el silencio, arte que solo los locos utilizan (Libre)

La voz del pasado se hacía presente en ese momento cuando por las calles mi cuerpo se desplazaba como si fuera tan solo parte del viento, un viento que parecía mover mis cabellos acorde unas palabras que en lejanía se escuchaban. Paris no era igual como aquellos años, la oscuridad reinaba por los callejones donde como ratas se encontraban aquellos que se hacían llamar seres de la noche; equivocados estaban porque en tinieblas era como vivíamos, si noche a noche pensaba que las tinieblas no era más que una maldición impuesta por el primero de esta especie. Las edificaciones se extendía ante mi paso y mis ojos buscando algo que llamara mi atención se guiaron por el dulzor aroma de un hombre que salía de un bar de mala muerte, un rico que gastaba su plata en el lugar más miserable de aquella ciudad. Camine a su lado con suavidad haciendo que siguiera mis pasos hasta un lugar aún más oscuros; donde la sombra de la muerte estaría presente. No fueron necesarias las palabras, mas había un arma de seducción que podía ocupar como se me antojara la mente de aquel hombre apestaba en vicios, lujuria y pecados carnales. Pocos segundos pasaron para que en aquel callejón mis colmillos penetraran aquella piel que virgen por uno maldito hacia que mis labios hicieran presión mientras mi lengua ayudaba a succionar gota a gota de aquel rojo carmesí que hacía de mi deleite algo personal. ¿Matarlo? No, su sangre era demasiado deliciosa como para beber solo una vez de aquel, controle a mi favor su mente creando una historia, un cuento de hadas y con un beso de despedida mi cuerpo comenzó a moverse.

La oscuridad seguía los faroles no lograban dar la luz a nosotros los que habitábamos en tinieblas, sonreí ante mi pensamiento y el recuerdo de una biblia llego a mi recuerdo, Andrews siempre repetía – Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz - Ahora parecía tener sentido aquello, mi voz suave como el viento desapareció cuando el teatro de hizo presente ante mí. No dude dos veces y entrando a ese lugar el aroma a sangre me inundo la masacre había terminado y caminando entre hombres que caminaban desorientados, muertos y oscuridad una voz llego a mis oídos haciendo que mis ojos buscaran aquel demonio que habitaba en ese lugar, tome una máscara del suelo que bañada en sangre le daba un toque especial, cubrí mi rostro y seguí los pasos de quien con voz segura dictaba un parlamento. Los segundos pasaron y el silencio se hizo eterno, tan eterno como mis pensamientos, ¿reconocerlo? Aquello estaba más que claro, mi rostro oculto por aquella mascara no revelaría mi identidad, al menos por ahora – Y el infiernos los rechazara porque sería un desperdicio tenerlos… buscad una manera de extinguirlos porque muertos es poco – proclame como un mandato, entrando al juego del loco. – ¡Mandaros a un lugar donde sufran de verdad! – mi risa comenzó a sonar macabra, formándose un extraño eco tras ella. El teatro que segundos antes estaba plagado ahora parecía estar abandonado, las butacas desocupadas los cuerpos hechos cenizas y el telón… El silencio era el telón de inicio y ambos los actores de una obra desconocida. Shaitan fue mi último pensamiento.