Discordia sentimental {Privado}

por **Scarlett Bouvier** Dom Sep 18, 2011 8:44 pm

Las hojas cayeron en picada desde lo alto de su escritorio, la furia estaba consumiéndola lentamente. Aún podía recordar el rostro de ese estúpido hombre que trató de abusarla, pero no de la forma libidinosa en que se piensa. ¡Maldito sea el instante en que Scarlett acudió a ese encuentro frente a la residencia Van Kröst! La pareja que cuidó todo este tiempo a su hijo, falleció y la herencia pasaría a sus manos. El secreto poco a poco se develaría, ellos no poseían ni un maldito Franco, todo lo que tuvieron fue gracias a ella y ahora la amenaza de su descubrimiento amenazaba con apartarla del único amor que ha tenido en la vida, Pierre. Sus pasos se escucharon resonantes en la habitación, desprendió el corsé que vestía de su cuerpo. Mordía sus labios con frenesí, sólo pensaba en una cosa, una maldita visita que terminaría con todo de una bendita vez. Si Pierre habría de rechazarla, lo más prudente es que comenzara a hacerlo desde ese maldito momento. Tomó los pantaloncillos del armario abandonado en el rincón de la pequeña habitación condicionada como recibidor, cerró la puerta y se vistió como todo un caballero. Un sombrero bastaría para ocultar sus dorados risos.

En el pasillo se enfrentó con las cuestiones de sus cortesanas, no dijo nada y aceleró el paso antes de que alguien más se atreviera a verle a la cara. Lucian no se encontraba cerca, a decir verdad hacía un buen tiempo en que no se le veía pasar por allí, así que aprovechó la situación. Si él le pedía cuentas al final del día, ella le mostraría lo bien que manejaba el burdel. Con la desesperación inscrita en su rostro, cruzó los pasillos del prostíbulo, respiró profundamente y se despidió… Quizá no regresaría, tal vez sí, tenía una cita con aquel sombrío hombre, una cita con el destino, alguien a quien salvar… A su hijo. Para su desgracia, no llegaría a al lugar en donde sus pensamientos habían estado trabajando… Pues alguien obstruiría su paso. Justo en el umbral de la última puerta, su silueta de deslumbra. Verlo parado allí, frente a ella con ese rostro tan inescrutable, tan carente de emociones… - ¿Qué demonios haces aquí? -

por **Ezequiel Valentine** Jue Sep 22, 2011 11:40 pm

La última vez que estuvo a su lado sólo fue para contarle la desgracia en la que se había convertido. Ambos compartían un enemigo en común pero eso no era lo único que los mantenía unidos y es que desde la muerte de Âmar él no había estado con ninguna otra mujer que lo hiciera pensar como lo habría hecho ella, la encargada del lugar con la índole más repugnante de todo París, el burdel. Sus pasos lo traicionaban, no deseaba del todo ir a donde ella para mostrarle los sentimientos ocultos bajo su piel, pero su razón no mandaba y era su cuerpo quien lo encaminaba hasta las puertas del prostíbulo. Su corazón comenzaba a latir con mayor intensidad ¿Qué haría si se encontraba con la desagradable sorpresa de que estuviera atendiendo a un cliente? Pateó una roca que se cruzó en su camino. Los colores de un crepúsculo inmortal tiñeron su gabardina de un color oscuro. Su mueca era una sonrisa reprimida, no quería entender que le hacía falta verla por segunda ocasión. Trataba de engañarse pero todo lo que se decía era una vil farsa. No podía entretenerse en cazar a alguien porque simplemente no tenía la disposición de hacerlo y, acudir a una batalla sin ser llamado es el suicidio. Antes de llegar al burdel se detuvo en la esquina del edificio frente a este, se recostó sobre el muro y observó a la gente pasar a su lado.

Aristócratas que juraban jamás haber pisado esa tierra consumada por el pecado, se jactaban y embriagaban junto a las prostitutas que lucían sus esculturales cuerpos frente a ellos, mujeres que perdieron la dignidad por un bocado que llevarse a la boca. Ese era su oficio y Ezequiel no lo juzgaría pues cada quien se gana la vida como puede, aunque si lamenta muchas de las historias que se esconden tras esos escotes, el pasado tatuado en la piel de cada una de ellas. Él puede reconocer una mentira cuando la mira, algunas de esas carcajadas eran completamente falsas otras no tanto. Respirando el ambiente en el que se veía envuelto, trato de aproximarse a la entrada del prostíbulo pero su chaqueta se atoró en un clavo que estaba por fuera de esa pared. Bajó la mirada, golpeó el muro con su puño, sonrió y murmuro por debajo –Una señal- Sabía que no tenía nada que hacer allí, sin embargo, por alguna extraña razón lo estaba y deseaba que algo extraordinario pasara antes de abrirse camino lejos de allí. Giró su cuerpo para darle un adiós al lugar con la mirada e inmediatamente sonrió ante la visión que le fue concedida.

Se veía tan hermosa, las luces desde el interior iluminaron sus rizados cabellos, consiguiendo un aura lumínica en su cabeza. No se pudo detener ante el impulso de correr y saludarla. Atravesó la calle sin notar que una carreta iba hacia él, por poco y es arrollado pero no le importaba. No podía detenerse a perder el tiempo en trivialidades cuando se tiene un ángel frente a él. ¿Ángel? ¡Una puta! ¡Maldición Ezequiel te estás perdiendo! Entendía que sentir esa atracción por Scarlett era un insulto, para ella y para él. Trató de tranquilizarse y su rostro continuó siendo inescrutable como en el campo de batalla -¿Con que tienes planes para esta noche?- No era necesario decir un “Saludos madame” las putas no merecen respeto, al menos eso es lo que dice la sociedad… Pero si no es por el oficio, menos lo sería por la relación que ambos mantienen. Sólo sexo, es una falacia y él lo sabe –Puedo saber ¿A dónde te diriges? Y si soy lo suficientemente afortunado, me dirás que te acompañe… Si no me largo- Palabras amargas que pronunció, el efecto cortante de una mente en constante conflicto, ella sabría entender.

por **Scarlett Bouvier** Miér Oct 05, 2011 8:24 pm

Inescrutable, si existe algo en el rostro de Ezequiel que Scarlett adora es la serenidad con la que mira su cuerpo, la perfección con la cual esconde todos y cada uno de sus pensamientos. El tiempo nos enseña a manipular nuestros sentimientos a nuestro favor y él consiguió ocultar cualquier atisbo de emociones detrás de una simple mirada. En el cuerpo de la puta se siente el escalofrío de la indiferencia pero ¿Por qué? Si le cuestionaba por su paradero significa que no le está ignorando, que desea saber donde es que ella se mete en noches tan atiborradas de peligros como esta. La mujer altanera, tratando de levantar su estado anímico responde tajantemente – ¿Te importa? – Arquea una ceja encaminándose hasta él, se para frente a frente, sólo unos cuantos centímetros logran separarlos. Puede apreciarse esa química irrevocable que surge entre ambos cuerpos, la noche los respira de la misma manera en que un monstruo asecha a su víctima para olfatear su miedo ¿Miedo? Eso es precisamente lo que Scarlett siente en cada uno de sus poros, desde lo más profundo de sus entrañas. Se supone que al ser una mujer frígida, también debe ser insensible a los sentimientos que el corazón demuestra para con las personas, exceptuando sólo a su hijo, pero desgraciadamente con ese cazador, las cosas son diferentes. Sonríe de medio lado, baja la mirada… Le gustaría poder ser tan frívola con él como lo es con los demás, no puede. El varón frente a ella, con esas arrugas en su frente y mentón, con la mirada cansada, melancólica, triste, abatida… ese hombre que fácilmente puede decir una palabra o desviar sus orbes hacia donde la muerte se viste con la seda negra de la miseria; él sabe todo lo que ella ha vivido. Es el confidente no de una puta, de una mujer que sólo necesitaba alguien con quien conversar durante las horas más tortuosas de su vida.

Los clientes se adentran al prostíbulo, buscando, tocando… Saben lo que quieren, ellas tienen que ser condescendientes con ellos, por eso estan allí, una que otra se hace alarde de su puesto. Scarlett mira la decadencia en la cual se ven sumergidas noche tras noche, es la necesidad quien les hace trabajar, es la cruz que les tocó cargar. La mano de la rubia se posa en el pecho de Ezequiel, lo mira con cierto desdén y lo aparta de su camino, baja el último escalón para abrirse paso a la calle. Suspira, sus orbes celestes buscan en el firmamento alguna señal de vida, no hay nada más que nubes negras, ocultando la belleza de las estrellas - ¿A dónde más puedo ir, Ezequiel?- Pregunta rendida, su fortaleza se ve desvanecida junto a la ráfaga de viento que despeina sus cabellos. Camina hasta la mitad de la calle esquivando una carreta que paseaba por allí –Necesito verlo, él me nece…- Traga saliva antes de terminar la frase ¿Cómo demonios él podría necesitar de ella si ni siquiera sabe de su existencia? Resopla los labios, sacude el vestido, limpia con la yema de su dedo índice una lágrima que se escapó de sus ojos –Estoy atrapada Ezequiel, no puedo decirle quien soy y tampoco puedo advertirle el peligro en el que se metió ¿Sabes lo que es la frustración?- Golpea su pierna con fuerza, exclama y pega un grito en la nada. La gente los mira como quien desaprueba la conducta de alguien, pero siendo honestos, en esa calle todos son culpables así que esas miradas no son más que la hipocresía y el cinismo de los mortales. –Me lo prometiste…- Susurra, es más fácil culpar a alguien más que a uno mismo, a ella es lo único que le queda y aceptar que sus acciones lo han conducido al punto en el que se encuentra es devastador. Una madre haría cualquier cosa por su hijo, Scarlett no es la excepción –No quisiera romper el pacto, pero no veo resultados-

por **Ezequiel Valentine** Mar Nov 15, 2011 6:43 pm

La mirada de Scarlett se lo dijo todo. Él no tuvo el valor de decirle nada, no tenía semejante descaro como para castigar la lucha incansable de una madre porque él estaba haciendo lo mismo por ejecutar su venganza. Aún no conocía el nombre del vampiro que acabó con la vida de su mujer e hija, ni siquiera tenía la remota idea de como le haría para encontrarlo, sólo tenía dos pistas que él mismo le dejó en el pasado porque para la suerte de Ezequiel esa criatura estaba tan enferma de la cabeza que disfrutaba con acercar al cazador hasta sus fauces, ilusionarlo y después arrancarle el corazón de un tajo. El anciano suspiró por lo bajo al entender de lo que se trataba; tiempo atrás, mientras vagaba por las calles de París sintió la urgencia de acostarse con una mujer, pero no tenía dinero y las cortesanas jamás se aproximarían a un pelele como él, aunque este las acosara, los hombres de las cantinas lo arrastrarían hasta las afueras del lugar. Entonces se la encontró a ella, siendo amenazada por un incrédulo que estuvo a punto de violarla, pero lo impresionante no fue la decadencia de la sociedad dibujada en ese hombre, si no la frivolidad de la mujer a la cual deseaba hacer suya. Ella sonreía tajante, burlona y, comentó su desprecio contra los hombres –“Si puedes hacerme sentir algo, aunque sea dolor, yo te pagaré a ti después de la follada”- Esas fueron sus palabras, Ezequiel las recordaba a la perfección porque esa mujer se asemejó bastante a lo destruido de su interior. Vaya sorpresa, después que el violador se rindió ante lo frígido de Scarlett Ezequiel hizo acto de presencia…

Ese fue el primer encuentro, no tuvieron pero sí una larga charla. Comenzaron a identificarse, un extraño y una puta, una conversación que duraría tan sólo lo que la noche. Al día siguiente él no dejaba de pensar en ella y fue a buscarla al burdel, y es que la devoción jodida que sentía ante un hijo que jamás ha tenido entre sus brazos ¡Maldita sea! Y él con tanto deseos de poder volver, aunque sea por un segundo, sostener a su hija entre los suyos. En las siguientes visitas que Ezequiel le hizo a la puta, se puede decir con certeza que encontraron el complemento perfecto para sus noches vacías, ella no ganaba dinero acostándose con él pero si apaciguaba el sentimiento de soledad que se cernía en lo más profundo de su ser. Ezequiel no culminaría su venganza mientras estaba con ella, pero al menos se le olvidaba el dolor que pretendía dejar en el pasado. Poco a poco fue enamorándose de ella. Conocerla implicó un cambio radical en su vida, saber sus secretos y su historia una espina más que debería cargar en su espalda. Scarlett confesó lo que sabía porque sólo se sentía segura al lado del cazador, no pasó mucho tiempo antes de que ella se enterara de la doble vida que este llevaba y fue ahí en que todo se rompió. A Scarlett le preocupaba su hijo un tal Pierre Van Kröst que se juntaba con las personas equivocadas, así fue como Ezequiel encontró a Líderc y sus hermanas… De a poco las piezas iban encajando y este supuesto Rey de Budapest lo llevaría a encontrar a su vampiro. Matar a Líder sería un premio más y un agradecimiento extra por rescatar a Pierre de sus garras. De eso hablaba Scarlett.

-Sí, lo sé Scarlett- Respondió a su pregunta. La tomó por los hombros para sacudirla quizá, pero se detuvo al instante en que sintió su contacto. Era tan difícil concentrarse en las palabras adecuadas para decirle sin romper su corazón que, pese a toda corriente, sigue manteniendo la esperanza de que algún día su hijo sepa de donde proviene y el esfuerzo que ha hecho su madre por mantenerlo con vida. La representación del sacrificio. –Él sabe en donde está parado, no es idiota y yo no puedo llegar a matar sin antes obtener respuestas. Ambos vamos tras ese hombre Scalett pero se necesitan estrategias y no sólo la ira irracional que nos ciega, se debe hacer un trabajo limpio ¿Sabes que pasaría si lo mato a él pero no a sus hermanas? Me ejecutarán de la peor forma. Sabes que lo hago por ti- Frunció el ceño, eso era una jodida mentira pero no podía confesarle la realidad. Pierre quería un lugar en la corte de Hungría, sabía exactamente lo que quería, también sentía una devoción infinita por una de las vampiresas, pero y Ezequiel ¿Conocía el terreno que estaba profanando? Aún no y eso era lo que detenía su cacería. Sí, poseía un aliado dentro de su pequeño clan pero no se fiaría de este, al menos que demostrara que sí está de su lado… Al final el cazador tenía que matarla, porque ella era un Nasic, su alidado era Ishtar Nasic.

por **Scarlett Bouvier** Jue Nov 17, 2011 4:03 pm

El viento cambia de dirección de la misma forma en que la mirada de Scarlett busca refugio en los brazos de Ezequiel. Dicen que el paso del tiempo fortalece lo vulnerable de una vida, dicen que mientras alejado esté el pasado de ti, menos causará daño pero decirle ese tipo de cosas a esos viejos es como intentar vaciar las aguas del mar con las manos. La fémina esboza una sonrisa amarga, él comprende el miedo que ella siente. Lo conoce, nadie mejor que ella para descifrar ese pétreo rostro. Está cansado. –Lo siento- Musita bajado la mirada al suelo, ante su derrota. No pudo sostenerse con sus pies, sus rodillas flagelaron en cuanto el mencionó la posibilidad de una muerte. ¡No! No arriesgaría la vida de Ezequiel sólo por complacer su capricho, antes prefiere ir a buscar a ese demonio y sacrificarse por su hijo a que el hombre frente a ella tenga que enfrentarlo ¿Por qué? El cazador le ha ofrecido a la ramera, algo que la gente no regala a cualquiera, menos a una mujer que está tan marchita como Scarlett. Un suspiro se extiende por el cuerpo de Scarlett al compás en que se le resbalan un par de lágrimas en sus ojos. Sus manos brazos rodean la espalda de Ezequiel sostenido su cuerpo para no caer –Vamos adentro- Musita hundiendo su rostro en su cuello.

Una mujer con su carácter, una señora como ella no puede permitir que se le vea destruida por simplicidades, se supone que Scarlett es tan frívola como lo es frígida… pero ambas afirmaciones resultan ser una mentira. Cuando está en la cama con Ezequiel, todo es diferente. Toma su mano, retroceden dos pasos, abre la puerta y una de sus compañeras se lanza a los brazos de Ezequiel. Lo besa, introduce su lengua en la boca de ‘su hombre’. Scarlett está celosa. Su ceja arqueada lo dice todo, su mirada frívola, sus labios retorciéndose en una mueca desesperante, el golpeteo de su pie contra el suelo. La frustración de su rostro. Scarlett hala a la puta del cabello y la abofetea, después se encargará de ella si es que su jefe le permite seguir trabajando en ese lugar. Últimamente Scarlett se ha convertido en una víctima más de sus hormonas quienes le juegan una jugada bastante complicada. -¿Acaso no ves que está conmigo? ¡Lárgate!- La empuja contra el muro y atrae a Ezequiel con la mano. Sus orbes felinos se posan en los ojos del cazador, su mirada es reprobatoria ¿Por qué demonios él no hizo nada para impedir ese arrebato pasional? Se encamina hasta su habitación y, mientras subían las escaleras con desdén pregunta -¿Lo disfrutaste?- Vaya, el primer hombre que despierta en esa ramera una sensación de celos.

Perdona lo corto, estoy muerta! xD

por **Ezequiel Valentine** Miér Dic 21, 2011 9:15 pm

Odiaba ver a las mujeres llorar, más aún le era insoportable el hecho de tener que ver como ella estaba sufriendo de esa manera. Comenzó a rugir internamente por no poder calmar el dolor que Scarlett sentía; se encontraba atrapado entre esa nefasta mujer y la venganza que prometió a su familia. Supuestamente no amaría a otra como lo hizo con su gitana pero es que esa maldita puta había encontrado no sólo en su cuerpo, si no también en su alma, el punto perfecto para llegarlo a enloquecer. Cuando se dio cuenta ella desfallecería la tomó por la cintura y sostuvo su caída. Por encima del vestido no se podía percibir el calor de su piel, pero él ya sabía como se sentía, recordaba también el olor de su perfume barato y la textura que tiene cuando está empapada de sudor. Jadeó sonriendo ante le cúmulo de esos lascivos pensamientos. Ella era una mujer hecha y derecha, no como todas esas niñas que malgastan su vida en el burdel, no las juzgaba, les había tocado vivir una patada al hígado y tenían que soportarlo, al igual que él… Su estomagó también rugió ¿Hace cuánto que no comía? Había estado vigilando el maldito hotel en donde los Nasic se encontraban, ningún maldito rastro de ellos desde ese jodido día en el que Ishtar… El pensamiento amargo de esa vampiresa ofuscó la realidad en la cual se encontraba y sin siquiera sospecharlo ya se encontraba adentro del

Scarlett, sus ojos se posaron en los de ella, estaba colérica pero Ezequiel no entendía la razón de su acto hasta que en la punta de las escaleras ella lo interrogó. El cazador no tuvo de otra más que romper la tensión con sus carcajadas, frunció el ceño y negó con la cabeza mientras sostenía su vientre porque era un reverendo chiste lo que ella había hecho minutos atrás, no cabe duda que las mujeres son impredecibles, más si se trata de alguien como Madame Boubier –¡Pero que escandalo haces mujer!- Exclamó con ímpetu. Abrió la puerta de la habitación en donde tantas veces se habían reunido él y ella, en donde se habían revolcado incansables veces, en donde era Ezequiel el único dueño de su corazón, en donde él olvidaba el pasado y la promesa de la venganza porque se sentía tan bien en los brazos de Scarlett. La atrapó una vez más por la cintura y la introdujo en el cuarto cerrándolo por completo. –Este es un burdel, los hombres desesperados como yo venimos a buscar sexo y ustedes sólo quieren la plata, no hay mucha ciencia… No deberías ponerte celosa por un puto beso- se cruzó de brazos y levantó el pie recargándolo contra el muro en el cual se había recargado. Dos segundos transcurrieron antes de que se encaminara hasta la cama para sentarse en el borde y observarla desde allí, era tan hermosa aún con sus celos, aún con los restos de sus lágrimas en ese rostro, aún cuando está completamente desaliñada y el cansancio se observa en sus ojos.

-Escucha, sé que estás irritable por lo ocurrido con Pierre, también sé que fue mi error… allí estaba yo tratando de asesinar a los Nasic y ella, Ishtar… ¡Esa mujer!- Se desesperó y despeinó sus cabellos, algunos de ellos terminaron en sus manos. Golpeó la mesita que se encontraba al lado de la cama y la veladora que posaba allí junto con el alhajero cayó al suelo. Se arrodilló para recoger el desastre que había hecho, pero en lugar de eso se quedó resumido a algo muy parecido a la nada –Lo siento Scarlett, yo… yo lo único que quiero es verte sonreír y ese beso no significó nada para mí, tú mejor que nadie debería de saberlo- Levantó las cosas y las colocó sobre el colchón, se puso de pie y caminó hasta ella. Sus brazos rodearon esa diminuta cintura y su barbilla se clavó en el arco de su cuello. Susurró en su lóbulo lo mucho que la quería pero fue en un idioma extranjero, quizá escoses se lo habían enseñado los gitanos en aquel tiempo que estuvo junto a Âmar. Ella no lo entendería y él lo prefería así… Si sus enemigos se enteraran que había una nueva debilidad en él… ¡Maldición! No soportaría que alguien le arrebatara a Scarlett de las manos.

por **Scarlett Bouvier** Sáb Ene 07, 2012 8:37 pm

MUJER DE NADIE

Al ver que le sigue de cerca, escuchar sus palabras, sentirse de esta manera… scarlett se pregunta del ¿Por qué de sus acciones? Ella no tiene ningún derecho a comportarse de esa forma, menos con un cliente que podría ayudar a pagar los gastos de esa cortesana, pero él la ha elegido a ella ¡Ezequiel es suyo! Todas lo saben ¿Qué es lo que tiene que hacer para que lo entiendan? Cada noche que él acude al burdel es bajo un solo propósito y Scarlett es su nombre. Es rodeada por sus brazos, escucha lo que le dice mientras su ceño se frunce pero no le cree, está ciega de celos, es todo cuando posee y no quiere perderlo como lo ha hecho con Pierre. ¿Acaso nadie le comprendería? Un golpe de frustración arroja una copa con vino desde la mesa al lado de la cama al suelo. ¡Está enfadada! Porque las putas también poseen carácter, porque a pesar de haber sido educadas para creer en el amor efímero de un orgasmo, ella pudo amar a alguien más allá de la cama, sí… su hijo. Ruge, su mirada felina se clava en los ojos cansados de Ezequiel buscando respuestas, pero él calla las dudas de Scarlett con esa maldita carcajada ¿Se burla de ella? Si es así, que vergüenza. Es un caballero y ella el despojo de una mujer en vida, es la resolución de todos los pecados que el hombre despilfarra en los burdeles, ella es la master, el súcubo que no tiene ningún derecho a amar porque se ha metido con tanto hombre, porque es mujer de todos, mujer de nadie…

-Sí, sólo somos un costal de carne que se somete ante ustedes por unos cuantos francos. Es verdad, no valemos ni la pena de mirarnos pero aún así se obsesionan con el cuerpo y la farsa que les ofrecemos. ¡El amor de una prostituta! Dura lo que una noche y vale lo que se traiga en los bolsillos. Gracias Ezequiel, por recordármelo- Comenta con desdén observando la obscuridad de su habitación. Si las paredes pudiesen hablar, confesarían el porque de sus celos sin sentido. La madera muda ha sido testigo de tantas noches en las que se ha enredado en las sábanas con hombres diferentes y a ninguno de ellos lo ha amado, excepto ese que se ha quedado varado frente a ella, que a pesar de ser una puta le trata como una mujer, muy por encima de status de los demás… ¡Oh, Ezequiel… Si tan sólo te dieses cuenta! Llora, pero no por su hijo, los sentimientos encontrados en el pecho de Scarlett están haciendo de ella un chiste para los demonios que observan la escena entre ambos amantes. No puede soportar estar de pie y termina sentada sobre el borde de la cama. Quiere pegarle una bofetada y gritar para que así la escuche sin más nada, pero no se atreve ¿Cómo hacerlo? La frustración se ciñe sobre la rubia evocando su coraje, esa ira irracional para consigo misma por haberse permitido sentir algo más que un deseo por ese maldito hombre. ¿Quién y qué es Ezequiel para ella entonces? De ser sólo un cliente con discordia, lo habría desechado tiempo atrás.

La reacción que él tiene es extraña, jamás lo ha visto comportarse de esa manera, pero como siempre… la primera vez es terrible. Scarlett frunce el ceño y aprieta la quijada esperando que él no pronuncie ninguna palabra de desaliento. Se pone de pie encaminándose hasta la puerta para poner el seguro. Ser interrumpidos es algo que no tolera, tienen tanto de que hablar y no importa si terminan abrazados bajo las frazadas de la cama simplemente durmiendo, soñando con que están juntos, no importa mucho el tiempo que ella invierta en él sin ganar un maldito y miserable franco, valía la pena cuando se trataba de Ezequiel. Lo que dice sobre ella la toma por sorpresa. Abre sus ojos por completo y él ya se encuentra susurrando algo en su oído. Quisquillosa, sonríe apartándose de él, preguntando solo con la mirada un ¿Qué? Pero tiene entendido que no le dirá absolutamente, conoce a los hombres como él, lo conoce mejor que a si misma. Muerde su labio inferior desviando su atención a un punto obscuro sobre el techo, una lágrima recorre su mejilla y muere en su cuello. Al darse cuenta de lo contradictorio que resulta todo eso, golpea el pecho de Ezequiel y se dirige a la cama para sentarse de nuevo. Respira profundamente en un sordo suspiro, levanta la mirada hasta él - ¿Por qué?-

La pregunta es retórica, no necesariamente tiene que respondérsela. Se deja caer recostada sobre el viejo colchón, sus manos se deslizan sobre su vientre y se detienen justo allí. Sonríe. -¿Debería saberlo? Lo sé, pero no lo acepto… esa es la diferencia Ezequiel- Comienza a hablar, tal pareciera que lo hace solo para sus pensamientos como si él no existiera en esa habitación. No puede decírselo cara a cara porque no está preparada para eso, decir un “te quiero” tan real como el que está a punto de confesarle a ese Inquisidor, no es fácil y prefiere mil veces fingir un orgasmo que encontrarse en esa situación –No me niegues cuando tus ojos me dicen la verdad. He leído a tantos hombres, conozco sus movimientos, la forma en que expresan sus emociones con el cuerpo… He presenciado durante años sus actitudes, no te confundas no los estudio, es inevitable no darse cuenta en un lugar como este- Hace una ligera pausa para suspirar, su mirada se fija en una mancha del techo –Algunos sienten culpa, otros lo disfrutan, están los hipócritas que juzgan nuestro trabajo en la calle y ante la iglesia y por las noches resultan ser más depravados que el mismo demonio. También he sido testigo del padre que desea hacer de su único hijo varón todo un hombre y el desprecio del chiquillo a las mujeres mientras siente que su libido se incendia al ver desnudo a uno de los muchachos- Se sienta –No me niegues, por favor no lo hagas… Ambos lo sentimos, Ezequiel- Sonríe con amargura –Pero no debemos ¿cierto?-

por **Ezequiel Valentine** Miér Feb 01, 2012 2:01 am

Frustración e ira, eso era todo lo que podía demostrar en el momento en que ella escupió el reclamo en su contra ¿Quién carajo es Scarlett Bouvier para hablarle tal y como lo hizo en esa noche? Absolutamente nadie. Eso era lo que se repetía noche tras noche, cada que se sorprendía a si mismo leyéndola en su mente, ansiando sus caricias y recordando su perfume. Cierto es que no podía amarla como lo hizo con su difunta esposa, pero maldición… El destino le jugó muy mal las cartas, le puso a una mujer hermosa como lo era esa cortesana y no podía negar su atracción desenfrenada para con ella, lo había hecho siento de veces con las mujeres en la calle, en cualquier rincón pero ninguna de ellas desprendió de sus labios un gruñido placentero. Scarlett lo hizo en cuanto la vio por primera vez. Bajó la mirada al suelo escuchando su patético reclamo de lo que dijo, no hizo nada para discutirlo, ella tenía la necesidad de gritar lo que sentía y él estaba ahí para asentir con la cabeza diciéndole que todo estaría bien. No se trata de ciencia alguna como lo mencionó, sólo una mujer desquebrajada por la incertidumbre que era su hijo, sumado a un cúmulo de experiencias nuevas que… ¡Joder! Él tampoco estaba preparado para eso.

Torció sus labios en una mueca indescriptible, no se sabía con exactitud si estaba molesto, se burlaría a carcajadas de ella o de plano le era indiferente a todo lo que esa mujer le había confesado en una explosión de vómito verbal. Hizo que su lengua se pasara sobre la comisura de sus labios y clavó la mirada en la nada del suelo. Una cucaracha asomó la cabeza por el espacio entre la madera. Era un lugar sucio y deprimente ¿Qué más se podía esperar que se escondiera en los cimientos? Afortunadamente las ratas aún no habían comenzado a chillar de la desesperación como él lo hacía por dentro. Sus manos temblaban, estaba nervioso pero no lo demostraría frente a una dama, por que para él eso es Scarlett ¿A quién coño le importa si vende su cuerpo para alimentarse después? Nadie debería juzgarla por ser una cortesana, una puta, una mujerzuela y toda clase de sinónimos que puedan herir la susceptibilidad de estas mujeres. ¡Dios! Golpeó con el puño lo primero que se encontró para no despilfarrar trancazos contra ella, nunca lo haría porque se trata de un caballero o al menos eso es lo que intenta -¿Por qué?- Soltó de sopetón con un nudo atorado en la garganta. No podía decir más palabras, ni siquiera sabía si las estaba pensando o las estaba diciendo. En su interior las llamas hacían arder su cuerpo y se notaba en el exterior con esas gotas de sudor creciendo en su frente.

La mujer frente a él representaba algo más que una simple noche de diversión o una confidente a la cual entregarle la historia de su vida. Es increíble el hecho que él haya confiado en alguien, mucho más aún en ella. En lugares como esos, los secretos no están a salvo… ¿Por qué creer que diciéndoselo a Scarlett, continuaría siendo su secreto? Eran cómplices en la cama y en las calles, el mundo lo sabía y varios los habían visto tropezar en el centro de Paris. Poco le interesaba al Inquisidor las habladurías de la gente porque después de tanto tiempo viviendo en el purgatorio de sus penas, al fin pudo encontrar un halo de luz. Se sentía vivo, como cuando su hija y su esposa aún vivían. Scarlett le regresó la juventud a su vejez -¿Por qué lo pones tan difícil?- La miró fijamente a los ojos desde donde se encontraba. No quería acercarse demasiado a ella porque sabe que si la toca, no se detendría. –Me cansé Scarlett, estoy perdido y no sé qué más puedo hacer. Fingir que no me interesas ya me resulta una burla. Creer que te engaño con la indiferencia sólo te causa más dolor del que ya tienes ¿Dime quéhago? Me abofeteas, me insultas, me reclamas, me pides… Lloras en mi hombro y yo sólo te observo ¿No te has dado cuenta que me tienes a tus pies?- Hiso una pausa y una sonrisa apareció en sus labios, una sonrisa extraña, de esas que casi no le dedica a nadie… a decir verdad era la primera vez que le resulta una sonrisa de esa magnitud -¡Maldición, te amo!- Se dejó ir en su contra agarrando su cuello para atraer su cuerpo al propio y besarla.

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