Juguemos a cazarnos [Deîgradè Reagan]

por Invitado Mar Ago 09, 2011 10:46 am

Tomo las armas del cazador y las arrojo al suelo. Las botellas de cristal con agua bendita se vuelven pedazos. Aplasto los cuchillos de plata con mis zapatos, corto los fusiles haciéndolos imposibles de utilizar.

El hombre camina hacia atrás, busca algo entre sus ropas y me apunta con un arma oscura, me dispara sin titubear-el maldito no tiene miedo.
La bala se dirige directo al rostro, puedo oler la pólvora y la plata en una explosión acelerada hacia mí. Muevo rápido los brazos y mi espada queda justo en la trayectoria de la bala que se parte en dos cayendo al suelo al sentir el filo casi invencible de mi arma.
El cazador no dice nada, da un segundo disparo, esta vez lo esquivo para cortar su mano que cae al suelo con un grito de agonía. Pateo el arma lejos de su alcance y lo miro con odio.

-Si me matas, vendrá ella-me dice entre lagrimas de dolor y sus ojos rojos como llamas-Una mujer que jamás ha fallado, que siempre cumple con su deber, que obedece a nuestro Dios y ella será la encargada de destrozarte, asqueroso perro.

Ahora yo no dudo, con un rapido movimiento de mi espada, su cabeza rueda por el suelo de madera, manchándolo de sangre.

-Uno menos, me faltan cientos-digo mientras veo su cuerpo caer inerte.

Hace dos noches escuche que un cazador tenía una cabaña en medio del bosque, que ahí tenia la extraña costumbre de coleccionar las cabezas de sus víctimas. Y así fue, esta pocilga esta decorada con los cráneos de vampiros y hombres lobos, algunos cambiaformas y brujos también.
El lugar es pequeño, apenas y se puede dormir en una habitación que es cocina, sala y dormitorio a la vez.

Salgo del lugar tomo una madera del suelo. La agito con una roca hasta formar chispas. Una vez encendida, la arrojo para borrar el lugar de mi vista. Pronto el fuego consume todo y yo desaparezco.

-Una mujer cazadora ¿Eh?-sonrió mientras sacudo la espada, manchando de sangre las cenizas del lugar-Ya me enfrente a una hace unas semanas, está muerta, así como estará la que venga.

Lo cierto es que no me he cansado de acabar con los cazadores. Piensan que pueden llegar a cualquier lado y acabar con nosotros, como si fuéramos una plaga, como si fuéramos animales. Yo fui humano, así como ellos lo son -¿Acaso no merezco justicia también?- por eso me dedico a acabarlo a que sepan que no son intocables, que teman al lobo negro que puede llegar a devorarlo y que sepan de una vez que el nombre de Makoto es una leyenda tan real como las estrellas.

-Entonces, jugaremos a cazarnos.

Camino alejándome del lugar, acomodo mi saco negro y sacudo mis zapatos de la sangre y el hollín. Mi camisa blanca se protegió y no se ve tan sucia, no me agrada manchar mi ropa.

por **Deîgradè Reagan** Mar Ago 09, 2011 8:21 pm

La cabeza de Thomas Trid V, conocido como el licántropo Leuvÿu rodó por el suelo, descendiendo por la alta colina hasta perderse de mi vista.

Limpié mi espada ante la figura decapitada que retomó su figura original, la del hombre de piel aceitunada. Envainé y haciéndome de agua bendita le rocié.

Me hinqué,

-Padre nuestro que estás en los cielos, y qué con tú gracia nos has dotado de poder para en tu nombre yo haya liberado este cuerpo mortal del demonio. Qué se haga tú voluntad y conduce el alma malvada a la penitencia... Amén-

Pronto prendí fuego al cuerpo y me retiré.

El día llegó pronto y la noticias de la muerte del cazador Sir Endimión III, que se jactaba de coleccionar las cabezas de sus víctimas voló por todo el consúl papal de Francia.

Fue en medio día cuando se presentó ante mí el Fraile Damián con una orden de la Iglesia.

Cazar y dar muerte a Makoto Inoue.

Es por ese motivo que me halló en lo que fuera la cabaña de Sir Endimión III, fue quemada y del cuerpo no hay rastro. Mi deducción me hace pensar que fue arrojado al fuego.

La escena tendrá una noche de haberse ejecutado, quizás en el tiempo que me llevó dar muerte al licántropo Thomas, se encuentra en la escena los cuchillos del cazador, con su nombre grapado en la empuñadura.

Hago la oración correspondiente y me alejo.

-Voy a por tí Makoto , y en nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Liberaré la maldad que yace en tú cuerpo pecador, asesino de los míos y horror de la creación.

Sonrío mientras me interno al bosque no sin antes marcar el lugar con una cruz.

por Invitado Lun Ago 15, 2011 5:10 pm

El bosque está iluminado por los últimos rayos del sol, pronto se levantara la luna en el horizonte, en su cuarto menguante. Siempre se como saldrá la luna, es una costumbre que empleo para mis caserías, así puedo acabar con los mejores cazadores cuando me lo propongo. Si la mujer cazadora llega esta noche, posiblemente me arrepentiré de haber matado a esa escoria hace unas horas.
Camino al lado de un riachuelo, me desvisto y entro a él, lavándome ese aroma a sangre y hollín que hace unos momentos tenia por todo el cuerpo.

Desnudo, me dirijo hacia mi ropa y la lavo hasta que el mismo aroma que me cubría a mí, desaparezca de ella. Al prender la fogata, me aseguro que el humo solo se dirija hacia arriba, aunque durara poco tiempo, de seguro delatara mi ubicación, si es que la mujer ya llego al área-¿Tan rápido se entera de su compañero muerto?-pienso, recuerdo bien que los que he matado, suelen ser noticia de meses después.
Con mis pantalones puesto y el resto de mi ropa aun secándose, me coloco en posición de loto sobre una de las rocas más secas próximas al pequeño rio, entierro dos inciensos, que hace unos momento encendí en la casi extinta fogata y mi espada frente a mí, con su funda negra comenzando a reflejar las primeras estrellas.

-Tenemos bandos diferentes, cazador-digo en posición de loco sobre la roca-Espero que quien sea que sea tu Dios, te lleve al paraíso que mereces. Que te juzgue con la justicia que tú mismo impusiste sobre las almas como yo y la misma que yo impongo en las almas como tú. Dile a tu creador, que luchaste con honor, que aunque tuvieras costumbres sangrientas, incluso para mí, buscaste cumplir con tu deber. Buena suerte.

Respiro el aroma al incienso, otro factor que facilitara mi localización, no es una cazadora cualquiera, según el hombre que mate, así que me encontrara pronto y otra aventura comenzara.
Me levanto para acabar de vestirme, me siento fresco y renovado, sin la molestia de ese olor, que de seguro regresara cuando aparezca ella.
Apago la fogata y arrojo el incienso a sus cenizas, sobre ellas, dibujo el símbolo de Kanji de justicia.

-El cielo será quien te guía, cazadora, pero yo soy la tierra que no quiere ser juzgada-digo mientras veo mi obra y me marcho del lugar.

El aroma de ella se hace cada vez más fuerte. Sé que es ella por que huele a plata, madera y pólvora, común en los de su clase. Es una mujer, el aroma del cabello, comúnmente, es más intenso en las mujeres.

-Juguemos-sonrío y comienzo a correr-mientras acomodo mi espada en la cintura.

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