Reencuentro (Isabella Cullen) (+18)

por Invitado Mar Ago 23, 2011 11:43 am

Cuando llegué a París, paseando por el bosque, me encontré una cabaña de madera abandonada, no pensaba estar allí mucho tiempo, tan solo las noches en las que no tubiera donde dormir. La cabaña era vieja, a punto de desmoronarse, con madera chirriante, en una gran rama sobre un abeto, a la que se accedía por una escalera construida con ramas.
Aquella noche me encontraba allí. Me había pasado todo el día en una esquina de la cabaña, con mi guitarra, componiendo melodías románticas y revoltosas. Me sentía solo, y las notas de aquella canción me recordaban mi situación.
Había pasado tan solo una noche con ella, aunque ella no lo recordaría, pues estaba poseida por el ardor de mi ponzoña. Ella se había retorcido, y había gritado, sobre el frío suelo de aquél callejón, y yo solo la abrazaba, la estrechaba muy fuerte contra mi pecho, como si aquél gesto pudiese calmar su dolor.
Y la recordaba a todas horas, la añoraba, y estaba seguro de que querría matarme, pues... ¿que hacer contra un vulgar asesino que te había condenado a una vida maldita y eterna? Y yo la amaba.

A menudo soñaba despierto, imaginándome que estaba conmigo, que me abrazaba y me decía que no se arrepentía de vivir eternamente, siempre que fuese conmigo.
A veces pensaba que ella no habría sobrevivido a la transformación, y que habría muerto, y el simple echo de imaginarme que no habría conseguido salir del coma, me hace retorcerme de dolor, y me causa una congoja terrible.

Quería verla una vez más. Había recorrido todas y cada unas de las sinuosas calles de París. ¿Dónde estaba? ¿Estaría huyendo de mí... o me estaría buscando al igual que yo? No encontraba otro motivo para seguir viviendo que soñar con un futuro a su lado.
Seguí tocando mi guitarra, con notas graves y melancólicas, que parecían cantar una canción mientras lloraban. Toda la canción era ella, cada nota, cada cuerda que acariciaba para hacerla sonar, cada matiz que desprendía el eco de la caja...

-¿Dónde te escondes?- Le pregunté, aunque ella no estubiese ni pudiese escucharme.
Todo era oscuro, todo era misterioso y sobrecojedor sin su aliento.

Recordé aquella noche:
"Ella se dirigía seguramente a su casa, cuando la perseguí, ella miraba hacia atrás y seguía corriendo, hasta que el destino nos llevó a un callejón sin salida. Ella acarició la pared de ladrillo, deseando que apareciese una puerta.
-¿Quién eres?- Preguntó girándose y dándose de bruces con mis ojos verdes.
-¿Tu cómo te llamas?- Pregunté yo, acercando mis labios a su dulce boca carnosa.
-Isabella Cullen- Dijo en voz baja."
En lugar de haberla besado, y cuando ella me empujó, haber clavado mis colmillos en su precioso cuello, debería haberla dejado volar, como un precioso gorrión que se posa en tu mano. Cometí el terrible error de unir mi destino al suyo. Pero la amaba, Dios mío, daría mi alma por que hubiese estado a mi lado en ese mismo instante.

El cuello comenzó a dolerme y mis lágrimas comenzaron a fluir, ahogándome en mi propia soledad, recordándome lo patético que era sin su amor.

por **Marianne Allarousse** Miér Ago 31, 2011 10:13 am

Era una noche como cualquier otra, me encontraba sola, como de costumbre aunque había llegado un punto en el que ya no me molestaba tanto, y sobre todo estaba muy hambrienta. Hacía tres días que no me alimentaba. No me satisfacía el echo de matar a alguien, pero necesitaba alimentarme y todabía no era lo suficiente fuerte como para controlarme y no arrebatarle la vida a mi víctima, así que esa noche decidí salir a cazar, no debería usar ese término pero ¿cómo podía nombrar a eso que hacía? Decidí que esa noche saldría al bosque en busca de algún escursionista o un turista perdido. Nunca me había introducido tanto en el bosque, pero el echo de desorientarme y no saber donde estaba me hacía pensar una aventura, y eso era algo a lo que no me podía negar. En ese instante visualicé a un hombre, tendría unos cuarenta y cinco años, con el pelo canoso y un poco desgarbado, pensé que me alimentaría de él. No sabía cuanto tiempo más podría aguantar, asi que me acerqué por la espalda sin que se diera cuenta y le mordí el cuello. Bebí de él hasta la última gota de sangre que quedaba en su cuerpo, y me alejé lo mas pronto posible del cadáver, no quise ver la cara de la persona a la que había matado.

Cuando ya estaba lo suficientemente lejos, dejé de correr y empecé a caminar y a pensar y en como podia robarle la vida a alguien y no pensar en el daño que hacía cada vez que atacaba introduciendo mis colmillos, eso me hgacia pensar en aquella noche en la que ocurrió todo, no recuerdo demasiado, pero sobre todo recuerdo esos ojos verdes que me encandilaron aquella noche, cuando después de morderme, me ofreció su sangre, ¿cómo podía decirle que no a un ángel? Era tán perfecto, tan pálido, tan bello, no podía pensar en el, porque por mucho que me enamorara de el, aquella noche el me había convertido en un monstruo sin alma que estaba condenado a vagabundear por el mundo eternamente y a depender de la sangre humana, así que quería matarlo y descuarizarlo.

En ese instante percibí un sonido. Era el sonido fue una melodía procedente de una guitarra, así que decidí seguir el sonido de la musica y averiguar de donde procedía. Al parecer, provenía de una cabaña situada en el bosque, estaba bastante descuidada y parecía abandonada, pero lo que mas me intrigaba era que el olor que procedñia de la cabaña no era de un humano, si no de un vampiro. No sabía como afrontar esa situación, puesto que no me había sucedido antes, no me habia enfrentado antes a un vampiro, no sabia su reacción, así que subí por la parte trasera del árbol y asalté al desconocido por la espalda, dejádolo inmóvil hasta saber sus intenciones. Entonces lo miré, y no podía ser.

Era él.

Era el monstruo con cara de ángel que me arrebató mi vida, después de tantos meses buscándole, allí estaba. Tenía en frente al causante de todos mis problemas, y no sabía que hacer. Él me miraba con ojos de asombro, y era como si lo que estgaba ocurriendo no supiese si era real, o simplemente era un delirio de su mente. No se sorprendió al reconocerme, y eso fué lo que más confusa me dejó. Ya que él sabía perfectamente uien era yo, al igual que yo sabía quien era el.

Él era la peor de todas mis pesadillas, pero al mismo tiempo era el objeto de mi deseo.

por Invitado Dom Sep 04, 2011 1:05 pm

“Es algo a lo que tendremos que enfrentarnos tarde o temprano. El miedo nos cubrirá como una sábana morbosa sin amparo. Mis lágrimas surgirán sin darme cuenta y tus ojos temblarán de dolor. Es algo a lo que no podremos hacer frente, es algo a lo que siempre hemos temido, inevitable.

Cuando tu vida se escurra entre mis pequeños dedos y tu sonrisa se esfume como el humo de una vela, solo yo podré decidir entre perderte o tenerte aquí sufriendo. No sabré qué escoger. El egoísmo me podrá cegar con su pasión cegadora.

Lo peor de saber lo que va a pasar en esta historia, es no poder evitarlo, no poder luchar contra el oleaje que aplaste tu corazón sin misericordia.

Lo mejor que podría pasar sería olvidarlo todo, romper el hilo de nuestra historia juntos… destruir el universo que construimos con tanto esmero. Debería dejarte ahora mismo, pues el daño será inevitable para ambos. Mejor sufrir un instante que dejar mi vida en el mismo arcén donde nos besamos aquél día.”

Todas aquellas palabras recorrían mi mente mientras acariciaba las bastas cuerdas inertes de mi guitarra… Dios mío, ¡cuánto ansiaba que aquellas cuerdas formaran parte de la piel de Isabella! Todo era paz y tranquilidad, hasta que descubrí un olor demasiado familiar para mí… solía ocurrirme, que de repente volvía a mí el olor de mi amada recreado en mi mente. Pero todo ocurrió tan repentina y esporádicamente que pareció una mera alucinación.

Ella apareció, como un ser inexistente, abalanzándose sobre mí como si fuese un perro escapando de su morada. Solamente pude observar su dulce rostro y sus ojos violentos que contrastaban como un sol en una noche. Era ella. Pero pensé que se trataba de un sueño, pues no podía ser que mi búsqueda hubiese finalizado con aquél éxito tan abominable. Me iba a matar, sin duda que acabaría con mi detestable existencia. Y entonces pensé que no me importaba en absoluto morir, porque la amaba tanto que adoraría el hecho de morir por ella.

La miré como si estuviese observando la mayor de las reliquias existentes en el universo. No podía ser cierto. Ansiaba poseerla como si mi vida fuese en ello.

Sus labios me parecieron los más tiernos y dulces del mundo. Su mirada me absorbía y me hipnotizaba con su blindaje de inocencia.
La miré, y mi mirada penetraba en ella como si de una flecha ponzoñosa se tratase, con un deseo inhumano y cegador, con ansia de acariciar cada poro de su nívea piel. Sin apenas deliberar, coloqué mi rostro a peligrosa distancia del suyo, y acerqué mi boca. Cerré los ojos, como si besara a la propia muerte, esperando ser atacado en cualquier momento. No la besé. Si no que rocé sus labios con los míos, fundiéndome en ella y sintiendo como mi interior se derretía por el exceso de calor abrasador provocado por mis sentimientos. Nada más sentir su aliento en mi boca, se me formó un nudo en la garganta. Aquél era el instante más feliz de toda mi vida, como si volviese a nacer de nuevo. La miré con todo el cariño de mí ser.
-Te amo- musité- Pero si quieres matarme ahora, lo entiendo perfectamente- Dije mientras la rodeaba con mis brazos y comenzaba a llorar.

por **Marianne Allarousse** Dom Sep 04, 2011 2:25 pm

Le contemple, no podía apartar mi mirada de su rostro, era tan perfecto como aquella noche, era tan perfecto como había soñado, había soñado demasiadas veces con poder mirarle y perderme en sus ojos, y por mucho que deseara odiarle, y quisiera matarle, no podía, el deseo que sentía por el era demasiado fuerte, deseaba tanto acariciarle y poder besarle, que me odiaba a mi misma por tener ese pensamiento.
En ese preciso momento se acerco peligrosamente a mi rostro, como si supiese en lo que estaba pensando, se acerba cuidadosamente, con máximo cuidado, y simplemente rozo sus labios con los míos, no pude evitar cerrar los ojos al igual que el, era tan fuerte la sensación que invado mi cuerpo, que no supe que hacer.
La unión de sus labios con los míos era un emoción tan fuerte, que nada podría compararse, ni el olor del humano mas apetitoso, ni siquiera el saborear esas gotas de sangre que van cayendo por la garganta de tu presa, justo ese instante que introduces tus colmillos para arrebatarle la vida a tu victima. El hacia que todos esos pensamientos desaparecieran de mi mente y volviera a sentime una frágil e inocente humana.
Entonces hablo, pude escuchar su voz, por vez primera:
-Te amo, y entiendo que quieras matarme-dijo después me abrazo y se puso a llorar, eso me hico pensar, y después de tantos meses buscando explicaciones, y sin respuesta alguna, volví a sentirme viva, esa sensación que echaba tanto de menos de cuando era humana. Eso me planteó una pregunta: ¿como podía matar a la única persona podía volver a hacerme sentir viva?
Sin pensarlo, dije:
-No llores, simplemente bésame- le suplique, pero no pude armarme de paciencia y le bese yo a el, le bese con toda mi ansia y con todo el deseo que llevaba acumulado en este cuerpo, en este cuerpo que todavía no podía controlar, ya que simplemente era una neófita, que no sabia que hacer, ya que el deseo se iba apoderando poco a poco de mi organismo, y era tan intenso lo que sentía, que no podía pensar con claridad. Mientras nos besábamos, no pude evitar mordisquear su labio inferior, y dejarme llevar por la pasión que sentía hacia el.
Alcé mi mano derecha para poder rozar su piel, que me suplicaba que la acariciara, toqué con las yemas de mis dedos su cuerpo, fui poco a poco subiendo por el brazo, hasta terminar en su cuello, en ese momento me aparte para contemplarlo y poder mirar su rostro.

por Invitado Dom Sep 04, 2011 2:39 pm

Ella no parecía querer atacarme, y entonces me relajé un poco. La estaba abrazando, y era una unión tan perfecta… como si nuestros cuerpos encajasen a la perfección, como dos piezas perfectas del mismo rompecabezas.
-No llores- dijo ella. Su voz sonaba protectora, cariñosa, fraternal… la voz más preciosa de este mundo. –Simplemente bésame-
Sus palabras me erizaron la piel por completo. La pasión se iba a apoderando de mí, al igual que el contacto de su piel me excitaba.

La besé apasionadamente, saboreando el todavía reciente sabor a sangre en su boca. Aquél sabor dulce a hierro me provocó todavía más. Mordí su labio inferior con mis fríos y afilados colmillos, su mandíbula, su barbilla, su cuello, su hombro… y entonces mordí su oreja, exhalando en ella mi gélido aliento. Me quité la camisa, para sentir su torso más de cerca y cogí su mano, para que acariciara mi abdomen.

Su olor, el tacto de su piel, su voz… todo en ella me pedía a gritos cariño, entonces la miré. Me senté en el suelo de madera de aquella cabaña y bajé la cabeza. Ella había vivido solamente quince años de su vida… mientras que a mi me convirtieron con dieciséis y había vagado por aquél mundo setenta largos años. Éramos opuestos… no podría explicarle como me sentía al escuchar a Mozart, sus sinfonías, a Bach y su estilo contrapuntístico… a Händel, al vanguardista maestro Beethoven… El arte y la música son solamente comprendidos por las personas con bastante experiencia vital.

Súbitamente, comencé a mirarla con otros ojos. Como a una niña, como a alguien tan infantil, tan pura e inocente que se me antojaba inalcanzable. Ella pensaba como una niña, yo pensaba como un anciano… había algo en aquella unión, algo que relacionaba la vida con la muerte e invitaba a disfrutar de la propia existencia. Formábamos una extraña pareja, y por ello se me hacía aún más difícil consumar el acto con ella. Cuando amas tantísimo a alguien, una gran parte de ti te dice que lo hagas, mientras que la otra te dice que no. Confuso, adicto a ella, a su contacto, me coloqué de nuevo encima suya y agarré con fuerza las cuerdas de su corsé, como si de las riendas de una fiera se tratase. Fui estirando de las cuerdas lentamente con fuerza para desnudarla y poder contemplar el torso de quien me ama y me odia.

por **Marianne Allarousse** Lun Sep 19, 2011 2:04 pm

En ese momento me beso el, tan apasionadamente que llegue ha creer que era un sueño, me mordió el labio, al igual que hice yo anteriormente, después el cuello, y finalmente mordió mi oreja, me excito de tal manera que solo podía pensar en arrancarle la ropa a mordiscos, a continuación el se quito la camiseta, como si lograra adivinar en lo que estaba pensando, no podía dejar de contemplar su cuerpo, agarro mi mano, la puso en su abdomen y acaricie su piel, mientras un escalofrío recorría todo mi organismo a causa de la excitación.

Entonces se aparto y se sentó el suelo de la cabaña, eso me dejo confusa, pero entonces se volvió a colocar encima de mí y empezó a desnudarme desabrochándome el corsé, era la primera vez en mi vida que me desnudaba delante de alguien y eso me hacia pensar a cuantas mujeres habría tenido el delante en toda su vida, seguramente demasiadas, mientras que yo era la primera vez, pero sinceramente solo quería entregarme al el en ese sentido y en todos los demás, pero el problema es que, ¿Quién me aseguraba ami, que no era simplemente una mas?, pero supongo me daba igual, tenia en frete aquello que tanto deseaba y tanto había estado buscando.
No pida dejar de contemplar sus ojos, eran lo mas hermoso de este mundo, me miraban con el cariño, que nunca antes me había mirado, solo deseaba perderme en sus ojos verdes, como si de un precioso bosque se tratase, quería adentrarme en el bosque y no volver a salir nunca mas, quedarme atrapada en su mirada y ser la única persona que pudiera estar hay.
Me daba igual cuantos años tendría el, había odio demasiadas conversaciones sobre lo que estaba haciendo, y siempre lo describían como algo placentero y sin sentimientos, y para mi no era si, toda la lujuria y la pasión que sentía era a causa de los sentimientos que empezaba ha sentir hacia el, y no podía imaginar en esas personas que consumaba en acto sin sentir nada hacia la otra persona, me esta enamorando de el y nunca jamás podría mirar a un hombre con los ojos que le miraba ha el, y mucho menos por simple placer.
No aguantaba mas a si que le quite el pantalón, me coloque yo encima y empecé ha besar su cuerpo y ha recorrerlo con mi boca.

por Invitado Miér Sep 21, 2011 9:33 am

Ella me desnudó un poco más y se colocó encima mía. Comencé a ponerme nervioso, muy nervioso, tanto que mi corazón parecía salir de mi pecho. Me pareció extraño, pues nunca me había puesto tan nervioso por una mujer.
Besé una y otra vez sus labios, introduciendo mi lengua en su boca y jugando con ella. Sentía algo en mi pecho que jamás había sentido, como si me ardiera, como si hubiese una hoguera en mi interior.
Había musica en mi interior, había magia, no quería que acabase nunca, pero entonces nos rozamos, nuestra ropa interior. Y mi corazón comenzó a latir aún más deprisa. Iba a hacer el amor con aquella Bella... con mi creación, la chica a la que había destinado a la vida eterna. Me pregunté si estaría abusando de ella, y me preocupé seriamente. Volví a sentir sus labios, y dejé de preocuparme. Entonces rocé levemente su vientre con mi mano, y fuí bajando lentamente en una caricia. Rocé su intimidad y me dispuse a introducir mis dedos, pero la imagen volvió a mi mente, creando un nudo en mi garganta.
Saqué mi mano de su prenda interior y la abracé, acercándola a mí y llorando.
Cuando logré calmarme un poco, le pregunté:
-¿Seguro que quieres hacer ésto? Si no estás preparada, lo entiendo, podemos esperar, Bella. Te amo, y no quiero que pienses que te quiero solo para esto...-

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