"Amiga" [Nasha Karlsson]

Corría y corria tras la figura de un licántropo que huía de mi. Pero este se paró en seco para enfrentarme, cuando ya estabamos situados en el corazón del bosque. Pensó que de esta forma me tomaría más ventaja, pero no sería así. Tras mis años de preparación en EEUU, me había enfrentado a ambientes mucho más adversos de lo que un bosque como aquel podría llegar a ser. Sería muy facil. Sus movimientos era rápidos, aunque algo torpes, vi que no debía tener mucha practica en la lucha cuerpo a cuerpo. A pesar de que me sacaba dos cabezas de altura, yo era mucho más ágil y mis movimientos eran mucho más precisos. Él intentaba casi con desesperación engancharme un buen golpe, pero no lo consiguió. Supuse que se debía de un licántropo joven y sin esperiencia, pero eso no me iba ablandar mi frio corazón. Seres como él no debían existir, eran amenaza hacia la humanidad, dañaban nuestra existencia, y eran seres procedentes de las tinieblas. Debía darle fin al que ante mis ojos se encontraba.

Corrí hacia uno de sus lados, pero en vez de abalanzarme sobre él, salté sobre un arbol, desde el cuál me impulse y me coloqué sobre el licántropo, clabando mi espada en su nuca, haciendolo caer de dolor. Su rugido fue ensordecedor. Bajé de él antes de que este callera al suelo. Puse mi bota en su pecho con fuerza y con mis manos, sujetando mi valiosa espada, le di el golpe de gracia. Corté su cabeza, la cual quedó sin vida e inerte. Mi misión fue realizada esta vez y no pude evitar sonreir. Con una de mis manos libres agarré el colgante que colgaba sobre mi cuello. Una cruz de plata que obtuve de las pertenencias de mis padres cuando tenía 16 años. Nunca había entrado en una iglesia, pero por ello no iba a dejar de ser una fiel creyente. En la escuela donde la instruyeron, fueron instruidos también en una eminente y grandiosa religión católica. Nasha, siempre tuvo fe, y no dudaba ante la palabra de Dios, ella se sentía como una guerrera del mismo, protegiendo a sus creaciones, los seres humanos. Para ella los vampiros y los licántropos era creaciones del diablo, su existencia solo provocaba dolor, sufriento, muerte y caos, por ello debían ser erradicadas.

Miraba el cuerpo inerte situado en el suelo. Debería desacerme de él, pensé. Pero entonces el sonido de las hojas crujir bajo unos pasos me hizo girarme bruscamente para enfrentar lo que se avecinaba. Observé la figura del hombre antentamente, su piel era más pálida que la de un humano, su mirada era diferente a la de los humanos ya que estos mostraban sin vida y armonía. Tras reconocer que se trataba de un vampiro, tomé mi postura de ataque, esperando a ver cuales serían sus movimientos. Estuve en silencio, observándolo, hasta que vi que quería marcharse. No, de aquí no se iba a ir hasta que yo acabara con él.

Corrí hacia él tan rápido como pude, aunque en vez de seguir en linea recta, me dirigí hacia donde sabría que se giraría en cuanto me viera correr en linea recta. Acerté. Salté sobre él y le dí un fuerte puñetazo en su hermoso rostro. Rostro que no me importarba destrozar. Le agarré fuertemente del pelo tirando de su cabeza hacia atrás esponiendo su cuello a mi espada, la cual coloqué sobre él. - Reza tus últimas plegarias - dije. La adrenalina me recorría por dentro, y adoraba eso. Esta criatura debía desaparecer, y era mi misión que así fuera.