Sólo un poco de tranquilidad ºBrizaº

por **Jace Labourd** Jue Ago 04, 2011 6:30 pm

Esta vez he dejado el violín en casa, me he cansado ya de la situación. Pienso seriamente en largarme a Italia, sin decir nada, con lo único que me hace falta para sobrevivir, y eso no incluye las desgracias que mi madre y mi padre traen consigo. Hace algunos días que me la he pasado paseando, ni siquiera con el fin de buscar alguna especie de empleo, el último, me había dejado lo suficiente para mí, y mis padres, incluso para la gema que compré a mi madre. Tal como lo había dicho, la joya había estado unos segundos en sus manos, después la guardó como de costumbre en esa caja musical herencia de la abuela.
Encogido de hombros he salido de casa, el único lugar donde me siento libre es aquél donde no haya gritos y lamentos cerca, un lugar siempre lleno de una aparente emotividad motivadora era la plaza. Todos iban ahí, las señoritas acompañadas de sus cuidadoras, con la eterna sonrisa y los tocados elaborados en la cabeza, sombrillas repletas de olanes, que sólo sirven como adorno más que como protección del sol, el sol es escaso, casi siempre el clima es nublado y de vez en cuando las nubes nos dejan unos rayos para calentarnos.
Las familias andan en los alrededores, las parejas tomadas del brazo y mirandose el uno al otro como si nadie más en el mundo existiese. Me gustaba observar, imaginar que mi tiempo llegaría pronto, no tengo ningún atisbo de querer frenar mi vida , como muchos de la época quisieran, morir de una manera casi romantica, amantes envenenados a causa de la indiferencia del mundo. Parecen recién salidos de la época oscura, aunque yo siga ligeramente en las sombras...
Mis manos van en ocultas en las bolsas de mi pantalón de lana oscuro, el abrigo hace olas con el viento pasando através de él, mi cabello vuela de manera feroz , brillando de alguna manera con los pocos rayos de sol que atraviesan la espesura del cielo gris. Mi sombrero de copa se ha quedado en casa, las prisas han hecho que lo olvide, cosa incómoda para mí.
Con la cabeza baja, ya me he cansado de mirar la felicidad de los demás... sí, he comenzado a amargarme.
Veo una pequeña banca espigada color blanco, esta desocupada y decido sentarme ahí un poco, no me he cansado, sólo me han dado ganas de no seguir caminando sin rumbo. Cruzo las piernas de manera elegante y cruzo los brazos sobre mi pecho. Observo atento a mi alrededor. Quiero un poco de tranquilidad