AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Benvolio D' Argouges -En proceso-
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Benvolio D' Argouges -En proceso-
Benvolio D'Argouges 493 AÑOS - 24 APARENTES |+| VAMPIRO |+| CLASE ALTA|+|HETEROFLEXIBLE|+|PARÍS, FRANCIA |+| CONDENADO - FACCIÓN 4 {ESPÍAS}
Debería deciros de donde proviene el mal, pero ahora solo se trata de una reencarnación de manos del diablo. Su cabello dorado como el sol se compone por algunos bucles rebeldes que entorpecen a la vista de unos ojos verdes. Unos pómulos marcados y mandíbula recta terminando en un prominente mentón. De hombros anchos y mide 1'85, una altura que considera un fastidio. Calza un 45 de pie, necesita que le fabriquen los zapatos a medida al igual que su ropa. Cuando alguien tiene la suerte de ver su sonrisa, su dentadura está formada por una perfecta dentadura junto con unos añadidos a los que ha terminado por amar, sus colmillos. La piel que enseña es de un tono blanquecino como la leche, con algunas pecas en la cara y en el hombro suele llevar unas cicatrices de cuando luchó contra algunos soldados, otras se quedaron en el perímetro de su espalda y la cicatriz de su tórax apenas se ve. No es que adornarse con abalorios sea algo necesario para su existencia, pero lleva consigo al cuello varios collares de cruces que simbolizan las tumbas cavadas antes que la suya. En total 6. A pesar de que los tiempos cambian a pesar de que uno es inmortal, las costumbres nunca pasan de largo. Ves los días pasar y todo cambia sin que te des cuenta. La vestimenta de Benvolio, aun no ha cambiado. A pesar de la retraso tradicional de su personalidad, aceptó los cambios, pero siempre echara de menos aquellas épocas en donde luchaba junto con sus siete compañeros y luchaba hombro con hombro vestidos de túnicas con la bandera francesa alrededor de una cota de malla.
ENVOLIO D'ARGOUGES, caballero de las sombras llega a encontrarse con aún más sombras, con lo que pudo haber disfrutado de una vida plena y sana junto con su prometida Marie, haber dejado la espada y haberse dedicado a criar la granja que crio junto con su pobre familia. Ahora era un desamparado de clase alta que vivia en soledad, no le disgustaba pues aquello que te traiga curiosidad, siempre suele apuñalarte por la espalda. Cuando combatía espada contra espada, la curiosidad que sintió junto con la emoción de lo desconocido, sintió algo corromperle por dentro cuando bebió del cáliz e hizo por si solo un amago de encorvarse cuando sintió algo que le poseía, no sabía de que, era avaro con el cuerpo de Benvolio, sintió la presencia de alguien más a su lado cuando cayó de rodillas junto con su espada convertida en cenizas y su escudo partido en dos. Una maldición se instalo dentro de él. Sus camaradas le dijeron que no habría peligro, pero en aquella pequeña habitación con forma de octógono, la cual estaba cerrada desde hace cinco siglos desde el ultimo templario que fue quemado en la hoguera. Dándolo todo por perdido, los seis restantes caballeros abandonaron a Benvolio dejándolo a su suerte con el espectro de largos colmillos afilados, que comenzaba a estar sediento de Benvolio. Tan solo en aquella noche, un enamoradizo empedernido, atento a los caprichos de la dama que tenía su corazón, correcto en sus modales en los que fue enseñado desde que sabía caminar. Un Joven, de ojos azules que era a pesar de una buena compañía, se pudo convertir en un siervo más de la noche en menos de un suspiro. A los veintiséis años, el último caballero que fue abandonado a su suerte. Tras escuchar rumores de que murió entre las llamas, regreso como alguien diferente, dejando los buenos modales atrás sustituyéndolos por la galantería y la sensualidad de las sombras, dedicando su reciente eternidad a mirar sobre los que eran inferiores a él. Una elegancia le diferencia de otros vampiros a lo que su caballerosidad le da un juego curioso. Bastante arrogante con ciertos puntos de vista, un poco sarcástico e imposible de predecir, pues siempre será directo en cuanto se trate de la sinceridad. No reparara en berrinches ni en caprichos de poca monta, da igual lo que sea y menos si hay lagrimas de por medio, pues fue lo último que vio, antes de desaparecer como el antiguo caballero de la orden de Felipe V. Algo que valora es la lealtad, la humildad ante el pobre que vive con la sencillez, no deja a nadie con vida después de dar el chivatazo a pesar de haberle suplicado por la salvación. ¿Salvación? ¿Acaso, Dios el todopoderoso que domina los cielos le dio la salvación al convertirse en lo que era? No, solamente, lo convirtió en un ser abominable que vaga entre las sombras, con el ying yang a su espalda en busca de la salvación correspondiendo con la mitad de su ser que era dominada por la oscuridad. ¿La habria ahora? ¿O seguría como tal? PARTE I -EL COMIENZO- En la mañana oscura de del amanecer, daban los primeros gritos sobre las sabanas de satén mullida, siendo removidas por los agarres de dolor de una de las cortesanas del burdel mientras daba a luz sobre sabanas rojas de sangre en las que nació un hermoso querubín de cabellos claros y tenues ojos grises, aunque cuando fueron pasando dos semanas, sus ojos ya se establecieron quedándose con un tierno color verde pastel, como dos esmeraldas incrustados en sus cuencas, pero el hermoso bebé no pudo estar por mucho tiempo en los brazos de su madre, era alguien que tenia vendido su cuerpo al placer y a la lujuria, a algo que su padre, reusaba de ello, pero debido a una noche divertida, ella acabó sufriendo el resultado, para después dejándole a su padre, el cargo de las consecuencias. No contaremos como el pequeño Benvolio, paso de un zagal hasta convertirse en un caballero de la orden de Felipe V, pues todo comienza en una noche oscura, donde las antorchas iluminaban con ansias los pasillos oscuros encharcados de barro entre los adoquines de piedra y allí, a pocos pies de los siete caballeros que fueron enviados por el rey Felipe V, encontraron la puerta que podría esconder el secreto que tantos humanos codiciaban, que tantas veces se consumían en leyendas y se ociaban con la emoción de fijas creencias sobre lo que llamaban el Santo Grial. Todo comienza sobre la época en la que los templarios fueron encontrados y acusados de herejía. IERNES 13 DE OCTUBRE, 1307 Resultaba lógico que aquella puerta no concernía a abrirse de par en par para la ociosa necesidad de los siete caballeros que llegaban cansados de tantos baches en el camino hasta encontrar la deseada habitación, donde el mapa que Benvolio llevaba en sus manos había sido señalado desde antes del alba. Era bueno para orientarse, así consiguió hacerse camino durante toda su vida hasta que cumplió los diecisiete años y consiguió entrar como caballero de la guardia real de Felipe V. Estos, con el paso del tiempo, fueron desde un grupo de veinte personas, constituidas por altos, gente de pelo rojizo, otras rubias, morenas, rostros pálidos y llenos de miedo hasta que tan solamente, siete quedaron entre los mejores de aquella promoción. La leyenda de los templarios había estado alimentando la mente vacía de los aventureros por décadas, llegando hasta el vaticano hasta pasando por los oídos de Felipe el hermoso, que dentro su avaricia no conocía limites. En el siglo XII, la Orden de los caballeros templarios para entonces se decía que eran caballeros de Dios, caballeros que combatían sangre contra sangre obedeciendo que Dios le hubiera mandado aquel mensaje de eliminar a los impuros. A partir de entonces, la leyenda de los templarios la cual aun seguía vigente en los rincones de todo el mundo, recobro mucha más fuerza cuando lo relacionaron con un objeto en peculiar, el cual consideran algunas creencias que el Santo Grial, era un objeto de máximo poder que era equivalente al poder sagrado de Dios. Otras en cambio, parecían creer en que el santo grial, era nada más que una mala traducción en lo que el Santo Grial, era en realidad SANG-RIAL, es decir, sangre real, la sangre de la realeza por la gracia de Dios a lo que nos llevaría a relacionarnos con Jesucristo nuevamente y una veneración oculta de los caballeros templarios, de lo que después en 1307, son acusados de herejía y veneración al diablo, a la magia oscura que pudiera ocultar aquel cáliz de plata y a algunos actos sexuales que en la época, no eran de buen ver. La misión que para entonces encomendaron para los siete caballeros que quedaron en vigor después de numerosas batallas victoriosas sobre el campo de batalla fue el de capturar a los cinco o seis caballeros templarios que se ocultaban en los campos de Jerusalén, resguardados de las batallas francesas y mientras tanto creando riqueza entre tanta pobreza que había. La misión fue un éxito rotundo entre los siete, encontraron a los caballeros templarios, fueron acusados de herejía con lo que no pusieron nada de resistencia, aunque uno de ellos, observo al joven Benvolio con la mirada entornada, estudiando de donde eran aquellos ojos verdes. Pasaron los días y los caballeros estaban frente a aquella puerta en aquella atormentada noche de octubre. -¡Vamos! ¡Abridla!-Dijo Jaques, que iba el tercero por la derecha de Benvolio, quien yacía observando el mapa con atención. -El poder solo es suspirado por aquellos que la ruindad los pervierten con destreza....-Benvolio expresó suavemente sin inmutarse por la prisa de Jaques. -¡¿Qué?!-Jaques estaba frenético, el ansia le corrompía y estaba siendo algo insostenible, hasta que uno que había a su lado, poso su mano llena de cicatrices en el hombro de Benvolio, haciendo que volteara la vista hacia atrás. -Es aquí...-Dijo seguro antes de que el soldado pudiera decir algo de su boca. Asombrado, volvió a voltear la mirada hacia delante para encontrarse con aquella puerta que los estaba prohibiendo el paso hacia lo nuevo-Debe ser un tesoro de gran valor el que esconde esta puerta después de tantos siglos de silencio. La emoción de saber que estaba a punto de conseguir aquel tesoro, fue invadiéndoles poco a poco con intensas y terribles esperanzas a la vez. ¿Qué era aquello que los templarios escondieron después de tanto tiempo con tal afán? ¿Eran los tesoros de la iglesia o tal como se especulaba entre la corte, objetos de brujería negra que veneraban al diablo? ¿Quizás estuviera la cabeza de Judas Iscariote y era ello a lo que ofrecían sus veneraciones los templarios de entonces? No lo sabrían hasta que abrieran la puerta. Adrian Du Lac, uno de los siete caballeros, puso de nuevo la mano sobre el hombro de Benvolio, llena de cicatrices y con el guante hecho trizas mientras que con la otra sujetaba una antorcha para iluminar el camino. Simplemente aquel gesto fue el que aseguro a Benvolio que había llegado el momento de mover ficha. Adrian du Lac examinó el candado con detenimiento, Benvolio enseguida cogió del cogote a Adrian y le salvo de unas agujas que sobresalieron de la puerta a modo de seguro, salvándole la vida. Le soltó finalmente de la túnica y de un tirón, el más fuerte de los caballeros tiró del candado abriendo la condenada puerta. Los sietes caballeros habían sido formados astutamente por el rey, estableciéndolos por las cualidades por las que más destacaban: Jaques Folien, Galantería y astucia en la habilidad de la escucha, Adrian Du Lac, en la agilidad de la lucha, la percepción de la escucha en combate, Gérard Folien, lo contrario a su hermano, él dominaba el arte del escondite, su fealdad le abrió las puertas de la alquimia, de los azufres y las explosiones de pequeñas bolas de humo, Fred o como le solían llamar, el hombre de piedra, tenía fuerza propia y era duro como el acero, como si su piel fuera ya de por si las armaduras de la época medieval, que tanto esfuerzo invertían los herreros de entonces, Benvolio D’ Argouges, hijo recién encontrado de las cenizas de unos recuerdos que un líder olvidó en el pasado, de alguien que fue protagonista de aquellas leyendas que de pequeño le encantaba escuchar, hijo sensato de un templario, atento a la dama con la que se comprometió por amor. Benvolio, poseía la verdad por delante, seguro de sí mismo e inteligente pues su orientación era de las mejores de aquella promoción y por último, estaban los hermanos Bombarda, zapadores y prácticos en historias del mundo. Siete caballeros y la suerte estarían de su lado. PARTE II –EL ENCUENTRO CON LA BESTIA- ( I ) Estaban allí, arriesgando sus vidas, porque al rey se le había antojado. Estos caballeros que habían sido escogidos entre muchas cualidades, pero todos tenían cierta reputación entre los soldados y los mercenarios; nunca habían retrocedido ante ninguna plegaria ajena, jamás se dejaron sobornar entre los viles timadores que rodeaban la frontera, pero aparte de eso, siempre cumplían sus promesas por un módico precio que claro estaba, no se desmoronaba en lo insignificante. El acuerdo que se formalizo entre los siete y el rey Felipe V, consistía en que parte del tesoro fuera otorgado a ellos, a los que dedicaban su vida a luchar hombro con hombro, a los que se dedicaban a luchar por su país, por su hogar y por lo que amaban en realidad, pero las palabras del rey fueron sorpresa para los seis caballeros excepto para Benvolio, que de algún modo, se esperaría esa actitud de su rey. Benvolio sabía perfectamente que la avaricia del rey no conocía limites, pero si existía la certeza de que detrás de aquellas joyas tupidas hermosamente en la corona de oro hubiera algo de benevolencia, Benvolio podría alcanzar finalmente su cuento de hadas, podría casarse con Marie y formar un bello futuro lejos de la espada y con la recompensa que obtuviera, seguir adelante con la granja que su padre dejó a medias cuando este falleció de una lepra en mitad de las calles de París. El porqué de ello no es de importancia. Benvolio y los demás caballeros, estaban frente a la puerta tras haber recorrido cada muro de piedra del refugio de los templarios hasta que tras una vieja escalera, oculta en la oscuridad, Jaques tontamente tropezó contra ella haciéndola caer al suelo junto a él. Y ahí, estaba la puerta, confirmada por las palabras y ojos de Benvolio, era la puerta que habían estado buscando. -¿Y bien?-La voz de Benvolio retumbo en el eco del pasillo, dándole un aire divertido a la situación-¿Quién es el primer cordero de Dios que se ofrece al matadero?-Enrollo el pergamino mirando al frente y ocultaba el mapa tras sus ropas. -Noo...ez momento...para bromaz...señor-Dijo uno de los hermanos Bombarda mientras se ajustaba la montura de las gafas de metal sobre el puente de la nariz. -Hablo en serio...-Seguía calmado, disfrutando de la emoción cuando estaban a nada de saber qué había detrás, pero se lo pensó mejor y pensó que se estaba comportando como el bufón de Jaques, pero sonrió cuando Adrian Du Lac se ofreció el primero para posar su mano sobre la madera, pero una fuerza invisible echó hacia atrás al hombre de 30 años, tirándolo al suelo. Suerte que Fred, paró la caída haciendo de colchón bajo Adrian. ¿Qué había sido eso? Los caballeros se miraron entre sí, pensando en si deberían seguir adelante, que si en realidad sería buena idea entrar ahí. Jaques enseguida entró en pánico, comenzó a echar ferocidades sobre el lugar, sobre que si estaba embrujado por el mismo diablo. Adrian golpeo en la cara para calmarlo y hacerle callar, pero por una vez en lo que llevaban de batallas juntos, tuvo que ponerse en contra de Benvolio, haciéndole entrar en razón de que había mil y una misiones de ganar la recompensa que podrían obtener de esta, que podría incluso ser mucho más, pero tenían que irse si querían seguir en la lucha. Las palabras ya eran duras de batallar en su cabeza, él solo pensaba en obtener la recompensa, 4.000,000 francos, lo suficiente para formar un futuro de categoría, lejos de la espada. Fue por el futuro con Marie por el que se metió a caballero, por seguir los pasos de su padre. El crujir de la puerta de la madera les dio la bienvenida a la oscuridad cuando la puerta se abrió cesando las discusiones de los caballeros que argumentaban que hacían al respecto. Benvolio, estaba convencido. No dejaría que unos cobardes, le amargaran el futuro que estaba planeado desde hace mucho. -Sin vosotros iré igualmente, no voy a dejar que netos trucos de magia regalados forjen de mí un varón sin agallas...-Con aquella firmeza puso un pie hacia delante, recogiendo el valor que pudiera ya que él estaba igualmente con la soga al cuello, pero esta noche no sería Benvolio el cobarde, sensato y empedernido enamorado del amor. El tacto de una mano sobre su hombro le hizo para en seco, sabía que era Adrian quien le paró-Puedo hacerlo solo... -Uno contra lo desconocido...unas medidas como estás se toman cuando algo valioso quiere ser escondido, algo que desconocemos puede incluso meternos en la boca del lobo...-Benvolio desenvaino su espada a espera de que algo saliera de la puerta-Iremos con cuidado...los cinco de nosotros...-Benvolio miro a los hermanos Bombarda y de algún modo los miro con ojo de ave rapaz, haciéndoles temblar en el sitio de la misma seriedad que desprendía la mirada de Benvolio. ( II ) -Entraremos los siete...siete entraron y siete serán los que lleguen con las manos llenas de oro y riquezas-Eso incluían a todos, no había excepción alguna, pero ya de por sí, la preocupación de Adrian hacia Benvolio fue reflejada en la mirada cuando miro al resto de los caballeros. Jaques, a pesar de no tener sentido común aunque lo tenía más para que buscar el lecho de una cama caliente, también noto la diferencia del sensato y amable Benvolio que conoció hace años atrás con la seriedad que veía en sus orbes verdes. Asintió mirando a Adrian en silencio, concordando con lo que le pasaba a Benvolio. No era de más pensar que posiblemente, algún aura maligno estuviera rodeando el cuerpo de Benvolio después de que la puerta fuese abierta de par en par. Pamplinas. Ya no podía esperar más. Se zafo de la mano de Adrian y el por delante de todos fue quien metió el pie dentro de aquella habitación que se iluminaba tenuemente con la luz de las antorchas. Se dio la vuelta despacio para observarla; una habitación en octógono bastante modesta, pero con arañazos de sangre por las paredes, vacía a excepción del pedestal que yacía en el centro de la habitación. Jaques no soportaba la sangre, es más en cuanto vio los restos de un esqueleto amordazado con cadenas y unos grilletes de hierro alrededor de las inexistentes muñecas, este salió huyendo despavorido de aquella sala-¡JAQUES!-Adrian grito el nombre a pleno pulmón pero tan solo fue eco en la piedra-Déjalo...nos hará perder más tiempo si vamos tras él-La voz de Benvolio cada vez era más profunda, algo que en parte Adrian pensó en solucionar después. Benvolio miraba al relicario de plata que había sobre el pedestal. Frunció el ceño y se acercó, sus amigos iban tras él, camino con la espada en mano hacia la mesa hasta que lo tuvo cara a cara. Las luces de las antorchas se reflejaban en un cáliz de plata. Adrian era alguien mayor comparado con Benvolio, pero igualmente todos estaban asombrados por lo que tenían delante-Mon Dieu...-Soltó alguien detrás de Adrian y de Benvolio-Puck, abre el libro donde habla del cáliz de Lilith...si no se equivoca mi intuición...-Uno de los Bombarda habló, señalando a su hermano a que se diera prisa con ello. Los caballeros al tener poco conocimiento de historia a excepción de Benvolio, oyeron esa frase y fue algo que no llegaron a comprender del todo. -Malditas sean las mujeres que pisaron la tierra...-Benvolio envaino la espada mientras sostenía la antorcha con la otra mano. Ahora no solo Adrian pensaba en que a Benvolio le pasaba algo, ya todos coincidían en aquello. Le conocían como el caballero de brillante armadura, por su inteligencia y por su braveza en la batalla, por hablar de las mujeres como lo más bello que en el mundo pudiera existir, podrían acusarle de un bujarrilla, pero era un varón con todas las letras-Deberían encerrarlas bajo tierra... ¿Y el maldito tesoro?-Pregunto con impaciencia a los hermanos, pero él fue quien los había guiado hasta ese lugar. Solo de pensar con lo que se habían encontrado, tenía ganas de santiguarse y arrodillarse en aquel suelo cubierto por sangre seca, pero no se inmuto ante la presencia ni ante el nombre de algo que desconocía- ¿Lilith? ¿Quién es esa que detrás de su nombre se esconde?-Benvolio con un toque de impaciencia pregunto a los tardones de Bombarda. -El Grial Maldito y el Santo Grial...-Quién era Puck, desafió con la mirada a Benvolio junto con aquellas palabras. -Pantomimas, ratero local...-Dijo Benvolio-Seguro que son leyendas inofensivas para impresionarnos... -¡Callad Benvolio!-Adrian Estallo en un grito que retumbo en la habitación-¿Qué te pasa? No eres el mismo desde que estamos frente a este cáliz...-La exasperación destacaba obvia en Adrian. Benvolio hizo caso omiso de las palabras de Adrian y se dispuso a examinar la tosca copa que descansaba sobre el pedestal, la plata estaba gastada por el pase del tiempo y por la dejadez. Si de verdad era una de ambas cosas, aquella copa de adornos oscurecidos, entonces no se explicaba como algo que pudiera relacionarse con Jesucristo no se lo habían llevado los templarios. Algo en su corazón, le decía que estaba a punto de encontrar algo con lo que sacar provecho de ello. Miraba la copa y como si unas voces se hubieran instalado en su mente, como si la copa en si estuviera pidiendo a gritos que fuera sacada de aquel lugar. Uno de los compañeros se detuvo en la pagina donde Puck, le señalaba con cierta prisa. El hermano de Puck, Pacay, asintió en que aquella copa era la que esperaba que fuese. -Dieron el cambiazo...Este no es el Santo Grial....-miro con firmeza a la copa que se alzaba con una cabeza de mas sobre él-El Grial Maldito, el que fue forjado con las monedas de plata cobradas por Judas Iscariote; una plata a la que mucho antes se le había infundido la esencia de Lilith, la primera mujer de Adán ¡Y REINA DE LOS DEMONIOS!-Gritó enfatizando las últimas palabras con rin tintín, como si melódicamente estuviera advirtiendo de algún mal cercano. En menos de un suspiro, un hálito de oscuridad apagó la luz que desprendían las antorchas. PARTE III -EL RENACER- Al vez eso era lo que pretendían los templarios al resguardar aquel tesoro. El cáliz de plata gastado aun estaba sobre el pedestal, inmóvil en el sitio. Gérard Folien, soltó una de sus bombas para hacer algo de luz, pero lo que consiguió después fue que un grito desgarrador saliera de su boca al descubrir el cuerpo de una bella mujer, con el rostro de la Virgen maría en una cruz. Esta divertida, le sonreía sin más y con varios guiños fue bajándose de la cruz que al parecer había sido clavada por las muñecas, pero desapareció de repente como polvo en la nada. Un terrible silbido fue lo único que advirtió al grupo de que algo más estaba con ellos y no, Jaques no había vuelto, pero de repente, unas dagas afiladas salieran disparadas del interior del pedestal de piedra. Una atravesó el brazo, y vio una ensangrentada hoja que sobresalía de la parte inferior de su muñeca. El grito de dolor que lleno la sala, sus amigos dieron un paso atrás, sacando las armas a la vista. Gerard, tiró una pequeña bomba de luz hacia una esquina, justamente donde se hallaba el esqueleto. Este comenzó a arder en el sitio iluminado la sala de un destello amarillento, caldeando la sala a su vez. Benvolio levantó el brazo herido, no paraba de gemir y de maldecir a medida que el dolor invadía su mano y arrancaba la daga de su muñeca. Tenía la frente perlada de sudor, el mareo comenzaba a subir, pero lucho contra ello manteniéndose estable contra lo que pudieran estar enfrentándose. Parte de la túnica fue rasgada en una tira con la medida exacta para poder para la hemorragia que cernía a su muñeca, apretando fuertemente para que finalmente, parase insitu. ¿Cómo pudo no haber predicho aquello? Estaba tan ensimismado en busca del tesoro como si fuera un capitán de mar, pero por ello él había sido el único que había sufrido el apuñalamiento en la muñeca. De algún modo, no se le ocurrió pensar en que todo les había sido demasiado fácil, no habían tenido que hacer mucho esfuerzo conforme a los guardias de la entrada principal, el camino parecía que había estado listo para su llegada. Esto no estaban en aquellas historias de los templarios, aunque siendo obvios, un tesoro así, no iba a estar indefenso, sin protección alguna, pero Benvolio no se iba a ir sin su boleto de la fortuna de ese refugio. Se acercó al pedestal con la mano ensangrentada, no estaba dispuesto a irse sin nada después de haberle herido en la mano. Acerco la mano a la copa de plata tosca que descansaba en el pedestal, pero esta se escurrió entre los dedos del mismo rodando hasta que choco contra el muro de piedra. De la nada, unas risas femeninas pretendían armonizar el silencio que se formaba alrededor del miedo de los caballeros. Este siguió al cáliz para cogerla con la otra mano, teniendo que soltar la espada. Cogió la copa y lo devolvió a su lugar, pero algo en su interior hizo que no pudiera colocarla de pie sobre la piedra, soltando un gemido de dolor con el que momentos después se arrodillo en el suelo. La frente estaba perlada de sudor ¿Qué le estaba pasando? El grupo de compañeros le rodearon con las miradas fijas en la octógona habitación, con las armas en la mano a la espera de un nuevo ataque. Adrian se postro ante Benvolio con el miedo en sus ojos. Benvolio le miro a los ojos mientras aguantaba las arcadas y el frio iba instalándose dentro poco a poco. Ahora parecía que el Benvolio de siempre, había vuelto, ya no era aquel que momentos atrás había sido. -Adrian....amigo mío...-Parecía la voz de un corderito a punto de ser degollado por el verdugo de media noche-Di...Di...Dile...a Marie...que la amo...-Fueron las palabras de Benvolio en cuanto se apretó la muñeca, sintiendo como lo que fluía en sus venas, lo mataba poco a poco. -¡Benvolio!¡Deja de decir sandeces!¿Qué ocurre?-Adrian al oír su voz, supo que estaba delirando. -Veneno...-Dijo antes de notar de nuevo las risas femeninas en el ambiente de la habitación, apretó los dientes para intentar controlar el temblor. Sus músculos se estaban tensando obligándolo a encogerse. -Solamente se está muriendo....-Dijo una melódica voz que retumbaba en la habitación-Lentamente....-susurro en el oído de Benvolio para después acariciarle el rostro, destaparle la curva de su cuello y desaparecer de nuevo en el aire. Ilusiones. Benvolio miro hacia su izquierda, de donde vino la caricia, el susurro, pero nada había allí. -Benvolio... ¿Ocurre algo?-Adrian arco una ceja al ver que Benvolio miraba a su izquierda de un modo peculiar. -¿No la viste? Estaba a mi lado ahora mismo...-Los demás caballeros intercambiaron miradas entre ellos, entre Adrian al que negaron al unísono-Estaba...aquí...-El frio se instalaba ya casi por completo en su cuerpo, sus fuerzas le iban dejando débil con lo que se mantuvo cerca de Adrian-Aquí... [color=Gold]-¿A quién Benvolio?...nadie estaba a tu lado...-Dijo afirmando, ayudando a Benvolio de lo que era realidad, el veneno le estaría haciendo ver ilusiones que no eran reales, en cuestión de segundos, podría estar viendo al mismo diablo en persona. Estaba muriendo. Su sueño con Marie, podría no realizarse y el regocijo de un rey el cual le alegraría saber que eran uno menos a repartir un botín el cual no existía. Moriría sin poder volver a rozar aquellos labios rosados que tanto gustaba besar, aquellos bucles de chocolate que peinaba distraídamente cuando contaba una y otra vez las historias de caballeros a Marie. Su Marie. Intento levantarse del suelo, con esfuerzo y siendo ayudado por Adrian, este le agarro de la cintura pasando un brazo por encima de los hombros de Adrian. Intentaban salir a pie, dejándolo todo como estaba, con la sala ardiendo en llamas, pero de repente, la puerta que aun había estado abierta, se cerró de golpe por una fuerza invisible. -¡NO!-Esta vez la voz retumbo visible para los oídos de todos. Adrian soltó de golpe a Benvolio tirándolo de costado en el suelo para poder sacar la espada. No le importo mucho el haber caído de golpe, pero como pudo, se fue a rastras por el suelo hasta que llego al cáliz de plata, a aquella tosca copa que era adornado con oscuras piedras preciosas. Se apoyo contra el pedestal para tranquilizar su respiración, pero en cuanto alzo la vista al techo, vio a la causante de todas aquellas tretas de brujería. Una mujer, pálida, de cabellos oscuros como la noche sonreía a Benvolio que a su vez, este estaba horrorizado viéndolo con sus propios ojos. Como si fuera lagartija, la mujer gateaba por las paredes de la habitación con la mirada puesta en Benvolio. Adrian, que finalmente se dio cuenta de la mujer, se coloco delante de Benvolio entorpeciendo la vista de la bruja, siguiéndole después el resto de los caballeros. La mujer de algún modo, parecía que iba a divertirse. -¿Qué tienes bruja?-Dijo profundamente Adrian de aquella presencia frente a Benvolio. -Él...-Señalaba a Benvolio entre los que le estaban protegiendo. Apenas él podía moverse para no querer sentir más temblores por el cuerpo. Adrian miro a la mujer, después a Benvolio y por más que le pesara, él sabía que jamás, ni Dios si quiera le perdonaría por lo que haría a continuación. La espada envainó y se agacho frente a Benvolio, el cual yacía casi sin vida, pero con algo de su sonrisa angelical, aun se reflejaba en su pálido rostro. -Adri...an...no me dejes...-Benvolio intentaba hacer una súplica. Tenía miedo de lo que pasara a continuación-Adri...an..-Repitió una, dos, tres veces el nombre de este, pero eran palabras en vano que los oídos de Adrian hicieron caso omiso. Negó con la cabeza y por más que Benvolio quisiese parar a Adrian de moverse, Adrian con lentitud dejo libre el corte de la muñeca a la vista de aquella mujer, le quito la venda que cubría la herida, Benvolio abrió los ojos como platos ¿Qué estaba haciendo? -Le...diré a Marie que la amas...-Adrian soltó como punto final al acto de presencia en aquella sala octogonal, mostrando una sonrisa ladina que desprendía cierto aire mezquino-Después de que la haya hecho mía....-Terminó por decir al ver la debilidad de Benvolio. Después tras levantarse e irse con los demás caballeros lejos de aquella sala embrujada, lo dejó a solas con aquella mujer del diablo. Quiso gritar, quiso decirle “Traidor” “Vil” “Cruel”, pero sus fuerzas solo le permitieron mirarlo con odio contenido, el veneno estaba dentro de él, debilitándolo poco a poco. -El veneno solamente debilita a quien osa perturbar la virginidad del Grial Maldito...-La aterciopelada voz de la mujer eran como susurros de nanas en los oídos de Benvolio. Este, a solas con la mujer, la miro a los ojos los cuales eran de un tono carmesí. La mujer se acerco a Benvolio, él indefenso se dejo hacer pues ya arreglaría las cuentas con aquellos que creía haber confiado de verdad. Noto sobre sus caderas el cuerpo de la mujer, la sensualidad en ella era algo notable, era hermosa, su piel tersa y pálida brillaba por la luz de la luna, que se colaba por una pequeña rendija-Puedo salvarte...caballero...-Simplemente el asco se presento en el rostro de Benvolio, intentando escapar de aquel monstruo que estaba sobre sus caderas. Vio como intentaba escapar y en menos que canta un gallo, hinco sus colmillos dentro de la curva del cuello de Benvolio. Este, a primeras comenzó a llorar, no quería profanar el dolor que quedaba en sus fuerzas, pero finalmente, ella hinco los dientes profundamente y como si la muerte hubiera encontrado a su esposo, este iba muriéndose poco a poco, pero una fe tan profana, no se debilitaba tan repentinamente aceptando lo que le ofrecía aquella mujer. El accedió a vagar en la eternidad como un siervo de la noche. Con el tiempo pudo aprender a controlar sus instintos asesinos, sirviéndose de la única manera que le era posible. Escuchó rumores de que su Marie, se había casado con Jaques Folien, después de que la notificaron que su prometido había muerto por una imprevisible trampa de profundas dagas afiladas sobre el torso. Escucho que estuvo a punto de suicidarse, pero Jaques, pareció aprovechar su ausencia para cortejarla y así desposarla como suya. Mujeres había miles, ahora podría aprender el perdón en la nueva vida, podría buscar el perdón en esta eterna vida. Busco ayuda en la iglesia, pero poco después se le fue rechazada por hereje, con lo que aprovecho para escapar, llegando a concertarse con aquellas personas que le dejaron tirado en mitad de un montón de llamas y frente al diablo en persona. de un condenado.... {+}Cinco siglos da para muchas cosas; Aprendió cinco idiomas: Alemán, griego, latín, español e árabe + el francés que lo tiene como su lengua materna. {+}Es un dos caras a la hora de disfrazarse. {+}Pudo completar las seis venganzas finalmente que sentenció desde aquella noche en el refugio. A Jaques, le estirpó las trompas de Eustaquio con lo que en parte su sordera llevó a desesperarse llegando al suicidio. A los hermanos Bombarda, en teoria les caía bien, pero ambos fueron acusados de ladrones, asi que la hogera se ocupo de ese doble problema. Al "pequeño" Fred, fue llevado a un mercado de esclavos, no volvió a saber de él. El hermano de Jaques Foline, terminó por ingresar en la milicia de la caballería, lo mandaron a jefe de pirotecnia y en un experimento fallido, algo salio mal. Adrián. El último de los pecados era Adrián Du Lac. Solo decir, que la tortura que Benvolio profano sobre el cuerpo de Adrián, le supo a poco. Cogió de su puño pálido y de un puñetazo, hinco el puño en sus intestinos, sacándolos fuera y haciendo una bonita soga sobre su ancho cuello. Esperó y esperó, hasta que finalmente el alma de Adrián Du Lac, fue encomendada a las manos de Dios. {+}Benvolio aprendió a disfrutar en la soledad, con un buen libro mientras se decanta por el gusto de un buen vino. Aprendió a vivir con la maldición que llevaba a sus espaldas, pero aún seguía en busca del perdón.
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Última edición por Benvolio D'Argouges el Dom Nov 20, 2011 4:08 pm, editado 10 veces
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