AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El comienzo de algo.. [Claude]
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El comienzo de algo.. [Claude]
Las doce acababan de tocar en las campanadas de la Iglesia cuando Vishous salió de casa. Esa casa que mantenía "escondida" entre las comunes humanas. Ni muy lujosa ni llegando a ser una cabaña. Simple pero suficiente para lo que necesitaba. Su fortuna ascendía a un cierto nivel económico aunque, lejos de ostentar, prefería pasar totalmente desapercibido entre los demás. Los años pasaban muy rápido. Como horas o minutos para él. Y, una noche más, su cuerpo le pedía un mínimo de alimento. El alimento "especial" para los de su especie, el que le hacía llevar la dieta tan estricta. Ya casi no podía recordar lo que era saborear de verdad comida humana. Carne. Pescado. Verduras. Nada de nada. Solo sangre y más sangre. Sangre amarga. Sangre dulce. Sangre de una virgen o de una prostituta. Sangre de un hombre de oscuro corazón o de uno puro. Así era como ahora tenía que diferenciar su alimento. Lo extrañaba. Estaba cansado de esa vida que nunca cesaba. Inmortal y joven como el primer día en que su secuestradora lo atrajo a ese mundo. Morir era una palabra que, por aquel entonces, había pensando en muchas ocasiones. Más suicidarse nunca había sido un pensamiento para él, nunca una opción. A pesar de todo mantenía la instrucción dada para la batalla dónde no había suicidio posible por mucho que la derrota fuese inminente. Luchar hasta el final. Esas palabras eran las que le habían impreso a fuego en la mente y eran las que todavía seguían allí, brillantes. Día a día. Hora tras hora.
Pasaba el verano y el otoño empezaba a hacerse presente, sobretodo en el mundo en el que Vishous caminaba. La noche. Una noche veraniega no podía compararse con la de aquel día en la que un viento fresco le recorría todo el cuerpo. Su temperatura corporal, sin embargo, nunca cambiaba. Siempre frío como un témpano. Como el hielo. Para bien o para mal. Lo único que le hacía sentir un mínimo de calor en ese cuerpo muerto era la sangre que lo mantenía con vida. La que se obligaba a beber de cualquiera. No le importaba el sexo ni la edad mientras no fueran infantes. Beber de un infante suponía más "fuerza vital" pero el cargo de conciencia de, posiblemente, haberlo asesinado. Un niño no sobreviviría a una mordida. Eran tan frágiles..¿Y él a caso tenía consciencia? A penas podía distinguir el bien del mal. O lo que él creía que estaba bien de lo que estaba mal. Era realmente un muerto en vida. Así se había mantenido desde hacía muchos años ¿Cuántos habían pasado ya? Se hacía la misma pregunta una y otra vez en cuanto los recuerdos del pasado lo asaltaba. Cosa que pasaba con frecuencia. Una mujer chocó con él. A pesar de eso, casi fue ella la que cayó al sueño, de no ser porque Vishous tuvo los reflejos suficientes como para sujetarla por la cintura. Un gesto que los acercaba pero que, como siempre, no duró mucho. Él odiaba el contacto ajeno. Solo lo tenía cuando era imprescindible como en ese momento y..otros, algo más comprometidos. Un "Lo siento" escuchó por su parte pero, lejos de recibir palabras, solo recibió por parte del vampiro un gesto afirmativo de cabeza. Aceptando las disculpas. Y siguió su camino. Podía haberse aprovechado de la situación. Necesitaba alguien de quien beber y, por la cara con la que lo había mirado la mujer, estaba dispuesto a ofrecerle mucho más. Una lástima que nada de lo que le ofreciera le interesara en lo más mínimo.
Pasaba el verano y el otoño empezaba a hacerse presente, sobretodo en el mundo en el que Vishous caminaba. La noche. Una noche veraniega no podía compararse con la de aquel día en la que un viento fresco le recorría todo el cuerpo. Su temperatura corporal, sin embargo, nunca cambiaba. Siempre frío como un témpano. Como el hielo. Para bien o para mal. Lo único que le hacía sentir un mínimo de calor en ese cuerpo muerto era la sangre que lo mantenía con vida. La que se obligaba a beber de cualquiera. No le importaba el sexo ni la edad mientras no fueran infantes. Beber de un infante suponía más "fuerza vital" pero el cargo de conciencia de, posiblemente, haberlo asesinado. Un niño no sobreviviría a una mordida. Eran tan frágiles..¿Y él a caso tenía consciencia? A penas podía distinguir el bien del mal. O lo que él creía que estaba bien de lo que estaba mal. Era realmente un muerto en vida. Así se había mantenido desde hacía muchos años ¿Cuántos habían pasado ya? Se hacía la misma pregunta una y otra vez en cuanto los recuerdos del pasado lo asaltaba. Cosa que pasaba con frecuencia. Una mujer chocó con él. A pesar de eso, casi fue ella la que cayó al sueño, de no ser porque Vishous tuvo los reflejos suficientes como para sujetarla por la cintura. Un gesto que los acercaba pero que, como siempre, no duró mucho. Él odiaba el contacto ajeno. Solo lo tenía cuando era imprescindible como en ese momento y..otros, algo más comprometidos. Un "Lo siento" escuchó por su parte pero, lejos de recibir palabras, solo recibió por parte del vampiro un gesto afirmativo de cabeza. Aceptando las disculpas. Y siguió su camino. Podía haberse aprovechado de la situación. Necesitaba alguien de quien beber y, por la cara con la que lo había mirado la mujer, estaba dispuesto a ofrecerle mucho más. Una lástima que nada de lo que le ofreciera le interesara en lo más mínimo.
Vishous A. Tigerian- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 18/10/2011
Localización : No creo que te interese.
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Re: El comienzo de algo.. [Claude]
La noche se había cernido con todo su esplendor sobre las calles y los edificios de la ciudad parisina, dotando a cada sencillo rincón de un único halo de misterio. El reloj de la taberna marcaba las doce, y era hora de hacer un cambio de turno con el siguiente muchacho. Claude dejó su ya sucio delantal en uno de los laterales de la barra tras la cual, hasta ese momento, había estado sirviendo cervezas y otras bebidas a los borrachos de turno, que buscaban un lugar en el que desahogar sus penas y dejar caer sus hediondos cuerpos. Como siempre, notaba la mirada de varios de ellos clavada en su espalda mientras caminaba en busca de su gabardina, pero eso ya no era extraño para él. Al parecer, se había extendido el rumor de su presencia en el local, y la homosexualidad parisina aunque escondida... parecía estar en pleno auge. Incómodo por la extraña situación, se apresuró a abrochar los botones de su prenda, y atravesó la barra en dirección a la puerta.
Cuando salió al exterio, el frescor del aire nocturno chocó contra sus pálidas mejillas, haciendo que estas se enrojeciesen un poco. No estaban en invierno ni mucho menos, pero las temperaturas eran algo más bajas que el resto del año... y eso en cierto modo le gustaba. Prefería el frío antes que el sofocante calor del verano. Oprimió más su abrigo contra el enjuto pecho que se escondía debajo de él, y comenzó a caminar calle abajo, esperando llegar cuando antes a su pequeño piso para poder disfrutar de, al menos, un mínimo de calor y bienestar. No tardó mucho en escuchar unos pasos tras de sí, que denotaba que lo estaban siguiendo, y que no estaban muy lejos. Se tensó casi de forma instintiva. Era normal que un muchacho de su edad, con un trabajo como el que él poseía se asustase a media noche... París se había convertido en el nido de un sinfín de criaturas no humanas, y los criminales estaban a la orden del día cometiendo atrocidades en sus calles. No quería ser víctima de un robo, un atraco o un ataque fortuito, así que sencillamente... aceleró el paso.
A pesar de sus intentos por librarse de esa presencia a sus espaldas, fue incapaz de eludirla corriendo... así que tomó la más bien poco acertada de meterse en uno de los pequeños callejones laterales, donde la oscuridad era la reina y cualquier sonido resultaba amenazante. Su corazón latía con fuerza, sabiendo de sobra el peligro que corría... pero no había marcha atrás. Siguió andando, tratando de serenarse... hasta que se topó de bruces con un alto muro de ladrillo, señal de que esa pequeña calleja no tenía salida alguna. Lanzó una maldición llena de florituras al más puro estilo francés, y se giró para encontrarse con sus perseguidores. Eran tres hombres, cuyas siluetas podía ver recortadas contra la luz del fondo. Uno era grande, fornido... quizás incluso rechoncho. Otro era más delgado, pero al mismo tiempo superaba en altura a su compañero por un par de cabezas... y el del centro, era musculoso, esbelto... con aire amenazante. Los tres olían a cerveza de forma patente... así que supuso que lo habían perseguido desde la taberna.
-¿Qué queréis?-preguntó el joven muchacho, intentando sonar firme pero en su voz se notó cierto matiz trémulo que denotaba el miedo que sentía en esos momentos. Mientras los miraba, trataba de encontrar alguna salida, una forma de librarse de ellos... en vano. Estaba atrapado en una calle sin retorno, sumido en la penumbra y esperando un futuro que creía cercano y demasiado incierto como para controlar su cordura. Así que sólo se le ocurrió echar a correr, y tratar de pasar por uno de los laterales que no flanqueaba alguna de esas tres figuras.
Unos grandes y musculosos brazos se cerraron en torno a su cuerpo, y a partir de ahí todo sucedió de forma rápida y casi metódica, para desgracia del joven tabernero. Un golpe en el estómago, seguramente fruto de una patada, le arrebató la respiración e hizo que se arquease de puro dolor, lanzando un grito ahogado. Notó entonces un trozo de tela sucia que alguien colocaba en su boca, amordazándolo e impidiendo que de algún modo, alguien escuchase sus gritos y lamentos y viniese en su ayuda. En menos tiempo del que tarda un relámpago en caer, se encontró completamente desnudo. Dos de los hombres que lo estaban atacando registraban sus pertenencias en busca de dinero y cualquier objeto de valor... mientras que el que quedaba sujetaba a Claude por el cuello y lo oprimía contra la pared. Él no era virgen ni mucho menos... pero una violación como esa siempre resultaba dolorosa, debido a que la mente se cerraba y no dejaba al cuerpo disfrutar. Sus gritos y lágrimas quedaban ahogados en esa improvisada mordaza que habían colocado entre sus labios.
Una vez pasaron entre sus piernas los tres hombres, lo lanzaron contra el suelo, y empezaron a debatir cuál sería la mejor opción, qué debían hacer con él. Claude los escuchaba casi al borde de la inconsciencia, siendo incapaz aún de creerse que su vida estuviese en manos de esos seres tan sucios y rastreros. Entonces, uno de ellos se le acercó, desenfundó una navaja... y lo siguiente que notó el chico, fueron seis puñaladas directas en el vientre, profundas como el picotazo de una serpiente, pero infinitamente más dolorosas. Mientras los tres bandidos se alejaban, él iba perdiendo la noción del tiempo y del espacio, pero sobre todo... su valiosa sangre.
Cuando salió al exterio, el frescor del aire nocturno chocó contra sus pálidas mejillas, haciendo que estas se enrojeciesen un poco. No estaban en invierno ni mucho menos, pero las temperaturas eran algo más bajas que el resto del año... y eso en cierto modo le gustaba. Prefería el frío antes que el sofocante calor del verano. Oprimió más su abrigo contra el enjuto pecho que se escondía debajo de él, y comenzó a caminar calle abajo, esperando llegar cuando antes a su pequeño piso para poder disfrutar de, al menos, un mínimo de calor y bienestar. No tardó mucho en escuchar unos pasos tras de sí, que denotaba que lo estaban siguiendo, y que no estaban muy lejos. Se tensó casi de forma instintiva. Era normal que un muchacho de su edad, con un trabajo como el que él poseía se asustase a media noche... París se había convertido en el nido de un sinfín de criaturas no humanas, y los criminales estaban a la orden del día cometiendo atrocidades en sus calles. No quería ser víctima de un robo, un atraco o un ataque fortuito, así que sencillamente... aceleró el paso.
A pesar de sus intentos por librarse de esa presencia a sus espaldas, fue incapaz de eludirla corriendo... así que tomó la más bien poco acertada de meterse en uno de los pequeños callejones laterales, donde la oscuridad era la reina y cualquier sonido resultaba amenazante. Su corazón latía con fuerza, sabiendo de sobra el peligro que corría... pero no había marcha atrás. Siguió andando, tratando de serenarse... hasta que se topó de bruces con un alto muro de ladrillo, señal de que esa pequeña calleja no tenía salida alguna. Lanzó una maldición llena de florituras al más puro estilo francés, y se giró para encontrarse con sus perseguidores. Eran tres hombres, cuyas siluetas podía ver recortadas contra la luz del fondo. Uno era grande, fornido... quizás incluso rechoncho. Otro era más delgado, pero al mismo tiempo superaba en altura a su compañero por un par de cabezas... y el del centro, era musculoso, esbelto... con aire amenazante. Los tres olían a cerveza de forma patente... así que supuso que lo habían perseguido desde la taberna.
-¿Qué queréis?-preguntó el joven muchacho, intentando sonar firme pero en su voz se notó cierto matiz trémulo que denotaba el miedo que sentía en esos momentos. Mientras los miraba, trataba de encontrar alguna salida, una forma de librarse de ellos... en vano. Estaba atrapado en una calle sin retorno, sumido en la penumbra y esperando un futuro que creía cercano y demasiado incierto como para controlar su cordura. Así que sólo se le ocurrió echar a correr, y tratar de pasar por uno de los laterales que no flanqueaba alguna de esas tres figuras.
Unos grandes y musculosos brazos se cerraron en torno a su cuerpo, y a partir de ahí todo sucedió de forma rápida y casi metódica, para desgracia del joven tabernero. Un golpe en el estómago, seguramente fruto de una patada, le arrebató la respiración e hizo que se arquease de puro dolor, lanzando un grito ahogado. Notó entonces un trozo de tela sucia que alguien colocaba en su boca, amordazándolo e impidiendo que de algún modo, alguien escuchase sus gritos y lamentos y viniese en su ayuda. En menos tiempo del que tarda un relámpago en caer, se encontró completamente desnudo. Dos de los hombres que lo estaban atacando registraban sus pertenencias en busca de dinero y cualquier objeto de valor... mientras que el que quedaba sujetaba a Claude por el cuello y lo oprimía contra la pared. Él no era virgen ni mucho menos... pero una violación como esa siempre resultaba dolorosa, debido a que la mente se cerraba y no dejaba al cuerpo disfrutar. Sus gritos y lágrimas quedaban ahogados en esa improvisada mordaza que habían colocado entre sus labios.
Una vez pasaron entre sus piernas los tres hombres, lo lanzaron contra el suelo, y empezaron a debatir cuál sería la mejor opción, qué debían hacer con él. Claude los escuchaba casi al borde de la inconsciencia, siendo incapaz aún de creerse que su vida estuviese en manos de esos seres tan sucios y rastreros. Entonces, uno de ellos se le acercó, desenfundó una navaja... y lo siguiente que notó el chico, fueron seis puñaladas directas en el vientre, profundas como el picotazo de una serpiente, pero infinitamente más dolorosas. Mientras los tres bandidos se alejaban, él iba perdiendo la noción del tiempo y del espacio, pero sobre todo... su valiosa sangre.
Claude Lessex- Humano Clase Media
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Re: El comienzo de algo.. [Claude]
Todo parecía igual; seguía igual. Para Vishous nada había cambiado en esos cuatro años que llevaba en París ¿París? Qué importaba el lugar. Alemania. Rusia. Grecia. ¿Había alguna parte del mundo que no conociese a caso? Posiblemente alguna quedaría porque tras tantos años se había acostumbrado a no viajar tanto. Al principio, a pesar de su experiencia, se mantuvo oculto. No podía arriesgarse a que alguien que lo conociese le reconociera. No podía volver a casa. Y allí, en el pueblo, nadie conocía si quiera su nombre. Nada más había sido un soldado romano al que vendieron a cambio de protección contra la "bruja". Una bruja de la que, gracias a la atención que había puesto en él, no habían vuelto a ver. Ni para malas ni para buenas noticias. Ella siempre estaba con él. Día y noche. Mañana y tarde. Nunca le dejaba descansar. Nunca dormía. Las horas de tortura junto a su lado todavía le hacían estremecerse ¿Cómo era posible que le llegara tan hondo? ¿Por qué? Habían pasado más de mil años ¿No iba siendo hora de que dejara el fantasma del pasado atrás? Sí, claro por mi perfecto. Se decía. Pero, efectivamente, no siempre ocurría lo que a uno le gustaba. Y, por desgracia, Vishous tenía una perfecta memoria. A veces para bien. A veces para mal. ¡Cuántas veces la había maldecido en secreto! Y cuántas veces ella lo había visitado en sueños aun después de muerta. Que iluso había sido al pensar que con matarla sería suficiente para liberarse. Que iluso.
De repente, algo le tapó a la "bruja". Un olor fuerte, muy fuerte, a sangre. Sangre humana. Tal era que sus colmillos se alargaron hasta tocar el labio inferior. Tuvo que abrir ligeramente la boca para evitar que se le perforara el labio. Ya tenía bastante con la perforación de la lengua que, sumado a lo demás, no le dejaba olvidar. Llevaba más de mil años con esa bola metálica y aún continuaba dándole una sensación de molestia. Más por lo que le llevó a que se lo pusieran que no por el echo de que le hiciese daño dentro de la boca. Hacía ya mucho que se había acostumbrado a ese roce. A ese sabor metálico que se mezclaba con la sangre. Sangre. De nuevo, recordó que alguien estaba perdiendo sangre en fuertes cantidades. Con los ojos cerrados su sentido del olfato le guió por completo. La gente que esquivó en la calle eran como fantasmas que le eludían. Realmente, una hora sombría para pasear si no eras alguien capaz de valerte por mi mismo. Y un humano frente a alguien de los de su raza, en plena potencia, no tenía mucho que hacer. Él una vez había sido humano. Había sido soldado. Y nunca hubiese imaginado tener contrincantes tan fuertes ni por asomo. Iluso. Todo se resumía a esa simple palabreja que lo asaltaba ya fuese en sueño o despierto. Pasado o Presente. ¿Todavía seguía siéndolo? No le merecía la pena descubrirlo. ¿Para qué? Una experiencia más. Un recuerdo más. Algo más que no poder olvidar. ¡Maldita memoria! Le juraba y perjuraba maldiciones.
El callejón desde el que se olía la sangre cada vez era más oscuro y tétrico. Algo a lo que se había acostumbrado. Callejones o caminos sin salida dónde acorralar sin ser visto ni percibido, la mejor estrategia. ¿En plena calle? Difícil de encontrar a alguien a quien drenar la sangre. Arriesgarse a ser visto, por su parte, era un deporte de riesgo que no estaba dispuesto a probar. No todos eran como él. Nada más lejos de eso. Había tantos y tan diferentes. Tantas personas a merced de seres sin piedad alguna, dispuestos a arrebatarles no solo la sangre sino la vida. Y, mucho, por el simple placer de ver la muerte reflejada en sus ojos. Él había cargado con muchas muertes, pero muertes justas. Libradas en campos de batalla y no en un uno contra a uno sin posibilidad alguna de perder. Una vez más eso sería demostración de debilidad. De cobardía. Como atacar a alguien por la espalda. Impensable para él. Tres humanos eran los que aguardaban al charco de sangre que, sin necesidad de que se apartaran, ya podía vislumbrar por sobre sus cabezas. Y no solo era sangre lo que se olía en el ambiente. Alcohol y sexo. Risas escuchó por parte de los hombres que, lejos de huir nada más verle, se rieron en su cara como si por ser tres creyeran poder tumbarle como habrían echo con su otra presa. Insensatos. No le aliviaba saber que cierta clase de humanos era aún más ilusos que él pero así es como era. Imbéciles, tal vez sería mejor así llamarlos.
Cosa de dos segundos le costó llevar a uno al borde de la muerte, por estrangulamiento. Lo soltó dejando que cayera al suelo mientras los otros corrían, ahora si, conscientes de que podrían acabar allí sus -posiblemente.- miserables vidas. Y el otro, simplemente se arrastró como una serpiente mientras pedía clemencia. "Por favor, no me mates" susurraba. Casi siseando. ¿Qué tan viles podían resultar? El mismo que acababa de huir pero que momentos atrás se había echo un festín con el cuerpo, casi muerto, de un joven. Yacía quieto sobre un montón de basura que era donde lo habían arrojado. En su vientre se acertaban a ver seis agujeros de los cuales brotaba la sangre que, poco a poco, se había ido derramando en el suelo. Cada segundo que pasaba estaba más cerca de su fin. Vishous se acercó, sigiloso, hasta arrodillarse a su lado. Era tan joven. Más joven que cuando a él le arrebataron su vida. Posiblemente mucho más - Muchacho ¿Me oyes? - Qué estúpido creer que si quiera podría verle cuando faltaban menos de cinco minutos para que el último aliento saliera de sus labios. Agarró una de sus manos con la propia. La piel helada le recordó a la suya propia, probablemente, no sentiría calor emanar de su cuerpo. No podría reconfortarlo en sus últimos minutos de vida. ¿Es que a caso había algo que pudiese hacer por él? Él ya estaba muerto y el chico pronto lo estaría - Puedo salvarte. - su expresión seguía tan férrea como siempre. No demostraba nada. Porque ninguna emoción sentía en ese momento que pudiese expresar. - Apriétame la mano y lo haré. De lo contrario, descansa en paz. - Tal vez fuese lo mejor. Que descansara en paz. Algo que para él era completamente imposible.
De repente, algo le tapó a la "bruja". Un olor fuerte, muy fuerte, a sangre. Sangre humana. Tal era que sus colmillos se alargaron hasta tocar el labio inferior. Tuvo que abrir ligeramente la boca para evitar que se le perforara el labio. Ya tenía bastante con la perforación de la lengua que, sumado a lo demás, no le dejaba olvidar. Llevaba más de mil años con esa bola metálica y aún continuaba dándole una sensación de molestia. Más por lo que le llevó a que se lo pusieran que no por el echo de que le hiciese daño dentro de la boca. Hacía ya mucho que se había acostumbrado a ese roce. A ese sabor metálico que se mezclaba con la sangre. Sangre. De nuevo, recordó que alguien estaba perdiendo sangre en fuertes cantidades. Con los ojos cerrados su sentido del olfato le guió por completo. La gente que esquivó en la calle eran como fantasmas que le eludían. Realmente, una hora sombría para pasear si no eras alguien capaz de valerte por mi mismo. Y un humano frente a alguien de los de su raza, en plena potencia, no tenía mucho que hacer. Él una vez había sido humano. Había sido soldado. Y nunca hubiese imaginado tener contrincantes tan fuertes ni por asomo. Iluso. Todo se resumía a esa simple palabreja que lo asaltaba ya fuese en sueño o despierto. Pasado o Presente. ¿Todavía seguía siéndolo? No le merecía la pena descubrirlo. ¿Para qué? Una experiencia más. Un recuerdo más. Algo más que no poder olvidar. ¡Maldita memoria! Le juraba y perjuraba maldiciones.
El callejón desde el que se olía la sangre cada vez era más oscuro y tétrico. Algo a lo que se había acostumbrado. Callejones o caminos sin salida dónde acorralar sin ser visto ni percibido, la mejor estrategia. ¿En plena calle? Difícil de encontrar a alguien a quien drenar la sangre. Arriesgarse a ser visto, por su parte, era un deporte de riesgo que no estaba dispuesto a probar. No todos eran como él. Nada más lejos de eso. Había tantos y tan diferentes. Tantas personas a merced de seres sin piedad alguna, dispuestos a arrebatarles no solo la sangre sino la vida. Y, mucho, por el simple placer de ver la muerte reflejada en sus ojos. Él había cargado con muchas muertes, pero muertes justas. Libradas en campos de batalla y no en un uno contra a uno sin posibilidad alguna de perder. Una vez más eso sería demostración de debilidad. De cobardía. Como atacar a alguien por la espalda. Impensable para él. Tres humanos eran los que aguardaban al charco de sangre que, sin necesidad de que se apartaran, ya podía vislumbrar por sobre sus cabezas. Y no solo era sangre lo que se olía en el ambiente. Alcohol y sexo. Risas escuchó por parte de los hombres que, lejos de huir nada más verle, se rieron en su cara como si por ser tres creyeran poder tumbarle como habrían echo con su otra presa. Insensatos. No le aliviaba saber que cierta clase de humanos era aún más ilusos que él pero así es como era. Imbéciles, tal vez sería mejor así llamarlos.
Cosa de dos segundos le costó llevar a uno al borde de la muerte, por estrangulamiento. Lo soltó dejando que cayera al suelo mientras los otros corrían, ahora si, conscientes de que podrían acabar allí sus -posiblemente.- miserables vidas. Y el otro, simplemente se arrastró como una serpiente mientras pedía clemencia. "Por favor, no me mates" susurraba. Casi siseando. ¿Qué tan viles podían resultar? El mismo que acababa de huir pero que momentos atrás se había echo un festín con el cuerpo, casi muerto, de un joven. Yacía quieto sobre un montón de basura que era donde lo habían arrojado. En su vientre se acertaban a ver seis agujeros de los cuales brotaba la sangre que, poco a poco, se había ido derramando en el suelo. Cada segundo que pasaba estaba más cerca de su fin. Vishous se acercó, sigiloso, hasta arrodillarse a su lado. Era tan joven. Más joven que cuando a él le arrebataron su vida. Posiblemente mucho más - Muchacho ¿Me oyes? - Qué estúpido creer que si quiera podría verle cuando faltaban menos de cinco minutos para que el último aliento saliera de sus labios. Agarró una de sus manos con la propia. La piel helada le recordó a la suya propia, probablemente, no sentiría calor emanar de su cuerpo. No podría reconfortarlo en sus últimos minutos de vida. ¿Es que a caso había algo que pudiese hacer por él? Él ya estaba muerto y el chico pronto lo estaría - Puedo salvarte. - su expresión seguía tan férrea como siempre. No demostraba nada. Porque ninguna emoción sentía en ese momento que pudiese expresar. - Apriétame la mano y lo haré. De lo contrario, descansa en paz. - Tal vez fuese lo mejor. Que descansara en paz. Algo que para él era completamente imposible.
Vishous A. Tigerian- Vampiro Clase Baja
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Re: El comienzo de algo.. [Claude]
A medida que la sangre escapaba de su cuerpo como un manantial de muerte, notaba que el dolor lacerante que en un principio lo había acosado, se disminuía poco a poco, quedando apenas un vago recuerdo. Eso, lejos de consolarlo, lo hacía comprender que le quedaba poco tiempo de vida, y que sus nervios comenzaban a morir. Sus sentidos ya no le respondían, aunque hubiese intentado levantarse y salvarse no lo habría logrado. Cerró los párpados, esperando esa inminente muerte que lo amenazaba. En otro momento, en otro lugar... habría agradecido que la sombra del más allá se cerniese sobre él para llevárselo consigo y mecerlo en su seno, pero justo cuando comenzaba a ver el lado positivo de su vida y su situación laboral... No quería morir, y al mismo tiempo conocía sus capacidades, y sabía de lo imposible que era que se salvase.
Entonces escuchó unos pasos, pero en medio del embotamiento de su afligida mente, fue incapaz de ubicarlo. Ni siquiera tenía la energía necesaria para volver a abrir sus párpados y mirar a su alrededor. Quizás fuesen los mismos asaltantes asesinos, que habían vuelto a rematar su trabajo o buscar más dinero en la ajada escena del crimen. Alrededor de su cuerpo, un lago de sangre y dolor se extendía sobre la calzada, pero al menos él no estaba obligado ya a ver el suelo ni el precario estado en el que se encontraba su cuerpo. Entonces notó que alguien lo elevaba, de forma delicada como nunca nadie lo había hecho antes. Esos brazos que lo sostenían eran frío, pero al mismo tiempo desprendían seguridad y buen porte, por lo tanto... no tenía miedo de que lo dejase caer al suelo. Concentrándose un poco, pudo entreabrir los ojos... y escuchar las extrañas palabras que él le dijo a continuación.
¿Él podía salvarle? Esas puñaladas mortales de su vientre no iban a desaparecer por arte de magia ni mucho menos... ¿Cómo podía ese hombre impedir que la muerte lo llevase consigo? No tenía ni idea, pero al menos... la esperanza era lo último que se perdía, y no arriesgaba nada probando. Así que... presionó con las escasas fuerzas que le quedaban la mano ajena entre sus dedos, esperando que él supiese interpretar esa muda respuesta.
Entonces escuchó unos pasos, pero en medio del embotamiento de su afligida mente, fue incapaz de ubicarlo. Ni siquiera tenía la energía necesaria para volver a abrir sus párpados y mirar a su alrededor. Quizás fuesen los mismos asaltantes asesinos, que habían vuelto a rematar su trabajo o buscar más dinero en la ajada escena del crimen. Alrededor de su cuerpo, un lago de sangre y dolor se extendía sobre la calzada, pero al menos él no estaba obligado ya a ver el suelo ni el precario estado en el que se encontraba su cuerpo. Entonces notó que alguien lo elevaba, de forma delicada como nunca nadie lo había hecho antes. Esos brazos que lo sostenían eran frío, pero al mismo tiempo desprendían seguridad y buen porte, por lo tanto... no tenía miedo de que lo dejase caer al suelo. Concentrándose un poco, pudo entreabrir los ojos... y escuchar las extrañas palabras que él le dijo a continuación.
¿Él podía salvarle? Esas puñaladas mortales de su vientre no iban a desaparecer por arte de magia ni mucho menos... ¿Cómo podía ese hombre impedir que la muerte lo llevase consigo? No tenía ni idea, pero al menos... la esperanza era lo último que se perdía, y no arriesgaba nada probando. Así que... presionó con las escasas fuerzas que le quedaban la mano ajena entre sus dedos, esperando que él supiese interpretar esa muda respuesta.
Claude Lessex- Humano Clase Media
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