AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El tren de las 7 y 15. Puntual, ese era quizas uno de los pocos que no se retrasaban. Aun no sabia de donde venia. Preferia mantener esos detalles en un velo de misterio, que las cosas llegaran con el curso que desearan. Eso le daba la sazon perfecta al dia a dia. Si todo lo sabes de antemano, caeras sin duda alguna, dentro de una espiral. No subieras, no bajaras. Giraras y jamas saldras de esas ondas. La vida es una paleta de miles de colores.
Louis cruzo su pierna, y apoyo sus manos sobre el respaldo de aquella banca, mirando el humo grisaceo. Obstaculizaba el azul ultramarino del cielo del inicio de la noche. Tan hondo, tan misterioso. Tan atrayente y magico. Sonrio
Si, el era de la clase de persona que no podia ser el mismo a todas horas. Podia ir radiante cual sol por las calles, al despuntar el alba. Y al salir las estrellas, ser el mas fatalista de todos. En ese mismo momento, solo, extrañando a su pareja que a saber donde demonios se hallaba metido, estaba arrinconado en su jaula de melancolia. Aunque sus ojos no dijeran nada, y estuvieran fijos en esas personas viajeras.
Louis cruzo su pierna, y apoyo sus manos sobre el respaldo de aquella banca, mirando el humo grisaceo. Obstaculizaba el azul ultramarino del cielo del inicio de la noche. Tan hondo, tan misterioso. Tan atrayente y magico. Sonrio
…A veces, solo quiero volar muy alto en cielo,
con mis recuerdos y sueños olvidados…
con mis recuerdos y sueños olvidados…
Si, el era de la clase de persona que no podia ser el mismo a todas horas. Podia ir radiante cual sol por las calles, al despuntar el alba. Y al salir las estrellas, ser el mas fatalista de todos. En ese mismo momento, solo, extrañando a su pareja que a saber donde demonios se hallaba metido, estaba arrinconado en su jaula de melancolia. Aunque sus ojos no dijeran nada, y estuvieran fijos en esas personas viajeras.
Última edición por Louis J. Bouquet el Lun Nov 28, 2011 8:52 am, editado 1 vez
Louis J. Bouquet- Cambiante Clase Media
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Localización : In the 13Gate (?) Ok no, pero, posiblemente más cerca de lo que esperas
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Re: Balloons (Ebba owo)
La mayoría de los vagones están ocupados cuando subo al tren en esa estación. Iba de regreso a París y no me apetecía ir en una carroza, porque normalmente son muy ruidosas, trajetean mucho y me dan dolor de cabeza. No, prefiero mil veces el tren, subiéndome sin dudarlo a cada oportunidad que tengo. Avanzo con un paso elegante, dejando que todos me vean, luciéndome con el vestido de tonos verdes oscuros, con adornos dorados, que ilumina mis ojos de forma particular, permitiendo que mi belleza sea la protagonista de este transporte. Un collar de diamantes y esmeraldas oscuras brilla, signo ostentoso de mi propio status, bien combinado con los aretes de diamante y que lucen por el peinado alto que el día de hoy me ha costado dos horas terminarlo.
Tras un compartimento con un bebé llorón -no, gracias, prefiero una pistola en la sien-, uno donde unos niños traen a un cachorro -¿Qué les pasa a los padres que permiten pulgas en un tren?-, decido pedirle al boletero que me consiga un lugar para estar en privado. Tras una sonrisa coqueta y una insinuación de que tendrá algo más cuando llegue a mi destino, me es permitido un compartimento solitario. Ahí, me acomodo y miro hacia afuera. El tren no tardará en llegar, por lo que saco un espejo y miro mi hermoso rostro, hasta asegurarme de que mi reflejo concuerda con la imagen que doy al exterior.
El anuncio del boletero me saca de mi tarea y me pongo en pie, dejo que me ayuden con mi equipaje consistente en una pequeña maleta, si ellos desean cargar con mi ropa, quién soy para negarles el placer. Camino con tranquilidad y bajo los escalones, para darle su propina al joven que coloca mi pequeña petaca a los pies, aunque noto que no han llegado por mí... deberé hablar muy seriamente con el cochero, si vuelve a dejarme esperando, le despidiré.
Tomo asiento en una banca y me aseguro que el vestido esté perfecto, acomodándolo para que no se arrugue, con esos aires de grandeza que sólo yo puedo tener aunados a los gestos femeninos y subyugantes que tiendo a recrear... con los pies juntos y la espalda erguida, saco de nuevo el espejo y luego, el carmín rojo, para pasarlo delicada y sensualmente por mis labios, dándoles color y grosor. Es increíble lo que un labial puede hacer. Sonrío ante el efecto dramático que el rojo luce en mis labios y es cuando noto la presencia de un hombre que me mira fijamente al lado contrario de la banca.
Volteo a verlo y un mechón de mi cabello cae contra mi rostro, luciendo sensual, coqueta le sonrío y mis ojos brillan con intensidad. Es... interesante... no puedo decir que es muy atractivo, porque el tipo de hombre que me gusta es completamente diferente a él. Le observo con detenimiento, sus ropas, su peinado, no parece tener mucho dinero, aunque... si consigo ahorrarme aunque sea la comida, será suficiente.
- ¿Si? - sonrió con diversión - ¿Me parezco a la dama que le llama la atención o soy esa dama que le llama la atención? - acerco mi rostro al suyo y le observo largamente... sus ojos son bellos, pero no se comparan con los míos.
Offrol: ¿Puedo, puedo? No pude evitar meter la naricita de gato que tengo... miau.
Tras un compartimento con un bebé llorón -no, gracias, prefiero una pistola en la sien-, uno donde unos niños traen a un cachorro -¿Qué les pasa a los padres que permiten pulgas en un tren?-, decido pedirle al boletero que me consiga un lugar para estar en privado. Tras una sonrisa coqueta y una insinuación de que tendrá algo más cuando llegue a mi destino, me es permitido un compartimento solitario. Ahí, me acomodo y miro hacia afuera. El tren no tardará en llegar, por lo que saco un espejo y miro mi hermoso rostro, hasta asegurarme de que mi reflejo concuerda con la imagen que doy al exterior.
El anuncio del boletero me saca de mi tarea y me pongo en pie, dejo que me ayuden con mi equipaje consistente en una pequeña maleta, si ellos desean cargar con mi ropa, quién soy para negarles el placer. Camino con tranquilidad y bajo los escalones, para darle su propina al joven que coloca mi pequeña petaca a los pies, aunque noto que no han llegado por mí... deberé hablar muy seriamente con el cochero, si vuelve a dejarme esperando, le despidiré.
Tomo asiento en una banca y me aseguro que el vestido esté perfecto, acomodándolo para que no se arrugue, con esos aires de grandeza que sólo yo puedo tener aunados a los gestos femeninos y subyugantes que tiendo a recrear... con los pies juntos y la espalda erguida, saco de nuevo el espejo y luego, el carmín rojo, para pasarlo delicada y sensualmente por mis labios, dándoles color y grosor. Es increíble lo que un labial puede hacer. Sonrío ante el efecto dramático que el rojo luce en mis labios y es cuando noto la presencia de un hombre que me mira fijamente al lado contrario de la banca.
Volteo a verlo y un mechón de mi cabello cae contra mi rostro, luciendo sensual, coqueta le sonrío y mis ojos brillan con intensidad. Es... interesante... no puedo decir que es muy atractivo, porque el tipo de hombre que me gusta es completamente diferente a él. Le observo con detenimiento, sus ropas, su peinado, no parece tener mucho dinero, aunque... si consigo ahorrarme aunque sea la comida, será suficiente.
- ¿Si? - sonrió con diversión - ¿Me parezco a la dama que le llama la atención o soy esa dama que le llama la atención? - acerco mi rostro al suyo y le observo largamente... sus ojos son bellos, pero no se comparan con los míos.
Offrol: ¿Puedo, puedo? No pude evitar meter la naricita de gato que tengo... miau.
Ebba Úrsula Billington- Humano Clase Alta
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Re: Balloons (Ebba owo)
Le gusta estar asi. Sin más preocupaciones. Como si fuera un niño otra vez. Por un momento, volvió a sujetar aquel pequeño globo lleno de secretos sueños, emociones y anhelos. Solo su corazón sabia de que estaba lleno. Que lo hacia querer ir flotando, en una danza en forma de espiral, hasta el cielo. Limpio, sin nubes cercanas. Pequeños borreguitos celestes.
“Si no es por los dias domingos y las risas, ¿Qué es de la vida?” Jamás habia comprendido del todo aquellas palabras que su mentor le dijera alguna de las tantas tardes, que, mientras pintando en el salón aquel buen hombre, el se dedicaba a observar por la ventana, mientras la lluvia golpeaba traviesa el cristal de la ventana, con una taza de chocolate caliente en las manos. Le agradaba ese aroma, dulce, delicioso. Thomas era realmente fan del cacao americano, no despreciaba el que venia de África, pero ese, le gustaba más. Quizás por que aquel hombre era de los que aprecian las cosas que se dan por el esfuerzo, y la paciencia a lo largo de los años. Si su memoria no le fallaba, le habia dicho que el cacao africano, tardaba solo 5 años la planta en madurar y dar frutos. El americano, se dividia en 2 tipos. Uno tardaba 10 años, y aquel, que daba sabor a la bebida que sostenía en sus manos, habia tardado 15 años. Casi los mismos que el tenia en ese entonces.
Sacudió la cabeza, cuando la memoria del sabor, llego a su paladar. Ahora tenia ganas de uno. Pero podia esperar. Siguió, alli, con la mirada al frente, mirando sin hacerlo. Pasaban demasiado rápido. Tumulto de pasajeros que suben y bajan, en una sincronía casi perfecta. Gente como el asiático cambiaformas, pasaban desapercibidas para el resto. Eso le permitía ser un mudo espectador, de aquel espectáculo de gestos. Le gustaba ver las expresiones. Podia después, copiarlas y plasmarlas en su rostro, mientras emulaba escenas como la de aquel anden, sobre las tablas de madera, ante cientos de ojos curiosos.
Fue cuando ella apareció. Destacando de manera imposible entre aquellos colores secos. Podia tener ciertas preferencias, pero no dejaba de reconocer, la belleza. Y esa mujer… La palabra se quedaba corta. Quizás era demasiado llamativa, pero ese era el toque perfecto, el que le hacia seguir con la vista fija, hasta que fue a sentarse justo a su lado, para sombro suyo. Claro esta, no lo noto. Como si el fuera parte del banco, nada mas. Se sintió… extraño, pequeñísimo. Un piquete en el orgullo que todo varón como el debia tener.
Ella pasa por completo de cambiante. De esa mirada como el cielo de una mañana invernal… No lo comprende. Pero… mientras aquel chucherio de belleza que es el labial se desliza por aquellos labios carnosos, no puede menos que apretar sus manos. Queda fácil ver por que la manzana roja vencio sobre las ordenes de Dios. El rojo, intenso, el color del amor… de la pasión. De la lujuria… el deseo. Aunque quisiera, no podia girarse, o al menos, mirarle con menos descaro.
Menos ahora, que ella advertia su presencia. Su aliento quedo paralizado. ¿Esa mujer era real? Si, debia serlo, asi lo decia el brillo de aquellas pupilas. El aroma de perfume fino. La sola aura de… ¿poder? Si, algo asi. Y venia a decirle esas palabras. Joder. Odiaba ser tan… -Di-disculpeme… yo… ¿eihn? No… yo…- Odiaba tener esa dificultad de habla cuando lo tomaban por sorpresa. ¿Qué queria decir con eso? Intento calmarse, pasando saliva, esbozando media sonrisa. Siempre es bueno hacerlo, no es verdad? Mas si sientes que te han pillado-Es imposible no verla, madame, disculpe. Ahmm ¿ha… tenido un buen viaje? -Pregunto, intentando no verla fijamente. Pero los ojos de aquella mujer, le atraian. Como a un minino, un cordel.
“Si no es por los dias domingos y las risas, ¿Qué es de la vida?” Jamás habia comprendido del todo aquellas palabras que su mentor le dijera alguna de las tantas tardes, que, mientras pintando en el salón aquel buen hombre, el se dedicaba a observar por la ventana, mientras la lluvia golpeaba traviesa el cristal de la ventana, con una taza de chocolate caliente en las manos. Le agradaba ese aroma, dulce, delicioso. Thomas era realmente fan del cacao americano, no despreciaba el que venia de África, pero ese, le gustaba más. Quizás por que aquel hombre era de los que aprecian las cosas que se dan por el esfuerzo, y la paciencia a lo largo de los años. Si su memoria no le fallaba, le habia dicho que el cacao africano, tardaba solo 5 años la planta en madurar y dar frutos. El americano, se dividia en 2 tipos. Uno tardaba 10 años, y aquel, que daba sabor a la bebida que sostenía en sus manos, habia tardado 15 años. Casi los mismos que el tenia en ese entonces.
Sacudió la cabeza, cuando la memoria del sabor, llego a su paladar. Ahora tenia ganas de uno. Pero podia esperar. Siguió, alli, con la mirada al frente, mirando sin hacerlo. Pasaban demasiado rápido. Tumulto de pasajeros que suben y bajan, en una sincronía casi perfecta. Gente como el asiático cambiaformas, pasaban desapercibidas para el resto. Eso le permitía ser un mudo espectador, de aquel espectáculo de gestos. Le gustaba ver las expresiones. Podia después, copiarlas y plasmarlas en su rostro, mientras emulaba escenas como la de aquel anden, sobre las tablas de madera, ante cientos de ojos curiosos.
Fue cuando ella apareció. Destacando de manera imposible entre aquellos colores secos. Podia tener ciertas preferencias, pero no dejaba de reconocer, la belleza. Y esa mujer… La palabra se quedaba corta. Quizás era demasiado llamativa, pero ese era el toque perfecto, el que le hacia seguir con la vista fija, hasta que fue a sentarse justo a su lado, para sombro suyo. Claro esta, no lo noto. Como si el fuera parte del banco, nada mas. Se sintió… extraño, pequeñísimo. Un piquete en el orgullo que todo varón como el debia tener.
Ella pasa por completo de cambiante. De esa mirada como el cielo de una mañana invernal… No lo comprende. Pero… mientras aquel chucherio de belleza que es el labial se desliza por aquellos labios carnosos, no puede menos que apretar sus manos. Queda fácil ver por que la manzana roja vencio sobre las ordenes de Dios. El rojo, intenso, el color del amor… de la pasión. De la lujuria… el deseo. Aunque quisiera, no podia girarse, o al menos, mirarle con menos descaro.
Menos ahora, que ella advertia su presencia. Su aliento quedo paralizado. ¿Esa mujer era real? Si, debia serlo, asi lo decia el brillo de aquellas pupilas. El aroma de perfume fino. La sola aura de… ¿poder? Si, algo asi. Y venia a decirle esas palabras. Joder. Odiaba ser tan… -Di-disculpeme… yo… ¿eihn? No… yo…- Odiaba tener esa dificultad de habla cuando lo tomaban por sorpresa. ¿Qué queria decir con eso? Intento calmarse, pasando saliva, esbozando media sonrisa. Siempre es bueno hacerlo, no es verdad? Mas si sientes que te han pillado-Es imposible no verla, madame, disculpe. Ahmm ¿ha… tenido un buen viaje? -Pregunto, intentando no verla fijamente. Pero los ojos de aquella mujer, le atraian. Como a un minino, un cordel.
Louis J. Bouquet- Cambiante Clase Media
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Re: Balloons (Ebba owo)
El viento silba bravo a mis oídos, perforando mis tímpanos
buscando ser admitido, en la inmensidad de los cielos engalonados
con una sonrisa de blancas nubes, cuya brillantez ciega los ojos humanos
obligando caer de bruces, a todos aquéllos que quieren quemarse las manos.
buscando ser admitido, en la inmensidad de los cielos engalonados
con una sonrisa de blancas nubes, cuya brillantez ciega los ojos humanos
obligando caer de bruces, a todos aquéllos que quieren quemarse las manos.
"Mira bien a tu alrededor, jamás sabrás cuándo tienes ante tí una oportunidad de salir adelante o de conocer a alguien que te pueda dar una nueva perspectiva a la realidad que estás viviendo en ese momento"... o algo así decía mi madre cuando iba caminando distraída o bien, miraba más al cielo que al frente. No hay nada más interesante para mí que el techo abovedado, sus tonos azules que se modifican de acuerdo al día que lo esté viendo, la posición en la que me encuentre y no sólo eso, si no que parada en un solo lugar, puedo detectar muchos matices y cambios en ese azul que va obsesionándome constantemente al paso del tiempo.
Como los ojos de mi interlocutor... que de no ser por su intensa mirada, jamás me habría percatado de que se encontraba al lado mío y mucho menos de su interés por mi persona. Mi sonrisa se muestra juguetona al verlo titubear y no saber qué decir o hacer frente a mí. Aunque no parece ser mayor que yo, esos rubios cabellos me causan cierto interés y sus ojos se vuelven cambiantes conforme va desarrollándose la escena de su turbación que me divierte. Sí, ¿Por qué negarlo? Hacer que los hombres agachen la cabeza y en ocasiones, jugar con sus sentimientos, me alegra el día. Me recuerda a lo que alguna vez hicieron conmigo y yo no soy ese tal Jesucristo, que dice que hay que poner la otra mejilla. No. Yo sí creo en la filosofía del ojo por ojo y todos tuertos.
Y este hombre intenta recuperar el tipo, pero sé la forma de romperlo de nuevo, de tenerlo entre mis manos temblando y gimoteando por una sola sonrisa mía, por una mirada simplemente. Me acomodo mejor en la butaca, acercándome hasta quedar al lado de él, a dos centímetros mi muslo del suyo, volteando a mirarle y parpadeo un instante, como sorprendida por sus palabras y llevo mi dedo índice izquierdo a mi boca mordiendo mi uña mientras finjo pensar, haciéndome la occisa de las ideas que seguramente le estoy dando a ese hombre con ese simple mohín que se antoja sensual, pero sobre todo erótico en el momento que mis labios se cierran contra mi dedo, tomando parte de la piel y empiezan a succionarlo, mientras mis verdáceos ojos recorren al caballero desde sus cabellos, sus ojos azules, su boca... tan cerca de él, tan pecaminosamente juntita a él...
Es en ese instante mirando sus labios, que dejo que el dedito salga de mi boca y sin desviar los ojos de su lugar, mi lengua sale y humedece mis propios labios en un gesto netamente seductor, dejo caer los párpados cerrándolos con lentitud con un suspiro que se antoja, sí... anhelante de algo, como de dar un beso quizá... a él... mi boca vuelve a abrirse decentemente y tras un instante, pero segura de que él vio el círculo que se forma con mis labios permitiendo también que vea mi rosada lengua, la saco un poquito para recargarla contra la yema del mismo dedo índice, antes de que mis labios lo rodeen, abriendo los ojos para observar fijamente los labios masculinos...
Permanezco así por dos segundos, hasta que entrecierro un poco los ojos, como si hubiera pensado en algo pecaminoso, suelto un suspiro, una risita y al tiempo que abro completamente los párpados, fijo la mirada en los orbes masculinos, prometiéndole en silencio muchas cosas, algunas quizá pecaminosas por la sonrisita que mis labios muestran... ese dedito es succionado lenta y suavemente, rodeando con mis labios completamente la uña haciendo alusión a un beso o quizá algo más elevado de tono, dependiendo de la temperatura de la mente de mi interlocutor.
Suspiro de nuevo, dejando "escapar" mi índice de los labios, permitiendo que la uña tarde en salir y recorra toda la superficie del labio inferior y me encojo de hombros, como si su pregunta tuviera una respuesta que no tiene sentido pronunciar. Mi sonrisa se mantiene en mi rostro, pero por dentro, estoy riendo a carcajadas de saber lo que eso ha producido en mi interlocutor y que, si su mente viaja como creo que lo hace, estará pensando en cosas indecentes con mi boca, con mis ojos, quizá hasta en un lugar donde la postura vertical de nuestros cuerpos, se transforme en una horizontal.
- Sí, realmente me ha ido bien en el viaje - sonrío coquetamente, mordiéndome con mis blancos dientes el labio inferior, dejando que -malvada que soy- ese dedito antes succionado, acaricie el labio inferior de mi interlocutor - Aunque supongo que usted espera a alguien - digo con voz tranquila, pero seductora, deliciosa al oído, buscando agradarle, pero sobre todo, turbarlo - es decir, no veo que traiga maletas, messié - susurro la última palabra con un tono más erótico de lo normal... mientras mi cabeza se ladea a la izquierda y un mechón de cabello cae contra mi rostro, pareciendo tan devota a él... tan anhelante de él... de un beso o de cualquier cosa que su pecaminosa mente hubiera pensado respecto de mí.
Como los ojos de mi interlocutor... que de no ser por su intensa mirada, jamás me habría percatado de que se encontraba al lado mío y mucho menos de su interés por mi persona. Mi sonrisa se muestra juguetona al verlo titubear y no saber qué decir o hacer frente a mí. Aunque no parece ser mayor que yo, esos rubios cabellos me causan cierto interés y sus ojos se vuelven cambiantes conforme va desarrollándose la escena de su turbación que me divierte. Sí, ¿Por qué negarlo? Hacer que los hombres agachen la cabeza y en ocasiones, jugar con sus sentimientos, me alegra el día. Me recuerda a lo que alguna vez hicieron conmigo y yo no soy ese tal Jesucristo, que dice que hay que poner la otra mejilla. No. Yo sí creo en la filosofía del ojo por ojo y todos tuertos.
Y este hombre intenta recuperar el tipo, pero sé la forma de romperlo de nuevo, de tenerlo entre mis manos temblando y gimoteando por una sola sonrisa mía, por una mirada simplemente. Me acomodo mejor en la butaca, acercándome hasta quedar al lado de él, a dos centímetros mi muslo del suyo, volteando a mirarle y parpadeo un instante, como sorprendida por sus palabras y llevo mi dedo índice izquierdo a mi boca mordiendo mi uña mientras finjo pensar, haciéndome la occisa de las ideas que seguramente le estoy dando a ese hombre con ese simple mohín que se antoja sensual, pero sobre todo erótico en el momento que mis labios se cierran contra mi dedo, tomando parte de la piel y empiezan a succionarlo, mientras mis verdáceos ojos recorren al caballero desde sus cabellos, sus ojos azules, su boca... tan cerca de él, tan pecaminosamente juntita a él...
Es en ese instante mirando sus labios, que dejo que el dedito salga de mi boca y sin desviar los ojos de su lugar, mi lengua sale y humedece mis propios labios en un gesto netamente seductor, dejo caer los párpados cerrándolos con lentitud con un suspiro que se antoja, sí... anhelante de algo, como de dar un beso quizá... a él... mi boca vuelve a abrirse decentemente y tras un instante, pero segura de que él vio el círculo que se forma con mis labios permitiendo también que vea mi rosada lengua, la saco un poquito para recargarla contra la yema del mismo dedo índice, antes de que mis labios lo rodeen, abriendo los ojos para observar fijamente los labios masculinos...
Permanezco así por dos segundos, hasta que entrecierro un poco los ojos, como si hubiera pensado en algo pecaminoso, suelto un suspiro, una risita y al tiempo que abro completamente los párpados, fijo la mirada en los orbes masculinos, prometiéndole en silencio muchas cosas, algunas quizá pecaminosas por la sonrisita que mis labios muestran... ese dedito es succionado lenta y suavemente, rodeando con mis labios completamente la uña haciendo alusión a un beso o quizá algo más elevado de tono, dependiendo de la temperatura de la mente de mi interlocutor.
Suspiro de nuevo, dejando "escapar" mi índice de los labios, permitiendo que la uña tarde en salir y recorra toda la superficie del labio inferior y me encojo de hombros, como si su pregunta tuviera una respuesta que no tiene sentido pronunciar. Mi sonrisa se mantiene en mi rostro, pero por dentro, estoy riendo a carcajadas de saber lo que eso ha producido en mi interlocutor y que, si su mente viaja como creo que lo hace, estará pensando en cosas indecentes con mi boca, con mis ojos, quizá hasta en un lugar donde la postura vertical de nuestros cuerpos, se transforme en una horizontal.
- Sí, realmente me ha ido bien en el viaje - sonrío coquetamente, mordiéndome con mis blancos dientes el labio inferior, dejando que -malvada que soy- ese dedito antes succionado, acaricie el labio inferior de mi interlocutor - Aunque supongo que usted espera a alguien - digo con voz tranquila, pero seductora, deliciosa al oído, buscando agradarle, pero sobre todo, turbarlo - es decir, no veo que traiga maletas, messié - susurro la última palabra con un tono más erótico de lo normal... mientras mi cabeza se ladea a la izquierda y un mechón de cabello cae contra mi rostro, pareciendo tan devota a él... tan anhelante de él... de un beso o de cualquier cosa que su pecaminosa mente hubiera pensado respecto de mí.
Lo dicho, ojo por ojo y todos tuertos...
Ebba Úrsula Billington- Humano Clase Alta
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Re: Balloons (Ebba owo)
Le había resultado una total sorpresa, que entre el millón de posibilidades que podrían producirse, cuando esa mujer bajo del tren hasta ir, sin notarlo, hasta donde estaba el, se encontrara, primeramente dirigiéndole la palabra. El cambiaformas, era una persona sencilla, amable hasta límites casi enfermizos. ¿Era un caballero? No tenía ni la más remota idea de cómo dar una buena descripción de su propia persona. Lo que si, podía decir, sobre si mismo, era que, se ponía nervioso con facilidad. No soportaba la mirada de aquella mujer, pero al mismo tiempo, deseaba… algo mas, no dejarle ir, así, como si nada. ¿Qué quería, en realidad? No lo comprendía, pero esa mujer tenia ese toque, esa chispa interesante, que de verdad, lo ponía es un estado extraño. Jamás se había sentido así, con ninguna otra persona.
Puede sentirla, como se acomoda. La mira de reojo, con la mandíbula tensa, por que una sensación extraña, le produce el solo aroma que percibe. La espalda del asiático se mantiene en una posición recta, que es por completo antinatural, para que negarlo, cuando la pierna ajena se pone tan cerca de la suya. Seguramente, solo busca decirle algo, mas cerca, para que pueda escucharle. El bullicio en aquel lugar, a veces no deja escuchar. Ah, pero el, es un gatito con el oído sensible, y puede escucharle perfectamente. Además… para el chico, la escena se ha recortado, y sobre aquella tarima, solo están ellos dos. La dama de los cabellos llameantes, y el, un minino que le mira con un deje casi anhelante, pero tímido. Aguarda por escuchar esa voz, ¿Cantara? Esta seguro que de hacerlo, seria una de las mujeres más famosas de toda Europa, y más allá, hasta aquellos lugares alejados, a miles de millas por mar. ¿Por qué no le respondía? Tranquilo, dioses, tenia que estar sereno, y no ponerse…
¿Qué demonios, estaba haciendo? La mirada de la desconocida, lo recorría, y por estupido, que sonase, se… se sentía… ¿desnudo?-no encontraba otra palabra mas cercana, que pudiera plasmar su sentimiento- Como si ella pudiera o buscara, ver más allá de lo que sus facciones maternas delataban. De lo que su propio semblante transmitía. Pero, no se detenía allí, oh, claro que no. Tuvo que parpadear varias veces, para convencerse, de que sus ojos no lo estaban engañando. ¿Por qué…? Lo veía todo, como si fuera demasiado lento el transcurrir del tiempo. Ese dedo, que bendito tenia el privilegio de ser tomado por aquellos labios que eran un invitación a soñar con miles de fantasías, muchas mas de las que no podría contar o llegar a realizar, dicho sea de paso.
Los colores comienzan a asaltar la piel de las mejillas del chico, que tras esa mirada, ya no sabe que pensar. Sus labios, sin darse cuenta, se entreabren, intentando, de alguna forma, corresponder esa sonrisa que ella le dedica. ¿Es para el?. Pasa saliva, y no puede dejar de mirarla. Esas pupilas que lo hechizaron por completo. Parece como si fuera un sueño. No puede creer aun lo que esta viendo. Su mente se quedo en blanco. Y como un lienzo virgen, quiso tomar miles de tonalidades, hasta plasmar escenas nacidas de una imaginación fructífera.
Ahoga un sonido en su garganta. Le cuesta respirar de manera normal. Sus manos se cierran, formando un puño que le deja los nudillos blancos. Aun intenta negarse, que esa imagen, le… le… ¡Por los dioses! Tiene que controlarse. Seguramente se esta imaginando todo eso, claro, no es muy listo. Vamos, que puede verle una mujer tan… Desea tomar esa mano, alejarla de su boca, sostenerla con fuerza, quizás… deslizar unos de sus dedos por la mejilla ajena… ¡No, joder, que no puede pensar eso! ¿Acaso no esta pensando en su chico? No puede, no debe hacerlo. Ah… pero es que no es… no puede evitarlo! Sus mejillas arden, maldice que lo delaten de esa manera. Pero no es un sonrojo cualquiera, es… uno que lo llena de algo casi llamado pena. Por que ese calor se extiende hasta sus orejas, su garganta. Cada centímetro de ese cuerpo que comienza a temblar. ¿De verdad lo hace, o solo se lo imagina?
No puede controlar al pincel de su mente, no puede dejar de usar aquel tono carmesí. Ni dejar de trazar aquella piel clara, ni esa mirada como un amanecer en las montañas, cuando la primavera hace a todo florecer. Las imágenes son nítidas, puede incluso, sentir la respiración ajena sobre su piel. Maldice aquello, una y mil veces. Los cabellos de su nuca se erizan, y muerde apenas su labio inferior, como un niño asustado de si mismo. Aspira ese aire…. Y huele a ella.
Parece ceder, durante algún momento esa dulce tortura. ¡No! El quiere mas, necesita… No, no, no! Si pudiera, ya se hubiera llevado ambas manos a la sien, jalando aquellos cabellos dorados, desesperado. ¿Por qué no puede hacerlo? Simple, no reacciona su cuerpo. No obedece ningún pensamiento. Solo permanece tenso, con la respiración algo lenta, profunda. Irregular. Esa flor de loto escarlata, no era para el. No era sano que la deseara. No era… correcto. Su voz le suena lejana, demasiado, incluso, con ese eco que suele aparecer en los sueños. Un sudor frio, recorre la espalda del cambiaformas, al sentir ese dedo sobre su labio. Quema, pero es… agradable. ¡Joder! No, tenia que estarse quieto. Tenia la garganta seca, y tampoco, entendía que le decía. Ya no sabia nada. Oh, vamos, no, no. Tranquilo, si podia. Solo tenia que… que.. -¿E… esperar? N-no… solo… solo… Y era asi, como el minino caía durante un momento, a la danza de ese listón. Su cuerpo se movió, algo torpe, pero firme. Una de sus manos, se acerco al rostro ajeno, apartando esos cabellos que le obstruían aquella imagen perfecta. Acercándose, sin poderlo evitar. Una de sus manos, se debatía aun, a posarse sobre esa pierna tan cerca de la suya. No, no… tenia que pensar en el vampiro… ¡Pero ese cordel…! Acomodo aquel mechón y le sonrió, en un estado embelesado, que le daba pena asi mismo. Si, Jérémie estaba asqueado de si mismo, pero no podía luchar demasiado. -solo me gusta… me gusta ver que traen los vagones. Algo siempre interesante, puede venir de tierras lejanas… no lo se… Digamos, que solo… me divierte estar aquí… No es… tan malo.
Puede sentirla, como se acomoda. La mira de reojo, con la mandíbula tensa, por que una sensación extraña, le produce el solo aroma que percibe. La espalda del asiático se mantiene en una posición recta, que es por completo antinatural, para que negarlo, cuando la pierna ajena se pone tan cerca de la suya. Seguramente, solo busca decirle algo, mas cerca, para que pueda escucharle. El bullicio en aquel lugar, a veces no deja escuchar. Ah, pero el, es un gatito con el oído sensible, y puede escucharle perfectamente. Además… para el chico, la escena se ha recortado, y sobre aquella tarima, solo están ellos dos. La dama de los cabellos llameantes, y el, un minino que le mira con un deje casi anhelante, pero tímido. Aguarda por escuchar esa voz, ¿Cantara? Esta seguro que de hacerlo, seria una de las mujeres más famosas de toda Europa, y más allá, hasta aquellos lugares alejados, a miles de millas por mar. ¿Por qué no le respondía? Tranquilo, dioses, tenia que estar sereno, y no ponerse…
¿Qué demonios, estaba haciendo? La mirada de la desconocida, lo recorría, y por estupido, que sonase, se… se sentía… ¿desnudo?-no encontraba otra palabra mas cercana, que pudiera plasmar su sentimiento- Como si ella pudiera o buscara, ver más allá de lo que sus facciones maternas delataban. De lo que su propio semblante transmitía. Pero, no se detenía allí, oh, claro que no. Tuvo que parpadear varias veces, para convencerse, de que sus ojos no lo estaban engañando. ¿Por qué…? Lo veía todo, como si fuera demasiado lento el transcurrir del tiempo. Ese dedo, que bendito tenia el privilegio de ser tomado por aquellos labios que eran un invitación a soñar con miles de fantasías, muchas mas de las que no podría contar o llegar a realizar, dicho sea de paso.
Los colores comienzan a asaltar la piel de las mejillas del chico, que tras esa mirada, ya no sabe que pensar. Sus labios, sin darse cuenta, se entreabren, intentando, de alguna forma, corresponder esa sonrisa que ella le dedica. ¿Es para el?. Pasa saliva, y no puede dejar de mirarla. Esas pupilas que lo hechizaron por completo. Parece como si fuera un sueño. No puede creer aun lo que esta viendo. Su mente se quedo en blanco. Y como un lienzo virgen, quiso tomar miles de tonalidades, hasta plasmar escenas nacidas de una imaginación fructífera.
No niegues desearlo, por que ambos sabemos que es mentira,
¿Por qué contradices la temperatura de tu cuerpo?
No puedes soportarlo… ¡Entrégate!
¿Por qué contradices la temperatura de tu cuerpo?
No puedes soportarlo… ¡Entrégate!
Ahoga un sonido en su garganta. Le cuesta respirar de manera normal. Sus manos se cierran, formando un puño que le deja los nudillos blancos. Aun intenta negarse, que esa imagen, le… le… ¡Por los dioses! Tiene que controlarse. Seguramente se esta imaginando todo eso, claro, no es muy listo. Vamos, que puede verle una mujer tan… Desea tomar esa mano, alejarla de su boca, sostenerla con fuerza, quizás… deslizar unos de sus dedos por la mejilla ajena… ¡No, joder, que no puede pensar eso! ¿Acaso no esta pensando en su chico? No puede, no debe hacerlo. Ah… pero es que no es… no puede evitarlo! Sus mejillas arden, maldice que lo delaten de esa manera. Pero no es un sonrojo cualquiera, es… uno que lo llena de algo casi llamado pena. Por que ese calor se extiende hasta sus orejas, su garganta. Cada centímetro de ese cuerpo que comienza a temblar. ¿De verdad lo hace, o solo se lo imagina?
No puede controlar al pincel de su mente, no puede dejar de usar aquel tono carmesí. Ni dejar de trazar aquella piel clara, ni esa mirada como un amanecer en las montañas, cuando la primavera hace a todo florecer. Las imágenes son nítidas, puede incluso, sentir la respiración ajena sobre su piel. Maldice aquello, una y mil veces. Los cabellos de su nuca se erizan, y muerde apenas su labio inferior, como un niño asustado de si mismo. Aspira ese aire…. Y huele a ella.
No digas que soy sucio,
es solo mi mente que colapsa…
es solo mi mente que colapsa…
Parece ceder, durante algún momento esa dulce tortura. ¡No! El quiere mas, necesita… No, no, no! Si pudiera, ya se hubiera llevado ambas manos a la sien, jalando aquellos cabellos dorados, desesperado. ¿Por qué no puede hacerlo? Simple, no reacciona su cuerpo. No obedece ningún pensamiento. Solo permanece tenso, con la respiración algo lenta, profunda. Irregular. Esa flor de loto escarlata, no era para el. No era sano que la deseara. No era… correcto. Su voz le suena lejana, demasiado, incluso, con ese eco que suele aparecer en los sueños. Un sudor frio, recorre la espalda del cambiaformas, al sentir ese dedo sobre su labio. Quema, pero es… agradable. ¡Joder! No, tenia que estarse quieto. Tenia la garganta seca, y tampoco, entendía que le decía. Ya no sabia nada. Oh, vamos, no, no. Tranquilo, si podia. Solo tenia que… que.. -¿E… esperar? N-no… solo… solo… Y era asi, como el minino caía durante un momento, a la danza de ese listón. Su cuerpo se movió, algo torpe, pero firme. Una de sus manos, se acerco al rostro ajeno, apartando esos cabellos que le obstruían aquella imagen perfecta. Acercándose, sin poderlo evitar. Una de sus manos, se debatía aun, a posarse sobre esa pierna tan cerca de la suya. No, no… tenia que pensar en el vampiro… ¡Pero ese cordel…! Acomodo aquel mechón y le sonrió, en un estado embelesado, que le daba pena asi mismo. Si, Jérémie estaba asqueado de si mismo, pero no podía luchar demasiado. -solo me gusta… me gusta ver que traen los vagones. Algo siempre interesante, puede venir de tierras lejanas… no lo se… Digamos, que solo… me divierte estar aquí… No es… tan malo.
Louis J. Bouquet- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 20/01/2011
Edad : 33
Localización : In the 13Gate (?) Ok no, pero, posiblemente más cerca de lo que esperas
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Balloons (Ebba owo)
Mírame, piérdete en mis verdáceos ojos
huéleme, embelésate en mi delicioso aroma
óyeme, obsesiónate con anhelar mi voz
acaríciame, acércate para hacerme tu rosa.
huéleme, embelésate en mi delicioso aroma
óyeme, obsesiónate con anhelar mi voz
acaríciame, acércate para hacerme tu rosa.
No, no debo reírme, pero es que es tan divertido verlo sufrir, que sus mejillas tomen ese hermoso color granate, que no sepa qué hacer con las manos, con los pies, incluso con sus mismos ojos que me esquivan una y otra vez, quizá con la mente llena de preguntas que no me dignaré en contestar y que nadie más le podrá resolver. Me lamo los labios con paciencia, dejándolos brillantes y es cuando finjo una tos, tapándome la boca y desviando el rostro al lado contrario de mi interlocutor por educación aparente, pero es para permitirme reír un poquito por la situación, ¡Es tan divertido! Al menos le doy tiempo para que él recupere el tipo al menos un poco, aunque esa mirada de gatito abandonado como si quisiera que lo adoptara me sorprende ¿No querrá que...? Otra risa mental me hace parpadear azorada.
Permito que acaricie una lengua de fuego que adorna mi cabeza creando un halo de color rojizo y con la luz del sol, los reflejos en ocasiones se ven dorados... es sedoso, suave como el mismo razo, huele a nardos como todo mi cuerpo con esa mirada anhelante. ¡Por Dios! Si a mí las mascotas no me gustan. ¿Pensará que sólo porque tiene finos ropajes que combinan a la perfección, por sus ademanes que denotan un buen status social o que por sus gestos y actitudes logrará que lo acepte a mi lado? Pues... pues... Parpadeo de nuevo y mientras tanto, volteo a ver el siguiente tren que llega, como si fuera lo más interesante del mundo. Realmente necesito el dinero y parece tan fácil la forma en que podría obtenerlo de este jovenzuelo. ¿Cuántos años tendrá? Entorno los ojos mientras sigo con la mirada a un oficial que va hacia una mujer embarazada para ayudarle con las maletas. Quizá no pase de los 22 años, como yo o sea más joven por su comportamiento. O virgen.
Eso sí sería problemático, porque mucho de sexo no sé y aunque muchos dicen que lo más interesante de una mujer es mantener el interés en la cama, pues me veo con las manos vacías. Normalmente con mis tres esposos me acostaba y permitía que hicieran lo que... bueno, eso... pero ahora mismo me complica la existencia, porque si este joven es virgen, se encontrará con... ¿Será posible? Volteo a verlo y alzo una ceja sonriéndole permitiendo que mis labios se curven y un hoyuelo se marque en mi mejilla derecha, para que no pierda el interés asintiendo ante sus palabras vacías de contenido y que no me interesan. ¿Viene sólo a ver los trenes? Qué aburrida vida tiene entonces. Patética. Aunque eso puede ayudarme en mi búsqueda.
Tomo su mano con la que acarició mi halo rojizo y la recargo contra mi mejilla. Está helada, seguramente por la timidez y el bochorno de encontrarse en esta situación. Decido ponerlo en una peor situación. Primero me encargo de mirarlo fijamente a los ojos, dejando que los verdáceos se fundan en los azules, entre muestras de coquetería y seducción que he aprendido al paso del tiempo a realizar sin necesidad de hacer un solo movimiento. Miradas que bajan levemente acobardadas, algunas más fijas, alzando una ceja con un malicioso mohín que promete más de lo que da o un parpadeo que parece robarse más que la razón. Vamos, pequeña mascota, anhélame, ansíame.
- Entiendo, pues yo vengo de un viaje un poco pesado, usted sabe - mi mejilla se restriega cual gato mimoso contra el dorso de la mano que aún tengo en mi poder, es suave la textura, lo que le reconozco... tiene tanta como mis propias mejillas. No son manos de un trabajador común y corriente, no. Son de un hombre que lo tiene todo, por lo que me interesa mucho más. Volteo el rostro para depositar un delicado beso en el dorso de la mano masculina, mientras mis ojos le ven al tiempo que las pupilas se dilatan, como si estuviera excitándome por el mero contacto y mis ojos fueran el único vestigio que lo gritara a los cuatro vientos.
Mis labios son delicados con su piel, tiernos quizá, pero no mis ojos, que le exigen al joven una reacción más... ejem... activa de lo que puede ser, jamás ha dado en su vida. Mis perlas se atreven a tomar entre ellas un poco de su piel, apretándola con delicadeza, sólo para arrobar y sonrojar mucho más esas mejillas, que me desee, que se excite con la idea de tenerme, de poseerme en un lecho al cual jamás ha visitado. Si soy inexperta y él también, será mejor. Le podría acusar de seducirme a mí, una virgen que sólo quiso tener el cariño de alguien y... no, esa idea no funcionará. Es demasiado timorato como para que pueda dar resultado, es más nadie me lo creería tras darle una ojeada a mi "violador".
No, mejor obsesionarlo conmigo... sí, mejor eso... que no pueda vivir sin mí, sin olerme, sin oírme, sin tocarme... Lamo un poco la piel del caballero tras el pequeño mordisco que no quiso causarle dolor, pero sólo para que la piel regrese a su color y que él quede más idiota por mí. Así será más fácil quitarle todo el dinero que pueda, que me cumpla mis caprichos y normalmente éstos consisten en joyas y caros perfumes, vestidos, zapatos. Sonrío sin dejar de mirarle a los ojos con un aleteo de pestañas, dejando marcado un hermoso mohín para él, pasando el dorso de su mano de nuevo por mi mejilla. Incluso, me atrevo a... ¡Sí!... ronronearle y morderme el labio inferior con una sonrisa que puede interpretarse como juguetona y traviesa.
- Pues yo... tengo hambre - dejo su mano y me pongo en pie, veamos qué tanto lo conquisté, hago una reverencia con una bonita sonrisa que permita ver mi cuerpo perfecto, con ese vestido que sé, me va fenomenal. Se entalla a mis senos, a mi cintura pequeña, a mis caderas redondeadas. Es intencional, que vea lo que puede tener si es que actúa adecuadamente, mi mano va a por la maletita y acomodo el bolso - Con su permiso, iré al restaurant de la estación, un placer conocerle - listo, ya le dí los datos, ahora a irme de una vez. Con la maletita tomada por ambas manos frente a mí, avanzo con dignidad y paso firme, pero al mismo tiempo, femenino y contoneo sólo un poco, las caderas.
Es una forma de llamar al animal que todos los hombres tienen dentro, incluso este "indefenso" joven. He descubierto que esos son peores porque aparentan justamente lo que no son: están ansiosos de una desenfrenada noche de pasión o de aprender todo lo que en su casa no les han permitido siquiera escuchar. Encerrados en sí mismos o en una situación que después de un instante se sale de control, son los que más ansían saborear la vida sea como sea. Aunque sí es cierto que muchos no logran dar con el gatillo para desbordar toda esa energía y se quedan todo el tiempo oprimidos, deprimidos. Me pregunto qué será este joven. ¿Será de los oprimidos o de los pervertidos? De todas formas, sonrío mientras que continúo caminando, con pasos lentos para ver si me alcanza. Puedo con ambos grupos no por nada fui enfermera en un hospital psiquiátrico, así que no me preocupa. Lo que sí quiero saber es qué hará... mientras mi cabeza voltea hacia él y le guiño un ojo...
Permito que acaricie una lengua de fuego que adorna mi cabeza creando un halo de color rojizo y con la luz del sol, los reflejos en ocasiones se ven dorados... es sedoso, suave como el mismo razo, huele a nardos como todo mi cuerpo con esa mirada anhelante. ¡Por Dios! Si a mí las mascotas no me gustan. ¿Pensará que sólo porque tiene finos ropajes que combinan a la perfección, por sus ademanes que denotan un buen status social o que por sus gestos y actitudes logrará que lo acepte a mi lado? Pues... pues... Parpadeo de nuevo y mientras tanto, volteo a ver el siguiente tren que llega, como si fuera lo más interesante del mundo. Realmente necesito el dinero y parece tan fácil la forma en que podría obtenerlo de este jovenzuelo. ¿Cuántos años tendrá? Entorno los ojos mientras sigo con la mirada a un oficial que va hacia una mujer embarazada para ayudarle con las maletas. Quizá no pase de los 22 años, como yo o sea más joven por su comportamiento. O virgen.
Eso sí sería problemático, porque mucho de sexo no sé y aunque muchos dicen que lo más interesante de una mujer es mantener el interés en la cama, pues me veo con las manos vacías. Normalmente con mis tres esposos me acostaba y permitía que hicieran lo que... bueno, eso... pero ahora mismo me complica la existencia, porque si este joven es virgen, se encontrará con... ¿Será posible? Volteo a verlo y alzo una ceja sonriéndole permitiendo que mis labios se curven y un hoyuelo se marque en mi mejilla derecha, para que no pierda el interés asintiendo ante sus palabras vacías de contenido y que no me interesan. ¿Viene sólo a ver los trenes? Qué aburrida vida tiene entonces. Patética. Aunque eso puede ayudarme en mi búsqueda.
Tomo su mano con la que acarició mi halo rojizo y la recargo contra mi mejilla. Está helada, seguramente por la timidez y el bochorno de encontrarse en esta situación. Decido ponerlo en una peor situación. Primero me encargo de mirarlo fijamente a los ojos, dejando que los verdáceos se fundan en los azules, entre muestras de coquetería y seducción que he aprendido al paso del tiempo a realizar sin necesidad de hacer un solo movimiento. Miradas que bajan levemente acobardadas, algunas más fijas, alzando una ceja con un malicioso mohín que promete más de lo que da o un parpadeo que parece robarse más que la razón. Vamos, pequeña mascota, anhélame, ansíame.
- Entiendo, pues yo vengo de un viaje un poco pesado, usted sabe - mi mejilla se restriega cual gato mimoso contra el dorso de la mano que aún tengo en mi poder, es suave la textura, lo que le reconozco... tiene tanta como mis propias mejillas. No son manos de un trabajador común y corriente, no. Son de un hombre que lo tiene todo, por lo que me interesa mucho más. Volteo el rostro para depositar un delicado beso en el dorso de la mano masculina, mientras mis ojos le ven al tiempo que las pupilas se dilatan, como si estuviera excitándome por el mero contacto y mis ojos fueran el único vestigio que lo gritara a los cuatro vientos.
Mis labios son delicados con su piel, tiernos quizá, pero no mis ojos, que le exigen al joven una reacción más... ejem... activa de lo que puede ser, jamás ha dado en su vida. Mis perlas se atreven a tomar entre ellas un poco de su piel, apretándola con delicadeza, sólo para arrobar y sonrojar mucho más esas mejillas, que me desee, que se excite con la idea de tenerme, de poseerme en un lecho al cual jamás ha visitado. Si soy inexperta y él también, será mejor. Le podría acusar de seducirme a mí, una virgen que sólo quiso tener el cariño de alguien y... no, esa idea no funcionará. Es demasiado timorato como para que pueda dar resultado, es más nadie me lo creería tras darle una ojeada a mi "violador".
No, mejor obsesionarlo conmigo... sí, mejor eso... que no pueda vivir sin mí, sin olerme, sin oírme, sin tocarme... Lamo un poco la piel del caballero tras el pequeño mordisco que no quiso causarle dolor, pero sólo para que la piel regrese a su color y que él quede más idiota por mí. Así será más fácil quitarle todo el dinero que pueda, que me cumpla mis caprichos y normalmente éstos consisten en joyas y caros perfumes, vestidos, zapatos. Sonrío sin dejar de mirarle a los ojos con un aleteo de pestañas, dejando marcado un hermoso mohín para él, pasando el dorso de su mano de nuevo por mi mejilla. Incluso, me atrevo a... ¡Sí!... ronronearle y morderme el labio inferior con una sonrisa que puede interpretarse como juguetona y traviesa.
- Pues yo... tengo hambre - dejo su mano y me pongo en pie, veamos qué tanto lo conquisté, hago una reverencia con una bonita sonrisa que permita ver mi cuerpo perfecto, con ese vestido que sé, me va fenomenal. Se entalla a mis senos, a mi cintura pequeña, a mis caderas redondeadas. Es intencional, que vea lo que puede tener si es que actúa adecuadamente, mi mano va a por la maletita y acomodo el bolso - Con su permiso, iré al restaurant de la estación, un placer conocerle - listo, ya le dí los datos, ahora a irme de una vez. Con la maletita tomada por ambas manos frente a mí, avanzo con dignidad y paso firme, pero al mismo tiempo, femenino y contoneo sólo un poco, las caderas.
Es una forma de llamar al animal que todos los hombres tienen dentro, incluso este "indefenso" joven. He descubierto que esos son peores porque aparentan justamente lo que no son: están ansiosos de una desenfrenada noche de pasión o de aprender todo lo que en su casa no les han permitido siquiera escuchar. Encerrados en sí mismos o en una situación que después de un instante se sale de control, son los que más ansían saborear la vida sea como sea. Aunque sí es cierto que muchos no logran dar con el gatillo para desbordar toda esa energía y se quedan todo el tiempo oprimidos, deprimidos. Me pregunto qué será este joven. ¿Será de los oprimidos o de los pervertidos? De todas formas, sonrío mientras que continúo caminando, con pasos lentos para ver si me alcanza. Puedo con ambos grupos no por nada fui enfermera en un hospital psiquiátrico, así que no me preocupa. Lo que sí quiero saber es qué hará... mientras mi cabeza voltea hacia él y le guiño un ojo...
A ver, gatito, sigue el cordel y ven acá... ven con mami... maúllale, ronronéale, házla feliz...
Ebba Úrsula Billington- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/11/2011
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Si alguien le hubiera dicho esa misma mañana, al despertar, que su día tendría ese encuentro, se hubiera echado a reír, con verdadero tono jocoso, negando con la mano, ¿el, Louis, en una situación como aquella? ¡Que cosa más ridícula! Louis era recatado, sencillo, tranquilo. No era un Don Juan, enamorando señoritas, con su cara de niño bueno…
Vil embustero. Estaría mintiendo con total descaro, si decía tal cosa. Nadie, salvo quizás una única persona, aquella por la que se quedo más tiempo en Paris, en un principio, conocía esas otras facetas del cambiaformas. En Londres, si que lo había sido. ¿Cómo si no terminaba todas las noches en los burdeles? No, no para usar a las damas de “ese” modo. Solo le gustaba andar alegre por allí. Cigarrillo en los labios, jugando cartas, con las chicas peinando sus cabellos dorados. En ese tiempo, cuando estaba bajo tutela de aquel noble caballero, solía ir pavoneándose, como si fuera más que el resto. Por eso, ahora iba tan tranquilo, aquieto., que cualquiera que escuchara esa versión, diría que era un engaño. Que Louis era en todo caso, un chico que sin duda, debió ser monje en algún monasterio entregando su vida al señor, si no fuera por esa peculiaridad física, de sus ojos avellanados. No era un caballero Europeo.
Y estaba tan metido en su papel de muchacho simpático y bueno, que por eso, no sabia como reaccionar ante una mujer, como aquella. Tenía un encanto sublime. Era como un verdadero sueño, salido de los pensamientos de un Dios benevolente. Tanta perfección… Esa gracia… Y aun asi, existía algo en la mujer, que lo tenia extraño. Odiaba esa sensación. Benvolio dijo que el era un hombre, y no era verdad. Era un idiota. Uno con suerte… si, eso tenia que aceptarlo.
Ahoga suspiros de enamorado…? Algo asi, cuando lame sus labios. Desea que sea su lengua, y no la de la chica, la que haga eso. Desea tomarle entre sus brazos, y… ¡Basta! No… no… Por un momento, la finura de ese rostro enmarcado en carmesí, le es negada; ella tose. En la mirada azulada se instala la preocupación. ¿Estará enferma? Si fuera asi, el cielo era injusto y poco bondadoso con ella. Louis aceptaría enfermarse por ella. El, no conocía que era estar asi, pero si ella no tenía a nadie, cosa que dudaba, el mismo la cuidaría. No le dejaria moverse de su cama, le acomodaría los almohadones, y le procuraría cualquier cosa que deseara. Con solo un chasquido de esos blanquecinos dedos, acataría la orden.
Ladea la cabeza, sin percatarse del suspiro de anhelo que se le escapa, mientras se deleita con la suavidad de aquellas hebras de seda, los ojos entrecerrados, degustado ese aroma. Se ha colado en cada parte del cambiante, no comprende, o no quiere hacerlo, no quiere alejarse, quiere todo lo contrario. Volver real lo intangible, pintar de colores más intensos, las ilusiones de su mente. De esos pensamientos que de inocentes tienen absolutamente… Nada. ¿Qué cosas pasaran por la mente de la chica? Se siente avergonzado. ¿Y si ha malinterpretado todo? Si todo fue imaginado… no entendía como podía seguir allí, plantando cara.
¡Y encima su musa le sonrie! Hey… ¿ya era su musa? De verdad que Louis estaba fascinado con ella. No tenia ni pizca de vergüenza. Le miraba con deseo, ya no con tanta pena, intentaba mostrarse diferente. Si, orgulloso después de todo. Jérémie era del tipo, que se esfuerza por conseguir lo que desea. Y la queria a ella. Aun no tenia idea clara, de cómo… por que el no podria… no… bajo la mirada. Tenía SERIOS problemas cuando de esas cuestiones se trataba. Era como un gatito que no tiene pleno uso de sus garras.
No puede menos que agradecer aquel gesto. El calor de la mano ajena envuelve la suya, y desea más. Quiere fundirse con ese calor, por mas inmoral o pecaminoso que sea. Esos son sus anhelos. ¡Ah, tierno querubín, no me mires asi! No lo resiste, el joven no lo resiste, su otra mano tiembla sobre su pierna. Maldice la cordura que domina su cuerpo. Asiente, comprensivo, pobre criatura. - Ya podrá relajarse, un baño tibio, y vera, no parecerá que ha viajado varios kilómetros. - Y sin recato, le mira, deja de observar su rostro, para perderse en sus hombros, su pecho… y desear poner sus manos sobre su cuello y espalda. ¿Tallarle? No, darle un masaje, como el esclavo en el que se esta convirtiendo sin darse cuenta.
Pasa saliva, y su espalda se tensa, al sentir esos labios sobre esa parte de su piel. ¡Por que alli….! Dioses, ¿Por qué tenia que mirarlo asi? No podria contenerse mucho mas…
Sus manos actuarian solas y poco le importaria el lugar publico. El acto de respirar, era doloroso, mientras sentia esa leve presión sobre su piel. Y se hace mas agonizante, al sentir la húmeda de su lengua, apenas, pero lo puede sentir.
Esta en una nube, de la cual cae de manera estrepitosa, cuando ella se incorpora. Se siente lejos de su cobijo, y acongojado, solo le escucha en silencio, con una mirada de total reproche. El quiere mas. El no desea estar lejos… el…
Las palabras se desvanecen. Y ella se aleja, esa figura perfecta, llena de seguridad. Una verdadera persona divina, eso es ella. Se da cuenta, que no conoce, o no recuerda haber escuchado su nombre. Debe conocerlo. Tiene que poder ponerle un nombre a ese cuerpo, que ya imagina pegado al suyo. Cuando ella se gira, sabe que es su ultima oportunidad. Vamos, Jérémie, deja de ser un niño y hazte un verdadero semental. No, no tanto, pero al menos, actúa como el hombre atractivo que tantas personas te han dicho que eres. Usa eso en lo que no confias tener, y ganate los favores de esa dama.
Se levanta, y con grácil paso, le da alcance. La espalda erguida, y la mirada al frente, componiendo en su rostro que aun no pierde del todo el encendido de las mejillas, una sonrisa que le dice que es suyo, de alguna forma.
-Permítame invitarla, acompañarle. Después, podria acompañarle hasta su casa. Vamos, permita que lleve su equipaje… -extendio su brazo, quería llevar su maleta, por muy pequeña que fuese, era pecado dejar que ella hiciera tal cosa. Un tono mas seguro, mas firme, mas grave… Una mascara mas, solo para conseguir algo. -Nos hemos conocido por algo… soy de ese tipo de creencia. Además, mi bella dama… ¿Cómo ponerle nombre esta noche en mis sueños, si o me ha permitido conocerlo? -Pregunto, con un tono casi inocente, acercándose de nuevo, acariciando su mejilla con el dorso de sus dedos indice y medio. El rostro ladeado, y una sonrisa seductora.
Vil embustero. Estaría mintiendo con total descaro, si decía tal cosa. Nadie, salvo quizás una única persona, aquella por la que se quedo más tiempo en Paris, en un principio, conocía esas otras facetas del cambiaformas. En Londres, si que lo había sido. ¿Cómo si no terminaba todas las noches en los burdeles? No, no para usar a las damas de “ese” modo. Solo le gustaba andar alegre por allí. Cigarrillo en los labios, jugando cartas, con las chicas peinando sus cabellos dorados. En ese tiempo, cuando estaba bajo tutela de aquel noble caballero, solía ir pavoneándose, como si fuera más que el resto. Por eso, ahora iba tan tranquilo, aquieto., que cualquiera que escuchara esa versión, diría que era un engaño. Que Louis era en todo caso, un chico que sin duda, debió ser monje en algún monasterio entregando su vida al señor, si no fuera por esa peculiaridad física, de sus ojos avellanados. No era un caballero Europeo.
Y estaba tan metido en su papel de muchacho simpático y bueno, que por eso, no sabia como reaccionar ante una mujer, como aquella. Tenía un encanto sublime. Era como un verdadero sueño, salido de los pensamientos de un Dios benevolente. Tanta perfección… Esa gracia… Y aun asi, existía algo en la mujer, que lo tenia extraño. Odiaba esa sensación. Benvolio dijo que el era un hombre, y no era verdad. Era un idiota. Uno con suerte… si, eso tenia que aceptarlo.
Ahoga suspiros de enamorado…? Algo asi, cuando lame sus labios. Desea que sea su lengua, y no la de la chica, la que haga eso. Desea tomarle entre sus brazos, y… ¡Basta! No… no… Por un momento, la finura de ese rostro enmarcado en carmesí, le es negada; ella tose. En la mirada azulada se instala la preocupación. ¿Estará enferma? Si fuera asi, el cielo era injusto y poco bondadoso con ella. Louis aceptaría enfermarse por ella. El, no conocía que era estar asi, pero si ella no tenía a nadie, cosa que dudaba, el mismo la cuidaría. No le dejaria moverse de su cama, le acomodaría los almohadones, y le procuraría cualquier cosa que deseara. Con solo un chasquido de esos blanquecinos dedos, acataría la orden.
Ladea la cabeza, sin percatarse del suspiro de anhelo que se le escapa, mientras se deleita con la suavidad de aquellas hebras de seda, los ojos entrecerrados, degustado ese aroma. Se ha colado en cada parte del cambiante, no comprende, o no quiere hacerlo, no quiere alejarse, quiere todo lo contrario. Volver real lo intangible, pintar de colores más intensos, las ilusiones de su mente. De esos pensamientos que de inocentes tienen absolutamente… Nada. ¿Qué cosas pasaran por la mente de la chica? Se siente avergonzado. ¿Y si ha malinterpretado todo? Si todo fue imaginado… no entendía como podía seguir allí, plantando cara.
¡Y encima su musa le sonrie! Hey… ¿ya era su musa? De verdad que Louis estaba fascinado con ella. No tenia ni pizca de vergüenza. Le miraba con deseo, ya no con tanta pena, intentaba mostrarse diferente. Si, orgulloso después de todo. Jérémie era del tipo, que se esfuerza por conseguir lo que desea. Y la queria a ella. Aun no tenia idea clara, de cómo… por que el no podria… no… bajo la mirada. Tenía SERIOS problemas cuando de esas cuestiones se trataba. Era como un gatito que no tiene pleno uso de sus garras.
No puede menos que agradecer aquel gesto. El calor de la mano ajena envuelve la suya, y desea más. Quiere fundirse con ese calor, por mas inmoral o pecaminoso que sea. Esos son sus anhelos. ¡Ah, tierno querubín, no me mires asi! No lo resiste, el joven no lo resiste, su otra mano tiembla sobre su pierna. Maldice la cordura que domina su cuerpo. Asiente, comprensivo, pobre criatura. - Ya podrá relajarse, un baño tibio, y vera, no parecerá que ha viajado varios kilómetros. - Y sin recato, le mira, deja de observar su rostro, para perderse en sus hombros, su pecho… y desear poner sus manos sobre su cuello y espalda. ¿Tallarle? No, darle un masaje, como el esclavo en el que se esta convirtiendo sin darse cuenta.
Pasa saliva, y su espalda se tensa, al sentir esos labios sobre esa parte de su piel. ¡Por que alli….! Dioses, ¿Por qué tenia que mirarlo asi? No podria contenerse mucho mas…
Sus manos actuarian solas y poco le importaria el lugar publico. El acto de respirar, era doloroso, mientras sentia esa leve presión sobre su piel. Y se hace mas agonizante, al sentir la húmeda de su lengua, apenas, pero lo puede sentir.
Esta en una nube, de la cual cae de manera estrepitosa, cuando ella se incorpora. Se siente lejos de su cobijo, y acongojado, solo le escucha en silencio, con una mirada de total reproche. El quiere mas. El no desea estar lejos… el…
Las palabras se desvanecen. Y ella se aleja, esa figura perfecta, llena de seguridad. Una verdadera persona divina, eso es ella. Se da cuenta, que no conoce, o no recuerda haber escuchado su nombre. Debe conocerlo. Tiene que poder ponerle un nombre a ese cuerpo, que ya imagina pegado al suyo. Cuando ella se gira, sabe que es su ultima oportunidad. Vamos, Jérémie, deja de ser un niño y hazte un verdadero semental. No, no tanto, pero al menos, actúa como el hombre atractivo que tantas personas te han dicho que eres. Usa eso en lo que no confias tener, y ganate los favores de esa dama.
Se levanta, y con grácil paso, le da alcance. La espalda erguida, y la mirada al frente, componiendo en su rostro que aun no pierde del todo el encendido de las mejillas, una sonrisa que le dice que es suyo, de alguna forma.
-Permítame invitarla, acompañarle. Después, podria acompañarle hasta su casa. Vamos, permita que lleve su equipaje… -extendio su brazo, quería llevar su maleta, por muy pequeña que fuese, era pecado dejar que ella hiciera tal cosa. Un tono mas seguro, mas firme, mas grave… Una mascara mas, solo para conseguir algo. -Nos hemos conocido por algo… soy de ese tipo de creencia. Además, mi bella dama… ¿Cómo ponerle nombre esta noche en mis sueños, si o me ha permitido conocerlo? -Pregunto, con un tono casi inocente, acercándose de nuevo, acariciando su mejilla con el dorso de sus dedos indice y medio. El rostro ladeado, y una sonrisa seductora.
Louis J. Bouquet- Cambiante Clase Media
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Teme cuando te diga que me interesas
porque es el momento en el que todos tus miedos,
terrores y horrores se cristalizarán con una simple sonrisa.
porque es el momento en el que todos tus miedos,
terrores y horrores se cristalizarán con una simple sonrisa.
El día es brillante, no puedo negarlo y hace un buen tiempo para forjar pactos y alianzas aunque en mi caso siempre será todo en mi beneficio porque poco es lo que pierdo. Sí, puedo arriesgar mi cuerpo, mi reputación, pero no importa si el resultado se basa en el dinero que puedo obtener para que mi hermanita se recupere. Más ahora que no veo ningún avance y el dinero empieza a escasear. Necesitaré pronto una entrada de efectivo constante si no me veré en la penosa necesidad de vender las joyas que mi tercer esposo me obsequió.
Lo único bueno de que lo maté haciéndolo pasar por un paro cardiaco es que así las joyas pasaron de sus arcas a mis manos y al hacer de éstas su oficio, mi marido sí que tenía las suficientes como para complacer a cualquier miembro de la realeza y en este caso, me están auxiliando a pasar los momentos en que no tengo una persona a mi lado que pueda hacerse cargo de los gastos o bien, cuando no tengo trabajo. Estoy en el abismo y si no me sostengo rápido de algo voy a caer, lo único malo es que no sólo yo lo haré, si no también Ury.
No tengo más opciones que darle a este joven la visión del paraíso, aunque me queme debo salir adelante, tener más dinero y la única forma es que este joven de buenas rops y modales impecables, aunque tímidos e incluso afeminados me lo entregue. Escucho sus pasos tras de mí y al tomar mi maleta no puedo más que sonreír con alegría que proviene del pensamiento de que jugué bien mis cartas y que ahora lo tengo entre las manos aunque él puede pensar que es porque me entusiasma su presencia por otras razones muy disparatadas.
¿Amar? ¿Querer? Si por eso ni animales ni mascotas tengo, para no desperdiciar el tiempo, el dinero y el esfuerzo en seres vivos que en realidad no me interesan ni me dejan de importarme, sólo hay una persona en mi mente y es Ury, no hay nadie más que ella que valga la pena el desperdiciar mi atención o bien, el voltear a verlos. Cierto es que los hombres son un dolor de cabeza que tiene un que soportar para obtener lo que necesita: en mi caso, dinero en el de las demás una posición que en Viena perdí y no quiero volver a tener si uno de los requisitos es ser la cualquiera de mi esposo.
Las palabras del joven me hacen pensar por qué no tuve una mejor suerte con los varones, a finales de cuentas no era yo alguien malvado cuando me casé por primera vez, ni en la segunda, ni mucho menos en la tercera. ¿Por qué? De todas formas dejo que él me acaricie en un mohín muy delicado y sensual que sólo me hace cerrar los ojos envuelta en un dolor que me parte en dos y que puede llegar hasta la parte más íntima de mi alma, la más secreta de todas y es una oda al recuerdo del amor de mis padres y que jamás llegaré a tener.
Trago saliva alzando los ojos hacia mi interlocutor, leyendo en ellos que puede ver mi desasosiego, obligándome a reaccionar y sonreír con la misma expresión de antes. Tomo su brazo y camino a su lado hacia el restaurant mientras que me encojo de hombros en un mohín que puede interpretarse como juguetón con la sonrisa que ilumina mi rostro, pero en realidad es una muestra de lo vacía que estoy hoy en día. Donde nadie puede ayudarme y de todas formas no permito que entren en mi vida, en esa parte donde sólo está Ury.
- Mi nombre es Úrsula - digo con voz firme, sensual, felicitándome por dentro al mantener el control, no le doy el apellido así es mucho más informal. Si él necesita saberlo, que se lo gane. No digo nada más, pero permito que me conduzca hasta el restaurant, a ver en qué área nos sentaremos. Espero que sea primera clase, por su bien, claro está. Si no, bueno, se llevará una sorpresa.
Lo único bueno de que lo maté haciéndolo pasar por un paro cardiaco es que así las joyas pasaron de sus arcas a mis manos y al hacer de éstas su oficio, mi marido sí que tenía las suficientes como para complacer a cualquier miembro de la realeza y en este caso, me están auxiliando a pasar los momentos en que no tengo una persona a mi lado que pueda hacerse cargo de los gastos o bien, cuando no tengo trabajo. Estoy en el abismo y si no me sostengo rápido de algo voy a caer, lo único malo es que no sólo yo lo haré, si no también Ury.
No tengo más opciones que darle a este joven la visión del paraíso, aunque me queme debo salir adelante, tener más dinero y la única forma es que este joven de buenas rops y modales impecables, aunque tímidos e incluso afeminados me lo entregue. Escucho sus pasos tras de mí y al tomar mi maleta no puedo más que sonreír con alegría que proviene del pensamiento de que jugué bien mis cartas y que ahora lo tengo entre las manos aunque él puede pensar que es porque me entusiasma su presencia por otras razones muy disparatadas.
¿Amar? ¿Querer? Si por eso ni animales ni mascotas tengo, para no desperdiciar el tiempo, el dinero y el esfuerzo en seres vivos que en realidad no me interesan ni me dejan de importarme, sólo hay una persona en mi mente y es Ury, no hay nadie más que ella que valga la pena el desperdiciar mi atención o bien, el voltear a verlos. Cierto es que los hombres son un dolor de cabeza que tiene un que soportar para obtener lo que necesita: en mi caso, dinero en el de las demás una posición que en Viena perdí y no quiero volver a tener si uno de los requisitos es ser la cualquiera de mi esposo.
Las palabras del joven me hacen pensar por qué no tuve una mejor suerte con los varones, a finales de cuentas no era yo alguien malvado cuando me casé por primera vez, ni en la segunda, ni mucho menos en la tercera. ¿Por qué? De todas formas dejo que él me acaricie en un mohín muy delicado y sensual que sólo me hace cerrar los ojos envuelta en un dolor que me parte en dos y que puede llegar hasta la parte más íntima de mi alma, la más secreta de todas y es una oda al recuerdo del amor de mis padres y que jamás llegaré a tener.
Trago saliva alzando los ojos hacia mi interlocutor, leyendo en ellos que puede ver mi desasosiego, obligándome a reaccionar y sonreír con la misma expresión de antes. Tomo su brazo y camino a su lado hacia el restaurant mientras que me encojo de hombros en un mohín que puede interpretarse como juguetón con la sonrisa que ilumina mi rostro, pero en realidad es una muestra de lo vacía que estoy hoy en día. Donde nadie puede ayudarme y de todas formas no permito que entren en mi vida, en esa parte donde sólo está Ury.
- Mi nombre es Úrsula - digo con voz firme, sensual, felicitándome por dentro al mantener el control, no le doy el apellido así es mucho más informal. Si él necesita saberlo, que se lo gane. No digo nada más, pero permito que me conduzca hasta el restaurant, a ver en qué área nos sentaremos. Espero que sea primera clase, por su bien, claro está. Si no, bueno, se llevará una sorpresa.
Off: Lo siento, gatito de Ferrocarril, pero me desconectaron la pc por completo en casa de mi prima y perdí el post, ahora no puedo concentrarme bien. perdóname U_U
Última edición por Ebba Úrsula Billington el Jue Abr 05, 2012 5:34 pm, editado 1 vez
Ebba Úrsula Billington- Humano Clase Alta
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El cambiaformas felino, estaba convertido en un perfecto ratón, que se ha dejado atar a los colores de una mirada ultraterrena. Para el, se ha borrado cualquier limite de decencia. No le importa mucho, el que dirán. Si, es raro verlo acompañado, al menos de dia y sobretodo por semejante mujer. Sobra decir que se siente pequeñísimo e insignificante a su lado. Imperfecto. Como un pillo, es mucho mas activo por las noches, pero asi ha tenido que construir en gran parte sus horarios. No es su culpa haberle entregado su corazón a un vampiro, no, no solo a uno. Louis era lo que se dice, alguien demasiado enamoradizo, y solo coger cariño con facilidad. Tanto, hasta hacer cosas que solo hacen las personas normales cuando están bajo efectos del alcohol o tienen un sentido del peligro nulo.
Parpadea lo menos que puede, y mientras observa los rasgos del rostro de la pelirroja, se pregunta, a que vino todo aquello. Por que, no es tan lento y a pesar de quedar comiendo de la palma de la mano de la chica, sabe que ese ángel hizo aquello por alguna razón. ¿O solo es una inocente travesura? ¿Es su mente pervertida, que vuelva demasiado lejos, y vio cosas donde no estaban?.
Le intrigan los misterios que oculta, por que sin duda, los tiene, quedan al aire las puntas de los velos que cubren las facetas de la chica. Pero apenas la conoce, y no le dirá nada. No tendría por que hacerlo. Ahora más, podría desconfiar de él si se muestra demasiado ávido de conocimientos. El intentar conocer a una mujer, es un verdadero arte, que se convierten ciencia, y no un simple hobbie. Esta mal hacer eso, es subestimar, ver por encima del hombro.
¿Cómo será el ser al que esa mujer este unida? Por que… le parece imposible que una chica como la que tiene delante, ande soltera. Su perfume y ropas de corte finísimo, le dan un estatus y atrae miradas, como la miel atrae insectos, así, tal y como el mismo, que al sentir que acepta su brazo, el globito del orgullo esta totalmente henchido, y no puede menos que admirar la buena suerte que esa tarde le acompaña. ¡Existen los milagros! O, al menos, hasta ese momento, la señora fortuna le esta sonriendo.
-Nombre exquisitamente sonoro y adecuado para usted.- su rostro se desvía levemente, pero sus pupilas no dejan de vigilarle, con el brazo libre, despejo su rostro de aquel flequillo largo que luce de manera masoquista, pues a ratos le impide tener una buena visibilidad. Todo sea por verse bien. A la entrada del restaurante, observa el chico el lugar. Sabe que debe impresionarla, o al menos, hacer lo que se espera de él. Un camarero se acerca y pregunta si desean una mesa, el sonríe, apretando mas el brazo de la chica, y le dice que si, que los lleve a su mejor zona. Lo hace sin pensar, una vez más. El dinero, por ahora no es problema, ha ganado bien, y sus bolsillos van rebosantes. Si, ese dinero que iría para algo mucho más útil, y que al mirar a su familia en casa, algún tiempo después, se sentiría irremediablemente culpable.
Son conducidos solícitamente por el jovencito, hasta una mesa en un lugar algo mas intimo, con velas y la vajilla inmaculada delante. Jérémie se apresura para abrirle la silla a la pelirroja, esperando se acomode, para terminar su gesto, luego rodea la mesilla, hábilmente, y toma su respectivo lugar. Los cuadernillos de cuero negro, los menús, están sobre las mesas y el mismo chico que les llevo hasta allí, aguarda a distancia. El rubio toma aquel objeto y lo observa, o al menos lo intenta. El cabello llamea de manera danzarina a la luz de las velas. -Es la primera vez que entro aquí. Suelo venir a mirar el movimiento… pero sabe… no hay como comer en casa, ¿no le parece?-comento, con una sonrisa de medio lado
Parpadea lo menos que puede, y mientras observa los rasgos del rostro de la pelirroja, se pregunta, a que vino todo aquello. Por que, no es tan lento y a pesar de quedar comiendo de la palma de la mano de la chica, sabe que ese ángel hizo aquello por alguna razón. ¿O solo es una inocente travesura? ¿Es su mente pervertida, que vuelva demasiado lejos, y vio cosas donde no estaban?.
Le intrigan los misterios que oculta, por que sin duda, los tiene, quedan al aire las puntas de los velos que cubren las facetas de la chica. Pero apenas la conoce, y no le dirá nada. No tendría por que hacerlo. Ahora más, podría desconfiar de él si se muestra demasiado ávido de conocimientos. El intentar conocer a una mujer, es un verdadero arte, que se convierten ciencia, y no un simple hobbie. Esta mal hacer eso, es subestimar, ver por encima del hombro.
¿Cómo será el ser al que esa mujer este unida? Por que… le parece imposible que una chica como la que tiene delante, ande soltera. Su perfume y ropas de corte finísimo, le dan un estatus y atrae miradas, como la miel atrae insectos, así, tal y como el mismo, que al sentir que acepta su brazo, el globito del orgullo esta totalmente henchido, y no puede menos que admirar la buena suerte que esa tarde le acompaña. ¡Existen los milagros! O, al menos, hasta ese momento, la señora fortuna le esta sonriendo.
-Nombre exquisitamente sonoro y adecuado para usted.- su rostro se desvía levemente, pero sus pupilas no dejan de vigilarle, con el brazo libre, despejo su rostro de aquel flequillo largo que luce de manera masoquista, pues a ratos le impide tener una buena visibilidad. Todo sea por verse bien. A la entrada del restaurante, observa el chico el lugar. Sabe que debe impresionarla, o al menos, hacer lo que se espera de él. Un camarero se acerca y pregunta si desean una mesa, el sonríe, apretando mas el brazo de la chica, y le dice que si, que los lleve a su mejor zona. Lo hace sin pensar, una vez más. El dinero, por ahora no es problema, ha ganado bien, y sus bolsillos van rebosantes. Si, ese dinero que iría para algo mucho más útil, y que al mirar a su familia en casa, algún tiempo después, se sentiría irremediablemente culpable.
Son conducidos solícitamente por el jovencito, hasta una mesa en un lugar algo mas intimo, con velas y la vajilla inmaculada delante. Jérémie se apresura para abrirle la silla a la pelirroja, esperando se acomode, para terminar su gesto, luego rodea la mesilla, hábilmente, y toma su respectivo lugar. Los cuadernillos de cuero negro, los menús, están sobre las mesas y el mismo chico que les llevo hasta allí, aguarda a distancia. El rubio toma aquel objeto y lo observa, o al menos lo intenta. El cabello llamea de manera danzarina a la luz de las velas. -Es la primera vez que entro aquí. Suelo venir a mirar el movimiento… pero sabe… no hay como comer en casa, ¿no le parece?-comento, con una sonrisa de medio lado
Louis J. Bouquet- Cambiante Clase Media
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El hombre que me ofrece su brazo parece tan henchido de orgullo que me hace sonreír un poco en tanto caminamos ambos con paso ligero, pero él acoplándose al mío, como todo buen caballero hace. Se ve muy interesante aunque quiera negarlo por completo, sí, no me queda de otra que aceptar que tiene algo que me hace desear que continúe a mi lado independientemente que él pague mi comida o que tenga dinero. Tiene... sí, esa frescura que alguna vez tuve, esa bondad que podía mirar a los ojos de Ury.
Suspiro levemente en tanto continúo mi camino con él a mi vera, bien tomada de su brazo y no puedo evitar sonreír al escuchar tan bonito halago. Los he oído mejores, no me queda la menor duda, pero no así de... sencillos... además, sé que le intereso, que le atraigo de una forma que no puede disimularlo, pero aún me queda la duda de qué hacer con él. Cierto es que hace pocos minutos estaba decidida a que sólo me alimentara y mandarlo lejos, pero ahora entiendo que es un buen partido, que es bueno tenerlo conmigo.
Puede darme lo que necesito en los momentos de mayor necesidad, un tipo mecenas a cambio de... ¿Sexo? Algo que ya quedó claro que soy inexperta y él mucho más, pero puedo darle un giro a todo ésto y ver qué necesita para proporcionárselo. ¿Una dama de compañía? Eso es fácil, no encontrará una más versada que yo a pesar de que en mi pasado hay tanta podredumbre y lodo que pueden ensuciar hasta el expediente más pulcro. Me aferro a la idea de que aún tengo mi doble personalidad, ese nuevo nombre por el cual muchos no me conocen si no es que nadie más que un puñado de personas que cuento con los dedos de mi mano derecha y son demasiados.
Tengo una oportunidad, sólo es cuestión de barajear bien mis cartas y elegir las adecuadas en los momentos más precisos para no batallar y no errar. Cuidadosa, con pies de plomo así debo ir con él a mi vera, sin dudarlo, pero de todas formas coqueteándole hasta que tenga una nueva perspectiva, oportunidad o bien, alguien que pueda proporcionarme lo que este muchacho no. Atracción neta, ansiedad de estar entre sus brazos. Sí, un hombre de esa naturaleza necesito. Desgraciadamente este joven no es alguien que pueda con mi carácter y eso ya se notó por más que intente por todos los medios hacerse notar.
Una pena, porque es fácil notar que tiene dinero, desde lo pulcro de sus cabellos, sus ropas de gran calidad, esos anillos, el reloj que cuelga de su bolsillo. El tipo de piel tan cuidada, sedosa, las uñas de las manos tan arregladas, incluso puede ser que hasta manicureadas. El viento alborota sus cabellos, ocultándole el rostro con su flequillo que se quita él mismo con un mohín que me hace sonreír de lo coqueto que es y que a mí sólo me causa diversión. Eso es este pequeño, un instante de entretenimiento que no pasará a mayores.
El restaurante no está mal, pero obviamente no es de tan alto prestigio como todos aquéllos a los que acostumbro, pero de momento es satisfactorio. Además, la comida debe ser decente porque hay personas en una zona que parece exclusiva quienes comen con fruición, de una forma que me imagino probando también los platillos y degustándolos con esa sonrisa de satisfacción. Él pide la mejor zona y me aprieta la mano como esperando que le dé el visto bueno, que parezca satisfecha con su elección y sólo tengo que sonreírle en una actuación total en la que le observo como se mira al hombre de tu vida.
Al de tus sueños, casi embobada en todo momento, como si no hubiera nadie más importante en la tierra que Louis. Le daría ese regalo, le haría sentir en la gloria durante el tiempo que estemos juntos, pero al mismo tiempo exigiré que se me trate como lo que soy: no cualquier mujer. Toda una dama en la extensión de la palabra que le entrega este tiempo libre a este joven para que todos los hombres lo envidien, se sienta en el paraíso y luego, cuando tengamos que despedirnos, ruegue por volverme a ver. Lo obsesionaré, seré su musa y su señora en toda la extensión de la palabra.
Puedo hacerlo, quiero y lo haré de una forma soberbia. Permito que me conduzcan a una mesa perfecta, observo la cubertería, la vajilla y doy mi visto bueno. Me acomodo con ayuda de él viendo de reojo cómo el camarero no deja de verme y luego de ello observo el menú inmaculadamente provistos de un cuero negro que permite la conservación de la minuta. Los cabellos masculinos se ven increíbles con la luz de las velas y estoy más que segura que el mío, soberbia que soy, se ve mucho más perfecto. Me encojo de hombros antes de abrir la carta y mis ojos pasean por todos los platillos. Los entiendo a la perfección, pero...
Vuelvo a observar y finjo por un instante contradicción. Hablo en mi lengua materna, el alemán y miro a mi acompañante con un puchero fingido. Parpadeo hasta que Louis se fija en mí y solícito me pregunta que qué tengo. Mi mohín se hace mucho más marcado y mis labios se unen hacia el centro permitiendo que unos milímetros de ellos sobresalgan de mi perfil, como si fuera una pequeña niña es que me encuentro. Un plan perfecto como imposible de que falle.
- No, en mi casa ya no hay nadie y... y no entiendo la minuta, no sé leer francés, sé hablarlo, pero no leerlo... - suelto un suspirito, como muy contrariada al tiempo que parpadeo con mi mirada fija en Louis. Observo de reojo que el camarero de inmediato se apresura a ofrecerme uno en el idioma que yo quiera, pero niego muy digna esperando a Louis - si no me ayuda a traducirlo sentándose a mi lado para que pueda entenderlo, mucho me temo que me quedaré sin comer... - me encojo de hombros tomando una ruta alternativa, dejándolo que sea el caballero de armadura brillante que ayudará a la desdichada damisela y al mismo tiempo...
Busco la forma de que vuelva a oler mi perfume, que esté a mi lado observando mis ojos, que no los pierda de vista, que al tiempo que se siente a mi lado pueda hipnotizarlo, obsesionarlo más de lo que ya está hasta que no pueda más que pensar en mí todo el tiempo. Eso deseo, alguien que tenga su devoción puesta en mí, que no haya nada más importante que yo y mis caprichos. Mis anhelos, mis deseos.
Suspiro levemente en tanto continúo mi camino con él a mi vera, bien tomada de su brazo y no puedo evitar sonreír al escuchar tan bonito halago. Los he oído mejores, no me queda la menor duda, pero no así de... sencillos... además, sé que le intereso, que le atraigo de una forma que no puede disimularlo, pero aún me queda la duda de qué hacer con él. Cierto es que hace pocos minutos estaba decidida a que sólo me alimentara y mandarlo lejos, pero ahora entiendo que es un buen partido, que es bueno tenerlo conmigo.
Puede darme lo que necesito en los momentos de mayor necesidad, un tipo mecenas a cambio de... ¿Sexo? Algo que ya quedó claro que soy inexperta y él mucho más, pero puedo darle un giro a todo ésto y ver qué necesita para proporcionárselo. ¿Una dama de compañía? Eso es fácil, no encontrará una más versada que yo a pesar de que en mi pasado hay tanta podredumbre y lodo que pueden ensuciar hasta el expediente más pulcro. Me aferro a la idea de que aún tengo mi doble personalidad, ese nuevo nombre por el cual muchos no me conocen si no es que nadie más que un puñado de personas que cuento con los dedos de mi mano derecha y son demasiados.
Tengo una oportunidad, sólo es cuestión de barajear bien mis cartas y elegir las adecuadas en los momentos más precisos para no batallar y no errar. Cuidadosa, con pies de plomo así debo ir con él a mi vera, sin dudarlo, pero de todas formas coqueteándole hasta que tenga una nueva perspectiva, oportunidad o bien, alguien que pueda proporcionarme lo que este muchacho no. Atracción neta, ansiedad de estar entre sus brazos. Sí, un hombre de esa naturaleza necesito. Desgraciadamente este joven no es alguien que pueda con mi carácter y eso ya se notó por más que intente por todos los medios hacerse notar.
Una pena, porque es fácil notar que tiene dinero, desde lo pulcro de sus cabellos, sus ropas de gran calidad, esos anillos, el reloj que cuelga de su bolsillo. El tipo de piel tan cuidada, sedosa, las uñas de las manos tan arregladas, incluso puede ser que hasta manicureadas. El viento alborota sus cabellos, ocultándole el rostro con su flequillo que se quita él mismo con un mohín que me hace sonreír de lo coqueto que es y que a mí sólo me causa diversión. Eso es este pequeño, un instante de entretenimiento que no pasará a mayores.
El restaurante no está mal, pero obviamente no es de tan alto prestigio como todos aquéllos a los que acostumbro, pero de momento es satisfactorio. Además, la comida debe ser decente porque hay personas en una zona que parece exclusiva quienes comen con fruición, de una forma que me imagino probando también los platillos y degustándolos con esa sonrisa de satisfacción. Él pide la mejor zona y me aprieta la mano como esperando que le dé el visto bueno, que parezca satisfecha con su elección y sólo tengo que sonreírle en una actuación total en la que le observo como se mira al hombre de tu vida.
Al de tus sueños, casi embobada en todo momento, como si no hubiera nadie más importante en la tierra que Louis. Le daría ese regalo, le haría sentir en la gloria durante el tiempo que estemos juntos, pero al mismo tiempo exigiré que se me trate como lo que soy: no cualquier mujer. Toda una dama en la extensión de la palabra que le entrega este tiempo libre a este joven para que todos los hombres lo envidien, se sienta en el paraíso y luego, cuando tengamos que despedirnos, ruegue por volverme a ver. Lo obsesionaré, seré su musa y su señora en toda la extensión de la palabra.
Puedo hacerlo, quiero y lo haré de una forma soberbia. Permito que me conduzcan a una mesa perfecta, observo la cubertería, la vajilla y doy mi visto bueno. Me acomodo con ayuda de él viendo de reojo cómo el camarero no deja de verme y luego de ello observo el menú inmaculadamente provistos de un cuero negro que permite la conservación de la minuta. Los cabellos masculinos se ven increíbles con la luz de las velas y estoy más que segura que el mío, soberbia que soy, se ve mucho más perfecto. Me encojo de hombros antes de abrir la carta y mis ojos pasean por todos los platillos. Los entiendo a la perfección, pero...
Vuelvo a observar y finjo por un instante contradicción. Hablo en mi lengua materna, el alemán y miro a mi acompañante con un puchero fingido. Parpadeo hasta que Louis se fija en mí y solícito me pregunta que qué tengo. Mi mohín se hace mucho más marcado y mis labios se unen hacia el centro permitiendo que unos milímetros de ellos sobresalgan de mi perfil, como si fuera una pequeña niña es que me encuentro. Un plan perfecto como imposible de que falle.
- No, en mi casa ya no hay nadie y... y no entiendo la minuta, no sé leer francés, sé hablarlo, pero no leerlo... - suelto un suspirito, como muy contrariada al tiempo que parpadeo con mi mirada fija en Louis. Observo de reojo que el camarero de inmediato se apresura a ofrecerme uno en el idioma que yo quiera, pero niego muy digna esperando a Louis - si no me ayuda a traducirlo sentándose a mi lado para que pueda entenderlo, mucho me temo que me quedaré sin comer... - me encojo de hombros tomando una ruta alternativa, dejándolo que sea el caballero de armadura brillante que ayudará a la desdichada damisela y al mismo tiempo...
Busco la forma de que vuelva a oler mi perfume, que esté a mi lado observando mis ojos, que no los pierda de vista, que al tiempo que se siente a mi lado pueda hipnotizarlo, obsesionarlo más de lo que ya está hasta que no pueda más que pensar en mí todo el tiempo. Eso deseo, alguien que tenga su devoción puesta en mí, que no haya nada más importante que yo y mis caprichos. Mis anhelos, mis deseos.
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La culpa se entierra, se esconde debajo de la mesa. Tal y como pasara la noche que conoció a Ben. Primero, era un lío. Hablar o no con la dama. Mirarla… No mirarla… Cosa más imposible. ¿Ir tras ella? Aun más. La pura suerte lo acompañaba. Quizás su ángel protector al fin se apiadaba de el, después de tantas malas pasadas que le jugo tiempo atrás. Si… Louis merecía un poco de las cosas buenas de la vida. Tenía ya tanto… Capricho era el querer más. Bueno, no podía reprimir esa naturaleza de gatito divo que se había callado ya demasiado, que costaba sacarle el polvo, pero tenia que hacerlo si quería seguir perdido en aquel mar de fuego que tenia a su lado.
Ebba tenía algo que atraía a Louis… Y era… no entendía. Lo que si tenia claro, es que Imre jamás seria como esa mujer, el chico era demasiado… ¿infantil, blando, predecible?. Esa dama tenia un aura angelical, si, pero… al mismo tiempo, coqueta y toda una nube de misterio. No era tonto el gato y sabía que ella presentaba más retos… Entonces, vacilo. ¿Y si mejor huía? No tenia un buen pasado, cuando intentaba acercarse a una chica… No había podido volver a salir, como hacia ahora con Ebba, con nadie mas. Tal vez solo charlas tranquilas y suaves como el aleteo de una mariposa. Nunca habia vuelto a sentir ese cosquilleo ante una dama. No desde que Arianne le rompiera el corazón en mil pedacitos, que después pisoteara, para desaparecer de su vida.
Quiere mantenerse cerca a Ebba, aun si es tan cobarde y no intenta nada más. Quiere sonreírle, quiere cuidarla. Quiere… ¿ser su amigo?
El minino observa el menú, pero no es capaz de entender ni pío. No lee en realidad. Sigue observando, según el, de manera disimulada a la pelirroja. Para el son un montón de líneas que forman algo… pero… terminara pidiendo cualquier cosa. Louis no es una persona que se preocupe por el que comer, mientras lo haga. Para el da lo mismo un par de bollos con crema, que un asado o un pavo relleno. Pescado que pasta. Incluso cosas que no se verían apetitosas, el podría comerlas. En ese momento, aquello incluso seria más notorio. Podía comer incluso la envoltura de los dulces que le llevaba a Halima, y mientras la mirada de aquel ángel estuviera sobre el, no lo notaria.
Entonces, Louis sale por un momento del ensueño, al escuchar a su acompañante usar una lengua que no conoce. Algo va mal. Se pone nervioso, y se inclina un poco, hacia delante, servicial como parece que es genético en el. - ¿Pasa algo, Ebba? - ¿Qué en su casa no hay nadie? El gato no comprende. ¿Acaso es soltera? ¿Tiene padres que le dejan sola por meses enteros? No encuentra razones de ello. Una mujer tan joven y atractiva a un grado que ya debería ser pecado. Sonríe de medio lado, servicial, se pone de pie de inmediato, moviendo una de las sillas con cuidado, para sentarse junto a ella. Esa forma de mirar, de gesticular, lo hipnotiza. -No me perdonaría dejarla ir con el estomago vacío… Sé lo que es enfrentarse a un idioma desconocido. -se encogió de hombros un momento. Jérémie las había pasado malas, cuando no entendía ni media palabra, y aquellos trazos tan simples llamados letras, le parecían tan ajenos. El minino comienza a leer de manera pausada, con ese tono tranquilo y suave, para que ella capte todo bien. Además, así puede estar de nuevo con esa cercanía que desde el otro lado de la mesa no puede disfrutar. El juego de las pestañas le hace casi suspirar… El rubor de sus mejillas… Y ese aroma que lo hace pensar, que si cae fulminado en ese momento, ya ha visto uno de los ángeles del señor. Jérémie lee para ella, y ni siquiera sabe que es lo que dice. Le sonríe de medio lado una vez mas -Y… bien… ¿Algo se te antoja? -
Ebba tenía algo que atraía a Louis… Y era… no entendía. Lo que si tenia claro, es que Imre jamás seria como esa mujer, el chico era demasiado… ¿infantil, blando, predecible?. Esa dama tenia un aura angelical, si, pero… al mismo tiempo, coqueta y toda una nube de misterio. No era tonto el gato y sabía que ella presentaba más retos… Entonces, vacilo. ¿Y si mejor huía? No tenia un buen pasado, cuando intentaba acercarse a una chica… No había podido volver a salir, como hacia ahora con Ebba, con nadie mas. Tal vez solo charlas tranquilas y suaves como el aleteo de una mariposa. Nunca habia vuelto a sentir ese cosquilleo ante una dama. No desde que Arianne le rompiera el corazón en mil pedacitos, que después pisoteara, para desaparecer de su vida.
Quiere mantenerse cerca a Ebba, aun si es tan cobarde y no intenta nada más. Quiere sonreírle, quiere cuidarla. Quiere… ¿ser su amigo?
El minino observa el menú, pero no es capaz de entender ni pío. No lee en realidad. Sigue observando, según el, de manera disimulada a la pelirroja. Para el son un montón de líneas que forman algo… pero… terminara pidiendo cualquier cosa. Louis no es una persona que se preocupe por el que comer, mientras lo haga. Para el da lo mismo un par de bollos con crema, que un asado o un pavo relleno. Pescado que pasta. Incluso cosas que no se verían apetitosas, el podría comerlas. En ese momento, aquello incluso seria más notorio. Podía comer incluso la envoltura de los dulces que le llevaba a Halima, y mientras la mirada de aquel ángel estuviera sobre el, no lo notaria.
Entonces, Louis sale por un momento del ensueño, al escuchar a su acompañante usar una lengua que no conoce. Algo va mal. Se pone nervioso, y se inclina un poco, hacia delante, servicial como parece que es genético en el. - ¿Pasa algo, Ebba? - ¿Qué en su casa no hay nadie? El gato no comprende. ¿Acaso es soltera? ¿Tiene padres que le dejan sola por meses enteros? No encuentra razones de ello. Una mujer tan joven y atractiva a un grado que ya debería ser pecado. Sonríe de medio lado, servicial, se pone de pie de inmediato, moviendo una de las sillas con cuidado, para sentarse junto a ella. Esa forma de mirar, de gesticular, lo hipnotiza. -No me perdonaría dejarla ir con el estomago vacío… Sé lo que es enfrentarse a un idioma desconocido. -se encogió de hombros un momento. Jérémie las había pasado malas, cuando no entendía ni media palabra, y aquellos trazos tan simples llamados letras, le parecían tan ajenos. El minino comienza a leer de manera pausada, con ese tono tranquilo y suave, para que ella capte todo bien. Además, así puede estar de nuevo con esa cercanía que desde el otro lado de la mesa no puede disfrutar. El juego de las pestañas le hace casi suspirar… El rubor de sus mejillas… Y ese aroma que lo hace pensar, que si cae fulminado en ese momento, ya ha visto uno de los ángeles del señor. Jérémie lee para ella, y ni siquiera sabe que es lo que dice. Le sonríe de medio lado una vez mas -Y… bien… ¿Algo se te antoja? -
Louis J. Bouquet- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 20/01/2011
Edad : 33
Localización : In the 13Gate (?) Ok no, pero, posiblemente más cerca de lo que esperas
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Re: Balloons (Ebba owo)
Volteo a ver al hombre que se sienta a mi lado para irme leyendo muy despacio el menú, casi con reverencia mientras que sigo atenta sus palabras, con un mechón cubriéndole el rostro cuyas facciones son tan pulcras como hermosas. Es un ser que de pronto, me recuerda a Ury y me obliga a tragar saliva con dificultad ante lo bondadoso de sus actos. ¿Seré capaz de burlarme de él cuando sólo me está entregando comprensión y atención? ¿De robar una ilusión y de pisotearla como han hecho conmigo? Es esa manera de procurarme la que me hizo perder el control sobre mi cuerpo, mi mente. Alargo mi mano izquierda y mis uñas rascan la superficie de ésta en un mohín nervioso, porque no sé qué hacer ahora.
Continuar con la farsa sería justo un insulto a un alma tan parecida a la de mi hermana. ¿Por qué tuve que compararlos? Duele saber que alguna vez mi Ury fue tan hermosa como este varón, que era tan atenta y dulce. Trago saliva otra vez y me muerdo el labio inferior. Mis ojos voltean a verle intensa, pero de forma atenta. Sus cejas, esa nariz delineada, los pómulos, los labios marcados. Es un hombre con un ángel impresionante, creo que jamás conocí a alguien así. Sonrío y reviso el menú para ladear la cabeza sin saber bien qué quiero. Tengo tantas ganas de unas pastitas o de algo más casero, daría todo por probar de nuevo esa sopa de garbanzo que mi madre hacía cuando yo estaba enferma. Nunca supe cómo se hacía aunque intenté siempre que mi hermana tuviera ese tipo de anécdotas. Esos recuerdos son lo que jamás se olvidan.
- No tengo idea de qué puedo elegir, quiero algo que sea casero, que no sea tan comercial porque no me siento con ánimos y lo que necesito es algo que me reconforte - volteo a verle el rostro y parpadeo para alargar una de mis manos y con el dedo índice acariciar ese rasgo propio de los ojos de los orientales y ladeo al cabeza mirándolo atenta, quizá sin educación - Si no es originario de París, ¿Cuál es su lugar de origen? - pregunto curiosa, no entiendo qué hace aquí o por qué vino hasta acá. ¿Acaso también huye como yo? Si es así, tengo que saber el por qué, sobre todo porque no estoy dispuesta a arriesgarme con alguien que pueda hacerme daño. El camarero viene justo en el momento menos indicado, me pregunta qué quiero y miro a Louis - Me gustaría que nos recomendara algo, sobre todo lo que hablamos respecto de una comida casera - le recuerdo mientras que el hombre sigue esperando paciente, pero siento cómo me observa con deseo, con las ganas de ser él quien esté a mi lado invitándome a comer.
Continuar con la farsa sería justo un insulto a un alma tan parecida a la de mi hermana. ¿Por qué tuve que compararlos? Duele saber que alguna vez mi Ury fue tan hermosa como este varón, que era tan atenta y dulce. Trago saliva otra vez y me muerdo el labio inferior. Mis ojos voltean a verle intensa, pero de forma atenta. Sus cejas, esa nariz delineada, los pómulos, los labios marcados. Es un hombre con un ángel impresionante, creo que jamás conocí a alguien así. Sonrío y reviso el menú para ladear la cabeza sin saber bien qué quiero. Tengo tantas ganas de unas pastitas o de algo más casero, daría todo por probar de nuevo esa sopa de garbanzo que mi madre hacía cuando yo estaba enferma. Nunca supe cómo se hacía aunque intenté siempre que mi hermana tuviera ese tipo de anécdotas. Esos recuerdos son lo que jamás se olvidan.
- No tengo idea de qué puedo elegir, quiero algo que sea casero, que no sea tan comercial porque no me siento con ánimos y lo que necesito es algo que me reconforte - volteo a verle el rostro y parpadeo para alargar una de mis manos y con el dedo índice acariciar ese rasgo propio de los ojos de los orientales y ladeo al cabeza mirándolo atenta, quizá sin educación - Si no es originario de París, ¿Cuál es su lugar de origen? - pregunto curiosa, no entiendo qué hace aquí o por qué vino hasta acá. ¿Acaso también huye como yo? Si es así, tengo que saber el por qué, sobre todo porque no estoy dispuesta a arriesgarme con alguien que pueda hacerme daño. El camarero viene justo en el momento menos indicado, me pregunta qué quiero y miro a Louis - Me gustaría que nos recomendara algo, sobre todo lo que hablamos respecto de una comida casera - le recuerdo mientras que el hombre sigue esperando paciente, pero siento cómo me observa con deseo, con las ganas de ser él quien esté a mi lado invitándome a comer.
Ebba Úrsula Billington- Humano Clase Alta
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