AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El despertar [Acción y +18]
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El despertar [Acción y +18]
GÉNESIS
Si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza,
¿Satanás hizo lo mismo con sus demonios?
Si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza,
¿Satanás hizo lo mismo con sus demonios?
Tintada con la sangre de vírgenes, la habitación del hotel nos esperaba a las afueras de Paris. Llegar en una obscura noche en donde la tormenta amenazaba con consumir a cada mortal sobre la tierra no fue planeado, pero como es de esperarse, ninguno de nuestros planes resultan tal y como deberían ser. Ver los cuerpos de las cortesanas que él había contratado para saciar su maldita sed enfermiza, me produjo cierta repugnancia. Lidérc siempre realizaba las mismas acciones aún a sabiendas que nuestra hermana se molestaría por su impúdica relación con esas mujeres. A mi me era indiferente. Supuse que dentro se encontraría él, fornicando quizá con alguna sobreviviente, me equivoqué. Observé cada rincón, olfateé los aromas que se combinaron, sangre, alcohol, deseo y muerte. Registré absolutamente todo, no encontré más nada que los cuerpos desgarrados. Me aproximé hasta uno de los ventanales de la habitación y deslicé la cortina hacia un lado con mi mano, el impacto del paisaje me abofeteo. El obscuro bosque se elevaba majestuosamente ante mí; el impulso por correr hasta sus laberintos de arboledas inmortales recorrió mi ser, los espasmos llegaron justo después. Sonreír y soñar que era libre de la opresión que vivía a su lado me reconfortó de una forma poco común, siempre extrañé todo lo que no tenía, eso no era una excepción. Me perdí en mis propios pensamientos, tanto que no logré escuchar cuando la puerta se cerró a mis espaldas, no capté su embriagante perfume apoderarse de todo lo que me rodeaba…
Mi deber era apoyar incondicionalmente a Lidérc ¿Cuál es la diferencia a un esclavo? Una cárcel continúa siendo una cárcel, aún cuando esta se adoquine con muros de oro y ventanas de diamantes. Podía escuchar cada miserable pensamiento de mis hermanos, admito que algunas cosas las compartía con ellos con la misma intensidad… me atrevo a confesar que soy tan pecadora como ellos y que no me arrepiento en lo absoluto de todos esos efímeros instantes en los que fundimos nuestros cuerpos en una sacrílega unión; pero entender las prácticas que él nos ocultaba a ambas me parecía demasiado. Nunca se enteró que sus pensamientos no se encontraban a salvo a mi lado, ella tampoco lo adivinó. Así pude moverme entre ellos sin ser vista, manipulándolos desde afuera, haciéndoles creer que su control sobre mí era inquebrantable. Tal vez tenían razón, quizá eran alucinaciones mías y lo supieron todo el tiempo; como fuere, ya estaban allí, yo sólo tenía que esperar a que ambos me encontraran en el punto que Lidérc había “planeado” por si mismo, libre de alteraciones ¡Já, falacias! Su caricia me erizó la piel, el roce de su dedo índice sobre el arco de mi cuello mientras me perdía en la nada y en el todo, me sacó de mi ensimismamiento. Di media vuelta sobre mi propio eje para encarar a uno de los dos. No importaba si era Sorha o era él, de igual forma conseguirían hacerme estremecer de esa forma, pero conocía las caricias de ambos y esa delicada caricia sobre mi piel sólo se podría tratar de una persona…
Mi deber era apoyar incondicionalmente a Lidérc ¿Cuál es la diferencia a un esclavo? Una cárcel continúa siendo una cárcel, aún cuando esta se adoquine con muros de oro y ventanas de diamantes. Podía escuchar cada miserable pensamiento de mis hermanos, admito que algunas cosas las compartía con ellos con la misma intensidad… me atrevo a confesar que soy tan pecadora como ellos y que no me arrepiento en lo absoluto de todos esos efímeros instantes en los que fundimos nuestros cuerpos en una sacrílega unión; pero entender las prácticas que él nos ocultaba a ambas me parecía demasiado. Nunca se enteró que sus pensamientos no se encontraban a salvo a mi lado, ella tampoco lo adivinó. Así pude moverme entre ellos sin ser vista, manipulándolos desde afuera, haciéndoles creer que su control sobre mí era inquebrantable. Tal vez tenían razón, quizá eran alucinaciones mías y lo supieron todo el tiempo; como fuere, ya estaban allí, yo sólo tenía que esperar a que ambos me encontraran en el punto que Lidérc había “planeado” por si mismo, libre de alteraciones ¡Já, falacias! Su caricia me erizó la piel, el roce de su dedo índice sobre el arco de mi cuello mientras me perdía en la nada y en el todo, me sacó de mi ensimismamiento. Di media vuelta sobre mi propio eje para encarar a uno de los dos. No importaba si era Sorha o era él, de igual forma conseguirían hacerme estremecer de esa forma, pero conocía las caricias de ambos y esa delicada caricia sobre mi piel sólo se podría tratar de una persona…
Última edición por Ishtar Nasic el Lun Sep 19, 2011 1:44 am, editado 2 veces
Ishtar Nasic- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 03/07/2011
Re: El despertar [Acción y +18]
Adherida a su piel como lo es con su alma, no le queda más remedio que perseguir los sueños de su dueño. Sólo Lucifer puede dar fe y testimonio de lo mucho que está dispuesta a sacrificar en su nombre ¿De verdad? La sonrisa socarrona que siempre ha estado tatuada en sus labios refleja esa jodida metáfora surrealista en la que los ha introducido. En ese pequeño teatro alucinado en sus pensamientos cada títere se mueve a su antojo hasta que llega la sombra del titiritero y los obliga a flagelarse acorde a sus objetivos. ¿Cuál es su papel en todo esto? Los peones están en el tablero, las torres, los caballos, los arfiles… cada maldita pieza del ajedrez es indispensable para lograr la caída de la reina y el jaque del rey. Entre mentiras, engaños y manipulaciones sus juguetes llegaron a una conclusión, una decisión a la cual los había conducido insospechablemente. Cada palabra que escupen sus labios, son una espina más que añadirle al rosal que atavía el sendero al infierno, un camino de rosas que ha sido sepultado por sus propias ambiciones. ¿Así que París, he? ¿Qué tiene de especial esa ciudad que no lo tenga Budapest o Londres? Sorha, tiene sus propias razones, desconoce las verdaderas intenciones de Lidérc y no desea enterarse del porqué Ishtar continúa a su lado, después de haber jurado no entrometerse en asuntos de esa índole.
El tiempo se desvaneció como los sueños de un mortal al encontrarse besándose con la muerte, en un danzón que los llevará hasta las gloriosas puertas del edén o bien los arrastrará al agonizante agujero en la tierra mejor conocido como el Tártaro. Le es indiferente a los segundos que atacan su cuerpo, intentando devorar su juventud, tragándose sus fuerzas y con ella la voluntad; el paso de la eternidad no la daña. La tela gris de su vestido se rasga cuando pasa al lado de un cincel abandonado en la calle. El desgarre de la tela provoca una sensación escalofriante en quienes alcanzan a percibir la casi sorda melodía de su llanto. Resopla sus labios, se le ha hecho tarde… tan tarde como para recibir ese inminente castigo por parte de su hermano mayor. ¡Maldita sea, si él supiese! Puede imaginárselo con su manos teñidas de sangre, con esa mirada demencial que lo caracteriza cuando está poseído por el demonio escondido tras la jodida diplomacia de un ‘Casanova’ si tan sólo… su cuerpo siente el dolor de las marcas que la tatúan, arden del sólo pensar lo que es capaz de hacerle si comete más faltas en su contra. ¿De verdad no siente nada por ella? La vampiresa comprende que él la ama de una forma extraña, obsesiva, enfermiza y sacrílega. No es un sentimiento exclusivo del varón, resulta ser que los Nasic se juraron lealtad más allá de la muerte, es una relación peligrosa que seguramente los obligará a asesinarse mutuamente.
Se retuerce en medio de la calle e irrumpe sus pensamientos, ha dejado el infierno que tanto idolatra por beber una copa con la realidad. Acomoda un mechón de sus negros cabellos tras su oreja, captura cada detalle de la ciudad en su memoria. Desde el caballo negro con manchas blancas de la esquina, con rienda suelta porque su jinete fue a beber a la taberna cruzando la calle, hasta el bastardo que se adentra en los callejones más peligrosos de la noche. La llama de las veladoras danza en un descomunal vals con el viento que amenaza con apagarlas de un fuerte soplido. Sujeta el vestido con ambas manos, los guantes negros contrastan con la seda de su vestimenta y la piel aceitunada de la dama. ‘Hotel Des Arenes’ Hermoso nombre para un edificio que esconde tras sus murallas al peor de los depredadores, una manada de vampiros sedientos y con ansiedad de poder. Al menos ella lo está. Sus orbes verdeazulados buscan sin encontrar ¿Qué habitación tenían reservada? El mozo la ayuda a encontrar su camino. Asciende por las escaleras hasta llegar a los aposentos de una familia tan unida como la suya. Sí, eso fue sarcasmo. Se desliza entre la luz tiritante de los pasillos, al cruzar el umbral de la puerta la observa…
No existe magia en este mundo que pueda consagrase como el misterio de un edén, no cuando ella está presente, no cuando los rayos plateados de la luna besan su piel de esa manera como lo están haciendo ahora. Sorha siente envidia del viento que olisquea entre los cabellos de Ishtar, esta completamente impactada por la belleza que su hermana posee. Oh, tanto siglo envenenándola con su sabor, marcándola como suya, dejándose manchar por el incesto… La lascivia recorre hasta la última de sus terminales nerviosas. Al verla perdida en sus pensamientos sólo se le puede comparar con un ángel que ha sido suspendido en el tiempo. Sus pasos son inaudibles, no respira ¡Ni siquiera lo necesita! Cierra sus ojos y la imagina semidesnuda debajo de ese manto estelar que la noche les regala. ¿Quién dijo que los vampiros extrañan la luz del día? Rompe la distancia que las separa, la comisura de sus labios quiere rosar ese delicado cuello que la hipnotiza, pero su dedo es quien toma ventaja de la disponibilidad de su hermana. Rosa su piel y el espasmo orgásmico anunciando una noche llena de placeres, se instala en sus piernas. Ruge, sus manos se apoderan de esa diminuta cintura al mismo tiempo en que ella se gira. Sorha sonríe de medio lado y ataca sus labios con un beso de proporciones catastróficas, tal pareciera que quiere devorarla. Su lengua, la de su hermana, se unen y se declaran la guerra por consagrarse como la mejor de las víboras. Sus manos contornean el cuerpo de Ishtar apreciando cada curva que posee, la hace inclinarse un poco hacia atrás, deja de besarla, despeja su apetitoso cuello y allí la muerde.
El tiempo se desvaneció como los sueños de un mortal al encontrarse besándose con la muerte, en un danzón que los llevará hasta las gloriosas puertas del edén o bien los arrastrará al agonizante agujero en la tierra mejor conocido como el Tártaro. Le es indiferente a los segundos que atacan su cuerpo, intentando devorar su juventud, tragándose sus fuerzas y con ella la voluntad; el paso de la eternidad no la daña. La tela gris de su vestido se rasga cuando pasa al lado de un cincel abandonado en la calle. El desgarre de la tela provoca una sensación escalofriante en quienes alcanzan a percibir la casi sorda melodía de su llanto. Resopla sus labios, se le ha hecho tarde… tan tarde como para recibir ese inminente castigo por parte de su hermano mayor. ¡Maldita sea, si él supiese! Puede imaginárselo con su manos teñidas de sangre, con esa mirada demencial que lo caracteriza cuando está poseído por el demonio escondido tras la jodida diplomacia de un ‘Casanova’ si tan sólo… su cuerpo siente el dolor de las marcas que la tatúan, arden del sólo pensar lo que es capaz de hacerle si comete más faltas en su contra. ¿De verdad no siente nada por ella? La vampiresa comprende que él la ama de una forma extraña, obsesiva, enfermiza y sacrílega. No es un sentimiento exclusivo del varón, resulta ser que los Nasic se juraron lealtad más allá de la muerte, es una relación peligrosa que seguramente los obligará a asesinarse mutuamente.
Se retuerce en medio de la calle e irrumpe sus pensamientos, ha dejado el infierno que tanto idolatra por beber una copa con la realidad. Acomoda un mechón de sus negros cabellos tras su oreja, captura cada detalle de la ciudad en su memoria. Desde el caballo negro con manchas blancas de la esquina, con rienda suelta porque su jinete fue a beber a la taberna cruzando la calle, hasta el bastardo que se adentra en los callejones más peligrosos de la noche. La llama de las veladoras danza en un descomunal vals con el viento que amenaza con apagarlas de un fuerte soplido. Sujeta el vestido con ambas manos, los guantes negros contrastan con la seda de su vestimenta y la piel aceitunada de la dama. ‘Hotel Des Arenes’ Hermoso nombre para un edificio que esconde tras sus murallas al peor de los depredadores, una manada de vampiros sedientos y con ansiedad de poder. Al menos ella lo está. Sus orbes verdeazulados buscan sin encontrar ¿Qué habitación tenían reservada? El mozo la ayuda a encontrar su camino. Asciende por las escaleras hasta llegar a los aposentos de una familia tan unida como la suya. Sí, eso fue sarcasmo. Se desliza entre la luz tiritante de los pasillos, al cruzar el umbral de la puerta la observa…
No existe magia en este mundo que pueda consagrase como el misterio de un edén, no cuando ella está presente, no cuando los rayos plateados de la luna besan su piel de esa manera como lo están haciendo ahora. Sorha siente envidia del viento que olisquea entre los cabellos de Ishtar, esta completamente impactada por la belleza que su hermana posee. Oh, tanto siglo envenenándola con su sabor, marcándola como suya, dejándose manchar por el incesto… La lascivia recorre hasta la última de sus terminales nerviosas. Al verla perdida en sus pensamientos sólo se le puede comparar con un ángel que ha sido suspendido en el tiempo. Sus pasos son inaudibles, no respira ¡Ni siquiera lo necesita! Cierra sus ojos y la imagina semidesnuda debajo de ese manto estelar que la noche les regala. ¿Quién dijo que los vampiros extrañan la luz del día? Rompe la distancia que las separa, la comisura de sus labios quiere rosar ese delicado cuello que la hipnotiza, pero su dedo es quien toma ventaja de la disponibilidad de su hermana. Rosa su piel y el espasmo orgásmico anunciando una noche llena de placeres, se instala en sus piernas. Ruge, sus manos se apoderan de esa diminuta cintura al mismo tiempo en que ella se gira. Sorha sonríe de medio lado y ataca sus labios con un beso de proporciones catastróficas, tal pareciera que quiere devorarla. Su lengua, la de su hermana, se unen y se declaran la guerra por consagrarse como la mejor de las víboras. Sus manos contornean el cuerpo de Ishtar apreciando cada curva que posee, la hace inclinarse un poco hacia atrás, deja de besarla, despeja su apetitoso cuello y allí la muerde.
Sorha Nasic- Vampiro Clase Media
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Re: El despertar [Acción y +18]
PLACEBO.
Todo mi pudor falleció en el rose de su piel con la mía. La suave caricia que me abrazó en un placer tan sublime como el probar el fruto prohibido ante los ojos de dios, me dejó con ese deseo en mi ser por hacerla mía. Noches enteras han pasado desde que somos amantes, diluvios en los que mortales nos corrompen con su sangre y nos hacen padecer ante el pecado incestuoso y mortal que con gusto repetiría una vez más. Mis pensamientos fueron borrascosos, los sentidos me manipulaban al igual que yo lo hacía con su voluntad. Eramos la presa perfecta para la lascivia en esa noche, yo seguí el juego, ella se dejó llevar. Fundidas como el escudo de nuestra familia en aquel castillo de Budapest, me consumí mi cordura en ese profano beso.
Mis labios lamentaron la separación, su humedad aún coronaba la comisura, su sabor todavía se encontraba impregnado en ellos ¡Que desdicha la mía! Me importó nada la basura de cadáveres que quedó en el hotel, sólo pude arrojarme a las llamas ardientes del pecado que me llamaban con gritos desde cada curva en ese perfecto cuerpo. Mis dedos desataron el nudo en los listones de su corsé, mis ojos devoraron sus pechos redondos y hermosamente abultados, sólo para mí, majar de los dioses, ponzoña de mortales. Carraspeé al saborear el centro de sus montañas, justo allí donde su piel obscurece como un eclipse total de sol. Las pupilas me brillaron, lo sé porque pude ver mi rostro en sus pensamientos, tal y como ella me observaba desde su perspectiva ¡Oh, mi amada Sorha, si tan sólo supieras!
El tiempo que pasó mientras me deshacía de esas tiras, devoró mi paciencia y con ella la tranquilidad en la cual me sumergía cuando no estaba ella tan cerca. Quise aspirar su perfume, cerré mis ojos y me concentré en el halo de humo que emanaba desde el arco en su cuello, pero fue su Altar de Venus quien me llamó al encuentro. Me arrodillé frente a mi hermana, mis uñas desgarraron las faldas que me separaban de mi trofeo. Podía sentir su humedad, se encontraba tan excitada como yo, Lidérc se me olvidó. Levanté sus faltas por encima de mi cabeza y me introduje en su universo. Acaricié con la punta de mi lengua su tobillo, ascendiendo cada vez más por ese sendero de placebo que eran sus piernas. Me detuve en muy cerca de su cavidad y clavé allí mis dientes.
La sangre desfiló de la herida hasta mi boca, en un fúnebre paseo por sentirse tan libre de esa prisión marmórea. El festival que conseguí en mi garganta al tragarme ese premiable rubí, culminó en mi vientre y estalló en mí pelvis. Amé el instante en que perdí la cabeza y devorando con mis manos sus faldilla la dejé semidesnuda ante mí. Me puse de pie para admirar la curvatura de su cuerpo ser delineada por la luz del fondo, mientras que la ropa interior le holgaba con esa transparencia tan jodidamente enigmática que, te acompaña a seguir en la travesía de lo indecente. –Olvídate de todo lo que conoces querida hermana, esta noche no seré tuya, tú serás mía –Y con esa frase me despedí de las últimas prendas que ella portaba.
Mis labios lamentaron la separación, su humedad aún coronaba la comisura, su sabor todavía se encontraba impregnado en ellos ¡Que desdicha la mía! Me importó nada la basura de cadáveres que quedó en el hotel, sólo pude arrojarme a las llamas ardientes del pecado que me llamaban con gritos desde cada curva en ese perfecto cuerpo. Mis dedos desataron el nudo en los listones de su corsé, mis ojos devoraron sus pechos redondos y hermosamente abultados, sólo para mí, majar de los dioses, ponzoña de mortales. Carraspeé al saborear el centro de sus montañas, justo allí donde su piel obscurece como un eclipse total de sol. Las pupilas me brillaron, lo sé porque pude ver mi rostro en sus pensamientos, tal y como ella me observaba desde su perspectiva ¡Oh, mi amada Sorha, si tan sólo supieras!
El tiempo que pasó mientras me deshacía de esas tiras, devoró mi paciencia y con ella la tranquilidad en la cual me sumergía cuando no estaba ella tan cerca. Quise aspirar su perfume, cerré mis ojos y me concentré en el halo de humo que emanaba desde el arco en su cuello, pero fue su Altar de Venus quien me llamó al encuentro. Me arrodillé frente a mi hermana, mis uñas desgarraron las faldas que me separaban de mi trofeo. Podía sentir su humedad, se encontraba tan excitada como yo, Lidérc se me olvidó. Levanté sus faltas por encima de mi cabeza y me introduje en su universo. Acaricié con la punta de mi lengua su tobillo, ascendiendo cada vez más por ese sendero de placebo que eran sus piernas. Me detuve en muy cerca de su cavidad y clavé allí mis dientes.
La sangre desfiló de la herida hasta mi boca, en un fúnebre paseo por sentirse tan libre de esa prisión marmórea. El festival que conseguí en mi garganta al tragarme ese premiable rubí, culminó en mi vientre y estalló en mí pelvis. Amé el instante en que perdí la cabeza y devorando con mis manos sus faldilla la dejé semidesnuda ante mí. Me puse de pie para admirar la curvatura de su cuerpo ser delineada por la luz del fondo, mientras que la ropa interior le holgaba con esa transparencia tan jodidamente enigmática que, te acompaña a seguir en la travesía de lo indecente. –Olvídate de todo lo que conoces querida hermana, esta noche no seré tuya, tú serás mía –Y con esa frase me despedí de las últimas prendas que ella portaba.
Ishtar Nasic- Vampiro Clase Media
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Re: El despertar [Acción y +18]
Ella es la puta que se revuelca en las olas del infierno para acostarse con cuan demonio se le ponga en frente, es el pecado brotando desde cada poro en los humanos, la tentación que espera ser correspondida con las bajas pasiones que se esconden tras la serenidad y se ve reflejada en las pupilas, en los latidos de los corazones… Ella es Sorha Aneska Draven Lacrocq. Una mujer que no se pierde en los encantos de cualquiera. A decir verdad sólo existen dos personas por las cuales ella perdería la cabeza, una es su obsesión por sobre todas las cosas y la otra… dicen que aquello que te causa molestias es más fuerte porque de una forma bastante inconsciente te sientes atraído ante eso, quisieras ser como él o ella, tenerlo, lo deseas… Justo eso es lo que ocurre con la vampiresa cada vez que está a solas con su hermana Ishtar. Se pierde en la mirada férrea que le es dedicada en su honor. La lascivia recorre cada maldita terminal nerviosa de su cuerpo y es sometida ante los placeres que en sus pensamientos le son develados, se retuerce en silencio anticipándose a las acciones que aún ni siquiera sabe que vendrían a por ella. Aún así, los espasmos en su sexo incrementaban con cada caricia que la morena le hacia. El corsé de su atavío se rinde ante la agilidad de la vampiresa, sus faldas son hechas trizas. Lo que está viviendo no es un sueño, tampoco la fantasía que siempre ha tenido, esto es real… Ishtar ha decidido tomar el control en el acto. Eso la ha vuelto loca.
La mordida en su entrepierna provoca un berrido, se acomoda, se abre más para ella, en esta ocasión la complacerá en todo lo que pida. Esa maldita lengua que acapara su sexo, humedeciéndolo, bañándolo con lascivia total, incitando el estúpido y ferviente deseo que brota en la vampiresa con cada rose descubierto en su sentir; esta a punto de colapsar gracias a la gracilidad con la que su pequeña hermana se desenvuelve ¡Por todo el maldito infierno! Su mano baja hasta el cabello de la fémina y lo acaricia con delicadeza. Es tan dulce con ella, no existe inmortal en este mundo al que pueda tratar de esa manera. Para Sorha, Ishtar es a quien hay que proteger de todos los males, siente un gran amor por esa endiablada mujer, pero sus caminos son opuestos, lo cual provoca que ambas se separen al terminar la noche, caracteres tan diferentes que se funden en un solo espectro al tener relaciones, lo demás es mera cordialidad. Muerde su labio inferior con promiscuidad, sus jadeos comienzan a aparecer desde las profundidades de su garganta, en ese instante… lshtar se separa y la deja más excitada que nunca. Sabias palabras ha elegido, no se opondrá ante ella, quiere complacerla. Ahora está completamente desnuda. Su piel es bañada por el tenue resplandor de la luna al borde de ese ventanal. Sus pechos redondos dejan esa sombra espectral en su torso, su cabello cubre la mitad de uno de sus pezones, su sonrisa es la curvatura que tiene la oz de la muerte, sus orbes están tan llenos de lujuria que su resplandor es más fuerte que aquel que depende de la silueta en la luna.
Sacudiendo su cabeza mientras sus pies descalzos dan dos pasos hacia adelante, se acerca hasta su delicada hermana. Es estúpido creerse semejante falacia porque ella entiende que esa mujer puede ser tan viperina como lo desee. – No me parece justo y aunque tu cuerpo y mi cuerpo sean semejantes, no es lo mismo – Comenta, sus uñas son afiladas, alistadas para rasgar todo a su paso. Sorha se inclina ante su hermana en una reverencia que sólo los hombres tienen que ofrecer ante una dama. Arquea una ceja y destroza el vestido que ella porta. Los labios de Sorha se entreabren disfrutando de la visión que tiene en frente, sus manos se elevan rosando con la yema de sus dedos la aterciopelada piel que tiene. Ascienden por sus piernas, se separan en su vientre, rosa la punta de sus montículos y ahora sus labios besan apasionadamente su boca como si fuese la última vez que lo harán. Los colmillos de la vampiresa rasgan la lengua ajena y traga la sangre que será su eterna condena. Abraza a Ishtar, su mano derecha recorre su espina dorsal en un mohín delicado, frío y apasionante. La arrastra hasta la cama, pero no es Sorha quien posa arriba en el acto que están a punto de cometer. Antes de dejarse caer, gira sus cuerpos para que sea ella quien domine la situación. – Enséñame lo amateur que soy ante ti -
La mordida en su entrepierna provoca un berrido, se acomoda, se abre más para ella, en esta ocasión la complacerá en todo lo que pida. Esa maldita lengua que acapara su sexo, humedeciéndolo, bañándolo con lascivia total, incitando el estúpido y ferviente deseo que brota en la vampiresa con cada rose descubierto en su sentir; esta a punto de colapsar gracias a la gracilidad con la que su pequeña hermana se desenvuelve ¡Por todo el maldito infierno! Su mano baja hasta el cabello de la fémina y lo acaricia con delicadeza. Es tan dulce con ella, no existe inmortal en este mundo al que pueda tratar de esa manera. Para Sorha, Ishtar es a quien hay que proteger de todos los males, siente un gran amor por esa endiablada mujer, pero sus caminos son opuestos, lo cual provoca que ambas se separen al terminar la noche, caracteres tan diferentes que se funden en un solo espectro al tener relaciones, lo demás es mera cordialidad. Muerde su labio inferior con promiscuidad, sus jadeos comienzan a aparecer desde las profundidades de su garganta, en ese instante… lshtar se separa y la deja más excitada que nunca. Sabias palabras ha elegido, no se opondrá ante ella, quiere complacerla. Ahora está completamente desnuda. Su piel es bañada por el tenue resplandor de la luna al borde de ese ventanal. Sus pechos redondos dejan esa sombra espectral en su torso, su cabello cubre la mitad de uno de sus pezones, su sonrisa es la curvatura que tiene la oz de la muerte, sus orbes están tan llenos de lujuria que su resplandor es más fuerte que aquel que depende de la silueta en la luna.
Sacudiendo su cabeza mientras sus pies descalzos dan dos pasos hacia adelante, se acerca hasta su delicada hermana. Es estúpido creerse semejante falacia porque ella entiende que esa mujer puede ser tan viperina como lo desee. – No me parece justo y aunque tu cuerpo y mi cuerpo sean semejantes, no es lo mismo – Comenta, sus uñas son afiladas, alistadas para rasgar todo a su paso. Sorha se inclina ante su hermana en una reverencia que sólo los hombres tienen que ofrecer ante una dama. Arquea una ceja y destroza el vestido que ella porta. Los labios de Sorha se entreabren disfrutando de la visión que tiene en frente, sus manos se elevan rosando con la yema de sus dedos la aterciopelada piel que tiene. Ascienden por sus piernas, se separan en su vientre, rosa la punta de sus montículos y ahora sus labios besan apasionadamente su boca como si fuese la última vez que lo harán. Los colmillos de la vampiresa rasgan la lengua ajena y traga la sangre que será su eterna condena. Abraza a Ishtar, su mano derecha recorre su espina dorsal en un mohín delicado, frío y apasionante. La arrastra hasta la cama, pero no es Sorha quien posa arriba en el acto que están a punto de cometer. Antes de dejarse caer, gira sus cuerpos para que sea ella quien domine la situación. – Enséñame lo amateur que soy ante ti -
FDR: Puedes entrar Alastor. Yo me encargo del resto.
Sorha Nasic- Vampiro Clase Media
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Re: El despertar [Acción y +18]
La noche se había tragado a París y Lidérc pudo salir de su claustro en el Hotel. El hambre quemó su garganta orillándolo a beber la sangre de la mucama que tan sólo fue a realizar la limpieza como él lo había estipulado. Al ver su cuerpo tirado sobre el suelo, manchando las sábanas de la cama con los sobrantes de la sangre, el vampiro se vio obligado a tener que abandonar la habitación con la chica entre sus brazos. Saltó por la ventana y se perdió en la inmensidad de la noche, pero las manchas de escarlata color no se desvanecieron por si solas. Se quedaron allí, grabas en el suelo para anunciar a quien fuera la atrocidad que allí se cometió. Dejó el cadáver en uno de los callejones en las cercanías del hotel. Pero aún tenía un poco de hambre, un solo recipiente no saciaría jamás todo lo que él devoraba en una noche. No pensó dos veces antes de refugiarse en el burdel de la ciudad. A su llegada las féminas lo acecharon como si se tratase del mismísimo rey. Su maldito porte lo delataba aún cuando esas ropas estuvieran un tanto desgastadas. La caballerosidad con la que trató a sus víctimas, las hizo derretirse ante sus pies que no opusieron a la idea de acudir al hotel, ya que el apuesto varón no deseaba ser visto en un lugar como ese.
Tres mujeres de belleza sin igual, piel suave, firme, ojos claros y cabellos negros… ¿De dónde provenía ese gusto? Obviamente de las Nasic. Esas tres damas recibieron en el pañuelo del “hombre” la dirección del hotel, sin embargo, sus atavíos no eran lo más apropiado para acudir a un encuentro en uno de los edificios con prestigio en París. Derrochar dinero no era su especialidad, ni si quiera posee tanto como para perderlo de esa manera, pero Lidérc quería divertirse y nadie se lo impediría, así que el dinero, le venía importando un reverendo bledo. Arrojó un pequeño costal con varios francos, débilmente sobrepasaban la cantidad de 500, los ahorros de toda una vida. –Mis queridas, compren algo decente para cubrir su desnudes y espérenme en la habitación mencionada. Si cuestionan su allanamiento en el lugar, sólo informen que Alastor Lacrocq así lo solicitó- Y así se despidió de ellas. Tenía un asunto pendiente que necesitaba aclarar.
Esa misma noche se encontraría con sus hermanas, el sólo hecho de pensar que estarían tan cerca de él, respirando lo mismo que él, observando lo que sus ojos hacían; lo volvía completamente loco. No puede estar separado de ellas durante un periodo largo de tiempo porque su necesidad es más grande que cualquier obsesión a la cual se hayan anclado los mortales. Las pasiones entre los Nasic son instintivas, el deseo pecaminoso y la idea de profanar el infierno con sus actos, es bastante atractiva. Esperaba poder llegar al Hotel antes que ellas pues así se desharía de esas cortesanas que consiguió en el burdel, de no ser así, Aneska se enfadaría lo suficiente con él como para no entender de razones y largarse de allí antes de que pudiera decirle el por qué de su llegada a París. Mientras caminaba a la orilla del camino, chasqueó su lengua, si la reacción de Aneska sería esa, todo se iría al demonio. Tanto maldito plan, tanto esfuerzo por protegerlas… Esa idea fue un insulto para su hermana, porque ella ha dejado bastante en claro que no necesita de nadie para sobrevivir. La memoria de Ishtar apareció en sus pensamientos vacilantes –Si no es por una, es por la otra, pero estoy igual de jodido- Comentó consigo mismo.
Sus zancadas lo condujeron hasta una choza a medio derrumbarse, parecía abandonada pero no era así, dentro de sus fauces se escondía una rata a la cual le gustaba jugar con fuego, bien. Lidérc era el fuego y la rata estaba a punto de quemarse. –Eres una bruja afortunada ¿lo sabias? Alguien me ha dicho que tú tienes el antídoto para uno de los venenos de los cazadores, dámelo y te dejaré vivir- La carcajada burlesca de una mujer estremeció el lugar, su voz era chillante como la de una anciana envuelta en la locura de su propio poder. El vampiro fue retado e incluso fue sometido ante la magia de la bruja. A ella no le gustaba que la trataran de esa forma, cualquiera alardea de ser supremo, cualquiera puede llegar a buscarla, pero sólo los más fuertes sobrevivirían ante sus azotadoras pruebas. Esa nefasta mujer no pide dinero a cambio de su trabajo, ella busca otra cosa de quienes se atreven a traspasar las murallas de la indecencia para buscarla -¿qué me darás a cambio?- preguntó la anciana desde las sombras. A lo que Lidérc entre quejidos por el dolor que sentía recorrer su cuerpo como si miles de aguijones estuviesen quemándole, responde –Tu libertad-
Los minutos pasaron dentro de esa choza, balbuceos se escuchaban entre carcajadas ahogadas en silencio, el humo en la chimenea se asomó por encima del techo, la luna le cantaba a la noche, los lobos aullaron en las lejanías. Al término de 30 minutos más, se cerró el pacto. La sonrisa pretenciosa en los labios de Lidérc no desaparecería ni en un millón de años más, ahora poseía una ventaja sobre aquel cazador que lo buscaba. Los inquisidores necesitarían un maldito ejército para acabar contra él y sus planes. Además estaba completamente seguro que esta noche les confesaría todo a sus adoradas hermanas, lo cual significaba que ya contaría con su apoyo y no andaría por allí conspirando a sus espaldas. Caminó de regreso al hotel en donde las esperaría impacientemente pero al llegar, se dio cuenta que ellas ya estaban allí. Se quedó en completo silencio observando sus movimientos ¡maldita sea! ¡Se revolcarían como las putas que son entre ellas! Una visión perfecta hasta para el mismo Satanás, “Sexo lésbico e incestuoso” Dejó la cura al veneno sobre uno de los sillones al lado de la puerta. La cerró sin ejecutar ni un solo ruido y se dispuso a observar relamiéndose los labios, apaciguando el fuerte impulso por ir a devorarlas en la cama…
Tres mujeres de belleza sin igual, piel suave, firme, ojos claros y cabellos negros… ¿De dónde provenía ese gusto? Obviamente de las Nasic. Esas tres damas recibieron en el pañuelo del “hombre” la dirección del hotel, sin embargo, sus atavíos no eran lo más apropiado para acudir a un encuentro en uno de los edificios con prestigio en París. Derrochar dinero no era su especialidad, ni si quiera posee tanto como para perderlo de esa manera, pero Lidérc quería divertirse y nadie se lo impediría, así que el dinero, le venía importando un reverendo bledo. Arrojó un pequeño costal con varios francos, débilmente sobrepasaban la cantidad de 500, los ahorros de toda una vida. –Mis queridas, compren algo decente para cubrir su desnudes y espérenme en la habitación mencionada. Si cuestionan su allanamiento en el lugar, sólo informen que Alastor Lacrocq así lo solicitó- Y así se despidió de ellas. Tenía un asunto pendiente que necesitaba aclarar.
Esa misma noche se encontraría con sus hermanas, el sólo hecho de pensar que estarían tan cerca de él, respirando lo mismo que él, observando lo que sus ojos hacían; lo volvía completamente loco. No puede estar separado de ellas durante un periodo largo de tiempo porque su necesidad es más grande que cualquier obsesión a la cual se hayan anclado los mortales. Las pasiones entre los Nasic son instintivas, el deseo pecaminoso y la idea de profanar el infierno con sus actos, es bastante atractiva. Esperaba poder llegar al Hotel antes que ellas pues así se desharía de esas cortesanas que consiguió en el burdel, de no ser así, Aneska se enfadaría lo suficiente con él como para no entender de razones y largarse de allí antes de que pudiera decirle el por qué de su llegada a París. Mientras caminaba a la orilla del camino, chasqueó su lengua, si la reacción de Aneska sería esa, todo se iría al demonio. Tanto maldito plan, tanto esfuerzo por protegerlas… Esa idea fue un insulto para su hermana, porque ella ha dejado bastante en claro que no necesita de nadie para sobrevivir. La memoria de Ishtar apareció en sus pensamientos vacilantes –Si no es por una, es por la otra, pero estoy igual de jodido- Comentó consigo mismo.
Sus zancadas lo condujeron hasta una choza a medio derrumbarse, parecía abandonada pero no era así, dentro de sus fauces se escondía una rata a la cual le gustaba jugar con fuego, bien. Lidérc era el fuego y la rata estaba a punto de quemarse. –Eres una bruja afortunada ¿lo sabias? Alguien me ha dicho que tú tienes el antídoto para uno de los venenos de los cazadores, dámelo y te dejaré vivir- La carcajada burlesca de una mujer estremeció el lugar, su voz era chillante como la de una anciana envuelta en la locura de su propio poder. El vampiro fue retado e incluso fue sometido ante la magia de la bruja. A ella no le gustaba que la trataran de esa forma, cualquiera alardea de ser supremo, cualquiera puede llegar a buscarla, pero sólo los más fuertes sobrevivirían ante sus azotadoras pruebas. Esa nefasta mujer no pide dinero a cambio de su trabajo, ella busca otra cosa de quienes se atreven a traspasar las murallas de la indecencia para buscarla -¿qué me darás a cambio?- preguntó la anciana desde las sombras. A lo que Lidérc entre quejidos por el dolor que sentía recorrer su cuerpo como si miles de aguijones estuviesen quemándole, responde –Tu libertad-
Los minutos pasaron dentro de esa choza, balbuceos se escuchaban entre carcajadas ahogadas en silencio, el humo en la chimenea se asomó por encima del techo, la luna le cantaba a la noche, los lobos aullaron en las lejanías. Al término de 30 minutos más, se cerró el pacto. La sonrisa pretenciosa en los labios de Lidérc no desaparecería ni en un millón de años más, ahora poseía una ventaja sobre aquel cazador que lo buscaba. Los inquisidores necesitarían un maldito ejército para acabar contra él y sus planes. Además estaba completamente seguro que esta noche les confesaría todo a sus adoradas hermanas, lo cual significaba que ya contaría con su apoyo y no andaría por allí conspirando a sus espaldas. Caminó de regreso al hotel en donde las esperaría impacientemente pero al llegar, se dio cuenta que ellas ya estaban allí. Se quedó en completo silencio observando sus movimientos ¡maldita sea! ¡Se revolcarían como las putas que son entre ellas! Una visión perfecta hasta para el mismo Satanás, “Sexo lésbico e incestuoso” Dejó la cura al veneno sobre uno de los sillones al lado de la puerta. La cerró sin ejecutar ni un solo ruido y se dispuso a observar relamiéndose los labios, apaciguando el fuerte impulso por ir a devorarlas en la cama…
Gédéon Lémieux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/07/2011
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Re: El despertar [Acción y +18]
DELIRIO.
¿Alguna vez han sentido como la seda se desliza por su cuerpo con esa suavidad tan sublime? Los roses de su piel junto a la mía eran de una belleza tan infinita que ese trozo de tela perecía ante ella. Mi sonrisa no se desvaneció cuando trató de influenciar su fuerza sobre mí, no esperaba otra cosa, Sorha siempre da batalla, pero está vez caería rendida ante su hermana. Su silencio empapó las sábanas de esa cama en la que nos recostamos, me pareció escuchar el gemido del colchón preparándose para la sacudida, también pude percibir como las partículas de polvo que nos inundaba se carcajeaban y de fondo la cantata de diablo haciéndonos eco en el pecado. Deslice mis piernas sobre las suyas, nuestras pelvis rosaron débilmente, un berrido se escapó de mis labios pero mis ojos nunca se apartaron de su mirada, estaba completamente hipnotizada por su belleza vampírica.
Uno de mis dedos calló sus labios cuando trataron de hablarme, me congelé observando sus carnosos labios, sus mejillas, sus ojos, su frente… la curva en el cuello, me llamaba a morder y succionar todo ese maldito y viperino elíxir que ella guardaba en su interior, desistí. Tome su cabeza entre mis manos para obligarla a que me besara, mi boca devoraba a la suya en una batalla donde nadie ganaba, sólo se encarnecía más ese tonto frenesí por hacerla mi mujer. Mordí su lengua, rasgué su labio inferior, bese su nariz y bajé hasta la fuente de todos mis delirios. Estas provocativas manos, recorrieron su cuerpo hasta posarse en sus pechos, creando círculos imaginarios alrededor de su pezón, estimulando sus montículos, llevándolos hasta el punto de la desesperación. Y me derretí al dejar caer mi sabia dentro de su ombligo, el sendero que bajaba hasta su entrepierna era el camino al infierno, donde los pecadores pagarían sus deudas, pero yo era Lucifer y su cuerpo mi reino en el cual me pasearía sin dudar, porque lo conozco, porque es mío, porque…
Besé, mordí, lamí… cada parte de su piel antes de llegar hasta su Altar de Venus, separé con maestría sus piernas, mordí la derecha y la sangre que emanaba por borbotones me baño por completo el rostro, quería más, mucho más… A esas alturas sus dos piernas estaban marcadas por mis colmillos y la sangre sólo era una invitación a la mascarada en la cual yo asistiría sin importar que no fuese bienvenida. Apreciar el manjar que me esperaba, ver los pliegues de su intimidad, lo húmedo que parecía, lo cálido que se sentía, lo adictivo que se me volvía… Se me hizo agua la boca antes de poder probarla, me consumí en mi propia excitación, fui víctima de mi propia locura y como espasmo orgásmico me retorcí al lamer de atrás hacia delante de su entrepierna. Encontrar el sabor de la inmortalidad justo allí, nos hizo berrear de satisfacción a ambas.
Acerqué su pelvis a mi rostro ayudada por la fuerza de mi condición y las manos que disgustadas por haberlas separado de sus montículos, buscaron la forma de llegar hasta sus glúteos para arañarlos y así convencerla que no era yo una mujer sumisa como Sorha y Lidérc creían… En uno de los lengüetazos que le di, mis colmillos se escaparon de la funda que los cubría y salieron para romper sus pliegues, fue su sangre y mi saliva la combinación perfecta que lubricó su cavidad, fue justo en su clítoris que yo… La escuché rugir del placer, su voz me inspiró para continuar, mi cabeza ejecutaba embestidas, deseaba tanto comer de allí… Tragué la sangre, me envenené yo misma. Los movimientos rítmicos de mi lengua aumentaron con forme pasaban los segundos. Mi mano viajó desde sus glúteos hasta su estrecha cavidad, dos de mis dedos se introdujeron allí mientras yo besaba la comisura. Su humedad me embriagó, perdí la conciencia. Ascendí hasta sus labios devorando lo que hubiese en mi camino, la tome por los hombros y la hice girar, ahora ella estaba sobre mí. Desvié la mirada hasta la puerta y allí estaba él, observándonos…
Uno de mis dedos calló sus labios cuando trataron de hablarme, me congelé observando sus carnosos labios, sus mejillas, sus ojos, su frente… la curva en el cuello, me llamaba a morder y succionar todo ese maldito y viperino elíxir que ella guardaba en su interior, desistí. Tome su cabeza entre mis manos para obligarla a que me besara, mi boca devoraba a la suya en una batalla donde nadie ganaba, sólo se encarnecía más ese tonto frenesí por hacerla mi mujer. Mordí su lengua, rasgué su labio inferior, bese su nariz y bajé hasta la fuente de todos mis delirios. Estas provocativas manos, recorrieron su cuerpo hasta posarse en sus pechos, creando círculos imaginarios alrededor de su pezón, estimulando sus montículos, llevándolos hasta el punto de la desesperación. Y me derretí al dejar caer mi sabia dentro de su ombligo, el sendero que bajaba hasta su entrepierna era el camino al infierno, donde los pecadores pagarían sus deudas, pero yo era Lucifer y su cuerpo mi reino en el cual me pasearía sin dudar, porque lo conozco, porque es mío, porque…
Besé, mordí, lamí… cada parte de su piel antes de llegar hasta su Altar de Venus, separé con maestría sus piernas, mordí la derecha y la sangre que emanaba por borbotones me baño por completo el rostro, quería más, mucho más… A esas alturas sus dos piernas estaban marcadas por mis colmillos y la sangre sólo era una invitación a la mascarada en la cual yo asistiría sin importar que no fuese bienvenida. Apreciar el manjar que me esperaba, ver los pliegues de su intimidad, lo húmedo que parecía, lo cálido que se sentía, lo adictivo que se me volvía… Se me hizo agua la boca antes de poder probarla, me consumí en mi propia excitación, fui víctima de mi propia locura y como espasmo orgásmico me retorcí al lamer de atrás hacia delante de su entrepierna. Encontrar el sabor de la inmortalidad justo allí, nos hizo berrear de satisfacción a ambas.
Acerqué su pelvis a mi rostro ayudada por la fuerza de mi condición y las manos que disgustadas por haberlas separado de sus montículos, buscaron la forma de llegar hasta sus glúteos para arañarlos y así convencerla que no era yo una mujer sumisa como Sorha y Lidérc creían… En uno de los lengüetazos que le di, mis colmillos se escaparon de la funda que los cubría y salieron para romper sus pliegues, fue su sangre y mi saliva la combinación perfecta que lubricó su cavidad, fue justo en su clítoris que yo… La escuché rugir del placer, su voz me inspiró para continuar, mi cabeza ejecutaba embestidas, deseaba tanto comer de allí… Tragué la sangre, me envenené yo misma. Los movimientos rítmicos de mi lengua aumentaron con forme pasaban los segundos. Mi mano viajó desde sus glúteos hasta su estrecha cavidad, dos de mis dedos se introdujeron allí mientras yo besaba la comisura. Su humedad me embriagó, perdí la conciencia. Ascendí hasta sus labios devorando lo que hubiese en mi camino, la tome por los hombros y la hice girar, ahora ella estaba sobre mí. Desvié la mirada hasta la puerta y allí estaba él, observándonos…
Ishtar Nasic- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 03/07/2011
Re: El despertar [Acción y +18]
Maldita infamia que carcome las entrañas de Sorha sin darse cuenta que es su libido quien lo provoca. Las suaves manos de Ishtar se mueven a través de su cuerpo y con cada rose, un berrido escapa de sus labios convirtiéndose en una cantata al compás de esos rugidos despavoridos en su entrepierna. Esa serpiente que tiene como lengua, absorbe toda su esencia desde la punta de su barbilla hasta al sendero de su infierno. Es la primera vez en nueve siglos de existencia que ella se comporta de esa manera, sus bajas pasiones, el instinto primitivo de consumar su jodida excitación en un orgasmo bajo la luz de la pálida luna; Sorha mejor que nadie comprende esa tonta manía por querer tragarse todo lo que puede tocar, sentir, observar y saborear. Es el deseo apoderándose de los más débiles, llevándolos hasta los límites entre ambos mundos y se retuerce como una larva que ha sido bañada con el jugo amargo de una fruta prohibida. Sus brazos se elevan por encima de su cabeza, su cuello se extiende hasta lo inverosímil, arquea su espalda, atrae la cabeza de su dulce y adorada hermana hasta su pelvis, hala su cabello, ruge con pasión y morbo; heridas en la nunca de su fémina sangran gracias a esas uñas clavadas con ferocidad, muerde sus labios, se parte la lengua en dos, la sangre brota como manantial en pleno desierto, agua carmesí que deleita a los demonios del Tátaro perdido. Los “Ahhh… mhhhh”, lengüetazos que vienen y van; el tiempo no se detiene, el ruido del sexo se escucha traspasar los muros del hotel. No le importa ser una dama de la sociedad y quedarse callada ante un hombre, sin respirar… ¡NO! Ella lo amerita, gime pavoneándose de un augurio placentero, asomándose por la esquina de su jodida excitación. Y sus pechos son dos montañas omnipresentes que se elevan más allá de su visión, sus pezones plenamente erigidos sobre estos obstáculos de tierra inmensos, perfectos, apetecibles… invitan al extraño a pasarse un segundo en su descanso para así ahogarlo de ese ardor que la consume.
¡A punto de estallar! Si sus gemidos han llamado la atención de espectadores a las afueras de la habitación, justo después de esa mordida en su semilla… un terremoto de placer se extendió más allá de lo que pudo contener, sus manos, sus piernas, sus pies, la punta de sus dedos, cada parte de su cuerpo se convulsionaba en pequeños espasmos constantes, baile de caderas ataviado con el luto de la sangre y su lascivia. ¡ARG! Irgue su cuerpo esporádicamente, sintiendo ese calambre en la parte más ínfima de su sexo, cierra sus ojos y se deja envolver por la obscuridad del pecado. No necesita respirar pero sus pulmones le piden oxígeno, sus costillas se contraen y abren cada que ella tiene la osadía en dejar pasar el aire por su garganta. Son sus dedos los que están atorados en esa melena de color ébano, se cierra su puño sobre la cabeza de Ishtar, por reflejo la azota contra su entrepierna, quiere más, aún no es suficiente como para llegar clímax de su excitación, pero la morena sabe como torturarla. Se desprende de su fuente para introducir en la cavidad más estimulada sus dedos ¡Como lo goza! De sus labios se escapa un jadeo con su nombre – Ish… Ishtar… - inmediatamente es callado por un beso. La excitada mujer frunce el ceño tratando de comprender las intenciones de su hermana, sus cuerpos giran. La mirada de ella se desvía, la sigue con sus orbes verdeazulados… ¡Lidérc!
Sin interrumpirlas, sólo observando como es que ellas se aman, allí está él. La locura de Sorha y la admiración de Ishtar, el hombre que mueve los hilos de su vida constantemente sin obtener a cambio ningún reproche, la única bestia por la cual almas arrancarían sus propios corazones de su pecho si él lo pidiese… Con la vibración en su altar, la fémina sonríe… se desliza sobre el cuerpo de su gemela dejando un camino rojizo con sus colmillos afilados, repara antes de beber su sexo, de la misma forma en la que Ishtar lo había echo con ella; sus manos cobijan la desnudez, su cabello rosa con frenesí la pálida piel… se separa de ella y camina hasta donde está él. Nadie puede juzgar o negar la sensualidad que esa vampiresa derrocha, cada mirada, cada sonrisa, cada paso, cada maldito gesto que de ella emana, está encaminado a la perdición del hombre, también de las mujeres… porque ella es la tentación en cuerpo y alma, porque es el pecado que amenaza con hacernos caer en el infierno sin importar nuestra pureza o castidad, frente a ella nada de eso importa, porque una vez cruzando miradas… las puertas del más allá se abren frente a nosotros. De la forma en la que Eva tentó a Adán en el edén, Sorha trata de incitar el morbo en el miembro de Lidérc. Toma su mano y se autoacaricia con ella, alcanza sus labios y los rosa con su venenoso aliento, sus piernas se elevan hasta las caderas de él, sus manos rodean su cuello para aferrarse y no caer, restriega su pelvis con su miembro, alcanza su lóbulo, lo lame… introduce su lengua en su oreja con obscenidad, depravación y deseo, se contrae. Su boca se abre para morder algo, lo que sea que esté frente a esta, desgraciadamente para Lidérc lo más próximo a sus fauces es su cuello y es desgarrado mientras ella se retuerce de delicia.
¡A punto de estallar! Si sus gemidos han llamado la atención de espectadores a las afueras de la habitación, justo después de esa mordida en su semilla… un terremoto de placer se extendió más allá de lo que pudo contener, sus manos, sus piernas, sus pies, la punta de sus dedos, cada parte de su cuerpo se convulsionaba en pequeños espasmos constantes, baile de caderas ataviado con el luto de la sangre y su lascivia. ¡ARG! Irgue su cuerpo esporádicamente, sintiendo ese calambre en la parte más ínfima de su sexo, cierra sus ojos y se deja envolver por la obscuridad del pecado. No necesita respirar pero sus pulmones le piden oxígeno, sus costillas se contraen y abren cada que ella tiene la osadía en dejar pasar el aire por su garganta. Son sus dedos los que están atorados en esa melena de color ébano, se cierra su puño sobre la cabeza de Ishtar, por reflejo la azota contra su entrepierna, quiere más, aún no es suficiente como para llegar clímax de su excitación, pero la morena sabe como torturarla. Se desprende de su fuente para introducir en la cavidad más estimulada sus dedos ¡Como lo goza! De sus labios se escapa un jadeo con su nombre – Ish… Ishtar… - inmediatamente es callado por un beso. La excitada mujer frunce el ceño tratando de comprender las intenciones de su hermana, sus cuerpos giran. La mirada de ella se desvía, la sigue con sus orbes verdeazulados… ¡Lidérc!
Sin interrumpirlas, sólo observando como es que ellas se aman, allí está él. La locura de Sorha y la admiración de Ishtar, el hombre que mueve los hilos de su vida constantemente sin obtener a cambio ningún reproche, la única bestia por la cual almas arrancarían sus propios corazones de su pecho si él lo pidiese… Con la vibración en su altar, la fémina sonríe… se desliza sobre el cuerpo de su gemela dejando un camino rojizo con sus colmillos afilados, repara antes de beber su sexo, de la misma forma en la que Ishtar lo había echo con ella; sus manos cobijan la desnudez, su cabello rosa con frenesí la pálida piel… se separa de ella y camina hasta donde está él. Nadie puede juzgar o negar la sensualidad que esa vampiresa derrocha, cada mirada, cada sonrisa, cada paso, cada maldito gesto que de ella emana, está encaminado a la perdición del hombre, también de las mujeres… porque ella es la tentación en cuerpo y alma, porque es el pecado que amenaza con hacernos caer en el infierno sin importar nuestra pureza o castidad, frente a ella nada de eso importa, porque una vez cruzando miradas… las puertas del más allá se abren frente a nosotros. De la forma en la que Eva tentó a Adán en el edén, Sorha trata de incitar el morbo en el miembro de Lidérc. Toma su mano y se autoacaricia con ella, alcanza sus labios y los rosa con su venenoso aliento, sus piernas se elevan hasta las caderas de él, sus manos rodean su cuello para aferrarse y no caer, restriega su pelvis con su miembro, alcanza su lóbulo, lo lame… introduce su lengua en su oreja con obscenidad, depravación y deseo, se contrae. Su boca se abre para morder algo, lo que sea que esté frente a esta, desgraciadamente para Lidérc lo más próximo a sus fauces es su cuello y es desgarrado mientras ella se retuerce de delicia.
Sorha Nasic- Vampiro Clase Media
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Re: El despertar [Acción y +18]
El perfume de la libido se ceñía sobre sus cuerpos desnudos. Lidérc las observaba con la espalda recargada en el muro de esa desolada habitación, sus labios arquearon una sonrisa fúnebre que no sólo emitía esa maldad latente en sus entrañas, sino que también se inmoló allí la depravación de su mezquina autosatisfacción. ¡Y que lo tachen de voyerista! No le importaría en lo más mínimo ser encontrado culpable por semejante pecado, porque nadie entendería que él no es el títere del demonio ¡Él es la bestia que rosa con sus alas los pechos desnudos de sus putas! Sorha e Ishtar, se extasiaban entre caricias impúdicas; revolcándose en la cama con el placer asomándose a través del ventanal al igual que la carcajada de la tormenta en el desierto, jamás lo sospecharon, el hombre hecho vampiro, sólo por la razón de haber sido en su tiempo un mortal, sintió en su cuerpo la necesidad por cubrirlas con su lascivia. ¡Pero el desgraciado disfruta jodidamente el observar! Era el invitado de honor a la obra de teatro que se ejecutaba en el pequeño teatro de su depravación. Sus labios fueron bañados con la saliva propia en un intento por humectar la zona crítica que amenazaba con rasgarse culpa de la sed que lo envolvía, pero la sangre le era indiferente, las quería a ellas.
Olvidó el objetivo de esa reunión cuando fue su gemela favorita quien lo incitó y las pasiones se le desbordaron por todo el cuerpo. Sólo ella poseía semejante poder, una mujer desarma al hombre con una simple caricia, pero Sorha no lo había debilitado durante todos estos siglos, ella lo asesinó con sus copulaciones para después elevarlo hasta el seno de su cielo. El maldito infeliz abrió sus labios despidiendo un gemido mudo. Es un caballero pero tras cuatro paredes es un desgraciado que busca su satisfacción sin importarle nada. Haló los cabellos de Sorha para obligarla a besar sus labios, él mordió la comisura de los suyos pero no tragó la sangre que se desparramó sobre su piel, antes la repudió y la escupió. No se trataba de un desprecio para ella, la vampiresa podía dar fe y testimonio de cuan imbécil puede llegar a ser, pero presumirlo no es demostrarlo. Lidérc, la hizo doblegarse hasta el suelo y el espasmo en el miembro del vampiro amenazó con romper el pantalón que lo encarcelaba. Su cabeza cayó hacia atrás, sus manos se crisparon en puños y se arrodilló ante ella tomándola de las manos para llevárselas atadas con una sola por encima de su cabeza, con la mano libre trató de separar sus piernas, la yema de sus dedos acarició el dorso de su rodilla y el músculo de sus glúteos, elevó su cuerpo por el suyo para besar con ferocidad sus labios, sin embargo, apreció el olor de la sangre desparramada en el suelo. Detuvo su marcha, observó a su alrededor notando las terribles cosas que antes no había percibido ¿Cadáveres? ¡Eran las cortesanas!
Rosó la mejilla de Sorha con su mano – ¿Ma chèrie habéis tomado la cena ya? – Preguntó con un tono amenazador en su voz, no le gustaba que tomaran a sus presas, ni siquiera ellas. Se puso de pie con el ceño fruncido, mutando las expresiones faciales a algo completamente inescrutable. Sus brazos se cruzaron a la altura de su cintura - ¿Por qué lo hicisteis? – escupió la cuestión entre rugidos y desaprobación. No era necesario dirigirse a Ishtar porque de ante mano él sabía que esa mujer sería incapaz de cometer semejante atrocidad con esos virginales cuerpos, fue por eso que toda la culpa recayó en la Nasic que sí lo haría sin parpadear en lo absoluto. - ¡Ellas eran mías, maldita sea! ¡ANESKA! – Se puso a su altura y la abofeteó a manera de castigo. La benevolencia es algo que Lidérc no tiene, no cuando la jodida vida le arrancó las esperanzas de la peor manera. Nadie podría negar que él amaba a su hermana, a ambas, pero ellas debían entender –sobre todo Sorha- que él da las órdenes y ellas lo obedecen y si el vampiro proclamó que su cena jamás debería ser tocada por ninguna a menos que él así lo decida… esta de sobre especificar el tipo de castigo que llevaría su pequeña hermana. Chasqueó su lengua mientras desviaba su mirada hasta Ishtar, a ella le causaba una terrible molestia tener que apreciar el maltrato a su gemela, aún así ella no se atrevía a enfrentar a Lidérc –¡Vístete!- Rugió, necesitaba estar a solas con la culpable de su desaire.
Olvidó el objetivo de esa reunión cuando fue su gemela favorita quien lo incitó y las pasiones se le desbordaron por todo el cuerpo. Sólo ella poseía semejante poder, una mujer desarma al hombre con una simple caricia, pero Sorha no lo había debilitado durante todos estos siglos, ella lo asesinó con sus copulaciones para después elevarlo hasta el seno de su cielo. El maldito infeliz abrió sus labios despidiendo un gemido mudo. Es un caballero pero tras cuatro paredes es un desgraciado que busca su satisfacción sin importarle nada. Haló los cabellos de Sorha para obligarla a besar sus labios, él mordió la comisura de los suyos pero no tragó la sangre que se desparramó sobre su piel, antes la repudió y la escupió. No se trataba de un desprecio para ella, la vampiresa podía dar fe y testimonio de cuan imbécil puede llegar a ser, pero presumirlo no es demostrarlo. Lidérc, la hizo doblegarse hasta el suelo y el espasmo en el miembro del vampiro amenazó con romper el pantalón que lo encarcelaba. Su cabeza cayó hacia atrás, sus manos se crisparon en puños y se arrodilló ante ella tomándola de las manos para llevárselas atadas con una sola por encima de su cabeza, con la mano libre trató de separar sus piernas, la yema de sus dedos acarició el dorso de su rodilla y el músculo de sus glúteos, elevó su cuerpo por el suyo para besar con ferocidad sus labios, sin embargo, apreció el olor de la sangre desparramada en el suelo. Detuvo su marcha, observó a su alrededor notando las terribles cosas que antes no había percibido ¿Cadáveres? ¡Eran las cortesanas!
Rosó la mejilla de Sorha con su mano – ¿Ma chèrie habéis tomado la cena ya? – Preguntó con un tono amenazador en su voz, no le gustaba que tomaran a sus presas, ni siquiera ellas. Se puso de pie con el ceño fruncido, mutando las expresiones faciales a algo completamente inescrutable. Sus brazos se cruzaron a la altura de su cintura - ¿Por qué lo hicisteis? – escupió la cuestión entre rugidos y desaprobación. No era necesario dirigirse a Ishtar porque de ante mano él sabía que esa mujer sería incapaz de cometer semejante atrocidad con esos virginales cuerpos, fue por eso que toda la culpa recayó en la Nasic que sí lo haría sin parpadear en lo absoluto. - ¡Ellas eran mías, maldita sea! ¡ANESKA! – Se puso a su altura y la abofeteó a manera de castigo. La benevolencia es algo que Lidérc no tiene, no cuando la jodida vida le arrancó las esperanzas de la peor manera. Nadie podría negar que él amaba a su hermana, a ambas, pero ellas debían entender –sobre todo Sorha- que él da las órdenes y ellas lo obedecen y si el vampiro proclamó que su cena jamás debería ser tocada por ninguna a menos que él así lo decida… esta de sobre especificar el tipo de castigo que llevaría su pequeña hermana. Chasqueó su lengua mientras desviaba su mirada hasta Ishtar, a ella le causaba una terrible molestia tener que apreciar el maltrato a su gemela, aún así ella no se atrevía a enfrentar a Lidérc –¡Vístete!- Rugió, necesitaba estar a solas con la culpable de su desaire.
Gédéon Lémieux- Vampiro Clase Alta
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Re: El despertar [Acción y +18]
PERFUME DE VENENO.
¿En qué momento nuestra libido despareció? En un simple susurro acompasado por las llamas infernales de la nada, se apagó la pasión que nos había conducido hasta la desnudez de nuestros cuerpos. Lo olvidé por completo y, lo que parecía una cena más de él, ahora se había convertido en un escenario de asesinatos sin control. Debí suponerlo, Lidérc no dejaría los cadáveres a la deriva, pero fue demasiado tarde y Sorha estaba siendo golpeada por su furia. Traté de moverme de inmediato, pero me quedé plasmada en la cama al observar como mi hermana era flagelada por nuestro señor. ¡Bagh! Decir esa palabra, asumirla como tal, era una mofa para mi misma, yo no estaba al lado de ese par sólo porque me mantenían amenazada. ¡Demonios! Conocía sus intenciones, los secretos que ambos se guardaban, cada uno dedicándose palabras de amor, escondiendo a tantos amantes como las estrellas en el firmamento. Sorha era una perra desgraciada y él no era más que su dueño. Si algo tenía que reconocerle a mi gemela, es su don por ocultar la traición detrás de esa sínica sonrisa. Al menos Lidérc ni siquiera lo sospechaba, no obstante, Sorha comprendía a la perfección que había cosas en la mente de mi hermano que no develaría jamás, por ello los desplantes de su comportamiento ¡La conocía a la perfección! ¡A ambos! ¡Eran mis títeres y jamás lo sospecharon!
Verla sobre la alfombra manchada de sangre me hizo recapacitar. Las palabras de Lidérc bailotearon por toda la habitación para llegar de lleno hasta mi consciencia, era demasiado apresurado para tomar mi vestido y cubrir la desnudez, además las prendas habían sido desgarradas ¿Cómo se supone que las vestiría de nuevo? Fruncí el ceño, sacudí mi cabeza un par de veces, tratando de incorporarme lentamente. Mis piernas irguieron mi cuerpo, me deslice por el borde la cama, una de las cabezas de esas cortesanas me observaba desde su muerte, en sus pupilas se había escrito el nombre de su asesino pero sus labios jamás lo pronunciarían. No, no era culpa de ella – ¡LIDÉRC DÉJALA! – Grité, jamás lo había hecho, no de esta manera… Observé las pupilas ennegrecidas de mi hermano, sentí su puño intimidante sobre mi cuerpo, pero no era nada más que mi propia imaginación. Tragué saliva y me aproximé hasta ellos – Ella no ha hecho nada de lo que la acusas – Traté de explicarme antes de que su ira cayera ahora sobre mí. Me posicioné cara a cara con él, mi barbilla se adelantó, no me doblegaría esta noche. Lidérc sabe que tengo todo un carácter escondido bajo mi rostro de serenidad, conozco los demonios que él tiene y se supone que yo soy uno de ellos, así que lo aprovecharía, sólo por esta noche. – Llegué a la habitación antes que Sorha, ellas ya estaban muertas – Confesé desviando la mirada a los cadáveres, entonces fue allí que lo identifiqué.
El olor a óxido estaba por todas partes, impregnando cada rincón de la habitación. La peste de la sangre es más fuerte que cualquier otra cosa, más si se es un vampiro, se adentra en tus fosas nasales y golpea tu garganta hasta hacer estallar el estómago vacío; ¡Soy una idiota! Dejándome arrastrar por la pasión y el veneno que mi hermana depositó en mis labios tras aquel beso, ignoré la fragancia que nos acompañaba. – Ricinus communis – Susurré. Mis pupilas comenzaron a buscar el origen de esa pestilencia, era bastante débil pero… - ¡Maldición Lidérc, alguien estuvo aquí! – Exclamé algo preocupada por lo ocurrido, el simple hecho de pensar que una persona había traspasado el umbral de esa puerta y hubiese asesinado a esas mujeres, me provocaba un escalofrío fúnebre. Afuera se escuchaban voces alteradas, los gritos de algunas damas y los pasos de cinco hombres aproximándose.
Ishtar Nasic- Vampiro Clase Media
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Re: El despertar [Acción y +18]
¿Acaso Lidérc la ha golpeado? La furia se destila desde las pupilas de la vampiresa hasta sus labios que escupen ese veneno inmortal de sus entrañas. En sus pensamientos la cólera comienza a distribuirse, pudriendo toda la jodida razón que le quedaba en ese instante, su libido muta a rabia. Siente como su cuerpo es flagelado por las manos de su hermano, observa con desdén cada uno de sus movimientos y los memoriza en lo profundo de su ser. Le haría pagar lo que está viviendo. Alastor debería entender que, cada que le levanta la mano a Sorha, cosas aterradoras ocurren, la última vez tuvieron que huir de Budapest. Sus dientes rechinan, su barbilla siente como poco a poco es desquebrajada por la fuerza de sus mordidas, no gritará, no estallará en su contra… ¡La han culpado de algo en lo que SÍ es inocente! Se retuerce en el suelo al compás en que es azotada por su hermano ¡Maldita sea Alastor, te arrepentirás! La morena no es una idiota, no es un alma descarriada que sólo aprovecha su fuerza para atacar, ella es una estratega sadomasoquista. Disfruta el hecho de que sea él y no cualquier otra bestia, siente una perversión descomunal al encontrarlo excitante… Es una perra desquiciada. La carcajada que despide desde su garganta suena de la misma manera que un escalofriante galope, sonoro, inquebrantable, constante, predecible… Golpea el suelo, el charco de sangre en el que se encuentra nadando chapotea y mancha sus mejillas, la visión que él tiene desde lo alto es sangrienta, depravada, incitante, tentadora…
Si hay algo que no perdona Sorha –como si perdonara algo realmente- es la interrupción de alguien más en sus asuntos, e Ishtar se encontraba interfiriendo en la mayor parte de sus estímulos. Alastor se distrae, ella aprovecha. Sus pies se introducen en medio de los de él como si se tratasen de una enredadera, rueda por el suelo y lo hace caer. A estas alturas, esta lo suficientemente perdida en conseguir lo que desea que, por más fuerte que su gemela gritara, no la escucharía. Le es indiferente al olor ajeno que se escabulle entre las aberturas de la puerta y las ventanas, ignora el hecho de que alguien se aproxima. La tensión aumente pero Sorha se enfrasca en su propio mundo. Se monta sobre su hombre, lo hala del cuello, lo hechiza con la mirada y lo muerde. Es asquerosamente sangriento, arranca un pedazo de su pecho con los dientes y la sangre borbotea, crea un río carmesí que habría de destellar con la poca luminosidad de la habitación. Desciende por su torso absorbiendo con la lengua y boca, ese líquido viscoso que de él emana cual sabia en la tierra prometida. La puerta fue azotada.
Los cazadores poseen armas que los vampiros no están lejos de conocer, la raza ha ido evolucionando con el tiempo, pero los mortales y su armamento también. No es una sorpresa encontrar a un demonio pereciendo en manos de un simple hombre. El error radica en subestimar las fuerzas del enemigo. Una estaca cruza la habitación, su lanzamiento es rápido, pero para quien va dirigida parece ir bastante lento… Su camino irrumpe la atmósfera. Corta el viento y se escucha en un tenue susurro su carcajada. Canta victoria aún cuando desconoce en donde es que terminará clavándose. Los relámpagos de una tormenta amenazan con desquebrajar los cristales de las ventanas. “Te tengo” Se escucha tras aquel disparo, la estaca da justo en el blanco… No, no era a ese su objetivo, sin embargo, la sonrisa en los labios del cazador indicaba que no importaba a quien fuese, los tres eran vampiros y debían morir. Una punzada, el ardor, dolor fúnebre que desgarra como nunca antes su vientre. Sorha ha sido herida. Intenta apartar el trozo de madera incrustado en su piel, pero sus sentidos son corroídos por el veneno que, precisamente Ishtar había pronunciado segundos atrás. Pierde el equilibrio y la sensibilidad en su torso, afortunadamente no necesita respirar, pues de ser así, sus pulmones no reaccionarían por la parálisis que esa planta provoca. Cae de lado – Sa… sácame de a… aquí - Dice sin lograr incorporarse. Dirige la mirada hasta la puerta y observa el rostro del maldito infeliz que ha conseguido lastimarla…
Si hay algo que no perdona Sorha –como si perdonara algo realmente- es la interrupción de alguien más en sus asuntos, e Ishtar se encontraba interfiriendo en la mayor parte de sus estímulos. Alastor se distrae, ella aprovecha. Sus pies se introducen en medio de los de él como si se tratasen de una enredadera, rueda por el suelo y lo hace caer. A estas alturas, esta lo suficientemente perdida en conseguir lo que desea que, por más fuerte que su gemela gritara, no la escucharía. Le es indiferente al olor ajeno que se escabulle entre las aberturas de la puerta y las ventanas, ignora el hecho de que alguien se aproxima. La tensión aumente pero Sorha se enfrasca en su propio mundo. Se monta sobre su hombre, lo hala del cuello, lo hechiza con la mirada y lo muerde. Es asquerosamente sangriento, arranca un pedazo de su pecho con los dientes y la sangre borbotea, crea un río carmesí que habría de destellar con la poca luminosidad de la habitación. Desciende por su torso absorbiendo con la lengua y boca, ese líquido viscoso que de él emana cual sabia en la tierra prometida. La puerta fue azotada.
Los cazadores poseen armas que los vampiros no están lejos de conocer, la raza ha ido evolucionando con el tiempo, pero los mortales y su armamento también. No es una sorpresa encontrar a un demonio pereciendo en manos de un simple hombre. El error radica en subestimar las fuerzas del enemigo. Una estaca cruza la habitación, su lanzamiento es rápido, pero para quien va dirigida parece ir bastante lento… Su camino irrumpe la atmósfera. Corta el viento y se escucha en un tenue susurro su carcajada. Canta victoria aún cuando desconoce en donde es que terminará clavándose. Los relámpagos de una tormenta amenazan con desquebrajar los cristales de las ventanas. “Te tengo” Se escucha tras aquel disparo, la estaca da justo en el blanco… No, no era a ese su objetivo, sin embargo, la sonrisa en los labios del cazador indicaba que no importaba a quien fuese, los tres eran vampiros y debían morir. Una punzada, el ardor, dolor fúnebre que desgarra como nunca antes su vientre. Sorha ha sido herida. Intenta apartar el trozo de madera incrustado en su piel, pero sus sentidos son corroídos por el veneno que, precisamente Ishtar había pronunciado segundos atrás. Pierde el equilibrio y la sensibilidad en su torso, afortunadamente no necesita respirar, pues de ser así, sus pulmones no reaccionarían por la parálisis que esa planta provoca. Cae de lado – Sa… sácame de a… aquí - Dice sin lograr incorporarse. Dirige la mirada hasta la puerta y observa el rostro del maldito infeliz que ha conseguido lastimarla…
Sorha Nasic- Vampiro Clase Media
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Re: El despertar [Acción y +18]
El hedor de los vampiros se escabullía por todo el maldito hotel; Ezequiel sabía que ellos se encontraban ahí y sólo esperaba la señal para dar su ataque. Las princesas y el engreído, el cazador conocía toda su historia, su pasado, había investigado todo de ellos, ese era su trabajo, su deber con la sociedad y consigo mismo. Los pasillos se galardonaron con la presencia de Ezequiel, corrió a través de cada maldito rincón del Hotel, olfateando el jodido perfume de sensualidad que ellas derrochaban, la primera en llegar fue la hermana sumisa… Ángel del infierno, el informante perfecto; ella era el único Nasic que merecía el respeto del cazador, no sólo por la belleza que destila desde su físico, si no también por su interior… ¡Que desperdicio de mujer! Ezequiel observaba los pasos de Lidérc de cerca y al encontrarse con la maravilla de Ishtar, fue un golpe bastante bajo… Eso no era todo, por detrás le seguía Sorha, una perra que sería capaz de cualquier cosa por conseguir lo que desea… Ella sí era una mujer a la cual tenía que temer. Las investigaciones de Ezequiel –aunque poco ortodoxas, efectivas- lo hicieron saber de que tipo de madera estaban hechos esos hermanos. Sin duda alguna, bestias sin corazón, pero ¿Cuál era la razón por la cual Ezequiel estaba tras de ellos? Una respuesta para nada simple y que de darla a conocer llevaría a la perdición a más personas involucradas.
Los cabos estaban sueltos y necesitaba amarrarlos, sabía que esta noche no iba a matar a nadie, sólo sería la advertencia perfecta para que Lidérc supiera de la existencia de los cazadores, de que existe Valentine. La puerta se abrió con una patada, el cazador maniobró con la ballesta y atacó sin ninguna duda ¿solo? Sí, no podría arriesgar la vida de más personas en un encuentro como este, además la espora venenosa que había incrustado en las sábanas de esa habitación pronto conseguiría su objetivo. El problema radicaba en que Lidérc, el objeto de su cacería había llegado tarde a la reunión con sus encantadoras hermanas, el efecto no sería el mismo con él. La estaca irrumpe el silencio y atraviesa las entrañas de Sorha. La sonrisa tajante del cazador se abrió paso en sus labios, él podía identificarlas sin la menor duda, una tenía cara de puta y la otra… Se movió por las sombras apartándose de la vista del vampiro, él era su peligro personal, no quería subestimar a las damas, sin embargo, ellas comenzaban a sentir los estragos de su veneno. En el sillón alcanzó a divisar residuos de una planta, pese a la oscuridad de la habitación, ese tipo de hojas secas era perfectamente lo que se conocía como la cura –Imposible- Susurró con su voz gutural, sólo los cazadores conocían el secreto de sus venenos, ellos y… -¡Brujas!- Se deslizó sobre la cama. Los ojos sin vida de las prostitutas observaban con ansiedad de piedad al cazador. Ezequiel tragó saliva pensando en la mujer que lo había arrastrado a una situación como esa.
La maldita gabardina impedía los movimientos rápidos del hombre, lo hicieron torpe, pero aún así estaba preparado para situaciones como esa. Un pañuelo de color gris, cubría las fosas nasales del mortal, no era suficiente para escaparse de las esporas malignas que flotaban en la habitación, pero sí lo suficiente como para retrasar sus efectos. Desenfundó la espada que cargaba a sus espaldas, el sonar de su filo resonó dejando eco en la inmensidad de esos aposentos y un relámpago capturó el momento justo en el que el mismo filo se alzó por encima de su cabeza, destelló y amenazó a cualquier ser que no tuviera pulso en ese sitio. La sujetó con ambas manos –Lidérc…- Susurró su nombre con seguridad y voz ronca. El show estaba por comenzar.
Los cabos estaban sueltos y necesitaba amarrarlos, sabía que esta noche no iba a matar a nadie, sólo sería la advertencia perfecta para que Lidérc supiera de la existencia de los cazadores, de que existe Valentine. La puerta se abrió con una patada, el cazador maniobró con la ballesta y atacó sin ninguna duda ¿solo? Sí, no podría arriesgar la vida de más personas en un encuentro como este, además la espora venenosa que había incrustado en las sábanas de esa habitación pronto conseguiría su objetivo. El problema radicaba en que Lidérc, el objeto de su cacería había llegado tarde a la reunión con sus encantadoras hermanas, el efecto no sería el mismo con él. La estaca irrumpe el silencio y atraviesa las entrañas de Sorha. La sonrisa tajante del cazador se abrió paso en sus labios, él podía identificarlas sin la menor duda, una tenía cara de puta y la otra… Se movió por las sombras apartándose de la vista del vampiro, él era su peligro personal, no quería subestimar a las damas, sin embargo, ellas comenzaban a sentir los estragos de su veneno. En el sillón alcanzó a divisar residuos de una planta, pese a la oscuridad de la habitación, ese tipo de hojas secas era perfectamente lo que se conocía como la cura –Imposible- Susurró con su voz gutural, sólo los cazadores conocían el secreto de sus venenos, ellos y… -¡Brujas!- Se deslizó sobre la cama. Los ojos sin vida de las prostitutas observaban con ansiedad de piedad al cazador. Ezequiel tragó saliva pensando en la mujer que lo había arrastrado a una situación como esa.
La maldita gabardina impedía los movimientos rápidos del hombre, lo hicieron torpe, pero aún así estaba preparado para situaciones como esa. Un pañuelo de color gris, cubría las fosas nasales del mortal, no era suficiente para escaparse de las esporas malignas que flotaban en la habitación, pero sí lo suficiente como para retrasar sus efectos. Desenfundó la espada que cargaba a sus espaldas, el sonar de su filo resonó dejando eco en la inmensidad de esos aposentos y un relámpago capturó el momento justo en el que el mismo filo se alzó por encima de su cabeza, destelló y amenazó a cualquier ser que no tuviera pulso en ese sitio. La sujetó con ambas manos –Lidérc…- Susurró su nombre con seguridad y voz ronca. El show estaba por comenzar.
Ezequiel Valentine- Inquisidor Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/06/2011
Re: El despertar [Acción y +18]
LA JUGADA.
Es increíble ver como las cosas pueden cambiar en un segundo; la estaca en el cuerpo de Sorha logró desesperarme por completo. No podíamos enfrentar una batalla en un hotel, miles de testigos quedarían libres y matar a gente inocente nunca había sido mi mejor opción, pero esa vez, todo se salió de mis manos. El cazador portaba un pañuelo que me impedía observar con detenimiento su rostro, pero estaba completamente segura que ese par de ojos ya los había visto antes. La tensión aumentó en mi ser al percibir la quemazón en mi garganta, poco a poco algo dentro de mi cuerpo me consumía, sentir que las entrañas son devoradas por diminutos demonios es totalmente agonizante. Traté de incorporarme antes de caer al suelo, mis piernas no reaccionaban a la perfección, estaba debilitándome ¿Por qué? Desvié la mirada hasta el humano, él se movía con tanta gracilidad que bien podría confundirse con uno de nosotros, pero no era así… él era el enemigo. Una vez en el suelo, levanté mi mano y halé las sábanas de seda sobre la cama, estas cayeron sobre mí desprendiendo ese olor que me fue imposible percibir hasta ese momento. Los cazadores sabían lo que hacían, no se entregarían a la muerte tan fácilmente y ese en especial me demostró con su inteligente acto, que los vampiros no eran los únicos con las agallas para asesinar… Carraspeé, necesitaba algo que calmara la ansiedad y esa jodida sensación de muerte en mi garganta, pero la sangre estaba seca, el humano seguramente consumió su propio veneno para asegurarse que nadie beba de él, estábamos contra la espada y la pared.
La desesperación comenzaba por ocultar mi lucidez ¿Cómo saldríamos de ahí? Aún cuando la fortaleza de mi hermano era incuestionable, tenía que reconocer el ataque del cazador. Había puesto su estaca donde causaba más dolor, a ambos… En uno de nosotros. Rugí por debajo, el estómago se retorcía en mi interior, era como si un pequeño bebé estuviese acomodando su cuerpo en mi interior, pateando cada órgano que impidiese su camino, tragándose todo lo que se encontrara, porque también tendría hambre, porque también sería vampiro. Golpeé uno de los banquillos con mi pie, cayó al suelo y la cera de las velas que murieron junto a él quemaron mis pies, pude sentir su calor y al fin reaccioné. Con dificultad me puse de pie, tan rápido como impredecible, el mortal se posicionó delante de mí; necesitaba ver el rostro detrás de ese maldito pañuelo blanquecino… Dos, tres pasos hacia él, con la mirada filtrada sobre el pedazo de tela, devorando quizá sus pensamientos. El filo de su espada amenazó con partir a la mitad a todo aquel que se atreviera a acercarse, pero no a mí. Una de las cosas que no se deben olvidar en un enfrentamiento es darle la espalda al enemigo, él me dejó la completa libertad de manipularlo a mi antojo. Una de mis manos logró desarmarlo antes de que pensara en atacar a Lidérc, leí sus pensamientos. Una visión estúpida se develó ante mí, una mujer rubia lloraba frente a un sepulcro con el nombre de Pierre grabado en la piedra y el cazador detrás de ella; supe entonces que la razón por la cual él se encontraba en ese sitio se debía a una dama. ¿Su esposa? Al parecer mis sentidos comenzaban a fallar, no fui capaz de leer sus pensamientos por completo, algo o alguien me lo impedía ¿Él? ¡Imposible! Jadeé, mi desconcentración provocó que la espada lograra herirme parte del brazo, la sangre surgió por borbotones de la lacerada, pero al menos el varón se había sido desarmado ¿Cierto?
Mi desnudez lo acorraló en la esquina de la pared, con mis manos até las suyas, mis piernas acorralaron las suyas, mis caderas secuestraron la libertad de su pelvis. Una escena bastante erótica como para tratarse de la supervivencia del más fuerte. Exhale el aire que se había guardado en mis pulmones, mi cuerpo comenzaba a sanar poco a poco, pero el veneno aún no era erradicado por completo. Mi mano arrebató el pañuelo que ocultaba el rostro del cazador, mi reacción… Quedé atónita -¡¿Qué?!- Exclamé, intenté comprender la velocidad del tiempo y el razonamiento del destino al colocarlos a todos en ese lugar, en ese instante, en esa precisa enredadera –¡Ya la escuchaste, sácala de aquí!- Por vez primera en toda mi maldita vida había dado una orden al líder de nuestro clan, desvíe la mirada hasta Lidérc, no era prudente distraerme cuando estaba completamente desprotegida dentro de las fauces del león, pero si no me mataba Ezequiel, lo haría mi hermano una vez que mi secreto se supiera. –Ezequiel-Susurré el nombre del cazador sólo para él y para mí, al menos eso fue lo que yo sentí.
Ishtar Nasic- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 03/07/2011
Re: El despertar [Acción y +18]
¿Cuándo demonios el peón se volvió reina? Aneska estaba herida y necesitaba salir lo más rápido posible de esa jodida cloaca en la que se metieron sólo por su puta lujuria. Pero a Lidérc no le importó que ella se retorciera en medio del suelo agonizando, sintiendo como su maldito cuerpo era quemado por el veneno, él escuchó lo que Ishtar dijo. Maldita estúpida, ¿Pensó que él nunca se daría cuenta? ¡Es una imbécil! El cazador fue por el vampiro pero el que ellas estuvieran ahí implicó un extra a su diversión. Los humanos creen que atacando al corazón de alguien todo se puede doblegar, pero el problema está en que los vampiros no tienen corazón, mucho menos un demonio como Lidérc, el error más grande. Ishtar lo salvó de una muerte prematura, pero la desgraciada sonrisa de su hermano mostró que no se lo agradecería y lejos de felicitarla por el salvaje movimiento, la castigaría por conocer el nombre de ese cazador. Caminó hasta donde ella se esfuerza por mantener el reinado en el cuerpo de ese jodido hombre –Uhmmm- Pronunció mientras el taconeo de sus zapatos dejaba el eco más escalofriante. Trataba de que las piezas se acomodaran dentro de su cabeza, darle más motivos a Ishtar para cometer semejante bajeza, pero no encontró nada que no fuera la tan reprobada traición.
Mientras su linda hermana jugaba a los manotazos con Ezequiel, Lidérc pateó su cabeza con el pie para dejarlo inconsciente y con el mismo pie partió la quijada en dos de su hermana. –¡ANESKA ESTÁ MURIENDO, MALDITA PUTA!- Exclamó con felonía. El cabello de la Nasic se enredó en la mano de Lidérc. Tosió y al hacerlo un coágulo de sangre fue expulsado de su garganta. -¿Quieres explicarme Chèrie, qué mierda está pasando aquí?- Jaló su cabello fuertemente y su cuello crujió. La burla delante de ella, Lidérc lo sabía absolutamente todo y nunca dijo nada porque fue demasiado ingenuo pensando que ella jamás lo traicionaría porque es tan… -Desearás jamás haber nacido Nasic ALEXANDRA- ¿Por qué mierda no mató a Ishtar en ese momento? Ya sabía que la raza de ella se destruyó, lo encontró todo, cada puta pieza ya estaba completando el jodido rompecabezas. Tomó el cuerpo desnudo de Aneska y salió por la puerta principal sin dirigirle la palabra a su otra hermana. Esta acción supondría el exilio de los Nasic y la próxima vez que se encuentren entonces no tendría piedad. Pero aún faltaba algo… El mal sabor de boca no se desvanecería si no desquitaba su furia con alguien. Aneska, sería torturada por culpa de Ishtar. ¡Vaya estupidez!
Mientras su linda hermana jugaba a los manotazos con Ezequiel, Lidérc pateó su cabeza con el pie para dejarlo inconsciente y con el mismo pie partió la quijada en dos de su hermana. –¡ANESKA ESTÁ MURIENDO, MALDITA PUTA!- Exclamó con felonía. El cabello de la Nasic se enredó en la mano de Lidérc. Tosió y al hacerlo un coágulo de sangre fue expulsado de su garganta. -¿Quieres explicarme Chèrie, qué mierda está pasando aquí?- Jaló su cabello fuertemente y su cuello crujió. La burla delante de ella, Lidérc lo sabía absolutamente todo y nunca dijo nada porque fue demasiado ingenuo pensando que ella jamás lo traicionaría porque es tan… -Desearás jamás haber nacido Nasic ALEXANDRA- ¿Por qué mierda no mató a Ishtar en ese momento? Ya sabía que la raza de ella se destruyó, lo encontró todo, cada puta pieza ya estaba completando el jodido rompecabezas. Tomó el cuerpo desnudo de Aneska y salió por la puerta principal sin dirigirle la palabra a su otra hermana. Esta acción supondría el exilio de los Nasic y la próxima vez que se encuentren entonces no tendría piedad. Pero aún faltaba algo… El mal sabor de boca no se desvanecería si no desquitaba su furia con alguien. Aneska, sería torturada por culpa de Ishtar. ¡Vaya estupidez!
Gédéon Lémieux- Vampiro Clase Alta
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Re: El despertar [Acción y +18]
¡MALDICIÓN!
La jugada no me había salido como lo planeé, Ezequiel no tenía nada que hacer allí, mucho menos atreverse a atacarnos con semejante desconsideración. Sabía que no me haría daño, pero nunca imaginé que Lidérc actuaría de esa manera. El plan consistía en que el Inquisidor atrapase a mis hermanos, les diera muerte y así poder ascender al trono en Hungría. Alastor me esperaba, él y yo formulamos un pacto desde hace 839 años atrás. Lidérc no tenía idea de la conspiración ejercida dentro de mi cabeza, Sorha se encontraba completamente ocupada en el consumo de su poder, en la matanza, en la sangre que no me importó siquiera tratar de esconderme de ella, el único que importaba y por el cual yo debía mantenerme al margen de la situación era mi hermano; esa noche perdí su confianza gracias a la imprudencia de Ezequiel. Observé como el inquisidor era noqueado por el vampiro que no sólo me protegería de mis demonios, si no que también se encargaría de darme una vida eterna. De poder ahogarse mis pupilas en llanto, seguramente habría derramado varias lágrimas de tristeza, él no lo entendería jamás y yo no desperdiciaría mi tiempo en explicárselo porque mientras mis labios intentaran pronunciar una palabra, él ya me habría asesinado.
Temí por mi vida, sí lo hice, incluso llegué a pensar que sería mi completo fin. Desvíe la mirada hasta los ojos de Sorha que me miraban con recelo e intriga, pero en sus labios… No sabría como explicar la sonrisa que ataviaba esa boca, aunque apostaría mi eternidad a que su morbo y todo lo que estaba ocurriendo le satisfacía como si de un orgasmo se tratara. Me arrepentí de las acciones cometidas y haber creído que con la muerte de ese par todo se solucionaría, mi mundo se colapsó ¡Maldición! Pude sentir el dolor físico tan extraordinariamente agónico en mi barbilla que la sangre en la pared me lo confirmó, él estaba jodidamente molesto conmigo y de no ser porque defendía mis ideales más que cualquier otra cosa, lo comprendería. Mi mano trató de evitar que más sangre fuera la tinta con la cual se teñiría el suelo, pero hasta la palma fue atendida por los borbotones de ese maldito líquido púrpura. Me refugié en una de las esquinas de la habitación, no me quedaba más de otra ¿Qué podía hacer? Y mis nervios aumentaron con forme él se acercaba cada vez más a mí ¿Cómo poder responderle? El miedo me atrapó en sus brazos, jamás podría enfrentar la cólera de Lidérc y mucho menos en las condiciones en las cuales me encontraba, el veneno me estaba haciendo efecto, comencé a toser con un retorcijón en el estómago.
Mis manos buscaron la forma de aferrarse a algo para poder levantarme, sólo encontré la base de las cortinas y la tela de las mismas. Con el esfuerzo de un anciano, erguí mi cuerpo. Mis ojos jamás encontraron a los suyos porque honestamente, verlos sería como arrojarse a la lava de un volcán, un completo suicidio. Escupí la sangre que aún quedaba dentro de mi boca, con el antebrazo arrebaté las gotas rojas y creé una mancha como tatuaje sobre mi desnuda piel. Su amenaza me partió el alma. Lo observé marcharse después de esto y justo en el instante en el que su cuerpo cruzaba el umbral de la puerta, me arrojé a sus pies, suplicante. Después me las arreglaría con Ezequiel. ¿Perdóname? No, porque él no es Dios para perdonar. ¿Lo siento? Sí, lo sentía pero el daño ya estaba hecho y con una simple frase no remedaría nada en lo absoluto. -¡Mátame, porque no me arrepentiré!- Y realmente no lo haría, si tenía una colisión de emociones no fue lo que hice, si no por cómo fue que pasó.
Ishtar Nasic- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 03/07/2011
Re: El despertar [Acción y +18]
Sus pensamientos revoloteaban por cada rincón sombrío en lo más profundo de su mente, las traiciones son las que más se destacaba sobre aquel lienzo tétrico teñido de sangre. La presión de su pecho comienza a aumentar y su visión disminuye con el paso del tiempo. A lo lejos escucha las voces de sus hermanos en una riña, no es una sorpresa, desde que tiene memoria los tres se la pasan gritándose por cualquier cosa, después de que han desahogado sus temores el sexo es quien alivia todas las penas, sin embargo, en esta ocasión todo es diferente. Se retuerce sobre los brazos de Lidérc, su vientre tiene esa necesidad de ser contraído para soportar el espasmo agónico que nace en su interior. Los colmillos le arden y amenazan con fragmentar sus fauces, están famélicos. Abre sus ojos lentamente para observar la escena en la que se ha convertido la reunión. El cazador fue noqueado, su hermana desnuda posaba frente a Lidérc suplicante… Sorha sonríe sin tentarse el corazón, escucha la amenaza de su ¿dueño? También reclamo de la joven devastada ¡Eres una imbécil Ishtar! La muy desgraciada sabía que su hermano jamás le daría la espalda a Ishtar por su frágil apariencia, pero todo aquello… le resultó exquisito, todo bajo el plan que su mente había maquilado a la perfección. El cazador es un punto y aparte en el juego, aún así agradece la intromisión de él e Ishtar… Baja la mirada hasta ella cuando Lidérc le ha dado la espalda –Espera- Le susurra en el oído entre jadeos de cansancio, si no es atendida lo más rápido posible, es probable que desfallezca a causa del veneno a menos que… Durante 300 años la morena bebió miles de brebajes haciendo de su cuerpo algo vulnerable a los venenos, es evidente que no a todos pero aquel era uno de los que probó en el pasado.
Se desliza por los brazos de su amante, acaricia sus mejillas y baja hasta el suelo, se arrastra como toda una víctima a donde su hermana -¿Puedes dejarme a solas con ella?- Desvía su mirada hasta donde él se encuentra ¡Es una actriz consolidada! Si no supiese las verdaderas intenciones que se gritan en su cabeza, Ishtar le habría creído todo. Pero Lidérc no puede escuchar lo que sus labios callan y, ciertamente no le interesa saber lo que esconde tras esa mirada manipuladora, él está consciente de con quién desquitará su coraje y tendría que agradecérselo por no abandonarla después del pésimo desempeño que tuvo para protegerlo, porque a Lidérc lo único que le importaba era él y nada más a Sorha… -Por favor Alastor, he tenido nueve siglos acompañada de ella, es mi hermana… déjame despedirme, después la cazaré cuando me lo pidas- Coloca medio cuerpo de Ishtar sobre ella y espera a que Lidérc abandone la habitación, la mira con ternura pero nadie le cree, mucho menos ella. Sonríe tajante, despreciablemente socarrona y al final besa con salvajismo los labios de su hermana, introduce la lengua, danza con la ajena, profundiza por completo, se funde su salvia con la de ella y al final desgarra ambos labios para que su sangre se mezcle –Gracias- Aprieta su frente con la de Ishtar, lame los restos de sangre que se quedaron en las cercanías de sus labios, la toma del cabello con fuerza y entonces clava su mirada en esos ojos que parecieran ser el reflejo de los suyos.
En su interior arde un pasión colérica, esta deseosa, está completamente excitada no le interesa concebir que será castigada por la traición de su hermana para que le quede ejemplo que de Lidérc nadie se burla. Marcas en su cuerpo por castigos semejantes hay miles y, si no fuese masoquista ya habría evocado a la muerte ella misma. La locura se desprende desde cada poro en la totalidad de su piel, sus labios se mueven para pronunciar unas cuantas palabras en hebreo antiguo, Ishtar las descifraría inmediatamente. Agudiza sus oídos para saber si su hermano se encuentra cerca o ya se ha marchado. No escucha nada, se cree segura –Te debo una, Alastor se empeñó en montarme una guardia con temor a que lo traicionara, tú leíste mis pensamientos, sabías lo que planeaba y aún así no le dijiste nada. ¿Por qué? Te lo diré, por idiota- Halo de su cabello para lastimarla –Sabías que si confesabas mis intensiones él me haría algo peor que la muerte, pero cometiste un error ¡Vendernos a un inquisidor es una reverenda estupidez!- La levanta con fuerza y azota contra el muro –No puedo matarte ahora porque él no me lo ordenó, pero pronto lo hará y sabes que seré yo quien destruya tu cuerpo porque él no se ensucia las manos jamás… aunque contigo podría hacer una excepción– Sonríe con una ceja en lo alto –Pero entiendes que sería mejor si soy yo quien te busca. ¿Malagradecida? No Ishtar, sólo soy una perra que quiere el hueso más grande y ustedes dos me estorban- Lame sus dedos y los desliza sobre el cuerpo de su hermana hasta su cavidad donde los introduce con fuerza y ninguna piedad. –Un lindo recuerdo-
Se desliza por los brazos de su amante, acaricia sus mejillas y baja hasta el suelo, se arrastra como toda una víctima a donde su hermana -¿Puedes dejarme a solas con ella?- Desvía su mirada hasta donde él se encuentra ¡Es una actriz consolidada! Si no supiese las verdaderas intenciones que se gritan en su cabeza, Ishtar le habría creído todo. Pero Lidérc no puede escuchar lo que sus labios callan y, ciertamente no le interesa saber lo que esconde tras esa mirada manipuladora, él está consciente de con quién desquitará su coraje y tendría que agradecérselo por no abandonarla después del pésimo desempeño que tuvo para protegerlo, porque a Lidérc lo único que le importaba era él y nada más a Sorha… -Por favor Alastor, he tenido nueve siglos acompañada de ella, es mi hermana… déjame despedirme, después la cazaré cuando me lo pidas- Coloca medio cuerpo de Ishtar sobre ella y espera a que Lidérc abandone la habitación, la mira con ternura pero nadie le cree, mucho menos ella. Sonríe tajante, despreciablemente socarrona y al final besa con salvajismo los labios de su hermana, introduce la lengua, danza con la ajena, profundiza por completo, se funde su salvia con la de ella y al final desgarra ambos labios para que su sangre se mezcle –Gracias- Aprieta su frente con la de Ishtar, lame los restos de sangre que se quedaron en las cercanías de sus labios, la toma del cabello con fuerza y entonces clava su mirada en esos ojos que parecieran ser el reflejo de los suyos.
En su interior arde un pasión colérica, esta deseosa, está completamente excitada no le interesa concebir que será castigada por la traición de su hermana para que le quede ejemplo que de Lidérc nadie se burla. Marcas en su cuerpo por castigos semejantes hay miles y, si no fuese masoquista ya habría evocado a la muerte ella misma. La locura se desprende desde cada poro en la totalidad de su piel, sus labios se mueven para pronunciar unas cuantas palabras en hebreo antiguo, Ishtar las descifraría inmediatamente. Agudiza sus oídos para saber si su hermano se encuentra cerca o ya se ha marchado. No escucha nada, se cree segura –Te debo una, Alastor se empeñó en montarme una guardia con temor a que lo traicionara, tú leíste mis pensamientos, sabías lo que planeaba y aún así no le dijiste nada. ¿Por qué? Te lo diré, por idiota- Halo de su cabello para lastimarla –Sabías que si confesabas mis intensiones él me haría algo peor que la muerte, pero cometiste un error ¡Vendernos a un inquisidor es una reverenda estupidez!- La levanta con fuerza y azota contra el muro –No puedo matarte ahora porque él no me lo ordenó, pero pronto lo hará y sabes que seré yo quien destruya tu cuerpo porque él no se ensucia las manos jamás… aunque contigo podría hacer una excepción– Sonríe con una ceja en lo alto –Pero entiendes que sería mejor si soy yo quien te busca. ¿Malagradecida? No Ishtar, sólo soy una perra que quiere el hueso más grande y ustedes dos me estorban- Lame sus dedos y los desliza sobre el cuerpo de su hermana hasta su cavidad donde los introduce con fuerza y ninguna piedad. –Un lindo recuerdo-
Sorha Nasic- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 03/07/2011
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