AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Primera visita, primeros encuentros...dolores de cabeza.
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Primera visita, primeros encuentros...dolores de cabeza.
Desde aquel día de la fiesta, todo había cambiado y de qué manera...la señora Lacroix era hasta amable con ella, hiciese la trastada que hiciese... el hecho de que alguien hubiese quedado prendado de "su compañía y su naturalidad" era como para incluso hacer una fiesta, pero todo se había quedado en eso, en ese encuentro en la fiesta en nada más, de momento...claro. Como todas las tardes, tenía que asistir a tomar el té, paparruchadas... ¿para qué tanto té y reuniones de chicas? que si debes sentarte con la espalda derecha, no reír en alto... y lo que más gracia le hacía, cumplir las distancias que el decoro supuestamente obligaba. Casi todas iban de colores claros, suaves...en la sala, seis jovencitas de las mejores casas de distintas partes de Europa...la séptima, la señorita Appleby que ni miró a nadie... la señora Lacroix supervisaba el comportamiento de todas y cada una al servirse el té y comportarse, una mejor que otra pero la peor ¿lo adivinan? Sí, ella... derramó el té, ni siquiera se disculpó, tomó un plato de pastas para ella sola sentándose en el suelo con un codo en la mesa y la otra mano tocando su larga trenza que caía a un lado.
Risas de fondo y bueno, tenía algo de hambre... siempre se salía con la suya y terminaba comiéndose gran parte de los dulces de la mesita, no era tan ingenua como las otras... ella disfrutaba de la merienda ¿acaso no era eso? Enarcó un ceja antes de darle un sorbo a su té, cosa que no pudo hacer porque oyó refunfuñar justo a su lado, no miró en esa dirección...dio un largo trago a su tacita y suspiró como si nada... sonriendo de una manera no muy bonita después, seguro que la señora Lacorix esperaba algo y así fue, la rubia...tomó el plato de pastas y lo alzó un tanto ofreciéndole con una adorable sonrisa en el rostro, encandilar la encandilaba... pero no con eso se pasaba la bronca.
-¡Bryanna Lynn Appleby! ¿En el suelo? ¿Apropiándote del plato? ¿Poniéndolo todo perdido? ¿Ajena a cualquier conversación? ¿Crees que eso es un buen avance? ¿Un comportamiento digno de una señorita? ¿Lo es? -el tono de voz de la mujer hizo callar a la sala para luego terminar en una risa... al ver que no quería, se encogió de hombros tomando ella una y dándole un bocado, ¿porqué esa mujer tenía que estar siempre de esos modales? Era algo que no terminaba de entender pero en fin... no iba a conseguir mucho más de lo que ya lo había hecho... tranquilamente se comió la pasta y observó de reojo a las demás, que como no... ya estaban criticándola , no pudo hacerle más gracia así que se echó a reír, la mujer... harta de la situación y perdiendo los papeles... se dirigió a la ventana diciendo cosas por lo bajo y no tan bajo, cosas que Bryanna no entendió porque relativamente no hacía ni caso, sus pastas eran mejor pero mucho mejor que tener que oírla...
La mujer apoyó la frente en uno de los cristales negando con la cabeza, ¿Sería mejor que la madre de aquella joven supiese que no había mejorado nada e incluso fuese peor? ¿Porqué era tan difícil porque...? abrió los ojos de golpe al ver a alguien en especial, caminaba por la acerca de enfrente dispuesto a cruzar hacia la mansión y no podía ser, era imposible ¿él? ¿él y nada más que él? No, no podía ser... miró hacia Bryanna, de nuevo hacia la calle ¿Sería un espejismo producto de su locura? e incluso se frotó los ojos. Pero para sorpresa de muchos empezó a saltar y emocionarse como si fuera una de las chicas, señalando la ventana y tapándose la boca con la otra mano, cosa que a Bryanna le hizo enarcar una ceja sin entender a qué diablos venía eso... las chicas, alguna que otra no pudo evitarlo y se asomó y al ver aquello se puso de la misma manera, ¿todos locos? Seguro,ella ni se movió pero la mujer la señaló varias veces sin emitir una palabra.
-¿Qué? ¿Qué diantes pasa? Ni que hubieseis visto...-no le dio tiempo a decir nada más... fue arrastrada por el brazo a la ventana, sus ojos azules se clavaron en la única figura que recorría el jardín y enarcó una ceja, así que era él, el griego...por fin, ya pensaba que se le había olvidado el trato...se hizo la sorprendida pero de una forma nada creíble, con las manos en el pecho y con un grito general de todas las mujeres de la sala que no tardaron en ir directamente a la puerta, seguro que esperando que fuese una de las elegidas... solo ella se quedó en la ventana con otra pasta en la mano y con la mirada azul perdida...no iba en busca de ninguna salvo de ella y lo sabía, antes incluso de que él llamase ya le abrieron, la propia señora Lacroix rodeada por detrás de las incansables de las plastas de sus compañeras, empezó a reír al oír de nuevo los comentarios nada recatados y demás...desde luego que tarde le esperaba.
Risas de fondo y bueno, tenía algo de hambre... siempre se salía con la suya y terminaba comiéndose gran parte de los dulces de la mesita, no era tan ingenua como las otras... ella disfrutaba de la merienda ¿acaso no era eso? Enarcó un ceja antes de darle un sorbo a su té, cosa que no pudo hacer porque oyó refunfuñar justo a su lado, no miró en esa dirección...dio un largo trago a su tacita y suspiró como si nada... sonriendo de una manera no muy bonita después, seguro que la señora Lacorix esperaba algo y así fue, la rubia...tomó el plato de pastas y lo alzó un tanto ofreciéndole con una adorable sonrisa en el rostro, encandilar la encandilaba... pero no con eso se pasaba la bronca.
-¡Bryanna Lynn Appleby! ¿En el suelo? ¿Apropiándote del plato? ¿Poniéndolo todo perdido? ¿Ajena a cualquier conversación? ¿Crees que eso es un buen avance? ¿Un comportamiento digno de una señorita? ¿Lo es? -el tono de voz de la mujer hizo callar a la sala para luego terminar en una risa... al ver que no quería, se encogió de hombros tomando ella una y dándole un bocado, ¿porqué esa mujer tenía que estar siempre de esos modales? Era algo que no terminaba de entender pero en fin... no iba a conseguir mucho más de lo que ya lo había hecho... tranquilamente se comió la pasta y observó de reojo a las demás, que como no... ya estaban criticándola , no pudo hacerle más gracia así que se echó a reír, la mujer... harta de la situación y perdiendo los papeles... se dirigió a la ventana diciendo cosas por lo bajo y no tan bajo, cosas que Bryanna no entendió porque relativamente no hacía ni caso, sus pastas eran mejor pero mucho mejor que tener que oírla...
La mujer apoyó la frente en uno de los cristales negando con la cabeza, ¿Sería mejor que la madre de aquella joven supiese que no había mejorado nada e incluso fuese peor? ¿Porqué era tan difícil porque...? abrió los ojos de golpe al ver a alguien en especial, caminaba por la acerca de enfrente dispuesto a cruzar hacia la mansión y no podía ser, era imposible ¿él? ¿él y nada más que él? No, no podía ser... miró hacia Bryanna, de nuevo hacia la calle ¿Sería un espejismo producto de su locura? e incluso se frotó los ojos. Pero para sorpresa de muchos empezó a saltar y emocionarse como si fuera una de las chicas, señalando la ventana y tapándose la boca con la otra mano, cosa que a Bryanna le hizo enarcar una ceja sin entender a qué diablos venía eso... las chicas, alguna que otra no pudo evitarlo y se asomó y al ver aquello se puso de la misma manera, ¿todos locos? Seguro,ella ni se movió pero la mujer la señaló varias veces sin emitir una palabra.
-¿Qué? ¿Qué diantes pasa? Ni que hubieseis visto...-no le dio tiempo a decir nada más... fue arrastrada por el brazo a la ventana, sus ojos azules se clavaron en la única figura que recorría el jardín y enarcó una ceja, así que era él, el griego...por fin, ya pensaba que se le había olvidado el trato...se hizo la sorprendida pero de una forma nada creíble, con las manos en el pecho y con un grito general de todas las mujeres de la sala que no tardaron en ir directamente a la puerta, seguro que esperando que fuese una de las elegidas... solo ella se quedó en la ventana con otra pasta en la mano y con la mirada azul perdida...no iba en busca de ninguna salvo de ella y lo sabía, antes incluso de que él llamase ya le abrieron, la propia señora Lacroix rodeada por detrás de las incansables de las plastas de sus compañeras, empezó a reír al oír de nuevo los comentarios nada recatados y demás...desde luego que tarde le esperaba.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 505
Fecha de inscripción : 23/03/2011
Localización : París-Londres
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Re: Primera visita, primeros encuentros...dolores de cabeza.
Había pasado demasiado tiempo desde la última vez… desde aquella fiesta en la que habían hecho aquel trato en el que había conseguido de una vez por todas una prometida que le permitiría acceder a aquella riqueza que su abuelo jamás había querido mostrarle. Aquel maldito trato le había traído de cabeza desde que era tan solo un adolescente pero todo había cambiado porque si, esta vez había encontrado a la persona que le ayudaría a conseguir su objetivo y no podía ser mejor… en absoluto. Era justo lo que él había estado buscando durante todo aquel tiempo: una muchacha que no buscaba un hombre con fortuna para sacarle el dinero. No era tonta tampoco y debía añadir algo que jamás diría en persona y es que era simplemente preciosa. Estaba seguro de que podrían pasar por aquella pareja soñada de cualquier mujer y cualquier hombre de aquella época aunque todo fuese simplemente una farsa. No podía haber amor en ese matrimonio ni mucho menos pero ¿quién lo necesitaba cuando el dinero se dejaba notar?
Aquel día era el indicado, era el día clave para volver a encontrarse con esa chica. Por el momento ya había dejado notar en su casa y en la presencia de su abuelo que alguien le había eclipsado como nadie jamás había hecho. Sin embargo hacía ver como si no estuviese seguro de los sentimientos de ella, como si aún estuviese esperando que su amor fuese correspondido. Nada más y nada menos que una farsa, pero quedaba tan creíble en su persona que su abuelo incluso había comenzado a emocionarse. El pobre hombre no podía levantarse de la cama ni mucho menos, le costaba incluso hablar y cada día que pasaba su estado de salud iba empeorando, pero llevaba unos días en los que parecía que la vida había decidido volver a su rostro. Incluso sus ojos brillaban y en su interior, Adonis pedía una y mil veces disculpas a aquel hombre por estar mintiéndole, porque todo eso no era más que una farsa, no era más que una mentira para conseguir el dinero. Esperaba que jamás tuviese que enterarse de ello y pensase que realmente su nieto iba a ser tremendamente feliz con la mujer que había elegido.
Negó con la cabeza mientras se ponía una camisa de color blanco, abrochándose uno a uno los botones de la forma más elegante posible. Iba a ir de una forma muy parecida a aquella fiesta y es que aunque a veces vestía de una forma mucho más informal, aquello tan solo ocurría cuando su vida de hombre de negocios desaparecía para convertirse en ni más ni menos que un cortesano al que le gustaba disfrutar de la vida que se le ponía por delante. Unos pantalones marrón oscuro y un chaleco del mismo color terminaron completando la indumentaria que llevaría por el momento dentro de casa. Después para salir debería ponerse también alguna que otra cosa más. Suspiró mirándose en un espejo que poseía en su habitación, pensando en que en ese momento debía dar una buena impresión para no causar ningún problema, para que todo fuese tal y como lo había dibujado un millón de veces en su cabeza.
Tomó la corbata, del mismo color que el pantalón, de una de las sillas de su habitación y mientras se la ponía en el cuello, entró en el cuarto de su abuelo. El hombre de inmediato le miró con una sonrisa que se le clavó en lo más profundo de su alma. Estaba al tanto de que en ese día, el chico iría a intentar cortejar a la chica, a intentar que aquella relación funcionase.
- Sabes perfectamente lo importante que es este día, ¿no es así, Adonis? - preguntó su abuelo con un hilo de voz, a lo que el chico respondió asintiendo una vez con la cabeza, de forma lenta y cerrando por un leve instante sus ojos azules. Sus manos continuaban haciendo el nudo de aquella corbata oscura… - Tienes que conseguir que esa chica corresponda a tus sentimientos. No tengo duda alguna de que lo conseguirás, tienes el mismo don que teníamos tu padre y yo… - rió un poco aunque acabó tosiendo, cosa que hizo que el griego se acercase hasta la cama algo intranquilo con la situación - No te preocupes ahora de este viejo. Termina de vestirte, ve y vuelve con buenas noticias… -
- Por supuesto, abuelo… No me demoro más, si necesitas algo ya he dicho al servicio que estén atentos de ti más que nunca… No tardaré - dijo antes de hacer una pequeña reverencia ante el hombre, saliendo de la habitación antes de que un suspiro de nerviosismo saliese de sus labios. Se revolvió un tanto el cabello de forma inconsciente, consiguiendo tan solo que después tuviese que volver a peinarse con los dedos. Cogió una chaqueta de color beige y se la puso sobre la ropa, concluyendo así su vestuario. Unos zapatos oscuros remataban aquella figura que debía estar emocionado por ir a ver a la persona amada. En verdad en su rostro parecía que era así, como si estuviese impaciente. Debía mentir a todo el mundo por lo que salió de su casa mostrando la imagen de un hombre enamorado. Su expresión cambió radicalmente a una más fría en el momento en el que cruzó la puerta y es que sabía que todo iba a ir bien y no era para nada aquel tonto enamorado. Sabía lo que iba a buscar y no era precisamente una muchacha a la que tuviese por una diosa.
Aquella tarde hacía algo de frío y el cielo estaba encapotado, de forma que un paraguas lucía en una de sus manos, deseoso de ser abierto para cubrir a su dueño de la posible lluvia que pudiese empañar aquella tarde que debía ser simplemente perfecta. Caminó por las calles con prisa y es que no se podía demorar demasiado. Tampoco quería que comenzase a llover antes de llegar a aquella casa que tenía por destino, ya que la lluvia podría ensuciar su ropa y no daría una buena imagen, aunque fuese algo involuntario.
La suerte parecía estar de su parte y es que una enorme mansión se alzaba majestuosa en frente de él. Tomó aire y volvió a mostrar aquella expresión de nervios, de hombre que espera que alguien le corresponda, de ese Romeo que va a buscar a su Julieta para huír juntos del mundo si hiciese falta. Cualquiera diría que realmente era un enamorado que no deseaba otra cosa más que encontrarse con los ojos claros de aquella a la que había decidido amar por toda la eternidad… nada más lejos de la realidad…
Cruzó el jardín, admirando sus dimensiones y subió un par de escalones para posarse en el porche de la casa. Antes tan siquiera de que pudiese llamar a la puerta, ésta se abrió y ante su persona apareció la señora Lacroix, aquella a la que había conocido en la fiesta por ser algo así como la niñera de aquella diosa griega a la que había decidido convertir en su mujer. Y no precisamente por lo que cualquiera de los allí presentes pudiese imaginar. Tras ella, un grupo de jovencitas que parecían estar esperando que la mirada azulada de Adonis se posase en una de ellas y dijese “vengo a buscarte”. Pero en absoluto fue así. El griego se limitó a sonreir de la forma más amable que pudo. Su mirada se posó ni más ni menos que en la señora Lacroix y sin apartar aquella sonrisa de su rostro, entreabrió los labios para comenzar a hablar…
- Buenas tardes… mi nombre es Adonis Komadina… estaba buscando a la señorita Appleby… No sé si se encuentra por aquí… - murmuró incluso mordiéndose el labio inferior como si estuviese impaciente por volver a verla. Sabía perfectamente hacer su papel… Solo había que esperar a ver si ella era capaz de interpretar igual de bien que lo estaba haciendo él…
Aquel día era el indicado, era el día clave para volver a encontrarse con esa chica. Por el momento ya había dejado notar en su casa y en la presencia de su abuelo que alguien le había eclipsado como nadie jamás había hecho. Sin embargo hacía ver como si no estuviese seguro de los sentimientos de ella, como si aún estuviese esperando que su amor fuese correspondido. Nada más y nada menos que una farsa, pero quedaba tan creíble en su persona que su abuelo incluso había comenzado a emocionarse. El pobre hombre no podía levantarse de la cama ni mucho menos, le costaba incluso hablar y cada día que pasaba su estado de salud iba empeorando, pero llevaba unos días en los que parecía que la vida había decidido volver a su rostro. Incluso sus ojos brillaban y en su interior, Adonis pedía una y mil veces disculpas a aquel hombre por estar mintiéndole, porque todo eso no era más que una farsa, no era más que una mentira para conseguir el dinero. Esperaba que jamás tuviese que enterarse de ello y pensase que realmente su nieto iba a ser tremendamente feliz con la mujer que había elegido.
Negó con la cabeza mientras se ponía una camisa de color blanco, abrochándose uno a uno los botones de la forma más elegante posible. Iba a ir de una forma muy parecida a aquella fiesta y es que aunque a veces vestía de una forma mucho más informal, aquello tan solo ocurría cuando su vida de hombre de negocios desaparecía para convertirse en ni más ni menos que un cortesano al que le gustaba disfrutar de la vida que se le ponía por delante. Unos pantalones marrón oscuro y un chaleco del mismo color terminaron completando la indumentaria que llevaría por el momento dentro de casa. Después para salir debería ponerse también alguna que otra cosa más. Suspiró mirándose en un espejo que poseía en su habitación, pensando en que en ese momento debía dar una buena impresión para no causar ningún problema, para que todo fuese tal y como lo había dibujado un millón de veces en su cabeza.
Tomó la corbata, del mismo color que el pantalón, de una de las sillas de su habitación y mientras se la ponía en el cuello, entró en el cuarto de su abuelo. El hombre de inmediato le miró con una sonrisa que se le clavó en lo más profundo de su alma. Estaba al tanto de que en ese día, el chico iría a intentar cortejar a la chica, a intentar que aquella relación funcionase.
- Sabes perfectamente lo importante que es este día, ¿no es así, Adonis? - preguntó su abuelo con un hilo de voz, a lo que el chico respondió asintiendo una vez con la cabeza, de forma lenta y cerrando por un leve instante sus ojos azules. Sus manos continuaban haciendo el nudo de aquella corbata oscura… - Tienes que conseguir que esa chica corresponda a tus sentimientos. No tengo duda alguna de que lo conseguirás, tienes el mismo don que teníamos tu padre y yo… - rió un poco aunque acabó tosiendo, cosa que hizo que el griego se acercase hasta la cama algo intranquilo con la situación - No te preocupes ahora de este viejo. Termina de vestirte, ve y vuelve con buenas noticias… -
- Por supuesto, abuelo… No me demoro más, si necesitas algo ya he dicho al servicio que estén atentos de ti más que nunca… No tardaré - dijo antes de hacer una pequeña reverencia ante el hombre, saliendo de la habitación antes de que un suspiro de nerviosismo saliese de sus labios. Se revolvió un tanto el cabello de forma inconsciente, consiguiendo tan solo que después tuviese que volver a peinarse con los dedos. Cogió una chaqueta de color beige y se la puso sobre la ropa, concluyendo así su vestuario. Unos zapatos oscuros remataban aquella figura que debía estar emocionado por ir a ver a la persona amada. En verdad en su rostro parecía que era así, como si estuviese impaciente. Debía mentir a todo el mundo por lo que salió de su casa mostrando la imagen de un hombre enamorado. Su expresión cambió radicalmente a una más fría en el momento en el que cruzó la puerta y es que sabía que todo iba a ir bien y no era para nada aquel tonto enamorado. Sabía lo que iba a buscar y no era precisamente una muchacha a la que tuviese por una diosa.
Aquella tarde hacía algo de frío y el cielo estaba encapotado, de forma que un paraguas lucía en una de sus manos, deseoso de ser abierto para cubrir a su dueño de la posible lluvia que pudiese empañar aquella tarde que debía ser simplemente perfecta. Caminó por las calles con prisa y es que no se podía demorar demasiado. Tampoco quería que comenzase a llover antes de llegar a aquella casa que tenía por destino, ya que la lluvia podría ensuciar su ropa y no daría una buena imagen, aunque fuese algo involuntario.
La suerte parecía estar de su parte y es que una enorme mansión se alzaba majestuosa en frente de él. Tomó aire y volvió a mostrar aquella expresión de nervios, de hombre que espera que alguien le corresponda, de ese Romeo que va a buscar a su Julieta para huír juntos del mundo si hiciese falta. Cualquiera diría que realmente era un enamorado que no deseaba otra cosa más que encontrarse con los ojos claros de aquella a la que había decidido amar por toda la eternidad… nada más lejos de la realidad…
Cruzó el jardín, admirando sus dimensiones y subió un par de escalones para posarse en el porche de la casa. Antes tan siquiera de que pudiese llamar a la puerta, ésta se abrió y ante su persona apareció la señora Lacroix, aquella a la que había conocido en la fiesta por ser algo así como la niñera de aquella diosa griega a la que había decidido convertir en su mujer. Y no precisamente por lo que cualquiera de los allí presentes pudiese imaginar. Tras ella, un grupo de jovencitas que parecían estar esperando que la mirada azulada de Adonis se posase en una de ellas y dijese “vengo a buscarte”. Pero en absoluto fue así. El griego se limitó a sonreir de la forma más amable que pudo. Su mirada se posó ni más ni menos que en la señora Lacroix y sin apartar aquella sonrisa de su rostro, entreabrió los labios para comenzar a hablar…
- Buenas tardes… mi nombre es Adonis Komadina… estaba buscando a la señorita Appleby… No sé si se encuentra por aquí… - murmuró incluso mordiéndose el labio inferior como si estuviese impaciente por volver a verla. Sabía perfectamente hacer su papel… Solo había que esperar a ver si ella era capaz de interpretar igual de bien que lo estaba haciendo él…
Adonis Komadina- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 02/07/2011
Re: Primera visita, primeros encuentros...dolores de cabeza.
Verguenza ajena y no otra cosa es lo que sentía ahora mismo Bryanna por aquellas jóvenes y no tan jóvenes.No se inmutó, en su mente estaba totalmente inmersa, perdida en la de veces que sus padres le habían echado más de una reprimenda por ser como era y ¿porqué no mandarla lejos? La convertirían en una señorita y lo mejor era que hasta podía casarla con uno de los mejores hombres de la clase alta parisina, era un requisito fundamental que su madre había impuesto y del cual iba a saber en relativamente pocas semanas, todo cambiaría incluso más desde aquel día en la fiesta y solo ellos dos lo sabían. La sonrisa amplia de su madre, el silencio de su padre sin fruncir el ceño, la alegría general de sus hermanos, en especial del mayor que era el que más luces tenía de la familia aparte de ella, seguro que se daría cuenta de que pasaba algo... iba a disfrutar tanto desde este mismo momento... suspiró realmente satisfecha por sus decisiones y cambios futuros cuando oyó esa voz varonil de fondo, "Estoy buscando a la señorita Appleby"... se relamió inconscientemente y como si no le hubiese oído enarcó una ceja, ladeando un tanto el rostro, desde su posición podía verle destacar entre aquella multitud, era más alto y sí, allí estaba...era perfecto, como esas esculturas griegas y nunca mejor comparación, solo que le llamó la atención una cosa en particular y era como si realmente quisiese verla. ¿En serio? ¡Venga, vamos! Ni en sueños, cosas que empezaba a descubrir de él... muchas que le quedaban, era un gran actor, eso pudo apreciarlo en la fiesta cuando la señora Lacroix hizo su aparición y ahora... había que admirarlo porque sí, era totalmente creíble que ese tono sonase interesado.
Las jovencitas lo observaban con brillo en los ojos, con gritos ahogados de ser expulsado si aquellos ojos azules se clavaban en ella... pero no, la buscaba y prácticamente en el mismo momento en el que dijo su apellido, todas las chicas se hicieron a un lado, como si de una barrera se tratase y hubiese pronunciado la contraseña para acceder a dicho lugar, el odio, la envidia y demás adjetivos nada agradables hacia su persona.. Todas las miradas se posaron en ella, que sin cortarse un pelo devoró por completo la pasta hasta quedar con las mejillas totalmente hinchadas, poco a poco fue desapareciendo a medida que se acercaba. La mujer al ver el panorama y su comportamiento no se lo pensó, se acercó a ella rápidamente tomándola del brazo y girarla, no sin antes disculparse ante el griego... aquellos ojos marrones oscuros se clavaron en la chica como si fuesen dagas mientras le acomodaba el pelo, le quitaba algunas migas de los labios y le adecentaba el vestido, como siempre un tanto más atrevido que el de las demás...aún así y no ser el más adecuado, estaba perfecta... tal cual le había abordado se plantó ante él, casi le hace perder el equilibrio pero ni un ápice cuando lo tuvo delante, con la señora Lacroix pegándose como una lapa. Las chicas le habían colmado de atenciones cuando le habían dejado solo ante el peligro... carraspeó y justo cuando lo hizo se hizo el silencio volviendo a apartarse de golpe todas y cada una de las chicas. Solo que, lo que no había visto la institutriz, la señora Lacroix para más señas...era que tenía una pasta en una mano y se la tendía sin mediar palabra... como si le invitase, cosa que las jovencitas no entendieron y la miraron como si hubiese perdido la cordura en algún instante. Solo que Bryanna no se reprimía si algo le caracterizaba era lo descarada que podía llegar a ser.
- Buenas tardes....creo que solo hay una Señorita Appleby y soy yo, ¿deseais acompañadme al té de media tarde, señor? Es un placer volver a verle -lo miró de arriba abajo con aquellos inmensos y profundos ojos azules, desde luego no pasó desapercibido aquel gesto puesto que todos se dieron cuenta y la mujer puso cara de horror absoluta ¿es que esa chica no tenía verguenza? No, era algo de lo que carecía y por un momento miró al cielo, oyéndola reír con aquella cantarina risa que le salió de la garganta y de forma muy divertida...-La señora Lacroix no creo que tenga inconveniente en que tome el té con vos ¿no es así, mi querida señora? Sabeis que puedo beberme una tetera si es necesario... y no me mireis con esa cara, prometo no derramar nada de lo que se supone que es té, prefiero un cafe solo y amargo...
Era con segundas, por supuesto... ella siempre había adorado el café desde edad temprana pero lo iba a necesitar ¿una tarde con él? Tenían mucho de que hablar y aunque ahora parecía casi normal, como una de aquellas chicas salvo por su forma descarada... no lo estaba haciendo tan mal, no era tan buena actriz, pero siempre se salía con la suya, la mujer miró a ambos asintiendo con la cabeza... bastante nerviosa.
-¡Señor Komadina! Por favor, pase... que desconsideración por mi parte.. por supuesto que puede disfrutar de la compañía de la señorita Appleby, no hace mala tarde...aún, os mandaré a preparar la terraza, está techada y no os mojareis, disfrutareis de las maravillosas vistas del jardín y de...e...mmmm ¿de ella? de ella, por supuesto... -Bryanna enarcó una ceja sonriéndole con la mejor de sus sonrisas, como toda una niña buena... pero enseguida volvieron a mirarle de reojo, mordiéndose el labio inferior como él lo que hizo que un nuevo suspiro general al verlos de aquella manera tan cómplice , que ilusas...lo había imitado, estaba cogiengo puntos para algo servía aquel griego aparte para ser la envidia de toda mujer existente y sin olvidar de la libertad, dichosa libertad que podía saborear, podía hacerlo ahora mismo... le sabía la boca a dulce avellana y libertad... las chicas desaparecieron nada más aquellos ojos castaños de Lacroix las miró y enseguida, desapareció soltándola por fin... tenía que mandar a preparar el lugar donde iban a tener en cuestión la cita...
El mayordomo, le retiró el abrigo como el paraguas y lo que quisiese dejar, ella mientras esperaba y lo observaba atentamente... no estaba nada mal, era muy atractivo quizás el hombre más atractivo que había visto nunca, con excepción del señor Colville... pero él tenía esa chispa intrigante, justamente como ella ¿podía haber alguien más parecido? Desde luego que no, con las manos a la espalda... lo esperó y sin tan siquiera que él le pidiese que le tomase del brazo, lo hizo ella misma dirigiéndose al lugar, por el camino no perdió aquella tonta sonrisa que ambos estaban fingiendo y de nuevo el contacto se hizo entre ellos cosa que le hizo morderse el labio inferior de lo más divertida, no tardaría en soltar una de las suyas y así fue.
-Vienes arrebatador, griego... ¿ganando clientas para esta noche? Sé de algunas que estarían encantadas, no me digas que de todas ha caído alguna entre tus brazos... porque si es así que mal gusto, sí, soy egocéntrica pero sé diferenciar que no es lo mismo... y bueno, míralo por el lado bueno, aparte de estar conmigo cosa que seguro no te agrade mucho tendrás seguro trabajo después... -hizo una pausa y le miró de reojo, todo se lo estaba susurrando y solo él podía oírlo-Pensé que te habías echado atrás, tardaste demasiado...pero por fin puedo saborear la liberdad...es el mejor sabor que he probado nunca... -tiró de él un poco hacia el lugar en concreto, una pequeña terraza que daba al jardín principal, ya estaba todo dispuesto... no habían tardado ni cinco minutos, por ello... se echó de nuevo a reír observando que por una de las ventanas la señora Lacroix seguía saltando de alegría, menos mal... alguien fuera de la lista... la primera.
Las jovencitas lo observaban con brillo en los ojos, con gritos ahogados de ser expulsado si aquellos ojos azules se clavaban en ella... pero no, la buscaba y prácticamente en el mismo momento en el que dijo su apellido, todas las chicas se hicieron a un lado, como si de una barrera se tratase y hubiese pronunciado la contraseña para acceder a dicho lugar, el odio, la envidia y demás adjetivos nada agradables hacia su persona.. Todas las miradas se posaron en ella, que sin cortarse un pelo devoró por completo la pasta hasta quedar con las mejillas totalmente hinchadas, poco a poco fue desapareciendo a medida que se acercaba. La mujer al ver el panorama y su comportamiento no se lo pensó, se acercó a ella rápidamente tomándola del brazo y girarla, no sin antes disculparse ante el griego... aquellos ojos marrones oscuros se clavaron en la chica como si fuesen dagas mientras le acomodaba el pelo, le quitaba algunas migas de los labios y le adecentaba el vestido, como siempre un tanto más atrevido que el de las demás...aún así y no ser el más adecuado, estaba perfecta... tal cual le había abordado se plantó ante él, casi le hace perder el equilibrio pero ni un ápice cuando lo tuvo delante, con la señora Lacroix pegándose como una lapa. Las chicas le habían colmado de atenciones cuando le habían dejado solo ante el peligro... carraspeó y justo cuando lo hizo se hizo el silencio volviendo a apartarse de golpe todas y cada una de las chicas. Solo que, lo que no había visto la institutriz, la señora Lacroix para más señas...era que tenía una pasta en una mano y se la tendía sin mediar palabra... como si le invitase, cosa que las jovencitas no entendieron y la miraron como si hubiese perdido la cordura en algún instante. Solo que Bryanna no se reprimía si algo le caracterizaba era lo descarada que podía llegar a ser.
- Buenas tardes....creo que solo hay una Señorita Appleby y soy yo, ¿deseais acompañadme al té de media tarde, señor? Es un placer volver a verle -lo miró de arriba abajo con aquellos inmensos y profundos ojos azules, desde luego no pasó desapercibido aquel gesto puesto que todos se dieron cuenta y la mujer puso cara de horror absoluta ¿es que esa chica no tenía verguenza? No, era algo de lo que carecía y por un momento miró al cielo, oyéndola reír con aquella cantarina risa que le salió de la garganta y de forma muy divertida...-La señora Lacroix no creo que tenga inconveniente en que tome el té con vos ¿no es así, mi querida señora? Sabeis que puedo beberme una tetera si es necesario... y no me mireis con esa cara, prometo no derramar nada de lo que se supone que es té, prefiero un cafe solo y amargo...
Era con segundas, por supuesto... ella siempre había adorado el café desde edad temprana pero lo iba a necesitar ¿una tarde con él? Tenían mucho de que hablar y aunque ahora parecía casi normal, como una de aquellas chicas salvo por su forma descarada... no lo estaba haciendo tan mal, no era tan buena actriz, pero siempre se salía con la suya, la mujer miró a ambos asintiendo con la cabeza... bastante nerviosa.
-¡Señor Komadina! Por favor, pase... que desconsideración por mi parte.. por supuesto que puede disfrutar de la compañía de la señorita Appleby, no hace mala tarde...aún, os mandaré a preparar la terraza, está techada y no os mojareis, disfrutareis de las maravillosas vistas del jardín y de...e...mmmm ¿de ella? de ella, por supuesto... -Bryanna enarcó una ceja sonriéndole con la mejor de sus sonrisas, como toda una niña buena... pero enseguida volvieron a mirarle de reojo, mordiéndose el labio inferior como él lo que hizo que un nuevo suspiro general al verlos de aquella manera tan cómplice , que ilusas...lo había imitado, estaba cogiengo puntos para algo servía aquel griego aparte para ser la envidia de toda mujer existente y sin olvidar de la libertad, dichosa libertad que podía saborear, podía hacerlo ahora mismo... le sabía la boca a dulce avellana y libertad... las chicas desaparecieron nada más aquellos ojos castaños de Lacroix las miró y enseguida, desapareció soltándola por fin... tenía que mandar a preparar el lugar donde iban a tener en cuestión la cita...
El mayordomo, le retiró el abrigo como el paraguas y lo que quisiese dejar, ella mientras esperaba y lo observaba atentamente... no estaba nada mal, era muy atractivo quizás el hombre más atractivo que había visto nunca, con excepción del señor Colville... pero él tenía esa chispa intrigante, justamente como ella ¿podía haber alguien más parecido? Desde luego que no, con las manos a la espalda... lo esperó y sin tan siquiera que él le pidiese que le tomase del brazo, lo hizo ella misma dirigiéndose al lugar, por el camino no perdió aquella tonta sonrisa que ambos estaban fingiendo y de nuevo el contacto se hizo entre ellos cosa que le hizo morderse el labio inferior de lo más divertida, no tardaría en soltar una de las suyas y así fue.
-Vienes arrebatador, griego... ¿ganando clientas para esta noche? Sé de algunas que estarían encantadas, no me digas que de todas ha caído alguna entre tus brazos... porque si es así que mal gusto, sí, soy egocéntrica pero sé diferenciar que no es lo mismo... y bueno, míralo por el lado bueno, aparte de estar conmigo cosa que seguro no te agrade mucho tendrás seguro trabajo después... -hizo una pausa y le miró de reojo, todo se lo estaba susurrando y solo él podía oírlo-Pensé que te habías echado atrás, tardaste demasiado...pero por fin puedo saborear la liberdad...es el mejor sabor que he probado nunca... -tiró de él un poco hacia el lugar en concreto, una pequeña terraza que daba al jardín principal, ya estaba todo dispuesto... no habían tardado ni cinco minutos, por ello... se echó de nuevo a reír observando que por una de las ventanas la señora Lacroix seguía saltando de alegría, menos mal... alguien fuera de la lista... la primera.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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