AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Aprendiz [Yunuete C. Rouge]
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Aprendiz [Yunuete C. Rouge]
Aquel lunes abrí los ojos temprano, como a las seis de la tarde, cuando aún comenzaba a clarear. Me di un baño de agua helada y me vestí con finas ropas, con las más finas que tenía, para perfumarme. Me miré al espejo, para arreglar mis cabellos castaños que se alborotaban con el agua, y cubriéndome con un abrigo, esta vez marrón, me dirigí al hogar de mi maestro o maestra. Mi sueño había sido siempre el de ir a la universidad, y bueno, no lo había logrado.
Alguien, que quedaba de más pensarlo a estas alturas, me había robado la vida para hacerlo, mas ahora tenía la oportunidad de ir con un maestro particular y recibir las mismas clases que me hubiesen dado en la universidad. Claro que era más caro, pero para pagarlo existían mis colmillos, y aunque no me gustaba mucho eso de ser un asesino y ladrón, por ahora era la única posibilidad para pagarlo. Me miré al espejo y sonreí ampliamente, porque jamás creí ver en mi rostro semejante ilusión.
Arte, esa era mi vida, y ahora tendría oportunidad de ir a estudiarla.
Así, como a las seis y media, que ya estaba más oscuro, me encaminé al hogar de aquella persona. "Y.C. Rouge", era lo que decía el papel, junto con la dirección. Lo había encontrado en un poste, pegado, que apenas y podía leerse. Pero cuando vi violín y piano, no dudé en sujetarlo. Ciertamente es que no sé por qué estaba en un poste, pero bueno, eso no venía al caso ahora. Caminé hasta llegar allá, mirando a la gente pasar, disfrutando del aire frío en mi rostro. Había cambiado joyas por francos, que seguro me servirían ahora para pagar mis clases a domicilio. Mis bolsas estaban llenas de monedas, pero no había quién se atreviese a robármelas. No sé si era por mi rostro, que sonreía indistintamente, o porque mi propia aura causaba terror. Sea como fuese, llegué temprano al hogar de aquel o aquella que sería mi maestro, que yo imaginaba como un anciano renegón. De aquellos que te azotaban la cabeza contra las teclas del piano.
Me encontré prontamente con una casa grande. No, más bien, una mansión. Estaba a las afueras de París, y ciertamente era un hogar hermoso. La enorme mansión parecía albergar a unas 300 personas, pero era obvio que era el hogar de máximo dos. No pude evitar impresionarme, porque yo nunca había estado en un hogar así. Mas me aventuré y entré, buscando a mi maestro. Salieron criados a recibirme, a lo que yo sólo les contesté con un:
-Busco al maestro Rouge...- con mi voz tranquila y una sonrisa realmente amplia, que delataba mi emoción y felicidad de poder estudiar arte.
Me dejaron pasar, quedándome en el recibidor, sentándome en un hermoso sofá mirando la mesita que estaba frente a mi, admirando las piececitas de arte y los cuadros que decoraban el lugar. ¡Me encantaba!
Alguien, que quedaba de más pensarlo a estas alturas, me había robado la vida para hacerlo, mas ahora tenía la oportunidad de ir con un maestro particular y recibir las mismas clases que me hubiesen dado en la universidad. Claro que era más caro, pero para pagarlo existían mis colmillos, y aunque no me gustaba mucho eso de ser un asesino y ladrón, por ahora era la única posibilidad para pagarlo. Me miré al espejo y sonreí ampliamente, porque jamás creí ver en mi rostro semejante ilusión.
Arte, esa era mi vida, y ahora tendría oportunidad de ir a estudiarla.
Así, como a las seis y media, que ya estaba más oscuro, me encaminé al hogar de aquella persona. "Y.C. Rouge", era lo que decía el papel, junto con la dirección. Lo había encontrado en un poste, pegado, que apenas y podía leerse. Pero cuando vi violín y piano, no dudé en sujetarlo. Ciertamente es que no sé por qué estaba en un poste, pero bueno, eso no venía al caso ahora. Caminé hasta llegar allá, mirando a la gente pasar, disfrutando del aire frío en mi rostro. Había cambiado joyas por francos, que seguro me servirían ahora para pagar mis clases a domicilio. Mis bolsas estaban llenas de monedas, pero no había quién se atreviese a robármelas. No sé si era por mi rostro, que sonreía indistintamente, o porque mi propia aura causaba terror. Sea como fuese, llegué temprano al hogar de aquel o aquella que sería mi maestro, que yo imaginaba como un anciano renegón. De aquellos que te azotaban la cabeza contra las teclas del piano.
Me encontré prontamente con una casa grande. No, más bien, una mansión. Estaba a las afueras de París, y ciertamente era un hogar hermoso. La enorme mansión parecía albergar a unas 300 personas, pero era obvio que era el hogar de máximo dos. No pude evitar impresionarme, porque yo nunca había estado en un hogar así. Mas me aventuré y entré, buscando a mi maestro. Salieron criados a recibirme, a lo que yo sólo les contesté con un:
-Busco al maestro Rouge...- con mi voz tranquila y una sonrisa realmente amplia, que delataba mi emoción y felicidad de poder estudiar arte.
Me dejaron pasar, quedándome en el recibidor, sentándome en un hermoso sofá mirando la mesita que estaba frente a mi, admirando las piececitas de arte y los cuadros que decoraban el lugar. ¡Me encantaba!
Invitado- Invitado
Re: Aprendiz [Yunuete C. Rouge]
La verdad es que nunca me había pensado el ser maestra de arte, pero gracias al dinero que poseía pues había podido aprender y había podido llegar a ser una gran pintora y música aunque por desgracia sabia que no podía dedicarme a eso o mi madre (aunque me llevara mal con ella) podría poner el grito en el cielo, él que seguro que me apoyaría seria Leonard mi amado hermano o mis mejores amigos Eiri y Imre. Pero hacia unos días había hablado con mi hermano y habíamos decidido que yo disfrutaría mis dos pasiones el arte y la música unido a mi otra pasión enseñar a los demás. Habíamos hecho anuncios y los habíamos pegado por todo París haciendo así que alguien los leyese y quisiera tomar clases. Mi hermano siempre me ayudaba. De eso había pasado unos días pero yo sabia que eso podía tomar su tiempo. Ademas cuando viniese alguien yo no iba a cobrar, eso lo hacia por mi amor al arte y la música no por dinero, que por otra parte me sobraba.
Escuche que habrían la puerta, eso me sorprendió porque no esperaba a nadie aquel día. Pero fuera lo que fuera y fuera quien fuera, mis criados mi avisarían. Aunque para mi no eran criados... eran amigos, nunca les obligaba a nada como mi madre. Mientras leía un libro, sentada en mi cama, una de mis criadas entro diciéndome que había alguien preguntando por mi y por mi anuncio de las clases. Sonreí y cerré el libro dejándolo sobre la cama para salir. Llevaba uno de mis vestidos, en realidad, llevaba mi favorito el de color crema. Cuando llegue a la sala, vi a un chico joven casi de mi edad mas o menos y me recordó a Eiri. Sonreí y me acerque a él.
-Hola, me han dicho que preguntaba por mi. Soy Yunuete Caroline Rouge.
OFF: Siento la tardanza he tenido unos problemas personales que requerían toda mi atención
Escuche que habrían la puerta, eso me sorprendió porque no esperaba a nadie aquel día. Pero fuera lo que fuera y fuera quien fuera, mis criados mi avisarían. Aunque para mi no eran criados... eran amigos, nunca les obligaba a nada como mi madre. Mientras leía un libro, sentada en mi cama, una de mis criadas entro diciéndome que había alguien preguntando por mi y por mi anuncio de las clases. Sonreí y cerré el libro dejándolo sobre la cama para salir. Llevaba uno de mis vestidos, en realidad, llevaba mi favorito el de color crema. Cuando llegue a la sala, vi a un chico joven casi de mi edad mas o menos y me recordó a Eiri. Sonreí y me acerque a él.
-Hola, me han dicho que preguntaba por mi. Soy Yunuete Caroline Rouge.
OFF: Siento la tardanza he tenido unos problemas personales que requerían toda mi atención
Invitado- Invitado
Re: Aprendiz [Yunuete C. Rouge]
OFF: ¡Ningún problema! Yo mismo he estado en lo mismo, en la loca total, con la universidad. ¡Espero haya mejorado todo~!
Estaba idiotizado con la belleza del lugar. Miraba las pinturas y las obras de arte sobre la mesita que estaba frente a mi, e incluso las ganas de tocar cosas se hicieron presentes, como un niño pequeño. Me detuve de no hacerlo, porque seguramente el anciano renegón me iba a correr aa patadas. Pero evidentemente, no fue así. Pronto, una criada avisó que el maestro llegaría, a lo que me puse de pie, pero me quedé helado al darme cuenta que mi maestro no era maestro. ¡Era mujer! Vaya, eso era nuevo para mi, porque recordaba que mi madre me decía que sólo podían estudiar las damas de clase muy alta, pero nunca había visto una hasta aquel momento, en el que una mujer más o menos de mi edad física, de dorados cabellos, se presentaba conmigo. Sonreí, e hice una suave reverencia a modo de cortesía, sacando el papel desgastado por el aire, el paso de los carros y la nieve, que había encontrado pegado en el poste, para volver a sonreír.
-Buenas tardes...Mi nombre es Keiji D'Albère, y he venido porque he encontrado su anuncio, y me ha interesado mucho- asentí con la cabeza, para después de mi presentación, continuar con mi curriculum de estudios como me decía Gerôme que debía yo hacerlo. -He estudiado piano desde los tres años, y he querido ingresar a la universidad pero no he logrado ser admitido. Me hace falta estudiar violín, y he leído que usted podría ayudarme a ser mejor pianista y a ser un violinista. Todas mis tardes están libres, y estoy dispuesto a pagar lo que vos quiera por las clases, mademoiselle- sonreí, suspirando. Mis manos temblaban, impacientes por la respuesta de la dama, rogando porque no le hubiese interrumpido en nada y que quisiese aceptarme como tal. Además, mi físico delataba que yo no era nativo de París, y deseé con ganas que ello la hiciese convencerse. Después de todo, una carita angelical, extranjera, con ganas de estudiar... ¿no era adorable?
-Espero quiera aceptarme, señorita. Por ahora no tengo piano en casa, pero he comprado un violín y mañana he de ir al teatro, porque quizá me lo presten para practicar- sentí que hablaba demasiado, pero era necesario. Me moría de ganas por aprender, por aprender arte y ser un gran pianista y...
Rogaba ser aceptado, a lo que soltaba suspiros que acallaba.
Estaba idiotizado con la belleza del lugar. Miraba las pinturas y las obras de arte sobre la mesita que estaba frente a mi, e incluso las ganas de tocar cosas se hicieron presentes, como un niño pequeño. Me detuve de no hacerlo, porque seguramente el anciano renegón me iba a correr aa patadas. Pero evidentemente, no fue así. Pronto, una criada avisó que el maestro llegaría, a lo que me puse de pie, pero me quedé helado al darme cuenta que mi maestro no era maestro. ¡Era mujer! Vaya, eso era nuevo para mi, porque recordaba que mi madre me decía que sólo podían estudiar las damas de clase muy alta, pero nunca había visto una hasta aquel momento, en el que una mujer más o menos de mi edad física, de dorados cabellos, se presentaba conmigo. Sonreí, e hice una suave reverencia a modo de cortesía, sacando el papel desgastado por el aire, el paso de los carros y la nieve, que había encontrado pegado en el poste, para volver a sonreír.
-Buenas tardes...Mi nombre es Keiji D'Albère, y he venido porque he encontrado su anuncio, y me ha interesado mucho- asentí con la cabeza, para después de mi presentación, continuar con mi curriculum de estudios como me decía Gerôme que debía yo hacerlo. -He estudiado piano desde los tres años, y he querido ingresar a la universidad pero no he logrado ser admitido. Me hace falta estudiar violín, y he leído que usted podría ayudarme a ser mejor pianista y a ser un violinista. Todas mis tardes están libres, y estoy dispuesto a pagar lo que vos quiera por las clases, mademoiselle- sonreí, suspirando. Mis manos temblaban, impacientes por la respuesta de la dama, rogando porque no le hubiese interrumpido en nada y que quisiese aceptarme como tal. Además, mi físico delataba que yo no era nativo de París, y deseé con ganas que ello la hiciese convencerse. Después de todo, una carita angelical, extranjera, con ganas de estudiar... ¿no era adorable?
-Espero quiera aceptarme, señorita. Por ahora no tengo piano en casa, pero he comprado un violín y mañana he de ir al teatro, porque quizá me lo presten para practicar- sentí que hablaba demasiado, pero era necesario. Me moría de ganas por aprender, por aprender arte y ser un gran pianista y...
Rogaba ser aceptado, a lo que soltaba suspiros que acallaba.
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Re: Aprendiz [Yunuete C. Rouge]
OFF: Si todo se arreglo ^^ espero que te vaya bien con la universidad
La verdad es que aun recordaba como los hombres me habían mirado cuando entre la primera vez en la universidad y recordaba que mi hermano se “peleo” con ellos por ser unos machistas y fue entonces cuando me convertí en la mejor en lo que estudiaba haciendo que todos los hombres que me habían despreciado por el echo de ser mujer se tuvieran que tragar sus palabras y ademas mostrarme respeto. Pero ahora ya era una licenciada en artes aunque no necesitaba trabajar, para mi el arte y la música eran mi pasión. Y si había colgado aquel anuncio para enseñar había sido porque quería enseñar a alguien y me alegraba muchísimo de que hubiese sido él. Porque él había sido quien había respondido a mi anuncio. Sonreí al ver como me hacia una reverencia y sacaba mi anuncio. La verdad es que me gustaba el entusiasmo que demostraba por aprender y las ganas que tenia, solo con eso sabia que iba a ser un buen alumno, ademas se demostraba que el no era parisino. Me recordaba mucho a mis dos mejores amigos Eiri y Imre. Parecía nervioso por mi respuesta, pero no debía estarlo porque desde el primer momento que lo había visto y que le había oído había decidido tenerle como alumno, enseñarle todo lo que sabia.
-Monsieur D'Albère, estaré encantada de tenerle como mi alumno. Le agradezco que respondiera a mi anuncio porque me siento orgullosa de poder enseñarle todo lo que yo aprendí. Poder ayudarle a mejorar y se que usted tiene ganas de aprender.
Dije con una sonrisa, en todo momento educada como había sido educada en mi infancia. La sonrisa no hacia mas que acentuar la visión de ángel que daba mi rostro, lo cual me gustaba muchísimo. Para después acercarme un poco mas a él y seguir sonriendo porque primero quería ver el nivel que tenia al piano y por supuesto decirle que no quería que me pagara nada. No hacia falta que me pagara nada.
-Monsieur D'Albère no hace falta que me pague nada. Yo esto no lo hago por dinero, lo hago por el amor a mis dos pasiones, el arte y la música. Pero primero me gustaría ver el nivel que tiene usted en el piano. ¿Me tocaría una melodía?
Dije sin dejar de sonreír haciéndole un gesto hacia el piano que había en la sala para que se sintiera libre de tocarme algo.
La verdad es que aun recordaba como los hombres me habían mirado cuando entre la primera vez en la universidad y recordaba que mi hermano se “peleo” con ellos por ser unos machistas y fue entonces cuando me convertí en la mejor en lo que estudiaba haciendo que todos los hombres que me habían despreciado por el echo de ser mujer se tuvieran que tragar sus palabras y ademas mostrarme respeto. Pero ahora ya era una licenciada en artes aunque no necesitaba trabajar, para mi el arte y la música eran mi pasión. Y si había colgado aquel anuncio para enseñar había sido porque quería enseñar a alguien y me alegraba muchísimo de que hubiese sido él. Porque él había sido quien había respondido a mi anuncio. Sonreí al ver como me hacia una reverencia y sacaba mi anuncio. La verdad es que me gustaba el entusiasmo que demostraba por aprender y las ganas que tenia, solo con eso sabia que iba a ser un buen alumno, ademas se demostraba que el no era parisino. Me recordaba mucho a mis dos mejores amigos Eiri y Imre. Parecía nervioso por mi respuesta, pero no debía estarlo porque desde el primer momento que lo había visto y que le había oído había decidido tenerle como alumno, enseñarle todo lo que sabia.
-Monsieur D'Albère, estaré encantada de tenerle como mi alumno. Le agradezco que respondiera a mi anuncio porque me siento orgullosa de poder enseñarle todo lo que yo aprendí. Poder ayudarle a mejorar y se que usted tiene ganas de aprender.
Dije con una sonrisa, en todo momento educada como había sido educada en mi infancia. La sonrisa no hacia mas que acentuar la visión de ángel que daba mi rostro, lo cual me gustaba muchísimo. Para después acercarme un poco mas a él y seguir sonriendo porque primero quería ver el nivel que tenia al piano y por supuesto decirle que no quería que me pagara nada. No hacia falta que me pagara nada.
-Monsieur D'Albère no hace falta que me pague nada. Yo esto no lo hago por dinero, lo hago por el amor a mis dos pasiones, el arte y la música. Pero primero me gustaría ver el nivel que tiene usted en el piano. ¿Me tocaría una melodía?
Dije sin dejar de sonreír haciéndole un gesto hacia el piano que había en la sala para que se sintiera libre de tocarme algo.
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Re: Aprendiz [Yunuete C. Rouge]
OFF: Gracias! Igual pido disculpas, estuve en exámenes... T_T
Mis labios terminaron por verse mordidos de nervios. Pero ella era amable y educada y eso me devolvió muchísima fe, y el que dijera que esperaba mi llegada. Me sentí afortunado, porque quizá nadie había llegado antes pidiendo clases, o quizás sí y...
Recordé mis clases en Schwyz. Me las daba un profesor particular, el único que Gerôme había permitido que se acercase a mi. Me había enseñado los detalles y la historia del arte, aquellos que Gerôme olvidaba. Era un anciano, calvo, una criatura nocturna que había tenido la mala fortuna de nacer a los 60 años. Era enojón, y cada que yo me equivocaba de tecla, de un fa sostenido a un fa bemol, o que leía mal, sobretodo la clave de fa, me apiñaba un fuerte golpe en la sien. Pero yo no tenía otra más que seguir tocando. También tendía a empujarme contra el piano cuando tocaba las piezas de Mozart, diciendo con un tono de voz que me taladraba el hígado y los intestinos: "CON RITMO, CON RITMO, CON RITMO", decía, en una especie de sonsonete que de sólo recordarlo, sentí que se me salía el alma y un escalofrío odioso me recorría la espina.
-Gracias Mademoiselle...-fue lo único que pude decir, haciendo una amplia reverencia, como me habían educado.-Muchas gracias a usted, si me permitís decirlo, mi bella dama- sonreí, para que ella me hiciese saber que simplemente no tendría que pagarle nada. Que con mis esfuerzos era más que suficiente, y eso terminó por volverme loco de emoción. Así como hubo de decirme aquello, agradecí a la dama, encantado, admirado de su labor altruista, y asintiendo con la cabeza, corrí a donde me indicaba que estaba el piano, para alzar la tapa con dulzura y maestría, pasando mis dedos por las teclas acostumbrándome a él. Madera de pino, tallada a mano, hecho hacía unos 50 años. Teclas de marfil, tintadas, las negras, también a mano. Por dentro, una maquinaria exquisita que databa de unos 52 años, y me dio tan buena impresión aquel piano que yo sabía que iba a poder con aquello. Y así, comencé a tocar para la dama una de mis piezas favoritas: El Rondeau De Abdelazer, de Henry Purcell, haciendo que mis dedos se moviesen con gracia por el teclado. Estar encerrado por 24 años tocando el piano sí que había dado frutos.
Estaba orgulloso de ello.
Mis labios terminaron por verse mordidos de nervios. Pero ella era amable y educada y eso me devolvió muchísima fe, y el que dijera que esperaba mi llegada. Me sentí afortunado, porque quizá nadie había llegado antes pidiendo clases, o quizás sí y...
Recordé mis clases en Schwyz. Me las daba un profesor particular, el único que Gerôme había permitido que se acercase a mi. Me había enseñado los detalles y la historia del arte, aquellos que Gerôme olvidaba. Era un anciano, calvo, una criatura nocturna que había tenido la mala fortuna de nacer a los 60 años. Era enojón, y cada que yo me equivocaba de tecla, de un fa sostenido a un fa bemol, o que leía mal, sobretodo la clave de fa, me apiñaba un fuerte golpe en la sien. Pero yo no tenía otra más que seguir tocando. También tendía a empujarme contra el piano cuando tocaba las piezas de Mozart, diciendo con un tono de voz que me taladraba el hígado y los intestinos: "CON RITMO, CON RITMO, CON RITMO", decía, en una especie de sonsonete que de sólo recordarlo, sentí que se me salía el alma y un escalofrío odioso me recorría la espina.
-Gracias Mademoiselle...-fue lo único que pude decir, haciendo una amplia reverencia, como me habían educado.-Muchas gracias a usted, si me permitís decirlo, mi bella dama- sonreí, para que ella me hiciese saber que simplemente no tendría que pagarle nada. Que con mis esfuerzos era más que suficiente, y eso terminó por volverme loco de emoción. Así como hubo de decirme aquello, agradecí a la dama, encantado, admirado de su labor altruista, y asintiendo con la cabeza, corrí a donde me indicaba que estaba el piano, para alzar la tapa con dulzura y maestría, pasando mis dedos por las teclas acostumbrándome a él. Madera de pino, tallada a mano, hecho hacía unos 50 años. Teclas de marfil, tintadas, las negras, también a mano. Por dentro, una maquinaria exquisita que databa de unos 52 años, y me dio tan buena impresión aquel piano que yo sabía que iba a poder con aquello. Y así, comencé a tocar para la dama una de mis piezas favoritas: El Rondeau De Abdelazer, de Henry Purcell, haciendo que mis dedos se moviesen con gracia por el teclado. Estar encerrado por 24 años tocando el piano sí que había dado frutos.
Estaba orgulloso de ello.
Invitado- Invitado
Re: Aprendiz [Yunuete C. Rouge]
Off: No pasa nada entiendo que estas con la universidad ^^
Me gustaba que él no se hubiera ido después de ver que era mujer, porque por desgracia aquella sociedad en la que vivíamos estaba anticuada y era muy machista. ¿Qué pasaba? ¿Las mujeres no podíamos estudiar, ni enseñar? Según la mayoría de los hombres y la sociedad, no. Las mujeres teníamos que quedarnos en casa cuidando esta y cuidando a nuestro marido y a nuestros hijos y si aun no estábamos casadas cuidar de nuestros padres. ¡Pero yo me negaba a ello! Éramos mucho más fuertes que los hombres y yo estaba dispuesta a demostrarlo a todos. Por eso había empezado a poner anuncios de clase y Keiji me daba mucha más seguridad. Sonreí con dulzura cuando me daba a mí las gracias y me llamaba bella dama… me gustaba oír eso. Además pude ver como sonreía mas cuando le dije que no me tenía que pagar y cuando le dije que me tocara algo le pude ver casi correr hasta el piano.
Camine con él hasta el piano, le deje la banqueta para él solo y me senté en una silla que estaba al lado del piano para ese fin, ya lo había preparado todo. Cerré los ojos al escuchar que empezaba a tocar, tocaba perfectamente y sabía que podía ser aun mejor si yo le enseñaba. No estaba presumiendo pero sí que era verdad que me había sacado la carrera de artes con la mejor nota de todo mi curso. Y él quería aprender así que sabía que todo iba a salir bien. Me levante y me acerqué a él sonriendo cuando acabo y puse mi mano suavemente en su hombro.
-Toca muy bien Monsieur D’Albère.
Me gustaba que él no se hubiera ido después de ver que era mujer, porque por desgracia aquella sociedad en la que vivíamos estaba anticuada y era muy machista. ¿Qué pasaba? ¿Las mujeres no podíamos estudiar, ni enseñar? Según la mayoría de los hombres y la sociedad, no. Las mujeres teníamos que quedarnos en casa cuidando esta y cuidando a nuestro marido y a nuestros hijos y si aun no estábamos casadas cuidar de nuestros padres. ¡Pero yo me negaba a ello! Éramos mucho más fuertes que los hombres y yo estaba dispuesta a demostrarlo a todos. Por eso había empezado a poner anuncios de clase y Keiji me daba mucha más seguridad. Sonreí con dulzura cuando me daba a mí las gracias y me llamaba bella dama… me gustaba oír eso. Además pude ver como sonreía mas cuando le dije que no me tenía que pagar y cuando le dije que me tocara algo le pude ver casi correr hasta el piano.
Camine con él hasta el piano, le deje la banqueta para él solo y me senté en una silla que estaba al lado del piano para ese fin, ya lo había preparado todo. Cerré los ojos al escuchar que empezaba a tocar, tocaba perfectamente y sabía que podía ser aun mejor si yo le enseñaba. No estaba presumiendo pero sí que era verdad que me había sacado la carrera de artes con la mejor nota de todo mi curso. Y él quería aprender así que sabía que todo iba a salir bien. Me levante y me acerqué a él sonriendo cuando acabo y puse mi mano suavemente en su hombro.
-Toca muy bien Monsieur D’Albère.
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