AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Too much, but never enough [Flashback] | Privado
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Too much, but never enough [Flashback] | Privado
—De pie —exigió Lastor con voz intransigente, empezando a sentirse hastiado de la situación.
Uno de sus alumnos yacía sobre el piso, boca abajo, y hacía un esfuerzo sobrehumano para cumplir con la orden de su maestro. Sin embargo, no la tenía fácil. Lastor se encontraba de pie junto a él, y tenía su pie izquierdo apoyado sobre la espalda del muchacho, concentrando gran parte de su peso en él. En la mano sostenía una fusta revestida de cuero trenzado con una punta ancha, con la cual lo había estado azotando desde que había empezado su lección. Cada vez que el joven pronunciaba algo, así se tratara del menor ruido pero que para Valtray significara una negación, éste le atestaba un nuevo golpe y le volvía a exigir que se levantara.
Cuando se trataba de obtener resultados en sus alumnos, el inquisidor podía llegar a ser verdaderamente perseverante, por no decir obsesivo. No le importaba llegar hasta las últimas consecuencias, tener que invertir más tiempo del que debía, si eso significaba salirse con la suya. Esa era la razón por la cual llevaban así más de una hora. Y mientras él y el molido muchacho yacían en medio del salón, protagonizando esa situación tan controvertida, el resto de sus alumnos se encontraban dispersados a los lados, algunos acobardados, observando con horror la crueldad de la era capaz de hacer gala su entrenador y digiriendo miradas a su desafortunado compañero, conscientes de que en cualquier momento podrían estar ocupando su lugar.
Eso, entre otras cosas, era lo que provocaba que todo aspirante a inquisidor le temiera, pues eran bien conocidas las tácticas de Lastor, mismas que muchos tachaban de duras, crueles, y en la mayoría de los casos, excesivas. Lo que los jóvenes e inexpertos presentes no sabían, era que ese día en especial su profesor se encontraba de malas, lo cual, desde luego, no les favorecía en absoluto.
—De pie —exigió por enésima ocasión.
—No puedo. Me duele la espalda y estoy exhausto, profesor —se quejó el muchacho. Ojalá no hubiera dicho nada.
Lastor lo miró desde lo alto, tan impasible como una estatua (una temible y oscura, como las gárgolas de la Catedral de Notre Dame), incapaz de compadecerse de él ni un segundo.
—Ese no es mi problema. ¿Creíste que sería sencillo? ¿Fuiste tan ingenuo? Si vuelves a decir que no puedes una vez más, irás y cogerás tus malditas cosas y te largarás hoy mismo. Débil no me sirves. ¿Acaso no te das cuenta de lo patético que te ves suplicando por un poco de clemencia? Deja de hacer el ridículo y levántate de una vez. Demuestra que eres un hombre. ¡ARRIBA! —vociferó, presionó aún más su pie sobre la espalda herida y lo golpeó tan fuerte que éste gimió de dolor, lo que a su vez provocó que le atestara otro golpe.
Muy en el fondo, las palabras que Lastor Valtray dirigía al indefenso muchacho, también se las dedicaba a sí mismo. Era un recordatorio de que no podía permitirse flaquear. Sobre todo ahora que tiempos difíciles se avecinaban. Si era duro con otros, consigo mismo era aún peor.
Uno de sus alumnos yacía sobre el piso, boca abajo, y hacía un esfuerzo sobrehumano para cumplir con la orden de su maestro. Sin embargo, no la tenía fácil. Lastor se encontraba de pie junto a él, y tenía su pie izquierdo apoyado sobre la espalda del muchacho, concentrando gran parte de su peso en él. En la mano sostenía una fusta revestida de cuero trenzado con una punta ancha, con la cual lo había estado azotando desde que había empezado su lección. Cada vez que el joven pronunciaba algo, así se tratara del menor ruido pero que para Valtray significara una negación, éste le atestaba un nuevo golpe y le volvía a exigir que se levantara.
Cuando se trataba de obtener resultados en sus alumnos, el inquisidor podía llegar a ser verdaderamente perseverante, por no decir obsesivo. No le importaba llegar hasta las últimas consecuencias, tener que invertir más tiempo del que debía, si eso significaba salirse con la suya. Esa era la razón por la cual llevaban así más de una hora. Y mientras él y el molido muchacho yacían en medio del salón, protagonizando esa situación tan controvertida, el resto de sus alumnos se encontraban dispersados a los lados, algunos acobardados, observando con horror la crueldad de la era capaz de hacer gala su entrenador y digiriendo miradas a su desafortunado compañero, conscientes de que en cualquier momento podrían estar ocupando su lugar.
Eso, entre otras cosas, era lo que provocaba que todo aspirante a inquisidor le temiera, pues eran bien conocidas las tácticas de Lastor, mismas que muchos tachaban de duras, crueles, y en la mayoría de los casos, excesivas. Lo que los jóvenes e inexpertos presentes no sabían, era que ese día en especial su profesor se encontraba de malas, lo cual, desde luego, no les favorecía en absoluto.
—De pie —exigió por enésima ocasión.
—No puedo. Me duele la espalda y estoy exhausto, profesor —se quejó el muchacho. Ojalá no hubiera dicho nada.
Lastor lo miró desde lo alto, tan impasible como una estatua (una temible y oscura, como las gárgolas de la Catedral de Notre Dame), incapaz de compadecerse de él ni un segundo.
—Ese no es mi problema. ¿Creíste que sería sencillo? ¿Fuiste tan ingenuo? Si vuelves a decir que no puedes una vez más, irás y cogerás tus malditas cosas y te largarás hoy mismo. Débil no me sirves. ¿Acaso no te das cuenta de lo patético que te ves suplicando por un poco de clemencia? Deja de hacer el ridículo y levántate de una vez. Demuestra que eres un hombre. ¡ARRIBA! —vociferó, presionó aún más su pie sobre la espalda herida y lo golpeó tan fuerte que éste gimió de dolor, lo que a su vez provocó que le atestara otro golpe.
Muy en el fondo, las palabras que Lastor Valtray dirigía al indefenso muchacho, también se las dedicaba a sí mismo. Era un recordatorio de que no podía permitirse flaquear. Sobre todo ahora que tiempos difíciles se avecinaban. Si era duro con otros, consigo mismo era aún peor.
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- Spoiler:
- Vuelvo a postear este tema, ya que la vez anterior no se concretó nada y ya he acordado una nueva trama para poder desarrollarlo.
Lastor Valtray- Inquisidor Clase Media
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 14/06/2015
Re: Too much, but never enough [Flashback] | Privado
Su mirada se mantenía fija en la nada, sus brazos se mantenían firmes a sus costados, tenía la espalda erguida y de no ser por la manera tan exagerada en la que trataba de hacer llegar el aire a sus pulmones para tranquilizar su propia alma, hubiera parecido una estatua o un cadáver.
“De pie”
Escuchó gritar una vez más a su mentor en la inquisición, un hombre ya entrado en años que no les estaba haciendo el entrenamiento fácil a los reclutas; Lastor se llamaba y la sola pronunciación de su nombre causaba pavor no solo entre otros grupos en entrenamiento sino en algunos inquisidores veteranos, quienes decían que aquel hombre estaba demente, que trataba de matar a sus alumnos. Tanto ella como su compañeros creyeron que era una exageración pero después de la primera sesión de entrenamiento Arachne y los otros tres miembros de su grupo creyeron que las habladurías fantasiosas eran una realidad; Lastor trataba de matarlos sin duda alguna.
Pero a pesar de sus creencias y de lo intenso de los entrenamientos, los días habían pasado y todos se encontraban vivos aunque no intactos. La rudeza de Lastor al entrenarlos poco a poco había ido fracturando a los compañeros de la Bakó pero no a ella, que estaba decidida a ser la mejor inquisidora, sin importar que tuviera que atravesar o soportar.
Una nueva exigencia salió de los labios del mentor del grupo, únicamente para ser respondida por el joven, que después de una hora en el suelo seguía sin comprender la lección.
Las palabras emitidas por su compañero, si es que se le podía llamar compañero a un debilucho como aquel, la llevaron a cerrar los ojos. Aquel muchacho era un idiota, no solo por no poseer la fuerza suficiente para tolerar un simple entrenamiento que poco o nada tendría que ver con lo que enfrentarían en la realidad, sino por responder a Lastor con excusas tan patéticas como aquella. ¿Qué no podía?, ¿Qué le dolía?; si le dolía era porque aún estaba vivo y estar vivo significaba que aún podía.
El nuevo grito del inquisidor hizo que los otros compañeros de Arachne se sobresaltaran, probablemente tomando las palabras de Lastor como una amenaza para sus débiles voluntades o deseos, aun a pesar de que su menor tenía razón en todo lo decía. Ellos no servían débiles, ni física ni mentalmente, porque si no eran capaces de enfrentarse a un simple hombre como su mentor, mucho menos podrían enfrentarse a un sobrenatural. Cansada entonces no solo del maltrato hacía su compañero sino de lo patético que era él, la recluta dio un paso al frente, atrayendo las miradas de os otros dos reclutas.
– Profesor, él ha dicho que no puede y solo estamos perdiendo tiempo valioso los demás – dejó de mirar entonces a la nada, para girar su rostro y encontrarse con el semblante duro de Lastor – Ya ha demostrado que no es un hombre – guardo silencio entonces, esperando por una respuesta no agradable por parte de su mentor, respuesta que estaba muy consciente que recibiría incluso antes de dar el paso al frente.
“De pie”
Escuchó gritar una vez más a su mentor en la inquisición, un hombre ya entrado en años que no les estaba haciendo el entrenamiento fácil a los reclutas; Lastor se llamaba y la sola pronunciación de su nombre causaba pavor no solo entre otros grupos en entrenamiento sino en algunos inquisidores veteranos, quienes decían que aquel hombre estaba demente, que trataba de matar a sus alumnos. Tanto ella como su compañeros creyeron que era una exageración pero después de la primera sesión de entrenamiento Arachne y los otros tres miembros de su grupo creyeron que las habladurías fantasiosas eran una realidad; Lastor trataba de matarlos sin duda alguna.
Pero a pesar de sus creencias y de lo intenso de los entrenamientos, los días habían pasado y todos se encontraban vivos aunque no intactos. La rudeza de Lastor al entrenarlos poco a poco había ido fracturando a los compañeros de la Bakó pero no a ella, que estaba decidida a ser la mejor inquisidora, sin importar que tuviera que atravesar o soportar.
Una nueva exigencia salió de los labios del mentor del grupo, únicamente para ser respondida por el joven, que después de una hora en el suelo seguía sin comprender la lección.
Las palabras emitidas por su compañero, si es que se le podía llamar compañero a un debilucho como aquel, la llevaron a cerrar los ojos. Aquel muchacho era un idiota, no solo por no poseer la fuerza suficiente para tolerar un simple entrenamiento que poco o nada tendría que ver con lo que enfrentarían en la realidad, sino por responder a Lastor con excusas tan patéticas como aquella. ¿Qué no podía?, ¿Qué le dolía?; si le dolía era porque aún estaba vivo y estar vivo significaba que aún podía.
El nuevo grito del inquisidor hizo que los otros compañeros de Arachne se sobresaltaran, probablemente tomando las palabras de Lastor como una amenaza para sus débiles voluntades o deseos, aun a pesar de que su menor tenía razón en todo lo decía. Ellos no servían débiles, ni física ni mentalmente, porque si no eran capaces de enfrentarse a un simple hombre como su mentor, mucho menos podrían enfrentarse a un sobrenatural. Cansada entonces no solo del maltrato hacía su compañero sino de lo patético que era él, la recluta dio un paso al frente, atrayendo las miradas de os otros dos reclutas.
– Profesor, él ha dicho que no puede y solo estamos perdiendo tiempo valioso los demás – dejó de mirar entonces a la nada, para girar su rostro y encontrarse con el semblante duro de Lastor – Ya ha demostrado que no es un hombre – guardo silencio entonces, esperando por una respuesta no agradable por parte de su mentor, respuesta que estaba muy consciente que recibiría incluso antes de dar el paso al frente.
Arachne Bakó- Cazador Clase Media
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 16/04/2017
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