Una obra casi conclusa (Emméline Hawkwood)

por **Domingo de la Vega** Mar Oct 18, 2011 8:41 pm

Domingo conseguía acomodarse en uno de los balcones laterales, elegantemente preparados para alguien de su categoría. No era una obra muy popular, ni siquiera aclamada por el pueblo francés.

El teatro reponía una obra que poco llenaba sus púlpitos. El poco aforo existente venia a que les hicieran reír con una obra de Don Juan José del Rey Poveda, un dramaturgo que ya había expuesto por primera vez dicha obra en 1788.

"El señorito mimado" retrataba a un joven aristócrata dilapidador y sin educación. Muestra las consecuencias de la falta de instrucción de D. Mariano, que es engañado constantemente por algunos personajes sin escrúpulos (Dª. Mónica, D. Tadeo y los amigotes, representado por un coro). Y a su vez, él oculta sus grandes gastos a su madre y, también, su desarreglada vida.

Las luces se apagaron, el gentío fue acallado con talento y gracia, las ultimas señoras ocuparon sus lugares... Comenzaba el Acto I.

Al abrirse el telón se puede observar a D. Cristóbal, tutor de su sobrino D. Mariano, el noble anciano hace la contabilidad del joven y se da cuenta del gran despilfarro. Su cuñada, madre del joven, está presente. El tutor utiliza un lenguaje claro y de denuncia al referirse a su sobrino.

“En toda su vida
sabrá ganar un ochavo;
pero arruinar una casa,
eso lo sabe de pasmo.
Él tiene mala conducta;
yo riño; no me hacen caso”

El joven al verse injuriado, malas cara expone a su tutor y por no verselas en mal hablado en su presencia, se despide de valentón con genio gallardo. El actor consigue darle el realismo suficiente a la escena para parecer verdaderamente ofendido y consigue arrancar así algunas risas al publico cuando desde el extremo de la sala, susurra al publico para hacerlo compinche de escena.

"Pues que han creído,
que pudieran yo contarles,
como con amigos voy a beber,
y de mujeres disfrute.
¿Acaso vieron lo flaco y feo que es, mi tutor?;
Si fuera mas bien parecido,
se habría enterado,
por haberlo llevado conmigo"

Domingo sonreía, expuesto en su balcón a la vista del pueblo. Nada de esconderse en las sombras, ¿para que?. Asientos vacíos eran su única compañía, sin nada que esconder, más que la propia naturaleza. Si alguien quería subir y podía pagarse un puesto a su lado, abandonando el gallinero, bienvenido era.

Él mientras, seguía disfrutando del Acto I, procurándose una botella de champán, que en pie de metal, pusieron a su lado. Despidiendo al camarero al momento del servicio. Prefería hacerlo el, y poder servirse sin verse tentado a tener que beber, ya pues, bebida y copa eran para aparentar suficiente, sin que nadie hubiera para atestiguar lo contrario.