AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Encuentro tardío. { Privado }
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Encuentro tardío. { Privado }
Lentamente observaba los focos que pasaba a un costado, de los mismo se afirmaba de vez en cuando debido a su caminar por el borde de la acera que diferenciaba el sector indicado para los peatones y la vía automovilística, equilibro del que no temía desconfiar gracias a sus reflejos dotados por su especie, a veces incluso los niños botados que a esa hora del anochecer, cuando apenas a lo lejos se veía ocultarse el sol de media tarde, le seguían en fila con mucha menos elegancia y riendo con algarabía, algo que en su rostro una se mostró, ni una sonrisa de demostrara estar disfrutando su compañía, la cual en cada término de cuadra se acababa. ¿Cuál era su diversión? Ciertamente ninguna, era una forma especial que había tomado para caminar de vuelta a casa desde el teatro cuando allí no tuvo nada más que hacer, la única función que tenía al día ya se había concretado y no deseaba estar más en ese lugar. De costumbre el violín estaba en su poder, eran escasas las veces que aquel instrumento no era su fiel compañero de paseo y claramente ésta no era la excepción.
Nuevamente llegó al final de la cuadra y tuvo que esperar con el resto de los hombres, la mayoría seres de la aristocracia que seguramente asistían en grupo a un burdel a espaldas de sus maridas y familias, los conocía demasiado bien ya que, aunque no tenía que hacerlo a escondidas, era uno de ellos ciertos días. Avanzó con ellos pero de inmediato subió al borde de su siguiente recorrido, pero abruptamente se detuvo por un pequeño cuerpo frente a él. Subiendo la mirada anteriormente en sus pies se topó con una sonrisa, no perfecta puesto que a simple vista le faltaban dos de sus dientes, pero no por ello carecía de dulzura y la inocencia nata de un pequeño niño, sus ropas reflejaban su estatus y el hecho de llevar una canasta con flores le daba la primera pista de su deseo.− Señor, ¿Quisiera comprarme una rosa? Tengo muchos colores perfecto para todos los gustos −habló graciosamente por el aire que se escapaba por los agujeros de su imperfecta dentadura, quitándole todo lo adulto que intentaba sonar en su oferta.
Su primera respuesta fue una mental negativa, pero evidentemente estando frente a un niño que quizás su único sostén de vida era la venta de dichas flores, siempre te ablanda el corazón y en su caso, el bolsillo. Metió su mano en el bolsillo de su pantalón para ver cuanto era su capital, sacó las monedas y contó lo justo para extendérselo al castaño menor.− Toma, dame la blanca −agregó después y apreció la amplitud en al sonrisa del infante, el cual de inmediato obedeció y sacó la rosa de puro color que intercambió pro el dinero y un agradable "¡Gracias!" para sus oídos, acto seguido desapareció.
Suspiró, ahora sin duda no podría comer esa carne que tanto deseaba para esa noche, misma que iba a comprar y ahora no tenía mucho sentido seguir su caminata. Observó la flor en su mano y le dio varias vueltas como si allí descubriera una solución a su impulsivo acto de buena voluntad.
Nuevamente llegó al final de la cuadra y tuvo que esperar con el resto de los hombres, la mayoría seres de la aristocracia que seguramente asistían en grupo a un burdel a espaldas de sus maridas y familias, los conocía demasiado bien ya que, aunque no tenía que hacerlo a escondidas, era uno de ellos ciertos días. Avanzó con ellos pero de inmediato subió al borde de su siguiente recorrido, pero abruptamente se detuvo por un pequeño cuerpo frente a él. Subiendo la mirada anteriormente en sus pies se topó con una sonrisa, no perfecta puesto que a simple vista le faltaban dos de sus dientes, pero no por ello carecía de dulzura y la inocencia nata de un pequeño niño, sus ropas reflejaban su estatus y el hecho de llevar una canasta con flores le daba la primera pista de su deseo.− Señor, ¿Quisiera comprarme una rosa? Tengo muchos colores perfecto para todos los gustos −habló graciosamente por el aire que se escapaba por los agujeros de su imperfecta dentadura, quitándole todo lo adulto que intentaba sonar en su oferta.
Su primera respuesta fue una mental negativa, pero evidentemente estando frente a un niño que quizás su único sostén de vida era la venta de dichas flores, siempre te ablanda el corazón y en su caso, el bolsillo. Metió su mano en el bolsillo de su pantalón para ver cuanto era su capital, sacó las monedas y contó lo justo para extendérselo al castaño menor.− Toma, dame la blanca −agregó después y apreció la amplitud en al sonrisa del infante, el cual de inmediato obedeció y sacó la rosa de puro color que intercambió pro el dinero y un agradable "¡Gracias!" para sus oídos, acto seguido desapareció.
Suspiró, ahora sin duda no podría comer esa carne que tanto deseaba para esa noche, misma que iba a comprar y ahora no tenía mucho sentido seguir su caminata. Observó la flor en su mano y le dio varias vueltas como si allí descubriera una solución a su impulsivo acto de buena voluntad.
Giori Dubon- Cambiante Clase Baja
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Re: Encuentro tardío. { Privado }
Una tarde más que lentamente se estaba despidiendo para darle paso al anochecer que ya se avecinaba y pronto haría acto de presencia en las calles parisinas, la joven no se dejaba inmutar por ese acto ya que no estaba completamente obligada a cumplir con su trabajo aquella noche gracias a la gran propina que le había dejado uno de sus clientes la noche anterior, aunque si no encontraba nada divertido que hacer tendría que retirarse camino al burdel y ver allí como despejar su mente, o más bien mantener sus bolsillos llenos -y quizá las manos ocupadas- para poder sobrevivir en el mundo actual.
De pronto una suave voz sacó de sus pensamientos a la cortesana, una voz que provenía de un pequeño niño que se encontraba frente a ella.
- Disculpe señorita ¿No quisiera usted comprar una rosa? Aunque esta no se igualaría jamás a su belleza -habló a la vez que un leve rubor se situaba en sus mejillas.
De seguro ese era una de las tantas frases que le habían hecho memorizar al pequeño para vender las flores, las que quizá eran la única forma para asegurar su alimentación diaria.
- Claro, ¿por qué no? -respondió ella totalmente conmovida- Dame aquella -añadió señalando una rosa roja.
El niño, obedeciendo la petición tomó la flor que ella señalaba y se la entregó a la vez que ella le daba el dinero por dicha adquisición.
Fue entonces, con la rosa en la mano que decidió disfrutar un poco el paisaje y sentarse en una pequeña banca que había a un lado del camino, allí con los ojos cerrados, la suave brisa chocando contra su rostro y la rosa entre sus manos respiró hondo para luego dejar escapar todo el aire en un leve suspiro.
De pronto una suave voz sacó de sus pensamientos a la cortesana, una voz que provenía de un pequeño niño que se encontraba frente a ella.
- Disculpe señorita ¿No quisiera usted comprar una rosa? Aunque esta no se igualaría jamás a su belleza -habló a la vez que un leve rubor se situaba en sus mejillas.
De seguro ese era una de las tantas frases que le habían hecho memorizar al pequeño para vender las flores, las que quizá eran la única forma para asegurar su alimentación diaria.
- Claro, ¿por qué no? -respondió ella totalmente conmovida- Dame aquella -añadió señalando una rosa roja.
El niño, obedeciendo la petición tomó la flor que ella señalaba y se la entregó a la vez que ella le daba el dinero por dicha adquisición.
Fue entonces, con la rosa en la mano que decidió disfrutar un poco el paisaje y sentarse en una pequeña banca que había a un lado del camino, allí con los ojos cerrados, la suave brisa chocando contra su rostro y la rosa entre sus manos respiró hondo para luego dejar escapar todo el aire en un leve suspiro.
Paramitsha- Gitano
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Re: Encuentro tardío. { Privado }
Le resultaba bastante interesante la rosa entre sus manos, o eso parecía ser puesto que fijamente delineaba los pétalos que ésta poseía y lucía con orgulloso en su cúspide justa del florecimiento, el ligero botón en el centro del capullo formaba una inconfundible espiral y se desenvolvía en la colección de blanquecinos que lo rodeaban. Sí, era sin duda una obra de arte el creador de la flor por pura suerte que se había formado así, pero ni siquiera eso le dio el victo bueno a su acción, ahora mismo estaba lamentando el gasto innecesario de dinero cuando él de por si no acusmbraba a tener flores ni nada parecido, sus dos pequeños amigos felinos cada vez que veía de esas las comparaban con un juguete yla pobre flor que sucumbiera a sus garrar acababa destrozada y esparcida por los suelos, escena ya vista muchas veces por él y que sin duda, se repetiría de llegar a casa con dicha planta.
Levantó por fin la vista del capullo y observó en dirección por donde se había marchado aquel pequeño vendedor ambulante, quizás aun a tiempo de regresársela sin pedir el dinero a cambio, pero alcanzó a verle en una nueca compra, convenciendo a una hermosa chica rubia unos metros alejados de él. Le sorprendió aquello, cada día los infantes se desenvolvían mejor en el ámbito laboral a una temprana edad, movidos casi siempre por la necesidad o la ineptitud de sus progenitores, y eso, molestamente, le preocupaba.El sol se ponía y ya los faros instalados en cada esquinas de las calles parisinas comenzaban a escenderse para otorgar una mejor visión a los peatones, visión que aprovechó para detallar a la joven que no se dio por enterado cuando ya se sentaba.
Una idea cruzó por su cabeza, generalmente no era propia de él acercarse a desconocidos en plena calle y menos con el pretexto de hacerle entrega de una rosa, demasiado casanova para su gusto personal pero sin duda, ese era su plan. Reafirmó el mango de su estuche musical que aun portaba y dirigió su andar hacia la banca ocupada, probablemente era más ventajoso el hecho de no haber demasiados transeúntes por esa misma avenida, de lo contrario ya le hubiese importado poco la rosa antes de acercarse a una desconocido con tan vaga excusa. Una vez estuvo de pie pudo observarla mejor, pro alguna razón que no se determinaba su rostro le era familiar, no demasiado, pero podría casi jurar que no era la primera vez que lo veía, mas sin embargo, nombre o lugar no congeniaba con la chica de rubias hebras que pronto, levantó la vista cuando notó su presencia a un costado.− Veo que a usted también la convencieron −fueron sus plaabras a modo de saludo que salieron tranquilas y hasta fáciles.
Regresó entonces su vista a la rosa en sus manos al despegarla de los orbes contrarios, volvió a girarla con lentitud en ciento ochenta grados y luego se desvió a la roja que sus manos portaban, otra rosa igualmente hermosa sin tener que verla tan de cerca. Extendió así la mano hacia la dama, inclinando su cuerpo en una especie de reverencia pero mirándole fijamente.− Por favor, acepte ésta rosa usted. Estará en mejor manos que en las mías y no me gustaría que tal hermosura se desprediciara −aseveró paulatino y sin ningún deje de rodeos, sinceramente su estómago había comenzado ya a quejarse y sentir el vacío inicial del hambre, y aun tenía que pensar en cómo ingeniárselas para su cena y la de sus mininos.
Levantó por fin la vista del capullo y observó en dirección por donde se había marchado aquel pequeño vendedor ambulante, quizás aun a tiempo de regresársela sin pedir el dinero a cambio, pero alcanzó a verle en una nueca compra, convenciendo a una hermosa chica rubia unos metros alejados de él. Le sorprendió aquello, cada día los infantes se desenvolvían mejor en el ámbito laboral a una temprana edad, movidos casi siempre por la necesidad o la ineptitud de sus progenitores, y eso, molestamente, le preocupaba.El sol se ponía y ya los faros instalados en cada esquinas de las calles parisinas comenzaban a escenderse para otorgar una mejor visión a los peatones, visión que aprovechó para detallar a la joven que no se dio por enterado cuando ya se sentaba.
Una idea cruzó por su cabeza, generalmente no era propia de él acercarse a desconocidos en plena calle y menos con el pretexto de hacerle entrega de una rosa, demasiado casanova para su gusto personal pero sin duda, ese era su plan. Reafirmó el mango de su estuche musical que aun portaba y dirigió su andar hacia la banca ocupada, probablemente era más ventajoso el hecho de no haber demasiados transeúntes por esa misma avenida, de lo contrario ya le hubiese importado poco la rosa antes de acercarse a una desconocido con tan vaga excusa. Una vez estuvo de pie pudo observarla mejor, pro alguna razón que no se determinaba su rostro le era familiar, no demasiado, pero podría casi jurar que no era la primera vez que lo veía, mas sin embargo, nombre o lugar no congeniaba con la chica de rubias hebras que pronto, levantó la vista cuando notó su presencia a un costado.− Veo que a usted también la convencieron −fueron sus plaabras a modo de saludo que salieron tranquilas y hasta fáciles.
Regresó entonces su vista a la rosa en sus manos al despegarla de los orbes contrarios, volvió a girarla con lentitud en ciento ochenta grados y luego se desvió a la roja que sus manos portaban, otra rosa igualmente hermosa sin tener que verla tan de cerca. Extendió así la mano hacia la dama, inclinando su cuerpo en una especie de reverencia pero mirándole fijamente.− Por favor, acepte ésta rosa usted. Estará en mejor manos que en las mías y no me gustaría que tal hermosura se desprediciara −aseveró paulatino y sin ningún deje de rodeos, sinceramente su estómago había comenzado ya a quejarse y sentir el vacío inicial del hambre, y aun tenía que pensar en cómo ingeniárselas para su cena y la de sus mininos.
Giori Dubon- Cambiante Clase Baja
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Re: Encuentro tardío. { Privado }
La joven se vió sacada abruptamente de sus pensamientos al sentirse observada, lo que corroboró al alzar la vista y ver a su costado a un joven quizá un poco mayor a ella, de cabello rubio y hermosos ojos, el cual le dirigió unas simples palabras en referencia a su reciente compra en modo de saludo, y es que por lo que le hizo notar luego, ella pudo ver que él tampoco había podido negarse a la oferta de aquel pequeño, solo que el destino que él deseaba darle a aquella flor era distinto, ya que si bien ella quería conservarla para si misma aquel desconocido simplemente se la estaba ofreciendo a modo de obsequio a la vez que sus miradas estaban conectadas.
- Muchas gracias -respondió Clapton tomando la rosa blanca que le ofrecían-, y si, no he podido resistirme a aquel pequeño, realmente me era imposible decirle que no
La blonda acercó a su rostro la blanquesina flor, la cual tenía un aroma tanto o más cautivador que aquella de tonalidad carmín que sostenía en su otra mano; una leve sonrisa se poso en su rostro al notar la ironía que le producía el color de aquella rosa, blanco... sinónimo de pureza y castidad, todo aquello que había perdido durante su infancia gracias a el amor de su tío, la nostalgia la inundó al igual que los recuerdos, era imposible no extrañar aquellos tiempos en que todo era perfecto, cuando solo eran ella y su amado padre. Automáticamente pensó en el infante al que le había comprado la hermosa planta... realmente esperaba haberlo ayudado aunque sea a hacer este día más llevadero. Todos estos pensamientos llevaron a la cortesana a admirar la flor que se hallaba en su otra mano, la rosa de color rojo, la cual era un sinónimo de pasión y lujuria, dos palabras que tenía marcadas a fuego, ya que si quería sobrevivir al mundo actual ella debería sostenerse de estas cosas y ocuparlas a su favor, como lograba hacerlo en el burdel, su lugar de trabajo y su perdición a la vez.
- ¿Le puedo hacer una pregunta? Sin querer ser entrometida, claro -inquirió la muchacha. El chico a su lado le correspondió con una mirada fija, lo que ella entendió como una invitación a proseguir- ¿Qué fue lo que lo motivo a gastar de su dinero para comprar esta hermosa rosa? y algo que me intriga más aún es el ¿Por qué luego decidió simplemente obsequiarsela a una completa desconocida?
- Muchas gracias -respondió Clapton tomando la rosa blanca que le ofrecían-, y si, no he podido resistirme a aquel pequeño, realmente me era imposible decirle que no
La blonda acercó a su rostro la blanquesina flor, la cual tenía un aroma tanto o más cautivador que aquella de tonalidad carmín que sostenía en su otra mano; una leve sonrisa se poso en su rostro al notar la ironía que le producía el color de aquella rosa, blanco... sinónimo de pureza y castidad, todo aquello que había perdido durante su infancia gracias a el amor de su tío, la nostalgia la inundó al igual que los recuerdos, era imposible no extrañar aquellos tiempos en que todo era perfecto, cuando solo eran ella y su amado padre. Automáticamente pensó en el infante al que le había comprado la hermosa planta... realmente esperaba haberlo ayudado aunque sea a hacer este día más llevadero. Todos estos pensamientos llevaron a la cortesana a admirar la flor que se hallaba en su otra mano, la rosa de color rojo, la cual era un sinónimo de pasión y lujuria, dos palabras que tenía marcadas a fuego, ya que si quería sobrevivir al mundo actual ella debería sostenerse de estas cosas y ocuparlas a su favor, como lograba hacerlo en el burdel, su lugar de trabajo y su perdición a la vez.
- ¿Le puedo hacer una pregunta? Sin querer ser entrometida, claro -inquirió la muchacha. El chico a su lado le correspondió con una mirada fija, lo que ella entendió como una invitación a proseguir- ¿Qué fue lo que lo motivo a gastar de su dinero para comprar esta hermosa rosa? y algo que me intriga más aún es el ¿Por qué luego decidió simplemente obsequiarsela a una completa desconocida?
Paramitsha- Gitano
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Re: Encuentro tardío. { Privado }
Off: Por dios, siento muchísimo la tardanza..
En parte, se sintió más aliviado luego de que su atrevimiento de aproximarse a una desconocida y más encima con un regalo como ese, no le arrojase la rosa por la cabeza junto a algún improperio aunque no viniera bien en una dama; si no que la aceptó con una sonrisa, bastante linda hay que sincerar, pero que despareció tan pronto su mirada se fijó en ambas rosas. Lo que seguía era sin duda, para él, un momento incómodo, debatiéndose entre continuar alguna plática para alivianar el peculiar momento y no quedar como un depende, o simplemente dar marcha atrás luego de su objetivo haber sido cumplido, entregar la rosa. Aparentemente la chica no iba a cooperar en lo segunda, su mirada viajaba entre él, que seguía de pie a un lado de la banca y no planeaba moverse de ese lugar, y las rosas, que hasta ahora notaba le contraste de colores y significados que éstas poseían, pero que de su parte había sido completa y absolutamente sin intención ni planeación breve.
Observó a la chica sumirse en sus propios pensamiento y, quizás movidos por los mismos, él se inmersió en los suyos. Le daba poderosa curiosidad la razón de que una joven como ella, y además sola, se hallara a esa hora en las calles de París, bien sabido que a esa hora del día la vida nocturna se activaba y más de algún loco pendenciero salía a las calles. ¿Por qué lo sabía? Evidentemente tenía tanteado el terreno de sus tantas noches que salía en rumbo al burdel para ver a cierta jovencita, y justamente ahora comenzó a pensar en ella, hacía días que su situación económica no estaba bien y por lo mismo no había podido efectuarle una visita por más corta que fuera, ni hablar de ir allí y presentarse sin dinero exigiendo hablar con ella, quizás se encontraría demasiado ocupada o semejante para recibir a alguien de su calaña y más encima sin remuneración, sería evidente. Mas sin embargo no craneó más el tema, no por no querer, si no que la voz de la joven le sacó de sus pensamientos y le hizo observarla, le pareció algo gracioso y hasta penoso que estando ambos frente al otro se hubiesen quedado en silencio para pensar en sus propias cosas.
− Eso es muy fácil de contestar −murmuró, al menos haciendo alusión a la primera pregunta que realizó la muchacha.− Es claro que vender flores es el único medio de subsistencia que aquel niño tiene, sería un desalmado de mi parte ni obsequiarle al menos un trozo de pan por medio de mi dinero −y no mentía, aun cuando cabía la posibilidad de que ese dinero más que para la alimentación del chico fuese, se gastara en alcohol para los padres, nunca estaba de más, y además él no podría adivinar cuál era exactamente la situación de ese infante.− Conozco bien... a quienes hacen lo posible para conseguir lo que desean y lo difícil que es en una ciudad como ésta, me sentiría incluso un cínico si no le hubiese ayudado con una rosa −comentó él con ese aire neutral y sincero que le caracterizaba, habiendo acabado así con la justificación a la primera interrogante. Pero por cierto, quedaba la segunda, ¿Sería bueno confesarle la real razón de su regalo o inventar algo para quedar como un caballero? En caso de lo primero podría quedar como algo gracioso y en lo segundo, en el peor de los casos, como un charlatán y mentiroso.
− Mis gatos −lógicamente, optó por lo primero y lo sano.− Tengo dos felinos que todo aquello que se mueva lo adaptar como un juguete y no lo sueltan hasta cansarse, o bien el juguete se acabe "terminando" −dijo con pesar y observó su propia rosa, la blanquecina posaba en las manos de la joven, para así sincerar más aun sus dichos y sólo suspirar al final, bajando sus hombros.− Espero que tal atrevimiento de mi parte no haya sido una ofensa para usted, pero ciertamente no deseaba que esta rosa fuese masacrada −y así concluyó, de manera un poco exagerada al final pero verídica, sus pequeñas explicaciones a las dudas de la joven, le quedaba sólo esperar su juicio para craner lo que efectuaría después.
En parte, se sintió más aliviado luego de que su atrevimiento de aproximarse a una desconocida y más encima con un regalo como ese, no le arrojase la rosa por la cabeza junto a algún improperio aunque no viniera bien en una dama; si no que la aceptó con una sonrisa, bastante linda hay que sincerar, pero que despareció tan pronto su mirada se fijó en ambas rosas. Lo que seguía era sin duda, para él, un momento incómodo, debatiéndose entre continuar alguna plática para alivianar el peculiar momento y no quedar como un depende, o simplemente dar marcha atrás luego de su objetivo haber sido cumplido, entregar la rosa. Aparentemente la chica no iba a cooperar en lo segunda, su mirada viajaba entre él, que seguía de pie a un lado de la banca y no planeaba moverse de ese lugar, y las rosas, que hasta ahora notaba le contraste de colores y significados que éstas poseían, pero que de su parte había sido completa y absolutamente sin intención ni planeación breve.
Observó a la chica sumirse en sus propios pensamiento y, quizás movidos por los mismos, él se inmersió en los suyos. Le daba poderosa curiosidad la razón de que una joven como ella, y además sola, se hallara a esa hora en las calles de París, bien sabido que a esa hora del día la vida nocturna se activaba y más de algún loco pendenciero salía a las calles. ¿Por qué lo sabía? Evidentemente tenía tanteado el terreno de sus tantas noches que salía en rumbo al burdel para ver a cierta jovencita, y justamente ahora comenzó a pensar en ella, hacía días que su situación económica no estaba bien y por lo mismo no había podido efectuarle una visita por más corta que fuera, ni hablar de ir allí y presentarse sin dinero exigiendo hablar con ella, quizás se encontraría demasiado ocupada o semejante para recibir a alguien de su calaña y más encima sin remuneración, sería evidente. Mas sin embargo no craneó más el tema, no por no querer, si no que la voz de la joven le sacó de sus pensamientos y le hizo observarla, le pareció algo gracioso y hasta penoso que estando ambos frente al otro se hubiesen quedado en silencio para pensar en sus propias cosas.
− Eso es muy fácil de contestar −murmuró, al menos haciendo alusión a la primera pregunta que realizó la muchacha.− Es claro que vender flores es el único medio de subsistencia que aquel niño tiene, sería un desalmado de mi parte ni obsequiarle al menos un trozo de pan por medio de mi dinero −y no mentía, aun cuando cabía la posibilidad de que ese dinero más que para la alimentación del chico fuese, se gastara en alcohol para los padres, nunca estaba de más, y además él no podría adivinar cuál era exactamente la situación de ese infante.− Conozco bien... a quienes hacen lo posible para conseguir lo que desean y lo difícil que es en una ciudad como ésta, me sentiría incluso un cínico si no le hubiese ayudado con una rosa −comentó él con ese aire neutral y sincero que le caracterizaba, habiendo acabado así con la justificación a la primera interrogante. Pero por cierto, quedaba la segunda, ¿Sería bueno confesarle la real razón de su regalo o inventar algo para quedar como un caballero? En caso de lo primero podría quedar como algo gracioso y en lo segundo, en el peor de los casos, como un charlatán y mentiroso.
− Mis gatos −lógicamente, optó por lo primero y lo sano.− Tengo dos felinos que todo aquello que se mueva lo adaptar como un juguete y no lo sueltan hasta cansarse, o bien el juguete se acabe "terminando" −dijo con pesar y observó su propia rosa, la blanquecina posaba en las manos de la joven, para así sincerar más aun sus dichos y sólo suspirar al final, bajando sus hombros.− Espero que tal atrevimiento de mi parte no haya sido una ofensa para usted, pero ciertamente no deseaba que esta rosa fuese masacrada −y así concluyó, de manera un poco exagerada al final pero verídica, sus pequeñas explicaciones a las dudas de la joven, le quedaba sólo esperar su juicio para craner lo que efectuaría después.
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