AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Nadine Hetfield Lemarque
Página 1 de 1.
Nadine Hetfield Lemarque
Nadine la Roselle
~ Edad ~
· 22
~ Especie ~
· Humana
~ Tipo y Nivel Social ~
· Cortesana - Nivel Social Bajo
~ Lugar de Origen ~
· Londres
Por donde empezar… bien iré por orden. Lo primero que llama la atención de mi son mis ojos, oscuros y profundos, pero de un tono miel en ciertos momentos tan atrayente que una vez los veas no podrás olvidarlos ni escapar de ellos nunca más. Una nariz pequeña y redondeada con alguna peca, que suaviza los rasgos de mi cara y le da un toque infantil e inocente, lleva a los labios carnosos y sumamente deseables en los que siempre llevo una ligera sonrisa dibujada. Lo bastante amplia para que parezca una invitación y lo suficientemente recatada para que tú creas que has sido el que ha dado el paso de acercarte a mí por ti mismo. Todo ello está enmarcado por mi melena, larga y ondulada… prefecta. El cuello es un trampolín hasta el escote, la piel suave y de un dulce tono dorado parecerá un manjar a tus ojos. El pecho elevado con inteligencia, por los corsés y lencería que siempre uso, se muestra ante ti casi con timidez sin rozar lo vulgar y excesivo. Los vestidos ceñidos en la cintura hacen que ésta resalte en comparación con la curva de la cadera dando como resultado un insinuante figura que acentúo al caminar, consiguiendo el mismo efecto ondulante y elegante de los felinos. Las piernas largas y estilizadas se esconden tras las faldas de mis múltiples vestidos, siempre decoradas con medias hasta medio muslo bien sujetas por los ligueros siempre a juego con mi ropa interior de encaje.
Era más sencillo definir mi físico, veamos… Como toda mujer tengo una parte más visible y otra que oculto y encierro en mi interior. Con los años esa porción de mí que muestro a la sociedad se ha vuelto tranquila y desenfadada. Nadie verá jamás a no ser que yo lo permita todo lo que hay detrás de mi mirada. Una mujer constante que lucha por lo que quiere y no cesa en su empeño hasta conseguirlo. Los retos son un juego para mí. Si entras en uno de mis juegos de seducción, ten por seguro que controlaré la situación siempre aunque muchas veces eso consista en dejar que creas que eres tú el que me domina. No trates de ganar ni de manipularme, yo inventé esos juegos. Se hacer que supliques por un beso, así como se ser sumisa cuando es lo que te excita. Tengo mil y una caretas que cambio a mi antojo para poder hacer que disfrutes de mi compañía siempre que haya una jugosa cantidad de dinero de por medio. Nunca trabajo sin tener la paga en mi poder.
Soy cortesana, ese es mi oficio y como tal, rio, lloro, gimo, grito, araño, suplico y ordeno en el momento exacto. No me permito fallar. La perfección no tiene fallos. Y eso es lo que buscan quienes va a un burdel, quieren a la mujer perfecta a la que les entregue todo lo que quieren, la que cumpla sus fantasías y con la que puedan olvidar sus problemas o simplemente sus vidas grises y monótonas.
Fuera “de la cama” una parte de mi cambia. La tenacidad continúa en mí, pero el control de las situaciones me es más indiferente. Me dejo llevar por el tiempo, el espacio y la compañía manteniendo siempre la atención en mi entorno. Mi educación me permite mantener conversaciones variadas y a muy distintos niveles. Mi eterna sonrisa hace que mi acompañante se sienta a gusto en mi compañía. Nunca oculto mi trabajo, pero aparte de eso evito mencionar temas de mi pasado o dar mucha información de mi misma. El misterio sobre mi persona es otro de los atrayentes que guía los pasos de hombres y mujeres hasta mi lecho.
Soy cortesana, ese es mi oficio y como tal, rio, lloro, gimo, grito, araño, suplico y ordeno en el momento exacto. No me permito fallar. La perfección no tiene fallos. Y eso es lo que buscan quienes va a un burdel, quieren a la mujer perfecta a la que les entregue todo lo que quieren, la que cumpla sus fantasías y con la que puedan olvidar sus problemas o simplemente sus vidas grises y monótonas.
Fuera “de la cama” una parte de mi cambia. La tenacidad continúa en mí, pero el control de las situaciones me es más indiferente. Me dejo llevar por el tiempo, el espacio y la compañía manteniendo siempre la atención en mi entorno. Mi educación me permite mantener conversaciones variadas y a muy distintos niveles. Mi eterna sonrisa hace que mi acompañante se sienta a gusto en mi compañía. Nunca oculto mi trabajo, pero aparte de eso evito mencionar temas de mi pasado o dar mucha información de mi misma. El misterio sobre mi persona es otro de los atrayentes que guía los pasos de hombres y mujeres hasta mi lecho.
1778. Londres. Año y ciudad de nacimiento de Nadine Hetfield Lemarque.
De padre londinense y madre francesa, la pequeña Nadine vino al mundo una noche de tormenta. Antes de contar aquí su nacimiento me centraré en la vida de sus padres. Él, David Hetfield, era un banquero de renombre en Inglaterra, conoció a su madre en uno de sus constantes viajes de negocios a Paris. Satine Lemarque alquilaba habitaciones de su casa a las jóvenes que trabajaban en el burdel, pero no querían vivir en él. A parte de eso, era camarera en el mismo, por lo que sabía los entresijos del negocio a la perfección. Alguna vez tuvo sexo con algún cliente cuando el dinero escaseaba pero jamás fue considerada prostituta y en parte debido a eso era una de las más deseadas.
Cuando David entró en el •Burdel Leblanc• no tardó ni un minuto en acercarse a la barra para pedir una copa a Satine, hablaron y rieron toda la noche. Ella jamás había caído rendida a los pies de ningún hombre, nunca se había enamorado ni había dudado a la hora de rechazar invitaciones de sus numerosos admiradores, pero aquel hombre la tentaba, su forma de mirarla no solo de manera lasciva y fanfarrona, sino cálida y amistosa. Por primera vez dejó a una de las cortesanas al mando de las bebidas del bar de la planta baja del burdel y accedió a ir a cenar con él. Se contaron mil historias, no quedaba ni un detalle escondido, nada que el uno no supiera del otro, toda la noche en vela. Tan solo hablando. Por la mañana desayunaron y pasearon, almorzaron juntos y cenaron, después de todo el día juntos se había creado un vínculo entre ellos que ninguno de los dos había experimentado jamás. Amor. Pasaron juntos toda la semana que él pasó en París.
La última noche antes de su marcha de nuevo a Londres, yacieron juntos. Ya no podían separarse. Satine dejó su casa a la dueña del burdel, para que siguiera alquilando habitaciones a las chicas en su ausencia, haciéndola firmar que si alguna vez ella volvía a Paris, o alguien de su familia, la casa seguiría siendo suya sin problemas. Tras ello partió hacia Londres con David, donde contrajeron matrimonio al escaso mes de llegar. Eran felices, todo les sonreía, se amaban con locura y el dinero parecía crecer debido a los buenos negocios de él en las finanzas. Solo les faltaba algo, un bebé.
En el cuarto año de matrimonio ya habían dado todo por perdido, desde la boda lo habían intentado todo una y otra vez pero Satine no se quedaba embarazada. El amor empezaba a resquebrajarse, lo que era bonito al principio ahora les ponía de mal humor, se culpaban mutuamente del fracaso por no poder tener hijos, por lo que apenas tenían sexo. Pero al contrario de lo que pensaban la suerte si parecía estar de su lado pues al cabo de unos meses Satine se alarmó por la falta de periodo, a lo que sumó las nauseas matutinas. Cuando se hizo la revisión médica pertinente el resultado fue positivo. Estaba embarazada de tres meses.
Volvemos al punto de partida de esta historia, el nacimiento de Nadine. La matrona atendía a su madre en la habitación con un par de ayudantes mientras su padre esperaba con unos amigos en el salón tratando de controlar los nervios. El agua golpeaba los cristales de los grandes ventanales de la casa cuanto el llanto de un bebé rasgo el denso silencio que les rodeaba a todos. La niña estaba sana, y su madre también. La infancia de Nadine fue una delicia para ella, creció rodeada de comodidades dada su posición social y el dinero que poseían. Fue educada por las mejores nodrizas y tutores, aprendió inglés y francés a la perfección. Los modales eran innatos en ella y no la costaba aprender cosas nuevas, era como una esponja al ser sumergida en agua, empapaba todo lo que la enseñaban.
Cuando cumplió los 15 años su madre la contó su pasado, la vida que había llevado en Paris. Así como todo lo que debía saber de los hombres y sus costumbres. De esa forma quedaban en Nadine dos lecciones tan diferentes como importantes, como actuar en un ambiente formal, ser educada y correcta; y los trucos necesarios para no caer en las tentaciones de los hombres. Al años siguiente ya con 16 años, los negocios de su padre comenzaron a fallar, esto le ponía de mal humor y apenas salía del despacho cuando estaba en casa. En los 4 años siguientes fueron aguantando las deudas a las que se enfrentaban con dignidad tratando que sus amigos y conocidos no se enteraran de aquello pero terminó por salir a la luz… aquello destrozó los nervios de David que llegó a enloquecer, se volvió un ermitaño, no salía de casa y se negaba a ver a nadie, así como tampoco permitía que su esposa e hija pisaran la calle. El “¿qué dirán?” era más fuerte que él y llegó a creer que si nadie les veía aquella situación terminaría por pasar.
Satine al ver el punto en el que aquello había derivado, tomó la decisión más dura de su vida, enviar a Nadine a Paris. La explicó con todo detalle donde debía ir en cuanto llegara a la capital, en el burdel cuidarían de ella, sabía que no era la mejor vida para ella ni para lo que la habían educado pero era mejor que quedarse encerrada por la locura de su padre, y no tenía a ningún otro sitio al que mandarla en el que supiera que estaría bien. Escribió una carta para la dueña del burdel en la que la contaba el por qué de aquello y aseguraba a Nadine como su hija aunque no hubiera hecho falta ya que era su vivo retrato, solo que algo más alta que ella.
Cuando llegó a París se sintió algo intimidada por la cantidad de gente y sitios desconocidos pero no tardó en encontrar su destino y presentarse ante la Madame. Al leer la carta esta asintió con la cabeza y la llevó a la casa que en el pasado había regentado su madre, tras preguntar a Nadine si quería seguir con el negocio de alquilar habitaciones y dada su negativa, mandó hospedar a las inquilinas en el burdel temporalmente. Las primeras semanas en Paris, no pisó el burdel un solo día, tan solo veía a las chicas entrar y salir de allí así como a los hombres que las buscaban. El dinero que la había dado su madre empezaba a escasear por lo que decidió buscar de nuevo a la mandamás del lugar buscando ayuda, esta la enseñó con gusto (dado que era hija de una vieja amiga) y dedicación cada detalle que debía saber para triunfar en aquello sin dejar de ser quien era. Los coqueteos y sonrisas, el dejar ver piel pero jamás ser vulgar y sobre todo no mezclar sentimientos con los negocios. Era cortesana, daba placer por dinero, no amor. Así es como se formó en el arte de la seducción y el placer; y asi es como Nadine Hetfield Lemarque, pasó a ser Nadine la Roselle. Apodada asi por el encanto que emanaba de ella a la hora de tratar con los clientes, la Madame siempre dijo que parecía una rosa floreciendo iba atrayendo a los hombres hacia ella lentamente hasta que no podían dejar de mirarla y de desear poseerla.
De padre londinense y madre francesa, la pequeña Nadine vino al mundo una noche de tormenta. Antes de contar aquí su nacimiento me centraré en la vida de sus padres. Él, David Hetfield, era un banquero de renombre en Inglaterra, conoció a su madre en uno de sus constantes viajes de negocios a Paris. Satine Lemarque alquilaba habitaciones de su casa a las jóvenes que trabajaban en el burdel, pero no querían vivir en él. A parte de eso, era camarera en el mismo, por lo que sabía los entresijos del negocio a la perfección. Alguna vez tuvo sexo con algún cliente cuando el dinero escaseaba pero jamás fue considerada prostituta y en parte debido a eso era una de las más deseadas.
Cuando David entró en el •Burdel Leblanc• no tardó ni un minuto en acercarse a la barra para pedir una copa a Satine, hablaron y rieron toda la noche. Ella jamás había caído rendida a los pies de ningún hombre, nunca se había enamorado ni había dudado a la hora de rechazar invitaciones de sus numerosos admiradores, pero aquel hombre la tentaba, su forma de mirarla no solo de manera lasciva y fanfarrona, sino cálida y amistosa. Por primera vez dejó a una de las cortesanas al mando de las bebidas del bar de la planta baja del burdel y accedió a ir a cenar con él. Se contaron mil historias, no quedaba ni un detalle escondido, nada que el uno no supiera del otro, toda la noche en vela. Tan solo hablando. Por la mañana desayunaron y pasearon, almorzaron juntos y cenaron, después de todo el día juntos se había creado un vínculo entre ellos que ninguno de los dos había experimentado jamás. Amor. Pasaron juntos toda la semana que él pasó en París.
La última noche antes de su marcha de nuevo a Londres, yacieron juntos. Ya no podían separarse. Satine dejó su casa a la dueña del burdel, para que siguiera alquilando habitaciones a las chicas en su ausencia, haciéndola firmar que si alguna vez ella volvía a Paris, o alguien de su familia, la casa seguiría siendo suya sin problemas. Tras ello partió hacia Londres con David, donde contrajeron matrimonio al escaso mes de llegar. Eran felices, todo les sonreía, se amaban con locura y el dinero parecía crecer debido a los buenos negocios de él en las finanzas. Solo les faltaba algo, un bebé.
En el cuarto año de matrimonio ya habían dado todo por perdido, desde la boda lo habían intentado todo una y otra vez pero Satine no se quedaba embarazada. El amor empezaba a resquebrajarse, lo que era bonito al principio ahora les ponía de mal humor, se culpaban mutuamente del fracaso por no poder tener hijos, por lo que apenas tenían sexo. Pero al contrario de lo que pensaban la suerte si parecía estar de su lado pues al cabo de unos meses Satine se alarmó por la falta de periodo, a lo que sumó las nauseas matutinas. Cuando se hizo la revisión médica pertinente el resultado fue positivo. Estaba embarazada de tres meses.
Volvemos al punto de partida de esta historia, el nacimiento de Nadine. La matrona atendía a su madre en la habitación con un par de ayudantes mientras su padre esperaba con unos amigos en el salón tratando de controlar los nervios. El agua golpeaba los cristales de los grandes ventanales de la casa cuanto el llanto de un bebé rasgo el denso silencio que les rodeaba a todos. La niña estaba sana, y su madre también. La infancia de Nadine fue una delicia para ella, creció rodeada de comodidades dada su posición social y el dinero que poseían. Fue educada por las mejores nodrizas y tutores, aprendió inglés y francés a la perfección. Los modales eran innatos en ella y no la costaba aprender cosas nuevas, era como una esponja al ser sumergida en agua, empapaba todo lo que la enseñaban.
Cuando cumplió los 15 años su madre la contó su pasado, la vida que había llevado en Paris. Así como todo lo que debía saber de los hombres y sus costumbres. De esa forma quedaban en Nadine dos lecciones tan diferentes como importantes, como actuar en un ambiente formal, ser educada y correcta; y los trucos necesarios para no caer en las tentaciones de los hombres. Al años siguiente ya con 16 años, los negocios de su padre comenzaron a fallar, esto le ponía de mal humor y apenas salía del despacho cuando estaba en casa. En los 4 años siguientes fueron aguantando las deudas a las que se enfrentaban con dignidad tratando que sus amigos y conocidos no se enteraran de aquello pero terminó por salir a la luz… aquello destrozó los nervios de David que llegó a enloquecer, se volvió un ermitaño, no salía de casa y se negaba a ver a nadie, así como tampoco permitía que su esposa e hija pisaran la calle. El “¿qué dirán?” era más fuerte que él y llegó a creer que si nadie les veía aquella situación terminaría por pasar.
Satine al ver el punto en el que aquello había derivado, tomó la decisión más dura de su vida, enviar a Nadine a Paris. La explicó con todo detalle donde debía ir en cuanto llegara a la capital, en el burdel cuidarían de ella, sabía que no era la mejor vida para ella ni para lo que la habían educado pero era mejor que quedarse encerrada por la locura de su padre, y no tenía a ningún otro sitio al que mandarla en el que supiera que estaría bien. Escribió una carta para la dueña del burdel en la que la contaba el por qué de aquello y aseguraba a Nadine como su hija aunque no hubiera hecho falta ya que era su vivo retrato, solo que algo más alta que ella.
Cuando llegó a París se sintió algo intimidada por la cantidad de gente y sitios desconocidos pero no tardó en encontrar su destino y presentarse ante la Madame. Al leer la carta esta asintió con la cabeza y la llevó a la casa que en el pasado había regentado su madre, tras preguntar a Nadine si quería seguir con el negocio de alquilar habitaciones y dada su negativa, mandó hospedar a las inquilinas en el burdel temporalmente. Las primeras semanas en Paris, no pisó el burdel un solo día, tan solo veía a las chicas entrar y salir de allí así como a los hombres que las buscaban. El dinero que la había dado su madre empezaba a escasear por lo que decidió buscar de nuevo a la mandamás del lugar buscando ayuda, esta la enseñó con gusto (dado que era hija de una vieja amiga) y dedicación cada detalle que debía saber para triunfar en aquello sin dejar de ser quien era. Los coqueteos y sonrisas, el dejar ver piel pero jamás ser vulgar y sobre todo no mezclar sentimientos con los negocios. Era cortesana, daba placer por dinero, no amor. Así es como se formó en el arte de la seducción y el placer; y asi es como Nadine Hetfield Lemarque, pasó a ser Nadine la Roselle. Apodada asi por el encanto que emanaba de ella a la hora de tratar con los clientes, la Madame siempre dijo que parecía una rosa floreciendo iba atrayendo a los hombres hacia ella lentamente hasta que no podían dejar de mirarla y de desear poseerla.
~ Mi número favorito es el 8. Nací el día 8 de Agosto (octavo mes) de 1778.
~ Fumo tabaco con boquilla.
~ Casi siempre uso guantes.
~ Cuando maquillo mis ojos de forma potente, suavizo el rostro con un tono claro en los labios y viceversa. Detesto el exceso en ese tipo de detalles.
~ Los tacones siempre me acompañan, rara vez uso calzado plano.
~ Tiene fobia a las tormentas, la aterran.
~ Domino a la perfección el arte de la danza, sobre todo la Danza del vientre.
~ Jamás he dormido con un cliente.
Última edición por Nadine la Roselle el Miér Ene 18, 2012 4:33 am, editado 2 veces
Nadine la Roselle- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 27/12/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Nadine Hetfield Lemarque
No estoy muy seguro, en el título sale aún "en construcción". Ya la haz terminado o aún falta? (prefiero preguntar antes de meter la pata hahaha)
Invitado- Invitado
Re: Nadine Hetfield Lemarque
~Terminada~
Nadine la Roselle- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 27/12/2011
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