Cuando una noche, no quieres estar solo...

por **Domingo de la Vega** Miér Ago 31, 2011 6:16 pm

Cuando aquella noche le hablaron de este lugar, sencillamente se negó a imaginar que entraría. Nunca le hizo falta para alimentarse. Ni siquiera para cumplir una fantasía.

Sebastián, no debí dejar que regalaras a mis oídos, las aventuras de tus cacerías. pensó.

Pero allí estaba, con su capa recogida en el brazo, la chaqueta de bronce desabotonada, mostrando el lento respirar de su pecho en cada paso, a medida que alzaba uno a uno los escalones, pasando por el salón de los bailes, donde se dejó ver fugazmente, hasta los pasillos atestados de olores y risas. Algún que otro grito, susurros y gemidos.

Las damas cortesanas, por doquier, populaban. Cierto, que eran hermosas y bien avenidas, con dulces rostros y exposiciones tales, que el sonrojo debería acudir a su rostro, pero... había ya vivido tantas cosas, que nada de esto le impresionaba. Era el mismo juego de siempre, tan viejo como el mundo. Y los caballeros atentos no llamaban su atención. Cortesanos... vive dios, que james pensé en el hombre para desarrollar este papel.

Este mundo en el que vivo hoy, tiene flores de un jardín tan variado. Abejas esperando la dulce miel de besos, caricias y palabras galantes, por unas pocas monedas... suspiro, pensando Ah, jóvenes damas, que pensarían vuestras madres de veros aquí. Sin saber que no solo sois pastos del deseo varonil, a veces hermoso y otroras enojoso, sino que también corréis el peligro de perecer a manos de mi hambre insaciable.

¿Llorarian, se lamentarian?.

Domingo se detuvo junto a una ventana, colocando las manos sobre el cristal lo empujo a abrirse, mirando mas allá de la calle engalanada, de las sombras de las esquinas. Las puertas permanecían abiertas de par en par, cada cual, con una muchacha dulce y atenta.

Desde su pequeño mirador era capaz de inspirar el aroma de sus cuerpos, soportando estoico el primer empujón del hambre. Una fingida inocencia las dotaba de pureza humana. Un reclamo para la atención de los varones, que por allí pasaran, haciéndoles pasar y para su asombro... de alguna dama. Para el, valía solamente el reclamo de sus suaves cuellos, las pequeñas venas que era capaz de distinguir hasta en las mayor de las oscuridades, el rítmico latido de sus corazones, mientras sus senos se alzaban o descendían, en cada bocanada de aire fresco.

- No, no debería haber venido aquí- musito para si mismo, apartándose de la ventana, buscando la salida entre aquella marea de sedas, músicos y plebe. Todo este lugar no hacia sino traerle momentos de desasosiego.

Solo una de las dos cosas que buscaba, la encontraría.

- Pero el amor... el verdadero amor no se puede pagar ni fingir... Brota del corazón, surge como una marea que enardece a los hombres por igual, siendo tan puro - hablo ganando voz, cerrando los ojos. A medida que alzanba el puño cerrado, desafiante, ante su rostro.

Negó para sus adentros, ofuscado en sus pensamientos, tal que su desafió había sido, esperaba, solo para el. Dispuesto a irse, que no confundieran su tristeza y su hambre, con el desconsuelo de no hallar compañia aquella noche.

por **Henriette Blois** Miér Ago 31, 2011 8:09 pm

Había pasado una semana alejada del burdel hundida en mi melancolía, sentada junto a ventana son el camisón de dormir y una copa de mi querido absinthe en la mano, esperando obtener respuestas, aclarar mi mente, pero había obtenido todo lo contrario...

Así que decidí regresar al burdel , cambie el camisón por un corsé azul y un liguero, lo que yo quería era placer, sentirme en los brazos de un hombre, que me deseará , que por un momento olvidará todo y solo pensará en mi, en mis caricias, en mi cuerpo;desde que había iniciado en esto me quedó más que claro que lo hacía por puro gusto.
Pero la suerte me estaba fallando y un leve atisbo de mi tristeza me hacia retroceder ante los prospectos que se me acercaba. Al empezar la noche decidí elegir mi cliente como siempre lo hacía llego un banquero muy apuesto y que varias veces había visto por ahí, pero mi subconciente me traicionó y no me dejo mover ni un solo paso, así que para cuando conseguí dominarme, él ya había conseguido un servicio.
Así que ahora esperaba sentada en una mesa solitaria, pendiente de la puerta a ver quien entraba.
Que tonta eres porque no te fuiste con él, ¿por qué no te moviste? ¿acaso piensas estar sola toda la noche? hay más hombres por ahí, me repetía una y otra vez.

De repente vi a un hombre entrar su atmosfera me hizo notarlo inmediatamente, camino hacia una ventana y ahí estuvo un rato, depués se encamino a la salida pero se notaba contrariado, a él si no lo dejaría ir.
Camine lentamente hacia él pasando entre cortesanas y hombres, entre los sillones, con la vista fija en él, como hechizada, parecía que no me había visto.
Me puse a sus espaldas recargando mis manos en sus hombros y parandome en la punta de mis pies para hablarle al oído
¿Necesitas compañia esta noche? dije rozando suavemente su oreja con mis labios...

por **Domingo de la Vega** Jue Sep 01, 2011 9:02 am

Domingo se volvió al punto de sentir el roce contra su oído. Tan ensimismado había estado, que no reconociera los sonidos de pasos, ni el roce de la mujer, hasta tenerla encima.

Su mirada no era cálida, y ni siquiera la miro de manera atrayente. No sentía mas que dudas y una ligera picazón en el fondo de su garganta. La palidez de la joven sorprendió a Domingo, que por unos segundos creyó estar ante una inmortal, hasta que encontró el leve ritmo de su corazón, entre los sonidos persistentes.

- Sois muy joven, ¿que tenéis apenas 18 años? - pregunto, desviando la mirada de su cuerpo, que por segundos si fue observado con el apetito de la bestia, a sus ojos, en donde escudriñaron la tristeza de la joven y su necesidad. - Disculpad, no debí interesarme por vuestra edad. Sabéis mejor que yo, lo que queréis mi lady - hablo, suavemente acariciando por primera vez su rostro, con el dorso de su mano fría.

- Si, estoy buscando a alguien. Llevadme a una habitación retirada de vistas indiscretas - ya había decidido, ceder parcialmente a la bestia. La juventud de la dama, haría sin duda de un sabor dulce en su sangre y le haría olvidar por momentos, el martilleo incesante, del recuerdo de la amada.

por **Henriette Blois** Vie Sep 02, 2011 8:50 pm

En cuanto se dio la vuelta me hipnotizaron sus ojos verdes, profundos e intensos. No cabía duda de que había elegido bien, solo faltaba que aceptará, pero el no daba señal alguna de lo que pensaba...

Cuando habló su voz envolvio todo mi entorno, mis oidos no escuchaban otra cosa, al tratar de adivinar mi edad hizo que se dibujará una sonrisa en mi rostro - No veo creo que el saber mi edad sea necesario o si?- dije acercandome un poco más, para llegar a sentir su cuerpo contra el mio... si sabía exactamente lo que quería, su gélida mano rozó mi rostro, por un momento me extraño el frío de su piel pero no fue para nada desagradable, incluso me gusto, fue bastante bueno descansar del calor incesante que emana de la casa, de todos los cuerpos...

- Muy bien, entonces ven conmigo- dije aferrandome a su brazo, presionando mi cuerpo contra él, era extraño pero a pesar de haber accedido su mirada era lejana y algo melancolica, caminamos entre toda la gente, los cuerpos ardientes, suplicantes de placer...

-Vamos relajate...-lo bese suavemente en la comisura de los labios- te aseguró que te trataré bien, no te arrepentirás- hablaba mientras rozaba con mis dedos su barba, su cuello.

Lo lleve a la habitación, tan alejada de los demás como pude, como él lo había pedido, para complacerlo, por alguna razón me sentía extraña con él, su aura era diferente a la de los demás, al cerrar la puerta detrás de nosotros una rara sensación me invadío, pero no me importo decidí seguir con lo que había empezado...

por **Domingo de la Vega** Miér Sep 07, 2011 10:36 pm

Domingo caminaba con ella sumido en pensamientos, aquellos que antes le habían revuelto el seso y distraido, hasta el punto.

Retrocedió una milésima de segundo tarde ante aquel cálido beso - te aseguró que te trataré bien, no te arrepentirás- la escucho que decía, y no supo bien porque, permitio que le rozara con sus suaves dedos, su barba y su cuello. Quizás fuera la calidez de su voz, o la gentileza de movimientos, con los que le trataba.

Tanto así, que le sonrió con dulzura, correspondiendo con una cariñosa caricia en su brazo, momentos antes de dejarla pasar a la habitación, cerrando él, la comitiva.

-Mi dulce señorita - hablo, mientras volteaba a mirarla, alzando una mano, para acariciar su cabello, aquel que caía junto a su cuello- le ruego, sea realmente gentil y obtendrá de mi, gratitudes - no pudo reprimir un ligero temblor, al pensar en algo mas que alimentarse.

Pero realmente no, no se atrevía, no quería pasar de unas pocas caricias y besos, para conseguir su sangre. No quería ceder, ni reblandecer su armadura, pues no había mas amor que dar, a quien en el pasado le diera todo.

Domingo retrocedio hasta la cama, en la cual se sento, y volviendo la vista a ella, suspiro, apartando sus demonios personales a un lado. Tenía que centrarse en no recordar, más que lo justo, sobre el arte del amor. Antaño tan bien dado y ahora... un recuerdo al que acudia, en vano gesto de alimentarse, un teatro genuino que no conseguia levantar esta noche en torno a él. Se le reflejaba el aspecto de un muñeco roto, necesitado de atención y pasión.

por **Henriette Blois** Lun Sep 12, 2011 9:25 pm

Al entrar en la habitación me paré junto a la cama, tomando de una mesa una copa de vino, el tacto frío de sus manos al tomar mi cabello, hacia que una sensación extraña recorriera todo mi cuerpo, haciéndome querer más el llevarlo rápido a la cama, el que nuestra piel se encontrará sin la incómoda ropa.

-Claro que obtendrá de mí las mejores atenciones mi señor, de eso no tenga la menor duda- Dije haciendo una pequeña reverencia y sonriendo sugerentemente, pues además yo también esperaba las mejores atenciones de él, tome un sorbo de vino de la copa y la deje en su lugar, él se sentó en la cama y yo lo seguí.

Me senté en sus piernas y rodeé su cuello con mis brazos para después besarlo, le quité el saco lentamente y lo deje en un lugar en donde creí no estorbaría. De su parte sentía un poco de tensión, como si reprimiera algo, eso no me gustaba, era extraño que este nivel todavía se inhibiera y no tomará la iniciativa de la situación así que debería hacerlo yo. Debía de hacer que sus deseos carnales llegarán a la superficie, que su cada parte de su ser me deseará, que quisiera poseerme; pues para mi esto más que un trabajo era mera diversión, así que lo que más ansiaba de mis "clientes" era su cuerpo, su calor, todas y cada una de sus sensaciones.

- Sólo déjate llevar, para disfrutar el uno del otro - Comenté observando sus melancólicos ojos azules, atrayéndolo más hacía mi, besando suavemente su cuello, hundiendo mis dedos en su cabello tratando de despertar la pasión dentro de él.

por **Domingo de la Vega** Sáb Oct 01, 2011 9:00 pm

Sus atenciones no pasaron desapercibidas, cada pose, cada beso y caricia intentando despertar el calor, saltar por encima del helado muro de sensaciones. No el fingimiento elaborado, sino el verdadero mural impávido del hombre herido en busca de felicidad.

La miro hacer, siguiéndola con los ojos, un cordero que a buenas era conocido lobo entre damas de la corte. Domingo suspiro con los pequeños besos y casi... sonrió, al ser desprendido de la chaqueta. Sus palabras apenas despertaban en el pasión, pero la dama era esmerada y aquello no debía insultarse con palabras vanas y gestos pasivos o agresivos.

- Sois muy dulce - hablo, cuando sus dedos abrazaban sus cabellos, fijando su mirada en la hermosa bajada de su cuello, por sus hombros, hasta perderse por debajo del vestido su nívea piel. Muy despacio alzo las manos, rozando los hombros con los dedos de ambas manos, suavizando los roces a medida que las manos ascendían y descendían por los brazos.

Suavemente sus dedos los entrelazo a los de la joven, apartándolos de su cabello, haciendo que bajara las manos despacio, quedando así enlazadas cada mano a la contraria, en la altura de los costados. La dualidad del fresco tacto frente al cálido, no paso desapercibido para ninguno de los dos.

- Muy, muy dulce - susurro a su oído... y poco después florecía su primer beso justo en el hombro, sobre la piel desnuda y expuesta. Un beso pequeño, agradable por la forma en que sus labios captaron la sensibilidad de su piel. Oliendo con una pequeña inspiración su perfume y su cuerpo, antes del siguiente beso, que como el anterior buscaba dar un regalo a las caricias desprendidas sobre el.

por **Henriette Blois** Sáb Oct 08, 2011 10:30 pm

Sus labios eran deliciosos y lo era aún más besarlos, seguí tratando de encender un poco pasión y al parecer lo estaba logrando, apenas podía escuchar su voz pues estaba distraida pensando en mi siguiente movimiento, pero él me sorprendío al empezar a acariciar mis brazos, no pude evitar sentir un ligero escalofrío al sentir sus frías manos pero poco a poco me iba acostumbrando a ello.

En el momento que entrelazo mis manos con las suyas me perdí por un instante en el choque térmico de nuestros cuerpos, era sumamente excitante y me empezaba a gustar quería que sus manos recorrieran cada parte de mi cuerpo haciendome estremecer con su gélidez.

Su voz en mi oído me resulto seductora, además del hecho de que sus labios tocaron mi piel por primera vez y esperaba no fuera la última, esto me daba la confianza de saber que había logrado traspasar la melancolia y la timidez que él mostraba momentos antes, - Gracias por creer que soy dulce- Dije besando su cuello suavemente -Tu eres maravilloso- Decía mientras mis brazos se aferraban a su cuello besándolo ahora más apasionadamente.

Miré a sus ojos fijamente tratando de transmitirle mi necesidad de él, entonces susurré a su oído apretandome a él hasta que mi cuerpo casi se fundiera con el suyo - Pues bien, veo que te vas desinhibiendo, haz lo que quieras conmigo no tengas miedo que yo no lo tendré-

por **Domingo de la Vega** Dom Oct 16, 2011 2:45 pm

Ahora Domingo tenia su permiso explicito para hacerlo. No es que lo necesitara por supuesto, pero dado que su mente jugaría en ella un papel crucial en los proximos instantes, saberla consciente de haberle dado aquellas palabras, haría más fácil lo que había de venir.

Con cariñosas caricias movió su mano en torno a su cintura, deslizandolas por su torso en una gentileza de movimientos donde acabo llevándola de estar sentada sobre el, a estar bajo el, sintiendo el peso de su cuerpo acomodandose al suyo. Las ligeras caricias de la cortesana le provocaban pequeños suspiros para adecuarse al momento, permitiéndose una cortes sonrisa, Domingo planeo sobre las alas del deseo femenino como el halcón, sobre su presa.

- Henriette... - susurro a su oído, dulcemente, sensualmente provocandola con un beso bajo el mismo, deslizando la cabeza contra su cuello, pegando su cara a el. ¿Cuando le había dicho ella su nombre? No, no había sido así, lo había leído de ella, en ella. - Dulce, señorita... - las plácidas manos de Domingo se ajustaron sobre la cadera femenina, desligándose por unos instantes de su mascara de cordialidad, aferrándola hacia el.

Aquí estáis, inocente de con quien... pensó, entreabriendo los labios, común su cuerpo se frotaba contra el suyo, pecho contra tórax, manos al costado, pelvis contra pelvis, empujando cariñosamente hacia adentro... no solo con su cadera, sino también con sus colmillos, sobre su cuello, mordiéndola con pasión para alimentarse de tan necesitada sangre... fuente de vida.

por **Henriette Blois** Dom Oct 23, 2011 7:19 pm

Las sensaciones que me causaban sus roces me llenaban completamente, ya no podía esperar más, el preludio había sido ya demasiado largo y mi cuerpo deseaba ansiosamente ser poseído por él, sentir sus caricias por todo mi ser su extraño y excitante tacto.

Me colocó debajo de él con una facilidad sorprendente, entonces mi manos se escabulleron por debajo de su camisa, acariciandolo sensualmente con la yema de mis dedos dibujando cada parte de su bien formado torso, mientras mi boca paseaba por su cuello y se detenía en sus labios para obtener de ellos tanto como fuera posible.

Al oirlo pronunciar mi nombre me confundí por un instante, ¿cuando había mencionado yo como me llamaba?, nunca, era extraño que él lo supiera, pero en el calor del momento decidí ignorar ese hecho y seguir adelante. Nuestros cuerpos se encontraron más cerca que nunca esa noche, mis labios dejaron escapar ligeros suspiros, deseando lo que seguía o al menos eso pensé.

De repente percibí algo extraño en mi cuello, no eran sus labios los que lo rozaban era algo más y entonces un dolor punzante llegó a mi, sentí como sus dientes se clavaban en mi , como mi sangre fluía a su boca, no sabía como reaccionar, estaba en shock, mi cuerpo no me respondía, él era uno de esos seres sobrenaturales de los que había leído alguna vez.

Pero en lugar de tener miedo tenía curiosidad del ser que se encontraba frente a mi, alimentandose de mi sangre, así que tomé la poca fuerza que me quedaba, y lo empuje sin éxito su cuerpo no se movio ni un centímetro, lentamente mis labios pronunciaron unas pocas palabras en un susurro casi inaudible, una pregunta un tanto estúpida - ¿Qué..o quien... eres... tú?, anda... dímelo, te dije que no tendría.. miedo... ¿no es asi?-

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