AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Memorias a través de un cuadro. ¿Te acuerdas de mi? (Lord Vyron de Bergeron)
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Memorias a través de un cuadro. ¿Te acuerdas de mi? (Lord Vyron de Bergeron)
Entro despacio en aquel recinto tan antiguo, pero moderno también. La biblioteca de Paris era una de las más grandes de Europa, y aquello, era razonable, pues, su bella capital, Paris, era un lugar bastante reconocido en todo el mundo conocido. Lo que le gustaba de aquel el lugar, era, que no solo era un enorme acervo de historia, ciencias y demás corrientes, en sus enormes estanterías que se afilaban de manera concienzuda. Todos los tomos de cuero oscuro y el nombre garabateado en letras doradas sobre el lomo.
No, esa tarde, Louis no iba a sacar alguno de esos libros, o a pasearse hasta encontrar uno. El no pasaría a esa noble sala que no visitaba desde hacía un par de semanas. Demasiado trabajo. Visitaría otra de las galerías. Ah! Por que si, aquel recinto, también servía para ello. Exposiciones de arte “moderno”. Esculturas y algunas pinturas. Retratos y paisajes. Avanzó por los pasillos semi oscuros, callados, Sus pasos se amortiguaban por los tapetes de color bermellón oscuro que estaban dispuestos sobre las lozas blancas. También en los pasillos habían objetos. Estatuas, estandartes… Hasta un hermoso reloj de péndulo.
El cambiaformas, se detuvo ante una de las pesadas puertas, tomo la aldaba y empujó la puerta, se abrió con un pequeño ruido, un crujido de las maderas y los goznes. Entró. Cada rincón era fácil de apreciar, gracias a la luz que se filtraba por los grandes ventanales. La habitación tenía un techo alto, blanco, como las paredes. Le hubiera gustado, que tuviera un entramado de madera, o algún mural. Pero, no. El arte en esas habitaciones- por que podía ver que esta sala, se conectaba con otra- estaba sobre las paredes y en vitrinas colocadas en el centro.
Empezó a recorrer la estancia, y se detuvo ante una. Autor, desconocido. Alguno de esos tantos que tenían talento y buscaban crearse fama, y bueno, para estar alli, ya era algo para tener en cuenta. Un hermoso paisaje nevado. A su derecha, un par de enamorados corriendo por un puente atravesando el Sena… Al otro, una de las ventanas. Ver aquel bosquecillo de cuento, con las montañas grises… Le dio un vuelco. Y un pequeño pinchazo en el vientre, le confirmo que seguía dentro de él. Cerró sus ojos, queriendo tocar el lienzo.
Como cuando Thomas, en su estudio, se disponía a plasmar los recuerdos de su juventud. Aún recordaba los manazos dados por hacerlo. Se sonrió. Que lejos estaban aquellos años en Londres. Pero, también, aquellas memorias, estaban más cerca que nunca
No, esa tarde, Louis no iba a sacar alguno de esos libros, o a pasearse hasta encontrar uno. El no pasaría a esa noble sala que no visitaba desde hacía un par de semanas. Demasiado trabajo. Visitaría otra de las galerías. Ah! Por que si, aquel recinto, también servía para ello. Exposiciones de arte “moderno”. Esculturas y algunas pinturas. Retratos y paisajes. Avanzó por los pasillos semi oscuros, callados, Sus pasos se amortiguaban por los tapetes de color bermellón oscuro que estaban dispuestos sobre las lozas blancas. También en los pasillos habían objetos. Estatuas, estandartes… Hasta un hermoso reloj de péndulo.
El cambiaformas, se detuvo ante una de las pesadas puertas, tomo la aldaba y empujó la puerta, se abrió con un pequeño ruido, un crujido de las maderas y los goznes. Entró. Cada rincón era fácil de apreciar, gracias a la luz que se filtraba por los grandes ventanales. La habitación tenía un techo alto, blanco, como las paredes. Le hubiera gustado, que tuviera un entramado de madera, o algún mural. Pero, no. El arte en esas habitaciones- por que podía ver que esta sala, se conectaba con otra- estaba sobre las paredes y en vitrinas colocadas en el centro.
Empezó a recorrer la estancia, y se detuvo ante una. Autor, desconocido. Alguno de esos tantos que tenían talento y buscaban crearse fama, y bueno, para estar alli, ya era algo para tener en cuenta. Un hermoso paisaje nevado. A su derecha, un par de enamorados corriendo por un puente atravesando el Sena… Al otro, una de las ventanas. Ver aquel bosquecillo de cuento, con las montañas grises… Le dio un vuelco. Y un pequeño pinchazo en el vientre, le confirmo que seguía dentro de él. Cerró sus ojos, queriendo tocar el lienzo.
Como cuando Thomas, en su estudio, se disponía a plasmar los recuerdos de su juventud. Aún recordaba los manazos dados por hacerlo. Se sonrió. Que lejos estaban aquellos años en Londres. Pero, también, aquellas memorias, estaban más cerca que nunca
Louis J. Bouquet- Cambiante Clase Media
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Localización : In the 13Gate (?) Ok no, pero, posiblemente más cerca de lo que esperas
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Re: Memorias a través de un cuadro. ¿Te acuerdas de mi? (Lord Vyron de Bergeron)
Esa noche, para infortunio suyo, llovía en las grandes y poco a poco solitarias calles del centro de París. Y es que era un infortunio por la principal razón de que él era un cambia formas felino, al que "ciertamente" no le gustaba demasiado sentir la lluvia.
Pero eso no significaba que fuera como los mininos ordinarios, quienes incluso le rehuían y en su acto por refugiarse de ella terminaban completamente empapados. No, él tenía una peculiaridad estupenda (que la mayoría de todos los seres cambiantes de su especie -únicamente de genes felinos-no tenían) la cual le ayudaba, por así decirlo, a protegerse de la lluvia, y a mantenerse un momento bajo ella; y para su buena suerte, terminaba relajándose y dándose un delicioso remojo natural.
En esos instantes no llevaba protección alguna para tan ligera pero notoria llovizna, (¿un paraguas?), únicamente llevaba encima de sus finas y bien cuidadas ropas una larga gabardina de terciopelo, de un azul oscuro elegante.
Ese día, al parecer habiendo oscurecido a tempranas horas (entre las 6 o 7 de la tarde), decidió salir a pasear un rato por el centro de la elegante y sofisticada París. No tenía algo en especial en mente por hacer, pues a lo largo de toda la semana había asistido a importantes eventos nocturnos, como bailes y cenas, con las familias mas prestigiadas pertenecientes a su misma “especie” (cambia formas felinos –pero algunos otros, al igual que él -pocos lo eran- tenían lazos sanguíneos mitad felinos mitad caninos, es decir que eran mitad lobos también); por lo que ese fin de semana había decidido permanecer “encerrado” en su lujosa residencia, dentro de su grande estudio-biblioteca de novelas favoritas. Pero eso había pasado solo durante todo el sábado, el cual al parecer se le había hecho eterno mientras yacía sentado en su jardín leyendo los primeros escritos de su primer proyecto (quien sabe de donde había sacado la inspiración suficiente para comenzar a escribir una novela ¡Y no era una novela cualquiera!, pues centraba su trama en su vida pasada, la cual era su tormento diario. Muy a pesar de que todo el mundo lo viera relajado y despreocupado de la vida todos los días). Ese domingo había salido desde temprano de su ahora “frío refugio” y se había ido a un desayuno familiar con la finísima familia de su madre, quienes después de la muerte de la misma habían tomado todo el derecho y responsabilidad de hacerse cargo del pequeño y “sucio” jovencito cambiante (sucio por que había sido el fruto de la unión de dos hijos de familias diferentes y rivales. Por lo tanto, Vyron era un híbrido, y una nueva especie creada en el mundo de los cambia formas). Luego al mediodía le había “regalado” su tiempo a la joven dama felina quien era su prometida y su futura esposa mas adelante: Lady Camille de Dupont.
Finalizando su larga charla y paseo con ella, a mitad de la tarde, un poco más tranquilo y habiendo conseguido su libertad de los muy estrictos e incomodos modales, y tratos, de sus felinos familiares, se dirigió a tomar aire hacia el centro de la ciudad misma; pero no contaba con que la lluvia lo acompañaría a partir de esas horas (pues durante toda la semana había comenzado a llover en eso de las 10:30 de la noche). Eso lo llevó a resguardarse del lado derecho de la calle, y a acercarse, sin prestar demasiada atención, a la gran biblioteca parisina.
-[¡Vaya, al parecer hoy llegó muy temprano la lluvia! No me lo esperaba] —sacudiendo con delicadeza y un poco presuroso su gabardina (pues no estaba de humor como para disfrutar de la humedad y remojo del agua), se dispuso a entrar al edificio, donde en uno de los percheros que ahí había (cerca de la entrada) un hombre mas joven que él (por 2 años menos) le ayudó a quitarse dicho abrigo, dándole la bienvenida primeramente, y finalmente retirándose con una reverencia, de su lado.
-¡Joven Vyron, que sorpresa tenerlo de visita por aquí en domingo!—le decía muy educado y con un poco de sorpresa aquél anciano (pero muy “elegante”, de muy buen ver), quien era el dueño y encargado de la grande biblioteca.
-Solo vine a relajarme un poco, Esteban, ya me conoces, me fascinan mucho los libros—como ya tenía cierta confianza tanto con el dueño mismo como con los empleados de dicho edificio monumental, siempre les respondía tranquilo y de muy buena manera a todos ellos. Sin muchos formalismos.
-¡Por supuesto, mi lord! ¿M-me permite su gabardina?— pero a diferencia del dueño, aquél chico en cambio, siempre lo trataba como el rey que merecía ser (no solo por su clase, sino por que Los Bergeron estaban entre las familias de cambia formas mas distinguidas y finas). Aunque eso nunca le había importado demasiado a Vyron, no cuando ya tenía la confianza suficiente hacia una persona, por mas baja clase que esta tuviera.
-¡Por favor, basta de tanto refinamiento, ya te dije que estamos en confianza!, Pero bueno, dejadme a solas con mis viejos amigos, que hoy no me apetece una larga charla—con eso se refería a los libros que adornaban cada una de las estanterías de madera.
-¡C-claro, joven Vyron, adelante, está en su casa!
Finalmente, después de que el chico se hubiese retirado de su lado, con su gabardina en su antebrazo, él se dirigió sin mucha prisa, y contemplando en el tranquilo caminar de sus pies, hacia lo que eran las habitaciones de blancas paredes, de las pinturas recién traídas esa semana. Las cuales le habían llamado rápidamente la atención.
A parte de la lectura y la escritura tenía como pasatiempo el admirar hermosas pinturas o esculturas barrocas. Cada vez que observaba los edificios de museos y bibliotecas de la ciudad sentía como si estuviera en la época de sus construcciones.
Al detener su lentos y discretos pasos sus ojos se entretuvieron por un momento en aquella la primera pintura que se le había “cruzado” en su camino. Una interesante vista del paisaje de un sendero de árboles que no parecía tener fin, pero al que sus ojos encontraron con la pequeña figura pintada de una casita de cuento.
--[¿Acaso ya he vivido esto antes?]—mientras tocaba con delicadeza, con las yemas de sus dedos, el verde del pasto que conformaba aquél “tentador” sendero, un extraño y muy peculiar palpitar en su corazón le trajo la nostalgia de viejos recuerdos dejados casi en el olvido—[aunque después de todo todavía seguís ahí, en mis mas profundo pensamientos]
Aquellas memorias no tenían nada en común con los sueños que por las noches lo perturbaban, o con los recuerdos que las viejas fotos de su “habitación secreta” le traían; pero si tenían que ver mucho con la pequeña tristeza que comenzaba a sentir su corazón en esos instantes.
De pronto, entre tanta calma guardada en la blanca habitación, el sonido de unos pasos le devolvió a la realidad, haciéndole notar que en todo ese tiempo que había estado transcurriendo él no se encontraba solo.
Y para confirmarlo dio media vuelta y dirigió su mirada hacia su lado derecho, encontrándose con alguien extrañamente muy especial que le regresó al mundo de sus memorias enmeladas.
Pero eso no significaba que fuera como los mininos ordinarios, quienes incluso le rehuían y en su acto por refugiarse de ella terminaban completamente empapados. No, él tenía una peculiaridad estupenda (que la mayoría de todos los seres cambiantes de su especie -únicamente de genes felinos-no tenían) la cual le ayudaba, por así decirlo, a protegerse de la lluvia, y a mantenerse un momento bajo ella; y para su buena suerte, terminaba relajándose y dándose un delicioso remojo natural.
En esos instantes no llevaba protección alguna para tan ligera pero notoria llovizna, (¿un paraguas?), únicamente llevaba encima de sus finas y bien cuidadas ropas una larga gabardina de terciopelo, de un azul oscuro elegante.
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Ese día, al parecer habiendo oscurecido a tempranas horas (entre las 6 o 7 de la tarde), decidió salir a pasear un rato por el centro de la elegante y sofisticada París. No tenía algo en especial en mente por hacer, pues a lo largo de toda la semana había asistido a importantes eventos nocturnos, como bailes y cenas, con las familias mas prestigiadas pertenecientes a su misma “especie” (cambia formas felinos –pero algunos otros, al igual que él -pocos lo eran- tenían lazos sanguíneos mitad felinos mitad caninos, es decir que eran mitad lobos también); por lo que ese fin de semana había decidido permanecer “encerrado” en su lujosa residencia, dentro de su grande estudio-biblioteca de novelas favoritas. Pero eso había pasado solo durante todo el sábado, el cual al parecer se le había hecho eterno mientras yacía sentado en su jardín leyendo los primeros escritos de su primer proyecto (quien sabe de donde había sacado la inspiración suficiente para comenzar a escribir una novela ¡Y no era una novela cualquiera!, pues centraba su trama en su vida pasada, la cual era su tormento diario. Muy a pesar de que todo el mundo lo viera relajado y despreocupado de la vida todos los días). Ese domingo había salido desde temprano de su ahora “frío refugio” y se había ido a un desayuno familiar con la finísima familia de su madre, quienes después de la muerte de la misma habían tomado todo el derecho y responsabilidad de hacerse cargo del pequeño y “sucio” jovencito cambiante (sucio por que había sido el fruto de la unión de dos hijos de familias diferentes y rivales. Por lo tanto, Vyron era un híbrido, y una nueva especie creada en el mundo de los cambia formas). Luego al mediodía le había “regalado” su tiempo a la joven dama felina quien era su prometida y su futura esposa mas adelante: Lady Camille de Dupont.
Finalizando su larga charla y paseo con ella, a mitad de la tarde, un poco más tranquilo y habiendo conseguido su libertad de los muy estrictos e incomodos modales, y tratos, de sus felinos familiares, se dirigió a tomar aire hacia el centro de la ciudad misma; pero no contaba con que la lluvia lo acompañaría a partir de esas horas (pues durante toda la semana había comenzado a llover en eso de las 10:30 de la noche). Eso lo llevó a resguardarse del lado derecho de la calle, y a acercarse, sin prestar demasiada atención, a la gran biblioteca parisina.
-[¡Vaya, al parecer hoy llegó muy temprano la lluvia! No me lo esperaba] —sacudiendo con delicadeza y un poco presuroso su gabardina (pues no estaba de humor como para disfrutar de la humedad y remojo del agua), se dispuso a entrar al edificio, donde en uno de los percheros que ahí había (cerca de la entrada) un hombre mas joven que él (por 2 años menos) le ayudó a quitarse dicho abrigo, dándole la bienvenida primeramente, y finalmente retirándose con una reverencia, de su lado.
-¡Joven Vyron, que sorpresa tenerlo de visita por aquí en domingo!—le decía muy educado y con un poco de sorpresa aquél anciano (pero muy “elegante”, de muy buen ver), quien era el dueño y encargado de la grande biblioteca.
-Solo vine a relajarme un poco, Esteban, ya me conoces, me fascinan mucho los libros—como ya tenía cierta confianza tanto con el dueño mismo como con los empleados de dicho edificio monumental, siempre les respondía tranquilo y de muy buena manera a todos ellos. Sin muchos formalismos.
-¡Por supuesto, mi lord! ¿M-me permite su gabardina?— pero a diferencia del dueño, aquél chico en cambio, siempre lo trataba como el rey que merecía ser (no solo por su clase, sino por que Los Bergeron estaban entre las familias de cambia formas mas distinguidas y finas). Aunque eso nunca le había importado demasiado a Vyron, no cuando ya tenía la confianza suficiente hacia una persona, por mas baja clase que esta tuviera.
-¡Por favor, basta de tanto refinamiento, ya te dije que estamos en confianza!, Pero bueno, dejadme a solas con mis viejos amigos, que hoy no me apetece una larga charla—con eso se refería a los libros que adornaban cada una de las estanterías de madera.
-¡C-claro, joven Vyron, adelante, está en su casa!
Finalmente, después de que el chico se hubiese retirado de su lado, con su gabardina en su antebrazo, él se dirigió sin mucha prisa, y contemplando en el tranquilo caminar de sus pies, hacia lo que eran las habitaciones de blancas paredes, de las pinturas recién traídas esa semana. Las cuales le habían llamado rápidamente la atención.
A parte de la lectura y la escritura tenía como pasatiempo el admirar hermosas pinturas o esculturas barrocas. Cada vez que observaba los edificios de museos y bibliotecas de la ciudad sentía como si estuviera en la época de sus construcciones.
Al detener su lentos y discretos pasos sus ojos se entretuvieron por un momento en aquella la primera pintura que se le había “cruzado” en su camino. Una interesante vista del paisaje de un sendero de árboles que no parecía tener fin, pero al que sus ojos encontraron con la pequeña figura pintada de una casita de cuento.
--[¿Acaso ya he vivido esto antes?]—mientras tocaba con delicadeza, con las yemas de sus dedos, el verde del pasto que conformaba aquél “tentador” sendero, un extraño y muy peculiar palpitar en su corazón le trajo la nostalgia de viejos recuerdos dejados casi en el olvido—[aunque después de todo todavía seguís ahí, en mis mas profundo pensamientos]
Aquellas memorias no tenían nada en común con los sueños que por las noches lo perturbaban, o con los recuerdos que las viejas fotos de su “habitación secreta” le traían; pero si tenían que ver mucho con la pequeña tristeza que comenzaba a sentir su corazón en esos instantes.
De pronto, entre tanta calma guardada en la blanca habitación, el sonido de unos pasos le devolvió a la realidad, haciéndole notar que en todo ese tiempo que había estado transcurriendo él no se encontraba solo.
Y para confirmarlo dio media vuelta y dirigió su mirada hacia su lado derecho, encontrándose con alguien extrañamente muy especial que le regresó al mundo de sus memorias enmeladas.
Lord Vyron de Bergeron- Cambiante Clase Alta
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Localización : Entre la espesa y misteriosa niebla de una ardiente y apasionante noche
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Re: Memorias a través de un cuadro. ¿Te acuerdas de mi? (Lord Vyron de Bergeron)
Louis suspiro. Le gustaban esos espacios grandes, donde solo habia ese arte extraño que es la pintura. Entre los varios conocidos de aquel benefactor suyo, habia uno que se las daba de una ciencia extraña, emparentada con la filosofía, que un muchacho de razones simple y mucho más prácticas como lo era el, no podía recordar el nombre. Por mas que se esforzaba, simplemente la palabra que buscaba, no era hallada.
Que habia varios artistas, que se creían algo descendiente de los dioses. Por que, a diferencia de la media común, según alegaban, ellos eran capaces de crear cosas únicas, que eran admiradas por esa misma gente común. Como… demasiado metidos dentro de esa concepción. A Louis le parecía absurdo, pero, estar alli, se lo recordaba. ¿Cuál era el nombre de aquel sujeto? Parecía recordar que William… ¿Seguiría vivo?
Ya era bastante mayor cuando el llego con Thomas. Y al morir este, no se despidió de nadie más. Por que, cuando Thomas dejó este mundo, el dejó Londres, por que ella, su hermosa y siempre recordada, niña de ojos azules. Por más que ahora, no soportara ella verlo ni en pintura, no se lo reprochaba, le dolía en el alma, y procuraba no se le notara la tristeza que a veces le causaba pensar en ella, cuando estaba con Imre. Aún asi sabia que el pequeño no era tonto. Arianne siempre sería su pasado. Cargaría con su recuerdo aún después de muerto.
Otro suspiro, mientras una sonrisa tenue se asomaba en sus labios, mientras seguía moviéndose por las salas. Y entonces, un olor familiar le llego a la nariz. Quizás se estaba imaginando cosas. Lo que fuera, de momento no le presto atención. Se distraía con facilidad. La escena de la partida de un barco al atardecer, lo envolvió. Era como si pudiera estar alli. Tan realista era aquella obra. Al ver aquel barco… Esas personas que despedían en medio de algarabía, y tristeza a los siempre viajeros de aquel navio. Cuando el partió de casa, solo el murmullo del viento y las montañas a lo lejos, fueron quienes le despidieron. A veces, eso lo mataba. No tener a nadie en el mundo. No tener hermanos ni hermanas, ni padres. Ni siquiera, conocía a la mitad de su familia, por que su padre habia muerto antes de que el naciera. Y su familia materna, jamás lo tomó como miembro. Por que era hijo de un extranjero. Solo tenía a sus buenos amigos. Y a Imre, claro esta…
Y entonces, se sintió ligeramente observado. Además estaba aquel aroma. ¿Qué era? Una sensación curiosa en su nuca, y se giro, hacia donde este olor era más fuerte. Vagamente, aquella silueta… Sus ojos se entrecerraron, con duda. - Buenas tardes caballero. - le era tan familiar. Ese aroma, ese rostro. Y como un golpe, su nombre llego a su mente, y brotó por sus labios, en un susurro, diferente tono al primero, que sonaba tan formal… ¿V-Vyron?
Que habia varios artistas, que se creían algo descendiente de los dioses. Por que, a diferencia de la media común, según alegaban, ellos eran capaces de crear cosas únicas, que eran admiradas por esa misma gente común. Como… demasiado metidos dentro de esa concepción. A Louis le parecía absurdo, pero, estar alli, se lo recordaba. ¿Cuál era el nombre de aquel sujeto? Parecía recordar que William… ¿Seguiría vivo?
Ya era bastante mayor cuando el llego con Thomas. Y al morir este, no se despidió de nadie más. Por que, cuando Thomas dejó este mundo, el dejó Londres, por que ella, su hermosa y siempre recordada, niña de ojos azules. Por más que ahora, no soportara ella verlo ni en pintura, no se lo reprochaba, le dolía en el alma, y procuraba no se le notara la tristeza que a veces le causaba pensar en ella, cuando estaba con Imre. Aún asi sabia que el pequeño no era tonto. Arianne siempre sería su pasado. Cargaría con su recuerdo aún después de muerto.
Otro suspiro, mientras una sonrisa tenue se asomaba en sus labios, mientras seguía moviéndose por las salas. Y entonces, un olor familiar le llego a la nariz. Quizás se estaba imaginando cosas. Lo que fuera, de momento no le presto atención. Se distraía con facilidad. La escena de la partida de un barco al atardecer, lo envolvió. Era como si pudiera estar alli. Tan realista era aquella obra. Al ver aquel barco… Esas personas que despedían en medio de algarabía, y tristeza a los siempre viajeros de aquel navio. Cuando el partió de casa, solo el murmullo del viento y las montañas a lo lejos, fueron quienes le despidieron. A veces, eso lo mataba. No tener a nadie en el mundo. No tener hermanos ni hermanas, ni padres. Ni siquiera, conocía a la mitad de su familia, por que su padre habia muerto antes de que el naciera. Y su familia materna, jamás lo tomó como miembro. Por que era hijo de un extranjero. Solo tenía a sus buenos amigos. Y a Imre, claro esta…
Y entonces, se sintió ligeramente observado. Además estaba aquel aroma. ¿Qué era? Una sensación curiosa en su nuca, y se giro, hacia donde este olor era más fuerte. Vagamente, aquella silueta… Sus ojos se entrecerraron, con duda. - Buenas tardes caballero. - le era tan familiar. Ese aroma, ese rostro. Y como un golpe, su nombre llego a su mente, y brotó por sus labios, en un susurro, diferente tono al primero, que sonaba tan formal… ¿V-Vyron?
- Spoiler:
- Lamento si es un tanto corto, pero quería responderlo cuanto antes, para evitar que fuera mandado a papelera =O por lo de las remodelaciones en el foro.
Louis J. Bouquet- Cambiante Clase Media
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