The Hours And The Fields ♔ Privado ♔ Flashback

por **Mina Zwaan** Vie Oct 03, 2014 5:56 pm

E día lucía esplendido y Mina gustaba jugar en su mente con la cándida idea de que el clima era un buen y firme cómplice de aquellos que habían salido de caza por la mañana. Y lo cierto era que cada vez que los jóvenes de la Corte neerlandesa marcaban una fecha para la tradicional cacería mensual, las nubes se disipaban, el Sol brillaba como nunca y hasta los vientos acariciaban a la piel cual brisa primaveral, fuese cualquiera la estación del año en transcurso.

La jornada era especial y no solo porque la expedición de aquel día iba comandada ni más ni menos que por su hermano, sino que era la primera vez en que la rubia ocupaba el puesto de “Recibidora” de los cazadores.
Aquello de la “Recibidora” era una especie de condecoración que se le otorgaba a algunas damiselas de la Corte local y constaba en claramente, generar un recibimiento a todos y cada uno de los que arribaban de la jornada de caza para ofrecerles un festín al aire libre. Algo así como un picnic pero más meticuloso y atento para con los caballeros que habían cumplido firmemente con la tradición.

Todas las mujeres de su familia habían pasado por el lugar del que se ocupaba Mina ese día, y como era de esperarse la damisela sentía eso más como una presión anudada en su garganta que como un punto a su favor. Debía cumplir con todo minuciosamente, de forma que todos estuviesen complacidos y su apellido, desde generaciones respetado a lo largo y ancho de su nación continuase intacto como hasta entonces.

Lo cierto es que no había mucha información, lectura o documento que detallase como generar una fiesta de campo de forma impecable y a su vez gustosa para la alta alcurnia, por lo cual Mina no tenía mucho más que guiarse por sus conocimientos propios en cuanto a eventos y a los caprichos del grupo social que le rodeaba. Y de allí partía la espina que más se ahincaba en la tranquilidad de la neerlandesa; ella no era conocida por ser la persona más social de todas, y menos aún, la más concurrente a los eventos de su entorno.

Pero no podía perder el semblante. No podía decepcionar a Noach.

Investigó, consultó con algunas allegadas y sin molestarse por ello, su mayor ayuda terminó siendo la misma servidumbre que confeccionaban aquellos festines.
Feliz estaba la muchacha de que tanto cocineros, mozos y demás cooperasen tan armoniosamente con ella para armar un evento inolvidable.
Bajo la tela del secreto, Mina se reunía con ellos en la noche para hilar ideas sobre la decoración, los platos a servirse y hasta la música que convendría ejecutar en los campos de Assen.
La pena radicaba en no poder comentar abiertamente quienes habían sido sus ayudantes, las agiles mentes que le habían dado más que una mano para todo aquello que otros disfrutarían. Pero la época marcaba tantos protocolos estúpidos, que lo mejor era guardar todo en su corazón, no sin agradecer cada vez que le fuese posible a todos y cada uno de esos humildes ángeles que le habían rescatado de no adentrarse en un ataque de pánico eventual. La rubia estaba a salvo, todo saldría bien.

Teniendo como alfombra ni más ni menos que delicados manteles extendidos sobre los verdes esmeraldinos de los jardines del castillo de los Zwaan, los banquetes se disponían en mesas ratonas, con la intención de que los comensales pudiesen acceder a los platillos preparados desde sus asientos; mullidos almohadones forrados en telas de variados tonos, lo que hacía de aquel espacio un lugar sumamente colorido y diferente. Una gracia visual a la que a Mina le había parecido inteligente y llamativa.
Vino, agua y hasta sumo de frutas reposaban en numerosas jarras a juego con delicadas copa de cristal, con detalles de tono verde. Los nexos entre el espacio natural y los utensilios a utilizarse en el banquete no eran un detalle que la perfeccionista muchacha pensase en dejar de lado tampoco.

Las doncellas en sus sitios, los niños jugando por las praderas templadas y armoniosas de aquel Assen que Mina tanto amaba… Aquel Assen que aguardaba ansioso la llegada del más joven descendiente de los hombres de la familia Zwaan.

Los ojos de Mina brillaron como el azul del cielo cuando avistó el asomar de la caballería, de aquel joven escuadrón de mancebos cazadores. En primera plana su hermano, altivo, firme y tan hermoso como siempre.
Los violines comenzaron a sonar alegremente, la fiesta había comenzado. En las manos de la Condesa un ramillete de tulipanes agrupados por un listón azul y dorado esperaba para ser entregado a su familiar.

- Bienvenidos caballeros. Disfrutad del hermoso día que ha coronado vuestra expedición. Merecéis estas atenciones y muchas más – confirió la organizadora del evento, para dar así de forma oficial el inicio de aquella inolvidable velada.

por Noach Zwaan*** Lun Oct 13, 2014 6:20 pm

¿Los ángeles podrían conspirar aquel día para que se tornase incluso aún más magnífico? Noach estaba convencido de que no podría ser posible.

Pues de ser así, no estarían en la tierra sino en el mismísimo y glorioso Edén. Un aura dorada tan templada como perfecta envolvía al joven heredero Zwaan, quien cabalgaba en su hidalgo corcel purasangre. Noble animal fiel que le fue obsequiado como fausto detalle por sus padres para su cumpleaños pasado. Anko, como lo había llamado, gozaba del aprecio puro que el joven Zwaan profesaba por el animal. No sólo por el hecho de ser un equino bastante veloz y refino, un rey entre los demás caballos, sino también por ser la elección de su querida hermana Mina. Su hermana menor imperecedera fue dueña de un selectivo y exquisito gusto. Incluso el ser más quisquilloso sobre la faz de la tierra podría confiar en los gustos de la joven damisela.
Noach cabalgaba con el viento golpeándole el rostro y las hebras de cabello sacudiéndose en el aire tan violentamente como un latigazo al destino que sentía a momentos como las puntas de su cabello le impactaban con violencia en la frente. Acompañado de otros nobles, y los invitados de estos, la cacería encabezada por el mayor de los hijos de los Zwaan se convirtió en una amena experiencia para el bisoño.

En esta ocasión, y por primera vez, el comandante de la cacería había sido él. En un comienzo, Noach se emocionó y enorgulleció enormemente de portar esa responsabilidad pero al mismo tiempo el azoramiento se apoderó de su ser ante la idea de ser un pésimo guía. Pues, esa condecoración no sólo lo posicionaba como un joven capaz de dirigir a todo un grupo de personas, sino también que lo ostentaba como todo un hombre ante sus coetáneos. Un futuro noble apto para la corona. Una joven promesa. Con júbilo, Noach retornaba a los celestiales jardines de las tierras pertenecientes a los Zwaan.
Estaba ufano de sí mismo, la sonrisa perfecta en su rostro así lo demostraba, pero también estaba orgulloso y expectante de los cometidos de su hermana Mina. A la más joven de los Zwaan le había tocado la noble misión de ser la recibidora de todos aquellos que se aventuraron en el bosque con la dádiva de la cacería. Su mente apenas tuvo tiempo de preguntarse a sí mismo cómo le fue a su querida hermana pues a lo lejos deslumbraba un colorido recibimiento que rápidamente captó la atención no sólo de él sino de todos sus acompañantes. Noach jaló las riendas de su corcel para apresurar su marcha, ansioso del encuentro con su hermana e ilusionado de lo que ella preparó para recibirles.

Galopar por los prados de Assen era un privilegio que pocos tenían. Él amaba a su país y podía jurar con una mano en su pecho apretando su corazón que no existían tierras más bellas como las suyas. El aroma a césped fresco se filtraba por sus orificios nasales, el canto majestuoso de las aves deleitaba en sus oídos y el corazón le latía con frenetismo apreciando cada hermoso detalle que Assen le entregaba. En pocos momentos llegó a las proximidades del festín, detuvo la marcha de Anko y bajó casi de un salto pero manteniendo la prudencia ante los demás. Acarició la frente del animal agradeciéndole ser un leal compañero y luego entregó las riendas que dominaban a Anko a un asistente quien dirigió al equino a los pilares para amarrar a la fiera.
Noach recibió la cálida bienvenida de parte de Mina tan pronto como él y los caballeros se aproximaron al banquete. El joven heredero tomó ambas manos de su hermana y las alzó depositando un suave beso en cada una de las finas y suaves manos.

-Caballeros, después de una fatigante pero fructuosa casería, somos honrados con tan espléndido recibimiento. Mi alma se enorgullece de ser hermano de tan grácil damisela que se ha encargado religiosa y atentamente de cada detalle para nosotros. Honradla con un solemne aplauso.- El joven de cabellos rubios habló en voz alta para ser escuchado por sus iguales. Detrás de él, se escuchó una seguidilla de aplausos en honor a Mina. –Escuchad con júbilo tierno vuestra amable respuesta a tu honorífica misión, querida Mina.- Le sonrió con calidez. Sonrisa perpetua que trasmitía emoción y cariño al mismo tiempo. Noach se inclinó un poco más y apagó su tono de voz para hablar de manera cómplice con su hermana. –Mi estómago ha rugido de manera feroz y sin ápice de benevolencia durante el camino de regreso. Si no estuviera en mis cabales, me demoraría todo lo que has preparado para cada uno de los presentes. Felizmente mi querida Mina ha preparado todo esto con devoción, agradecido estoy de vos y de vuestro empleados- Bromeó guiñando un oj y articulando una nueva sonrisa.

Mina no era del tipo de muchachitas que se quedaban sentadas esperando que llegara todo fácilmente a sus manos, él sabía que haría todo lo necesario para que sus cometidos fueran perfectos aún si esto implicaba ir a hurtadillas a solicitar consejería de los empleados. Aquel gesto le pareció un reflejo de humildad de parte de su hermana y era un detalle que Noach apreciaba sabiamente. El mayor se reincorporó prontamente. Acto seguido, comenzó a curiosear con la mirada cada mesa para decidir con prudencia que bocadillo probar primero. La tensión de aquellos días y toda la ansiedad que cultivó sabiendo que debía cumplir el papel de comandante de la cacería le abrió vorazmente el apetito en ese momento fulminante. Mina también debió estar muy presionada por esos días, él la conocía perfectamente y sabía que su hermana no dejaba excluido ningún detalle en absoluto.

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