Canción de cuna. [Miguel Cuevas]

por **Triana** Dom Oct 09, 2011 1:33 pm

Las cosas habían sucedido demasiado rápido, o demasiado lento según como se mire. Las lágrimas de la niña habían cesado en cuanto su pequeño ser conoció a Indro, un vampiro que se había vuelto algo así como su alma gemela, alguien a quien querer para toda la vida y en cuya pequeña cabecita no se olvidaría jamás.
El papá de Katrina, Vincenzo, llevaba ya casi un mes fuera, de viaje, con la mujer mas hermosa que ella había visto, y quizás la única que la entendía en aquel idioma tan natal como la vida misma tenía.
Pero había algo que le faltaba, algo que en aquellas noches de otoño la hacían sentirse sola como si un diente de león se quedase sin flor por una suave brisa matutina.

A katrina la ayudaron a vestirse, aunque lo solía hacer sola, tomó un abrigo que la cubría en su total perfección, su pequeños pies la llevaron a un camino que le era conocido, pues allí conoció a August... el niño bufón al cual regaló aquella joya que su papá la había regalado y que ella no quería, porque lo único que necesitaba, era el arropo de una familia, y por ende, sentirse querida.
Se sentó en un banco de piedra, frente a la biblioteca mas grande y hermosa que había visto, lo que ella no sabía pero su corazón intuía, era que iba a conocer a aquella persona con la que compartía su sangre. Su Hermano.

por **Miguel Cuevas** Dom Oct 09, 2011 1:52 pm

Un día mas relativamente solo en aquella grandisima ciudad, el cuidador de Miguel....o mas bien, la persona que lo había acogido no solía pasar mucho tiempo en la casa. No era mala persona, lo cuidaba, le daba un techo bajo el que dormir y resguardarse y un plato con comida caliente todos los días. Pero a veces se preocupaba mucho por su cuidador ya que a veces, cuando el señor Bassarides creía que no lo veía este se curaba algun corte o quemadura.

Miguel nunca le preguntó, ya que le estaba bastante agradecido y no quería entrometerse en la vida de aquel hombre, así que cuando le dio permiso para pasar el día entero en la biblioteca nacional se alegró muchisimo. Se pasó las horas leyendo distintos volumenes e incluso un par de manuscritos antiguos. Le gustaba mucho la caligrafía de los libros escritos a mano por los monjes. Cuando la bibliotecaria le dijo que era hora de cerrar se sintió decepcionado y salió cabizbajo.

Mientras abría la puerta una suave brisa acarició su rostro y revolvió un poco su pelo y sonrió recordando otros días mas felices. Empezó ha tararear aquella canción que el mismo había mandado componer mucho tiempo atras y caminó por la plaza hasta que encontró a una niña sola en un banco.

- Hola...¿esta bien señorita?

Miguel no lo sabía, pero aquella pequeña niña era en realidad su hermanita desaparecida.

por **Triana** Dom Oct 09, 2011 2:01 pm

Las hojas nadaban entre los brazos de aquella brisa frente a sus ojos, se sentía decepcionada de algún modo, pero todo el mundo sabía que aquello no duraría mucho. Era una niña feliz y sin más preámbulos solía conocer personas, que no sostenían una relación sólida con su entorno. Eso en parte la perjudicaba, ya que aquello suponía un gran peligro.
Las calles parisinas no perderían gran cosa, pero el corazón de aquella niña era tan grande que los que la conocían... aunque no tuviesen corazón... de seguro que derramarían alguna que otra lágrima por ella.

Sus pensamientos infantiles, aquella melodía que resonaba en su cabeza noche tras noche volvió, pero no a su cabecita sino a sus oidos. Un niño que se había sentado a su lado la tarareaba, pero ella no entendía nada, cada vez se sentía más y más confusa.

Le tendió aquella margarita azul y negó con gestos tiernos.

- Si, se...ñor? - se rió al ver que tan solo se trataba de un niño, la doblaba en edad pero de todos modos no le gustaba hablarle a las personas con aquel tono tan lejano, ella prefería algo más cálido.

- ¿Cómo te llamas? Mi nombre es Katrina.

por **Miguel Cuevas** Dom Oct 09, 2011 2:13 pm

Las palabras y la actitud de la pequeña niñita hicieron que mi corazón se enterneciera y dejase la actitud de niño adulto, demasiado maduro para su edad. La dulce voz de Katrina entró a sus oidos como una dulce melodía que llenó su corazón de simpatía. La miró a los ojos y le cogió la manita sin saber muy bien por que.

- Me alegro de conocerte Katrina, yo me llamo Miguel.

Su manita era suavísima como unas sabanas nuevas, la miré a los ojitos y me quedé hechizado por aquellos tesoros de plata. Eran los más bonitos que hubiese visto nunca. Derepente sentí una gran añoranza y la abracé un poquito.

- ¿Quieres que juguemos un poquito? - le dije con una sonrisa radiante que hacía años que no dedicaba a nadie.

por **Triana** Dom Oct 30, 2011 8:02 am

Katrina entonó una canción entre labios, tarareando simplemente aquella melodía que acunaba en su cabeza.

- Vale... pero... pero...

Katrina no sabía jugar, si, como oyen. Su escasa edad y su tiempo recluida en casa de Vincenzo la habían permitido relacionarse poco con la gente. Aunque sus escapadas fuesen lo mejor de lo mejor, pues conocía a gente muy interesante de verdad. Katrina abrió sus ojos hacia aquel niño, era extraño pues se sentía como si hubiese estado todo el día al lado de ella, pero no, tan solo se trataba de un niño lindo que acababa de conocer hacía escasos segundos.

- No se... no se jugar.

Le miró con plena tristeza en sus ojos, bajando la cabeza con total pena.

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