AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Malfred Von Carstein
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Malfred Von Carstein
Canta la historia del señor Von Carstein, dios de dioses y rey de reyes. EGO en mayúscula, derrotado varias veces y aún con la cabeza alta. Una serpiente esperando volver a morder. Su historia sucedió antaño, mucho tiempo atrás. Un tiempo en que cada familia con un castillo y tierras era considerada como dioses y reyes, y sus espadas arrebataban coronas ficticias. Un tiempo en el que dios bendecía los campos con sangre y en la que los vasallos no tenían otra opción de besar las botas de su señor o perecer bajo la espada de la divinidad.
En esta época se está contado este cantar.
Nombre del Personaje:
Malfred Von Carstein.
Edad:
2500 años, año arriba, año abajo.
Dejas de contar tus años, cuando pasa tu segundo siglo de vida.
Que son 15 o 20 años cuando tienes la eternidad.
Especie:
Vampiro.
Tipo y Nivel Social:
Lord, conde, duque e incluso rey, son títulos que han precedido a su nombre.
Hoy en día vive entre la alta sociedad parisina.
Con nivel extremadamente alto de recursos, sin preocuparse por absolutamente nada, goza de sus riquezas como si fuese un rey, sin tener el título.
Sexualidad:
La sexualidad es para los vivos. El vicio y los placeres para los muertos.
Lugar de Origen:
Transilvania.
Fecha de Muerte:
Murió en el año 669 a.c. a los 31 años de edad.
Habilidad/Poder:
- Agilidad y reflejos sobrehumanos: Habilidad para moverse con más soltura por un sitio, utilizando brazos y piernas reaccionando más rápido que un humano normal.
- Sentidos aumentados: Aumento de percepción en los sentidos de la vista, el olfato, el gusto, el tacto y la audición.
- Persuasión: Capacidad de hacer que otras personas realicen acciones, sin que éstas puedan negarse, mediante palabras con entonación imperativa, es decir, ordenándolas.
- Encandilamiento: Esta habilidad hace que cualquier persona se sienta atraída ya sea físicamente o de cualquier otra manera a la persona poseedora del poder.
- Infringir dolor por medio de la mente: Capacidad que consiste en infringir dolor a una persona, esto solo funciona por medio de la concentración mental y el contacto visual.
Descripción Física:
Su piel es pálida y fría parecida al mármol en invierno. Es un hombre agraciado lleno de carisma inminente. De su belleza se han escrito poemas, ha sido alabada su apariencia a lo largo de los siglos como atemporal. Es un dios, el mismo dios de la sangre, así se nombra por excelencia pero su personificación es más que eso. Sus ojos tienen un color más intenso que la misma sangre y se vuelven oscuros como un cuervo cuando está enojado. Su mirada es inquietante e intimidante. Su cuerpo es el de un rey guerrero de antaño, es bastante alto y musculoso. Su pelo es castaño parecido a las avellanas, siempre está recortado, solía traerlo largo antes de morir. Sus ropajes muestran su rango social, de igual manera que usa los anillos que atañen su linaje y su orden. Siempre se muestra serio y es muy raro verle sonreír. Su estilizada apariencia es estricta y dicta respeto ante su presencia. Consigo lleva su espada llamada Myhr una pieza especial labrada en plata con mucho cuidado, decorada con diamantes y zafiros.
Descripción Psicológica:
Terrible. Titánico. Tirano. Amado y odiado por igual. Fascinador de animales asustados a los que azota desde el tronco de su prepotencia. Déspota irónico bautizado de elegancia y soberbia. Intratable, intocable, inalcanzable. Dueño y señor de su propia personificación. Ego en mayúsculas, la Razón a secas. Vanidoso, indiscutible, insuperable. Manipulador, caprichoso, fiero, sanguinario. Su voz es la que se escucha. Su familia es su única creación. Los placeres; su pasión y su reinado; el poder. Exigente en estrategias y dominación. Es astuto, inteligente, meticuloso, sin compasión y torturador. No hay sentimentalismos en su doctrina y no existe el amor, conciencia o alma. Mente fría y decisiones firmes. Los débiles le causan repugnancia. Sabe respetar y mantenerse al margen, es un hombre de honor y leal cuando lo considera. Apto y diestro, guerrero capaz y hábil para ejecutar cualquier arma, nunca humilde o sencillo, pero puede ser polifacético cuando se trata de una batalla.
Historia:
Canto I
La bacanal.
Era el año más frío que había vivido la región conocida actualmente como Transilvania. El gran castillo Von Carstein descansaba tras la celebración del trigésimo primer aniversario del Conde más fiero, audaz y magnánimo que la antigua casa de los Von Carstein había conocido. La bacanal había durado hasta altas horas de la noche, tres días en los que el vino, las mujeres, y los excesos se consumían por igual. Ahora abotagado, el castillo descansaba.
Canto II
La princesa de tierras lejanas.
Los heraldos la anunciaron la llegada la princesa Layla de Copher, soberana de las ciudades árabes del sur. Su figura delgada estaba recubierta por una túnica negra, que se balanceaba y bailaba como si tuviera vida propia. Una máscara de plata que representaba una expresión bella, ocultaba su rostro y sus ojos bajo un pañuelo de seda carmesí. Unos criados con la piel color aceituna la acompañaban, lanzando agua de rosas sobre su cuerpo y al aire. Los soldados ataviados con una cota de malla negra y una placa esmaltada, cubrían sus cabezas con cascos con pinchos y placas faciales en blanco, marchaban rígidamente tras la princesa que se abría paso hacia el salón en el que el conde Malfred tomaba el almuerzo. La aparición grácil que tenía aquella mujer ante él, lo sorprendió y sin mediar pregunta o vacilación, Malfred invitó a la princesa a quedarse en el castillo, la quería para él. Los dos almorzaron juntos, mientras los hombres del conde permanecían observando en silencio a los guardianes de la princesa que no entraron en los barracones, sino que abandonaron el castillo y se instalaron en los campos de tiro de los arqueros, en unas tiendas de color negro. No encendieron ninguna hoguera en su campamento y los centinelas curiosos en las almenas, no pudieron oír ni una sola voz. El único movimiento que se escuchaba era el de los soldados que patrullaban sin descanso.
Canto III
El depredador se volvió presa.
Esa noche el conde deseaba disfrutar del favor de la princesa Layla, no harto de los tres días de festejos que había pasado junto a los jóvenes más bellos de todo el condado. Él entró por una ruta oculta que solo conocían unos cuantos sirvientes y cortesanos. Lo que encontró allí fue algo totalmente temible, incluso más que una princesa en busca de esponsales, lo que más temía el conde. La máscara de plata de Layla estaba sobre la cama, y se había quitado el pañuelo. A la pálida luz de la vela, Malfred contempló que la piel de la princesa era increíblemente pálida, el cabello oscuro le caía en ondas, y le llegaba hasta la cadera, pero lo más terrorífico de todo eran aquellos ojos del color de la sangre. En el suelo una de las doncellas que se habían puesto a disposición de la supuesta princesa árabe, yacía sin vida, con una gran brecha en el cuello de la cual ya no manaba sangre. El conde no pudo evitar soltar un bufido y Layla con la rapidez del rayo se abalanzó sobre él. Su rostro bestial era todavía hermoso, el rostro de la muerte. En el exterior los guardianes de la princesa de plata habían comenzado a moverse, al igual que ella, sus rostros sin la protección de los cascos, se veían increíblemente pálidos y bellos, sus ojos eran negros como la noche a diferencia de la vampira que agarraba al conde con firmeza. Corrían con velocidad antinatural, de un salto subieron el muro y devoraron a los habitantes del castillo, que nada fueron capaces de hacer contra los vampiros. Los gritos de lucha, dolor y fuerza se hicieron presentes en todo el lugar. La princesa mordió con fiereza a su presa y bebió de ella. Todo parecía acabar, pero los caballeros de la orden de la orquídea, los guardianes más poderosos de aquellas tierras malditas, formada por una vieja estirpe de guerreros, penetraron en el castillo. En un acto de soberbia y egoísmo, la princesa dio su sangre a Malfred. ¿Qué harían ahora sus guardianes? El sol salía, y la vampira dejó caer Malfred aún con vida al suelo. Reunió a sus guardianes y huyeron para seguir siendo un mito.
Canto IV
El dolor se vuelve fuerza.
Tras horas de dolor, en los que mucho se temió por el conde, este resurgió recuperado, como un ser superior, como si se tratase de un verdadero dios. Contaron que su ira se había incrementado tras lo sucedido, no abandonaba el castillo, mataba a quien se le antójese, como había hecho siempre, pero ahora sin motivo y bastante más a menudo. Costaba mirar directamente a su rostro, tan pálido que parecía puro mármol, y se decía que sus ojos se habían vueltos rojos, reflejo de la furia que albergaba en su interior. Furia que por otra parte brotaba con facilidad, para la desgracia de sus sirvientes y vasallos. Nadie era capaz de contrariar ningún deseo del conde, ya fuese por miedo o por admiración. El conde no envejecía, y cada vez era más violento. Por toda la región comenzaron a surgir historias que contaban que el conde ya no se alimentaba, que solo se dejaba ver de noche, que parecía que se su rostro se había quedado congelado, en aquella perfección terrorífica. Ya casi no hacía vida social, sus famosas fiestas habían quedado en el olvido. Y no recibía a nadie.
Canto V
El poder de la sangre.
El único que aún gozaba del favor del conde era Zacarías Drakenhoff, era el capitán de los caballeros que habían salvado el castillo. Zacarías siempre había sido amigo de Malfred, la única persona a la que había considerado como un igual. Aquella noche de muerte y lluvia, Zacarías busco desesperado al conde por todo el castillo, sin importarle nada de lo que ocurriese a su alrededor. Él conocía muy bien las marcas que Malfred tenía en el cuello, sabía en que se convertiría. Desenvainó su espada y la puso sobre la garganta del último de los Von Carstein, pero no, Zacarías no fue capaz de acabar con la vida de él que durante tanto tiempo había sido más que un amigo. Tras su conversión Drakenhoff le explicó en lo que se había convertido, cosa que por otra parte encantó al Conde. Durante aquellos años Zacarías había contado al Conde de donde procedía el poder de la orden. Los nuevos líderes eran mordidos por los líderes que se retiraban. Ganaban fuerza, velocidad y demás capacidades sobrehumanas, al igual que había ganado el conde tras el mordisco de la princesa de plata. Todo tenía un precio, Malfred había sido condenado a alimentarse de sangre, pero el castigo de Zacarías había sido algo diferente, cada luna llena, su cuerpo se transformaba, se convertía en un hombre lobo descontrolado.
Canto VI
Sin límites.
Las ansias de poder de Malfred nunca habían conocido límite, y ahora tenía el poder para conseguir cuanto quisiese. El poder humano ya no le interesaba, quería ser el señor de los vampiros, el más fuerte entre los fuertes. Consiguió gobernar y hacerse temer sobre todos los otros señores vampiros de Rumanía. Su lugarteniente, Lord Zacarías Drakenhoff, nombrado noble por el mismo conde, era la mejor mano derecha que podía tener, todos los otros vampiros temían la poderosa boca del lobo. El nombre de la casa Von Carstein empezó a ser conocido en todo el mundo sobrenatural. El conde tenía un ejército de neonatos proporcionado por los demás nobles vampíricos que le rendían pleitesía. Él mismo había intentado aumentar sus tropas pero jamás había sido capaz de controlar su sed en aquellos 20 años en los que había sido el señor de la noche. La fama del conde fue en aumento, a sus batallas se le dominaron las guerras carmesí.
Canto VII
La muerte.
Habían pasado 60 años desde su conversión, y aunque nadie lo veía ya, su longevidad comenzaba a ser sospechosa. Sus consejeros Vladimir y Stefan, surgidos de la nada y más anciano que la misma tierra que pisaban, le recomendaron algo que realmente enfadó al último Von Carstein, pero que tuvo que aceptar a regañadientes. El gran conde Malfred Von Carstein "moría" por segunda vez, la primera vez oficial. Al año resurgió, aunque nunca había dejado de todo el control que ejercía sobre los otros nobles. Malfred dejó un legado a uno de sus hijos bastardos, al cual se le heredó algunos títulos, nunca le interesó saber qué pasó con su heredero y de ahí sobrevive su apellido hasta la actualidad.
Canto VIII
El duque rojo.
El tiempo de ausencia de Malfred fue aprovechado por el duque rojo. La guardia acabó con facilidad con los neonatos, que apenas causaron bajas en el ejército del duque. Malfred y Zacarías luchaban contra ellos invencibles. El hombre lobo consiguió llegar hasta él y en una lucha épica casi mató al señor de la guerra, al final Zacarías fue el que pereció obligando a Malfred a desaparecer, y dejar sus tierras. El lobo había caído, lo que había aumentado la ira del Conde "El trono vampírico me pertenecerá, te lo prometo amigo" Fueron las palabras que resonaron en la mente del último Von Carstein, recogió la espada de su amigo y desapareció. El nombre de Malfred se perdió en la historia vampírica.
Canto IX
La reina
Después de su desaparición, varios siglos después no se supo nada de él. Se llevó sus riquezas, cerró sus castillos y dejó delegados en su lugar. Su muerte para el mundo humano había sido absoluta. Más de mil años se la pasó solo, quizá un poco más hasta que el señor de las sombras había estado planeando su ascenso al poder. En esta época conoció a una princesa que dominaba sus amadas tierras de Rumania, Irina Vervelle, su encuentro fue una casualidad. Podría ser considerado así, si alguno de los dos creyese de verdad en las casualidades. La tortura de su alma y la ira que irradiaba aquella mujer de cabello del ébano le fascinaba. Era la reina perfecta, despiadada como él y con las mismas ansias de poder. Justo lo que él estaba buscando. Irina aceptó a Malfred dentro de su reino y juntos obtuvieron los títulos de realeza de Rumania. El poder debe de ser para los poderosos, y así fue como comenzaron su juego. Malfred había resurgido de las sombras, con una aliada muy poderosa, reinaron durante mucho tiempo. Podría decirse que se enamoraron con locura, no más de lo que estaban de sí mismos, debo aclarar. Fueron años en los que el juego los llenaba. Seguros de que ganarían reunieron a los peones y programaron un ataque. Resultó fallido, y derrotados no fueron capaces de soportase y acabaron por separarse. Más por el hecho que debían de ocultar su verdadera identidad. Ambos reyes renunciaron a sus cargos. Irina se fue con el viento y la nieve. Y el tablero se quedó sin reina.
Canto X
El alfil
Y de nuevo pasó el tiempo, Malfred vagó por toda Europa, reuniendo a los más fuertes, reuniendo conocimientos, buscado a Irina, buscándose así mismo. Los tiempos en los que había sido el más poderoso de los condes vampiros quedaban muy atrás, olvidados con el tiempo. El rastro de Irina le llevó hasta una chica cuya locura le fascinó, Irina le entregó a la chica en bandeja de plata y se quedó con el de nuevo. Ya fuese por soledad, o por la necesidad de alguien con el que retomar el juego, hizo algo que jamás había conseguido hacer, controlar sus ansias de sangre, transformando a la chica en un ángel inmortal, su hija, su discípula, Dana Luminita Von Carstein. Su alfil, su mano derecha.
Canto XI
Nuevas tierras.
En Paris una leyenda surgía. Se contaba su historia en cada callejón oscuro y serpenteante de la ciudad. Su nombre infundía el miedo incluso en los corazones de los más despiadados y egoístas: el Señor de las sombras. Nadie lo había visto jamás, o al menos nadie había sobrevivido después de hablar con él, pero su presencia se hacía notar en todas partes. En todos los barrios de la ciudad, ninguna acción criminal ocurría sin el consentimiento del señor de las sombras. Durante generaciones el señor de las sombras había dominado todo desde la oscuridad de la noche, permaneciendo oculto entre las clases más altas de la sociedad. Los años pasaron lentamente, pero las ansias de poder nunca disminuyeron, él era le verdadero rey de reyes, el dios de los dioses. Junto con el, sus piezas del ajedrez. Se mezclo con la alta sociedad. El clan Von Carstein no estaba acabado, nadie olvidaría su nombre. El juego comenzaría de nuevo. Ahora sabía que no solo se ganaba con peones, esta vez tendría a todas las demás piezas. Blancas mueven primero.
CLAN AJEDREZ
El clan fue formado por Malfred Von Carstein con motivo de vivir su propio juego, sus aliados entran a su alianza donde su juego es interminable en la tabla del ajedrez. Sus enemigos son víctimas del juego, las que pagarán con sufrimiento. Buscan llenar su tablero con nuevas fichas, la selección parte desde su estudio de su forma mortal hasta ser convertidos en vampiros. En ocasiones las alianzas llevan a nuevas fichas que son remplazadas por torres, caballos o peones. El clan se particulariza por sus cuatro piezas principales, las blancas. El rey, la reina y los dos alfiles. Desde sus inicios el líder del clan se ha dado la tarea de elegir a estas piezas con extremo cuidado, algunas fueron eliminadas por su falta de gracia y astucia. Después de conseguir a su pieza importante la reina, las fichas fueron bendecidas por la locura, el arte y la presencia. Sus piezas más importantes los alfiles. Educados a su forma, entrenados a su forma y liberados para que ellos destruyan a su creencia con su locura. Cada rey entrenó a su propio alfil. Siempre andan juntos como un clan aunque a veces se dispersan, escoltados por humanos con apariencias maravillosas y sobre todo la mayoría con ojos llamativos. Sus asentamientos siempre son cercanos a las aguas y muy alejados de la civilización.
Lema: “Las blancas mueven primero”.
Reglamentos:
El juego es sagrado y poderoso, lucha hasta el final sin rendirte, gana con honor ó pierde con orgullo.
Ninguna pieza le teme a la muerte.
Somos un ejército no andamos solos.
Sin la autorización del rey, no hay linaje valido.
La lealtad absoluta está en su bandera.
Todos fueron bendecidos por Caín y el infierno.
Se guarda silencio sobre el clan.
Nunca se habla sobre los sentimientos.
Se pueden recibir nuevos miembros y alianzas siempre y cuando pasen las pruebas.
Con la traición de dicta caza de sangre y muerte.
Defecto: Sienten una irresistible atracción por el peligro. Incluso cuando el objeto de su placer sea algo seguro, encontrarán alguna forma de hacerlo peligroso.
Símbolo: Cada pieza tiene su propio símbolo. El símbolo que lo unifica es la pieza del rey de color dorado.
Las cuatro piezas:
Malfred Von Carstein (el rey),
Dana Von Carstein (alfil del rey),
Irina Vervelle (la reina),
Kian Vervelle (Alfil de la reina).
Datos Extras:
Adora los juegos y ganar. Su comida favorita son los jóvenes vírgenes, y deben de agradecer su destino pues olvidan al mundo y el mundo los olvida a ellos. Obsesionado con su espada con la que ha matado cientos de lobos. Habla varios idiomas y lenguas muertas. Maestro del piano.
En esta época se está contado este cantar.
Nombre del Personaje:
Malfred Von Carstein.
Edad:
2500 años, año arriba, año abajo.
Dejas de contar tus años, cuando pasa tu segundo siglo de vida.
Que son 15 o 20 años cuando tienes la eternidad.
Especie:
Vampiro.
Tipo y Nivel Social:
Lord, conde, duque e incluso rey, son títulos que han precedido a su nombre.
Hoy en día vive entre la alta sociedad parisina.
Con nivel extremadamente alto de recursos, sin preocuparse por absolutamente nada, goza de sus riquezas como si fuese un rey, sin tener el título.
Sexualidad:
La sexualidad es para los vivos. El vicio y los placeres para los muertos.
Lugar de Origen:
Transilvania.
Fecha de Muerte:
Murió en el año 669 a.c. a los 31 años de edad.
Habilidad/Poder:
- Agilidad y reflejos sobrehumanos: Habilidad para moverse con más soltura por un sitio, utilizando brazos y piernas reaccionando más rápido que un humano normal.
- Sentidos aumentados: Aumento de percepción en los sentidos de la vista, el olfato, el gusto, el tacto y la audición.
- Persuasión: Capacidad de hacer que otras personas realicen acciones, sin que éstas puedan negarse, mediante palabras con entonación imperativa, es decir, ordenándolas.
- Encandilamiento: Esta habilidad hace que cualquier persona se sienta atraída ya sea físicamente o de cualquier otra manera a la persona poseedora del poder.
- Infringir dolor por medio de la mente: Capacidad que consiste en infringir dolor a una persona, esto solo funciona por medio de la concentración mental y el contacto visual.
Descripción Física:
Su piel es pálida y fría parecida al mármol en invierno. Es un hombre agraciado lleno de carisma inminente. De su belleza se han escrito poemas, ha sido alabada su apariencia a lo largo de los siglos como atemporal. Es un dios, el mismo dios de la sangre, así se nombra por excelencia pero su personificación es más que eso. Sus ojos tienen un color más intenso que la misma sangre y se vuelven oscuros como un cuervo cuando está enojado. Su mirada es inquietante e intimidante. Su cuerpo es el de un rey guerrero de antaño, es bastante alto y musculoso. Su pelo es castaño parecido a las avellanas, siempre está recortado, solía traerlo largo antes de morir. Sus ropajes muestran su rango social, de igual manera que usa los anillos que atañen su linaje y su orden. Siempre se muestra serio y es muy raro verle sonreír. Su estilizada apariencia es estricta y dicta respeto ante su presencia. Consigo lleva su espada llamada Myhr una pieza especial labrada en plata con mucho cuidado, decorada con diamantes y zafiros.
Descripción Psicológica:
Terrible. Titánico. Tirano. Amado y odiado por igual. Fascinador de animales asustados a los que azota desde el tronco de su prepotencia. Déspota irónico bautizado de elegancia y soberbia. Intratable, intocable, inalcanzable. Dueño y señor de su propia personificación. Ego en mayúsculas, la Razón a secas. Vanidoso, indiscutible, insuperable. Manipulador, caprichoso, fiero, sanguinario. Su voz es la que se escucha. Su familia es su única creación. Los placeres; su pasión y su reinado; el poder. Exigente en estrategias y dominación. Es astuto, inteligente, meticuloso, sin compasión y torturador. No hay sentimentalismos en su doctrina y no existe el amor, conciencia o alma. Mente fría y decisiones firmes. Los débiles le causan repugnancia. Sabe respetar y mantenerse al margen, es un hombre de honor y leal cuando lo considera. Apto y diestro, guerrero capaz y hábil para ejecutar cualquier arma, nunca humilde o sencillo, pero puede ser polifacético cuando se trata de una batalla.
Historia:
Canto I
La bacanal.
Era el año más frío que había vivido la región conocida actualmente como Transilvania. El gran castillo Von Carstein descansaba tras la celebración del trigésimo primer aniversario del Conde más fiero, audaz y magnánimo que la antigua casa de los Von Carstein había conocido. La bacanal había durado hasta altas horas de la noche, tres días en los que el vino, las mujeres, y los excesos se consumían por igual. Ahora abotagado, el castillo descansaba.
Canto II
La princesa de tierras lejanas.
Los heraldos la anunciaron la llegada la princesa Layla de Copher, soberana de las ciudades árabes del sur. Su figura delgada estaba recubierta por una túnica negra, que se balanceaba y bailaba como si tuviera vida propia. Una máscara de plata que representaba una expresión bella, ocultaba su rostro y sus ojos bajo un pañuelo de seda carmesí. Unos criados con la piel color aceituna la acompañaban, lanzando agua de rosas sobre su cuerpo y al aire. Los soldados ataviados con una cota de malla negra y una placa esmaltada, cubrían sus cabezas con cascos con pinchos y placas faciales en blanco, marchaban rígidamente tras la princesa que se abría paso hacia el salón en el que el conde Malfred tomaba el almuerzo. La aparición grácil que tenía aquella mujer ante él, lo sorprendió y sin mediar pregunta o vacilación, Malfred invitó a la princesa a quedarse en el castillo, la quería para él. Los dos almorzaron juntos, mientras los hombres del conde permanecían observando en silencio a los guardianes de la princesa que no entraron en los barracones, sino que abandonaron el castillo y se instalaron en los campos de tiro de los arqueros, en unas tiendas de color negro. No encendieron ninguna hoguera en su campamento y los centinelas curiosos en las almenas, no pudieron oír ni una sola voz. El único movimiento que se escuchaba era el de los soldados que patrullaban sin descanso.
Canto III
El depredador se volvió presa.
Esa noche el conde deseaba disfrutar del favor de la princesa Layla, no harto de los tres días de festejos que había pasado junto a los jóvenes más bellos de todo el condado. Él entró por una ruta oculta que solo conocían unos cuantos sirvientes y cortesanos. Lo que encontró allí fue algo totalmente temible, incluso más que una princesa en busca de esponsales, lo que más temía el conde. La máscara de plata de Layla estaba sobre la cama, y se había quitado el pañuelo. A la pálida luz de la vela, Malfred contempló que la piel de la princesa era increíblemente pálida, el cabello oscuro le caía en ondas, y le llegaba hasta la cadera, pero lo más terrorífico de todo eran aquellos ojos del color de la sangre. En el suelo una de las doncellas que se habían puesto a disposición de la supuesta princesa árabe, yacía sin vida, con una gran brecha en el cuello de la cual ya no manaba sangre. El conde no pudo evitar soltar un bufido y Layla con la rapidez del rayo se abalanzó sobre él. Su rostro bestial era todavía hermoso, el rostro de la muerte. En el exterior los guardianes de la princesa de plata habían comenzado a moverse, al igual que ella, sus rostros sin la protección de los cascos, se veían increíblemente pálidos y bellos, sus ojos eran negros como la noche a diferencia de la vampira que agarraba al conde con firmeza. Corrían con velocidad antinatural, de un salto subieron el muro y devoraron a los habitantes del castillo, que nada fueron capaces de hacer contra los vampiros. Los gritos de lucha, dolor y fuerza se hicieron presentes en todo el lugar. La princesa mordió con fiereza a su presa y bebió de ella. Todo parecía acabar, pero los caballeros de la orden de la orquídea, los guardianes más poderosos de aquellas tierras malditas, formada por una vieja estirpe de guerreros, penetraron en el castillo. En un acto de soberbia y egoísmo, la princesa dio su sangre a Malfred. ¿Qué harían ahora sus guardianes? El sol salía, y la vampira dejó caer Malfred aún con vida al suelo. Reunió a sus guardianes y huyeron para seguir siendo un mito.
Canto IV
El dolor se vuelve fuerza.
Tras horas de dolor, en los que mucho se temió por el conde, este resurgió recuperado, como un ser superior, como si se tratase de un verdadero dios. Contaron que su ira se había incrementado tras lo sucedido, no abandonaba el castillo, mataba a quien se le antójese, como había hecho siempre, pero ahora sin motivo y bastante más a menudo. Costaba mirar directamente a su rostro, tan pálido que parecía puro mármol, y se decía que sus ojos se habían vueltos rojos, reflejo de la furia que albergaba en su interior. Furia que por otra parte brotaba con facilidad, para la desgracia de sus sirvientes y vasallos. Nadie era capaz de contrariar ningún deseo del conde, ya fuese por miedo o por admiración. El conde no envejecía, y cada vez era más violento. Por toda la región comenzaron a surgir historias que contaban que el conde ya no se alimentaba, que solo se dejaba ver de noche, que parecía que se su rostro se había quedado congelado, en aquella perfección terrorífica. Ya casi no hacía vida social, sus famosas fiestas habían quedado en el olvido. Y no recibía a nadie.
Canto V
El poder de la sangre.
El único que aún gozaba del favor del conde era Zacarías Drakenhoff, era el capitán de los caballeros que habían salvado el castillo. Zacarías siempre había sido amigo de Malfred, la única persona a la que había considerado como un igual. Aquella noche de muerte y lluvia, Zacarías busco desesperado al conde por todo el castillo, sin importarle nada de lo que ocurriese a su alrededor. Él conocía muy bien las marcas que Malfred tenía en el cuello, sabía en que se convertiría. Desenvainó su espada y la puso sobre la garganta del último de los Von Carstein, pero no, Zacarías no fue capaz de acabar con la vida de él que durante tanto tiempo había sido más que un amigo. Tras su conversión Drakenhoff le explicó en lo que se había convertido, cosa que por otra parte encantó al Conde. Durante aquellos años Zacarías había contado al Conde de donde procedía el poder de la orden. Los nuevos líderes eran mordidos por los líderes que se retiraban. Ganaban fuerza, velocidad y demás capacidades sobrehumanas, al igual que había ganado el conde tras el mordisco de la princesa de plata. Todo tenía un precio, Malfred había sido condenado a alimentarse de sangre, pero el castigo de Zacarías había sido algo diferente, cada luna llena, su cuerpo se transformaba, se convertía en un hombre lobo descontrolado.
Canto VI
Sin límites.
Las ansias de poder de Malfred nunca habían conocido límite, y ahora tenía el poder para conseguir cuanto quisiese. El poder humano ya no le interesaba, quería ser el señor de los vampiros, el más fuerte entre los fuertes. Consiguió gobernar y hacerse temer sobre todos los otros señores vampiros de Rumanía. Su lugarteniente, Lord Zacarías Drakenhoff, nombrado noble por el mismo conde, era la mejor mano derecha que podía tener, todos los otros vampiros temían la poderosa boca del lobo. El nombre de la casa Von Carstein empezó a ser conocido en todo el mundo sobrenatural. El conde tenía un ejército de neonatos proporcionado por los demás nobles vampíricos que le rendían pleitesía. Él mismo había intentado aumentar sus tropas pero jamás había sido capaz de controlar su sed en aquellos 20 años en los que había sido el señor de la noche. La fama del conde fue en aumento, a sus batallas se le dominaron las guerras carmesí.
Canto VII
La muerte.
Habían pasado 60 años desde su conversión, y aunque nadie lo veía ya, su longevidad comenzaba a ser sospechosa. Sus consejeros Vladimir y Stefan, surgidos de la nada y más anciano que la misma tierra que pisaban, le recomendaron algo que realmente enfadó al último Von Carstein, pero que tuvo que aceptar a regañadientes. El gran conde Malfred Von Carstein "moría" por segunda vez, la primera vez oficial. Al año resurgió, aunque nunca había dejado de todo el control que ejercía sobre los otros nobles. Malfred dejó un legado a uno de sus hijos bastardos, al cual se le heredó algunos títulos, nunca le interesó saber qué pasó con su heredero y de ahí sobrevive su apellido hasta la actualidad.
Canto VIII
El duque rojo.
El tiempo de ausencia de Malfred fue aprovechado por el duque rojo. La guardia acabó con facilidad con los neonatos, que apenas causaron bajas en el ejército del duque. Malfred y Zacarías luchaban contra ellos invencibles. El hombre lobo consiguió llegar hasta él y en una lucha épica casi mató al señor de la guerra, al final Zacarías fue el que pereció obligando a Malfred a desaparecer, y dejar sus tierras. El lobo había caído, lo que había aumentado la ira del Conde "El trono vampírico me pertenecerá, te lo prometo amigo" Fueron las palabras que resonaron en la mente del último Von Carstein, recogió la espada de su amigo y desapareció. El nombre de Malfred se perdió en la historia vampírica.
Canto IX
La reina
Después de su desaparición, varios siglos después no se supo nada de él. Se llevó sus riquezas, cerró sus castillos y dejó delegados en su lugar. Su muerte para el mundo humano había sido absoluta. Más de mil años se la pasó solo, quizá un poco más hasta que el señor de las sombras había estado planeando su ascenso al poder. En esta época conoció a una princesa que dominaba sus amadas tierras de Rumania, Irina Vervelle, su encuentro fue una casualidad. Podría ser considerado así, si alguno de los dos creyese de verdad en las casualidades. La tortura de su alma y la ira que irradiaba aquella mujer de cabello del ébano le fascinaba. Era la reina perfecta, despiadada como él y con las mismas ansias de poder. Justo lo que él estaba buscando. Irina aceptó a Malfred dentro de su reino y juntos obtuvieron los títulos de realeza de Rumania. El poder debe de ser para los poderosos, y así fue como comenzaron su juego. Malfred había resurgido de las sombras, con una aliada muy poderosa, reinaron durante mucho tiempo. Podría decirse que se enamoraron con locura, no más de lo que estaban de sí mismos, debo aclarar. Fueron años en los que el juego los llenaba. Seguros de que ganarían reunieron a los peones y programaron un ataque. Resultó fallido, y derrotados no fueron capaces de soportase y acabaron por separarse. Más por el hecho que debían de ocultar su verdadera identidad. Ambos reyes renunciaron a sus cargos. Irina se fue con el viento y la nieve. Y el tablero se quedó sin reina.
Canto X
El alfil
Y de nuevo pasó el tiempo, Malfred vagó por toda Europa, reuniendo a los más fuertes, reuniendo conocimientos, buscado a Irina, buscándose así mismo. Los tiempos en los que había sido el más poderoso de los condes vampiros quedaban muy atrás, olvidados con el tiempo. El rastro de Irina le llevó hasta una chica cuya locura le fascinó, Irina le entregó a la chica en bandeja de plata y se quedó con el de nuevo. Ya fuese por soledad, o por la necesidad de alguien con el que retomar el juego, hizo algo que jamás había conseguido hacer, controlar sus ansias de sangre, transformando a la chica en un ángel inmortal, su hija, su discípula, Dana Luminita Von Carstein. Su alfil, su mano derecha.
Canto XI
Nuevas tierras.
En Paris una leyenda surgía. Se contaba su historia en cada callejón oscuro y serpenteante de la ciudad. Su nombre infundía el miedo incluso en los corazones de los más despiadados y egoístas: el Señor de las sombras. Nadie lo había visto jamás, o al menos nadie había sobrevivido después de hablar con él, pero su presencia se hacía notar en todas partes. En todos los barrios de la ciudad, ninguna acción criminal ocurría sin el consentimiento del señor de las sombras. Durante generaciones el señor de las sombras había dominado todo desde la oscuridad de la noche, permaneciendo oculto entre las clases más altas de la sociedad. Los años pasaron lentamente, pero las ansias de poder nunca disminuyeron, él era le verdadero rey de reyes, el dios de los dioses. Junto con el, sus piezas del ajedrez. Se mezclo con la alta sociedad. El clan Von Carstein no estaba acabado, nadie olvidaría su nombre. El juego comenzaría de nuevo. Ahora sabía que no solo se ganaba con peones, esta vez tendría a todas las demás piezas. Blancas mueven primero.
CLAN AJEDREZ
El clan fue formado por Malfred Von Carstein con motivo de vivir su propio juego, sus aliados entran a su alianza donde su juego es interminable en la tabla del ajedrez. Sus enemigos son víctimas del juego, las que pagarán con sufrimiento. Buscan llenar su tablero con nuevas fichas, la selección parte desde su estudio de su forma mortal hasta ser convertidos en vampiros. En ocasiones las alianzas llevan a nuevas fichas que son remplazadas por torres, caballos o peones. El clan se particulariza por sus cuatro piezas principales, las blancas. El rey, la reina y los dos alfiles. Desde sus inicios el líder del clan se ha dado la tarea de elegir a estas piezas con extremo cuidado, algunas fueron eliminadas por su falta de gracia y astucia. Después de conseguir a su pieza importante la reina, las fichas fueron bendecidas por la locura, el arte y la presencia. Sus piezas más importantes los alfiles. Educados a su forma, entrenados a su forma y liberados para que ellos destruyan a su creencia con su locura. Cada rey entrenó a su propio alfil. Siempre andan juntos como un clan aunque a veces se dispersan, escoltados por humanos con apariencias maravillosas y sobre todo la mayoría con ojos llamativos. Sus asentamientos siempre son cercanos a las aguas y muy alejados de la civilización.
Lema: “Las blancas mueven primero”.
Reglamentos:
El juego es sagrado y poderoso, lucha hasta el final sin rendirte, gana con honor ó pierde con orgullo.
Ninguna pieza le teme a la muerte.
Somos un ejército no andamos solos.
Sin la autorización del rey, no hay linaje valido.
La lealtad absoluta está en su bandera.
Todos fueron bendecidos por Caín y el infierno.
Se guarda silencio sobre el clan.
Nunca se habla sobre los sentimientos.
Se pueden recibir nuevos miembros y alianzas siempre y cuando pasen las pruebas.
Con la traición de dicta caza de sangre y muerte.
Defecto: Sienten una irresistible atracción por el peligro. Incluso cuando el objeto de su placer sea algo seguro, encontrarán alguna forma de hacerlo peligroso.
Símbolo: Cada pieza tiene su propio símbolo. El símbolo que lo unifica es la pieza del rey de color dorado.
Las cuatro piezas:
Malfred Von Carstein (el rey),
Dana Von Carstein (alfil del rey),
Irina Vervelle (la reina),
Kian Vervelle (Alfil de la reina).
Datos Extras:
Adora los juegos y ganar. Su comida favorita son los jóvenes vírgenes, y deben de agradecer su destino pues olvidan al mundo y el mundo los olvida a ellos. Obsesionado con su espada con la que ha matado cientos de lobos. Habla varios idiomas y lenguas muertas. Maestro del piano.
- Spoiler:
- Nota Aclaratoria: El apellido lo compartiré con otro personaje, un humano de clase alta, me he puesto en contacto con el y dijo que no había ningún inconveniente.
Malfred Von Carstein- Vampiro Clase Alta
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Re: Malfred Von Carstein
FICHA APROBADA
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