AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El baile de la muerte [Privado]
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El baile de la muerte [Privado]
París, una ciudad que oculta más cosas de las que muestra como por ejemplo sus habitantes. Por fuera puedes ver gentes de todas clases, desde las más acomodadas hasta las más bajas. Cada uno se divierte a su manera, ya sea los poderosos frecuentando teatros y fiestas en los palacios, como los menos pudientes con sus fiestas particulares, organizadas en la mayoría por ellos mismos en las cuales se pueden llegar a divertir mucho más que los de las clases altas, ya que ellos no tiene que guardar apariencia de ningún tipo y pueden desenvolverse más abiertamente. Mientras que nosotros, y digo nosotros incluyéndome en aquella categoría en la que para los humanos todo se basaba en apariencias y mentiras, teníamos que guardar las formas en todo momento. Pero yo particularmente me saltaba bastante los convencionalismos, aunque no llegando a la instancia de levantar escándalos ya que podían darse cuenta de lo que en verdad era e ir a por mi.
¿Qué o quién era yo?, muy sencillo un demonio de la noche, una criatura sedienta, ávida de sangre y buscando siempre víctimas a las cuales arrebatarles su último hálito de vida. Puedes llamarme monstruo, puedes llamarme asesina, ambas cosas me definían, pero lo que estaba claro era que ya no podía cambiar lo que era y es más, no quería cambiarlo, me sentía bien conmigo misma y nada ni nadie iba a impedirlo y el que lo intentara... sufriría la peor de las torturas nunca imaginadas.
Aquella noche me enteré de una fiesta que se organizaba en el Palacio Royal y tras cavilar si asistir o no me decidí a ir, quien sabía igual por gracia del destino lograba entretenerme y conocer a gente interesante. Esa noche me apetecía socializar, no conocía a mucha gente por aquella ciudad y darse a conocer en los ambientes no estaba mal del todo.
Me vestí de gala para no variar y fui en coche hasta allí. Mi chófer me dejó justo en la puerta y ya no había peligro alguno de ser alcanzada por los rayos de sol. Bajé elegantemente del coche y ya fuera alcé la mirada al cielo, cubierto por un hermoso manto de estrellas, si bien algo no había cambiado en mi desde que me convertí en vampira era mi debilidad por la noche, desde siempre me había encantado admirar el cielo estrellado y mucho más cuando estaba alumbrado por la luna llena. Ahora podía ser todo lo fría y sanguinaria que cada cual considerara, pero esa debilidad no se había ido de mi interior nunca.
Tras observar las estrellas por unos instantes desvié mi mirada hacia la entrada del palacio, viendo cómo la gente iba entrando poco a poco a él, damas distinguidas, caballeros amables y respetuosos, lo mejorcito de París se encontraba aquí. Vaya había hecho bien en venir, así empezaba a desenvolverme ya en estos ambientes.
Entré por la puerta principal andando elegantemente, con la cabeza alta y observando a mi paso toda la instancia, decorada hasta el mínimo detalle para dar una buena impresión ya que de eso se trataba.
A pesar de que la gran mayoría de los asistentes pude fijarme en que también había algún que otro vampiro mezclado, con la mirada atenta buscando seguramente alguna presa digna para saciar su sed.
Me dirigí hasta la barra de bar que habían puesto y pedí una copa de vino, no era lo que más me apetecía en ese momento pero había que aparentar ser normal, aunque los pocos inmortales que allí nos encontrábamos no podíamos evitar destacar como solo nosotros sabíamos.
Comencé a caminar entre la gente, ya se habían formado algunos grupos en los que se hablaba o bien de sus trabajos, o de su economía, o en su defecto hacían pobres intentos por hacer como que se interesaban por la situación de los menos afortunados, pero en definitiva lo único que querían con ese tema era lo de siempre, acabar hablando de sus posesiones, todo esto se podía resumir en una palabra: "ostentación", algo que no me gustaba en absoluto ya que tras esa máscara se encontraban personas de baja autoestima que solo intentando ser mejor que los demás se creían más fuertes, pero en verdad eran débiles.
Pero bueno aparté de mi mente ya esos pensamientos porque solo con ellos mi humor se ennegrecía, así que traté de buscar a alguien que estuviera más allá de esos temas hasta que me topé con una chica que parecía estar en la misma situación que yo.
Su rostro, su pose, su elegancia natural me sonaban. Era vampira sin dudarlo pero había algo en ella que me resultaba familiar. Me acerqué a ella y comenté con voz suave y amable -Buenas noches señorita...¿disfruta de la velada? - Mientras iniciaba una conversación trataría de descubrir por qué me sonaba tanto aquella dama.
¿Qué o quién era yo?, muy sencillo un demonio de la noche, una criatura sedienta, ávida de sangre y buscando siempre víctimas a las cuales arrebatarles su último hálito de vida. Puedes llamarme monstruo, puedes llamarme asesina, ambas cosas me definían, pero lo que estaba claro era que ya no podía cambiar lo que era y es más, no quería cambiarlo, me sentía bien conmigo misma y nada ni nadie iba a impedirlo y el que lo intentara... sufriría la peor de las torturas nunca imaginadas.
Aquella noche me enteré de una fiesta que se organizaba en el Palacio Royal y tras cavilar si asistir o no me decidí a ir, quien sabía igual por gracia del destino lograba entretenerme y conocer a gente interesante. Esa noche me apetecía socializar, no conocía a mucha gente por aquella ciudad y darse a conocer en los ambientes no estaba mal del todo.
Me vestí de gala para no variar y fui en coche hasta allí. Mi chófer me dejó justo en la puerta y ya no había peligro alguno de ser alcanzada por los rayos de sol. Bajé elegantemente del coche y ya fuera alcé la mirada al cielo, cubierto por un hermoso manto de estrellas, si bien algo no había cambiado en mi desde que me convertí en vampira era mi debilidad por la noche, desde siempre me había encantado admirar el cielo estrellado y mucho más cuando estaba alumbrado por la luna llena. Ahora podía ser todo lo fría y sanguinaria que cada cual considerara, pero esa debilidad no se había ido de mi interior nunca.
Tras observar las estrellas por unos instantes desvié mi mirada hacia la entrada del palacio, viendo cómo la gente iba entrando poco a poco a él, damas distinguidas, caballeros amables y respetuosos, lo mejorcito de París se encontraba aquí. Vaya había hecho bien en venir, así empezaba a desenvolverme ya en estos ambientes.
Entré por la puerta principal andando elegantemente, con la cabeza alta y observando a mi paso toda la instancia, decorada hasta el mínimo detalle para dar una buena impresión ya que de eso se trataba.
A pesar de que la gran mayoría de los asistentes pude fijarme en que también había algún que otro vampiro mezclado, con la mirada atenta buscando seguramente alguna presa digna para saciar su sed.
Me dirigí hasta la barra de bar que habían puesto y pedí una copa de vino, no era lo que más me apetecía en ese momento pero había que aparentar ser normal, aunque los pocos inmortales que allí nos encontrábamos no podíamos evitar destacar como solo nosotros sabíamos.
Comencé a caminar entre la gente, ya se habían formado algunos grupos en los que se hablaba o bien de sus trabajos, o de su economía, o en su defecto hacían pobres intentos por hacer como que se interesaban por la situación de los menos afortunados, pero en definitiva lo único que querían con ese tema era lo de siempre, acabar hablando de sus posesiones, todo esto se podía resumir en una palabra: "ostentación", algo que no me gustaba en absoluto ya que tras esa máscara se encontraban personas de baja autoestima que solo intentando ser mejor que los demás se creían más fuertes, pero en verdad eran débiles.
Pero bueno aparté de mi mente ya esos pensamientos porque solo con ellos mi humor se ennegrecía, así que traté de buscar a alguien que estuviera más allá de esos temas hasta que me topé con una chica que parecía estar en la misma situación que yo.
Su rostro, su pose, su elegancia natural me sonaban. Era vampira sin dudarlo pero había algo en ella que me resultaba familiar. Me acerqué a ella y comenté con voz suave y amable -Buenas noches señorita...¿disfruta de la velada? - Mientras iniciaba una conversación trataría de descubrir por qué me sonaba tanto aquella dama.
Última edición por Shanon Owen el Jue Ago 12, 2010 2:47 pm, editado 2 veces
Shanon Owen- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 22/06/2010
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Localización : À París, la ville de l'amour
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Re: El baile de la muerte [Privado]
Mi reflejo en el espejo era exactamente el mismo que había admirado hace muchos años atrás, la misma mujer con piel aceitunada y ojos tan claros como el cielo matutino en un día de verano, aunque esos mismos ojos no habían podido afianzar aquella conexión con el día, después de mi transformación desde aquella hermosa velada en la que había recibido el beso eterno por parte de uno de mis propios súbditos. Ladee mi cabeza para que una de mis cortesanas arreglara mi diamantina gargantilla y ultimaran los detalles de mi peinado y tornasolado maquillaje entre tanto otras aun entrelazaban los cordones que ataban mi corsé. Questo è il prezzo dell'immortalità. Manifesté en un susurro apenas audible a los oídos mortales para referirme a mí misma a este cuerpo como “el precio de la inmortalidad…” Aunque muchas veces, existían desagradables excepciones que lograban resistirse.
Coloque aquel antifaz negro sobre mi rostro, dando un toque de dramatismo al delicado anzuelo que ahora era aun más visible en el espejo, bajando la mirada tan solo un instante para admirar la hermosa letra curvada que manifestaba en oro una invitación al festín en el Palacio Royal que no rechazaría de ningún modo. Sonreí con plena satisfacción aunque un atisbo de aburrimiento nuevamente se evidenciaba en mí, ¿Qué se supone que debía hacer? Rechazar aquel cortes convite solo porque no tenia ánimos de socializar con nadie? Bufe ante mi propia conducta irracional y asocial que comenzaba a dejar su huella últimamente en mi círculo de amistades “desatendidas o desplazadas”. Me levanté de mi asiento con un gesto inmutable entre tanto me dirigía a la puerta, donde como era de costumbre, mi fiel sirviente me esperaba al pie de la entrada del carruaje con una reverencia pronunciada y silenciosa Al Palacio Royal… Dije con una atípica seriedad mientras abordaba mi transporte.
A través de la ventanilla mi mirada vagaba errante entre el panorama nocturno de las congestionadas calles parisinas ¿Qué sucedía? ¿Acaso la fiesta en el Palacio Royal era tan importante como para exigir la asistencia de medio país? ¿Está bien, Madame? Desperté de mi propio debate interno con la voz grave de Thorn que rompía el incomodo silencio. Creo que no estoy de humor para hacer gala de mi presencia en esta clase de eventos… Era lógico, había pasado veinticuatro horas desde que me había alimentado y precisamente estaba de una forma altamente irritable e impredecible. Mordí mi labio inferior y finalmente hice contacto visual con la ostentosa fachada del Palacio Royal cuya fama en las celebraciones sobrepasaba las expectativas de cualquier monarca. Muchos carruajes estaban aparcados en una larga fila para ser presentados entre tanto llegaban, lo que, afortunadamente mi título de la nobleza ayudó a que mi transporte avanzara con rapidez hasta que estuvimos en aquella entrada monumental.
Baje con la ayuda de otro de mis súbditos, alzando solo la mirada para saludar a unos cuantos hipócritas desconocidos que aclamaban mi nombre en búsqueda de mi atención. Evitando a toda costa al anfitrión que pronunciaba los nombres de los invitados al entrar como un modo clásico de presentación pública, ingrese en aquel lugar, mezclándome con el populacho, perdiéndome en los preciosos pasillos y avanzando furtivamente hacia la zona designada para mí y mis fieles servidores que había perdido de vista en mi magnifico escape digno de cualquier ilusionista experimentado. Bajando la cara ante algunos presuntuosos conocidos y ocultando mi identidad tras el adecuado antifaz que contrastaba con algunas mascaras de diversas formas que lucían algunos de los invitados más prominentes con el fin de no ser identificados hasta que ante un momento de extraña claustrofobia, escuché una melodiosa voz a mi lado la cual reconocí de inmediato ¿Shanon? Mis ojos se fijaron instintivamente en los de ella, sin duda era aquella dama que había conocido en uno de mis tantos viajes y con quien había compartido alguna de mis fechorías No puedo creerlo… Qué pequeño es el destino y aun mas este planeta… Sonreí con entusiasmo al exclamar sin tanto protocolo aquellas palabras únicamente dedicada a una vieja amiga… Una que comprendía la verdadera naturaleza de nuestros instintos…
Coloque aquel antifaz negro sobre mi rostro, dando un toque de dramatismo al delicado anzuelo que ahora era aun más visible en el espejo, bajando la mirada tan solo un instante para admirar la hermosa letra curvada que manifestaba en oro una invitación al festín en el Palacio Royal que no rechazaría de ningún modo. Sonreí con plena satisfacción aunque un atisbo de aburrimiento nuevamente se evidenciaba en mí, ¿Qué se supone que debía hacer? Rechazar aquel cortes convite solo porque no tenia ánimos de socializar con nadie? Bufe ante mi propia conducta irracional y asocial que comenzaba a dejar su huella últimamente en mi círculo de amistades “desatendidas o desplazadas”. Me levanté de mi asiento con un gesto inmutable entre tanto me dirigía a la puerta, donde como era de costumbre, mi fiel sirviente me esperaba al pie de la entrada del carruaje con una reverencia pronunciada y silenciosa Al Palacio Royal… Dije con una atípica seriedad mientras abordaba mi transporte.
A través de la ventanilla mi mirada vagaba errante entre el panorama nocturno de las congestionadas calles parisinas ¿Qué sucedía? ¿Acaso la fiesta en el Palacio Royal era tan importante como para exigir la asistencia de medio país? ¿Está bien, Madame? Desperté de mi propio debate interno con la voz grave de Thorn que rompía el incomodo silencio. Creo que no estoy de humor para hacer gala de mi presencia en esta clase de eventos… Era lógico, había pasado veinticuatro horas desde que me había alimentado y precisamente estaba de una forma altamente irritable e impredecible. Mordí mi labio inferior y finalmente hice contacto visual con la ostentosa fachada del Palacio Royal cuya fama en las celebraciones sobrepasaba las expectativas de cualquier monarca. Muchos carruajes estaban aparcados en una larga fila para ser presentados entre tanto llegaban, lo que, afortunadamente mi título de la nobleza ayudó a que mi transporte avanzara con rapidez hasta que estuvimos en aquella entrada monumental.
Baje con la ayuda de otro de mis súbditos, alzando solo la mirada para saludar a unos cuantos hipócritas desconocidos que aclamaban mi nombre en búsqueda de mi atención. Evitando a toda costa al anfitrión que pronunciaba los nombres de los invitados al entrar como un modo clásico de presentación pública, ingrese en aquel lugar, mezclándome con el populacho, perdiéndome en los preciosos pasillos y avanzando furtivamente hacia la zona designada para mí y mis fieles servidores que había perdido de vista en mi magnifico escape digno de cualquier ilusionista experimentado. Bajando la cara ante algunos presuntuosos conocidos y ocultando mi identidad tras el adecuado antifaz que contrastaba con algunas mascaras de diversas formas que lucían algunos de los invitados más prominentes con el fin de no ser identificados hasta que ante un momento de extraña claustrofobia, escuché una melodiosa voz a mi lado la cual reconocí de inmediato ¿Shanon? Mis ojos se fijaron instintivamente en los de ella, sin duda era aquella dama que había conocido en uno de mis tantos viajes y con quien había compartido alguna de mis fechorías No puedo creerlo… Qué pequeño es el destino y aun mas este planeta… Sonreí con entusiasmo al exclamar sin tanto protocolo aquellas palabras únicamente dedicada a una vieja amiga… Una que comprendía la verdadera naturaleza de nuestros instintos…
Invitado- Invitado
Re: El baile de la muerte [Privado]
La gente de nuestro alrededor seguía conversando hipócritamente seguramente sobre temas banales mientras yo escrutaba a la vampira que se hallaba ahora enfrente mío. Una vez se hubo dado la vuelta y me hubo hablado la reconocí al instante a pesar del antifaz negro que llevaba puesto, seguramente para evitar ser reconocida por los invitados aquí presentes y no tener que comenzar a hablar con ellos mintiendo vilmente solo que para contentarles, ya que era lo que siempre solíamos hacer todos. Pobres y simples humanos, tenían tan poco conocimiento de la vida que con ello no podían tener un juicio acertado sobre la vida y sus valores y lo peor era que pensaban justo lo contrario. Se creían los amos del mundo, cuando no eran más que unos simples peones en el ajedrez de la vida en el que nosotros éramos los reyes.
Una leve sonrisa se extendió por mi rostro al ver que ella tampoco se había olvidado de mi, leve porque teníamos que tener cuidado en no mostrar nuestra peculiar y mortífera dentadura.
Su comentario más que acertado, y su presencia en esta fiesta en la que aún no sabía qué se celebraba, hizo que mi humor mejorara algo, aunque seguía algo irritable ya que hacía casi veinticuatro horas que no me alimentaba y eso tenía sus repercusiones, obviamente. - La misma que ves ante tus ojos Sabrina querida - le dije con tono amistoso, confirmándola así que se trataba de mí, su vieja amiga con la que tantas fechorías, travesuras y demás aventuras locas había compartido largo tiempo atrás. - La vida es un pañuelo, o eso dicen - cité un viejo refrán, que era muy cierto en verdad ya que cuando una menos se lo esperaba aparecía alguien en su vida justo en el momento oportuno, alguien al que no se imaginaba ver, en este caso a ella, aunque sabiendo de la posición social de la que gozaba tampoco era de extrañar que hubiera sido invitada a tal fiesta.
Miré alrededor percatántome de un pequeño espectáculo circense que había comenzado en el final de esa misma sala. Ese espectáculo contaba con cuatro malabaristas, haciendo juegos tanto con aros, mazas y diversos instrumentos más. Un par de equilibristas hacían juegos con telas colgadas en el techo, enroscándose en ellas haciendo graciosas, a la par que elegantes, figuras en el aire. También había unos cuantos bufones haciendo gracias, gastando bromas a los invitados para hacerles reír, dado que ese era su acometido. La gente miraba fascinada aquel espectáculo, siempre bello pero demasiado visto para mí y comenté con un leve susurro aunque sabía que ella me lo escucharía a la perfección - Estos humanos se entretienen con cualquier cosa, sería sumamente fácil secuestrar a un par de ellos ahora para darnos un festín y volver antes de que acabara el espectáculo que ni cuenta se darían de ello.... - Suspiré y regresé la vista a mi amiga con una sonrisa maliciosa. Cogí una copa de vino de una de las bandejas que pasaban por nuestro lado, llevadas por los camareros que servían aquella noche y le pregunté interesada para seguir hablando y disfrutar de nuestro reencuentro - Y dime amiga mía, ¿qué tal te ha tratado la.... existencia? - y decía existencia porque a lo nuestro no se le podía definir como vida, ya que una vida gozaba de principio y final, mas la nuestra no tenía final alguno a no ser que alguien acabara con ella... cosa que pocas veces ocurría ya que acabar con un vampiro era sumamente difícil.
Di un trago a la bebida, saboreandola cuidadosamente, apreciando todas y cada una de sus propiedades. Naturalmente el vino no se podía comparar nunca con la sangre humana, pero había de reconocer que no estaba mal del todo, además nosotras también nos hallábamos en una especie de circo, el teatro de la vida en la que también teníamos que actuar para poder sobrevivir. Abrí cuidadosamente mi bolso y saqué una pequeña cajita de plata, decorada con inscripciones italianas y extraños dibujos en espiral, entrelazándose unos con otros. Era una decoración fina y sutil que hacía a la pitillera algo elegante. La abrí y tras sacar un cigarrillo se la extendí, a sabiendas de que ella también gozaba de este vicio - ¿Quieres uno querida? - le ofrecí sonriendo. Después de que se sirviera saqué un mechero parecido a la pitillera y tras encender su cigarro hice lo propio con lo mío, dándole una leve calada, notando como aquella sustancia entraba en mi interior, sin provocarme daño alguno y lo exhalé lentamente, al lado contrario del que estaba Sabrina ya que el humo era lo más molesto de fumar. - ¿Cómo es que estás aquí en París Sabrina?, ¿acaso te apetecía un cambio de aires? - Le pregunté mientras escuchaba los aplausos y vítores de los espectadores conforme el espectáculo avanzaba, terminando ya casi para dar lugar a uno nuevo, esta vez unos músicos iba a deleitarnos con sus composiciones, eso era la señal de que el baile iba a comenzar y miré a Sabrina reflejando en aquella mirada mucha travesura, por mi mente estaban pasando recuerdos de fechorías que habíamos hecho en el pasado en muchos bailes y le dije con tono malicioso - ¿Qué te parece si les enseñamos lo que es un buen baile?... - no me hizo falta añadir nada más ya que por la expresión de su rostro, muy parecida a la mía, estaba recordando las mismas cosas que yo y se le estaban pasando seguramente las mismas ideas o en su defecto muy parecidas...
Una leve sonrisa se extendió por mi rostro al ver que ella tampoco se había olvidado de mi, leve porque teníamos que tener cuidado en no mostrar nuestra peculiar y mortífera dentadura.
Su comentario más que acertado, y su presencia en esta fiesta en la que aún no sabía qué se celebraba, hizo que mi humor mejorara algo, aunque seguía algo irritable ya que hacía casi veinticuatro horas que no me alimentaba y eso tenía sus repercusiones, obviamente. - La misma que ves ante tus ojos Sabrina querida - le dije con tono amistoso, confirmándola así que se trataba de mí, su vieja amiga con la que tantas fechorías, travesuras y demás aventuras locas había compartido largo tiempo atrás. - La vida es un pañuelo, o eso dicen - cité un viejo refrán, que era muy cierto en verdad ya que cuando una menos se lo esperaba aparecía alguien en su vida justo en el momento oportuno, alguien al que no se imaginaba ver, en este caso a ella, aunque sabiendo de la posición social de la que gozaba tampoco era de extrañar que hubiera sido invitada a tal fiesta.
Miré alrededor percatántome de un pequeño espectáculo circense que había comenzado en el final de esa misma sala. Ese espectáculo contaba con cuatro malabaristas, haciendo juegos tanto con aros, mazas y diversos instrumentos más. Un par de equilibristas hacían juegos con telas colgadas en el techo, enroscándose en ellas haciendo graciosas, a la par que elegantes, figuras en el aire. También había unos cuantos bufones haciendo gracias, gastando bromas a los invitados para hacerles reír, dado que ese era su acometido. La gente miraba fascinada aquel espectáculo, siempre bello pero demasiado visto para mí y comenté con un leve susurro aunque sabía que ella me lo escucharía a la perfección - Estos humanos se entretienen con cualquier cosa, sería sumamente fácil secuestrar a un par de ellos ahora para darnos un festín y volver antes de que acabara el espectáculo que ni cuenta se darían de ello.... - Suspiré y regresé la vista a mi amiga con una sonrisa maliciosa. Cogí una copa de vino de una de las bandejas que pasaban por nuestro lado, llevadas por los camareros que servían aquella noche y le pregunté interesada para seguir hablando y disfrutar de nuestro reencuentro - Y dime amiga mía, ¿qué tal te ha tratado la.... existencia? - y decía existencia porque a lo nuestro no se le podía definir como vida, ya que una vida gozaba de principio y final, mas la nuestra no tenía final alguno a no ser que alguien acabara con ella... cosa que pocas veces ocurría ya que acabar con un vampiro era sumamente difícil.
Di un trago a la bebida, saboreandola cuidadosamente, apreciando todas y cada una de sus propiedades. Naturalmente el vino no se podía comparar nunca con la sangre humana, pero había de reconocer que no estaba mal del todo, además nosotras también nos hallábamos en una especie de circo, el teatro de la vida en la que también teníamos que actuar para poder sobrevivir. Abrí cuidadosamente mi bolso y saqué una pequeña cajita de plata, decorada con inscripciones italianas y extraños dibujos en espiral, entrelazándose unos con otros. Era una decoración fina y sutil que hacía a la pitillera algo elegante. La abrí y tras sacar un cigarrillo se la extendí, a sabiendas de que ella también gozaba de este vicio - ¿Quieres uno querida? - le ofrecí sonriendo. Después de que se sirviera saqué un mechero parecido a la pitillera y tras encender su cigarro hice lo propio con lo mío, dándole una leve calada, notando como aquella sustancia entraba en mi interior, sin provocarme daño alguno y lo exhalé lentamente, al lado contrario del que estaba Sabrina ya que el humo era lo más molesto de fumar. - ¿Cómo es que estás aquí en París Sabrina?, ¿acaso te apetecía un cambio de aires? - Le pregunté mientras escuchaba los aplausos y vítores de los espectadores conforme el espectáculo avanzaba, terminando ya casi para dar lugar a uno nuevo, esta vez unos músicos iba a deleitarnos con sus composiciones, eso era la señal de que el baile iba a comenzar y miré a Sabrina reflejando en aquella mirada mucha travesura, por mi mente estaban pasando recuerdos de fechorías que habíamos hecho en el pasado en muchos bailes y le dije con tono malicioso - ¿Qué te parece si les enseñamos lo que es un buen baile?... - no me hizo falta añadir nada más ya que por la expresión de su rostro, muy parecida a la mía, estaba recordando las mismas cosas que yo y se le estaban pasando seguramente las mismas ideas o en su defecto muy parecidas...
Shanon Owen- Vampiro/Realeza
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Re: El baile de la muerte [Privado]
Las circunstancias podían teñirse en un afán amargo por consecuencia del mismo pasado del que trataba de escapar, pero en cambio, la presencia de Shanon en mi vida siempre había servido de gran ayuda y más en un lugar donde prácticamente no conocía a nadie y francamente, no tenía interés de hacerlo… Grazie… Manifesté con una sonrisa siniestra al llevar el borde de mis dedos cincelados hacia el artefacto que servía como contenedor de una nociva adicción, pero al menos para los seres de la noche, aquellos términos no le hacían justicia a la sublime sensación que el humo causaba en nuestros pulmones carentes del oxigeno vital que todos pensaban que compartíamos. La existencia ha sido tan efímera y fundamental como de costumbre, por lo que he decidido cambiar un poco de ambiente y adoptar las costumbres libertinas de Paris que cada día me sorprenden más. Concreté en un tono suave al divisar su mirada cristalina de reojo.
Algo clásico, vacio y periódico eran vocablos dignos de representar el rutinario andar de un vampiro sobre la tierra. Tal como la vida y la muerte, simbolizábamos el lado más temido de la balanza del tiempo que no necesariamente giraba sus manecillas a nuestro favor. El amanecer, nuestro enemigo y la noche nuestra aliada, victimas, gritos, sangre era nuestra cotidianidad y la soledad, un pequeño precio a pagar por la belleza y gracilidad eterna. Últimamente existe una creciente boga citadina que incita a los humanos a formar hordas en nuestra contra… Tal como sucedió en Rumania, en mis dominios los murmullos acerca de mí comenzaban a esparcirse, por lo que decidí hacerles un hermoso regalo a mi pueblo… Sonreí maléficamente en medio de una pausa que me permitió dar una fuerte calada al cigarrillo exquisitamente liado que mantenía entre mi dedo índice y medio con gran maestría Sabes que fomento la importación hacia mi país, por lo que mande a traer uno de mis barcos cargados de esclavos infectados con la peste y los libere entre ellos… Veamos cómo les ira cuando la enfermedad y la hambruna barra con todos ellos y solo sobrevivan los de mi guardia personal que se quedaron a cargo del Palazzo Reale. Di un súbito respingo, haciendo un mohín exagerado de dramatismo sobresaturado Desde luego que la dadivosa Reina y su hermanita tenían que salir inmediatamente de allí… Dios les salve de contraer la peste y dejen a Roma sin un heredero… Nuestras melodiosas carcajadas resonaron en el lugar, llamando la atención de algunos fisgones que intentaban socializar con nosotras y eran rechazados o ignorados de inmediato…
Viejas amigas que se reencuentran… Interesante pero… Peligroso… Muy peligroso… Dos almas infaustas danzando entre los pasillos de un laberinto mortal mientras la sed actuaban como voces rabiosas en nuestras mentes. Como antes había dicho, como la vida y la muerte, ajenas y del otro lado de éstas sin establecer una lucha más que por simple diversión. ¿Me estas invitando a bailar, querida? Alcé una de mis finas cejas con idiosincrasia entre tanto mis gestos demostraban una implícita afirmación al tomar su mano y caminar juntas hacia el centro de la pista Será un honor, Signorina Owen…Como en los viejos tiempos… Como todos aquellos que se atreven a hacer algo diferente o fuera de los estatutos sociales, acaparamos las miradas escandalizadas de alguno de los invitados mientras otros nos miraban con un serio voyerismo o fetiche. ¿Cuál de los dos? No importaba, los ojos había sido hechos para admirar la exquisita obra de las mentes desequilibradas o superiores de los artistas de la vida.
La hice girar con fuerza un par de veces, causando que su vestido se ondulara hasta que la sujetara de la cintura y la marcha diera el compuesto para avivar la combustión del ritmo en nuestros pasos precisos. No era la primera vez que bailábamos juntas, Shanon era bien conocida por sus grandes dotes para la danza y yo, como buena semejante curiosa solo deseaba descubrir sus secretos en público, aunque lo que nunca cabria imaginar, era que después de aquella catarsis musical, terminaríamos masacrando a los invitados y sobrealimentándonos hasta caer exhaustas y completamente enviciadas por el narcótico que mis alquimistas le proveían al banquete humano presente. Delicioso… Comenté con una media sonrisa al determinar que no tenía ni idea de cuál guiaba el baile, pero en un sentimiento tan vivaz que como la naturaleza, no era necesario explicar o definir. Los hermosos actores circenses danzaban en un irreflexivo éxtasis a nuestro alrededor, dibujando maromas en el aire, reverenciándose e invitándose entre ellos mismos y algunos animosos invitados que se atrevían a romper el estigma antes previsto, y participar en la gala de lo atípico.
Algo clásico, vacio y periódico eran vocablos dignos de representar el rutinario andar de un vampiro sobre la tierra. Tal como la vida y la muerte, simbolizábamos el lado más temido de la balanza del tiempo que no necesariamente giraba sus manecillas a nuestro favor. El amanecer, nuestro enemigo y la noche nuestra aliada, victimas, gritos, sangre era nuestra cotidianidad y la soledad, un pequeño precio a pagar por la belleza y gracilidad eterna. Últimamente existe una creciente boga citadina que incita a los humanos a formar hordas en nuestra contra… Tal como sucedió en Rumania, en mis dominios los murmullos acerca de mí comenzaban a esparcirse, por lo que decidí hacerles un hermoso regalo a mi pueblo… Sonreí maléficamente en medio de una pausa que me permitió dar una fuerte calada al cigarrillo exquisitamente liado que mantenía entre mi dedo índice y medio con gran maestría Sabes que fomento la importación hacia mi país, por lo que mande a traer uno de mis barcos cargados de esclavos infectados con la peste y los libere entre ellos… Veamos cómo les ira cuando la enfermedad y la hambruna barra con todos ellos y solo sobrevivan los de mi guardia personal que se quedaron a cargo del Palazzo Reale. Di un súbito respingo, haciendo un mohín exagerado de dramatismo sobresaturado Desde luego que la dadivosa Reina y su hermanita tenían que salir inmediatamente de allí… Dios les salve de contraer la peste y dejen a Roma sin un heredero… Nuestras melodiosas carcajadas resonaron en el lugar, llamando la atención de algunos fisgones que intentaban socializar con nosotras y eran rechazados o ignorados de inmediato…
Viejas amigas que se reencuentran… Interesante pero… Peligroso… Muy peligroso… Dos almas infaustas danzando entre los pasillos de un laberinto mortal mientras la sed actuaban como voces rabiosas en nuestras mentes. Como antes había dicho, como la vida y la muerte, ajenas y del otro lado de éstas sin establecer una lucha más que por simple diversión. ¿Me estas invitando a bailar, querida? Alcé una de mis finas cejas con idiosincrasia entre tanto mis gestos demostraban una implícita afirmación al tomar su mano y caminar juntas hacia el centro de la pista Será un honor, Signorina Owen…Como en los viejos tiempos… Como todos aquellos que se atreven a hacer algo diferente o fuera de los estatutos sociales, acaparamos las miradas escandalizadas de alguno de los invitados mientras otros nos miraban con un serio voyerismo o fetiche. ¿Cuál de los dos? No importaba, los ojos había sido hechos para admirar la exquisita obra de las mentes desequilibradas o superiores de los artistas de la vida.
La hice girar con fuerza un par de veces, causando que su vestido se ondulara hasta que la sujetara de la cintura y la marcha diera el compuesto para avivar la combustión del ritmo en nuestros pasos precisos. No era la primera vez que bailábamos juntas, Shanon era bien conocida por sus grandes dotes para la danza y yo, como buena semejante curiosa solo deseaba descubrir sus secretos en público, aunque lo que nunca cabria imaginar, era que después de aquella catarsis musical, terminaríamos masacrando a los invitados y sobrealimentándonos hasta caer exhaustas y completamente enviciadas por el narcótico que mis alquimistas le proveían al banquete humano presente. Delicioso… Comenté con una media sonrisa al determinar que no tenía ni idea de cuál guiaba el baile, pero en un sentimiento tan vivaz que como la naturaleza, no era necesario explicar o definir. Los hermosos actores circenses danzaban en un irreflexivo éxtasis a nuestro alrededor, dibujando maromas en el aire, reverenciándose e invitándose entre ellos mismos y algunos animosos invitados que se atrevían a romper el estigma antes previsto, y participar en la gala de lo atípico.
Invitado- Invitado
Re: El baile de la muerte [Privado]
Asentí levemente cuando me agradeció el haberla ofrecido aquel cigarrillo que si bien no nos causaría daño alguno, si que al menos nos produciría una sensación que se podía definir como el mejor de los placeres mezclados con una relajación que nos hacía sentir mucho mejor, ya que a diferencia de los humanos, nuestros pulmones no iban a terminar dañados ni mucho menos.
La mención que hizo sobre las tendencias libertinas de París que habían corrido ya por todo el mundo me sacaron una media sonrisa divertida, y es que aquella información era más que cierta. París era una ciudad donde la gente se dedicaba a satisfacer todos sus deseos y caprichos, fueran los que fueran y eso proporcionaba de vez en cuando algo nuevo en mi vida, ya que cuando una necesitaba salir un poco de la rutina seguro que se podía buscar algún entretenimiento por los tantos lugares que esta ciudad albergaba, cualquier tipo de diversión estaba garantizada por lo que París gozaba de una cierta fama con la que conseguía atraer cada vez a más gente importante y no decaer nunca. - Si son ciertamente sorprendentes querida amiga, en eso concuerdo contigo. Cuando vine aquí con mi familia habían llegado a nuestros oídos algunos de los rumores que corrían sobre esta ciudad, diferentes a los de ahora, pero nunca me imaginé que al cabo de unos pocos años el más puro libertinaje ligado a complacer los más intensos, profundos y primitivos deseos del hombre se llegara a instaurar de tal manera en esta ciudad otorgándole la actual fama de la cual goza.
Continué deleitándome con la sensación del humo que se introducía en mi organismo, expandiéndose por mis pulmones, muertos ya desde hace tantísimos años, siendo expulsado de forma lenta, con una elegancia que solo nosotros eramos capaces de trasmitir hasta en el simple hecho de disfrutar de aquella adicción nociva, mientras atendía a la razón por la cual se encontraba en París en este momento en vez de en el Palacio Real de Italia, país en el que nos habíamos conocido tiempo atrás, lugar de nacimiento de ambas y que nos había servido para acometer nuestras más temibles, pero divertidas, fechorías. No pudimos contener la risa cuando con su expresión y tono de voz exagerados habló sobre como ella y su hermana tuvieron que ser trasladadas de inmediato de Italia para ser alojadas en París y así evitar ser contagiadas del pequeño presente al que se había visto obligada a otorgar a sus súbditos por el hecho de que se estaban comenzando a dar cuenta de su perpetuo estado, una belleza inmortal, la eterna juventud con la que nos hallábamos bendecidas o maldecidas, depende del punto de vista desde el que lo observaras. Las risas hicieron eco en toda la sala, atrayendo más las miradas de muchos presentes, pero nosotras simplemente les ignorábamos, continuando con nuestra charla privada a la que ningún mortal debía involucrarse por su bien. - Por su puesto que si Sabrina, hubiera sido una gran tragedia que nuestra adorada reina y su estimada hermana murieran por tan terrible epidemia e Italia se hubiera quedado sin un digno heredero, fruto del amor de la reina con un excepcional hombre, como sin duda hubiera sido vuestro elegido.
Terminé de disfrutar de aquel cigarrillo y tras dar un breve vistazo al espectáculo que se estaba llevando a cabo en ese momento, retorné la mirada a mi apreciada compañía con una mirada llena de alegría por este exquisito reencuentro, ya que sabía que no iba a ser el último y que seguramente volveríamos a hacer de las nuestras. - ¿Y que tal se encuentra tu hermana?, imagino que cada día estará más bella y será igual de jovial que siempre - le pregunté recordando que su hermana, a diferencia de ella, seguía siendo humana, pero la última vez que la vi era aún una niña muy pequeña, por lo que dudaba que ella se acordara de mi, una niña llena de vitalidad y esa alegría que solo los niños son capaces de desprender.
Mantuve una expresión de cuidada malicia y travesura cuando la invité a bailar, provocando así un escándalo en la fiesta. Si ya que dos mujeres jóvenes y bellas como nosotras, con una gracilidad que cautivaba a quien nos mirase, se pusieran a bailar juntas era algo que a la gente le resultaba provocador y trasgresor, cuando vieran nuestro estilo de baile con el que nos gustaba mostrar bien nuestras habilidades acabarían sin duda mucho más impresionados, y es que ese era el fin de tal actuación, aquella gente necesitaba salir un poco de los estatutos y las normas de buena conducta y aprender qué era la verdadera diversión. Sabrina era una excelente bailarina y seguir sus pasos era simplemente perfecto, ambas lográbamos siempre una armonía y sincronización digna de ser envidiada por los mejores profesionales. Me hizo dar un par de vueltas con la suficiente fuerza como para que mi vaporoso vestido se elevara un tanto, dando a conocer parte de mi anatomía que a las mujeres les pareció como algo fuera de lugar pero que a muchos hombres les hizo que sus ojos se les salieran de las órbitas, disimulando con unos infructuosos y mal disimulados desvíos de miradas, toses secas o cualquier cosa que se les pasara por la mente en aquel momento para no ser descubiertos mirando de forma lasciva por sus mujeres.
Cuando me atrajo hacia ella, la agarré fuertemente de la cintura, guiándola esta vez yo haciendo que girara y que sus pasos resultaran elegantes pero a la vez sutilmente atrayentes y sensuales, dando a conocer toda la fuerza que ella poseía. - Exquisito diría yo....-dije en respuesta a su susurro.
Finalmente resultó que los integrantes del espectáculo circense aprovecharon que ya habían terminado de actuar para entremezclarse entre la gente, invitándolos a bailar también con nosotras, prosiguiendo así con lo que habíamos comenzado haciendo que esta fiesta se alegrara algo más. Al principio solo los más atrevidos aceptaron el bailar, pero conforme se iban incorporando parecía ser que la timidez empezaba a disminuir y poco a poco la pista se fue llenando mientras nosotras proseguíamos con nuestra particular danza.
Podía observar con claridad como las parejas se intentaban acoplar a nuestro ritmo, siguiendo nuestro baile, advirtiendo miradas de todo tipo que iban desde la más profunda admiración hasta la peor de las envidias. Me reí por aquel dato captando en la mente de Sabrina como podía acabar esta velada, con una enorme masacre que serviría para alimentarnos y acabar enviciadas con la sangre que corría por las venas de todos estos pobres incautos. La idea se me hizo tan atrayente que mi mirada en ese momento se tornó oscura como el carbón y le comenté en un susurro destinado solo para sus oídos - Así que vuestros alquimistas andan por aquí.... esa idea que a cruzado por tu mente me parece de lo más apetitosa... - la voz denotaba como en mi interior la sed abogaba por ser saciada, desatando en mi ese instinto salvaje, letal, del que ninguna presa podía lograr escapar una vez caída en las redes de muerte y destrucción que la sed producía.
La música cesó momentáneamente y nos separamos sonrientes, de un humor excelente - Me encanta recordar los viejos tiempos contigo... me hace sentir nuevamente como antaño, más animada que últimamente. - Ver a los payasos, malabaristas, equilibristas y demás, mezclados con la gente de la realeza y alta sociedad, bailando todos juntos por una vez sin atender a los estatus era una escena digna de recordar, seguramente nunca se hubiera producido tal acto nunca anteriormente y nosotras dos habíamos conseguido un imposible. Eso me llenaba de satisfacción y la sensación de poder invadía mi ser, ya que esto denotaba que eramos capaces de lograr cualquier cosa que nos propusiéramos y ciertamente eso influía en cualquiera. - Y dime, ¿donde se encuentra tu residencia ahora?, así podré visitarte algún día o tú a mi, siempre serás bienvenida en mi residencia ya lo sabes. No necesitas de invitación para visitarme cuando lo prefieras, sería un placer servirte de anfitriona - La invité gustosa de seguir en contacto y mantener nuestra relación activa por mucho más tiempo.
La mención que hizo sobre las tendencias libertinas de París que habían corrido ya por todo el mundo me sacaron una media sonrisa divertida, y es que aquella información era más que cierta. París era una ciudad donde la gente se dedicaba a satisfacer todos sus deseos y caprichos, fueran los que fueran y eso proporcionaba de vez en cuando algo nuevo en mi vida, ya que cuando una necesitaba salir un poco de la rutina seguro que se podía buscar algún entretenimiento por los tantos lugares que esta ciudad albergaba, cualquier tipo de diversión estaba garantizada por lo que París gozaba de una cierta fama con la que conseguía atraer cada vez a más gente importante y no decaer nunca. - Si son ciertamente sorprendentes querida amiga, en eso concuerdo contigo. Cuando vine aquí con mi familia habían llegado a nuestros oídos algunos de los rumores que corrían sobre esta ciudad, diferentes a los de ahora, pero nunca me imaginé que al cabo de unos pocos años el más puro libertinaje ligado a complacer los más intensos, profundos y primitivos deseos del hombre se llegara a instaurar de tal manera en esta ciudad otorgándole la actual fama de la cual goza.
Continué deleitándome con la sensación del humo que se introducía en mi organismo, expandiéndose por mis pulmones, muertos ya desde hace tantísimos años, siendo expulsado de forma lenta, con una elegancia que solo nosotros eramos capaces de trasmitir hasta en el simple hecho de disfrutar de aquella adicción nociva, mientras atendía a la razón por la cual se encontraba en París en este momento en vez de en el Palacio Real de Italia, país en el que nos habíamos conocido tiempo atrás, lugar de nacimiento de ambas y que nos había servido para acometer nuestras más temibles, pero divertidas, fechorías. No pudimos contener la risa cuando con su expresión y tono de voz exagerados habló sobre como ella y su hermana tuvieron que ser trasladadas de inmediato de Italia para ser alojadas en París y así evitar ser contagiadas del pequeño presente al que se había visto obligada a otorgar a sus súbditos por el hecho de que se estaban comenzando a dar cuenta de su perpetuo estado, una belleza inmortal, la eterna juventud con la que nos hallábamos bendecidas o maldecidas, depende del punto de vista desde el que lo observaras. Las risas hicieron eco en toda la sala, atrayendo más las miradas de muchos presentes, pero nosotras simplemente les ignorábamos, continuando con nuestra charla privada a la que ningún mortal debía involucrarse por su bien. - Por su puesto que si Sabrina, hubiera sido una gran tragedia que nuestra adorada reina y su estimada hermana murieran por tan terrible epidemia e Italia se hubiera quedado sin un digno heredero, fruto del amor de la reina con un excepcional hombre, como sin duda hubiera sido vuestro elegido.
Terminé de disfrutar de aquel cigarrillo y tras dar un breve vistazo al espectáculo que se estaba llevando a cabo en ese momento, retorné la mirada a mi apreciada compañía con una mirada llena de alegría por este exquisito reencuentro, ya que sabía que no iba a ser el último y que seguramente volveríamos a hacer de las nuestras. - ¿Y que tal se encuentra tu hermana?, imagino que cada día estará más bella y será igual de jovial que siempre - le pregunté recordando que su hermana, a diferencia de ella, seguía siendo humana, pero la última vez que la vi era aún una niña muy pequeña, por lo que dudaba que ella se acordara de mi, una niña llena de vitalidad y esa alegría que solo los niños son capaces de desprender.
Mantuve una expresión de cuidada malicia y travesura cuando la invité a bailar, provocando así un escándalo en la fiesta. Si ya que dos mujeres jóvenes y bellas como nosotras, con una gracilidad que cautivaba a quien nos mirase, se pusieran a bailar juntas era algo que a la gente le resultaba provocador y trasgresor, cuando vieran nuestro estilo de baile con el que nos gustaba mostrar bien nuestras habilidades acabarían sin duda mucho más impresionados, y es que ese era el fin de tal actuación, aquella gente necesitaba salir un poco de los estatutos y las normas de buena conducta y aprender qué era la verdadera diversión. Sabrina era una excelente bailarina y seguir sus pasos era simplemente perfecto, ambas lográbamos siempre una armonía y sincronización digna de ser envidiada por los mejores profesionales. Me hizo dar un par de vueltas con la suficiente fuerza como para que mi vaporoso vestido se elevara un tanto, dando a conocer parte de mi anatomía que a las mujeres les pareció como algo fuera de lugar pero que a muchos hombres les hizo que sus ojos se les salieran de las órbitas, disimulando con unos infructuosos y mal disimulados desvíos de miradas, toses secas o cualquier cosa que se les pasara por la mente en aquel momento para no ser descubiertos mirando de forma lasciva por sus mujeres.
Cuando me atrajo hacia ella, la agarré fuertemente de la cintura, guiándola esta vez yo haciendo que girara y que sus pasos resultaran elegantes pero a la vez sutilmente atrayentes y sensuales, dando a conocer toda la fuerza que ella poseía. - Exquisito diría yo....-dije en respuesta a su susurro.
Finalmente resultó que los integrantes del espectáculo circense aprovecharon que ya habían terminado de actuar para entremezclarse entre la gente, invitándolos a bailar también con nosotras, prosiguiendo así con lo que habíamos comenzado haciendo que esta fiesta se alegrara algo más. Al principio solo los más atrevidos aceptaron el bailar, pero conforme se iban incorporando parecía ser que la timidez empezaba a disminuir y poco a poco la pista se fue llenando mientras nosotras proseguíamos con nuestra particular danza.
Podía observar con claridad como las parejas se intentaban acoplar a nuestro ritmo, siguiendo nuestro baile, advirtiendo miradas de todo tipo que iban desde la más profunda admiración hasta la peor de las envidias. Me reí por aquel dato captando en la mente de Sabrina como podía acabar esta velada, con una enorme masacre que serviría para alimentarnos y acabar enviciadas con la sangre que corría por las venas de todos estos pobres incautos. La idea se me hizo tan atrayente que mi mirada en ese momento se tornó oscura como el carbón y le comenté en un susurro destinado solo para sus oídos - Así que vuestros alquimistas andan por aquí.... esa idea que a cruzado por tu mente me parece de lo más apetitosa... - la voz denotaba como en mi interior la sed abogaba por ser saciada, desatando en mi ese instinto salvaje, letal, del que ninguna presa podía lograr escapar una vez caída en las redes de muerte y destrucción que la sed producía.
La música cesó momentáneamente y nos separamos sonrientes, de un humor excelente - Me encanta recordar los viejos tiempos contigo... me hace sentir nuevamente como antaño, más animada que últimamente. - Ver a los payasos, malabaristas, equilibristas y demás, mezclados con la gente de la realeza y alta sociedad, bailando todos juntos por una vez sin atender a los estatus era una escena digna de recordar, seguramente nunca se hubiera producido tal acto nunca anteriormente y nosotras dos habíamos conseguido un imposible. Eso me llenaba de satisfacción y la sensación de poder invadía mi ser, ya que esto denotaba que eramos capaces de lograr cualquier cosa que nos propusiéramos y ciertamente eso influía en cualquiera. - Y dime, ¿donde se encuentra tu residencia ahora?, así podré visitarte algún día o tú a mi, siempre serás bienvenida en mi residencia ya lo sabes. No necesitas de invitación para visitarme cuando lo prefieras, sería un placer servirte de anfitriona - La invité gustosa de seguir en contacto y mantener nuestra relación activa por mucho más tiempo.
Shanon Owen- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 685
Fecha de inscripción : 22/06/2010
Edad : 32
Localización : À París, la ville de l'amour
DATOS DEL PERSONAJE
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Datos de interés:
Re: El baile de la muerte [Privado]
Con el mismo altruismo de la muerte, nuestra danza había finalizado con la majestuosidad que galardonaba la gracilidad de nuestra especia. Simple, perfecto, siniestro, sin vacilaciones ni errores, todo específicamente calculado para determinar la variedad de aromas que se encontraban girando a nuestro alrededor, como figuras prometeicas en una caja musical ante los ojos especulantes de sus dueñas, seleccionando cuales serian los más vistosos y llamativos en el banquete estoico que nuestros instintos disfrutarían sin mesura tras la rememoración de los viejos tiempos. La música clásica, los banquetes repletos de frutas variadas, el caviar, las risas, los mesoneros en su vaivén, los colores de los tapices en las ventanas, el sonido que producía el choque de los cristales de las copas y el brillo de las luces sobre la cúpula tallada del Palacio Royal, verdaderamente me hacían sentir como en casa. Acompañada de una buena amiga y de mis leales súbditos, podía convertir fácilmente este campo estrellado y aburrido en uno de mis magistrales juegos diabólicos donde los únicos ganadores éramos los que teníamos la inmortalidad de nuestra parte… ¿El resto? No era ni de mi incumbencia, ni de mi importancia…
Suspiré cuando los aplausos suplieron el silencio que dejo la conclusión de la orquesta a nuestro alrededor, con una simple y apática reverencia nos apartamos a un lugar más intimo donde pudiéramos platicar sin el temor de ser escuchadas aunque la algarabía de la gente era un voto a nuestro favor. No esperaba encontrar a ninguna amistad de antaño por este lugar… Pero sin duda, estar a tu lado me hace pensar que mi estadía será mucho más fructífera de lo que pensé. Inspire profundamente, recodando varios sucesos alarmantes que indicaban que mi identidad no estaría resguardada por mucho tiempo. Mi viejo compañero del pasado, un prometeico amante, una de mis mejores amigas de la eternidad, una conocida algo excéntrica, mi hermana mortal y mis guardias metódicos e indomables, no eran una buena combinación para mantener el incentivo de quedarme en Paris, en realidad era una bomba de tiempo que sostenía a contra reloj entre mis manos esperando a que estallara.
Sonreí esforzadamente cuando tome una de las copas de vino de una de las charolas de plata que ofrecía el mesonero a los invitados. ¿Qué demonios me sucedía? ¿Acaso la sed ya hacía estragos en mi seguridad? Bebí de un solo sorbo el contenido y entonces mis ojos diáfanos encontraron su mirada fija Tengo un castillo en las afueras de Francia, exactamente en el Valle de Loira… Hace muchos años mantuve esa adquisición para mis cortos viajes hacia acá. Sé que va a encantarte, ya que esta bordeado en uno de sus extremos por un hermoso lago… Comente con una sonrisa, que lejos de hacer representar un alarde del lujo y boato de mis pertenencias, hacia una clara magnificencia a sus gustos. Ella era refinada y glamorosa, una vez en mi ostentoso Palacio de Roma me había sugerido la construcción de una nueva edificación mas intima en Francia, y tal como me lo había descrito, había sido dictaminada la orden para que el Castillo de Aquitania (como el arquitecto ordeno por su orientación hacia la laguna descomunal) fuera puesto en construcción a principios de éste siglo. Sin saberlo, fuiste la autora de la morada que ahora disfruto, lo cual siempre me ha traído un grato recuerdo de ti.
Renata… Suspire con irreverencia cuando inste a responder su primera interrogante Sigue siendo una mortal como en aquella época la conociste… Tan diferente, tan original y dulce… Se ha convertido en la armonía que solo se encuentra en el lado opuesto de la vida… Se encuentra aquí, en Paris, siendo custodiada de cerca por uno de mis alquimistas que le instruye en la magia de las pociones benevolentes… ¡Ahora ella quiere ser una bruja! ¡JÁ! La dulce hermana de una cruel vampiresa convertida en una... ¡Bruja! Bufe con una carcajada esforzada para continuar al chasquear mis dedos como demanda a la sequia de mi garganta Por cierto… ¿Recuerdas a Giáccomo, no es así? Una sonrisa malévola se cruzo entre mis gestos al acercarme a ella y susurrarle al oído como quien cuenta un secreto altamente obsceno y decadente… Aunque en la realidad, en parte lo era… Aquel leal e inocente guardián que le enseñaste a nadar desnudo en las fuentes principales de Grecia… El mismo que descubrí en tu recamara una noche donde pensaba que los lobos habían invadido el Palazzo por los estruendosos aullidos que llenaron Roma cuando no era luna llena. Tal vez sea el mismo que dejaste suspirando cuando abandonaste Italia para emprender una nueva y prófuga aventura dejándome en el abismo de su insoportable desolación que aseguro que aun no olvida… Las carcajadas no se hicieron esperar, no podían culparnos por divertirnos a costa de la desgracia de otro, aunque su rostro cambio por completo, ante la noticia que estaba a punto de darle Lo convertí, Shanon… Ahora es un inmortal como nosotras, me sirve fielmente y en este momento está en el castillo contando las horas por verte…
Suspiré cuando los aplausos suplieron el silencio que dejo la conclusión de la orquesta a nuestro alrededor, con una simple y apática reverencia nos apartamos a un lugar más intimo donde pudiéramos platicar sin el temor de ser escuchadas aunque la algarabía de la gente era un voto a nuestro favor. No esperaba encontrar a ninguna amistad de antaño por este lugar… Pero sin duda, estar a tu lado me hace pensar que mi estadía será mucho más fructífera de lo que pensé. Inspire profundamente, recodando varios sucesos alarmantes que indicaban que mi identidad no estaría resguardada por mucho tiempo. Mi viejo compañero del pasado, un prometeico amante, una de mis mejores amigas de la eternidad, una conocida algo excéntrica, mi hermana mortal y mis guardias metódicos e indomables, no eran una buena combinación para mantener el incentivo de quedarme en Paris, en realidad era una bomba de tiempo que sostenía a contra reloj entre mis manos esperando a que estallara.
Sonreí esforzadamente cuando tome una de las copas de vino de una de las charolas de plata que ofrecía el mesonero a los invitados. ¿Qué demonios me sucedía? ¿Acaso la sed ya hacía estragos en mi seguridad? Bebí de un solo sorbo el contenido y entonces mis ojos diáfanos encontraron su mirada fija Tengo un castillo en las afueras de Francia, exactamente en el Valle de Loira… Hace muchos años mantuve esa adquisición para mis cortos viajes hacia acá. Sé que va a encantarte, ya que esta bordeado en uno de sus extremos por un hermoso lago… Comente con una sonrisa, que lejos de hacer representar un alarde del lujo y boato de mis pertenencias, hacia una clara magnificencia a sus gustos. Ella era refinada y glamorosa, una vez en mi ostentoso Palacio de Roma me había sugerido la construcción de una nueva edificación mas intima en Francia, y tal como me lo había descrito, había sido dictaminada la orden para que el Castillo de Aquitania (como el arquitecto ordeno por su orientación hacia la laguna descomunal) fuera puesto en construcción a principios de éste siglo. Sin saberlo, fuiste la autora de la morada que ahora disfruto, lo cual siempre me ha traído un grato recuerdo de ti.
Renata… Suspire con irreverencia cuando inste a responder su primera interrogante Sigue siendo una mortal como en aquella época la conociste… Tan diferente, tan original y dulce… Se ha convertido en la armonía que solo se encuentra en el lado opuesto de la vida… Se encuentra aquí, en Paris, siendo custodiada de cerca por uno de mis alquimistas que le instruye en la magia de las pociones benevolentes… ¡Ahora ella quiere ser una bruja! ¡JÁ! La dulce hermana de una cruel vampiresa convertida en una... ¡Bruja! Bufe con una carcajada esforzada para continuar al chasquear mis dedos como demanda a la sequia de mi garganta Por cierto… ¿Recuerdas a Giáccomo, no es así? Una sonrisa malévola se cruzo entre mis gestos al acercarme a ella y susurrarle al oído como quien cuenta un secreto altamente obsceno y decadente… Aunque en la realidad, en parte lo era… Aquel leal e inocente guardián que le enseñaste a nadar desnudo en las fuentes principales de Grecia… El mismo que descubrí en tu recamara una noche donde pensaba que los lobos habían invadido el Palazzo por los estruendosos aullidos que llenaron Roma cuando no era luna llena. Tal vez sea el mismo que dejaste suspirando cuando abandonaste Italia para emprender una nueva y prófuga aventura dejándome en el abismo de su insoportable desolación que aseguro que aun no olvida… Las carcajadas no se hicieron esperar, no podían culparnos por divertirnos a costa de la desgracia de otro, aunque su rostro cambio por completo, ante la noticia que estaba a punto de darle Lo convertí, Shanon… Ahora es un inmortal como nosotras, me sirve fielmente y en este momento está en el castillo contando las horas por verte…
Invitado- Invitado
Re: El baile de la muerte [Privado]
Una vez acabada nuestra más que elegante puesta en escena decidimos irnos a hablar a un lugar más íntimo donde no seríamos molestadas por los chismosos habituales de todas las fiestas, gentes que ponen la oreja en todas las conversaciones para encontrar aquellos detalles que les llamaban la atención, noticias glamorosas, escándalos sociales o hasta la más mínima de las escapadas que pudiera poner en boca de todos para darlas a conocer a toda la ciudad, sumiendo a los aludidos en el peor de los círculos viciosos, el del cotilleo, una pescadilla que se mordía la cola y que cada vez se iba agrandando más por culpa de las exageraciones que la gente tendía a hacer con todo.
Ya apartadas de todo el barullo que en poco momento se había montado con el baile su actitud cambió, se la veía ahora más melancólica y podía imaginar a la perfección el por qué de ese estado. Muy pocas personas sabían en verdad quien era ella, yo era una de ellas, pero me imaginaba que para poder pasar desapercibido ahora mismo andaba de “incógnito” por así decirlo, aparentando ser solamente de la clase alta y no la culpaba, si se descubría que la reina de Italia y su princesa estaban aquí se convertirían en la comidilla diaria y eso no había quien lo aguantara. – Querida amiga, sabes que te aprecio desde lo más profundo de mi corazón, cualquier cosa que necesites solo tienes que pedírmelo y evidentemente tu secreto está a salvo conmigo, nunca revelaré lo que ambas sabemos, estate tranquila por ello… nunca se descubrirá ya que nuestra ágil mente es capaz de imaginar los más intrincados planes de despiste para ello, ¿acaso no ha sido así desde siempre? – comencé a reír suave, para no atraer atenciones indebidas.
Otro de los camareros volvió a pasar por donde nos encontrábamos nosotras, portando en una lujosa bandeja de plata las copas cuyo contenido era un vino seguramente elegido con sumo cuidado para la ocasión, el anfitrión no podía decepcionar a sus invitados preocupándose por los gastos, no. Los hombres excéntricos como lo era este eran capaces de empeñar hasta su casa con tal de organizar la mejor de las fiestas de galas, que pena me daban todos ellos, luego no se daban cuenta de que eso no merecía la pena, siempre iba a estar la típica persona que va examinando hasta el más ínfimo de los detalles para buscar los fallos y sacarlos a la luz al día siguiente.
Sosteniendo su copa con una gracilidad envidiable por cualquiera pasó a describirme la ubicación e instalaciones de su Palazzo, seguramente magnífico como todas sus pertenencias de eso no podía caber duda alguna, aunque lo que más me sorprendió que lo hubiera ordenado construir siguiendo la descripción que tiempo atrás hice de un palacio imaginado por mi por y para ella, sabiendo de sus gustos y echando mano de mi imaginación y conocimientos de decoración resultó que quedo encantada con él ya que a los hechos podía remitirme, aquel palacio tiempo después se hizo realidad. Todavía me acordaba de aquella descripción en una noche de verano en un tiempo en el que me encontraba alojada con ella ya que me había invitado por unos días. Amplios corredores, habitaciones completamente equipadas, salones glamurosos amueblados con un estilo propio y personal que definía su carácter, un capricho de mi mente tornado en una elegante realidad. – Me agrada saber que fue de tu gusto querida amiga, y si me dices que está ubicada en el Valle de Loira pronto te haré una visita puesto que mi castillo queda cerca de él. Además sabes que las vistas a la naturaleza me parecen bellísimas y ciertamente tengo curiosidad por ver como es tu Palazzo, "un sueño hecho realidad "y nunca mejor dicho – reí alegremente tomando a mi vez una de las copas ofrecidas y dándole un trago empapándome bien los labios con aquel líquido carmín, bien parecido a la sangre aunque su sabor no era ni la mínima parte de gratificante que la de esta, pero si sabroso si se trataba de una buena cosecha.
Reí sorprendida ante su confesión de que su hermana menor Renata, princesa de Italia, se hallaba aquí todavía siendo una humana con una extraña pasión por la brujería al parecer. Eso sí que era irónico, no me extrañaba que a Sabrina no le hiciera demasiada gracia, la hermana de una poderosa vampira convertida en una bruja… algo inédito pero cosas más raras se podían ver hoy en día. – Paciencia amiga, seguramente se trate de un capricho pasajero, déjala unos días que pronto se le olvidará. – La animé con una medio sonrisa llena de confianza y ánimos para ella.
La observé con gesto de curiosidad y expectación cuando se acercó a mi oído para susurrarme algo. Por la expresión maliciosa en la que se tornó su rostro me imaginé que aquel secreto sería o altamente importante, o de un interés un tanto macabro y obsceno como tantos secretos que habíamos compartido en el pasado. Si, esa mirada, ese gesto nunca se me olvidarían, algo rondaba su cabeza y seguramente me resultaría de gran interés sino no se molestaría en contarme algo banal. Su pregunta hizo que girara el rostro como un resorte hasta encontrarme con su mirada – Claro que lo recuerdo Sabrina… ¿a qué se debe la pregunta? – inquirí confundida y perdida, cómo olvidarme de aquel Alquimista que tan fielmente le servía, un hombre particular que en sus días logró atraerme como pocos lo habían conseguido pasando juntos muy buenos momentos que tuvieron que quedarse atrás al verme obligada a abandonar Italia dejándole en lo que en ese momento suponía un adiós. Esa decisión fue de las más duras que tuve que tomar, una de la que me había arrepentido muchas veces puesto que extrañamente mi corazón conseguía volver a palpitar de nuevo con la sola mención de su nombre como en este momento. No tardó en contestarme a mi pregunta como era de suponer. Ambas estallamos en carcajadas al recordar algunas de esas situaciones que habían invadido mi mente en pocos segundos, pero ese estado de súbita alegría y humor exaltado cambió por completo ante la nueva noticia, mi rostro debió descomponerse por completo con la sorpresa. Giáccomo… un inmortal, ¿había oído bien?, si de eso no había duda. Respiré hondo unos momentos, ordenando mi mente, cavilando sobre todo lo que eso significaba. Por lo que Sabrina me había dicho ahora estaba aquí, en su palacio, según ella esperando por verme, cientos de dudas vinieron a mi mente, ¿quién me decía a mí que las cosas no habían cambiado?, ¿Qué no hubiera hecho borrón y cuenta nueva?, dudas que traían pesar a mi interior aunque no podía evitar sentirme eufórica por saber que estaba bien, aquí, saber que quizás tuviéramos otra oportunidad por vernos.
Di otro trago a la copa, relajándome al notar el frescor del líquido penetrando en mi interior. La miré calmadamente, suspirando antes de hablar - ¿Lo convertiste?, ¿cómo así? . No puedo evitar decir que evidentemente me alegro, me llena de satisfacción que siga a tu lado ya que es un excelente alquimista, un miembro muy valioso entre tu gente… y claramente podrás imaginarte que estoy deseando volver a verle, sobra decir el por qué ya que tú lo sabes tan bien como yo, mis sentimientos hacia él no han cambiado lo más mínimo aunque… no puedo saber sobre los suyos, el tiempo cambia a la gente y él mismo puede haber cambiado su opinión sobre mi y no se lo reprocharía, al fin y al cabo dejarle para venirme aquí fue una de las cosas más difíciles y dolorosas que hice nunca.
Terminé el contenido de aquella fina copa de cristal depositándola encima de una mesa de nuestro alrededor, echando un vistazo a todos los presentes, riendo y jactándose de todas sus posesiones en conversaciones insulsas, sin valor alguno, solamente escucharlas de refilón me aburría, menos más que ambas nos habíamos conseguido escabullir por unos momentos. Regresé rápidamente a su lado esbozando ahora yo con picardía una amplia sonrisa, ocultando cuidadosamente y con maestría mis colmillos, dando un aire aun más peligroso a mi rostro. – Hablando de amores… ¿cómo se encuentra tu corazón en estos momentos querida amiga?, imagino que algún caballero habrá conseguido hacerse un hueco en él ya que desde que te conozco una larga lista de pretendientes de precede… - comenté con diversión, era ahora su turno para hablarme de ella, de sus sentimientos, quería saber si mi mejor amiga contaba ahora con un acompañante que cumpliera con sus requisitos o exigencias por así decirlo, porque era de saber que ella tenía un gusto espléndido con los hombres, perfectamente escogidos, todos de buena posición, buenas personas, de carácter fuerte y seguro, pero a la vez tiernos y cariñosos, un punto de equilibrio en su balanza personal de la vida. –No creeré si me dices que no has encontrado a nadie ya que me resultaría imposible concebir tal afirmación a sabiendas de la gran mujer que eres.
Ya apartadas de todo el barullo que en poco momento se había montado con el baile su actitud cambió, se la veía ahora más melancólica y podía imaginar a la perfección el por qué de ese estado. Muy pocas personas sabían en verdad quien era ella, yo era una de ellas, pero me imaginaba que para poder pasar desapercibido ahora mismo andaba de “incógnito” por así decirlo, aparentando ser solamente de la clase alta y no la culpaba, si se descubría que la reina de Italia y su princesa estaban aquí se convertirían en la comidilla diaria y eso no había quien lo aguantara. – Querida amiga, sabes que te aprecio desde lo más profundo de mi corazón, cualquier cosa que necesites solo tienes que pedírmelo y evidentemente tu secreto está a salvo conmigo, nunca revelaré lo que ambas sabemos, estate tranquila por ello… nunca se descubrirá ya que nuestra ágil mente es capaz de imaginar los más intrincados planes de despiste para ello, ¿acaso no ha sido así desde siempre? – comencé a reír suave, para no atraer atenciones indebidas.
Otro de los camareros volvió a pasar por donde nos encontrábamos nosotras, portando en una lujosa bandeja de plata las copas cuyo contenido era un vino seguramente elegido con sumo cuidado para la ocasión, el anfitrión no podía decepcionar a sus invitados preocupándose por los gastos, no. Los hombres excéntricos como lo era este eran capaces de empeñar hasta su casa con tal de organizar la mejor de las fiestas de galas, que pena me daban todos ellos, luego no se daban cuenta de que eso no merecía la pena, siempre iba a estar la típica persona que va examinando hasta el más ínfimo de los detalles para buscar los fallos y sacarlos a la luz al día siguiente.
Sosteniendo su copa con una gracilidad envidiable por cualquiera pasó a describirme la ubicación e instalaciones de su Palazzo, seguramente magnífico como todas sus pertenencias de eso no podía caber duda alguna, aunque lo que más me sorprendió que lo hubiera ordenado construir siguiendo la descripción que tiempo atrás hice de un palacio imaginado por mi por y para ella, sabiendo de sus gustos y echando mano de mi imaginación y conocimientos de decoración resultó que quedo encantada con él ya que a los hechos podía remitirme, aquel palacio tiempo después se hizo realidad. Todavía me acordaba de aquella descripción en una noche de verano en un tiempo en el que me encontraba alojada con ella ya que me había invitado por unos días. Amplios corredores, habitaciones completamente equipadas, salones glamurosos amueblados con un estilo propio y personal que definía su carácter, un capricho de mi mente tornado en una elegante realidad. – Me agrada saber que fue de tu gusto querida amiga, y si me dices que está ubicada en el Valle de Loira pronto te haré una visita puesto que mi castillo queda cerca de él. Además sabes que las vistas a la naturaleza me parecen bellísimas y ciertamente tengo curiosidad por ver como es tu Palazzo, "un sueño hecho realidad "y nunca mejor dicho – reí alegremente tomando a mi vez una de las copas ofrecidas y dándole un trago empapándome bien los labios con aquel líquido carmín, bien parecido a la sangre aunque su sabor no era ni la mínima parte de gratificante que la de esta, pero si sabroso si se trataba de una buena cosecha.
Reí sorprendida ante su confesión de que su hermana menor Renata, princesa de Italia, se hallaba aquí todavía siendo una humana con una extraña pasión por la brujería al parecer. Eso sí que era irónico, no me extrañaba que a Sabrina no le hiciera demasiada gracia, la hermana de una poderosa vampira convertida en una bruja… algo inédito pero cosas más raras se podían ver hoy en día. – Paciencia amiga, seguramente se trate de un capricho pasajero, déjala unos días que pronto se le olvidará. – La animé con una medio sonrisa llena de confianza y ánimos para ella.
La observé con gesto de curiosidad y expectación cuando se acercó a mi oído para susurrarme algo. Por la expresión maliciosa en la que se tornó su rostro me imaginé que aquel secreto sería o altamente importante, o de un interés un tanto macabro y obsceno como tantos secretos que habíamos compartido en el pasado. Si, esa mirada, ese gesto nunca se me olvidarían, algo rondaba su cabeza y seguramente me resultaría de gran interés sino no se molestaría en contarme algo banal. Su pregunta hizo que girara el rostro como un resorte hasta encontrarme con su mirada – Claro que lo recuerdo Sabrina… ¿a qué se debe la pregunta? – inquirí confundida y perdida, cómo olvidarme de aquel Alquimista que tan fielmente le servía, un hombre particular que en sus días logró atraerme como pocos lo habían conseguido pasando juntos muy buenos momentos que tuvieron que quedarse atrás al verme obligada a abandonar Italia dejándole en lo que en ese momento suponía un adiós. Esa decisión fue de las más duras que tuve que tomar, una de la que me había arrepentido muchas veces puesto que extrañamente mi corazón conseguía volver a palpitar de nuevo con la sola mención de su nombre como en este momento. No tardó en contestarme a mi pregunta como era de suponer. Ambas estallamos en carcajadas al recordar algunas de esas situaciones que habían invadido mi mente en pocos segundos, pero ese estado de súbita alegría y humor exaltado cambió por completo ante la nueva noticia, mi rostro debió descomponerse por completo con la sorpresa. Giáccomo… un inmortal, ¿había oído bien?, si de eso no había duda. Respiré hondo unos momentos, ordenando mi mente, cavilando sobre todo lo que eso significaba. Por lo que Sabrina me había dicho ahora estaba aquí, en su palacio, según ella esperando por verme, cientos de dudas vinieron a mi mente, ¿quién me decía a mí que las cosas no habían cambiado?, ¿Qué no hubiera hecho borrón y cuenta nueva?, dudas que traían pesar a mi interior aunque no podía evitar sentirme eufórica por saber que estaba bien, aquí, saber que quizás tuviéramos otra oportunidad por vernos.
Di otro trago a la copa, relajándome al notar el frescor del líquido penetrando en mi interior. La miré calmadamente, suspirando antes de hablar - ¿Lo convertiste?, ¿cómo así? . No puedo evitar decir que evidentemente me alegro, me llena de satisfacción que siga a tu lado ya que es un excelente alquimista, un miembro muy valioso entre tu gente… y claramente podrás imaginarte que estoy deseando volver a verle, sobra decir el por qué ya que tú lo sabes tan bien como yo, mis sentimientos hacia él no han cambiado lo más mínimo aunque… no puedo saber sobre los suyos, el tiempo cambia a la gente y él mismo puede haber cambiado su opinión sobre mi y no se lo reprocharía, al fin y al cabo dejarle para venirme aquí fue una de las cosas más difíciles y dolorosas que hice nunca.
Terminé el contenido de aquella fina copa de cristal depositándola encima de una mesa de nuestro alrededor, echando un vistazo a todos los presentes, riendo y jactándose de todas sus posesiones en conversaciones insulsas, sin valor alguno, solamente escucharlas de refilón me aburría, menos más que ambas nos habíamos conseguido escabullir por unos momentos. Regresé rápidamente a su lado esbozando ahora yo con picardía una amplia sonrisa, ocultando cuidadosamente y con maestría mis colmillos, dando un aire aun más peligroso a mi rostro. – Hablando de amores… ¿cómo se encuentra tu corazón en estos momentos querida amiga?, imagino que algún caballero habrá conseguido hacerse un hueco en él ya que desde que te conozco una larga lista de pretendientes de precede… - comenté con diversión, era ahora su turno para hablarme de ella, de sus sentimientos, quería saber si mi mejor amiga contaba ahora con un acompañante que cumpliera con sus requisitos o exigencias por así decirlo, porque era de saber que ella tenía un gusto espléndido con los hombres, perfectamente escogidos, todos de buena posición, buenas personas, de carácter fuerte y seguro, pero a la vez tiernos y cariñosos, un punto de equilibrio en su balanza personal de la vida. –No creeré si me dices que no has encontrado a nadie ya que me resultaría imposible concebir tal afirmación a sabiendas de la gran mujer que eres.
Shanon Owen- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 685
Fecha de inscripción : 22/06/2010
Edad : 32
Localización : À París, la ville de l'amour
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Re: El baile de la muerte [Privado]
El júbilo que demostraba Shanon era evidenciado por aquella aventura de antaño que ahora conservaba entre las filas de mi guardia personal; Giàccomo, una mente maestra capaz de engranar las muertes más sublimes con tan solo un chasqueo de sus dedos, portador de un gran poder oculto que disfrazaba un doloroso delirio con una fachada tierna como la de un baile inocente. No pude evitar sonreír orgullosa ante las palabras precipitadas de mi querida amiga, Shanon había entregado demasiado en aquella relación para luego renunciar por el temor de crear un nexo más fuerte con aquel hombre que igualmente, sentía algo especial por ella. No tenía que ser una erudita en el tema para reconocer sus miradas entre la gente, incluso la última noche del baile real donde él se había aventurado al bosque antes del amanecer para conseguir una orquídea Todos cambiamos, querida… Pero también requerimos de la inspiración que nos brinda el tiempo para garantizar y afianzar los viejos lazos del pasado… Baje la mirada con cierta proyección de mi misma en ella, después de todo, había tomado esa misma decisión mucho tiempo atrás. Shanon, por la misma situación en que los conozco a ambos, le propuse a Giàccomo la oportunidad de quedarse en el Palacio de Roma a cargo de todo durante mi ausencia, sin embargo, su deseo era venir a Paris donde se supone que la mujer prohibida para sus ojos se hallaba. Fue su decisión venir hasta aquí… Por ti… Hice énfasis en aquella última frase, denotando un atisbo súbito de alegría que hacia brillar sus ojos con un deje de ¿Emoción? Aunque intentaba disimularlo muy bien…
Resople con ironía y me aleje un paso con un viejo síntoma de apatía ante aquellos sentimientos empalagosos que solo resultaban de un franco modo: Problemas y más problemas. Espero no comiences con aquel viejo entusiasmo, que sabes muy bien que me aturde… Enarque una ceja muy tarde al sentir el contacto de sus brazos alrededor de mi cuerpo. ¿Ahora que había hecho? La observaba extrañada y confundida por aquella invasión de mi espacio vital con un mohín escalofriante que claramente me inspiraba más que temor por ellos dos. No sé si alegrarme porque mi familia crece o porque perderé a un buen Alquimista. Rindiéndome a su gesto, correspondí a su abrazo aunque no con la misma exaltación, negando a mi misma la posibilidad de encontrarme en aquella postura alguna vez. ¿Quién eres tú y que has hecho con mi amiga? La sostuve de los hombros y la separe para observarla de una forma analítica, arrebatándole una sonrisa como en aquellos tiempos añorados donde las cosas resultaban ser más sencillas. Tal vez lo eran, pero no podía evitar darle un toque dramático o poético a cada circunstancia.
Con una sonrisa natural, me aleje para apoyarme del pequeño barandal que servía como un discreto palco que daba una hermosa vista de la fiesta, observando ausente como las parejas danzaban alegres ante el compás de la música, como sus ojos animosos sondeaban cada rostro presente, riendo sin ninguna razón aparente, divirtiéndose, alabándose sin preocupación, mientras yo continuaba esforzándome por mantenerme apartada de toda pasión… Distraída y alejada de ellos… Pero así era y siempre sería… No había escapatoria a lo que representaba… No soy quien en verdad parezco, Shanon… No pretendo ni aspiro lograr lo que dices… Alce mi rostro con orgullo hacia todos ellos, encarando mi realidad de porcelana, una noche mística que finalizaría como todas las demás, sin novedades, ni objeciones. Mi corazón sigue tan gélido como en un principio… Aunque el pasado parece seguirme con un agobiante ímpetu al que el alquimista llama “señales del destino”… Bufe con sarcasmo para después recobrar la inmutabilidad de mi postura ¿Recuerdas que una vez te conté acerca de un libertino con el que tuve un extraño romance? Hice una pausa hasta que ella asentía con una lúgubre preocupación Está aquí… En Paris… Llego por sus propios medios a mi castillo, reclamándome como su mujer… Nuevamente enarque una ceja, recordando sus dulces prosas y aquel modo indiscutible de doblegar mi voluntad con un solo toque de sus manos.
La luz ya no alcanzaba para iluminar la ansiedad que se manifestaba en el leve temblor entre mis dedos, empuñando el fino acabado del barandal entre tanto proseguía con el relato Además, existe otro hombre con el que viví una inolvidable aventura… Alguien que seduje hace muchos años en Inglaterra y que… El ruido de la banda causo que mis palabras se ahogaran en mi garganta, el tumulto de invitados giraron sus rostros al unísono hacia un pequeño pedestal donde el anfitrión señalaba el viejo reloj como señal de que todos debían despojarse de sus mascaras y dar a conocer sus identidades para volver a la ficticia realidad. Quisiera poder arrepentirme de regresar a Paris, pero como todo tiene un inicio… También encuentra su final… Ella conocía a la perfección las razones por la que había abandonado a aquel libertino cuyo nombre jamás le había revelado; Al igual que ella, comenzaba a tomarle afecto, pero con la misma fuerza con que vibraba en su lecho, recelaba mi trono y me negaba a compartirlo con nadie más. Tal vez en ello nos parecíamos tanto, ambas atesorábamos la libertad y huíamos de las ataduras del apego. Es hora de que empiece la función… Susurre mientras me despojaba de mi mascara y dejaba caer la capucha de mi túnica, sintiendo como las miradas se posaban directamente sobre nosotras como las figuras emblemáticas de una época decadente y desenfrenada…
Resople con ironía y me aleje un paso con un viejo síntoma de apatía ante aquellos sentimientos empalagosos que solo resultaban de un franco modo: Problemas y más problemas. Espero no comiences con aquel viejo entusiasmo, que sabes muy bien que me aturde… Enarque una ceja muy tarde al sentir el contacto de sus brazos alrededor de mi cuerpo. ¿Ahora que había hecho? La observaba extrañada y confundida por aquella invasión de mi espacio vital con un mohín escalofriante que claramente me inspiraba más que temor por ellos dos. No sé si alegrarme porque mi familia crece o porque perderé a un buen Alquimista. Rindiéndome a su gesto, correspondí a su abrazo aunque no con la misma exaltación, negando a mi misma la posibilidad de encontrarme en aquella postura alguna vez. ¿Quién eres tú y que has hecho con mi amiga? La sostuve de los hombros y la separe para observarla de una forma analítica, arrebatándole una sonrisa como en aquellos tiempos añorados donde las cosas resultaban ser más sencillas. Tal vez lo eran, pero no podía evitar darle un toque dramático o poético a cada circunstancia.
Con una sonrisa natural, me aleje para apoyarme del pequeño barandal que servía como un discreto palco que daba una hermosa vista de la fiesta, observando ausente como las parejas danzaban alegres ante el compás de la música, como sus ojos animosos sondeaban cada rostro presente, riendo sin ninguna razón aparente, divirtiéndose, alabándose sin preocupación, mientras yo continuaba esforzándome por mantenerme apartada de toda pasión… Distraída y alejada de ellos… Pero así era y siempre sería… No había escapatoria a lo que representaba… No soy quien en verdad parezco, Shanon… No pretendo ni aspiro lograr lo que dices… Alce mi rostro con orgullo hacia todos ellos, encarando mi realidad de porcelana, una noche mística que finalizaría como todas las demás, sin novedades, ni objeciones. Mi corazón sigue tan gélido como en un principio… Aunque el pasado parece seguirme con un agobiante ímpetu al que el alquimista llama “señales del destino”… Bufe con sarcasmo para después recobrar la inmutabilidad de mi postura ¿Recuerdas que una vez te conté acerca de un libertino con el que tuve un extraño romance? Hice una pausa hasta que ella asentía con una lúgubre preocupación Está aquí… En Paris… Llego por sus propios medios a mi castillo, reclamándome como su mujer… Nuevamente enarque una ceja, recordando sus dulces prosas y aquel modo indiscutible de doblegar mi voluntad con un solo toque de sus manos.
La luz ya no alcanzaba para iluminar la ansiedad que se manifestaba en el leve temblor entre mis dedos, empuñando el fino acabado del barandal entre tanto proseguía con el relato Además, existe otro hombre con el que viví una inolvidable aventura… Alguien que seduje hace muchos años en Inglaterra y que… El ruido de la banda causo que mis palabras se ahogaran en mi garganta, el tumulto de invitados giraron sus rostros al unísono hacia un pequeño pedestal donde el anfitrión señalaba el viejo reloj como señal de que todos debían despojarse de sus mascaras y dar a conocer sus identidades para volver a la ficticia realidad. Quisiera poder arrepentirme de regresar a Paris, pero como todo tiene un inicio… También encuentra su final… Ella conocía a la perfección las razones por la que había abandonado a aquel libertino cuyo nombre jamás le había revelado; Al igual que ella, comenzaba a tomarle afecto, pero con la misma fuerza con que vibraba en su lecho, recelaba mi trono y me negaba a compartirlo con nadie más. Tal vez en ello nos parecíamos tanto, ambas atesorábamos la libertad y huíamos de las ataduras del apego. Es hora de que empiece la función… Susurre mientras me despojaba de mi mascara y dejaba caer la capucha de mi túnica, sintiendo como las miradas se posaban directamente sobre nosotras como las figuras emblemáticas de una época decadente y desenfrenada…
Invitado- Invitado
Re: El baile de la muerte [Privado]
Escuché atenta todas y cada una de las palabras que Sabrina pronunciaba. Que me dijera que Giàccomo se encontraba en París por iniciativa propia solo por verme hizo que una súbita exaltación estallara en mi interior e inmediatamente, sin pensar en lo que hacía, me lancé a abrazarla a sabiendas de que ella no era muy dada a aquellas muestras afectuosas desde hace tiempo, pero en ese momento así lo sentía y de alguna manera quería agradecerla todo lo que me estaba contando. Vale, bien, quizás no fuera este el lugar ideal para montar un numerito, pero la elevación del palco en el que nos encontrábamos nos permitía observar toda la fiesta que se desarrollaba a nuestros pies con la ventaja de no ser vistas a menos que nosotras quisiéramos. Aún así no pude evitar reírme con sus irónicos comentarios, poniendo los ojos en blanco ante su primera reticencia a corresponderme al abrazo, pero finalmente decidió rendirse haciendo que me sintiera mejor. Amiga, ¿tienes que ser tan dramática siempre? Pregunté con diversión, tratando de calmar mi estado de ánimo, sosteniendo su seria mirada cuando me sostuvo de los hombros, arrancándome de nuevo otra sonrisa con su pregunta. Desde luego que ahora ya no iba a conseguir relajarme lo más mínimo, y es que mi humor era así de volátil, tan pronto podía estar extasiada, como en la depresión más profunda o encerrada en la peor de las iras. Soy Shanon, la misma de siempre. Compréndeme Sabrina, hace mucho tiempo ya que le deje, sabes lo que sentía por él…. Y esto que ahora me cuentas me ha pillado desprevenida. Solo dame unos momentos que en seguida me calmaré, no te preocupes.
Recobrando de una buena vez la compostura la observé mientras se apoyaba en la barandilla, dominando desde aquel lugar toda la fiesta. La gente animada, bebiendo de sus copas, fumando sin parar mientras intercambiaban palabras cargadas de falsedad. Todos sin excepción alguna eran unos hipócritas en este día. Mirara donde mirara podía ver como se jactaban de lo bien que les iba en los negocios, de su última adquisición sin omitir lo muchísimo que le había costado… información que a sus receptores no les importaba lo más mínimo, pero con su doble cara se hacían los interesados para cuando se dieran la vuelta clavarles el puñal por la espalda comenzando a criticarle… y es que esa era la realidad de todas las reuniones sociales, un eterno teatro en el que no valía la pena inmiscuirse si no querías terminar salpicado con sus infames palabras.
Me acerqué a ella, posicionándome a su lado, apoyando mis brazos en aquella barandilla de metal decorada, girando mi rostro para contemplar con gravedad su expresión. Sus palabras se habían tornado de nuevo serias, su tono de voz reflejaba el estado de meditación profunda en el que había parecido sumirse ahora, una introspección que seguramente trajera un gran dilema interno, pero ella ya sabía sin tener que recordárselo que podía contarme cualquier problema que tuviera. Asentí suavemente cuando mencionó al libertino con el que años atrás había compartido una historia y que resultaba que ahora había regresado. No sabía cómo tomarme aquello, si como una buena señal que auguraba un futuro amor para mi amiga, o como un aviso que portaba la calma antes de la tempestad. Ladeé ligeramente mi rostro con curiosidad cuando mencionó a un reciente amante con el que por lo que me decía había compartido algo especial y no solamente un apasionado y desenfrenado encuentro. Te ves envuelta en un gran dilema amiga…Comenté separándome de la barandilla para alejarme un poco del palco, dejando de ver así la fiesta, pero con el fuerte sonido de la música aún envolviendo toda la sala que dificultaba algunas veces la concentración en lo que de verdad era serio. De pronto aparece aquel libertino del que me acuerdo perfectamente, el mismo del que años atrás me hablabas con afecto y encandilamiento en las palabras, entremezclado con temor por empezar a sentirte atada a alguien, un sentimiento que conozco a la perfección ya que ambas somos iguales en ese aspecto… valoramos mucho nuestra libertad… Suspiré cansada, siempre la misma batalla, el amor y las ataduras que ello traía consigo, frente a la libertad propia, innata de cada uno.
Por otra parte, me acabas de mencionar a un nuevo hombre pero, ¿qué sabes de él?. Por lo que deduzco aunque lo conocieras en Inglaterra sois prácticamente desconocidos... ¿De verdad te merece la pena renunciar al “libertino”, pero que es en verdad el que te acaba de demostrar su amor hacia ti, para quedarte con ese otro hombre? Le planteé justo antes de que tocasen aquellas campanadas que significaban que era la hora de la verdad, despojarnos tanto de las máscaras ficticias como de las reales. Lentamente retiré la mía a la par que Sabrina se desquitaba la suya, volviéndose a cubrir con la capucha de su elegante túnica. Mientras atendía a su susurro las miradas de todos los presentes se posaron en nosotras, pero sobretodo en ella, una singular dama que irradiaba belleza y misterio en iguales cantidades, un perfecto equilibrio que era la mayor atracción que un hombre podría desear en una mujer, y no solo eso, ella daba varias vueltas al resto de mujeres del lugar, valía mucho y ella lo sabía, aunque hubiera que recordárselo a veces. Me pregunté si sería reconocida como la Reina de Italia por la gente, o simplemente llamábamos la atención por ser inmortales. Esperaba que fuera más por lo segundo ya que una de las cosas que Sabrina más valoraba era la discreción en cuanto a su verdadera identidad. Piensa bien qué es lo que más te conviene amiga… pero si quieres mi sincera opinión deberías conocer más al libertino, no se por qué pero me da la impresión de que ese hombre esconde más de lo que crees… quien sabe, quizás es el ideal… Susurré con un encogimiento de hombros mientras ambas comenzábamos a caminar desapareciendo de repente de aquel palco esquivando así momentáneamente toda aquella atención acumulada en tan pocos momentos.
Su última frase me había dejado algo confusa, conociéndola la palabra función podía tener muchas connotaciones... ¿Función?, lamentablemente todas las noches es una continua función sin final para nosotras querida... pero al menos una se acaba acostumbrando. Una nueva música inundó la sala, el baile presidencial daba comienzo, abriéndolo los anfitriones como era costumbre. Este baile era diferente al que había tomado lugar hace escasos momento iniciado por nosotras. En este la pareja anfitriona tenía la ocasión de dar a concer toda su ostentacion danzando de forma glamurosa, ataviados con sus mejores galas, para poder así dejar encandilados a todos. Lo bueno de ello, que todos estaban demasiado distraidos como para darse cuenta del peligro que les acechaba a sus espaldas. Querida... ¿no le parece este un buen momento para saciar nuestra sed definitivamente por esta noche?, hay que aprovechar que se encuentran distraidos con una nueva pantomima que para nuestro disfrute resulta ser la más apropiada... Aquel brillo gélido portador de muerte se había instalado en mi mirada, intensificado por una aviesa media sonrisa que daba a mi rostro una expresión más oscura aún, imperceptible para los simples humanos, pero más que evidente para mi apreciada acompañante.
Recobrando de una buena vez la compostura la observé mientras se apoyaba en la barandilla, dominando desde aquel lugar toda la fiesta. La gente animada, bebiendo de sus copas, fumando sin parar mientras intercambiaban palabras cargadas de falsedad. Todos sin excepción alguna eran unos hipócritas en este día. Mirara donde mirara podía ver como se jactaban de lo bien que les iba en los negocios, de su última adquisición sin omitir lo muchísimo que le había costado… información que a sus receptores no les importaba lo más mínimo, pero con su doble cara se hacían los interesados para cuando se dieran la vuelta clavarles el puñal por la espalda comenzando a criticarle… y es que esa era la realidad de todas las reuniones sociales, un eterno teatro en el que no valía la pena inmiscuirse si no querías terminar salpicado con sus infames palabras.
Me acerqué a ella, posicionándome a su lado, apoyando mis brazos en aquella barandilla de metal decorada, girando mi rostro para contemplar con gravedad su expresión. Sus palabras se habían tornado de nuevo serias, su tono de voz reflejaba el estado de meditación profunda en el que había parecido sumirse ahora, una introspección que seguramente trajera un gran dilema interno, pero ella ya sabía sin tener que recordárselo que podía contarme cualquier problema que tuviera. Asentí suavemente cuando mencionó al libertino con el que años atrás había compartido una historia y que resultaba que ahora había regresado. No sabía cómo tomarme aquello, si como una buena señal que auguraba un futuro amor para mi amiga, o como un aviso que portaba la calma antes de la tempestad. Ladeé ligeramente mi rostro con curiosidad cuando mencionó a un reciente amante con el que por lo que me decía había compartido algo especial y no solamente un apasionado y desenfrenado encuentro. Te ves envuelta en un gran dilema amiga…Comenté separándome de la barandilla para alejarme un poco del palco, dejando de ver así la fiesta, pero con el fuerte sonido de la música aún envolviendo toda la sala que dificultaba algunas veces la concentración en lo que de verdad era serio. De pronto aparece aquel libertino del que me acuerdo perfectamente, el mismo del que años atrás me hablabas con afecto y encandilamiento en las palabras, entremezclado con temor por empezar a sentirte atada a alguien, un sentimiento que conozco a la perfección ya que ambas somos iguales en ese aspecto… valoramos mucho nuestra libertad… Suspiré cansada, siempre la misma batalla, el amor y las ataduras que ello traía consigo, frente a la libertad propia, innata de cada uno.
Por otra parte, me acabas de mencionar a un nuevo hombre pero, ¿qué sabes de él?. Por lo que deduzco aunque lo conocieras en Inglaterra sois prácticamente desconocidos... ¿De verdad te merece la pena renunciar al “libertino”, pero que es en verdad el que te acaba de demostrar su amor hacia ti, para quedarte con ese otro hombre? Le planteé justo antes de que tocasen aquellas campanadas que significaban que era la hora de la verdad, despojarnos tanto de las máscaras ficticias como de las reales. Lentamente retiré la mía a la par que Sabrina se desquitaba la suya, volviéndose a cubrir con la capucha de su elegante túnica. Mientras atendía a su susurro las miradas de todos los presentes se posaron en nosotras, pero sobretodo en ella, una singular dama que irradiaba belleza y misterio en iguales cantidades, un perfecto equilibrio que era la mayor atracción que un hombre podría desear en una mujer, y no solo eso, ella daba varias vueltas al resto de mujeres del lugar, valía mucho y ella lo sabía, aunque hubiera que recordárselo a veces. Me pregunté si sería reconocida como la Reina de Italia por la gente, o simplemente llamábamos la atención por ser inmortales. Esperaba que fuera más por lo segundo ya que una de las cosas que Sabrina más valoraba era la discreción en cuanto a su verdadera identidad. Piensa bien qué es lo que más te conviene amiga… pero si quieres mi sincera opinión deberías conocer más al libertino, no se por qué pero me da la impresión de que ese hombre esconde más de lo que crees… quien sabe, quizás es el ideal… Susurré con un encogimiento de hombros mientras ambas comenzábamos a caminar desapareciendo de repente de aquel palco esquivando así momentáneamente toda aquella atención acumulada en tan pocos momentos.
Su última frase me había dejado algo confusa, conociéndola la palabra función podía tener muchas connotaciones... ¿Función?, lamentablemente todas las noches es una continua función sin final para nosotras querida... pero al menos una se acaba acostumbrando. Una nueva música inundó la sala, el baile presidencial daba comienzo, abriéndolo los anfitriones como era costumbre. Este baile era diferente al que había tomado lugar hace escasos momento iniciado por nosotras. En este la pareja anfitriona tenía la ocasión de dar a concer toda su ostentacion danzando de forma glamurosa, ataviados con sus mejores galas, para poder así dejar encandilados a todos. Lo bueno de ello, que todos estaban demasiado distraidos como para darse cuenta del peligro que les acechaba a sus espaldas. Querida... ¿no le parece este un buen momento para saciar nuestra sed definitivamente por esta noche?, hay que aprovechar que se encuentran distraidos con una nueva pantomima que para nuestro disfrute resulta ser la más apropiada... Aquel brillo gélido portador de muerte se había instalado en mi mirada, intensificado por una aviesa media sonrisa que daba a mi rostro una expresión más oscura aún, imperceptible para los simples humanos, pero más que evidente para mi apreciada acompañante.
Shanon Owen- Vampiro/Realeza
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Re: El baile de la muerte [Privado]
Con la tonada de un suave vals, precedido por la hermosa danza de dos mortales que recreaban la ilusión perfecta de un príncipe y una princesa bailando entre todo el populacho encandilado por su sutil belleza, causaron que mis recuerdos asaltaran mi mente con la imagen especifica de la última noche en Roma cuando Dorian y yo habíamos pactado separar nuestros caminos sin remordimiento alguno Ese hombre es… Sin duda alguna, inolvidable… Baje la mirada entre tanto aquella tonada pasiva borraba cualquier vestigio de cordura de mi cabeza y comenzaba a retroceder del palco para conducirme tras Shanon hacia una de las pequeñas escalinatas de caracol que descendían al salón principal He conocido a muchos hombres después de que aquel maravilloso caballero se retiró de mi vida, sin embargo, reconozco que tienes toda la razón en cuanto a la controversia que cruza por mi mente… No debería dudar… Pero más que una incertidumbre, se trata de temor… El mismo que aquejaba a mi funesto corazón cuando Dorian y yo bailamos la ultima tonada en la terraza de mi palazzo, tan solo como testigo a la luna envidiosa que nos observaba celosa desde las alturas mientras para nosotros, el universo entero se reducía en un beso infinito que manifestaba una despedida silenciosa. Una que no duraría demasiado tiempo…
¿Amor? Bufe con cierta ironía al mismo tiempo que bajaba hasta el pie de aquella delicada escalinata tras mi compañera amistosa de eternidad, tomando nuevamente aquella mascara aterciopelada para cubrir mi rostro ya que al estar en medio de la plebe, era imposible predecir que fuera develada mi identidad y entonces, ser arruinados todos mis planes para la velada que resultaría un hermoso banquete al final de la noche. Tal vez no se trate de un sentimiento tan intenso como el amor… Teníamos una increíble conexión y me sentía complementada a su lado, pero no puedo olvidar que abandonó todo lo que poseíamos por correr a los brazos de otras mujeres que lo esperaban aquí en Paris… Titubee por un breve instante, girando la mirada hacia el público ausente que se unía a la danza colectiva de la muchedumbre, tratando de disimular que apretaba mi quijada e incluso llegaba a transformar mi tono de voz en un hilo autoritario y posesivo. Tal vez… Solo extraña la maravillosa vida plagada de lujos y desenfreno que obtuvo a mi lado… Nada más. Tras aquel encuentro improvisto en mi morada, no podía evitar sentir cierta inseguridad en cuanto a lo que buscaba Dorian después de su regreso, muchos caza fortunas se había aventurado a retozar en la cama de la Reina con segundas intenciones de un iluso ascenso al trono o incluso conseguir algo de gloria, pero pocos, habían logrado salir con vida de sus garras siniestras después de ser puestos en evidencia y castigados con las peores torturas que pudieran ser imaginadas por la mente de cualquier inmortal. Por ello, tal vez es que me rehusaba a compartir el trono que le había costado la cabeza a mi ex esposo, tal como la viuda negra, lo había envenenado y destazado para después llorar falsamente sobre sus restos en el mausoleo familiar hasta que regresaba al refugio de mis aposentos y celebraba con mis allegados la defunción de aquella terrible molestia… Una hipócrita… Eso era… Pero siempre y cuando la corona estuviera en mi cabeza y manejara el poder totalitario de mi país, los términos adicionales era lo que menos me importaba.
Mis últimas palabras resonaron vacías y un poco carentes de juicio, probablemente la avaricia había terminado de corromper la ultima fibrilla de humanidad que trepidaba débilmente en mi interior, era mucho más posible, que la soledad autoimpuesta a la que había sido sometida por tanto tiempo, se convirtiera en mi rutina trivial a la que me aferraba con tal de no descubrir y aceptar esas nuevas sensaciones que despertaban en mi interior sin darme cuenta previamente de todo ello. Y allí estábamos, un par de amigas despreocupadas en medio de una celebración, siendo parte de la vibración jubilosa del colectivo, bebiendo de dos copas cristalinas de vino hasta que cruzamos con un par de damas en el estrecho corredor del salón. “¡Acaba de llegar Dorian Windsor!” Dijo una de aquellas señoritas con un aire emotivo y a la vez superficial, riendo pícaramente al señalar a su compañera algún punto del salón para mostrarle quien sería el blanco de sus fechorías obscenas “Es el soltero más cotizado de todo Paris… El dueño del Palacio Royal… Tendrás suerte si te invita a bailar… Dicen que es un amante excepcional, fogoso, impetuoso e insaciable… Todas las mujeres que han estado con él dicen que…” La completación explicita de su compañera causó una extraña pero infalible parálisis en todo mi cuerpo, haciendo que mis ojos casi salieran de sus cuencas ante la extrema sorpresa acompañada por la escandalosa fama que se había ganado a pulso durante mi ausencia en su vida. Y allí estaba su nombre siguiéndome como un fantasma a todas partes, notando la peculiar sonrisa picara de Shanon al escucharlo también que, aunque no supiera en lo absoluto de quien se trataba ese hombre en mi vida, ella parecía serle familiar de alguna manera que debía averiguar de inmediato si es que mi cuerpo respondía a mi mandato durante los próximos minutos.
Automáticamente fije mis ojos en varios puntos cardinales del salón, tratando de captar tras los centenares de mascaras la identidad del místico protagonistas de mis temores más arraigados. ¿Dorian? ¿Aquí? ¿Dueño del lugar donde casualmente había sido invitada para una celebración? Las sospechas se disparaban una a una en mi mente mientras el baile y la algarabía desencadenaban una atípica claustrofobia que me orillaba a escapar. Incluso cuando lograba retroceder, accidentalmente derrame mi copa de vino sobre la animosa damisela que continuaba expresando con fulgor aquellos deseos con el hombre que mi cuerpo aclamaba con completa determinación. Mío. Eso era… Solo mío aunque me negara inconscientemente a ello. Shanon, querida… ¿Me disculpas un momento? Cabizbaja y con un serio gesto de nerviosismo, comencé a alejarme esquivando el tumulto de gente hacia la salida, manteniendo la túnica aferrada a mi pecho disneico y con la capucha resguardando mi rostro momentáneamente. Intente retirarme la máscara para liberar un poco mi respiración, sin embargo, antes de llegar a hacerlo, Shanon había logrado alcanzarme en medio del salón con una arraigada preocupación marcada entre sus ojos que me detuvo instantáneamente al girarme por la sujeción de uno de mis antebrazos. Estoy bien… Solo necesito un poco de aire… Concrete con una sonrisa esforzada, tratando mantener la compostura mientras las sorpresas no cesaban y un misterioso caballero hacia su galante entrada y presentación con mi amiga, a lo cual, sinceramente no prestaba demasiada atención ya que toda estaba volcada en el análisis exhaustivo del lugar para intentar identificar a mi… Al libertino… A Dorian… Donde quiera que ahora se encontrara…
OFF: El orden va así, Sabrina (que acabo de postear), Dorian, Shanon y Giàccomo... Gracias por motivarme a rolear chicos, ustedes sin duda, son los mejores... Besos...
Invitado- Invitado
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