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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Boriska K. Szöcs Lun Jul 23, 2012 1:13 pm

Era estúpido no pensar en ella. Tanto como, al mismo tiempo, hacerlo. ¿Qué esperaba? Estaba allí, en la cama donde habíamos yacido incontables veces durante el último año. En esta ocasión era una preciosa rubia la que retozaba a mi lado. Una humana, Sí, de esas que me enamoraban. ¿Por qué tenía entonces que estar pensando en una estúpida e infantil vampiresa? ¡Eisheth! Ella aguantaba todas mis torturas fácilmente. No gritaba a la primera de cambio, ni se postraba a mi merced. Nada de mi estilo. Y, al mismo tiempo, tenía todo lo que me hacía enloquecer. Esa era la única explicación del por qué sentía esa sensación extraña de pérdida. ¡Maldita fuera! Mi cuerpo la había echado de menos en el último mes que ni una carta se había dignado a enviarme. Por supuesto, estas sensaciones es algo que JAMÁS admitiré ante ella. Boriska ¿Necesitando de su propia especie? ¡No! No desde Anna. No volvería a caer en la misma trama. En el mismo juego que solo sirve para encasillarte. Adoro mi libertad. Adoro a mis féminas humanas, a todas ellas sin excepción alguna. Y si esa morena que me había enviado el mismísimo satanás no volvía a aparecer frente a mi puerta ¡Me valía un cuerno! De ahí, que me encontrara en esa estúpida situación. Como odiaba la confusión de mis pensamientos... Mi cuerpo me traicionaba, a pesar de que yo había prometido no volver a entrometerme con nadie hasta tal profundidad.

El grito que profirió la mujer ante la inminencia de su orgasmo resonó por toda la habitación y, me atrevería a decir, por toda la posada. Sin embargo ¿Quién de allí iba a extrañarse por eso? Absolutamente nadie. En aquel lugar la gente iba para desatar sus más oscuros deseos o, simplemente, a fornicar por mero placer. Nadie hacia preguntas. Esa posada daba hospicio a la peor clase de seres que habitaba en París. Entre los cuales me incluyo yo, para mi propio orgullo de serlo. Había sido el lugar perfecto en el que trabajar con ella nuestras propias capacidades de aguante.. Y, para que negarlo, también me había resultado divertido curiosear en un cuerpo exacto al mío. No me servía de nada recordarla. Ni recordar las gotas de su sangre cayendo sobre su blanquecina piel. La sed que me produjeron aquellos pensamientos hicieron que le hincara el diente a la prostituta rubia que yacía bajo de mi. Tan frágil. Tan bella... Que no pude controlar. Escuchar sus gritos mientras la perforaba por dos lugares a la vez: Su cuello y su vagina, extasiaban mis oídos. Cada vez eran más altos. Al principio, de placer ignorante ante lo que realmente sucedía, y poco a poco se convertían en suplicantes hasta acabar en los habituales sollozos que precedían a la nada. Al desvanecimiento. O, en este caso, a la muerte.

Observé el cuerpo inerte de la muchacha aún goteando sangre de mis labios ¡Qué descuido!. Saqué mis dedos de su interior, que ya no oponía resistencia alguna. Había pasado de ser una de mis adoradas y bellas féminas a ser algo inservible, sin ningún tipo de valor. Solo era un cuerpo. Chasqueé la lengua fastidiosamente, limpiando con ella los restos de sangre que todavía quedaban por mi rostro. Me levanté de la cama, asqueada de mi propia incompetencia. - ¡Agh! - Grité, intentando liberar parte del enojo momentáneo que me invadía. Paseaba de un lado a otro y cuánto más miraba a la humana más fastidio sentía. Tanto como para olvidar mi excitación. Ahora tenía que librarme del cadáver ¡Obviamente! Y sin dejar rastro. Después de todo, yo tenía una reputación y pensar en que husmearan sobre mi vida privada era aún más molesto. Por eso era que había decidido no matar a menos que fuera imprescindible. Y no, no era porque me diesen pena.. ¡Tan bajo no he caído!. Bufé, hastiada. Sin ganas de nada -Momentáneamente- decidí intentar relajar los ánimos con un buen baño de agua fría. Necesitaba algo que me relajara en demasía, y habitualmente eso lo conseguía. Luego, con más tranquilidad, podría pensar mejor en cómo deshacerme de la mujer.


Última edición por Boriska K. Szöcs el Jue Nov 08, 2012 2:20 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Ashanti Pattakie Miér Jul 25, 2012 2:18 am


Mambrú se fue a la guerra,
mire usted, mire usted, qué pena.
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuándo vendrá,
Do-re-mi,
do-re-fa.
No sé cuándo vendrá.
»Vamos, vamos canta conmigo. No seas tan amargado, nos estamos divirtiendo ¿No? Te he dicho que dejes de hacer ese estúpido puchero, nadie te escucha, nadie sabe que estás aquí así que ¡Canta! ¡Sólo canta, maldita sea!... Los acuosos ojos de un hombre, ven pasar frente a él imágenes sin cronología alguna. Son memorias de su pasado, eventos en los cuales alguna vez sonrió, otras lloró pero que siempre estuvo en la compañía de sus seres queridos. Las carcajadas difusas, se pierden en medio de esa estridente voz y sólo puede regresar a la normalidad en donde sus brazos han sido atados a la cabecera de la cama de un motel de mala muerte. Amordazado, torturado por días y finalmente mutilado. Perdió la esperanza de regresar a donde su esposa e hija lo esperan impacientemente. No es culpa de su captor, el verdugo sólo cumple con la tarea que se le ha encomendado y Eisheth estaba cansada de escuchar los cercanos pasos del Inquisidor tras de ella. La canción que tararea con tanto fervor, la misma que escupe a su cara con poca elocuencia pero suma degeneración, es una broma, un insulto al soldado que la Iglesia mandó a por ella.
Las sábanas se bañaron de rojo, el colchón comenzaba a apestar a sangre putrefacta y las moscas se apañaron frente al cristal de la ventana. Una semana ha transcurrido desde su captura, días y noches en los que la morena aprovechó para enriquecerse con información valiosa sobre las filas del Vaticano. No está en guerra con ellos y el hecho que ese hombre le haya estado buscando sólo se debe a su despistado actuar sobre algunos pequeños pueblos del viejo continente. Pero su aburrimiento se acrecentó después del tercer día.
El cuerpo deteriorado del hombre no duraría mucho tiempo, por lo cual ideó alimentarlo con su sangre para que este recuperase la fuerza perdida. Mejor aún, decidió convertirlo. ¿Por qué demonios Eisheth abrazaría a un hombre como él? Lo había dejado completamente inservible. Sólo poseía una de sus piernas, un par de dedos en la mano Izquierda y medio brazo de la otra. Un neófito así sería una verdadera pérdida de tiempo, pero basta con entender que la mujer no desea hacerlo a su séquito, ella sólo está interesada en la resistencia de su raza bajo torturas inimaginables e insoportables ante el cuerpo humano.

Afuera, nadie sospecha absolutamente nada. La desgraciada se encargó de hasta el último de los detalles. Pagó un mes completo en la posada. Nadie preguntó. El dinero es sinónimo de poder y cuestionarle a una mujer con su belleza y status significa levantarse en contra de alguien mucho peor. Se corrió el rumor que era una de las tantas mujerzuelas del Marqués Santogne, así que cualquier sospecha estaba de sobra y le permitieron hacer lo que deseara. Tampoco se preguntaron del por qué no se le había vuelto a ver al “Marqués” después de la última noche en la que sonrió a la audiencia. La verdad es que Eisheth manipuló el sistema. La mujer rubia de ojos esmeralda y encargada de atender a los viajeros, fue asediada por la “Ilusión” de la vampiresa, para cualquiera que se inquietara por la presencia de este espectro, su anfitriona tenía respuesta confortable. De esta manera, logró quedarse allí esa semana sin salir a la luz del sol, sin ser molestada…
Pero su imprudencia sólo le trajo consecuencias catastróficas. De nada le sirve acarrear tantas décadas en su enmarañado cabello si son sus caprichos y esa tonta mentalidad de adolescente la que jamás le hará madurar por completo.

Las cadenas se rompieron. El bálsamo que le dio a beber, le ayudó a deshacerse de las ataduras a las cuales Eisheth lo sometió. Un grito aterrador sale de sus labios, seguido por la carcajada de adrenalina. Los orbes de la vampiresa se clavan fijamente en los ajenos mientras este sostiene los eslabones que se adhirieron a su carne. Los arroja en su contra y golpean la cien de la fémina. Una gota de púrpura color se desliza por su rostro, dejando un camino tatuado en su piel. Le gusta. Agradece sentir la sensación del dolor sobre su cuerpo. Sonríe abalanzándose sobre él. Desenfunda los colmillos y amenaza con morderlo. El neófito no ha perdido los reflejos adquiridos en sus múltiples años como soldado de la Iglesia, por el contrario, es alarmante la forma en la que se mueve por la habitación esquivando a su creadora. Pero la diversión sólo había comenzado.

Un golpe, dos, tres… La madera cruje. Agoniza. El techo parece desquebrajarse ante la brutalidad con la cual los cuerpos chocan en los muros. Las llamas de las velas tirita y las sombras vacilan provocando un tétrico ambiente. Blasfemias, amenazas, pactos que derivan en la locura de dos “amantes” tras esas puertas. Cuando creyó no poder ser sorprendida por su nuevo juguete, este rompe una de las sillas al lado de la cama y clava la estaca sobre el hombro de la vampiresa. Eisheth ruge enfurecida. Aprovechando el desconcierto de la mujer, él escapa derribando la puerta.
La conmoción es aterradora, una pareja logra ver el cuerpo del Inquisidor salir, ambos quedan impactados ante la deformidad y la cantidad de sangre sobre sus ropas. Al salir ella, se deshace del pequeño detalle. Borra sus recuerdos e introduce en su mente una ilusión diferente. Los obliga a apoderarse de la habitación en la que ella se encontraba orillándolos a eliminar cualquier evidencia de presencia vampírica ¿Para qué más sirven los humanos si no es para ser el títere de un ser supremo?.
Por el largo pasillo, persigue al esperpento hasta que este osa en irrumpir en una de las habitaciones. Para su sorpresa, Eisheth observa como su mascota retrocede dos pasos hacia atrás horrorizado. Regresa la mirada hasta su creadora y pregunta “Por qué”. Ella lo alcanza, asoma la cabeza hacia dentro de la habitación y lo primero que ve es a una mujer tirada sobre el colchón, ensangrentada, muerta con los ojos abiertos. Toma del cuello al Inquisidor y lo empuja hacia adentro. Cierra la puerta con furia y mantiene a su hijo callado a la espera que salga el dueño de semejante obra. -Ese olor- Musita en nostálgico suspiro.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Dom Ago 12, 2012 7:27 am

Debo admitir que una buena ducha de agua fría me relajaba lo suficiente como para mejorar mi fantástico humor de aquella noche. Sentir la indiferencia de mi cuerpo ante aquel frío, que era como yo de por si estaba, me hacía sentir de alguna manera viva. Algo con lo que podía identificarme, mucho mejor que con el calor. El calor, que me recordaba al sol. Sol que me quemaba con solo acariciarme. Una auténtica molestia. Tanto como la mujer que yacía muerta en la cama de la habitación. Sumergí mi cabeza y quedé dentro del agua por un buen rato, pues como bien sabéis ni respiro ni necesito de oxígeno para vivir. Un ―Según como se mire― placer de aquella vida eterna. Estar bajo el agua también me relajaba, taponaba ligeramente mis sentidos y me permitía concentrarme en lo único que era verdaderamente importante. Para mi. Resultaba fastidioso escuchar los gritos ―Ya fueran de placer o de dolor― provenientes de otras habitaciones, así como conversaciones. Por no hablar de los olores. Olor a sangre, mezclado con comida humana de todo tipo y putrefacción de vete tu a saber qué. Mi humana había muerto demasiado recientemente como para que destilara ningún mal olor, a parte del de sus fluidos sexuales por las horas que habíamos pasado juntas. Otra cosa que me relajaba, pensar en ello, olvidándome del pequeño percance de haberla asesinado. Aunque, para qué negar la evidencia, sí me había resultado placentero quitar una vida después de tanto tiempo. Sentir el último aliento, los gritos mientras el cuerpo se queda sin vida. Salí a la superficie con un gemido, apoyando la nuca en el borde de la bañera. Mi humor se había recuperado.

O eso creí. En el preciso momento que dispuse a relajarme, un ruido de lo más desagradable entró en MI habitación, acompañado también de un olor que dejaba mucho que desear. ¡Ah! ¿Es que no se acabarían nunca las interrupciones! Parecía que aquella noche estaba destinada a malhumorarme fuera cual fuera el motivo. Salí de la bañera en un salto, sin preocuparme por taparme o porque estuviera mojando el frío suelo, aquella era mi habitación y por eso hacía lo que se me pegaba la gana. La visión que me encontré al salir del baño fue de lo más horrenda. Un hombre desfigurado y mutilado que parecía huir de algo, probablemente, de quién le había echo todo aquello. Y no, antes de que lo penséis, por supuesto que no sentí lástima. No era mi problema, además de que yo misma había disfrutado realizando semejantes tareas tiempo atrás. Mi hastío continuaba. ¿Se puede saber qué haces aquí? El hombre miraba hacia la chica, claramente sorprendido. ¿Tan raro resultaba ver una mujer desangrada en un lugar de mala muerte como aquel? No podía entenderlo. La puerta se cerró de golpe entonces y el desfigurado pareció dirigirse hacia alguien en inteligibles palabras que no me molesté por escuchar con claridad. Con quien me las iba a ver era con su dueño. Una vez más, eso creí.

Lo que se apareció ante mi, no pudo dejarme más sorprendida. Eisheth Murmuré, más como un pensamiento que otra cosa. Era ella, la que estaba frente a mi. ¿La dueña del engendro? No me extrañaría nada, claro, compartíamos bastante aficiones. Entre ellas la tortura a humanos. Sin embargo, que fuese ella no hizo sino aumentar más mi furia. ¡Vaya! Veo que has estado realmente ocupado estos días Reí de manera burlona. "Será porque has preferido estar torturando a estar conmigo" es lo que pensé para mi, que ella nunca sabría. Esa frase no solo era estúpida sino que demostraba algo de lo que yo carecía. ¡No podía haberla extrañado! Me concentré en cerrar mi mente para que ella no pudiera penetrarla, del mismo modo que ni siquiera puse interés por leerle los pensamientos. Me molestaba en demasía todo aquello. Ya ni te acuerdas de esta habitación, por lo que veo Escupí las palabras, ignorando ahora al hombre. En un último momento de cruzar miradas, le di la espalda. Por si no lo has notado, estoy ocupada. Puedes largarte con tu juguete a donde se te pegue la gana Gruñí encaminándome hacia el baño con la intención de volver a meterme en la tina. Aunque sabía que nada, absolutamente nada, iba a poder cambiar mi humor en los días venideros. ¡Bah! Ella no era importante en mi vida, nunca lo había sido. Una maldita mujer más. ¿De eso trataba de convencerme?.
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Mensaje por Ashanti Pattakie Mar Ago 28, 2012 12:39 am



El mundo podía caerse a pedazos y a esa mujer le resultaría indiferente. Pero si existía algo, por más minimalista que sea, que pudiese desbocar su comportamiento sería la pelirroja. La voz de Borsika resonó dentro de su cabeza y el estallido de sus frívolos comentarios le pareció ser más una cantata divina que la indiferencia a la cual ella deseaba hacer referencia. Para Eisheth las emociones son un juego, gana aquel que pueda simular mejor lo contrario a lo que está sintiendo, pero no sólo eso, ya que si fuese tan sencillo aquel que estuviese derrumbado por alguna pena, danzaría al ritmo de un vals para festejar su alegría. La complejidad radicaba en que los demás se tragaran en patético cuento sin hace uso excesivo de las palabras malintencionadas o el cúmulo de movimientos innecesarios. Entre la dama frente a si y ella, había mucho que recorrer antes de saber lo que realmente sentían ambas. Arqueó una ceja ante su despectivo comentario. No esperaba menos de Boriska, siempre tan agresivamente encantadora y vacía que le hizo esbozar una sonrisa de autocomplaciencia. Desvió la mirada hasta el esperpento que yacía al lado de la cama para después rodear los ojos. –No es como si no tuviese nada que hacer como el acostarme con cualquier ramera- Volvió a posar sus ojos en ella. Su voz fue vulgar, como normalmente actúa frente a los desconocidos, como si en verdad su edad fuesen esos inmortales diecisiete años y no los seis siglos que se enmarañan en su cabello.

Evitó sostener la mirada, no podía mantenerla fija en ese cuerpo. No cuando las gotas del agua le gritaban al rosar cada curva de su aterciopelada piel, no cuando la desnudez incitaba al deseo más de lo que la lujuria podía soportar en su incipiente depravación. Se sentó al borde de la cama, estiró la mano hasta su nuevo proyecto y de un solo tirón arrancó el corazón de su pecho. El órgano yacía en sus manos. Era una pieza perfecta, digan de colección pero no estaba ahí para proclamarse la mejor cazadora, sólo había cumplido con su objetivo. Deshacerse del infeliz que le perseguía como el gato al ratón, sin sospechar que ese ratón tenía pacto con el diablo. Rodeo los ojos –No me gusta aferrarme a lugares, ni a objetos, ni a personas- Arqueó una ceja. La tonalidad de su voz cambió en la última frase. Fue evidente a lo que se refería. Se puso de pie analizando la situación y, aunque hubiese preferido mantener sus ojos en algún punto en particular, tuvo –por orgullo- que levantar la vista hasta donde ella se encontraba con esa infernal belleza que aún causaba estragos en la mente de Eisheth. –Nada de eso sirve, porque en algún punto en el transcurso del tiempo, alguien se atreve a manchar los lugares que tú considerabas sagrados- Realizó un ademán con ambas manos señalando lo que les rodeaba. Si bien, ese lugar en el pasado se convirtió en une estigma dependiente para las vampiresas, ahora para la morena sólo era una habitación más, en cualquier motel, de cualquier ciudad. El nombre no importaba, la compañía tampoco, lo único a lo que podía hacer referencia era al estímulo que sufrió su cuerpo en aquella retirada realidad.

La observó alejarse. Aunque sus palabras pedían que se fuera, en su expresión había otro semblante, uno que Eisheth pudo notar tras verle como aparición fantasmal en cuanto se adentró a esa habitación. Su sonrisa fue amarga, pero el pensamiento que la originó fue inversamente proporcional. –Vamos, Boriska. Acabo de llegar ¿En verdad quieres que me vaya?- Comentó como una niña caprichosa que desea algo que jamás podrá tener. Incluso sus ademanes fueron pueriles. La insoportable idea de que esa mujer le haya dado la espalda sin ningún remordimiento, apareció en sus pensamientos como un maldito demonio que desea destrozar con sus zarpazos cualquier atisbo de esperanza. No iba a permitir que eso ocurriese, menos con Boriska que le resultaba ser algo más que una simple quimera –Sólo dime que me extrañaste y me iré- Le cerró el paso colocándose frente a ella a escasos centímetros. -¿Qué harás Boriska?- Sonrió con la sensualidad derrochándose en cada uno de sus afilados colmillos –Si aceptas que me extrañaste, podrías no volver a verme pero al menos sabría que pensaste en mí.- Mordió su labio inferior –Si no dices nada me quedaré y entonces, una de dos, o estas dispuesta y urgida a que permanezca a tu lado o… no sientes nada por mí y mi presencia te es indiferente- Suspiró apartándose de su camino –Piénsalo, tienes… tres, dos….-
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Sáb Oct 06, 2012 6:53 am

¡Maldita mujer!

¿Quién se creía que era? Una neófita de tres al cuarto, hablándome a si. A mi. A Boriska. Bien sabía que Eisheth no era de las de tener respeto ni morderse la lengua por nadie, ni siquiera por aquellos vampiros que la superaban en más de cuatrocientos años de edad. Aún así, toda ella me enervó. No solo sus palabras o su pose confiada con esa maldita sonrisilla. Esa seguridad de que mi malhumor era solo una fachada que escondía precisamente el quit de la cuestión: Que la había extrañado. ¡Eso! Eso era lo que me molestaba. Que fuera cierto. ¡Imposible! Yo no extrañaba a nadie. Yo siempre había sido como ella y lo seguía siendo. No servía de nada aferrarte a las cosas ni a las personas, al final se marchitaban o manchaban. ¿Entonces por qué maldito motivo habían sonado tan ñoña al referirme a la habitación? Una simple habitación en un motel de mala muerte que no podría resultar más apestoso ni a propósito. ¡Y yo sentía que me recordaba a ella! Por Dios, en momentos como eso, de verdad que sentía cómo los años pasaban factura en mi ablandándome. Por supuesto, a la edad de Eisheth, recordaba aún mi comportamiento. Todavía estaba vengándome por todos los años que había pasado como Kuna. Esclava. Y cuán dulce fue todo aquello que aprendí junto a Anna.

Me obligué a tranquilizarme. ¿Qué estoy haciendo?. Yo, Boriska, perdiendo los nervios por una mujer. ¡Ja Ja Ja!. No. Esa no era yo, de ningún modo. Miré a la humana desangrada sobre el colchón. Exacto. Ya venía alterada por lo sucedido, por no haberme podido saciar. Si algo odiaba además de aquellos que se creían superior a mi, era no quedar completamente saciada. Y luego había aparecido ella, a quien no había visto más de dos semanas, después de compartir más que una cama tiempo atrás. Definitivamente, habían sido demasiadas "emociones" juntas. O lo hubieran sido, si no fuera porque yo estaba más vacía en mis adentros que el propio vacío. Me recordé que yo no era capaz de sentir nada. Nada. Todo venía a través de otros. Eso no mejoró demasiado mi reciente mal humor.

La miré, de arriba a abajo. Era bella. Bellísima. Tenía unos ojos endemoniadamente hermosos y una boca que pedía ser besada a cada minuto. Ridículo ¿Verdad? No me lo tengáis en cuenta. Cuando estaba con ella siempre tenía que cerrar mi mente ¡Jamás se enteraría de mis pensamientos con respecto a ella! A veces, tan ridículamente ridículos que me daban ganas de clavarme yo misma una estaca para desaparecer. Por suerte, estaban "a salvo" en lo más profundo de mi mente. Eisheth... Su nombre se deslizó entre mis labios con suma facilidad, en un susurro casi deseoso. ¿Por qué me preocupaba por lo que esa chiquilla pensara, en lugar de darme cuenta de la situación? Ella había venido a mi. Yo estaba insatisfecha. Ella era mía. Lo sería. ¡Tan ciega que no podía ver ni lo que tenía en mis narices!. Mis labios se curvaron muy lentamente en lo que pretendía ser una sonrisa tímida, por llamarlo de alguna forma. Di un paso hacia ella. Basó el contacto de uno de mis dedos por la piel de su cuello para excitarme. Oh, ella siempre lo conseguía. Conseguía llevarme al límite y eso era lo que necesitaba. Antes de darle tiempo a si quiera moverse, pegué mi cuerpo al suyo y la atrapé entre mis brazos que rodearon su cuello. No permitiría que se escapara. Se arrepentiría de no haber aprovechado mi ataque de furia para esfumarse. Y tanto.

Solté una carcajada. Jamás te extrañaría Murmuré, pronunciando cada palabra con cuidado esmero y lentitud. Mis ojos no se apartaban de los suyos. Me atrapaban, aunque ella no lo supiera. Puedo ir con cualquier ramera como bien has dicho Sonreí. Los pezones ya erectos se frotaron sutilmente contra el pecho de ella, tapado por su ropa. No duraría mucho puesta. Sin embargo.. Me relamí, casi involuntariamente. No saben satisfacer mi apetito, tú me conoces, ya sabes que soy.. insaciable Entreabrí los labios a penas unos milímetros. Lo suficiente para que viera los pequeños colmillos más sobresalientes. Curiosamente, me acababa de entrar un hambre voraz. Y no solo de sangre. ¿Harás algo al respecto? Seguro que tú tampoco me extrañaste Reí, de nuevo. Y pensar que había estado a punto de desaprovechar aquella oportunidad. Aún así, le haría pagar bien caro su desfachatez para conmigo.


Siento la demora D: Andaba en ausencia!
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Mensaje por Ashanti Pattakie Vie Oct 12, 2012 4:57 pm



No podía negarlo. Despertar al demonio tiene sus consecuencias, Eisheth lo aprendió de la peor y la mejor forma porque esa mujer que corresponde al nombre de Borsika fue quien le regreso el éxtasis a su vida sin sentido. Los caprichos se fueron exagerando con el paso del tiempo, cada vez más exigentes y por ende más difíciles de conseguir. Cuando la conoció a ella, la idea de tenerla rendida a sus pies pasó por su cabeza en más de una ocasión. Parecía imposible, ella era tan lejana que entre más rechazaba a los hombres o a cualquier otra dama que se le aproximara, más excitante se volvía para si misma. Bastó una maldita mirada, una sola carcajada y un único rose de sus cuerpo para que ambas se condenaran al mismo tiempo. No, no sabía exactamente que era lo que Borsika le hacía padecer mientras la enfrentaba en la cama, y siempre prefería ignorar el hecho de su aparente necesidad de estar cerca de ella o si quiera sentir su perfume naufragando por el aire hasta llegar a sus fosas nasales. Se sentía enfurecida. Ese orgullo incipiente no permitía que corriera a buscarla en medio de la noche y suplicase se quedara con ella. ¡No! ¡Jamás lo haría! Eso sería aceptar sentimientos que no tiene y darle el suficiente poder a alguien para destruirla.

Sus azules ojos se clavaron en los ajenos, sintió el restregar de sus cuerpos. La excitación comenzaba a apoderarse de ella. La piel se le erizó. Una curva atavió sus labios, escuchar su voz enardecida por los errores de una mujer, le era un juego que sólo ellas podrían comprender. Cada uno de sus movimientos le develaban el tormento que había padecido al estar lejos de ella, por supuesto no lo aceptaría de la misma forma en la que Eisheth negaría cualquier sentimiento. Jadeo. La vampiresa no era lo suficientemente fuerte como para permanecer inmune a lo que Borsika le hacía ¡Desgraciada e infeliz! El sólo roce de sus labios en la comisura de los propios tenía un efecto domino. No podía pararlo y tan pronto como ella se había acercado a su cuerpo, el grito de su sexo se hizo presente augurando una funesta noche. La miró con recelo, como si el mundo se fuese a terminar. Un impulso la obligó a besar sus labios pero antes de llegar hasta ellos se detuvo contrayendo todo su cuerpo a la pared. Necesitaba resistirse, que esa mujer entendiera que Eisheth no es un juguete sexual que está ahí, para cuando ella lo desee, pero joder ¡Era tan irresistiblemente apetitoso! Sabía perfectamente que si actuaba repentinamente, no pararía en lo absoluto. ¿Qué hacer? Estaba justo en medio entre su placer y el orgullo. Rugió con furia. «¿Qué harás al respecto?» La pregunta abofeteó su rostro. La maldecía mil veces. ¿Acaso estaba retándole? Si hay algo que la saca de sus casillas, es precisamente que alguien se eleve por encima de ella. Irónico, ambas se encontraban en la misma situación.

-No, tenía cosas más importantes que hacer que pensar en ti- Se carcajeó de la misma forma en la que ella lo había hecho. Intentaba desesperarla y provocar en ella un coraje tan colosal que la obligara a despertar su libido salvaje. Sí, eso era lo que había encontrado en Boriska, un apetito sexual tan incesante como el suyo. –No me retes, que podríamos terminar en… - Desvió la mirada hasta la cama y se mofó en silencio. No hacía falta leerle los pensamientos, tampoco habría que ser inteligente para darse cuenta de la insinuación que acababa de hacer. Sus manos se adueñaron de las caderas de Boriska, se meció de un lado a otro creando un baile casi sensual para ambas. Suspiró cerca de su boca, su vaho se impregnó en las fauces ajenas y comenzaba a perderse en ese mar profundo de sus ojos. Con una fuerza brutal la arrojó hasta la cama al lado de la mujerzuela. Eisheth montó a su dama con las piernas intercaladas. Agazapándose como gata en celo, ascendió por el abdomen de Boriska, jugando con su piel a crear líneas imaginarias con la punta de su cabello. Ronroneó. Subió casi en un parpadeo y, en media fracción de segundo ya se encontraba acechando la boca de su amante. –Debes aprender que, la única con el poder de satisfacer tus necesidades, soy yo- Devoró sus labios con impaciencia. Sus pechos erectos, fueron atrapados en las manos de Eisheth quien los masajeaba con sus dedos. Bajó por el costado de su cuello, mordió, lamió y besó cada centímetro de su piel. ¡Esa atrevida lengua! Jugó a ser un bebé amamantándose de su madre. La punta de su colmillo rasgó débilmente el pezón y, como si fuesen una sola, ella fue quien jadeo al darse cuenta.

-Grrr… Te lo dije, ahora no podrás hacer que me vaya- Utilizó su velocidad vampírica para caer hasta la parte baja de la cama, sentarse frente a ella y abrir sus piernas. Sus ojos, ese par de endemoniados ojos azules, le advirtieron lo que se avecinaba. Los labios de Eisheth chocaron contra las piernas de Boriska, besó el lugar comenzó a dirigirse hasta su sexo entre mordiscos y caricias. Una vez estando tan cerca de su cáliz. Soltó una canturrona carcajada y besó a un costado de su entrada –Todavía no…- susurró subiendo por el vientre. Introdujo su lengua en la cavidad de su ombligo mientras sus manos intentaban acaparar todo su cuerpo. Se movían como los tentáculos de un pulpo. Absorbiendo los espacios vacíos y queriendo multiplicarse para no dejar ni un solo centímetro de piel al descubierto. Rosó su cintura, gozó de sus pechos, se alimentó de sus pechos. Cada caricia, cada beso, cada maldito mimo resultaba ser un paso más a la condenación pero ¿Qué haría al respecto? Nuevamente la pregunta resonó en su cabeza y ella la contestó con un movimiento de caderas. ¡Eso es lo que haría! Recordarle a Boriska por qué no puede estar con otra mujer que no sea ella, hacerle ver de una bendita y jodida vez que era tan dependiente de ella como Eisheth de su mujer. ¡Estúpida obsesión enfermiza!
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Jue Nov 08, 2012 2:18 pm

Eso era ¡Eso era! Unos gestos, unas insinuaciones, un poco de palabrería y ¡Puff! Ahí estaba mi Eisheth. La que se creía poder mantenerse bajo control. La que parecía tan indiferente frente a mi ¡Já! ¿Dónde estaba ahora? Dios, que placer proporcionaba sentirla descontrolarse. Sentir que ponía en práctica todo lo que yo le había enseñado. ¡Porque cuando vino a mi, no tenía una jodida idea de cómo follarse a una mujer! ¡Ni idea! Fue yo la que le enseñó a disfrutar sin un falo. Fui yo la que consiguió excitarla con algo tan simple como mis labios o mi lengua. Fui yo la que la hizo llegar al orgasmo una vez tras otra sin ni siquiera tocarla. ¡Yo! ¿Y ahora salía con el cuento de que no se apegaba a nada? ¡Já! Y mil veces ¡Já!. Nunca sería capaz de desapegarse de mi, solo que todavía la muy estúpida no se había dado cuenta. Pero tarde o temprano lo sabría. Y, entonces, vendría a mi sin tener yo que provocarla. Sin tener que esperar a un encuentro por casualidad. Vendría a pedir por esos placeres que solo yo podía darle. Maldita fuera. Si ella se creía la única capaz de satisfacer mis necesidades pero no al revés, es que todavía me queda mucho trabajo por hacer.

Mi cuerpo se calentó desde el segundo en el que caí sobre el colchón y todo lo que nos rodeaba desapareció. Ahí estaba el descontrol. La posesividad que llevaba dentro. Y, por supuesto, esa estúpida fachada con la que había intentado enfurecerme se había roto en mil pedacitos. Reí en medio de mis jadeos. ¡Se sentía tan jodidamente bien! ¡Ah! Y pensar que creía haber satisfecho parcialmente mis necesidades con la humana. Qué equivocada estaba. ¡Joder! ¿Qué otra cosa me quedaba a parte de reconocer la evidencia? Casi me corro cuando devoró mis labios ¡Y ni siquiera me había tocado de verdad! Un puñetero beso y prácticamente estaba en el clímax. Debo admitir que la enseñé muy, muy bien. Y que tiene mucho potencial. Por ese simple y básico echo, la dejé hacer con mi cuerpo. No iba a interrumpir esa fuente de placer por el insignificante echo de ponerla en su lugar. Para eso ya habría tiempo. Ahora, tenía que satisfacerme. Quería mi orgasmo y ella me lo iba a proporcionar, además, por propia voluntad. Porque ella quería. Esa era mi recompensa. Haber sido capaz de despertarla sin el menor de mis esfuerzos.

― Así.. ― Gemí, una vez más, mientras torturaba a mis pechos y los rozaba con sus colmillos. Me pareció notarlos más alargados de lo normal. Sí, puede que tuviera tanta hambre como yo. Solo de pensar en ello, los propios crecieron hasta rozarse con el labio inferior aun con mi boca abierta. Estaba a punto. ¡A punto! Y la maldita continuaba con la ropa puesta. La tela molestaba a mis manos, que volaban por todo su cuerpo. No podía estrujar sus pechos ni amasar su trasero correctamente si llevaba la jodida ropa sobre ellos. Tenía que hacer algo, rápido. No permitiría que se marchara de allí y bien sabía ella que cumpliría con sus palabras. No se marcharía. No hasta que a mi se me antojara. No hasta que le hiciera recordar todo lo que, fallidamente, habría intentado olvidar desde la última vez. Y a pesar de que eso no llevaría más de unos minutos, lo iba a hacer durar.

Antes de que pudiera tocarme en mi punto más débil, ese que estaba a punto de explotar. Ardiendo. El centro de mi cuerpo. Yo ya había tirado el cuerpo de la muerta al suelo y había colocado a Eisheth ocupando su lugar en el centro de la cama. El goteo de mis labios vaginales se debió hacer evidente para ella cuando abrí mis piernas sobre su cuerpo. Y eso me excitaba todavía más. ― No tan rápido, mira como me has puesto y tú todavía así ¿No te da vergüenza? ― Hablaba en un susurro, jadeando todavía por el inminente orgasmo que me estaba aguantando con todas mis fuerzas. Bajé para devorar de nuevo sus labios, esta vez siendo yo la que llevaba la voz cantante. Mis manos no tardaron mas que segundos en romperle aquello que llevase por sobre su torso y lanzarlo lejos de nosotros. Ahora nuestros pechos se frotaban y los pezones erectos de ambas punzaban unos con otros incesantemente. Mi lengua atrapaba la de ella. No necesitábamos respirar así que no tenía porque dejarle un momento de descanso. No. Atacaba a su boca y arañaba su vientre con mis uñas hasta que olisqueé su sangre. Realmente se las clavé y arrastré.

Cuando abandoné su boca, solo hubo un lugar al que acudí. Mis colmillos lo necesitaban, arañaban mis labios pidiendo por el bendito alimento que los haría volver a su forma original. La sangre de Eisheth pulsaba contra la suave piel de su cuello y mi lengua no tardó en humedecer la zona que iba a ser penetrada. ― Vamos a ver que tan poco me necesitas ― Reí, perforándola a continuación con mis caninos y drenando su sangre a la mayor cantidad que me era permitido. No importaba si la dejaba seca, porque ella era inmortal. Eso sí, sufriría. Y aprendería que conmigo no puede jugar a sus jueguecitos.
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Mensaje por Ashanti Pattakie Lun Nov 26, 2012 7:03 pm



Condena. Estaba segura que ese es el segundo nombre de la vampiresa. Palabra que evoca tormentos, castigos y tiempo. Una descripción amable para sus fauces, piernas, caderas, pechos y cavidades; a mujer frente a sus ojos respondía a eso y mucho más. Extasiada, siguió el ritmo de la hembra jugando con sus manos a moverse por cada rincón de su cuerpo. Las yemas de sus dedos acariciaron la superficie de su dermis sólo con un rose comparado al mimo de un copo de nieve. Al principio idílicos y ardientes, pero cuando dejaba la marca, se volvía sólo una sombra, un rastro frío de aquel rose. Mordisqueó su piel clavando los colmillos por la superficie, succionando la sangre y dejando que las marcas de sus labios ataviaran la desnudes de Boriska. Ella, sólo ella podía provocar esa sensación extraña en su cuerpo y dentro de su ser. No era necesario estimularse la mente con fantasías tortuosas o con la visualización de sangre derramada en cada recoveco de la habitación. El sólo echo de susurrar su nombre y olfatear su esencia, era un punto, el estímulo para llegar a enloquecerla. Ayudó a deshacerse de las prendas que aún sostenían como prisionera a su sexualidad. Rugió ante el poder, el deseo y la fuerza de su amante. Mordió su labio inferior retorciéndose hacia atrás, exponiendo sus pechos, firmes duros y perfectos frente a ella.

La humedad en su cuello advirtió el acto de la vampiresa. Su piel se estremeció. Contrajo los pies se olvido de las demás extremidades y se concentró en la maldita endorfina que corría al lado de su cuello justo donde ella le dejó un rose con su lengua. Segundos después, la boca de la hembra perforo su piel. Jadeo. Se le escapó el aliento como si una masoquista presión estuviese contra su pecho. Sintió como el calambre en la zona se extendía a través de sus sentidos; uno a uno los receptores de su piel se sometieron al placer. Lento, despacio, como si bastara sólo un segundo para realizar todas esas hazañas… Arqueó la espalda y se dejó vencer por las punzadas de su cuerpo. Su cabeza estaba a punto de estallar y en sus pensamientos sólo un nombre se escribía, por supuesto era el de ella. Su mano se deslizó desde su columna vertebral hasta el cuello de Boriska en donde delineó la separación de su cabeza y el resto de su cuerpo con la uña. El líquido viscoso de su sangre brotó de la herida. Los labios de Eisheth succionaron la sangra para después llevar esa misma mano hasta la nuca de ella. Halo sus cabellos apartándola de su cuello.

La edad de los vampiros los hace más fuertes, decididos, poderosos… Boriska le llevaba tiempo a Eisheth pero ambas eran tan despiadadas en la cama que eso no importó. Se movió con espectral rapidez aprisionando el cuello de su amante con la mano. Podría destrozarlo en un apretón, arrancarle la cabeza y tirarla al lado de la cama y aún así, no le causaría la muerte. Esa no era su intención. Irguió su cuerpo mientras la mantenía sujeta para después girarse y azotarla contra el colchón. Los cabellos de Boriska lucieron como las llamas del fuego en el más abrazador de los infiernos. Se mordió el labio inferior callando los gritos desesperantes de sus lascivos pensamientos. Jadeó con una sonrisa y se trepó encima de ella. Los pechos de la vampiresa quedaron frente a su rostro. Montículos que devoró mordisqueando la aureola de su pezón, delineando con su lengua las curvas. El valle entre sus senos, la llamaba con los espasmos de la vampiresa. Deslizándose sobre su piel succionando apenas se le apetecía, dejó un par de líneas enrojecidas sobre su dermis de mármol. Sujetándola por la cintura, se agachó hasta que sus labios alcanzan su abdomen. La saliva humectó con previo aviso la zona en donde besaría y mordería. Pegó la barbilla a su piel y se deslizó hacia abajo, luego hacia arriba. Sus manos bajaron hasta concentrarse en sus caderas. Levantó la mirada y la vio ahí, sometida como sólo ella podía hacerlo. Habría que ser sinceras la una con la otra Eisheth dejaba todo por Boriska y viceversa, sin embargo, el que ella lo supiera, no era una opción correcta. Volvió a bajar hasta toparse con su obligo. Metió la lengua ahí y masajeo reiteradas veces hasta que su piel se enrojecía por la succión de sus labios. Continuó descendiendo y separó las piernas de la vampiresa con la barbilla. Fue hacia el inicio de su pierna izquierda y besó bastante cerca de sus labios íntimos. Rasgó con el colmillo y repitió la acción en la segunda pierna. Se encontró cara a cara con su cáliz. Sonrió y sopló contra este. El frío provocaría una reacción poco ortodoxa pero jodidamente placentera…

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Mensaje por Boriska K. Szöcs Lun Feb 04, 2013 9:13 pm

Poco a poco, con cada gota de sangre que absorbía, cada roce, cada sensación, recordaba por qué es que esa mujer es diferente a las demás. Por qué a pesar de haber estado ignorándome ¡A mi!, a mi que nadie me ignora, por qué a pesar de todo eso, estaba dispuesta a ignorarlo con un simple roce de ese cuerpo endemoniado. Nunca mejor dicho. Ambas eramos unos demonios en cuerpo y alma que no teníamos. Dos iguales que chocan como rompe el mar contra las rocas, con fuerza; muchísima fuerza. Así es cómo se sucedían nuestros encuentros y, definitivamente, ese es el por qué es tan jodidamente bueno tenerla cerca. Una obsesión. Una preferencia. Una debilidad. Me da exactamente igual cómo quieras llamarla porque sea lo que sea, estarás en lo correcto. Mi obsesión. Mi debilidad. No haber encontrado una mujer como ella en todos mis jodidos años de vida es... ¿patético? sí, realmente lo es. Es totalmente patético, más aún por mi parte, darle esa preferencia. Por supuesto que ella no está enterada de hasta qué punto me atrae como un puto imán, solo conoce lo que es más que obvio. Que nuestros cuerpos conectan sin igual. ¡Joder! Es que casi soy capaz de tener un orgasmo con un maldito y jodido beso. Eso es demasiado, hasta para mi. Y mucho más, si es a precisamente a mi a quien le pasa.

Ese líquido rojo del que me llené, aunque no por completo, me excitó si cabía aún más. En todos los sentidos. No solo mi sexo chorreaba, también mi mente y mi cuerpo se calentaban buscando y exigiendo más de ella. Quería más. Quería saciarme, cosa imposible y que, por tanto, no me dejaba otra opción que pedir y pedir. Olvidándome, solo durante ese momento, de mi orgullo. De que yo era Boriska. De que Boriska nunca pide; Boriska siempre recibe con solo pestañear. ¡¿A quién demonios le importaba eso cuando estaba hirviendo?! Maldita fuera Eisheth, sin embargo, por arrastrarme de tal forma hasta perderme a mi misma. Maldita fuera, por tener en su cuerpo el jodido nectar que me hacía revivir de entre los muertos. Sí, supongo que esa es la mejor forma de definirme cuando jodo con ella; me vuelvo completamente humana. ¿Será eso, tal vez, lo que más me atraiga? Poder revivir esas sensaciones que ya de por sí obtengo con el sexo habitual, viéndose amplificadas con esa vampiresa sin saber el por qué. Claro qué, aquí, no solo soy yo la que se hunde hasta el fondo. Ella viene conmigo. Vendrá conmigo. No puedo saber si ya se siente como yo, o solo forma parte de su ser corresponderme de tal forma, pero si no lo siente; por lo más sagrado que lo acabará sintiendo.

Con brusquedad y aprovechándose de mi debilidad mientras bebía de su cuello, Eisheth me tumbó. La muy cabrona. ¿Se supone que debía simplemente dejar que ella dominara la situación? Así es cómo funcionaba. Si yo me ponía arriba, ella trataba de derribarme. Cuando lo conseguía, era yo quien trataba de derribarla. Lucha de dominantes que, al final, entre una cosa y otra acababan enrredándose sin especificar rango alguno. No podía ocurrir, bien lo sabía. Sabía que se sentía igual que yo. Quería hacerme suplicar, hacerme gritar, desgarrarme de placer del mismo modo que yo quería hacérselo a ella con toda la fuerza de la que disponía en ese momento. Siendo ambas vampiro, seguíamos estando igualadas. En todo. Joder, es realmente una putada. Pero una putada genial, para qué negarlo. Rápidamente el cuerpo de Eisheth se echaba sobre el mío. Primero devoró mis pechos, una eternidad después siguió mi vientre. Cada vez mis ansias crecían y crecían, aunque solo lo demostraban mis manos que rajaban la sábana que sostenían. La tenía encima, lamiéndome, rozándome y mordiéndome en cada rincón; pues iba a disfrutarlo. Hasta que finalmente sus labios se posaron dónde más yo lo deseaba. O eso me dejaba entrever. Gemí, de forma totalmente intencionada, cuando sopló frente a mis labios vaginales. ¡Joder! Eso era lo que quería. Ya lo tenía. Maldita fuera, una vez más.

Una de mis manos voló hasta su hermoso y largo cabello lacio, apresándolo con fuerza. Con ella no tenía porque reprimir una fuerza sobrenatural porque, por mucho que la desgarrara, seguiría con vida. Y causarle la muerte no estaba dentro de mis planes más cercanos. Tiré hacia arriba, obligándola a que se separara unos centímetros de mi intimidad. Podría haberme echado sobre ella pero.. no, mi mente había pensado algo ciertamente mejor por el momento. Después de relamer mis labios, todavía con el sabor de su sangre escurriendo en ellos, me incliné para besarla con brutalidad. Esa sensual brutalidad innata en nosotras, irónicamente, convertía ese encuentro salvaje en algo bello y excitante. Te voy a dejar jugar un rato, Eisheth, solo asegúrate de hacerlo como tan bien lo sabes No quise romper en ningún momento la unión de nuestras bocas, por lo que fueron mis pensamientos los que le hablaron telepáticamente. Otra ventaja a añadir en nuestros encuentros; las palabras estaban de más.

Y sin darle tregua, tras romper el beso la guié una vez más a su destino de origen y de final. Yo. Lo más profundo y sensible de mi. La guié, casi hundí, en mi interior. Porque no había palabras en el mundo lo suficientemente descriptivas para decir cuánto la quería allí.
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Mensaje por Ashanti Pattakie Mar Feb 26, 2013 12:13 am


Siniestra. Ese era su nombre en todos los sentidos de la palabra, la forma en la que hablaba, en la que se movía, actuaba y sabía. La pelirroja fue suya desde el primer instante en que cruzaron la mirada, lo peor es que ni siquiera hubo necesidad de persecución o molestarse en hacer usos de sus trucos inquisidores, ella cayó por cuenta propia en las sábanas malditas de la vampiresa. El problema radica en que, caía en la cuenta de su completa sumisión ante ella, en su total y jodida dependencia a su inconfundible sabor. Se volvió adicta al éxtasis extendiéndose por cada centímetro de esa impúdica y perfecta piel. Sí, estaba completamente perdida en el fantasioso roce de sus dedos sobre cada fina curva que moldeaba el cuerpo ajeno, lo mejor, su sexo. En él, podría ahogarse interminablemente hasta la eternidad y gustosa entregaría el resto de sus noches sólo por probarlo una vez. Así, con el pensamiento embriagado por el deseo de ella y nada más que de ella, su lengua se paseó por sus labios exteriores. Delineó su contorno con la punta de esta y después succionó cada uno. Era su boca un vacío infinito, era la flor de Boriska el alimento perfecto. La notó mojada, sonrió. Desenfundó los colmillos una vez más, para remarcar la unión de sus piernas con ellos. El rojo de la sangre contrastó con su pálida piel, esa maldita vampiresa era toda una obra de arte, seguramente el infierno estaría inspirado en ella. Se sumergió en su sexo, movió la lengua alrededor de su entrada. Su saliva se perdió entre los fluidos de la mujer bajo su encanto, se perdió en el sabor idílico de la mezcla. Primero un dedo, después el otro. Masajearon la zona en un preludio a su intromisión. Casi fue como el susurro del viento al meterse en ella. Escuchó el sonido producido por la mucosa y sus dedos intentando llenar el hueco de su cáliz. Se separó de ella y el cabello cayó entre sus piernas, sólo para acariciar por efímeros segundos la zona que atacaría a continuación, su clítoris.

La punta de su lengua roso con pericia el pequeño dulce. Las caderas de Boriska cedieron al contacto, quizá no fue un movimiento sólido, pero podía escuchar y sentir su excitación tanto o igual como la propia. Enjuagó su humedad con la saliva y succionó queriendo devorar todo a su paso. Clavó la barbilla, jadeó dejando que el frío de su aliento le embriagase, pero el jodido sabor de ella era más placentero que la completa idea de hacerla sufrir un poco. Sus dedos se movieron cada vez más rápido, masturbando, gozando el contacto con su interior. La lengua de Eisheth se movía de atrás hacia adelante, con la mano libre se aferró a sus muslos y la levantó por encima de su rostro para tener un mejor acceso a su intimidad. Aceleró, no sólo con sus dedos si no también su boca había emprendido una carrera. Mordisqueó, empujó, succionó, rasgó. Los dedos se quedaron marcados sobre la marmórea piel de Boriska en sus glúteos. Embistió con su rostro, una, dos, tres veces fueron las estocadas. Su nariz se perdió en el inicio de su cáliz, su lengua recorría la entrada hasta el clítoris y sus dedos… cuando pudo sentir la sensación caótica de su venida, se separó abruptamente de ella. Se convulsionó sobre si y la castigó golpeando su vientre con la yema de los dedos. No dolió, al menos no ahora, sólo fue un delicioso ardor, una amenaza. Arrojó la cabeza hacia atrás, se agazapó sobre Boriska y la cubrió con su cuerpo con pereza. –Aún no- Le dijo con una ceja en lo alto. Si sabía lo que le convenía, la pelirroja tendría que retrasar ese orgasmo lo más que pudiese. ¡A Eisheth le gusta jugar! Ronroneó subiendo con delicadeza hasta sus labios sin apartar la mano ocupada en su cavidad. Antes de besarla, usó los fluidos alojados en sus dedos para delinear sus labios como si se tratase de un colorete. Sonrió con sarna amenazándola para que no se le ocurriese relamerse ella misma y probar de su éxtasis por si sola. Se agachó para alcanzarla nuevamente, se relamió sobre la comisura de su boca y, tras unos tortuosos segundos, al fin se dignó a besarla.

La explosión de sabores entre la dulce saliva y lo salado de sus jugos, engarrotó todos sus músculos, tensándolos hasta que el hormigueo en su vientre apareció previo al orgasmo. Sonrió. ¿Cómo era posible que sin tocarla con sus propias manos, Boriska pudiese darle un orgasmo a la ingenua de Eisheth? Jadeó al sentir su creciente éxtasis. La rodilla de la vampiresa subió hasta la entrepierna húmeda de la pelirroja, se posó ahí para rosarse una y otra vez contra su abertura. No pasó mucho tiempo antes de que pudiese sentirse completamente bañada de si. Antes de que pudiera notarlo, la vampiresa hizo uso de su fuerza para hacerla girar sobre la cama. Boca abajo, tuvo completo acceso a su espalda, donde besó con vehemencia. Cada centímetro, cada poro, cada parte desnuda de ella, fue devorada por sus impacientes labios. Metió su pierna entre las de ella. Rugió descendiendo por su espalda hasta llegar a sus glúteos y separarlos. Con ambas manos la levantó para meter el rostro debajo de ella e iniciar de nuevo con el ritual, esta vez si le permitiría llegar más allá del éxtasis.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Lun Abr 29, 2013 1:02 pm

Y tanto que lo hizo.

Desde el primer momento en que le di vía libre para saborearme, supe que también le estaba dando poder sobre mi. Sobre mi centro, el lugar más sensible de todo mi cuerpo. ¡El lugar sagrado! Yo profanaba vaginas ajenas continuamente, pero la mía.. la mía era diferente. Por supuesto que la habían “profanado”, porque aunque me encantaba torturar a otros, que me dieran placer formaba parte del juego. Sin embargo, siempre había sido de forma controlada. Yo les ordenaba, ellos obedecían con fe ciega y sin posibilidades al descontrol. Para ese momento, yo ya los tenía completamente controlados. Humanos, por supuesto. A vampiros como Eisheth sabía perfectamente que era imposible llegar a controlarlos por completo, por el simple hecho de que eran de mi propia especie. Y mi especie era muchísimo más fuerte, incluso entre los más débiles de ellos. Y por eso mismo, darle este tipo de libertad sobre mi, estaba siendo un peligro. Un peligro al que me enfrentaba cada vez que follábamos. Ella era igual que yo, en ese sentido. Quería poder. Quería control. Controlarme, tanto como yo quería controlarla a ella. Quería sodomizarme, llevarme al clímax una y otra vez sin descanso. ¡Y Demonios! Lo conseguía, una y otra vez, me torturaba con su lengua y sus dedos. Dispuesta a relajarme y disfrutar, ese era el plan, dejé caer mi cuerpo hacia detrás con las piernas completamente abiertas a disposición entera de la vampiresa. Mis manos, por encima de mi, se aferraron a las sábanas y tiraban de ella por cada espasmo de placer. Rasgándolas. Se escuchaban los jirones que producía cada vez que su lengua me penetraba junto a sus dedos, o sus colmillos rozaban mis labios vaginales. Y cuando alcanzó mi clítoris, incluso dejé escapar gemidos que había estado conteniendo. Obedeciendo a mis palabras, lo estaba haciendo como tan bien ella sabía hacerlo. E incluso mejor de lo que lo recordaba. Por Dios y por Lucifer. ¿Cómo no extrañarlo? Extrañar ese cuerpo, esos labios, ese rostro.. Ese todo. Extrañarla. Que miedo me producían esas palabras, porque no debían ser pronunciadas ni dadas a entender jamás. De ser así, caería hasta lo más profundo. Por una mujer.. No. Tenía a cuántas deseaba y más. Eisheth me volvía completamente loca, me extasiaba y la deseaba como no había deseado a otra desde Anna, pero ella nunca lo sabría Moriría antes de eso. Prefería la muerte a sentirme completamente débil frente a alguien, mucho más frente a alguien como ella. Darle poder para destruirme o desquiciarme en absoluto podía ser una buena idea. ¡Ni de puta coña!

Por eso, momentos como aquellos, eran los que tenía que vivir y disfrutar al máximo. Puro sexo. Éramos vampiros, no teníamos sentimiento alguno. Sólo follábamos por el inmenso placer que nos producía a ambas. Sí, a ambas. Podía oler perfectamente su coño húmedo, mezclado con mi propio olor. Sabía perfectamente lo excitante que era lamer, y todavía más, sabiendo que pocas me tenían de la forma en que me estaba teniendo ella. Era igual para mi. En ese sentido, nos parecíamos hasta tal punto que asustaba y extasiaba al mismo tiempo. Juntas éramos una bomba, separadas todavía más. Y si no fuera porque ya estaba todo lo mojada que podía llegar a estar, y más excitada que en mucho tiempo, también me habría puesto cachonda de imaginarme lamiéndola y sodomizándola. Algo que, tarde o temprano, llegaría. Oh sí. Pensaba cobrarme segundo a segundo que me hacía perderme en el éxtasis. Pensaba cobrárselo con altos intereses que ambas disfrutaríamos del mismo modo que hacíamos en ese momento.

Aún con el placer que me producían sus caricias, mi cuerpo anhelaba más. Anhelaba devolverlas. Quería tener su culo sobre mi, su cuerpo entero, sólo para deleitarme en acariciarlo mientras me lamía. De ser así, sin duda, no habría podido parar mi orgasmo por mucho que ella se separase abruptamente de la manera en que lo hizo. ¡Maldita! Al borde del precipicio era como me había dejado. ¡Totalmente a punto de correrme! Pero no, claro, ella tenía que separarse justo antes y sonreír de forma descarada, porque si no no estaría contenta. Si no, no haría manifiesto de su control momentáneo sobre mi. Claro que lo sabía. Lo sabía perfectamente. Maldito fuera el destino, por haberme cruzado con una mujer tan exacta a mi. Con mis mismos deseos de control y muchas de mis extrañas aficiones por los humanos. Tan parecidas, que no podíamos estar juntas más que para follar ¿No es irónico? Supuestamente, las personas que se parecen se atraen, y no sólo para tener sexo. En el mundo humano, claro. En el mundo sobrenatural, como siempre, todo tenía que ser diferente. Totalmente diferente.

Tenerla de nuevo sobre mi fue todo un placer, y más en ese momento en el que me encontraba completamente sensibilizada a cualquier sensación. U olor. Oh, sí, olerla de nuevo. Oler mi excitación mezclada con la suya. Cuán fácil hubiese sido alargar mi mano sólo para corroborar esos olores, sólo para comprobar cuán húmeda se había puesto por saborearme. Eso me complacía en grandes cantidades. ¿No es obvio? Puede que me haya sometido a su lengua, pero yo he sido capaz de humedecerla sin ponerle una mano encima. Automáticamente mi boca se curva en una sonrisa mientras “obedezco” a su mirada, que me advierte que no haga ningún movimiento y me mantenga sumisa a ella. Eso es lo que quiere. Me dio la vuelta y alzó mi trasero, descendiendo lentamente hasta mis glúteos que no dudó en explorar. Esta vez era la definitiva. Mis manos se agarraron al cabezal de madera y la cama entera se movió al son de mis embistes. Su lengua me follaba y al mismo tiempo yo hacía lo mismo con su cara. Aullé al llegar al orgasmo y arranqué de lleno lo que mis manos sujetaban en ese momento. Decir que me había corrido sonaba demasiado simple.

Esta era mi oportunidad.

Algo bueno de los nuestros, es que “descansar” para recuperar fuerzas tras algo intenso era innecesario, puesto que nos recuperábamos con una facilidad a destacar. Por eso, tirarla sobre la cama allí mismo dónde estaba colocada y abrirle las piernas con mi propio cuerpo fue cosa de unos segundos. Su cabeza colgaba en el borde y me aseguré de que mis fluidos, todavía chorreando, cayeran en su obertura. Sin tocarla. Sin frotar su vagina contra la mía en ningún momento. Sonreí antes de devorar su boca con ansia, como no me había dejado hacer antes. Aplicando la fuerza necesaria mantenía sus piernas estiradas al máximo, esta vez no iba a poder quitarme de encima.

Ahora mando yo, y es tu turno de suplicar.
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Mensaje por Ashanti Pattakie Sáb Mayo 11, 2013 2:22 am


El réquiem repicaba en su cabeza, ofuscando sus pensamientos uno a uno con la mayor intensidad de la que era posible soportar. Cada sonido, cada bramido proveniente de su interior, era sólo una nota resonante dentro de la majestuosa melodía que el sonido de sus cuerpos producía al unirse de esa manera. Los lengüetazos, el golpeteo húmedo de su rostro contra su cáliz, el saborear y el hecho de tener que tragarse la viscosidad que desprendían sus entrañas como bálsamo pata los enfermos, no sólo era un gusto culposo, si no que también, se había convertido en algo más que su delirio y la razón presuntuosa de volver ahí, con ella, una vez y reclamar con insipiente fechoría algo que le pertenece. Sí, sí, sí. ¡Ella era completa y totalmente suya! Lo supo al verla desgarrar las sábanas, al verla trozar la cabecera de la cama y sucumbir a ese alarido libidinoso, húmedo, cálido, desesperado, extasiado y liberador gemido de sus labios. No había marcha atrás, Boriska era completamente suya y eso, más que llenarla de satisfacción exacerbada, le producía escozor. Pero Eisheth era masoquista y masoquista, le gustaba la idea.

El borde de la cama golpeó en su cuello, su cabeza se inclinó sobre este en un ángulo de noventa grados. Colgaba como si se tratase de alguna especie de adorno particular en el muro de la depravación, así se sentía. Gota a gota, el jugo de la pelirroja cayó en su cavidad. Fue la lluvia majestuosa de su esencia, la que inundó su centro y, con cada resbalar del fluido, las sensaciones se disparataban por lo largo y ancho de su cuerpo. Los bellos de su piel se erizaron por completo. Separó sus piernas dispuesta a darle la bienvenida, pero era claro que ella tenía otro tipo de plan. Esperó expectante, siempre haciendo que sus fantasías a la arrastraran al preludio del clímax. Se quejó. Debajo de ella, la morena suplicó el rose de sus labios o la cercanía de su cuerpo con el suyo. Quería, deseaba, que sus pechos rosaran su delicada e hipersensible piel. Necesitaba que fuera su lengua la que delineara la estructura de sus músculos y, al final, que sus pliegues devoraran a los suyos en repetidas, constantes, placenteras, convulsiones sensitivas. Como siempre, esa mujer con melena de fuego, logró sacarla de su ensimismamiento trayéndola de regreso a la realidad, una que no estaba nada lejos de sus fantasías, pero en la cuál, aún podía sentir el ardor de su pelvis a espera de Boriska. Su Boriska.

No la tocó, ni siquiera la rosó y el cuerpo de Eisheth se convulsionó debajo de ella. Suplicaba por la mínima atención de sus dedos o labios, no importaba lo que fuese, con tal de que lo hiciera ¡AHORA! Chilló, amortiguando su tortuoso alarido con la garganta inclinada en ese extraño ángulo. Sus piernas se estiraron y su amante se deslizó por encima de ella. Observando su sonrisa, la morena, muerde su labio inferior desgarrando la comisura y dejando que la sangre invadiera su piel. Una línea escarlata atavió la curva de su mejilla derecha para irse resbalando poco a poco por el lagrimal interior de su ojo. Levantó las manos para apoyarse del suelo. Jadeó. Sus labios fueron callados con un beso desbordante de lujuria, más que lujuria, era hambre, ese tonto y estúpido hambre de la fruta prohibida. No es que Eisheth lo fuese, tampoco que Boriska representara la elegancia de lo inalcanzable, si no que más bien, y de una forma irrealista, ambas sabían lo que la otra pensaba, quería y añoraba más que a nada en ese preciso momento. Estremeciéndose a su contacto, la morena desechó los pensamientos perturbadores sobre el sentimentalismo y se dedicó a prestar más atención en la hipersensibilidad de su piel, era como estar al rojo vivo por debajo de ella. Se quemaba, se consumía. Sus manos se despilfarraron en la nuca de Boriska, acariciando sus cabellos y halando de ellos de vez en cuando para exigirle no cesar en su cometido. Era obvio que la excitante tortura, apenas había comenzado y, en definitiva, suplicaría por ella, por tenerla dentro, por mojarse y liberarse en su honor.

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Mensaje por Boriska K. Szöcs Lun Mayo 27, 2013 7:56 am

La tenía dónde quería. Dónde me merecía, después de que hubiese estado “torturando” mi cuerpo durante un buen rato con esas constantes oleadas de placer que me proporcionaba. Placer que no dudaba en arrebatarme justo cuándo estaba a punto de liberarse. Esa había sido la real tortura, me excitara o no ¿Cómo osaba a hacer semejante jugarreta? Es bien cierto que yo misma le había permitido tener poder sobre mi. Ella, al igual que yo, era poderosa. No hubiese sido divertido, a pesar de la extraña forma en que nos encontramos, acorralarla y tenerla a la defensiva para el resto. Había sido, sin duda, mucho mejor dejarla creer que ella poseía el control de la situación. Hasta entonces. Ahí ya se acabaron los juegos. Estaba bajo mi control, en todos los sentidos, y no la iba a dejar escaparse tan fácilmente. No cuándo había estado, además, ignorándome durante semanas. ¡Que eso no se me olvidaba! Por supuesto que no. No se me olvidaba el tiempo que había gastado, malgastado, pensando en ella. Intentando sustituirla con infinidad de mujeres que no lograban satisfacerme de igual forma. Ni siquiera los de mi propia especie. Saber que ella producía un efecto especial en mi me había carcomido cada segundo, todavía me carcomía en ese preciso instante, alentándome a torturarla más duro. Y sabía que le iba a gustar, además. Ella era masoquista, tan masoquista como podía llegar a serlo yo misma. ¿Sería eso? Ese, el motivo por el que nos atraíamos tanto. Ser tan jodidamente parecidas que no podemos esta ni cinco minutos sin jodernos, de una forma u otra. Fuera lo que fuera, continuaría siendo un misterio, intuía, por el resto de nuestra existencia así fueran centenares o milenios. Ni siquiera podía saber si volveríamos a vernos. No cuándo nuestras personalidades eran tan volátiles, no cuándo mi orgullo y el suyo superaban habitualmente a nuestro deseo. Deseo que, al mismo tiempo, podíamos satisfacer con otros. Aunque no se sintiera igual.. Ni para mi, ni para ella. Si somos iguales en otras muchas cosas, esto no será la excepción. Es una debilidad, muy grande, pero también una ventaja si sé aprovecharla adecuadamente. Sonreí, mis pensamientos aunque algo turbios me excitaban. Pensar en ganar. En el echo de estar sobre ella, en ese momento literalmente de echo, no podía más que alegrarme y divertirme. Eso es. Es sólo un juego. Un juego que quiero ganar y en el que me quiero divertir de un modo u otro. Nada más. Eisheth no significa absolutamente nada más para mi.

Su piel es suave y blanca cómo la mía propia. Es hermosa e increíblemente apetitosa para mi en esos instantes en los que la recorría con mis labios. Centrándome, primeramente, en sus pezones; que mordí y lamí varias veces trazando surcos de saliva, antes de perforarlos con mis colmillos. Lo justo para que salieran dos gotas de sangre en cada uno. Al mismo tiempo, no le quitaba el ojos de encima, asegurándome de que ella me viera también. Que viera mi sonrisa mientras le exprimía los pechos como si de una vaca, fuente de alimento, se tratara. Y cómo lo disfrutaba. Sin embargo, y aunque me hubiese quedado allí por siempre, debía continuar. Decantándome por separar una mano en lugar de los labios, que todavía seguían ocupados en lo suyo, acaricié su vientre. Pasé una pierna por sobre una de las suyas, apartándome lo justo para dejar libre su vagina que no tardaría en explorar. Y no contenta con ello, frotaba la mía propia contra su rodilla. No sólo para darme placer, también para impregnarla con mis fluidos que continuaban saliendo con cada roce, demostrándole lo muy excitada que estaba. No se había acabado para mi. Del mismo modo que ella casi había alcanzado el orgasmo dándome placer, bien sabría que me ocurría exactamente lo mismo. Qué delicia. Tenía su cuerpo completamente sensible a mi disposición, y sólo podía retener mis ganas de devorar su sexo con ansia, paseando mi mano por su pubis. Sin tocarla allí. Aún. ¡Eran tantas las ganas de torturarla! Eisheth, tan poderosa como era, sometida por mi. Dios, sólo de hacerme a la idea, mis caderas se movieron con más ímpetu. Quería terminar, por segunda vez. Y así lo hice.

Separándome de sus pechos, ahora manoseándolos exclusivamente con mis manos. Bueno, más que manosearlos, parecía que lo que quería era arrancarlos de su cuerpo. Cabalgaba sobre la rodilla de la vampiresa y gemía, sin control alguno. En el mismo instante en que me liberé, clavé mi propia rodilla en su vagina. Puede que no fuera un hombre y no la pudiera empalar en mi verga, pero había muchas otras formas de clavársela a una mujer. Sin ir más lejos, una mano acompañó a la rodilla, abriéndole el paso al interior de ese cáliz húmedo y lleno de vida. Irónicamente, teniendo en cuenta que nosotras no podíamos estar más muertas. Sí, la verdad es que follar para un vampiro era de lo más irónico. Todavía entre pequeños calambres de éxtasis incliné mi cuerpo para besarla, impidiendo que por aquellos labios saliera cualquier sonido mientras mi rodilla se encargaba de follarla y mis dedos estrujaban el pequeño y rosado botón de más arriba. Sin piedad alguna. Y a eso ni siquiera podía llamarle un castigo, pues sabía bien que lo estaba disfrutando cómo la perra indecente que era.
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Mensaje por Ashanti Pattakie Mar Jun 11, 2013 9:34 pm


¿Infierno o paraíso? ¿A quién le importa cuando en la tierra Eisheth podía vestirse con el nombre de Boriska? Sus labios entreabiertos, sólo podrían emitir asfixiantes suspiros. El placer que recorría su cuerpo era sencillamente indescriptible y lo recordaba. En cada noche, siempre que iba detrás de sus presas, la terrible idea de encontrarla era una agonía que disfrutaba con el masoquismo de su piel. Era débil incluso a su pensamiento. La morena había acabado –en más de una ocasión- en la cama de varones que prometían el placer de su existencia. Humanos, vampiros e incluso perros ¿Por qué no? Todos y cada uno de ellos la había amado de formas insospechadas. La hicieron pronunciar sus nombres y revolcarse entre las sábanas, la tierra, el agua, la nieve; nunca importó el sitio, tampoco el nombre de su amante, ninguno de ellos había alcanzado a elevarla de tal forma como esa maldita pelirroja lo hizo en el pasado y esperaba hacerlo en esa noche. La aborrecía, es vomitiva la idea de que sólo ella pudiese tener tanto poder en alguien como Eisheth y eso le enfadaba y eso la enloquecía.

-¡Ah!- Susurró. Los colmillos de la pelirroja devoraban con malicia sus pezones, los torturaba, los mutilaba, los acariciaba. Con cada golpe atestado a sus curvas, ella sólo podía sonreír ante el asalto de sus astutas manos y su viperina lengua. Tanto maldito siglo de experiencia había llevado a ser de Boriska un arma mortal de placer. Se arqueó bajo su cuerpo, convulsionando apenas por el augurio de su estallido. Las sensaciones iban y venían por todo su ser, exteriorizándose al extremo de erizar los vellos de su piel, de colocar en la punta de cada uno de sus dedos un alfiler que perforaba y llenaba de electricidad, misma que era re direccionada hasta su entrepierna. El cosquilleo era justamente la razón por la cual le extrañaba. Esas mortíferas caricias nadie más podría dárselas, así que su extraña inclinación por preferir a Boriska antes que a nadie, sólo se debía al buen trabajo que hace. Sólo ella, tiene la capacidad de hacer que a Eisheth se le pongan los ojos en blanco. Aferrada al borde de la cama, se pierde en el mar de sensaciones, besos, mordidas, caricias y fluidos. Eran un completo caos, el despertar y el final de toda existencia. Una exploración a tierras inhóspitas, aberraciones de la naturaleza y ecos de inmortalidad.

Los sucios dedos de Borsika descienden por su vientre, rápidamente Eisheth elevó la pelvis pidiéndolos en su interior, un acto involuntario pero bastante predecible. Apretó la mandíbula al saber las intenciones de su compañera, su amante. Sonrío con efímero gusto. Sus caderas comenzaron a moverse arrítmicamente, sólo persiguiendo el compás de la pelirroja. Con cada segundo que pasaba, su excitación era más notoria; sus jadeos se rebelaron por si solos y las uñas que, descontroladas se perdían en las curvas de Boriska, dejan su marca distintiva al arañar su inmaculada piel vampírica. Entonces lo sintió. En las entrañas de su interior, la revolución se hacía más constante, ardía, quemaba. –¡Arg!- Gruñó feroz. El golpe de esa jodida rodilla desencadenó una reacción que no podría aplazar durante más tiempo. Era inevitable, estaba a punto de explotar junto a ella. Fue devorada. Abrió los ojos repentinamente observando cada maldito detalle en los gestos ajenos, se embebió de esa imagen y atacó con certera eficacia los pechos de la vampiresa, delineó la curva externa de estos con la uña de su dedo meñique.

Las embestidas se hicieron más fuertes, repetitivas y constantes. Movía su propia rodilla en círculos y mordió su labio inferior al escucharla bramar. Sí, el punto más alto se acercaba con acalorada velocidad. Gimió al encontrarse con los labios ajenos en un derroche de éxtasis y delirio. Arremetió contra estos dejando que su lengua explorara las fauces ajenas. Su extremidad lideró una batalla en donde se enrollaba con la de ella mientras que sus colmillos amenazaban con cortar. Su clítoris fue la víctima a continuación y entonces… La presión se volcó contra ella, y toda la hipersensibilidad de su piel se reunió en un solo punto. Sintió como sus sentidos se adormecían y el mundo era despedido a su alrededor. Los espasmos emergieron de la nada y se repitieron uno tras otro en fracciones de segundo. El no poder gritar de arrebato, hizo que su venida se prolongara un par de segundos más, segundos en los que su cabeza se desprendió por completo de su cuerpo. No supo de si misma sólo estaba consciente del calor que ardía dentro y por debajo de su piel. Jadeó cortadamente aún atrapada en los labios de Boriska, y sus cadera se movían arriba/abajo en cumplimiento a las réplicas del orgasmo. Se liberó no sólo mojando por completo la rodilla de la pelirroja si no también empapándose de los fluidos que ella desprendió de su cuerpo. Oh, sí. Tanto tiempo la había estado ensoñando que ahora al verla cabalgar su pierna, las sensaciones de sus recuerdos no le hacían frente al vigor al que sucumbió esa noche y lo mejor aún estaba por venir….
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Dom Sep 01, 2013 4:02 pm

El orgasmo de Eisheth se sobrevino como una bomba, arrastrándome a mi con ella completamente. Nuestros cuerpos, casi pegados, se convulsionaban a la par mientras nuestras bocas se encargaban de acallar los gemidos mutuamente. Pero no podía dejar escapar esa oportunidad. No necesité ni dos segundos para intercambiar mi rodilla por mis labios, arrodillándome entre las piernas de la vampiresa para saborear al máximo sus fluidos. Y, al mismo tiempo, proporcionarle un placer mayor. No quería que su orgasmo terminara. Tenía que sufrir el mismo tormento que me había provocado instantes atrás, era su turno de sentirse a merced de mi lengua y mis colmillos que lamían y arañaban la zona a su antojo. Eisheth, al igual que yo misma, estaba hecha toda una masoquista. Sólo con el dolor alcanzaría el orgasmo o, de lo contrario, le hubiese sido imposible llegar al clímax con mi rodilla incrustada a presión en su vagina. Lo había comprobado innumerables veces. Eran unos pocos (realmente pocos) humanos los que se sometían voluntariamente al dolor y disfrutaban de mis sesiones de sexo. Por suerte para mi, claro. Encontrar un humano masoquista, de vez en cuando, podía resultar entretenido. No lo niego. Pero lo que de verdad me excitaba cuándo estaba con ellos era el hacerlos sufrir sin piedad. Escuchar sus gritos y súplicas entre maldiciones, al principio, que acababan convertidas en un llanto desconsolado. Eso era lo verdaderamente excitante con ellos. Ahora bien, con los de mi propia especie, el asunto cambiaba por completo. Y más con este espécimen en concreto. Eisheth era un punto y a parte en mis relaciones. Parecida a mi como ningún otro ser que me hubiese topado en mis años de no vida, había conseguido arrastrarme con ella todas las veces que había querido. Del mismo modo que yo había hecho con ella, cuándo yo había querido. Como en ese momento. Escuchaba sus gemidos, casi gritos, de placer mientras se retorcía entre mi rostro corriéndose una y otra vez. Sólo para mi. Sólo por mi. Mientras, yo experimentaba mis propias sensaciones en la parte baja de mi cuerpo, de nuevo excitada únicamente por el echo de contemplar semejante escena. Por sentirme durante unos momentos su dueña. Por sentir que la había doblegado, aunque como siempre, eso terminaría tarde o temprano. Cuándo recuperase el control de su cuerpo, volvería a ser ella misma, si cabe más arrogante después de haberse liberado. Exactamente como siempre ocurría. Y en el momento en que las tornas se giraban, yo actuaba de la misma forma. Era inevitable. Estábamos destinadas a sucedernos una y otra vez.

Un último arañazo en sus labios vaginales terminó con la procesión de los mismos que había venido detrás, asegurándome de dejar marcas que permanecieran unos minutos. Otra cosa que me fastidiaba; que las heridas se nos curasen con tanta rapidez. ¡Así no había manera de disfrutar cuándo marcaba! Pues al poco rato ya no había ni rastro de la marca. ¿Qué tenía que hacer, amputarle una extremidad para sentirme satisfecha? No sólo era inviable esa opción sino que ella no me lo permitiría nunca. Podía parecer adormilada en su orgasmo pero sabía perfectamente que en cuánto sintiera el más mínimo peligro no tendría reparo en ponerse en guardia y atacarme sin contemplaciones. Nunca había ocurrido, pero yo sentía lo mismo cuándo me encontraba en su situación. No importaba lo mucho que estuviera disfrutando de un orgasmo, mis sentidos especiales siempre, absolutamente siempre, estaban alerta de lo que ocurría a mi alrededor. De otra forma y con la reputación que tenía, no habría podido durar ni doscientos años. Menos habría podido forjarme la reputación que actualmente tenía.

Quería más, mucho más. Después de las semanas que me había dejado sin su compañía, aquello no había terminado. ¿Cuándo terminaría, en realidad? Porque si por mi fuera, no tenía el pensamiento de sacarla de allí por el próximo mes entero. De esa forma, y sólo de esa, me compensaría por su indiferencia. Sin embargo, no era momento de ponerme a pensar en tontería como el cuánto duraría aquello. En el presente la tenía bajo de mi, todavía contrayéndose por los sucesivos orgasmos que le acababa de provocar, era pues el momento de atacarla una vez más. Con mis colmillos, largos en su plenitud, dejaba un rastro de rasguños por su cuerpo mientras subía. Tan despacio, que al mismo tiempo lamía con la lengua el reguero de sangre que de ellos brotaba. Le di un especial trato a sus pechos, puesto que las heridas provocadas con anterioridad ya habían desaparecido, me dispuse a crearle unas nuevas rasgando el tejido mamario sin contemplaciones y destrozando todo aquello que se me antojaba. Así, hasta llegar a su cuello que, una vez más, perforé hasta lo más profundo. Y no fue la única parte de su cuerpo perforada, ya que al mismo tiempo tres de mis dedos se hundían en su vagina. Mientras mi boca exprimía su sangre, mis dedos exprimían sus fluidos, obligándola a no detenerse. Al límite, quería llevarla al jodido límite. Matarla, de placer. Puede que Eisheth jamás me rogara clemencia ni nada parecido, claro que no, porque ella sabía que no necesitaba rogarme nada. Pero yo a cambio me metería hasta lo más profundo de su cuerpo, hasta lo más profundo, de manera que no tuviera modo de sacarme. Esa actitud de aparente indiferencia me había demostrado que mis métodos empleados con ella no habían sido lo suficientemente profundos. Necesitaba introducirme aún más. Más, mucho más.
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