Ancora -Ashley Fields-

por **Antonia Raisa Di Farnesio** Vie Dic 30, 2011 7:53 pm

Había visitado casi la mayoría de los buenos sitios de Francia sin contar con la zona gitana y la de la gente de clase pobre, la más baja que la nuestra. Esos ya los iba a visitar más tarde pero lo que realmente me llamaba la atención en aquel momento eral el conservatorio Ascarlani. Curioso por que Paris se decía que era una ciudad grande y llena de variedad pero ver solo un conservatorio en una zona así cuando podrían haber por lo menos diez facilmente pues me entristecía. Parecía que la música no era una de las cosas que ablandamban los corazones de los Parisinos pero yo no era parisina, era Italiana de cabeza a los pies y mi corazón por ende era un foco lleno de dulces sonidos melódicos. Para mi tenia un especial encanto el piano y las melodías tan esplendidas que podían salir al acaricias con los dedos las teclas correcta.

Ya pues me encontraba en ese momento ahí con un vestido de color caqui que llevaba un corset bastante apretado pero al cual estaba ya muy acostumbrada. A pesar de mi enfermedad y de las recomendaciones de los médicos de dejar ciertas vestimentas apartadas por mi bien corporal nunca pensaba dejar el corset. Era una de las pocas cosas que me hacían sentirme hermosa al mirarme en un espejo y no pensaba dejarlo por un estúpida enfermedad que tarde o temprano iba a acabar del todo conmigo. Pensaba disfrutar y eso era lo que intentaba hacer.

Abrí la puerta del conservatorio y pise con paso firme, me acerque a uno de los personales que había ahí y solo hicieron falta unas cuantas palabras para dejarles mis intenciones claras. Antes de pretender entrar en un sitio como aquel tenia que ver que tal estaban las instalaciones, si tenían un piano bueno y si el profesor sabia lo mismo o más que yo. A la mirada de aquel caballero estaba segura de que parecía una niña rica y exigente que conseguía todo lo que deseaba con la ayuda de su padre o su marido pero me había ganado la vida limpiamente a pesar de los obstáculos impuestos por mi propia feminidad. Por ser mujer y pretender ser más independiente de lo que ya era.

Se veía que no le gustaba acompañarme así que cuando me dejo en la sala del piano solté el aire de mis pulmones con algo de alivio y me empecé a quitarme el abrigo. Lo deje entonces junto al bolso en una silla cercana y mire el piano analizándolo. Era mejor que el que tenia yo en casa y la sola idea de deslizar mis dedos sobre aquellas teclas me producía un cosquilleo de excitación en el pecho. No había pasado ni dos minutos en aquella sala y ya me había encaprichado de un objeto. Era totalmente inaceptable mi comportamiento a veces pero ¿Que demonios? ¿Que más daba el comportamiento de una persona cuando la vida le regalaba unos momentos de felicidad antes de la extinción total? Y yo me extinguía ¡Oh si señor! me extinguía como el fuego de una fogata al amanecer, estaba destinado y tenia que vivir al máximo aun que solo fuesen cosas bastante banales para otros como acariciar sin permiso las teclas del piano de otras personas.

Cuando me acerque tenia abundante polvo encima así que lo sople suavemente antes de sacar un pañuelo de reserva que llevaba siempre en el escote y pasarlo rápidamente sobre las teclas. Se veía que al menos hacia un par de días que nadie tocaba dicho instrumento así que con mucha ansia apreté la tecla de sol mientras me sentaba en la sillita y ponía mis pies sobre los pedales. La verdad era que tener ese instrumento tan cerca después de meses sin haberlo tocado por culpa de mis largos viajes se me hacia bastante extraño.

-¡Madre te habría gustado este instrumento! - muchas veces mi padre me había costado la afición de aquella mujer que me había dado la vida por los pianos y cuanto le encantaba pasar horas y horas tocando sin descanso. Yo parecía ser igual que ella, en muchos aspectos, en demasiados pero aquel aspecto era uno de los que no me arrepentia compartir con ella. La música era tanto para los condenados como para los humanos a mi parecer. Pues una persona no podía pasar una vida en la absoluta ignorancia sin sentir al menos una vez la emoción de una bonita pieza.

por **Ashley Fields** Sáb Dic 31, 2011 12:03 am

Tras mi arribo a París, me había instalado en el castillo familiar a las afueras de la ciudad. Comencé a recorrer el castillo que por este tiempo sería mi hogar; mi propio hogar, por primera vez en mi vida estaría sola, sin mis padres, y podría ir y venir a mi antojo, por fin sería capas de ir a París y de verdad ver y disfruta París. Mientras hacía mi recorrido iba anotando mentalmente todos los arreglos que me parecían necesarios realizar al lugar. Ya estaba por terminar cuando me di cuenta que no había ninguna sala de música. ¿Cómo era eso posible?. Tras hablar con el ama de llaves para informarle de mis deseos y decirle que en una de las habitaciones vacías quería que colocaran varios de mis instrumentos favoritos esta me dijo que estos debían ser mandados a hacer o a traer de otro lugar y que eso tardaría como un mes. Comencé a hacer un berrinche, pero al final tuve que conformarme, aquí no estaban mis padres para cumplirme mis caprichos.

Después de pasar varios días sin música, que era una de mis mayores pasiones, decidí preguntarle a el ama de llaves si existía algún lugar al que podría ir para tocar un poco el pianoforte me dijo que en París solo existía un conservatorío de música al que podría ir, el "Ascarlani", que era el mejor de Francia, todos los demás estaban esparcidos por el país. Ordene a el carrero que me llevara al conservatorio, lo espere por 15 minutos y ya estaba desesperada, tenía que acostumbrarme que las personas ya no estarían frente a mi con tan solo chasquear los dedos, ahora sería relativamente normal.

Entre al lugar como siempre lo hacía, atrayendo todas las miradas a mi persona, con un porte digno de una baronesa y una mirada altanera y orgullosa muy común en mi. Le exigí al hombre encargado que me llevara a una habitación donde pudiera tocar el mejor piano del lugar, parecía un poco molesto por la manera en la que le hablaba pero después de saber quien era su mirada cambio a una sonrisa hipócrita y forzada. Caminamos un tiempo en el que el me iba guiando comentándome la historia del conservatorio, como y cuando había sido fundado y todo lo que referente a lo que enseñaban, yo solo asentía y prestaba atención a lo que me decía. Al llegar a la habitación tal parecía que había una chica dentro, la puerta estaba abierta y ella parecía prepararse para empezar a tocar, le veía la espalda, era rubia platino, con una figura esbelta y esplendida, su cabello caía por su espalda hasta la altura de su cintura. Regrese mi atención al hombre cuando el se hizo notar-Lamento eso, ahora mismo la saco de hay-dijo algo asustado, como esperando que yo comenzara a replicar y a el lo pudieran terminar reprimiendo por eso-No te preocupes, me quedare aquí con ella-dije amablemente mientras entraba lentamente a la habitación.

por **Antonia Raisa Di Farnesio** Sáb Dic 31, 2011 5:59 am

Estaba tan ensimismada, buscando la posición correcta y una canción en mi cabeza para ponerme a tocar que cuando escuche voces a duras penas me di cuenta que estaban más cerca de lo que yo misma creía. Me quede quieta entonces sin hacer ningún movimiento solo analizando la situación. Escuche otra vez la voz odiosa de aquel empleado y al final unos pasos entrar en la misma habitación que estaba yo. No me levante por que no tenia por que, aun que si eche un rápido vistazo por encima del hombro. Lo suficiente como maravillarme con la belleza de aquella mujer. El pelo largo y negro le caía sobre los hombros y parecía carbón puro, era algo poco usual ya que las distintas tonalidades de cabello nunca tenían aquél matiz tan marcado. Sus ojos eran increíblemente parecidos a los mios, de un azul intenso que podía hacer que todas las personas se perdiesen en ellos y sus labios eran los que de verdad incitaban a besar a una persona. En ese momento me pregunte que sentirían los jóvenes al verla caminar por la calle con el pose tan recto. No me lo quise imaginar, pero estaba segura de que si mis hermanos habrían estado ahí la habría tenido como cuñada en menos de dos meses.

Sonreí ante el tonto pensamiento y luego decidí ser educada. Agarre mi vestido lo suficiente como para no tropezarme con la tela y con mucho cuidado me levante de la silla, me di la vuelta para enfrentarla e incline la cabeza en modo de saludo y respeto. Se notaba que tenia un cargo más importante que el mio, el primer indicio había sido la voz asustada del empleado pero luego su manera de ser emanaba poder y tal vez su mirada un poco de niñeria lo que me hizo creer que podría ser una malcriada no en el mal sentido de la palabra. Aunque ese siempre era un termino muy relativo. Lo que más me gustaba de ella era ver sus labios algo rojos y crispados por el viento mientras sus mejillas eran del mismo color. El que no fuese una de esas bestias bebedoras de sangre por que no tenia ni por asomo las características, me hacia sentir enormemente feliz o aliviada. Mirase por donde mirase Paris era un lugar infestado de criaturas y yo no estaba acostumbrada a vivir entre ellas el día a día.

-Buongiorno Signorina -debía controlar mis constantes impulsos de hablar en italiano y recordar que en ese momento no estaba en Italia, pero se me hacia muy duro así que a veces saludaba a mi manera dejando bien claro cual era mi nacionalidad y la chispa que brillaba en mi mirada hacia saber a los demás que estaba orgullosa de serlo- Simonetta Di Vincenzo para servirle ... No me dijeron que alguien tenia clase aquí así que asumí que podría quedarme un rato a tocar. Me he equivocado y pido mil disculpas.

Me dirigí hacia la silla donde había dejado mi abrigo y empecé a ponérmelo bajo la atenta mirada de ella. El dichos cierre tan complicado me estaba jugando una mala pasada pero al final cuando logre abrocharlo y alisar mis ropas para que quedasen bien, tome mi bolso echando otra mirada furtiva al piano. Suspire como resignada, solo había logrado tocar una tecla, un pobre sol aun que con eso me conformaba por ahora.

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