AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Escalofrío [Emerick Durand]
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Escalofrío [Emerick Durand]
La gente ya se encontraba aglutinada para entrar al teatro; pero ella aguardaba a una prudente distancia, evitando cualquier contacto excesivo que pudiera delatarla de algún modo. Vio cómo los pequeños grupos se iban desplazando paulatinamente hacia el vestíbulo y finalmente, después de la rigurosa socialización previa a la función, se internaban en la sala buscando sus respectivos asientos. Ella tenía reservado un palco; debía subir las escaleras para instalarse cómodamente en la semipenumbra.
Esa noche se presentaba una obra trágica, una nueva representación de Medea. Por esa única razón había acudido. No le gustaban los melodramas ni la comedia y esta era una de esas raras ocasiones en que al frívolo público parisino le daba por aceptar algo que a ella le interesaba, a final de cuentas, era una verdadera anciana en el cuerpo de una viuda de treinta años.
Cuando el vestíbulo estuvo despejado casi totalmente, ella por fin entró. Caminaba pausadamente, pues escuchaba a la perfección que la función aún demoraría un rato en comenzar. Se dirigió a las escaleras del lado derecho y subió con el mismo aire parsimonioso de una sacerdotisa, aunado al innegable toque sensual que sólo podría conjugar una bebedora de sangre de su edad: no era el contoneo provocativo de la juventud o de las cortesanas, se trataba de algo totalmente distinto. Se sujetó del barandal con la mano enguantada de negro y al llegar al pasillo que la conduciría a su palco se topó con un hombre alto, de piel blanca y ojos marrón; un joven verdaderamente atractivo a pesar de que su gesto recordaba al de una esfinge: así de hermético, de frío. Se detuvo bruscamente: algo en la presencia del hombre había hecho que un escalofrío le recorriese toda la espina dorsal, algo que sólo había sucedido en un par de ocasiones y siempre frente a alguno de su especie u otro tipo de criatura sobrenatural, no obstante, lo saludó como hubiera hecho de toparse con cualquier otro alguien: - Buenas noches, monsieur. Tras lo cual siguió su camino, todavía con ese raro estremecimiento en la piel.
Esa noche se presentaba una obra trágica, una nueva representación de Medea. Por esa única razón había acudido. No le gustaban los melodramas ni la comedia y esta era una de esas raras ocasiones en que al frívolo público parisino le daba por aceptar algo que a ella le interesaba, a final de cuentas, era una verdadera anciana en el cuerpo de una viuda de treinta años.
Cuando el vestíbulo estuvo despejado casi totalmente, ella por fin entró. Caminaba pausadamente, pues escuchaba a la perfección que la función aún demoraría un rato en comenzar. Se dirigió a las escaleras del lado derecho y subió con el mismo aire parsimonioso de una sacerdotisa, aunado al innegable toque sensual que sólo podría conjugar una bebedora de sangre de su edad: no era el contoneo provocativo de la juventud o de las cortesanas, se trataba de algo totalmente distinto. Se sujetó del barandal con la mano enguantada de negro y al llegar al pasillo que la conduciría a su palco se topó con un hombre alto, de piel blanca y ojos marrón; un joven verdaderamente atractivo a pesar de que su gesto recordaba al de una esfinge: así de hermético, de frío. Se detuvo bruscamente: algo en la presencia del hombre había hecho que un escalofrío le recorriese toda la espina dorsal, algo que sólo había sucedido en un par de ocasiones y siempre frente a alguno de su especie u otro tipo de criatura sobrenatural, no obstante, lo saludó como hubiera hecho de toparse con cualquier otro alguien: - Buenas noches, monsieur. Tras lo cual siguió su camino, todavía con ese raro estremecimiento en la piel.
Aurelia Sila- Vampiro Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Noches de un entretenimiento "culto" era lo que aquel hombre, que respondía ante el llamado de Emerick, buscaba. Un pequeño lapso de tiempo en el cual sus preocupaciones careciesen de importancia y que solo el mundo que sus ojos contemplaban fuese una realidad era lo que su alma anhelaba aun a pesar de que sabía que esto mismo era imposible... Un mero rato de gozo que solo los ojos más expertos serían capaces de detectar era lo que había venido a buscar, en aquella fría noche, al teatro de París. Medea sería representada en aquel crepúsculo y, para él, aunque para muchos otros el papel principal recaía en Jasón, hombre de fuertes principios e hitos heroicos, lo único de valor que se podía encontrar sería la actuación de la propia Medea; una mujer consumida por aquel extraño odio que la llevo a matar a sus hijos y a buscar venganza en una joven dama. Era un papel complicado y, por ello, estaba especialmente interesado en la joven que la representaría.
Tal vez había sido por eso que se había apresurado a llegar al teatro, casi antes de que este abriera, para poder entrar al lugar sin tener que aguantar a un cúmulo de personas hablando sin saber al tiempo que abarrotaban la entrada. Sin cavilar y sin dar duda a la dilación, sus pasos le guaron hacía las escaleras del ala diestra del edificio. Su porte, seguro y arrogante, era embriagado por una sutil aura de bestialidad que no parecía encajar con lo frío de su mirada. Un hombre con aspecto de hombre pero esencia de bestia, así era el Emerick que acaba de llegar al palco y había tomado asiento.
Su genuina indiferencia pasó inadvertida ante las gentes pues, a fin de cuentas, estas se ocupaban de no más que sus asuntos. Todo habría sido normal de no ser por que, de repente, desde lo más profundo de su ser, un tremundano escalofrío recorrió todo su cuerpo al mismo momento que los pelos de su espada se erizaban inquietos. Sus ojos, aun sin variar en su gélida tonalidad, tomaron rumbo hacía aquello que le había provocado dicha reacción. Su mirada se fue a posar en una dama de porte distinguido y hermoso, vanagloriado por la sencillez de su propia belleza. Una mujer de oscuros cabellos y blanca y tersa piel le saludó, ante lo cual él respondió. - Buenas noches, myladi - enunció con tono neutro mientras veía como esta avanzaba.
No tuvo la seguridad ni una clara certeza del porque tal mujer le había causado aquella reacción. Cierto era que su belleza era casi extinta. La juventud había abierto sus alas para dejar a un fruto tan hermoso como la vida misma aunque, realmente, aquello no podía ser la verdadera razón que había instado a su cuerpo a actuar de aquella forma. No era, lo que se decía, un "adicto" a las faldas y, aunque, ciertamente, aquella distaba mucho de la belleza "fácil" que tantas jovenes tenían -era más elegante, más natural, más bella- no era propio de él caer ante los encantos del sexo opuesto. Pero, ¿Qué era entonces sino? No lo sabía mas, en su interior, había algo que rugía por salir... su instito animal más primario había despertado ante una presencia desconocida... ¿Qué era ella? Él no podía saberlo pues, a fin de cuentas, todavía era un cambiaformas demasiado joven como para reconocer a alguien como ella aunque, bien es cierto que, por alguna razón, creía haber detectado un olor bastante peculiar en su delicioso aroma: sangre.
Tal vez había sido por eso que se había apresurado a llegar al teatro, casi antes de que este abriera, para poder entrar al lugar sin tener que aguantar a un cúmulo de personas hablando sin saber al tiempo que abarrotaban la entrada. Sin cavilar y sin dar duda a la dilación, sus pasos le guaron hacía las escaleras del ala diestra del edificio. Su porte, seguro y arrogante, era embriagado por una sutil aura de bestialidad que no parecía encajar con lo frío de su mirada. Un hombre con aspecto de hombre pero esencia de bestia, así era el Emerick que acaba de llegar al palco y había tomado asiento.
Su genuina indiferencia pasó inadvertida ante las gentes pues, a fin de cuentas, estas se ocupaban de no más que sus asuntos. Todo habría sido normal de no ser por que, de repente, desde lo más profundo de su ser, un tremundano escalofrío recorrió todo su cuerpo al mismo momento que los pelos de su espada se erizaban inquietos. Sus ojos, aun sin variar en su gélida tonalidad, tomaron rumbo hacía aquello que le había provocado dicha reacción. Su mirada se fue a posar en una dama de porte distinguido y hermoso, vanagloriado por la sencillez de su propia belleza. Una mujer de oscuros cabellos y blanca y tersa piel le saludó, ante lo cual él respondió. - Buenas noches, myladi - enunció con tono neutro mientras veía como esta avanzaba.
No tuvo la seguridad ni una clara certeza del porque tal mujer le había causado aquella reacción. Cierto era que su belleza era casi extinta. La juventud había abierto sus alas para dejar a un fruto tan hermoso como la vida misma aunque, realmente, aquello no podía ser la verdadera razón que había instado a su cuerpo a actuar de aquella forma. No era, lo que se decía, un "adicto" a las faldas y, aunque, ciertamente, aquella distaba mucho de la belleza "fácil" que tantas jovenes tenían -era más elegante, más natural, más bella- no era propio de él caer ante los encantos del sexo opuesto. Pero, ¿Qué era entonces sino? No lo sabía mas, en su interior, había algo que rugía por salir... su instito animal más primario había despertado ante una presencia desconocida... ¿Qué era ella? Él no podía saberlo pues, a fin de cuentas, todavía era un cambiaformas demasiado joven como para reconocer a alguien como ella aunque, bien es cierto que, por alguna razón, creía haber detectado un olor bastante peculiar en su delicioso aroma: sangre.
Emerick Durand- Cambiante Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
La presencia de hombre la inquietaba, a pesar del saludo indiferente, algo en su interior le gritaba "sal de aquí, corre", pero era la parte irracional, esa a la que siempre hacía esperar, pues su lado racional le exigía respuestas. "No voy a perderme la obra por un vulgar presentimiento", dijo para sus adentros. Se acomodó en el asiento, que por el ángulo en que se encontraban, quedaba ligeramente más adelante que el del hombre. Tomó el programa y jugueteó con él, tratando de distraerse, oredenando a su corazón que dejara de latir violentamente o él lograría escucharla. Se sentía vulnerable, como si ella fuera un pequeño gorrión acechado por un gato; pero él no era un vampiro, de eso estaba segura: podía percibir la vida auténtica en su esencia, si alguien debía temer en esa habitación era él ¿o no?
Se levantó el telón, la nodriza apareció en escena y describió las desventuras de su ama. Aurelia observaba. De entre todas las tragedias, esa tiene la capacidad de estremecerla hasta lo más profundo de su ser. ¿Quién sino ella, puede entender todo lo que significa? Ella, que escapó de la suerte de ser despreciada como la pobre Medea y había terminado convertida en... eso. Claro que su historia no poseía la elocuente belleza con que Eurípides había escrito su obra y sólo su propia existencia la teñía con el misterioso matiz de lo mítico. Había dejado de prestar atención al desgarrador llanto de la heroína, perdiéndose entre sus recuerdos más viejos, los más dolorosos. De repente se sintió mareada, necesitaba aire. Los aplausos significaban que había terminado la primera parte. Respiró hondo. "Es sólo la catarsis", pensó.
Escuchó la respiración del hombre y se sobresaltó: se había olvidado por completo de él. Hasta ella llegaba su olor, tan masculino, impregnado de algo diferente...era como si estuviera empapado de las fragancias del bosque y algo más, algo indefinido que la asustaba. Se concentró para poder ver algo en su mente que la ayudara a salir de ese estado que tanto la molestaba. Era difícil, era un hombre con una voluntad tremenda y le costaba atravesar sus barreras interiores; pero cuando lo logró, sólo pudo ver imágenes confusas de un bosque oscuro, en el que corría libremente un animal enorme: un oso. Se giró para mirarlo y su aspecto la impresionó más que en el primer vistazo, era como si él y el animal fueran la misma criatura.
Estaba desconcertada y no se dio cuenta que lo miraba con demasiada avidez. Él se había dado cuenta y clavaba sus ojos en ella con cierta ferocidad contenida.
Se levantó el telón, la nodriza apareció en escena y describió las desventuras de su ama. Aurelia observaba. De entre todas las tragedias, esa tiene la capacidad de estremecerla hasta lo más profundo de su ser. ¿Quién sino ella, puede entender todo lo que significa? Ella, que escapó de la suerte de ser despreciada como la pobre Medea y había terminado convertida en... eso. Claro que su historia no poseía la elocuente belleza con que Eurípides había escrito su obra y sólo su propia existencia la teñía con el misterioso matiz de lo mítico. Había dejado de prestar atención al desgarrador llanto de la heroína, perdiéndose entre sus recuerdos más viejos, los más dolorosos. De repente se sintió mareada, necesitaba aire. Los aplausos significaban que había terminado la primera parte. Respiró hondo. "Es sólo la catarsis", pensó.
Escuchó la respiración del hombre y se sobresaltó: se había olvidado por completo de él. Hasta ella llegaba su olor, tan masculino, impregnado de algo diferente...era como si estuviera empapado de las fragancias del bosque y algo más, algo indefinido que la asustaba. Se concentró para poder ver algo en su mente que la ayudara a salir de ese estado que tanto la molestaba. Era difícil, era un hombre con una voluntad tremenda y le costaba atravesar sus barreras interiores; pero cuando lo logró, sólo pudo ver imágenes confusas de un bosque oscuro, en el que corría libremente un animal enorme: un oso. Se giró para mirarlo y su aspecto la impresionó más que en el primer vistazo, era como si él y el animal fueran la misma criatura.
Estaba desconcertada y no se dio cuenta que lo miraba con demasiada avidez. Él se había dado cuenta y clavaba sus ojos en ella con cierta ferocidad contenida.
Aurelia Sila- Vampiro Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Aun a pesar de la intraquilidad que había reconcomido las capas más superficiales de la armadura de su ser, Emerick se había dispuesto a dejar pasar aquella extraña sensación de su espalda para, simplemente, disfrutar del espectáculo que aquella sala de teatro estaba a punto de ofrecer a todos los allí presentes. Y así lo hizo y es que, para él, daba igual que el peligro estuviese escondido por doquier pues, nada, y absolutamente nada, le impediría disfrutar de una de las cosas que más le gustaban... fue por eso que se dio el lujo de soltar un suspiro al tiempo que cerraba brevemente los ojos. Las luces se atenuaron y música comenzó a sonar, la obra ya estaba siendo representada. Su mirada se clavó sobre la zona de representación y, durante un buen trecho de tiempo, solo dicha sección existió.
Los sentimientos fueron puestos en escena, las frases fueron rememoradas y la función se desarrolló de forma tan fluida que parecía un relato real más que una representación de la vida misma. Medea brilló con luz propia y, para su sorpresa, Jasón encumbró a su personaje hasta unas cotas que ni él mismo habría podido imaginar. El reparto en general realizó un gran trabajo en aquella primera parte pero, sin duda alguna, era ella, la interprete de Medea, quien más destacaba en todo aquel entresijo de papeles. ¿Cómo no serlo? Su misma alma parecia tomar forma ante cada movimiento de su cuerpo, ante cada suspiro, ante cada palabra...
Era casi emocionante y, a pesar de que su rostro no reflejó más que una absoluta frialdad, sus ojos brillaron de puro júbilo cuando, tras cerrar el telón, una lluvia de aplausos hizo que el mismo suelo retumbase. El primer acto había terminado pero, para su desagrado, aquello que había intentado olvidar durante la función había regresado. Una punzante sensación azotó su sien al tiempo que un ente extraño trataba de colarse en su interior, ¿Quién diablos se creía aquella mujer que era para irrumpir así en su existencia? No sabía que era, no sabía quien era ni que queria ni los motivos de sus acciones y, ni tan si quiera, podía asegurar que era ella quien estaba actuando pero, aun así, aun después de poder realizar tal afirmación, su interior rugió con rabia y odio.
No sabía que era lo que le había intentado hacer pero, sinceramente, se había molestado muchisimo ante el simple intento de hacer algo a sus espaldas. ¿Quién le había dado derecho? Su mirada, ahora encendida en una oscura y funesta llama animal, se clavó sobre la hermosa silueta de la dama de cabellos oscuros. Ni su cuidada figura ni su blanca piel sirvieron para apaciguar el fuego que se había encendido en lo más profundo de su ser, aquella "falta de respeto" -así lo consideraba él- lo había molestado mucho, más de lo que cabría imaginar. Fue por eso que se levantó, con aires elegantes- al tiempo que se dirigía a ella, despacio y cuidadoso. Su rostro tomó como propia una sonrisa encantadora que, en realidad, no era más que pura fachada. - Disculpe myladi, ¿Podría regalarme su bella presencia por unos breves momentos? - dijo y preguntó mientras le ofrecía la mano -sin saber o, si quiera, intuir que el contacto entre ambos podía ser fatal a causa de las capacidades de esta-, cortesmente, emulando las dotes del perfecto caballero que, sin duda alguna, él no era. No tenía pensado hacerle nada, simplemente quería instarle a que le dejase en paz y que no le molestase.
Los sentimientos fueron puestos en escena, las frases fueron rememoradas y la función se desarrolló de forma tan fluida que parecía un relato real más que una representación de la vida misma. Medea brilló con luz propia y, para su sorpresa, Jasón encumbró a su personaje hasta unas cotas que ni él mismo habría podido imaginar. El reparto en general realizó un gran trabajo en aquella primera parte pero, sin duda alguna, era ella, la interprete de Medea, quien más destacaba en todo aquel entresijo de papeles. ¿Cómo no serlo? Su misma alma parecia tomar forma ante cada movimiento de su cuerpo, ante cada suspiro, ante cada palabra...
Era casi emocionante y, a pesar de que su rostro no reflejó más que una absoluta frialdad, sus ojos brillaron de puro júbilo cuando, tras cerrar el telón, una lluvia de aplausos hizo que el mismo suelo retumbase. El primer acto había terminado pero, para su desagrado, aquello que había intentado olvidar durante la función había regresado. Una punzante sensación azotó su sien al tiempo que un ente extraño trataba de colarse en su interior, ¿Quién diablos se creía aquella mujer que era para irrumpir así en su existencia? No sabía que era, no sabía quien era ni que queria ni los motivos de sus acciones y, ni tan si quiera, podía asegurar que era ella quien estaba actuando pero, aun así, aun después de poder realizar tal afirmación, su interior rugió con rabia y odio.
No sabía que era lo que le había intentado hacer pero, sinceramente, se había molestado muchisimo ante el simple intento de hacer algo a sus espaldas. ¿Quién le había dado derecho? Su mirada, ahora encendida en una oscura y funesta llama animal, se clavó sobre la hermosa silueta de la dama de cabellos oscuros. Ni su cuidada figura ni su blanca piel sirvieron para apaciguar el fuego que se había encendido en lo más profundo de su ser, aquella "falta de respeto" -así lo consideraba él- lo había molestado mucho, más de lo que cabría imaginar. Fue por eso que se levantó, con aires elegantes- al tiempo que se dirigía a ella, despacio y cuidadoso. Su rostro tomó como propia una sonrisa encantadora que, en realidad, no era más que pura fachada. - Disculpe myladi, ¿Podría regalarme su bella presencia por unos breves momentos? - dijo y preguntó mientras le ofrecía la mano -sin saber o, si quiera, intuir que el contacto entre ambos podía ser fatal a causa de las capacidades de esta-, cortesmente, emulando las dotes del perfecto caballero que, sin duda alguna, él no era. No tenía pensado hacerle nada, simplemente quería instarle a que le dejase en paz y que no le molestase.
Emerick Durand- Cambiante Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Él se había levantado de su asiento y se dirigió hacia ella, pidiéndole (¿u ordenándole?) que lo acompañara unos instantes. El pánico asomó un instante por los oscuros ojos de Aurelia, pero los modales de su inesperado compañero de palco eran irreprochables y ella era una dama, por lo que no podía negarse ante su petición y se dominó, pensando en que bastaría un mínimo esfuerzo si él (fuera lo que fuera) decidía enfrentarla. Aceptó la mano que él le tendía, ofreciendo la suya delicadamente. El fino encaje de sus guantes funcionó como el aislante perfecto entre ambas pieles, que de haberse tocado directamente, pudieron haber producido chispas. La tensión en el aire casi podía verse... Ella permanecía en silencio, dejando que cada célula de su cuerpo se pusiera en guardia, pero sin mostrar alteración alguna en su rostro, que había adoptado el mismo tipo de sonrisa amable del hombre.
El bullicio de la gente levantándose invadía el teatro. Se dirigían al vestíbulo y a los pasillos para cotillear o comentar la obra, para tomar un respiro o escapar definitivamente. Se había interrumpido la solemnidad de la tragedia para resistir lo que vendría. Pero ninguno de los asistentes podría imaginarse qué era lo que vendría, no ya respecto a la obra, sino sobre la historia oculta que se estaba representando en uno de los palcos: una vampiresa atemorizada, una asesina capaz de acabar con las vidas de todos esos ingenuos espectadores sólo para saciar su hambre, incapaz de saber lo que estaba por suceder, carcomida por la incertidumbre...pues era antigua y poderosa, pero no sabía nada sobre clarividencia.
Pensaba en lo que él podría querer de ella. Se preguntaba si su repentina reacción habría tenido algo que ver con su casi fallido intento de asomarse en su interior, puesto que había sentido una oposición casi consciente. Era algo que no podría responder con certeza; usualmente ese tipo de intromisiones no eran detectadas por la mayoría de los mortales, pero ahora ella no estaba segura de que él fuera un mortal cualquiera...y tenía la intensa sensación de que su osadía podía costarle cara si él intuía lo que acababa de suceder. No obstante, si se mostraba temerosa las cosas podrían salirse de control, así que después de levantarse ayudada por él y lo tomó del brazo con toda la naturalidad del mundo, como solían hacer las damas ante gestos como aquél. Ante la cercanía de su cuerpo adivinó una fuerza tremenda, así como la seguridad de que bajo esa fachada de amabilidad se ocultaba otra cosa. Algo que pronto le sería revelado, de eso estaba segura.
Por fin Aurelia rompió el silencio y le respondió con la voz más encantadora que pudo entonar: - Por supuesto, monsieur... -dudó un momento, pero se mostró altiva y serena- no sé su nombre, ¿cómo debo llamarlo?
El bullicio de la gente levantándose invadía el teatro. Se dirigían al vestíbulo y a los pasillos para cotillear o comentar la obra, para tomar un respiro o escapar definitivamente. Se había interrumpido la solemnidad de la tragedia para resistir lo que vendría. Pero ninguno de los asistentes podría imaginarse qué era lo que vendría, no ya respecto a la obra, sino sobre la historia oculta que se estaba representando en uno de los palcos: una vampiresa atemorizada, una asesina capaz de acabar con las vidas de todos esos ingenuos espectadores sólo para saciar su hambre, incapaz de saber lo que estaba por suceder, carcomida por la incertidumbre...pues era antigua y poderosa, pero no sabía nada sobre clarividencia.
Pensaba en lo que él podría querer de ella. Se preguntaba si su repentina reacción habría tenido algo que ver con su casi fallido intento de asomarse en su interior, puesto que había sentido una oposición casi consciente. Era algo que no podría responder con certeza; usualmente ese tipo de intromisiones no eran detectadas por la mayoría de los mortales, pero ahora ella no estaba segura de que él fuera un mortal cualquiera...y tenía la intensa sensación de que su osadía podía costarle cara si él intuía lo que acababa de suceder. No obstante, si se mostraba temerosa las cosas podrían salirse de control, así que después de levantarse ayudada por él y lo tomó del brazo con toda la naturalidad del mundo, como solían hacer las damas ante gestos como aquél. Ante la cercanía de su cuerpo adivinó una fuerza tremenda, así como la seguridad de que bajo esa fachada de amabilidad se ocultaba otra cosa. Algo que pronto le sería revelado, de eso estaba segura.
Por fin Aurelia rompió el silencio y le respondió con la voz más encantadora que pudo entonar: - Por supuesto, monsieur... -dudó un momento, pero se mostró altiva y serena- no sé su nombre, ¿cómo debo llamarlo?
Aurelia Sila- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/11/2011
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
[justify]Siguiendo los que eran los correctos modales marcados por la época, una vez que la dama se hubo levantado, Emerick le ofreció el brazo obteniendo, por su parte, una respuesta afirmativa ante tal gesto. Ambos se alejaron del lugar con paso elegante, permaneciendo a una distancia no muy elevada debido a que ella se mantuvo sosteniendole el brazo con ciertos aires de, a su entender, delicadez. Así mismo, el cambiaformas pudo observar como eran no pocos los hombres -de diversas edades- allí presentes los que le estaban dedicadas miradas enmarcadas por envidía o, presumiblemente, rabia. Cierto era que aquella mujer era, con diferencia, la más hermosa que se había dignado a engrandecer la obra con su mera presencia aunque, realmente, aquello no tendría mucho que ver con la conversación que estaba a punto de mantener.
- Disculpe mis modales, mademoiselle - fue lo primero que respondió Durand aun sin dejar de caminar a paso lento. No era su idea la de "forzar" a la dama a que siguiese sus pasos y, por ello, acomodó su ritmo al que ella marcaba -él, a causa de su estatura, solía dar grandes pasos que hacían parecer que caminaba rápido- sin deseo alguno de caminar dicha mentalidad. Se mantuvo en dicha sintonía hasta que llegaron a un pequeño balcón, uno de los pocos del teatro, en el que nadie pudiese escuchar su conversación. Cerró las puertas tras de si -no con llave- para evitar que los curiosos pudiesen desdeñar el significado oculto de sus palabras.
Tras esto, y con gesto aun suave, se separó suavemente del gesto de la mujer para, con una solemnidad impropia entre seres tan dispares, tomar su mano y depositar un suave beso que, aun a pesar de todo, no hizo contacto con la piel de la dama por el guante que esta misma portaba y, además, porque sus labios no llegaron a rozar la misma extremidad. - Emerick Durand, a su servicio - comentó, ahora con un tono de voz neutral, más natural en su ser, al tiempo que ponía recta su espalda después de haberla encorvado para realizar el anterior acto. No es que hubiese tenido especial deseo por hacer eso pero sabía de las costumbres del país y había considerado que, tras pedirle que lo acompañase, no hacer aquello podía haber sido consierado una falta de respeto.
Tras esto, guardó silencio -esperando a que ella también se presentase- y se dedicó a mirarla directamente a los ojos. No le gustaba no mantener contacto visual con alguien cuando hablaba y, en cierto modo, el observar tan hermosos rasgos le ayudaba a dominar a la bestia que dormía en su interior y rugía por alzarse y arrancar una nueva vida... pero no podía, no era el momento ni el lugar y, además, mientras ella no quisiese hacerle nada, el respetaría su presencia. Aun seguía un tanto molesto por aquella extraña sensación en su cabeza pero trataría de olvidar. No quería montar un espectáculo, solo quería estar tranquilo... si es que así se lo permitían.
- Disculpe mis modales, mademoiselle - fue lo primero que respondió Durand aun sin dejar de caminar a paso lento. No era su idea la de "forzar" a la dama a que siguiese sus pasos y, por ello, acomodó su ritmo al que ella marcaba -él, a causa de su estatura, solía dar grandes pasos que hacían parecer que caminaba rápido- sin deseo alguno de caminar dicha mentalidad. Se mantuvo en dicha sintonía hasta que llegaron a un pequeño balcón, uno de los pocos del teatro, en el que nadie pudiese escuchar su conversación. Cerró las puertas tras de si -no con llave- para evitar que los curiosos pudiesen desdeñar el significado oculto de sus palabras.
Tras esto, y con gesto aun suave, se separó suavemente del gesto de la mujer para, con una solemnidad impropia entre seres tan dispares, tomar su mano y depositar un suave beso que, aun a pesar de todo, no hizo contacto con la piel de la dama por el guante que esta misma portaba y, además, porque sus labios no llegaron a rozar la misma extremidad. - Emerick Durand, a su servicio - comentó, ahora con un tono de voz neutral, más natural en su ser, al tiempo que ponía recta su espalda después de haberla encorvado para realizar el anterior acto. No es que hubiese tenido especial deseo por hacer eso pero sabía de las costumbres del país y había considerado que, tras pedirle que lo acompañase, no hacer aquello podía haber sido consierado una falta de respeto.
Tras esto, guardó silencio -esperando a que ella también se presentase- y se dedicó a mirarla directamente a los ojos. No le gustaba no mantener contacto visual con alguien cuando hablaba y, en cierto modo, el observar tan hermosos rasgos le ayudaba a dominar a la bestia que dormía en su interior y rugía por alzarse y arrancar una nueva vida... pero no podía, no era el momento ni el lugar y, además, mientras ella no quisiese hacerle nada, el respetaría su presencia. Aun seguía un tanto molesto por aquella extraña sensación en su cabeza pero trataría de olvidar. No quería montar un espectáculo, solo quería estar tranquilo... si es que así se lo permitían.
- off:
- Acabo de darme cuenta que en vez de Mademoiselle estaba usando myladi xD, que sería más típico de Inglaterra que de Francia. Por eso cambió ahora al decirlo, siento el fallo.
Emerick Durand- Cambiante Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Él la había conducido a un balcón cercano, obviamente en busca de privacidad. Ahora se hallaban aislados del ruido y las miradas de la gente que seguramente ya se cuestionaban sobre los motivos que llevaban a una pareja tan sui generis a buscar un sitio más privado. La sola idea de que a alguien le pasara por la cabeza que quizá tras las puertas cerradas de ese balcón se llevara a cabo una declaración de amor o alguna otra escena pasional le resultó un poco incómoda y trató de echarla de su mente de inmediato. De haber estado viva, se habría sonrojado. "¡Vaya momento para pensar en esas tonterías!", pensó, pero era cierto que había quedado bastante impresionada con todo él pues era bastante apuesto y lo suficientemente misterioso como para llevarla a hacer lo que había hecho, aun cuando hasta a ella misma solía parecerle indigno.
A Aurelia no se le escapaba que en cada gesto, en cada movimiento de su acompañante se percibía cierta premeditación, pero sin restarle naturalidad y elegancia; eso le gustaba. Poco a poco había sentido que el furor proveniente de él, si no se había borrado, por lo menos parecía haber alcanzado un nivel de tranquilidad propicio para permitirles hablar civilizadamente. Tanta ceremonia era producto del protocolo social y aunque ella hubiera preferido saltárselo, su rango y su nunca olvidada crianza aristocrática, la obligaban a mantenerse dentro de aquellos formalismos que, dadas las atípicas circunstancias, le parecían de sobra. Sin embargo, era obvio que al joven Emerick tampoco le parecía apropiado quebrantar dichas reglas.
La voz suave con que él le hablaba lograba tranqulizarla lo suficiente como para no mostrarle los colmillos en gesto amenazante como haría cualquier fiera que se siente acorralada; pero la mirada indescifrable clavándose en sus ojos no la dejaba bajar la guardia. De cualquier modo, esa puesta en escena debía proseguir y era su turno de seguir con el diálogo. -Encantada, monsieur Durand- respondió-, yo soy Aurelia Sila. Pero dígame, ¿en qué puedo serle útil?
Trató de que esas últimas palabras no delataran el nerviosismo latente que sentía, pero su labio temblaba un poco; sólo le quedaba que él no lo hubiera notado.
A Aurelia no se le escapaba que en cada gesto, en cada movimiento de su acompañante se percibía cierta premeditación, pero sin restarle naturalidad y elegancia; eso le gustaba. Poco a poco había sentido que el furor proveniente de él, si no se había borrado, por lo menos parecía haber alcanzado un nivel de tranquilidad propicio para permitirles hablar civilizadamente. Tanta ceremonia era producto del protocolo social y aunque ella hubiera preferido saltárselo, su rango y su nunca olvidada crianza aristocrática, la obligaban a mantenerse dentro de aquellos formalismos que, dadas las atípicas circunstancias, le parecían de sobra. Sin embargo, era obvio que al joven Emerick tampoco le parecía apropiado quebrantar dichas reglas.
La voz suave con que él le hablaba lograba tranqulizarla lo suficiente como para no mostrarle los colmillos en gesto amenazante como haría cualquier fiera que se siente acorralada; pero la mirada indescifrable clavándose en sus ojos no la dejaba bajar la guardia. De cualquier modo, esa puesta en escena debía proseguir y era su turno de seguir con el diálogo. -Encantada, monsieur Durand- respondió-, yo soy Aurelia Sila. Pero dígame, ¿en qué puedo serle útil?
Trató de que esas últimas palabras no delataran el nerviosismo latente que sentía, pero su labio temblaba un poco; sólo le quedaba que él no lo hubiera notado.
Aurelia Sila- Vampiro Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Emerick asintió ligeramente con la cabeza en un movimiento suave y elegante que no hizo más que alagar aquel protocolo que, aunque no terminaba de agradarle, debía de cumplir ante cada presentación si no queria faltarle al respeto de los cuales él mismo pedía su atención. - Es un placer, mademoiselle Sila - respondió el cambiaformas al tiempo que devolvía a su cuello a una posición más natural y, con cierto deje de confianza, dirigía su cuerpo hasta la barandilla y posaba su vista en el horizonte. Abandonó la mirada qe le habia dedicado a la hermosa dama en un intento de reducir la agitación que su lado más animal provocaba al estar ante la mera presencia de Aurelia. Un breve suspiro trató de alejar la tensión que se había acumulado en sus músculos, el bello paisaje nocturno no hizo más que facilitar dicha tarea. Era una noche hermosa, la Luna menguante lucía especialmente brillante en aquellos momentos.
- Le pido disculpas por mi descaro mas no he logrado malograr la idea de que usted tiene algo de especial - comentó, con un tono de voz neutral y frío, serio y tranquilo, mientras le dedicaba una escueta mirada a través del rabillo del ojo. Muchos habrían pensado que aquellas palabras no eran más que un truco de galán para conquistar a tan bella dama pero, la realidad, es que no era así. Bien podía ser cierto puesto que no menos de uno sería capaz de perder la cabeza por la dama que se hacía llamar Sila pero, la situación, hacía que algo así fuese poco probable.
Volvió a posar su mirada, girando levemente el cuello, sobre los preciosos orbes que tenía por ojos Aurelia. Esperó durante unos segundos -para darle mayor intensidad a sus siguientes palabras- al tiempo que abría ligeramente los labios, algo resecos por culpa de que el aire comenzaba a tornarse algo frío en aquel balcón. - ¿Son mis pensamientos equivocados, mademoiselle Sila? - preguntó con ciertos aires de curiosidad y haciendo ademán de que no quería increpar en nada muy profundo ni que requería de una respuesta directa. No necesitaba una confesión de que era distinta al resto de las personas por algo de su interior, solo quería confirmar sus sospechas... además, era posible que algún curioso estuviese intentando detectar el caracter de aquellas palabras y, por ende, era conveniente utilizar frases que ocultasen la verdad para otros pero no para si mismos.
Pero, ¿Por qué actuar de aquella forma? Era tan simple como que los humanos eran estúpidos y simples. Si alguien descubría la verdad tras sus pieles no serían capaces de volver a vivir una vida normal en Francia y, la verdad, eso no era agradable. Él no tenía intención de causarle males a la dama si esta tampoco los tenía para él y, la verdad, si era respetado, él haría lo mismo... cierto era que la situación, el lugar y el momento casi lo obligaban aunque tampoco había que pensar de forma negativa pues, tal vez, y solo tal vez, de haberse encontrado en otra situación el resultado habría sido el mismo.
- Le pido disculpas por mi descaro mas no he logrado malograr la idea de que usted tiene algo de especial - comentó, con un tono de voz neutral y frío, serio y tranquilo, mientras le dedicaba una escueta mirada a través del rabillo del ojo. Muchos habrían pensado que aquellas palabras no eran más que un truco de galán para conquistar a tan bella dama pero, la realidad, es que no era así. Bien podía ser cierto puesto que no menos de uno sería capaz de perder la cabeza por la dama que se hacía llamar Sila pero, la situación, hacía que algo así fuese poco probable.
Volvió a posar su mirada, girando levemente el cuello, sobre los preciosos orbes que tenía por ojos Aurelia. Esperó durante unos segundos -para darle mayor intensidad a sus siguientes palabras- al tiempo que abría ligeramente los labios, algo resecos por culpa de que el aire comenzaba a tornarse algo frío en aquel balcón. - ¿Son mis pensamientos equivocados, mademoiselle Sila? - preguntó con ciertos aires de curiosidad y haciendo ademán de que no quería increpar en nada muy profundo ni que requería de una respuesta directa. No necesitaba una confesión de que era distinta al resto de las personas por algo de su interior, solo quería confirmar sus sospechas... además, era posible que algún curioso estuviese intentando detectar el caracter de aquellas palabras y, por ende, era conveniente utilizar frases que ocultasen la verdad para otros pero no para si mismos.
Pero, ¿Por qué actuar de aquella forma? Era tan simple como que los humanos eran estúpidos y simples. Si alguien descubría la verdad tras sus pieles no serían capaces de volver a vivir una vida normal en Francia y, la verdad, eso no era agradable. Él no tenía intención de causarle males a la dama si esta tampoco los tenía para él y, la verdad, si era respetado, él haría lo mismo... cierto era que la situación, el lugar y el momento casi lo obligaban aunque tampoco había que pensar de forma negativa pues, tal vez, y solo tal vez, de haberse encontrado en otra situación el resultado habría sido el mismo.
Emerick Durand- Cambiante Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Emerick parecía más relajado y ella por fin pudo dejar de contener el aliento. Suspiró, igual que él había hecho, pero permaneció inmóvil, observándolo. Ahora se preguntaba cómo responderle. No tenía ni idea de lo que podía decirle, pero se tomó un momento para reflexionarlo, por que en realidad nada de lo que estaba pasando parecía tener sentido. Tomó aire hasta sentir su pecho lleno de él antes de hablar.
-Monsieur Durand, tal vez lo mejor para los dos sea hablar con franqueza. No se me escapa el hecho de que haber coincidido en los asientos, justamente nosotros dos, es algo bastante fuera de lo ordinario, puedo darme cuenta que usted no es cualquier persona; lo supe desde el momento en que me lo suficientemente cerca. Y por lo visto, usted ha notado que yo tampoco soy lo que se podría considerar alguien común. -Hizo una pausa. En sus ojos hubo un destello de ironía por tal pensamiento; si había algo distinto de una persona normal, se podría decir que un vampiro cabía en la definición, sonrió ligeramente, pero él no la estaba mirando, por lo que dicho gesto se le escapó. Aurelia siguió hablando. -No es mi intención hacerle daño o arruinarle la velada... Ni tampoco pretendo perderme de la maravillosa actuación de Medea.
Eso fue todo. No podía ofrecerle más por el momento, no era prudente; pero ella sí quería más. Después de otra pausa, en la que se acercó también para mirar el panorama que ofrecía la ciudad a esa hora, continuó: - Ya le he dicho que no quiero importunarlo, pero sí hay algo que me gustaría saber. ¿Qué es usted?
Pronunció cada palabra con sumo cuidado, pues podía percibir que la calma de Emerick era frágil y de ninguna manera quería romper esa especie de tregua... tal vez hubiera sonado brusca su pregunta, pero había cosas que no admitían rodeos y hasta ese momento ya se habían dado muchos.
-Monsieur Durand, tal vez lo mejor para los dos sea hablar con franqueza. No se me escapa el hecho de que haber coincidido en los asientos, justamente nosotros dos, es algo bastante fuera de lo ordinario, puedo darme cuenta que usted no es cualquier persona; lo supe desde el momento en que me lo suficientemente cerca. Y por lo visto, usted ha notado que yo tampoco soy lo que se podría considerar alguien común. -Hizo una pausa. En sus ojos hubo un destello de ironía por tal pensamiento; si había algo distinto de una persona normal, se podría decir que un vampiro cabía en la definición, sonrió ligeramente, pero él no la estaba mirando, por lo que dicho gesto se le escapó. Aurelia siguió hablando. -No es mi intención hacerle daño o arruinarle la velada... Ni tampoco pretendo perderme de la maravillosa actuación de Medea.
Eso fue todo. No podía ofrecerle más por el momento, no era prudente; pero ella sí quería más. Después de otra pausa, en la que se acercó también para mirar el panorama que ofrecía la ciudad a esa hora, continuó: - Ya le he dicho que no quiero importunarlo, pero sí hay algo que me gustaría saber. ¿Qué es usted?
Pronunció cada palabra con sumo cuidado, pues podía percibir que la calma de Emerick era frágil y de ninguna manera quería romper esa especie de tregua... tal vez hubiera sonado brusca su pregunta, pero había cosas que no admitían rodeos y hasta ese momento ya se habían dado muchos.
Aurelia Sila- Vampiro Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Tras sus palabras, Emerick permaneció en silencio, esperando la que, seguramente, sería una pronta respuesta por parte de Aurelia. Un breve suspiro, del cual los malos pensadores podrían haber dictado como una emulación del que él mismo había realizado antes, fue el precedente más inmediat al pequeño monologo entonado por la dama de hermoso rostro. El cambiaformas, respetuoso como pocos, fijó su mirada en la de ella mientras las palabras eran entonadas pues gustaba de dar a entender a la gente de que estaba escuchando lo que se le decía. Sus palabras fueron, cuanto menos, bastante acertadas puesto que, a decir verdad, era dificil considerar como mera casualidad el que dos seres como eran ellos coincidiesen en el mismo lugar, a la misma hora y en la misma zona. Era un hecho, cuanto menos, inusual.
Miró por breves instantes al horizonte y oteó con la mirada el paisaje que yacía frente a él mientras Sila se tomaba un pequeño descanso que, presumiblemente, sería para tomar algo de aire y seguir hablando. No erró y, por ello, cuando retomó la palabra de nuevo, volvió a dirigirle su mirada en pos de seguir prestándole toda la atención que se merecía. Una oración caló de forma especialmente profunda en el francés, la suerte parecía haber dictado sentencia y no sería necesario el afilar sus garras ni alimentar el ansia de sangre de su bestia interior... en cierto modo eso era un respiro pues, aunque desconocía que era ella, la diferencia tan palpable que entre ambos existía hacía que la parte más animal de su ser quisiese salir al exterior en pos de saborear el sabor a muerte de aquella dama.
Era un alivio el que aquello no fuese una necesidad. Poco después ella le preguntó por la verdad oculta tras su máscara de simple humano. Emerick dudó, no es que fuese especialmente gustoso de revelar su naturaleza a, dicho de forma simple, una mera desconocida pero, tal vez, por la simple y llana razón de mantener una agradable velada en aquel dia, debía de ser sincero respecto a la realidad de su persona. Se acercó ligeramente a ella y, con un gesto lento y delicado, acerco su boca a su oreja izquierda. - Digamos que soy más animal que persona... puede llamarme cambiaformas si así lo gusta... - entonó en un susurró repleto de un aire cálido y salvaje, como era él. Su voz sonó algo más ronca, sus rasgos parecieron perfirlarse por breves segundos ante la cercanía pero, para suerte de ambos, logró mantener la compostura.
Sin moverse del sitió, la miró de reojo para, tras breves segundos de silencio, decir - ¿Y usted, mademoiselle Sila? ¿Qué es usted? - cuestionó con aires tranquilos para luego separarse y volver a demarcar la diferecia de alturas -el medía un metro noventa- al volver a poner recta su espalda de nuevo. Su rostro, frío y neutro, no reflejó mayor sensación que el sosiego aunque, en su interior, estaba intranquilo... no le gustaba demasiado revelar aquella verdad que impulsaba a tantos humanos a intentar darle muerte cuando él no hacía nada por buscarla.
Miró por breves instantes al horizonte y oteó con la mirada el paisaje que yacía frente a él mientras Sila se tomaba un pequeño descanso que, presumiblemente, sería para tomar algo de aire y seguir hablando. No erró y, por ello, cuando retomó la palabra de nuevo, volvió a dirigirle su mirada en pos de seguir prestándole toda la atención que se merecía. Una oración caló de forma especialmente profunda en el francés, la suerte parecía haber dictado sentencia y no sería necesario el afilar sus garras ni alimentar el ansia de sangre de su bestia interior... en cierto modo eso era un respiro pues, aunque desconocía que era ella, la diferencia tan palpable que entre ambos existía hacía que la parte más animal de su ser quisiese salir al exterior en pos de saborear el sabor a muerte de aquella dama.
Era un alivio el que aquello no fuese una necesidad. Poco después ella le preguntó por la verdad oculta tras su máscara de simple humano. Emerick dudó, no es que fuese especialmente gustoso de revelar su naturaleza a, dicho de forma simple, una mera desconocida pero, tal vez, por la simple y llana razón de mantener una agradable velada en aquel dia, debía de ser sincero respecto a la realidad de su persona. Se acercó ligeramente a ella y, con un gesto lento y delicado, acerco su boca a su oreja izquierda. - Digamos que soy más animal que persona... puede llamarme cambiaformas si así lo gusta... - entonó en un susurró repleto de un aire cálido y salvaje, como era él. Su voz sonó algo más ronca, sus rasgos parecieron perfirlarse por breves segundos ante la cercanía pero, para suerte de ambos, logró mantener la compostura.
Sin moverse del sitió, la miró de reojo para, tras breves segundos de silencio, decir - ¿Y usted, mademoiselle Sila? ¿Qué es usted? - cuestionó con aires tranquilos para luego separarse y volver a demarcar la diferecia de alturas -el medía un metro noventa- al volver a poner recta su espalda de nuevo. Su rostro, frío y neutro, no reflejó mayor sensación que el sosiego aunque, en su interior, estaba intranquilo... no le gustaba demasiado revelar aquella verdad que impulsaba a tantos humanos a intentar darle muerte cuando él no hacía nada por buscarla.
Emerick Durand- Cambiante Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Las confesiones habían comenzado. "Así que un cambiaformas", pensó ella, "eso explica la visión del oso". Se daba perfecta cuenta de que Emerick no terminaba de sentirse cómodo con aquella pequeña entrevista, aunque él la hubiera iniciado, pero trató de imaginarse cómo se sentiría ella y lo comprendía; pero definitivamente él era una joya, una criatura salvaje tan extraña como ella y que además gustaba de las tragedias clásicas. Ahora apreciaba con claridad ese efluvio primitivo y deliciosamente peligroso en su interlocutor; y la revelación del misterio no había logrado hacerla perder el interés.
Era turno de Aurelia para corresponder a la confidencia. Le sonrió al cambiaformas con calidez para atenuar el gesto que hizo a continuación. Estiró sus labios para dejar al descubierto unos colmillos puntiagudos, no excesivamente grandes, pero que en aquella mueca casi podrían resultar tan intimidantes como la feroz mandíbula de oso que sin duda llegaba a adoptar Emerick. -Debe haber un millón de nombres alrededor del mundo para lo que soy, monsieur, pero el más difundido ahora es el de vampiro.
Tras su pequeña demostración, Aurelia volvió a ser la dama reservada. El silencio parecía empeñado en no abandonar el espacio que había entre ellos, mientras ella pensaba en lo aterrador que hubiera sido un encuentro con aquel hombre en otro lugar menos concurrido y se sintió aliviada por hallarse donde se hallaba, tan rodeada de gente. Sin duda era donde más a salvo se encontraba: cualquier enfrentamiento indeseable estaba descartado ahí, pues llamar la atención de los humanos respecto a su verdadera naturaleza no era precisamente la forma más segura de mantenerse con vida, tanto para ella como para Emerick... cualquier tipo de criatura incomprensible a los ojos de los mortales debía ser exterminada y ante la más mínima sospecha eran víctimas de las persecusiones más encarnizadas, lo cual era horriblemente incómodo. Por ello le pareció que debía mostrarse amable con él, aun cuando no parecía terminar de bajar la guardia.
Después de un rato de silencio que pareció eterno, Aurelia decidió decir lo que había dado vueltas en su cabeza a partir de las respectivas confesiones: - No tema por su secreto, estará a salvo conmigo. Comprenderá que a mí tampoco me resulta conveniente que todo esto salga a relucir...me va la vida en ello, monsieur Durand; por eso quiero proponerle algo-. Se detuvo, naturalmente, para medir la reacción del hombre-oso y luego siguió: - Seamos aliados. Nunca está demás una alianza si de sobrevivir se trata. Me pongo a su servicio con absoluta sinceridad y... -en ese momento consideró necesario disculparse con él aun si no había llegado a concluir que había intentado espiarlo, como prueba de su buena voluntad- le ofrezco mis disculpas más sinceras por el incidente que sin duda fue lo que desencadenó nuestra pequeña conversación. Inclinó la cabeza y cerró los ojos, en un gesto de auténtica contrición.
Era turno de Aurelia para corresponder a la confidencia. Le sonrió al cambiaformas con calidez para atenuar el gesto que hizo a continuación. Estiró sus labios para dejar al descubierto unos colmillos puntiagudos, no excesivamente grandes, pero que en aquella mueca casi podrían resultar tan intimidantes como la feroz mandíbula de oso que sin duda llegaba a adoptar Emerick. -Debe haber un millón de nombres alrededor del mundo para lo que soy, monsieur, pero el más difundido ahora es el de vampiro.
Tras su pequeña demostración, Aurelia volvió a ser la dama reservada. El silencio parecía empeñado en no abandonar el espacio que había entre ellos, mientras ella pensaba en lo aterrador que hubiera sido un encuentro con aquel hombre en otro lugar menos concurrido y se sintió aliviada por hallarse donde se hallaba, tan rodeada de gente. Sin duda era donde más a salvo se encontraba: cualquier enfrentamiento indeseable estaba descartado ahí, pues llamar la atención de los humanos respecto a su verdadera naturaleza no era precisamente la forma más segura de mantenerse con vida, tanto para ella como para Emerick... cualquier tipo de criatura incomprensible a los ojos de los mortales debía ser exterminada y ante la más mínima sospecha eran víctimas de las persecusiones más encarnizadas, lo cual era horriblemente incómodo. Por ello le pareció que debía mostrarse amable con él, aun cuando no parecía terminar de bajar la guardia.
Después de un rato de silencio que pareció eterno, Aurelia decidió decir lo que había dado vueltas en su cabeza a partir de las respectivas confesiones: - No tema por su secreto, estará a salvo conmigo. Comprenderá que a mí tampoco me resulta conveniente que todo esto salga a relucir...me va la vida en ello, monsieur Durand; por eso quiero proponerle algo-. Se detuvo, naturalmente, para medir la reacción del hombre-oso y luego siguió: - Seamos aliados. Nunca está demás una alianza si de sobrevivir se trata. Me pongo a su servicio con absoluta sinceridad y... -en ese momento consideró necesario disculparse con él aun si no había llegado a concluir que había intentado espiarlo, como prueba de su buena voluntad- le ofrezco mis disculpas más sinceras por el incidente que sin duda fue lo que desencadenó nuestra pequeña conversación. Inclinó la cabeza y cerró los ojos, en un gesto de auténtica contrición.
Aurelia Sila- Vampiro Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Emerick permaneció en silencio mientras escuchaba las palabras de la hermosa dama que, al parecer, respondía a un conglomerado de términos que habían terminado por adoptar su máxima fuerza temporal en la palabra "vampiro". El gesto que había realizado anteriormente para dar muesta de sus colmillos había sido la prueba inicial y la más absoluta de las demostraciones de aquella verdad que, aunque por norma general hubiese resultado desagradable a ojos del cambiaformas, había resultado ser bastante más grata de lo que él mismo se hubiese esperado. No estaba seguro de si era por su carácter, su buen ver o su agraciado aroma pero, ciertamente, es que su compañía no le resultaba tan desagradable como la de otros muchas "chupasangre" con los cuales se había encontrado a lo largo de su vida.
- Espero que su capacidad de guardar secretos sea al menos la mitad de su belleza pues, de ser así, no deberé preocuparme de nada - enunció el hombre con dotes de oso mientras miraba hacía los lados, haciendo gala de una casi exagerada capacidad de actuación que, en realidad, podría hasta considerarse como verdad pues, aunque no fuese de su agrado el pronunciarse sobre la hermosura de una dama, la de aquella que recibía el nombre de Aurelia no se merecía menos una alabanza a su existencía aun cuando lo material de la apariencia no fuese tan importante, como otras cosas, para Durand.
- Disculpas aceptadas, Mademoiselle - respondió el cambiaformas ante las últimas palabras de la vampiresa mientras emulaba su gesto e inclinaba ligeramente la cabeza para, tras varios segundos, ofrecerle nuevamente su brazo aunque, en dicha ocasión, con verdadero deseo de ser acompañada por aquella dama. Era su forma de indicarle que, efectivamente, estaba de acuerdo en que sus existencias no se viesen influenciadas por la colérica rueda del destino que instaba a los de sus respectivas razas a enfrentarse. No estaría de más contar con una aliada que, a fin de cuentas, sabía algo tan profundo, y peligroso, de él como su propia existencia.
- Espero que su capacidad de guardar secretos sea al menos la mitad de su belleza pues, de ser así, no deberé preocuparme de nada - enunció el hombre con dotes de oso mientras miraba hacía los lados, haciendo gala de una casi exagerada capacidad de actuación que, en realidad, podría hasta considerarse como verdad pues, aunque no fuese de su agrado el pronunciarse sobre la hermosura de una dama, la de aquella que recibía el nombre de Aurelia no se merecía menos una alabanza a su existencía aun cuando lo material de la apariencia no fuese tan importante, como otras cosas, para Durand.
- Disculpas aceptadas, Mademoiselle - respondió el cambiaformas ante las últimas palabras de la vampiresa mientras emulaba su gesto e inclinaba ligeramente la cabeza para, tras varios segundos, ofrecerle nuevamente su brazo aunque, en dicha ocasión, con verdadero deseo de ser acompañada por aquella dama. Era su forma de indicarle que, efectivamente, estaba de acuerdo en que sus existencias no se viesen influenciadas por la colérica rueda del destino que instaba a los de sus respectivas razas a enfrentarse. No estaría de más contar con una aliada que, a fin de cuentas, sabía algo tan profundo, y peligroso, de él como su propia existencia.
Emerick Durand- Cambiante Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Tal vez aquella reacción no tomara del todo por sorpresa a Aurelia, pues a pesar de lo que había visto y sentido sobre Emerick, había también algo que ella no sabía de cierto, pero se ponía de manifiesto en cada palabra del joven: él era un ente civilizado, un ser al que le agradaba la tranquilidad de una velada en el teatro, tanto como a ella. Lo que fueran además de eso, ya superado aquel episodio de tensión, pasaba a un plano secundario.
Ella aceptó de buen grado el brazo y los cumplidos de su acompañante. Era hora de regresar a sus lugares o se perderían el segundo acto. Por lo pronto, era seguro que ambos disfrutarían mucho más la tragedia de Eurípides sin la sensación de que una criatura salvaje estaba por saltarles encima.
Volvieron al palco, tras sortear a algunos otros asistentes que hacían lo propio. Todavía faltaba un poco para que se reanudara la presentación, pero ya podían despreocuparse y quizá hablar de alguna banalidad o incluso de ellos mismos; Aurelia no veía inconveniente en ello, pues en verdad sentía una profunda curiosidad por el cambiaformas. -Y dígame, monsieur Durand, además de su afición por el teatro, ¿qué otras ocupaciones llenan su existencia?-. Se sentía libre de dirigirse hacia él con mayor naturalidad y no quería volver a caer en la grosera tentación de inmiscuirse como una intrusa en sus pensamientos.
Era un sentimiento ciertamente infantil, pero necesitaba que alguien confiara en ella, necesitaba luchar con la profunda soledad que la abatía cada vez con más fuerza y esperaba que él, otro ser extraño, no le negara (al menos esa noche) esa oportunidad.
Ella aceptó de buen grado el brazo y los cumplidos de su acompañante. Era hora de regresar a sus lugares o se perderían el segundo acto. Por lo pronto, era seguro que ambos disfrutarían mucho más la tragedia de Eurípides sin la sensación de que una criatura salvaje estaba por saltarles encima.
Volvieron al palco, tras sortear a algunos otros asistentes que hacían lo propio. Todavía faltaba un poco para que se reanudara la presentación, pero ya podían despreocuparse y quizá hablar de alguna banalidad o incluso de ellos mismos; Aurelia no veía inconveniente en ello, pues en verdad sentía una profunda curiosidad por el cambiaformas. -Y dígame, monsieur Durand, además de su afición por el teatro, ¿qué otras ocupaciones llenan su existencia?-. Se sentía libre de dirigirse hacia él con mayor naturalidad y no quería volver a caer en la grosera tentación de inmiscuirse como una intrusa en sus pensamientos.
Era un sentimiento ciertamente infantil, pero necesitaba que alguien confiara en ella, necesitaba luchar con la profunda soledad que la abatía cada vez con más fuerza y esperaba que él, otro ser extraño, no le negara (al menos esa noche) esa oportunidad.
Aurelia Sila- Vampiro Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Emerick, tras pronunciar aquellas últimas palabras, aguardó con paciencia hasta obtener una respuesta por parte de la dama con la cual acaba de compartir su secreto más íntimo y profundo. Ya daba igual como se tornase aquel encuentro pues, lo quisiese o no, acaba de convertir a aquella vampiresa en uno de los seres que más conocían de su persona y, por ende, en uno de las figuras que más daño podrían llegar a hacerle si así se lo proponía... miedo, hubiese sido muy normal si Durand hubiese sentido miedo de aquella situación pero, la verdad es que, tras tantos años de oscura frialdad, sentía, casi, la necesidad de volver a confiar en alguien que no fuese él mismo aunque, en realidad, dicha confianza estuviese sostenida en el conocimiento de un secreto ajeno tan peligroso como el mismo que él había revelado.
Pero no quería pensar en eso, no era de su agrado el darle demasiadas vueltas al asunto -aunque, ciertamente, su personalidad era muy retrospectiva y, por ello, sabía a ciencia cierta que no podría evitar rememorar lo sucedido, preguntándose si había hecho bien- y, por ello, se limitó a propinar un suspiro desde lo más profundo de su ser justo antes de que Aurelia aceptase el ofrecimiento de tomar su brazo, como lo indicaban los modales de la época. Sus pasos, iniciados tras que la dama tomase el brazo del caballero, los acabaron por guiar de nuevo hasta el palco aunque, ahora, con la certeza de que la obra resultaría más amenas gracias a que el "problema" había sido resuelto.
Ambos tomaron asientos y, no mucho después, la vampiresa tomó la palabra. Emerick lo agradeció pues, a decir verdad, él no era especialmente bueno iniciando conversaciones aunque, por contra, si que solía pecar de buen conversador una vez el tema había sido en marcha. - Puede llamarme Emerick si así lo prefiere, mademoiselle - fue lo primero que dijo el cambiaformas al tiempo que esbozaba una perfecta risa de vendedor que engañaría a cualquier espectador ajeno mas no a la dama. Debía volver a su papel de galán si no quería que nadie sospechase. - Y respecto a mis gustos, soy gustoso de cualquier expresión de arte así como de los paseos y de las buenas conversaciones - enunció con un tono mucho más agradable que el que usaba de forma natural.
Aguardó unos segundos y, finalmente, se dignó a realizar él la misma pregunta en pos de saber más sobre aquella hermosa mujer que recibía el nombre de Aurelia. - Y usted, mademoiselle Aurelia, ¿Qué hace en sus ratos libres? - cuestionó el director de orquesta mientras la miraba fijamente, aunque sin llegar al grado de ser "indiscreto".
Pero no quería pensar en eso, no era de su agrado el darle demasiadas vueltas al asunto -aunque, ciertamente, su personalidad era muy retrospectiva y, por ello, sabía a ciencia cierta que no podría evitar rememorar lo sucedido, preguntándose si había hecho bien- y, por ello, se limitó a propinar un suspiro desde lo más profundo de su ser justo antes de que Aurelia aceptase el ofrecimiento de tomar su brazo, como lo indicaban los modales de la época. Sus pasos, iniciados tras que la dama tomase el brazo del caballero, los acabaron por guiar de nuevo hasta el palco aunque, ahora, con la certeza de que la obra resultaría más amenas gracias a que el "problema" había sido resuelto.
Ambos tomaron asientos y, no mucho después, la vampiresa tomó la palabra. Emerick lo agradeció pues, a decir verdad, él no era especialmente bueno iniciando conversaciones aunque, por contra, si que solía pecar de buen conversador una vez el tema había sido en marcha. - Puede llamarme Emerick si así lo prefiere, mademoiselle - fue lo primero que dijo el cambiaformas al tiempo que esbozaba una perfecta risa de vendedor que engañaría a cualquier espectador ajeno mas no a la dama. Debía volver a su papel de galán si no quería que nadie sospechase. - Y respecto a mis gustos, soy gustoso de cualquier expresión de arte así como de los paseos y de las buenas conversaciones - enunció con un tono mucho más agradable que el que usaba de forma natural.
Aguardó unos segundos y, finalmente, se dignó a realizar él la misma pregunta en pos de saber más sobre aquella hermosa mujer que recibía el nombre de Aurelia. - Y usted, mademoiselle Aurelia, ¿Qué hace en sus ratos libres? - cuestionó el director de orquesta mientras la miraba fijamente, aunque sin llegar al grado de ser "indiscreto".
Emerick Durand- Cambiante Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
La idea de que la primera persona a la que confiaba su secreto en esa nueva etapa de su vida fuera alguien tan distinto de los humanos como ella le pareció magnífica. Se sintió liberada por no tener que ocultarse, olvidar por un momento la telaraña de mentiras que debía contar a quienes tenía cerca para no aterrorizarlos con la verdad. Se preguntó si su inesperado confidente sentiría algo similar, pero prefirió no preguntarle, temiendo que fuera otra transgresión a su intimidad; en cambio, le pareció mejor continuar la charla y averiguar en qué desembocaba, sabía que tal vez no llegaran a ser grandes amigos, pero tampoco era partidaria de adelantar conclusiones.
-Emerick- dijo casi lánguidamente, ya sin rastros de la ferocidad que hacía rato había permanecido agazapada tras su tono amable- yo también gusto de las artes y podría decirle que gracias a ellas he permanecido con vida tanto tiempo, entre los libros me maravillo cada noche con las ideas que puede gestar la mente humana; la música es capaz de sublimar mi espíritu y el teatro es tan catártico como aseguraba Aristóteles. La búsqueda de la belleza es lo que me mueve-.
Por un momento pensó que tal vez se había extralimitado mostrándose tan sincera, pero en realidad no había revelado algo peligroso o que la dejara en una posición de vulnerabilidad, sólo se trataba de una charla como la que podría sostener cualquier mortal un poco cultivado. No había demostrado una pasión desmedida a través de sus palabras, pero le parecía que eran un preludio interesante para asomarse a la de Emerick, esta vez con su consentimiento.
-Es el arte lo que me hace llevadera la soledad que tan a menudo me he autoimpuesto y lo que me permite no enloquecer de hastío-.
-Emerick- dijo casi lánguidamente, ya sin rastros de la ferocidad que hacía rato había permanecido agazapada tras su tono amable- yo también gusto de las artes y podría decirle que gracias a ellas he permanecido con vida tanto tiempo, entre los libros me maravillo cada noche con las ideas que puede gestar la mente humana; la música es capaz de sublimar mi espíritu y el teatro es tan catártico como aseguraba Aristóteles. La búsqueda de la belleza es lo que me mueve-.
Por un momento pensó que tal vez se había extralimitado mostrándose tan sincera, pero en realidad no había revelado algo peligroso o que la dejara en una posición de vulnerabilidad, sólo se trataba de una charla como la que podría sostener cualquier mortal un poco cultivado. No había demostrado una pasión desmedida a través de sus palabras, pero le parecía que eran un preludio interesante para asomarse a la de Emerick, esta vez con su consentimiento.
-Es el arte lo que me hace llevadera la soledad que tan a menudo me he autoimpuesto y lo que me permite no enloquecer de hastío-.
- Spoiler:
- Perdón, creo que ha quedado medio raro y muy cortito :S
Aurelia Sila- Vampiro Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Emerick escuchó con suma atención las palabras de la joven, en apariencia al menos, dama vampiresa que le estaba acompando en aquella noche de teatro en la cual las interpretaciones estaban siendo, simplemente, sublimes y, aun a pesar de eso, dicha representación había pasado casi a un segundo plano ante lo novedoso y, en cierto modo, liberador que resultaba tener a un alguien con el cual pudiese compartir su secreto sin mayor miedo que sentir. Además, el que hubiese pronunciado su nombre, y solo su nombre, sin ya rastros de aquella antigua fiereza ayudaba a que el ambiente estuviese todavía más relajado. - A veces la soledad es la única compañera adecuada para tardes en las cuales el arte no es otro más que nuestro mejor amigo, ¿No cree? - enunció con cierto deje de amabilidad en su voz mientras miraba, primero, a los ojos de Aurelia y, después, a la obra que abajo, en la primera, se había estado representando desde hacía ya un rato.
- Da igual que la sala este llena y que hayan familias que hayan venido en su conjunto, ante tal visión uno se abstrae, se queda en la soledad, solo existe la persona y la obra, solo ellos y no los demás - matizó, apelando a las expresiones faciales que asomaban en los rostros de los espectadores. Estaban ensimismados con la obra, había pocas personas que pudiesen resistir el tentador embrujo que aquellos actores y actrices conjuraban cuando se subían a la tarima del escenario y comenzaban su representación en perfecta aromía. Y ellos también estaban solos, aquellos que daban vida a los personajes de la obra no tenían por misión otra cosa más que la de meterse en la piel de otra persona, no había tiempo para fijarse en otros, solo podían prestar atención a ellos mismos.
Poco importaba que lo interpretado fuera el baile entre dos enamorados, un abrazo o un beso... la soledad seguía siendo la misma, la soledad del escenario siempre existiría y nadie podría librarse de ella por más que lo intentase. Él lo sabía, conocía muy bien la sensación de estar allí abajo, solo, rodeado de miles de ojos que no hacían más que acrecentar dicha soledad. Él era director de orquesta y, por ende, conocía muy bien esa sensación...
- Da igual que la sala este llena y que hayan familias que hayan venido en su conjunto, ante tal visión uno se abstrae, se queda en la soledad, solo existe la persona y la obra, solo ellos y no los demás - matizó, apelando a las expresiones faciales que asomaban en los rostros de los espectadores. Estaban ensimismados con la obra, había pocas personas que pudiesen resistir el tentador embrujo que aquellos actores y actrices conjuraban cuando se subían a la tarima del escenario y comenzaban su representación en perfecta aromía. Y ellos también estaban solos, aquellos que daban vida a los personajes de la obra no tenían por misión otra cosa más que la de meterse en la piel de otra persona, no había tiempo para fijarse en otros, solo podían prestar atención a ellos mismos.
Poco importaba que lo interpretado fuera el baile entre dos enamorados, un abrazo o un beso... la soledad seguía siendo la misma, la soledad del escenario siempre existiría y nadie podría librarse de ella por más que lo intentase. Él lo sabía, conocía muy bien la sensación de estar allí abajo, solo, rodeado de miles de ojos que no hacían más que acrecentar dicha soledad. Él era director de orquesta y, por ende, conocía muy bien esa sensación...
- off:
- No, no, para nada ^^. Tu tranquila ewe
Emerick Durand- Cambiante Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
Le gustaban las palabras de su acompañante, pues sabía que no estaban huecas. Hablaba de la soledad del artista con la certeza que sólo uno de ellos podría hacerlo; pero Aurelia no creyó que se tratara de un actor, aunque su caracterización de un caballero educado, amable y galante fuera impecable; y ese era un detalle que no quería dejar pasar.
Pero guardó silencio y volvió a mirar lo que sucedía con Medea y Jasón. Cuán distintos eran aquellos sofisicados montajes, con los elaborados vestuarios y decorados, sin las antiguas máscaras de gestos que ahora parecerían tan grotescos... ¡y las mujeres podían actuar! Si tan solo pudiera hacer un registro de todos los cambios que había visto a lo largo de su vida... ¿pero acaso tenía algún sentido intentarlo?, de cualquier modo, no podría jactarse de haber sido testigo de tantas cosas sin arriesgarse a llamar la atención de los odiados perseguidores, era por eso que los saberes adquiridos debía guardarlos para sí y sólo para sí; sin embargo, el instante de pesar se disolvió cuando recordó la presencia del cambiaformas: él sí que entendería y quizá no despreciara escuchar lo que ella podía compartir.
El gesto con que acompañó su pregunta tal vez fuera tomado como un exceso de confianza o demasiado atrevimiento de su parte, pero no le importó. Por un momento su corazón se iluminó con la sola idea de saber que a alguien podría hablarle sin tapujos de todo cuanto había presenciado con el correr de los siglos. Así que extendió su mano para posarla sobre la de Emerick al tiempo que lo cuestionaba, anhelante. - Y dìgame, Emerick, ¿a qué arte se consagra usted? Me da la impresión de que habla por experiencia-.
Pero guardó silencio y volvió a mirar lo que sucedía con Medea y Jasón. Cuán distintos eran aquellos sofisicados montajes, con los elaborados vestuarios y decorados, sin las antiguas máscaras de gestos que ahora parecerían tan grotescos... ¡y las mujeres podían actuar! Si tan solo pudiera hacer un registro de todos los cambios que había visto a lo largo de su vida... ¿pero acaso tenía algún sentido intentarlo?, de cualquier modo, no podría jactarse de haber sido testigo de tantas cosas sin arriesgarse a llamar la atención de los odiados perseguidores, era por eso que los saberes adquiridos debía guardarlos para sí y sólo para sí; sin embargo, el instante de pesar se disolvió cuando recordó la presencia del cambiaformas: él sí que entendería y quizá no despreciara escuchar lo que ella podía compartir.
El gesto con que acompañó su pregunta tal vez fuera tomado como un exceso de confianza o demasiado atrevimiento de su parte, pero no le importó. Por un momento su corazón se iluminó con la sola idea de saber que a alguien podría hablarle sin tapujos de todo cuanto había presenciado con el correr de los siglos. Así que extendió su mano para posarla sobre la de Emerick al tiempo que lo cuestionaba, anhelante. - Y dìgame, Emerick, ¿a qué arte se consagra usted? Me da la impresión de que habla por experiencia-.
Aurelia Sila- Vampiro Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
La verdad es que a Emerick le estaba gustando más aquella velada, hacia ya mucho tiempo que no era capaz de disfrutar de una conversación la cual, realmente, quisiese mantener. Aquella dama de loable hermosura estaba componiendo lo que estaba siendo uno de los mejores intercambios de ideas que el cambiaformas había podido tener en años y, ciertamente, aquello era bastante agradable. Casi siempre, los humanos, se limitaban a hablar de cosas vacías y sin sentido, huecas de experiencias o conocimientos reales, solo rellenas de arrogancia y habladurías.
- La música, soy director de orquesta aunque, ultimamente, estamos un poco parados - comentó para, segundos después, devolver momentaneamente la atención a la presentación aque allí estaba teniendo lugar. La verdad es que, sin tener en cuenta que ya había visto aquella obra más veces, le resultaba mucho más interesante el seguir charlando con la hermosa vampiresa antes que contemplar como los actores y actrices desarrollaban sus personajes.
- ¿Y usted? Mucho me temo que no habla por hablar y, por ende, o es una gran conocedora o también está metida en nuestro pequeño mundo - agregó poco después, con curiosidad real y no ocultada. Sus palabras no eran vacías, estaban impregnadas de un algo que las dotaba de... de una realidad poco propia en personas normales aunque, realmente, aquellas dos "personas" distaban de ser normales o, tan siquiera, algo parecido si se tenía en cuenta la definición de la palabra dada por los humanos. Pero aquello no era la cuestión, el interés de Durand recaía en como y, o porque aquella mujer de nombre Aurelia era tan entendida del tema. Quería conocer, al menos en ese aspecto, mejor a su nueva aliada...
- La música, soy director de orquesta aunque, ultimamente, estamos un poco parados - comentó para, segundos después, devolver momentaneamente la atención a la presentación aque allí estaba teniendo lugar. La verdad es que, sin tener en cuenta que ya había visto aquella obra más veces, le resultaba mucho más interesante el seguir charlando con la hermosa vampiresa antes que contemplar como los actores y actrices desarrollaban sus personajes.
- ¿Y usted? Mucho me temo que no habla por hablar y, por ende, o es una gran conocedora o también está metida en nuestro pequeño mundo - agregó poco después, con curiosidad real y no ocultada. Sus palabras no eran vacías, estaban impregnadas de un algo que las dotaba de... de una realidad poco propia en personas normales aunque, realmente, aquellas dos "personas" distaban de ser normales o, tan siquiera, algo parecido si se tenía en cuenta la definición de la palabra dada por los humanos. Pero aquello no era la cuestión, el interés de Durand recaía en como y, o porque aquella mujer de nombre Aurelia era tan entendida del tema. Quería conocer, al menos en ese aspecto, mejor a su nueva aliada...
Emerick Durand- Cambiante Clase Alta
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Re: Escalofrío [Emerick Durand]
-Considéreme sólo una simple observadora, no soy artífice de nada. Tal vez los años hayan refinado mis gustos, pero en realidad nunca dejé de ser la noble improductiva que fui en vida- rió levemente al decir esas palabras, le dolía admitirlo, pero era cierto-; no he aprendido a hacer música o danzar o pintar, pero tiendo a rodearme de personar cuyo talento me parece digno de la imortalidad- esta vez le guiñó un ojo, casi juguetona-, pero no tema, nunca he hecho daño a alguien que sea capaz de crear algo bello, no tengo el derecho, ¿no cree? Si alguien alcanza perpetuar su existencia por medio del arte, permanece en el recuerdo del mundo de manera luminosa... en cambio, yo poseo la eternidad física, pero condenada a vivir en las sombras-.
No podía evitar ponerse melancólica con esas confesiones. Estaba diciendo una verdad que le resultaba más pesada si se detenía a pensar en ella como en esos momentos, pero ¿de qué otra manera podía demostrar sus buenas intenciones a Emerick? Dejó atrás aquellas reflexiones, pues era mejor continuar normalmente la velada... de alguna manera, desnudar su interior la hacía parecer menos humana ante los ojos de los otros: el brillo en los ojos se intensificaba, las facciones se hacían más severas (como esculpidas en piedra) y la voz adquiría una tonalidad metálica, casi ultraterrena. Sacudió la cabeza levemente, con ese gesto tan común de los que quieren despejarse.
-¿Sabe? Me encanta la idea de que sea usted un músico, pero debo admitir que no podría haberlo imaginado fácilmente-. Por un segundo imaginó a aquel hombre de aspecto imponente parado en el escenario, dirigiendo a una multitud de artistas, y le pareció que era una dualidad extraña. Estaba fascinada. Se preguntaba una infinidad de cosas respecto a él y su "condición", pero tras su atrevimiento, no se decidía a formular ninguno de sus cuestionamientos. "Sólo espero que haya tiempo después", se dijo. No tenía la intención de que aquello quedara sólo en un encuentro casual después de enterarse que era un artista. -Es una lástima que no tener la oportunidad de verlo en acción, Emerick, pero espero que cuando sea posible, me haga llegar una invitación-.
No podía evitar ponerse melancólica con esas confesiones. Estaba diciendo una verdad que le resultaba más pesada si se detenía a pensar en ella como en esos momentos, pero ¿de qué otra manera podía demostrar sus buenas intenciones a Emerick? Dejó atrás aquellas reflexiones, pues era mejor continuar normalmente la velada... de alguna manera, desnudar su interior la hacía parecer menos humana ante los ojos de los otros: el brillo en los ojos se intensificaba, las facciones se hacían más severas (como esculpidas en piedra) y la voz adquiría una tonalidad metálica, casi ultraterrena. Sacudió la cabeza levemente, con ese gesto tan común de los que quieren despejarse.
-¿Sabe? Me encanta la idea de que sea usted un músico, pero debo admitir que no podría haberlo imaginado fácilmente-. Por un segundo imaginó a aquel hombre de aspecto imponente parado en el escenario, dirigiendo a una multitud de artistas, y le pareció que era una dualidad extraña. Estaba fascinada. Se preguntaba una infinidad de cosas respecto a él y su "condición", pero tras su atrevimiento, no se decidía a formular ninguno de sus cuestionamientos. "Sólo espero que haya tiempo después", se dijo. No tenía la intención de que aquello quedara sólo en un encuentro casual después de enterarse que era un artista. -Es una lástima que no tener la oportunidad de verlo en acción, Emerick, pero espero que cuando sea posible, me haga llegar una invitación-.
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- Te pido mil disculpas por la tardanza... pero he andado demasiado inmersa en el mundo real. T.T Perdón
Aurelia Sila- Vampiro Clase Alta
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