Sur La Mer | Privado

por **Saoirse O'Shea** Dom Dic 03, 2017 9:34 pm

Empezó a andar por el camino, la luz diurna empezaba a ocultarse ya entre las nubes rollizas que desfilaban lentamente por el cielo, aun así el sendero se veía perfectamente con todas sus curvas y ondulaciones, los colores tan brillantes que pintaban las tiendas y los edificios, enormes vigías, algunos tan viejos que sus muros parecían derrumbarse en cualquier instante. Las palabras que cruzaban las personas, flotaban de un lado a otro, creando un ligero bullicio, vio un par de niños corriendo por la acera y por unos segundos se remontó a su niñez. Caminaba rápido y con vigor, apenas perturbado por sus recuerdos, casi mareado por la nostalgia que le provocaba evocarlos de esa manera, percibió el aroma del aire y apresuro el paso para poder llegar antes que anocheciera por completo. Se elevaban los robles, la maleza que crecía desordenadamente por todo el lugar le daba un aspecto dantesco. Esa época donde se quedó sin más en el mundo y decidió tomar un rumbo diferente para poder sobrevivir en su entonces realidad, la misma que le había abofeteado de manera sorpresiva dejándola sin más. Suspiro y se quedó sumergida en pensamientos antiguos, evocó momentos de su pasado y de manera involuntaria no se dio cuenta en qué momento ya había puesto un pie dentro de esa jungla de oscuridad. Esa noche particularmente, el frío azotaba las calles parisinas sin tregua alguna, nunca había tenido refugio alguno, hoy no era la excepción.

Sin embargo cruzó por su mente alejarse por unos segundos, lejos de la realidad que la vida le estaba mostrando estos últimos días. No sabía moverse en esos terrenos y no estaba de humor para pasar una noche terrible otra vez, miró a su alrededor y contemplo que estaba demasiado lejos de las comodidades de la ciudad. Las luces se extinguían y las moribundas estrellas apenas se mostraban vacilando, fingiendo mostrarle un sendero. Era una muñeca de fantasía perdida tal vez, perdida en un jardín salvaje llamado Paris. No prestó atención a nada en particular. Sus pasos eran lentos pero seguros, si había algo que Saoirse poseía era una tremenda fuerza de convicción, había perdido mucho quizás al separarse de tal modo de sus hermanas y su madre, pero podía dormir en paz sabiendo que ninguna de ellas sería juzgada por poseer habilidades sobrenaturales. El aroma salino que las olas desprendían llegó hasta sus sentidos y entonces se detuvo, justo a unos metros del enorme vigía que alertaba a los navegantes. Suspiró y abrazo su propio cuerpo con los brazos, el frío podía ser implacable pero el fuego de su corazón era justo como aquel faro una luz en medio de la oscuridad.

La brisa ondeaba sobre sus prendas y coqueteaba ligeramente con sus cabellos cenizos. Apartó un par de ellos y recargó su peso en un árbol. Fue inevitable no dirigir sus ojos cerúleos hacia las olas, a lo lejos donde las embarcaciones libraban batallas contra el mar. El rugido estruendoso no le atemorizaba, al contrario pensaba que era su padre en la distancia, porque ella no había perdido la esperanzada de verle nuevamente. La luna regía en lo alto y mostraba un ligero claro sobre la espesura de la maleza donde ella se hallaba. Consciente era que más de un peligro la podía acechar a esa hora, dados sus conocimientos sabía que los vampiros y los licántropos rondaban esas zonas con frecuencia, pero nada le importó. Cambió la dirección de su mirada taciturna, estrellándose contra la espesura del cielo donde los astros argentos y diminutos brillaban. Parecía que le susurraban secretos o solamente le hacían creer que a lo lejos su madre y sus hermanas, su padre incluso le daban las buenas noches, cerró los ojos momentáneamente y permitió perderse, sola, a solas contra el mar.

por **Raoul Zarkozi** Jue Dic 07, 2017 10:17 pm

La noche había caído sobre la ciudad y la hora de las bestias daba comienzo. La noche además, marcaba el incido de la búsqueda de Baptiste, quien durante las ultimas semanas trató de encontrar con Arkana sin resultado alguno. La inmortal que le diera ideas esperanzadoras respecto a que podía ser diferente a su padre y que si se esforzaba sería capaz de hacer cualquier cosa que quisiera se desvaneció en el aire, sin dejar alguna pista sobre su paradero o la dirección a la que se dirigía. Era entonces la falta de información o pistas lo que preocupaba un tanto al Baines, aunque claro, él sabía que Arkana era una vampiro antigua que poseía más conocimientos, así que igual y era probable de que se encontrase en una de las zonas de París que aún no revisaba o que hubiera abandonado la ciudad.

Decido pues a encontrar a la única capaz de dar algo de luz a su existencia, Baptiste abandono una vez más la mansión que compartía con Desmond, su padre. Sin decir nada, el Baines se escabullo por una de las ventanas de la mansión y se alejo corriendo por entre los jardines de las residencias vecinas, siendo hasta que se sintió a salvo de ser descubierto que se detuvo para analizar la situación en la que se hallaba. Noches previas buscó a Arkana por la zona centro de París, fue al norte, al sur y hasta a las zonas más alejadas, pero en ninguna de ellas encontró vestigio alguno de la rubia a quien trataba de localizar, por lo que ese día, optaba por ir a una zona donde antes un buscará; las cercanías del faro. Buscar cerca del faro era una idea un tanto ridícula, el Baines lo sabía perfectamente, después de todo, aquella zona era únicamente frecuentada por sobrenaturales huyendo y humanos buscando una muerte romántica en las aguas que generalmente eran salvajes. Aún así, si recordaba su primer encuentro con la vampiro, se daba cuenta de que ella no solía frecuentar lugares comunes por lo que valía la pena ir a echar un vistazo.

Convencido de que la zona a la que se dirigía era la apropiada, Baptiste se decidió a correr, permitiéndose que su velocidad, esa que siempre trataba de mantener humana se convirtiera en la velocidad del inmortal libre en que deseaba convertirse. El aire golpeaba su rostro de manera inclemente, más nada le sucedía, nada lo perturbaba. Corriendo, se sentía libre y por extraño que pareciera, cercano a Arkana. Emocionado comenzó a reír como el chiquillo que aparentemente era. A gran velocidad cruzo los bosques, sin detenerse ni un solo segundo a disfrutar de la naturaleza que le rodeaba o de los sonidos de los animales nocturnos; de hecho, no fue sino hasta que de manera abrupta apareció el mar que se detuvo, a escasos centímetros de que sus zapatos tocaran el agua. Una carcajada brotó de entre sus labios, al tiempo que sus ojos iban a posarse sobre la luz que emitía el faro y que servía a todos aquellos hombres que se encontraban hechos a la mar. Fue entonces, mientras mantenía la mirada fija en el faro que una idea descabellada le cruzo la mente. No necesitaba ver realmente a Arkana, solo necesitaba saber que estaba ahí, tal y como los marineros se conformaban con saber que el faro los aguardaba.

Tan concentrado estuvo en sus pensamientos respecto a que la rubia era como un faro para él, que no fue sino hasta que varios minutos transcurrieron que fue capaz de darse cuenta de que cerca se encontraba un humano.
– Es una linda noche, ¿No es así? – preguntó entonces de manera despreocupada, seguro de que la persona se hallaba a un par de árboles de distancia, volviendo eso bastante probable que la persona, a quien reconocía debido al aroma como una mujer, se hubiera dado cuenta, gracias a su extravagante llegada, de la naturaleza sobrenatural que el Baines poseía.

por **Saoirse O'Shea** Mar Ene 09, 2018 1:03 am

Amaba su libertad como a ninguna otra cosa, ella pensaba que aunque se tuviera todo el dinero y los acervos materiales, ambas cosas carecían de validez si no se es libre. La soledad le sentaba bien y aunque en ese instante no pedía otra cosa, su corazón le jugaba malas bromas cuando acarreaba a su presente los recuerdos de antaño. Saoirse era una estatuilla de sal varada en medio de la maleza, cerró los ojos entonces y apenas pudo notar la presencia ajena, un ligero sobresalto en su cuerpo fue la reacción al escuchar las palabras de aquel desconocido.

–Monsieur– susurró apenas audible.

Asintió de inmediato aunque con su comentario previo estaba dando por hecho que estaba de acuerdo con la aseveración ajena.

Aunque hubiese preferido quedarse a solas unos minutos más, la joven neerlandesa no era conocida por ser egoísta mucho menos incorrecta, de este modo aceptó de cierto modo dar un poco de su tiempo al joven que seguía de pie a unos cuantos metros de ella.

–Si se aproxima un poco más, sería lo conveniente para continuar la velada ¿No lo cree?–

Una ligera sonrisa se perfiló en sus labios. Así era Saoirse, natural y directa, puesto que cada vivencia le marcó de sobremanera a atesorar los momentos que la vida le regala, sean buenos o malos y estaba convencida también que las cosas sucedían por algo.

–¿Acaso también se siente atraído por el mar? No lo culpo, es de los tesoros más hermosos que nos regala Paris–

Soltó con un poco más de confianza cuando el joven se aproximó a ella.

–Soy Saoirse ¿Y usted es?–

Ladeó ligeramente la cabeza, esperando a conocer el nombre de su interlocutor.

–Aún no me responde ¿Qué es lo que le atrae de este lugar? Serán los susurros del océano, escuché. ¿O acaso el aroma salino que llega desde lejos?–

No pudo evitar suspirar después de hilar aquellas preguntas, entonces cayó en la cuenta que quizás estaba siendo demasiado insistente.

Y antes de permitirle responder se aventuró a preguntar una última vez.

–¿O serán los astros que brillan en lo alto? ¿Ve cómo danzan entre sí? Cómo forman un camino que se pierde en lo infinito de la oscura bóveda que cae sobre nosotros. Pareciera que cada noche recorren el mismo sendero y aun así, aunque la escena sea repetitiva no deja de ser mágica, única. Si su respuesta es sí a cada una de mis preguntas, no lo culpo, este lugar posee un encanto único, que creo no necesita que se lo describa pues quizás usted también ha sido atraído más de una vez–

Hablaba con razones de peso, porque ella conocía a la perfección el embrujo que los mares desataban, como cada hombre perdía la vida en sus viajes al embarcarse hacia lo desconocido, su padre en más de una ocasión le narraba sobre ese mito que encerraba todo aquel paraje. Ella quería creer que el joven tenía más de una razón para asistir a tan singular escena.

El silencio se estableció entre ambos extraños nuevamente. Saoirse se limitó a perder sus ojos soñadores en el horizonte.

por **Raoul Zarkozi** Miér Feb 14, 2018 10:45 pm

La voz de la mortal llegó hasta sus oídos carente de temor, siendo eso el indicativo de que aunque la llegada del Baines a la costa fue abrupta, su identidad como sobrenatural no fue descubierta por la joven que tan cerca se encontraba de él. Si bien a Baptiste no le hubiera molestad que ella descubriera lo que era, aquel hecho quizás hubiera llevado el encuentro a un desenlace algo sangriento, que era justamente lo que estaba tratando de evitar desde que encontrara a Arkana y la escuchara hablar sobre como hasta ellos, seres malditos que robaban vida, tenían la posibilidad de elegir como es que querían vivir.
– ¿Mi presencia no le perturba? – preguntó mientras que se acercaba un poco más, tal y como ella se lo pedía – porque sé que existen personas que prefieren estar solas y que se molestan si es que alguien se atreve a interrumpir su tiempo en soledad.

Baptiste sonrió en respuesta a la sonrisa ajena para después de hacerlo, llevar su mirada al mar y a las olas que inclementes, golpeaban el risco donde descansaba el faro. A diferencia de la joven, que aseguraba que el mar era de los mayores regalos que recibían en París, Baptiste veía al mar simplemente como una parte más de la tierra, un sitio donde probablemente pudiera estar Arkana, nada más y nada menos. De hecho, lo que verdaderamente había fascinado al inmortal, había sido la luz que era emitida en dirección al mar.
– Mi nombre es Baptiste – giro entonces el rostro para encontrarse con la mirada de la muchacha que sería su compañía de la noche – Y a parecer difiero un poco respecto a los motivos que me trajeron aquí. Vera, vine aquí esperando encontrarme con una amiga – confeso antes de soltar una risita – Suena extraño que venga hasta este sitió para verla pero es que a ella le gustan los lugares fuera de lo común, lugares solitarios y tranquilos – suspiró al recordar una vez más a la rubia – aunque he de confesar que al llegar me ha fascinado el faro, la manera en que emite su brillo, guiando a todos aquellos que se encuentran perdidos – sonrió – de cierta manera, podemos pensar en el faro como si de un astro se tratará, solo que a diferencia de los que habitan en el cielo, este nos guía a casa, a nuestro lugar seguro y claro, siempre estaremos seguros de que aunque no lo veamos, estará ahí… – guardo silencio entonces y su mirada se perdió completamente en el brillo emitido por el faro, brillo que de cierta manera le estaba guiando a una nueva playa, a un nuevo hogar.

por **Saoirse O'Shea** Jue Mar 22, 2018 4:04 pm

Normalmente era una mujer que gustaba de una buena charla, Saoirse no reparaba en el hecho de conocer o no a las personas que hablaban con ella. Si bien su madre era una hechicera con muchas habilidades sobrenaturales, la joven no había heredado sus dones, pero si una magia interna que atraía a más de uno cuando se le escuchaba hablar.

–Creo en la gentileza de los extraños, Baptiste–

Susurró, posando ahora sus ojos sobre la silueta del joven. Sonrió porque nunca había estado tan cerca de un joven como él. La luz nocturna era escasa, así que aprovechaba las emisiones del reflejo que el faro le proporcionaba para poder conocer un poco más sobre la fisonomía de su interlocutor. Era atractivo, aunque Saoirse nunca se fijaba en las cosas artificiales. Y era, quizás, una de las razones por la cuales no encajaba del todo en el ámbito parisino. La irlandesa era una poetisa, una soñadora, una mente salvaje que cabalgaba la noche mientras escuchaba con detenimiento el susurro del viento o los secretos que el mar tenía. La descripción de aquella persona a quien Baptiste mencionaba se asemejaba en parte a ella, solitaria y nostálgica.

–Ya veo ¿Y frecuenta mucho este lugar? Yo había escuchado hablar mucho de él y es la primera vez que tengo la oportunidad de hacerlo–

En esa confesión a medias iba implícito el hecho de que era una extraña en una tierra de fantasía.

–Si no le molesta puedo quedarme a acompañarlo mientras su amiga llega–

Suspiró entonces al escuchar la palabra hogar. Un sueño imposible de describir y mucho más de cristalizar. El choque de las olas entonces le remontó a días pasados a su viejo mundo. ¿Qué sería de sus hermanas menores o de su madre? ¿Le seguirían echando de menos como ella lo hacía? Su mente le flagelaba a diario recordando esa parte que a menudo evitaba tocar en una charla.

–De algún modo todos lo estamos. Somos almas libres, tesoros perdidos que aguardan ser encontrados. Creo que ese santuario, ese hogar que usted menciona Monsieur, es la misma raíz de donde provenimos, donde somos criados y al momento de emprender el vuelo nos perdemos una vez más, en la inmensidad de nuestra existencia misma–

Dudó por unos segundos el revelar un poco más sobre ella, pero terminó cediendo a su curiosidad, porque si algo tenía seguro era que cada día se acercaba más a los conocimientos vastos de los que su ahora protector Marlowe le mencionaba tanto durante sus lecciones.

–Dígame Baptiste ¿Usted ha encontrado ese camino de regreso? ¿O sigue siendo un vagabundo en la capital? Disculpe mi intromisión, no está bien visto que una señorita haga preguntas personales a un desconocido, pero me atrevo a hacerlo ya que en sus ojos veo un grito desgarrador, como el de un niño cruzando el bosque en medio de la noche. En apariencia todos somos adultos o eso intentamos ser, pero aún enfrentamos demonios del pasado ¿Ha podido vencer a los suyos?–

por **Raoul Zarkozi** Lun Mar 26, 2018 8:48 am

Ingenua y vulnerable, eso le pareció la chica cuando de manera simple admitía que confiaba en la gentileza de aquellos con quienes se topaba. La presencia de Baptiste, que ese día no buscaba alimento sino a su propio faro, garantizaba a la joven una velada en paz, pero esa garantía no lo podría tener ella siempre pues en la ciudad en la que ambos decidían vivir, la maldad abundaba.
– Confiar esta bien, pero el exceso de confianza en otros también puede llevarla a desenlaces inesperados – la observó – ¿No le asusta eso? – la mayoría hubiera lucido aterrada ante la idea de ser atacados pero no ella, que impasible y sonriente, le devolvía la mirada.

– No, este es un lugar al que no suelo venir mucho. A diferencia de usted yo ya lo conocía pero no es que venga mucho por aquí – en contadas ocasiones el Baines pisó aquel lugar y en la mayoría de aquellas ocasiones, lo hizo para deshacerse de cadáveres o para buscar algo especifico que su padre le mandaba a conseguir, como si él no pudiera hacer todo aquello solo – y no me molesta, puede permanecer a mi lado toda la noche si lo desea – sus ojos se posaron una vez más en las olas – sabe, no estoy seguro de que mi amiga vaya a venir – el vampiro consideraba aquel lugar apropiado para la presencia de Arkana, pero la realidad es que no podía garantizar que fuera a verla una vez más por más que su alma añorara aquel hecho.

La conexión que él hiciera del faro como una guía hacía el hogar perdido, llevó a la muchacha a una reflexión sobre la raíz de la cual se provenía. Una risita se le escapó, no porque se burlara de ella, sino porque seguramente no pensaría ella lo mismo de haber sido criada por alguien como Desmond Baines. Su padre se había encargado de vaciar la mente de Baptiste, de erradicar todo pensamiento bondadoso de su mente y poco a poco le llenó con sus creencias llenas de oscuridad, mismas que él joven inmortal siguió al pie de la letra durante años, solo para interrogarse a si mismo ahora y dudar. Él no era del todo como Desmond, aún poseía una parte de humanidad que se negaba a morir y era esa humanidad, la que su progenitor y creador se veía tan desesperado por erradicar.
– Nuestra raíz, algunas veces esta podrida – susurró para centrar entonces sus ojos en los ajenos – No debe pedir disculpas, la curiosidad es humana y no debe ser acallada por creencias como que una dama no debe interrogar a nadie, mucho menos considerando que la dama en cuestión es tan perceptiva – sonrió con tristeza – para seré sincero, soy un reciente vagabundo y eso me hace sentir como un chiquillo temeroso. No sé a dónde ir, no sé que hacer. Mis demonios, ellos son demasiado fuertes y están siempre presentes – deshacerse de la presencia de Desmond, era después de todo imposible – a usted, ¿Le va mejor que a mi enfrentándose al pasado?.

por **Saoirse O'Shea** Miér Mayo 23, 2018 5:48 pm

Estando de pie junto al joven comprendió que no existía mejor dicha que ser escuchado por alguien más. Durante su tiempo en el encierro, en aquellas catacumbas de la inquisición se aferró a la idea de hablar consigo misma, muchos la hubiesen tildado de loca, puesto que incluso ese privilegio era calificado como un acto de maldad incluso de posesión. Lo cierto era que Saoirse disfrutaba de hilar poemas, canciones y versos en su mente salvaje, había sido privada de esa dicha por mucho tiempo, así que ahora se comportaba como una chiquilla quizás, incapaz de comprender el mundo por completo que se movía por los preceptos forjados por el hombre. Aun así, el espíritu indómito de la irlandesa se dejó llevar esa noche, a través de la brisa salina que de vez en cuando soplaba de lleno en su rostro níveo. Después de mantenerse unos minutos de pie, cedió a su cuerpo un descanso ligero, posándose sobre las rocas, encogió las piernas llevando las rodillas hacia su pecho rodeándose a sí misma con los brazos.

Desde esa nueva perspectiva mantuvo su atención en la retórica de su acompañante. No necesitaba ser una sobrenatural como quizás su madre lo era para adivinar que el sentimiento plasmado en las palabras de Baptiste era genuino, pues estaban llenas de nostalgia y de cierta indiferencia al mismo tiempo.

–No temo a lo desconocido joven Baines, mi temor en ocasiones recae hacia mí misma, hacia el hecho de no poder reconocerme en algún momento y tomar un sentido distinto, es curioso como siempre nos alejamos de aquello que nos hace daño, cuando la mayor guerra la vivimos en nuestra mente, cuando nuestro corazón no está del todo sanado y buscamos maneras de herirnos auto compadeciéndonos y al mismo tiempo herir a quienes nos rodean–

Sonrió ligeramente para elevar su mirada hacia el muchacho.

–Me quedaré entonces con usted–

Susurró enseguida.

Nadie se explicaba cómo era que Saoirse disfrutaba de la compañía ajena. De niña siempre caminaba por las praderas, hablaba con las flores y cantaba hacia el cielo y aunque hoy en día ya no podía hacerlo, aún poseía ese espíritu indomable, inexplicable.

–Es cierto joven Baines mire hacia lo lejos, la base del faro enorme– señaló desde su posición –Rodeada de maleza y rocas que han sido apiladas a su alrededor, nadie se aproxima hasta allá por temor a lo que pueden encontrar ahí, si continua mirando detenidamente podrá notar que la pintura está desgastada y que incluso tiene grietas pero ¿No son esas pequeñas imperfecciones lo que hacen único incluso a los objetos? Por alguna razón no ha sido demolido o sustituido con pintura nueva, porque lo que realmente importante en lo que significa hacia los demás. Es un guía y un astro que ilumina la noche–

Se quedó callada unos segundos antes de poder continuar.

–Nosotros como seres humanos también tenemos un propósito más allá de nuestras raíces empobrecidas e imperfecciones ¿No lo cree joven Baines?–

Notó que los ojos del joven se estrellaban contra los suyos y sintió un extraño magnetismo hacia su mirada, hacia la lobreguez que representaban.

–Siento ser como usted lo dice, una mujer tan perceptiva, descuide no es el primero en notarlo–

Suspiró.

–Tome asiento por favor y deje que le cuente un secreto yo, también me asusto a veces pero me aferro a la idea de ser más fuerte que mis temores y me veo por encima de ellos, no es que me vaya muy bien en las batallas contra esos demonios que también le persiguen a usted, es que simplemente en lugar de encararlos los acepto como una parte de mí, como la maleza, las rocas y las grietas que en ocasiones no permiten que los demás se acerquen a ver a la verdadera Saoirse–

por **Raoul Zarkozi** Sáb Mayo 26, 2018 9:44 pm

De pie al lado de la vulnerable humana que haría de su compañera en aquella noche carente de luz y esperanza, Baptiste encontraba lo que necesitaba, lo que estuvo buscando en Arkana desde el día en que se separasen y no volvieran a verse.

La humana, analizando la existencia desde un punto más finito que el de inmortal, emitía justamente las palabras que él necesitaba escuchar. El Baines temía, no a lo desconocido, no a lo que existía en las sombras y eso era debido a que conocía perfectamente lo que solía ocultarse ahí, acechando a los inocentes e incautos; sin embargo, justo como decía Saoirse, él también tenía miedo de ser incapaz de reconocer, solo que a diferencia de la muchacha humana, él estaba realmente perdido y lo que trataba de hacer era encontrarse poco a poco a si mismo, descubrir que era lo que verdaderamente disfrutaba y odiaba, sin que nadie, sin que Desmond, interviniera en lo que él consideraba correcto y prudente.
– Tiene razón, las luchas con nosotros mismos, con lo que somos son las mas atemorizantes pues esas son las que verdaderamente son capaces de destruirnos por completo – suspiro – solo nosotros podemos acarrear nuestra propia destrucción.

La presencia de la joven Saoirse le llevaba a sentirse en calma y a creer, que una vez más, se encontraba en el lugar preciso. Sonrió de manera discreta, porque Arkana le había dicho que si lo intentaba, seria capaz de cambiar la percepción que tenía de si mismo para convertirse poco a poco en un ser mejor; pero aquella muchacha, colmada de sabiduría mortal, lo llevaba a ver que hasta la base, aquello que podría considerarse como podrido, defectuoso o malo, era una parte del todo y que como tal, era necesario que esa parte también se aceptara, pues solo así, se podrían aceptar realmente y cambiar a mejor.
– No lo vi nunca de esa manera, pero se encuentra en lo correcto. Si no tuviéramos nuestra raíz, nuestra base; no seriamos realmente quienes somos – con otro inicio, era incluso posible que Baptiste nunca hubiera existido y que de hacerlo, quizá ya hubiera muerto – No lo sé señorita Saoirse, aunque definitivamente me gustaría creer en que existe alguna misión para mi.

Tomo asiento entre las rocas, al lado de la humana y contemplo junta a ella la magnificencia del faro, mientras que su atención auditiva estaba puesta por completo en las palabras que ella emitía.
– Aceptar esos demonios, esas grietas y todo lo que no nos gusta de nosotros será lo correcto, ¿Incluso si eso nos arrastra al asesinato de inocentes? – no podía revelar mucho, pero consideraba que con mencionar aquello, Saoirse podría comprender un poco más la disyuntiva en la que se encontraba el inmortal.

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