba era tal que sus pies parecían no rozar el suelo. En menos de diez segundos, aquella dama se encontraba en la puerta de la finca, viendo desde lo lejos como cada uno de los invitados pasaban por encima de los pétalos mátando la hermosura que en ellos quedaban.Con un suspiro Gabrielle desfiló por el largo pasillo de flores, parecía la Venus de Botticelli, su belleza, su elegancia, sus modales, su cultura, pese a no tener ya nada en la vida, eran igual que las de una diosa. Llegó hasta la puerta donde la anfitriona -ataviada con un traje que hacía que su figura fuera más tétrica- esperaba a sus intivados. Desde el interior, el aroma de los mortales hizo que las aletas de la nariz de Gabrielle se abireran para absorver los aromas, pero recuperó la compostura e hizo una reverncia mirando por el rabillo del ojo a la mujer.
-Si es cierto lo que dice la carta...-comenzó a decir.-Quiero verle, a él, ahora, no quiero participar en esta masacre, no es mi estilo. Vengo por él , señora Ivanov, ¡No! ¡No me haga entrar! ¡Dejese de tantos modales! Los demonios, no tenemos modales. ¡Si insistes...pasaré! Pero tan pronto como sepa que eso es verdad me marcho.
Gabrielle entró con aires preocupados al interior de la casa, el aspeco no podía ser más aterrador. Gabrielle se dirigió al gran salón en el cual los músicos tocaban sus piezas. Ella comenzó a examinar cada rincón de la sala hasta que le vió. Su corazón volvió a latir y no pudo contener el grito de dolor y alegría que escapaó de sus labios. Se acercó apartando a la gente a los dos chicos que parecían parlotear con demasiada hostilidad contenia.
-¡Lestat! ¡Oh, Lestat, hijo mio!-dijo con los ojos cargados de amor. Sus brazos hicieron un intento de alzarse para abrazar el cuerpo del joven, pero se quedó en un mero intento pues cogió los costados de su vestido y saludó al otro muchacho con una reverencia.-Señor.
El corcel blanco se negba a ir por aquel camino lleno de guijaros, aún así la mujer que cabalgaba sobre él le obligó tirando de las riendas color azul a galopar a toda velocidad por el camino. Los guijarros de piedra salían disparados bajo los cascos del caballo, mientras que sobre él, la dama se inclinaba hacia delante acompañando al caballo en su carrera.
Los cabellos rubios y rizados se enrredaban entre si a causa del viento, una capa color champagne con bordados florales en dorado ondeaba, hecha girones por los bajos.El vestido que la dama lucía era de la misma tela que la la capa. La mujer con los ojos sin apenas pestañear, sujetaba con ambas manos las riendas, además de en la mano derecha llevar una carta.
Se trataba de un sobre.En su interior una invitación al bufé libre que iba a proporionar una dama de la realeza rusa contenía su nombre además de un dato interesante para ella. Al recordar el contenido de la carta, el corazón muerto de Gabrielle se agitó enfurecido y lleno de amor. Si, estaba enfurecida, aun que en su rostro afable no se pintara aquella expresión. El caballo paró unos metros antes de llegar a la finca, desde la posición en la que se encontraban se podía ver claramente aquella mansión, daba miedo por su aspecto tremendamente cuotidiano. Gabrielle sabia que era la casa del mismo diablo.
-¡Ssssssss!- un siseo salió de sus labios,Gabrielle recordaba Lady Godiva en su corcel blanco o al menos, eso le dijeron cuando comrpó a un granjero en España el caballo blanco y lo montó por primera vez.Dio unas palmadas en el cuello del corcel y bajó de un ágil salto al suelo.-Calma, Babieca, calma.- continuó diciendo acariciando el hocico. Ató las riendas a las ramas de un árbol, lejos de la ista de la casa y se dirigió a ella, andando.
O más bien se debería decir volando, ya que la velocidad a la que Gabrielle se desplazaba era tal que sus pies parecían no rozar el suelo. En menos de diez segundos, aquella dama se encontraba en la puerta de la finca, viendo desde lo lejos como cada uno de los invitados pasaban por encima de los pétalos mátando la hermosura que en ellos quedaban.Con un suspiro Gabrielle desfiló por el largo pasillo de flores, parecía la Venus de Botticelli, su belleza, su elegancia, sus modales, su cultura, pese a no tener ya nada en la vida, eran igual que las de una diosa. Llegó hasta la puerta donde la anfitriona -ataviada con un traje que hacía que su figura fuera más tétrica- esperaba a sus intivados. Desde el interior, el aroma de los mortales hizo que las aletas de la nariz de Gabrielle se abireran para absorver los aromas, pero recuperó la compostura e hizo una reverncia mirando por el rabillo del ojo a la mujer.
-Si es cierto lo que dice la carta...-comenzó a decir.-Quiero verle, a él, ahora, no quiero participar en esta masacre, no es mi estilo. Vengo por él , señora Ivanov, ¡No! ¡No me haga entrar! ¡Dejese de tantos modales! Los demonios, no tenemos modales. ¡Si insistes...pasaré! Pero tan pronto como sepa que eso es verdad me marcho.
Gabrielle entró con aires preocupados al interior de la casa, el aspeco no podía ser más aterrador. Gabrielle se dirigió al gran salón en el cual los músicos tocaban sus piezas. Ella comenzó a examinar cada rincón de la sala hasta que le vió. Su corazón volvió a latir y no pudo contener el grito de dolor y alegría que escapaó de sus labios. Se acercó apartando a la gente a los dos chicos que parecían parlotear con demasiada hostilidad contenia.
-¡Lestat! ¡Oh, Lestat, hijo mio!-dijo con los ojos cargados de amor. Sus brazos hicieron un intento de alzarse para abrazar el cuerpo del joven, pero se quedó en un mero intento pues cogió los costados de su vestido y saludó al otro muchacho con una reverencia.-Señor.
Invitado- Invitado
Re: Una mágica noche pintada de color rojo. [Fiesta Privada Ivanov]
El holocausto y sus pecados; en toda realidad existe una balanza que delimita los polos opuestos de la existencia misma, una donde existe la vida y la muerte, el bien y el mal, el blanco y el negro… Una lista interminable de comparaciones similares transcurría entre mis pensamientos una vez que el crepúsculo dictaminaba la libertad para las almas pertenecientes a las sombras, tal como era mi caso. ¿A qué rango pertenecía yo? ¿Cómo podía estar muerta y sentirme llena de vitalidad? ¿Cómo podía ser una villana o un alma benévola cuando mi altruismo mortuorio rendía pleitesía a la sangre y a la vez valoraba la suma importancia de la existencia humana como parte de nuestra cadena alimenticia? ¿Cómo todo en mi mundo se reducía a solo el blanco y el negro si mi visión captaba miles de matices a mi alrededor? Como cada anochecer, paseaba entre los lúgubres pasillos de las mazmorras tanteando entre las múltiples posibilidades que encontraba en las miradas llenas de inmolación de cada uno de mis prisioneros… Hasta que el aburrimiento fuera el principal detonante de sus muertes tras uno de mis juegos…
Una vez en el palacio, lejos de toda la tétrica algarabía que clamaba por una indulgencia inexistente, mis ojos verdosos se posaron en una hermosa invitación que recordaba el llamado de una conexión, que a pesar de los años, no podía ignorar Ekaterina… Murmuré para mí misma con una sonrisa tenue mientras mi mente rememoraba el último de los festejos realizados en su honor: Le había conocido en un banquete muy poco usual en uno de sus viajes a mi país natal, la corte había quedado embelesada por su figura emblemática y por ello habían requerido mi presencia ante tan adorable mujer… ¿Adorable? La astucia muchas veces toma la forma de anzuelo para atraer a una presa de mayor envergadura, lo cual a mi parecer, era algo digno de admirar. En silencio le había analizado, sus gestos, su risa, incluso la forma en que relamía sus labios cuando uno de los mortales se había cortado el dedo índice con una fina hoja de papel, ¿Qué era lo que deseaba? Ese siempre había sido un misterio para mí hasta que le había visto actuar para saciar su sed con uno de sus invitados…
Muy diferente a la realidad era un término apropiado para describirla, como siempre lo decía “Ver para creer, aunque no todo lo que se ve, es lo que parece ser…” Éste era el caso de aquella mujer con la que había concordado por segunda vez, algunas semanas después en Roma, precisamente en una de las celebraciones ostentosas en mi palacio veraniego y donde en aquella vez, ambas nos habíamos aliado para reformular la temática aburrida y rutinaria de la misma, para convertirlo en un venerable baño de sangre, literalmente, claro está. Crímenes exquisitos albergados en el libro secreto de la noche… Solo recuerdos… Solo pasado… Solo eso…
Retoqué tinte carmesí que recubría mis labios carnosos frente al espejo, hasta que mi mirada encontró a través del reflejo la imagen de un caballero perteneciente a mi guardia personal a quien le dedique una sonrisa fría y un murmullo templado en mi lengua materna Preparare tutti, questa sera, visitiamo un vecchio amico. Seguidamente baje la intrincada escalinata hacia la entrada principal, donde mi carruaje esperaba a ser abordado y conducido a nuestro destino que no era más que un festín galardonado con figuras emblemáticas residentes de toda Francia, aunque conociendo a la anfitriona, su círculo de amistades era tan estrecho y contado como los dedos de una de mis manos perfiladas. Una vez dentro de mis transporte, suspire con algo de apatía al captar la trayectoria de la luna llena junto a nosotros, bañaba con sus hilos de plata el espeso bosque por donde nuestros briosos caballos emprendían una carrera a toda marcha como una sombra furtiva acechando a la débil luz que se asomaba desde el horizonte… Después de unas horas, nuestra llegada fue expresada por uno de mis hechiceros que detuvo el carruaje frente a la excéntrica morada de aquella mujer a la que no había tenido el placer de volver a ver después de tantos años.
Non richiede molto tempo, il mio segnale per partire immediatamente. Explique con la mirada fija aun en la luna mientras tomaba la mano de uno de mis guardias que me ayudaba a bajar del carruaje y me conducía hacia la entrada principal donde podía escuchar las voces de algunos invitados y los sonidos melodiosos de la orquesta en su cadencia. Hice una respiración profunda al cruzar el lujoso pasillo hacia el salón y entonces, fue al ver a aquella conglomeración de vampiros y algunos pocos mortales, que supe que estaba perdida… ¿Miedo escénico repentino? No, había asistido a tantas reuniones con la aristocracia de mi país que ya estaba programada para actuar en medio de ellos, bien sean desconocidos o no… Mis ojos cristalinos rondaron por el lugar cuando un minuto absurdo de silencio se abrió paso ante mi llegada Buona sera signore e signori. En un gesto reverencie delicadamente a los invitados absortos en su propio universo paralelo entre sus conversaciones que no pensaba interrumpir mientras en un fugaz segundo me acerque con una radiante sonrisa hacia Ekaterina Ivanov, la única con la que podía olvidar el molesto protocolo por un instante y dejar a un lado las previas presentaciones aburridas Muchos años han pasado desde que compartimos una velada como ésta, querida… Espero que durante ese lapso, no hayas olvidado a… Una vieja amiga… Alcé una de mis finas cejas por impulso cuando sus gestos manifestaron una sorpresiva reacción y entonces acorte la distancia para dedicarle un abrazo de una forma fraternal y después retomar nuestro espacio vital.
Una vez en el palacio, lejos de toda la tétrica algarabía que clamaba por una indulgencia inexistente, mis ojos verdosos se posaron en una hermosa invitación que recordaba el llamado de una conexión, que a pesar de los años, no podía ignorar Ekaterina… Murmuré para mí misma con una sonrisa tenue mientras mi mente rememoraba el último de los festejos realizados en su honor: Le había conocido en un banquete muy poco usual en uno de sus viajes a mi país natal, la corte había quedado embelesada por su figura emblemática y por ello habían requerido mi presencia ante tan adorable mujer… ¿Adorable? La astucia muchas veces toma la forma de anzuelo para atraer a una presa de mayor envergadura, lo cual a mi parecer, era algo digno de admirar. En silencio le había analizado, sus gestos, su risa, incluso la forma en que relamía sus labios cuando uno de los mortales se había cortado el dedo índice con una fina hoja de papel, ¿Qué era lo que deseaba? Ese siempre había sido un misterio para mí hasta que le había visto actuar para saciar su sed con uno de sus invitados…
Muy diferente a la realidad era un término apropiado para describirla, como siempre lo decía “Ver para creer, aunque no todo lo que se ve, es lo que parece ser…” Éste era el caso de aquella mujer con la que había concordado por segunda vez, algunas semanas después en Roma, precisamente en una de las celebraciones ostentosas en mi palacio veraniego y donde en aquella vez, ambas nos habíamos aliado para reformular la temática aburrida y rutinaria de la misma, para convertirlo en un venerable baño de sangre, literalmente, claro está. Crímenes exquisitos albergados en el libro secreto de la noche… Solo recuerdos… Solo pasado… Solo eso…
Retoqué tinte carmesí que recubría mis labios carnosos frente al espejo, hasta que mi mirada encontró a través del reflejo la imagen de un caballero perteneciente a mi guardia personal a quien le dedique una sonrisa fría y un murmullo templado en mi lengua materna Preparare tutti, questa sera, visitiamo un vecchio amico. Seguidamente baje la intrincada escalinata hacia la entrada principal, donde mi carruaje esperaba a ser abordado y conducido a nuestro destino que no era más que un festín galardonado con figuras emblemáticas residentes de toda Francia, aunque conociendo a la anfitriona, su círculo de amistades era tan estrecho y contado como los dedos de una de mis manos perfiladas. Una vez dentro de mis transporte, suspire con algo de apatía al captar la trayectoria de la luna llena junto a nosotros, bañaba con sus hilos de plata el espeso bosque por donde nuestros briosos caballos emprendían una carrera a toda marcha como una sombra furtiva acechando a la débil luz que se asomaba desde el horizonte… Después de unas horas, nuestra llegada fue expresada por uno de mis hechiceros que detuvo el carruaje frente a la excéntrica morada de aquella mujer a la que no había tenido el placer de volver a ver después de tantos años.
Non richiede molto tempo, il mio segnale per partire immediatamente. Explique con la mirada fija aun en la luna mientras tomaba la mano de uno de mis guardias que me ayudaba a bajar del carruaje y me conducía hacia la entrada principal donde podía escuchar las voces de algunos invitados y los sonidos melodiosos de la orquesta en su cadencia. Hice una respiración profunda al cruzar el lujoso pasillo hacia el salón y entonces, fue al ver a aquella conglomeración de vampiros y algunos pocos mortales, que supe que estaba perdida… ¿Miedo escénico repentino? No, había asistido a tantas reuniones con la aristocracia de mi país que ya estaba programada para actuar en medio de ellos, bien sean desconocidos o no… Mis ojos cristalinos rondaron por el lugar cuando un minuto absurdo de silencio se abrió paso ante mi llegada Buona sera signore e signori. En un gesto reverencie delicadamente a los invitados absortos en su propio universo paralelo entre sus conversaciones que no pensaba interrumpir mientras en un fugaz segundo me acerque con una radiante sonrisa hacia Ekaterina Ivanov, la única con la que podía olvidar el molesto protocolo por un instante y dejar a un lado las previas presentaciones aburridas Muchos años han pasado desde que compartimos una velada como ésta, querida… Espero que durante ese lapso, no hayas olvidado a… Una vieja amiga… Alcé una de mis finas cejas por impulso cuando sus gestos manifestaron una sorpresiva reacción y entonces acorte la distancia para dedicarle un abrazo de una forma fraternal y después retomar nuestro espacio vital.
Invitado- Invitado
Re: Una mágica noche pintada de color rojo. [Fiesta Privada Ivanov]
Cada uno de mis invitados fue llegando-poco a poco pero sin pausa- a mi finca, dónde yo les atendí en la entrada. Wyatt Romanov fue el primero en acudir.
Al verle, mis ojos se llenaron de rabia y pasión contenida, sus andares sobre las flores eran violentos y bellos, no me gustaba mucho ese condenado, había logrado dañar toda fibra sensible que había en mi pero al mismo tiempo eso era una sensación nueva que me gustaba. S saludo fue el de siempre se dirigía a mi como “pequeña realeza” con una mezcla de burla y seducción en su forma de pronunciar casa una de las sílabas de aquellas dos inciertas palabras pues yo ya no era pequeña, ni tampoco de la realeza.
-Desde luego que esta velada será inolvidable señor Romanov, solo una mente tan retorcida como puede llegar a ser la tuya puede hacerse la idea de lo inolvidable que será esta noche.- dije haciéndome a un lado y dejándole pasar al interior de mi casa.
“Donde estará mi invitado de honor…”-pensé al tiempo que mis ojos se dilataban de la alegría al ver aparecer aquellos cabellos rubios y rizado de un ángel que conocí en un teatro de condenados. La emoción que contuve al ver a Wyatt salió disparada al ver, a este inmortal con cara angelical y mente de diablo.
-Дорогой Лестат!- dije en mi lengua al verle aparecer.-Es un placer verle en mi humilde fiesta, pase, no se quede ahí.-dije tras escuchar sus palabras, las cuales rozaron mis oídos como la seda roza el cuerpo de una joven princesa.
Desde la entrada de la casa pude escuchar, las palabras hostiles que Lestat le dedicaba a Wyatt, sin duda sería una noche inolvidable, al menos si aquellos dos titanes luchaban con sus palabras para deleitar mis sentidos.
No tardó mucho en aparecer aquella joven de la realeza que olía como las flores silvestres en la más bella primavera. Era sin duda distinguida , educada y hermosa. Sus modales descolocaron por completo aquella mente siniestra que tenía. Era una pena que aquella dama hubiera aceptado mi invitación,posiblemente acabaría muerta….o no.
-El placer es mío, Catherina, pase, la noche empieza a comerse a los árboles, no me gustaría que tu belleza se perdiera en una oscuridad como la del cielo.-Le dí paso y esperé.
La siguiente en llegar fue un cargo de la alta sociedad, una condenada que solo vivía por y para ella, lo supe al ver sus ojos relucientes en la oscuridad de la noche. Al escuchar sus palabras llenas de amor propio, aquella mujer no tenía abuela ni la necesitaba, ella misma llenaba sus oídos de adulaciones sin embargo yo seguí el protocolo establecido. Vería como continuaría la velada, si no me gustaba ya sabría lo que tenía que hacer.
-El honor es mío señora, espero que se divierta.
Sebastian salió de la casa.
-Señora, hay un intruso entre el ganado. Alguien lo a traído, pero no fui yo.-dijo en voz baja casi inaudible.-¿Que debo hacer?
-Fui yo Sebastian, yo misma salí en su busca, su sangre es extremadamente…deliciosa.-dije mientras mis ojos se posaban en los andares de un joven, un joven que en un primer momento me dio la impresión de no querer asistir a mi velada. Pero al fin pareció decidirse a venir, se trataba de un profesor de la universidad. Yo tenía mucho interés en él.¿Cómo podía ser profesor? ¿Cómo resistir la tentación de devorar a sus alumnos en mitad de una clase de anatomía, o de química?
-Te conozco, no hacen faltas las presentaciones, tienes en la cara escrito con sangre la palabra: intelectual querido profesor Kaarkarogf .Me alegra de que haya asistido, seguro que se divertirá. Tengo una sorpresa especial para usted.
Aún no acaba de darle la bienvenida del profesor cuando mis ojos se posaron en unos cabellos dorados, en un vestido andrajoso pero aún así bello. Su rostro era divino, tan divino como el de Lestat. Era ella. Sus andares eran rápidos y violentos, pero respetuosos con los pétalos de flores que habían en el suelo. Esperó a que el profesor entrara por completo en la casa.
-Mi querida señora de Lioncourt. ¡Que placer verla! Es igual que su hijo. Claro que está pase. ¿No¿ ¿No quiere? – Reí maliciosamente.-¿No quiere pasar y verle? Claro, pase, pase.
Sonreí al dejar entrar a aquella mujer. Sin duda algo interesante ocurriría esta noche.
Volví a esperar, solo quedaba una invitada, era una vieja conocida, había estado en su país natal hacía mucho tiempo en mi búsqueda de aquel vampiro que me convirtió. Era una persona carismática y malvada, pero al mismo tiempo en su corazón había una pizca de benevolencia, o al menos eso hacía ver a los demás. En realidad era más malvada que yo a la hora de jugar con sus victimas. Habíamos compartido tantas cosas juntas…
Llegó al poco tiempo de que yo me acordara de ella y nuestras vivencias. Su abrazo fue agradecido, ella sabía que o me gustaba el contacto pero un saludo así era más que agradecido en mi muerto corazón. Ella lo sabía.
-¡Sabrina! Que alegría volver a verte, pensé que ya no vendrías. Vamos a para, todos están dentro ya. Ven te los presentaré como es debido. ¿Qué tal todos estos años de deliciosa eternidad? Te han sentado muy bien.-pasé al interior de la mansión, todos estaban en el salón principal.-Ven sígueme, todos están escuchando la orquesta que e contratado. No falta detalle esta noche.
Ente al salón principal, con un movimiento de cabeza los músicos
dejaron de tocar Subí al pequeño escenario que había mandado montar. Humanos y
condenados miraban expectantes.
-Es un placer tener o aquí presentes. No esperaba que la mitad de vosotros viniera. Me alegra muco teneros en mi humilde morada, mis padres también os agradecen vuestra presencia. La cena no se demorará mucho. De hecho ya esta cocinada.-dije con una sonrisa e los labios demasiado amplia.-Pero antes, quiero presentaros a una vieja y gran amiga mía. –Mi brazo se alzó y señaló a la atractiva Sabrina.-Su nombre es Sabrina. También quería presentaros a todos formalmente a mi marido temporal: Lestat de Lioncourt. Y a su joven y bella madre Gabrielle.- dije con una sonrisa llena de expectación, quería ver la reacción de Wyatt ante tal presentación, “marido temporal” ¿Cómo le sentaría aquello al que en su día fue mi mejor amante? ¿Y a su madre abandonada, la pobre Gabrille?
-Sin más dilación que comience el festín.-los humanos presentes, a excepción de Catherina eran mendigos y mendigas, puestos a puntos para la celebración, ninguno de ellos sabía lo que iba a suceder, nadie podría evitarlo. Los músicos comenzaron de nuevo a tocar, yo bajé de la plataforma y me puse a bailar con uno de los hombres más guapos que Sebastian había traído. Mi cabeza se incliné hacia su cuello. Pero no, su sangre no me atraía y no era el momento. Era el momento de hablar con Wyatt.
Me acerqué a él y acogiéndole del brazo le aparté del guro donde estaba entablando conversación.
-¿Qué te parece mi casa? Esto no es el Palacio de Invierno. ¡Que tiempos aquellos! ¿Recuerdas cuando te colabas a mi majestuosa habitación? ¿Cuándo yo tan solo tenía diecinueve años? ¡Me quitaste mi más preciado tesoro! ¡Pero que bonito fue mientras duró! Te veo ausente. ¿No hay ninguna joven de tu agrado?
Al verle, mis ojos se llenaron de rabia y pasión contenida, sus andares sobre las flores eran violentos y bellos, no me gustaba mucho ese condenado, había logrado dañar toda fibra sensible que había en mi pero al mismo tiempo eso era una sensación nueva que me gustaba. S saludo fue el de siempre se dirigía a mi como “pequeña realeza” con una mezcla de burla y seducción en su forma de pronunciar casa una de las sílabas de aquellas dos inciertas palabras pues yo ya no era pequeña, ni tampoco de la realeza.
-Desde luego que esta velada será inolvidable señor Romanov, solo una mente tan retorcida como puede llegar a ser la tuya puede hacerse la idea de lo inolvidable que será esta noche.- dije haciéndome a un lado y dejándole pasar al interior de mi casa.
“Donde estará mi invitado de honor…”-pensé al tiempo que mis ojos se dilataban de la alegría al ver aparecer aquellos cabellos rubios y rizado de un ángel que conocí en un teatro de condenados. La emoción que contuve al ver a Wyatt salió disparada al ver, a este inmortal con cara angelical y mente de diablo.
-Дорогой Лестат!- dije en mi lengua al verle aparecer.-Es un placer verle en mi humilde fiesta, pase, no se quede ahí.-dije tras escuchar sus palabras, las cuales rozaron mis oídos como la seda roza el cuerpo de una joven princesa.
Desde la entrada de la casa pude escuchar, las palabras hostiles que Lestat le dedicaba a Wyatt, sin duda sería una noche inolvidable, al menos si aquellos dos titanes luchaban con sus palabras para deleitar mis sentidos.
No tardó mucho en aparecer aquella joven de la realeza que olía como las flores silvestres en la más bella primavera. Era sin duda distinguida , educada y hermosa. Sus modales descolocaron por completo aquella mente siniestra que tenía. Era una pena que aquella dama hubiera aceptado mi invitación,posiblemente acabaría muerta….o no.
-El placer es mío, Catherina, pase, la noche empieza a comerse a los árboles, no me gustaría que tu belleza se perdiera en una oscuridad como la del cielo.-Le dí paso y esperé.
La siguiente en llegar fue un cargo de la alta sociedad, una condenada que solo vivía por y para ella, lo supe al ver sus ojos relucientes en la oscuridad de la noche. Al escuchar sus palabras llenas de amor propio, aquella mujer no tenía abuela ni la necesitaba, ella misma llenaba sus oídos de adulaciones sin embargo yo seguí el protocolo establecido. Vería como continuaría la velada, si no me gustaba ya sabría lo que tenía que hacer.
-El honor es mío señora, espero que se divierta.
Sebastian salió de la casa.
-Señora, hay un intruso entre el ganado. Alguien lo a traído, pero no fui yo.-dijo en voz baja casi inaudible.-¿Que debo hacer?
-Fui yo Sebastian, yo misma salí en su busca, su sangre es extremadamente…deliciosa.-dije mientras mis ojos se posaban en los andares de un joven, un joven que en un primer momento me dio la impresión de no querer asistir a mi velada. Pero al fin pareció decidirse a venir, se trataba de un profesor de la universidad. Yo tenía mucho interés en él.¿Cómo podía ser profesor? ¿Cómo resistir la tentación de devorar a sus alumnos en mitad de una clase de anatomía, o de química?
-Te conozco, no hacen faltas las presentaciones, tienes en la cara escrito con sangre la palabra: intelectual querido profesor Kaarkarogf .Me alegra de que haya asistido, seguro que se divertirá. Tengo una sorpresa especial para usted.
Aún no acaba de darle la bienvenida del profesor cuando mis ojos se posaron en unos cabellos dorados, en un vestido andrajoso pero aún así bello. Su rostro era divino, tan divino como el de Lestat. Era ella. Sus andares eran rápidos y violentos, pero respetuosos con los pétalos de flores que habían en el suelo. Esperó a que el profesor entrara por completo en la casa.
-Mi querida señora de Lioncourt. ¡Que placer verla! Es igual que su hijo. Claro que está pase. ¿No¿ ¿No quiere? – Reí maliciosamente.-¿No quiere pasar y verle? Claro, pase, pase.
Sonreí al dejar entrar a aquella mujer. Sin duda algo interesante ocurriría esta noche.
Volví a esperar, solo quedaba una invitada, era una vieja conocida, había estado en su país natal hacía mucho tiempo en mi búsqueda de aquel vampiro que me convirtió. Era una persona carismática y malvada, pero al mismo tiempo en su corazón había una pizca de benevolencia, o al menos eso hacía ver a los demás. En realidad era más malvada que yo a la hora de jugar con sus victimas. Habíamos compartido tantas cosas juntas…
Llegó al poco tiempo de que yo me acordara de ella y nuestras vivencias. Su abrazo fue agradecido, ella sabía que o me gustaba el contacto pero un saludo así era más que agradecido en mi muerto corazón. Ella lo sabía.
-¡Sabrina! Que alegría volver a verte, pensé que ya no vendrías. Vamos a para, todos están dentro ya. Ven te los presentaré como es debido. ¿Qué tal todos estos años de deliciosa eternidad? Te han sentado muy bien.-pasé al interior de la mansión, todos estaban en el salón principal.-Ven sígueme, todos están escuchando la orquesta que e contratado. No falta detalle esta noche.
Ente al salón principal, con un movimiento de cabeza los músicos
dejaron de tocar Subí al pequeño escenario que había mandado montar. Humanos y
condenados miraban expectantes.
-Es un placer tener o aquí presentes. No esperaba que la mitad de vosotros viniera. Me alegra muco teneros en mi humilde morada, mis padres también os agradecen vuestra presencia. La cena no se demorará mucho. De hecho ya esta cocinada.-dije con una sonrisa e los labios demasiado amplia.-Pero antes, quiero presentaros a una vieja y gran amiga mía. –Mi brazo se alzó y señaló a la atractiva Sabrina.-Su nombre es Sabrina. También quería presentaros a todos formalmente a mi marido temporal: Lestat de Lioncourt. Y a su joven y bella madre Gabrielle.- dije con una sonrisa llena de expectación, quería ver la reacción de Wyatt ante tal presentación, “marido temporal” ¿Cómo le sentaría aquello al que en su día fue mi mejor amante? ¿Y a su madre abandonada, la pobre Gabrille?
-Sin más dilación que comience el festín.-los humanos presentes, a excepción de Catherina eran mendigos y mendigas, puestos a puntos para la celebración, ninguno de ellos sabía lo que iba a suceder, nadie podría evitarlo. Los músicos comenzaron de nuevo a tocar, yo bajé de la plataforma y me puse a bailar con uno de los hombres más guapos que Sebastian había traído. Mi cabeza se incliné hacia su cuello. Pero no, su sangre no me atraía y no era el momento. Era el momento de hablar con Wyatt.
Me acerqué a él y acogiéndole del brazo le aparté del guro donde estaba entablando conversación.
-¿Qué te parece mi casa? Esto no es el Palacio de Invierno. ¡Que tiempos aquellos! ¿Recuerdas cuando te colabas a mi majestuosa habitación? ¿Cuándo yo tan solo tenía diecinueve años? ¡Me quitaste mi más preciado tesoro! ¡Pero que bonito fue mientras duró! Te veo ausente. ¿No hay ninguna joven de tu agrado?
Invitado- Invitado
Re: Una mágica noche pintada de color rojo. [Fiesta Privada Ivanov]
Poco era el tiempo que tenia a Paris como cobijo, pero ardua la búsqueda de seres como yo. Si, a veces prefería mucho mas ese termino simple y mundano que el sátiro “vampiro, algo a lo que aun no me acostumbraba, algo que en realidad aun no aceptaba del todo; pero sin embargo algo en mi me gritaba, me exigía aprendizaje, algo en esta naturaleza vil y despiadada me seducía y yo caería rendido ante ella como el blandengue que en muchas ocasiones se apoderaba de mi. Ansiaba conocimiento, ese que mi creador me había negado, o que quizás simplemente no poseía como había creído mi mente silenciosa en repetidas ocasiones, así era Lestat, todo un misterio, pero era quizás precisamente ello lo que lo hacia lo que era: un ser fascinante aunque a la vez vil.
Un elegante sobre blanco yacía en el bolsillo derecho de mi elegante pantalón color gris donde figuraba una dirección y un nombre los cuales había ya memorizado. Era un poco extraño el recibir invitaciones de gente que uno no conoce. Las dudas de asistir o no no se habían hecho esperar, pero mi inquietud y curiosidad jugaban en mi contra a menudo, esta vez nuevamente y había perdido ante ellas.
Un chofer, un carruaje, ambos estaban de mas, prefería tener como transporte mis propios pies, caminar, había sido siempre un placer para mi el deambular por las oscuras y lúgubres calles aun en mi extinta y preciada condición humana. Y la sensación de un vacio que nadie conseguiría llenar jamás. Mi amada Claudia, vaya que la extrañaba, pero se había negado a asistir y cuando ella decía no, no existía otro significado más que esa palabra. Me hacia falta, ella era a menudo mi consuelo, lo que me daba valor, algo que debía confesar me hacia falta en estos instantes.
Mis pies hicieron alto al vislumbrar la imponente mansión que se abría paso frente a mis ojos cristalinos que reflejaban la luna. Tétrica, era la palabra que habría usado si alguien me preguntase que opinaba de ella, elegante, si, demasiado para mi gusto, pero tétrica al fin. Una oleada de dudas volvió a posarse sobre mi, algo me decía que esa grandes cosas ocurrirían esa noche. ¿Buenas o malas? No podía saberlo, pero grandes sin duda.
El sombrero cuidadosamente colocado se movió en mi cabeza con la ayuda de mi mano derecha: un simple gesto de nerviosismo de mi parte, y finalmente mis pies volvieron a moverse, esta vez sin preámbulos, hasta el interior. Un hombre recibió mi sobrero a la entrada, colocándolo de manera gentil sobre el perchero, mientras yo quedaba deslumbrado al contemplar al fin el interior de aquel lugar que la anfitriona hacia llamar hogar. Mis ojos se clavaron especialmente en el trono y sus decoraciones continuas: Dos cráneos, huesos, todos humanos…simplemente aterrador, grotesco. Me pregunte en ese instante que demonios hacia allí. Gire mi cuerpo marmoleo y me encontré con dos decenas de humanos. ¿Acaso no era esta una fiesta exclusiva de vampiros? Ingenuo Louis. Todo tuvo sentido en mi cabeza en cuestión de segundos y supe mas que nunca que había sido un error. Esta vez no dude, quizás seria de los peores modales vistos en el ultimo siglo, pero sin mas decidí que abandonaría aquel lugar que daría lugar a una matanza dentro de poco. No seria yo un cómplice de tal aberración, no si en mis manos estaba el impedirlo.
Pero entonces mis ojos se encontraron con algo mucho más aterrador. Lestat, de pie, a tan solo unos cuantos metros de distancia. Mis ojos se abrieron de manera que por un instante parecían fuera de sus orbitas y mis labios se separaron levemente permitiendo que el viento entrara por mi boca. Mis pies parecieron de concreto impidiéndome moverme del lugar, petrificado. Terror y una extraña alegría era lo que me invadía en ese instante, por que era amor y odio por que sentía por el, quizás mas odio que amor definitivamente. Amor por aquel que había sido mi progenitor, odio por haberme hecho esclavo de la oscuridad.
Un elegante sobre blanco yacía en el bolsillo derecho de mi elegante pantalón color gris donde figuraba una dirección y un nombre los cuales había ya memorizado. Era un poco extraño el recibir invitaciones de gente que uno no conoce. Las dudas de asistir o no no se habían hecho esperar, pero mi inquietud y curiosidad jugaban en mi contra a menudo, esta vez nuevamente y había perdido ante ellas.
Un chofer, un carruaje, ambos estaban de mas, prefería tener como transporte mis propios pies, caminar, había sido siempre un placer para mi el deambular por las oscuras y lúgubres calles aun en mi extinta y preciada condición humana. Y la sensación de un vacio que nadie conseguiría llenar jamás. Mi amada Claudia, vaya que la extrañaba, pero se había negado a asistir y cuando ella decía no, no existía otro significado más que esa palabra. Me hacia falta, ella era a menudo mi consuelo, lo que me daba valor, algo que debía confesar me hacia falta en estos instantes.
Mis pies hicieron alto al vislumbrar la imponente mansión que se abría paso frente a mis ojos cristalinos que reflejaban la luna. Tétrica, era la palabra que habría usado si alguien me preguntase que opinaba de ella, elegante, si, demasiado para mi gusto, pero tétrica al fin. Una oleada de dudas volvió a posarse sobre mi, algo me decía que esa grandes cosas ocurrirían esa noche. ¿Buenas o malas? No podía saberlo, pero grandes sin duda.
El sombrero cuidadosamente colocado se movió en mi cabeza con la ayuda de mi mano derecha: un simple gesto de nerviosismo de mi parte, y finalmente mis pies volvieron a moverse, esta vez sin preámbulos, hasta el interior. Un hombre recibió mi sobrero a la entrada, colocándolo de manera gentil sobre el perchero, mientras yo quedaba deslumbrado al contemplar al fin el interior de aquel lugar que la anfitriona hacia llamar hogar. Mis ojos se clavaron especialmente en el trono y sus decoraciones continuas: Dos cráneos, huesos, todos humanos…simplemente aterrador, grotesco. Me pregunte en ese instante que demonios hacia allí. Gire mi cuerpo marmoleo y me encontré con dos decenas de humanos. ¿Acaso no era esta una fiesta exclusiva de vampiros? Ingenuo Louis. Todo tuvo sentido en mi cabeza en cuestión de segundos y supe mas que nunca que había sido un error. Esta vez no dude, quizás seria de los peores modales vistos en el ultimo siglo, pero sin mas decidí que abandonaría aquel lugar que daría lugar a una matanza dentro de poco. No seria yo un cómplice de tal aberración, no si en mis manos estaba el impedirlo.
Pero entonces mis ojos se encontraron con algo mucho más aterrador. Lestat, de pie, a tan solo unos cuantos metros de distancia. Mis ojos se abrieron de manera que por un instante parecían fuera de sus orbitas y mis labios se separaron levemente permitiendo que el viento entrara por mi boca. Mis pies parecieron de concreto impidiéndome moverme del lugar, petrificado. Terror y una extraña alegría era lo que me invadía en ese instante, por que era amor y odio por que sentía por el, quizás mas odio que amor definitivamente. Amor por aquel que había sido mi progenitor, odio por haberme hecho esclavo de la oscuridad.
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