La leyenda de Amon. [Violette]

por **Tayend de Grey** Lun Nov 21, 2011 3:10 am

Ira: «amor por la justicia pervertido a venganza y resentimiento».

-¿Qué piensas hacer?
-Tenemos que servir las cenas, déjalo en el callejón, cuando se despierte se irá

Los cristales rotos sonaban a cada paso que daba en aquellas calles desiertas. Era de noche, muy de noche, debía faltar poco para que amaneciera porque el frío se calaba en los huesos como cuchillos. La espalda le dolía a rabiar por haberse quedado tirado en el callejón casi toda la noche, y la botella de ron que llevaba en la mano tintineaba contra su anillo a la par que su botas marcaban ritmos constantes en los callejones húmedos. A decir verdad, parecía un cascabel andante, pero ser sigiloso en ese momento no era su objetivo principal, ni su máxima preocupación a decir verdad.

Apenas hubo dado veinte pasos, descargó todo su peso en la pared, y con la vista clavada en los adoquines comenzó a reír. Una risa tonante y grave, nerviosa e inquietante que calló de golpe restaurando el silencio a su alrededor. – Mundo. Una moneda si dejas de girar. – sentenció con tono burlón mientras rebuscaba de forma impaciente en su bolsillo. Con aire triunfal sacó una moneda de plata y la tiró con todas sus fuerzas, haciendo que rebotara en la pared contraria y saliera rodando con un resplandor blanquecino.

Las tripas le rugieron, protestando nuevamente. Se dejó caer al suelo, y se sentó cabizbajo, y unas fuertes nauseas amenazaron con quitarle la poca decencia que le quedaba. Para despistar el cuerpo empezó a tararear una canción que cada vez iba cogiendo más fuerza. Una canción revolucionaria que entornaba mientras unos rayos de sol comenzaban a escalar su espalda.

– Madame Veto avait promis. de faire égorger tout Paris, mais son coup a manqué, grâce à nos canonniers!. Dansons la Carmagnole ...

por **Violette Diamant** Mar Nov 22, 2011 8:16 am

Silencio. Era todo lo que podía escuchar Violette a su paso por las desiertas calles de París. No había sido una buena noche ni tampoco tranquila, había presenciado una de tantas reuniones de intelectuales por las que sabía que podía correr el mismo destino que su padre pero no le importaba nada que la acusaran falsamente ante la inquisición, si ya había perdido todo ¿qué más podía perder?

Estaba oculta bajo una capa, arrebujada en ella. Su negro cabello y su dulce rostro bajo la densa capucha. Cuanto menos llamara la atención a aquellas horas, mucho mejor. París siempre era peligroso y aunque ya no estaba todo entre penumbras gracias a los ligeros rayos de sol que comenzaban a pintar el horizonte, seguía sintiéndose intranquila..."No confíes en nadie, no bajes la guardia"

Una canción interrumpió sus pensamientos. Demasiado familiar. Los vellos de su piel se erizaron al reconocer aquellas notas entonadas por una masculina voz rasgada por el alcohol. El alcohol, que si no iba a llevar a un hombre a cometer tal estupidez. Continuó caminando hacia él, no pensando detenerse tan si quiera a mirarlo, si quería morir, que lo hiciera. Por desgracia no todo iba a ser tan fácil ya que, justo cuando pasaba por al lado del joven, oyó otras voces cercanas. Si no se callaba, la condena sería para ambos.

Se situó junto al muchacho de cabellos rubios y ojos aturdidos y le tapó la boca situando el puñal de su padre junto al cuello de este.
-Shh...no quiero morir y si tú tampoco quieres hacerlo, cállate antes de que nos descubran -susurró deseando que aquellas otras personas no hubieran oído nada y tan si quiera repararan en su presencia.

por **Tayend de Grey** Miér Nov 23, 2011 6:14 am

Su voz parecía amplificarse, y sus notas solitarias parecían acompañadas de las de sus compañeros que se alzaban junto con él. Compañeros que había dejado atrás, y que dudaba poder volver a ver. Desterrados por luchar por una patria que les daba la espalda y que los perseguía como a miserables, los despreciaba como a mendigos y los castigaba como a paganos.

Quizás fuera por el alcohol, por la emoción del momento o porque su cabeza estaba demasiado ocupada como para percatarse, pero los claros pasos de tacones se ahogaron en su indiferencia. Solo se dio cuenta de que tenia compañía cuando la hoja de aquel afilado cuchillo se posaba sobre su nuez, y unos ojos duros se clavaban sobre los suyos.¿Descubrir? ¿Que narices hablaba esa loca?Unas voces de fondo fueron la respuesta que necesitaba. Un taconeo constante que se acercaba y que dejaba claro que eran más de dos personas. Tayend giro levemente el rostro y de su cuello se escurrió una pequeña gota de sangre que se perdió al chocar con su camisa.

Al menos cuatro hombres entraron en el callejón y su mente se empezó a agilizar. El resplandor del cuchillo y la distancia que los separaban empezó a ser un inconveniente. Ni siquiera lo pensó, con una mano cogió con firmeza su codo para dejar unos milímetros de margen, y con la otra agarró con brusquedad el pelo de la joven, atraiéndola hacia él y fundiéndolos en un beso hosco, en el que se limito a morder su labio inferior y esperar con cautela que los pasos pasaran de largo.

En un abrir y cerrar de ojos los hombres que habían entrado por el callejón salieron del mismo, reanudando sus charlas joviales de primera hora de la mañana. Tayend se separó de la mujer y se llevo la mano a sus labios limpiándose el rastro de cualquier marca de carmín que llevara. -Guarde ese cuchillo maldita sea, aquí no hay pescado que limpiar ni hilo que cortar- espetó reparando de nuevo en ella, y mirando el filo que aún tenia una pequeña mancha de sangre.

por **Violette Diamant** Miér Nov 23, 2011 6:57 am

La sorpresa se reflejó en los ojos de aquel joven el cual no pareció darse cuenta de la gravedad de la situación al principio. Cuando por fin fue consciente, la que se vio sorprendida en mitad de un beso fue Violette. Los labios de aquel hombre sabían a alcohol, a ron...ahí estaba la explicación de aquella maldita canción suicida. En aquella corta distancia pudo distinguir también el olor a tabaco y un ligero toque de perfume tan suave que debía de llevar varias horas puesto. Volvía a casa tras una noche..."ocupada".

Con la mano que tenía libre empujó el pecho del hombre para librarse de él en un inútil forcejeo ahogado por aquellas manazas. ¿Quién había decidido que los hombres tuvieran mayor fuerza y complexión?
Notó como su labio aprisionado por unos dientes era de pronto liberado y, como reacción, se echó hacia atrás llevando una mano a su boca. Odiaba el hecho de que sus mejillas se hubieran sonrojado pues no eran más que una muestra de lo débil que era por culpa de su estúpida moral cristiana. Pestañeó un par de veces antes de comprender las palabras que salían de la boca de aquel hombre y, cuando consiguió librarse del estado de shock en el que se encontraba, limpió la afilada hoja en su capa y volvió a esconder su arma.
-Pero si hay un cerdo al que debería llegarle su San Martín- respondió ácidamente ante aquel comentario machista.

Intentó arreglar su alborotado cabello buscando un poco de compostura y parte del orgullo que le habían arrebatado esa noche. Era la primera vez que sentía un beso y, no había sido exactamente de la forma en la que le había imaginado desde niña, tan si quiera sabía como se llamaba y lo peor, no le importaba. Quizás lo único que le causara interés de él era de dónde había sacado aquella canción. Se detuvo entonces a mirarlo por primera vez de forma analítica. Vestía elegantemente, ropas caras, un anillo valioso en su dedo, cabello y rostro bien aseados...Apostaba la mano a que era de clase alta.

Se levantó del suelo limpiando su vestido de los restos de suciedad que pudieran haber quedado en él.
-Sabe, si quiere conservar la cabeza sobre los hombros: No vuelva a tocarme y, más importante aún, guarde esa canción para la intimidad de su fetiche dormitorio- comentó sonriente en un tono más de amenaza que de consejo

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