Marcus Farrell

¿Qué se esconde bajo este licencioso y despreocupadamente insensato vampiro?

Marcus es en realidad una de esas personas con bastantes reservas, por lo que puede hacerle parecer frio y distante ya que, muy lejos de gritar a los cuatro vientos toda sus pensamientos y/o emociones, prefiere quedarse callado. Para él su vida es su vida y solo sus más allegados o seres de confianza pueden disponer de alguna información sobre su persona, ya que para el resto es un libro cerrado. Ama la libertad y el individualismo, ser y vivir independiente de todo y todos, sin criterios, sin normas, sin ataduras a la sociedad.

Por otro lado, Marcus no siente compasión por nadie a excepción de aquellos que muestren ser poseedores de un determinado fondo, en cuyo caso, su actitud -dentro de lo que sus capacidades le permiten- se vuelve más humilde, ya que en su interior, muy escondido en algún recóndito lugar, conserva aquella parte humana por la que una vez fue conocido y calificado como “un hombre honrado capaz de dar su sueldo a un mendigo”. Rehúye a la hora de de apegarse a otros individuos, pues siente un especial pavor al afecto que alguien pudiera procesarle. No sabe lidiar con esas situaciones a no ser que las muestras de afecto que se le profieren sean una farsa, por lo que prefiere evadir a toda costa las compenetraciones y temas sentimentales.

Marcus o Maconius, como se le conocía por aquel entonces, sirvió en la legión para el gran imperio al que pertenecía como ciudadano romano. Procedente de una de las mejores familias romanas en aquella la época, se crio junto a sus hermanos en una gran villa al sur de la península, de la que su padre era propietario.

Durante su infancia fue educado por diversos profesores que acudían hasta su propio hogar para instruirles en diversas materias, pero con la adolescencia llego también la hora de cultivarse en otros campos como era el de prepararse para ingresas en la legión. En la academia militar en la propia Roma destaco por su habilidad en las artes velicas, pera aquello no sería nada en comparación con lo que llegaría a demostrar durante sus días en el campo de batalla, donde sus estrategias de ataque y asedio hubieran hecho la envidia incluso del propio Alejandro Magno. Pero después de toda tormenta llega la calma, y fue durante uno de aquellos periodos cuando Marcus tendría que combatir la más cruel de sus batalles.

Durante una de aquellas fiestas tan características de aquella época que terminarían convirtiéndose en un referente por más de una civilización futura, es decir, una durante una burda bacanal en la que todo el mundo aguardaba con anisa a que llegase el “postre”, Marcus terminaría encontrando en el él punto de inflexión que se pararían su vida tal y como la conocía de todo lo que a raíz de aquello le esperaba, incluida una versión de su yo más sádico y retorcido de lo que podría llegar a ser durante una guerra.

¿Qué era lo último que podía recordar con nitidez antes de sentir el calor de su sangre desdiciendo por su cuello? ¿Una mujer? Sí, una mujer que le había ofreció la última copa que aun sostenía en sus manos y de la que le hizo beber durante su aturdimiento causado por la pérdida de sangre. Pero si ser uno de los tres únicos supervivientes que aquellos sádicos y pálidos anfitriones habían dejado salir con vida de aquel juego macabro para convertirlos en sus títeres no les resultaba demasiado entretenido, pronto mostrarían su cara más cruel. Un niño, una mujer y un joven muy parecido a Marcus fueren traídos entre cadenas.

El niño, hijo del hombre que aun emana un hilo de sangre por los mordiscos de quien le había convertido fue liberado gracias al sacrificio de su padre al negarse al tomar de él, pero con la consecuencia de que aquellos desgraciados convertirían al niño en lo mismo que ellos.

La mujer, lastima, ni siquiera tuvo tiempo de suplicar a su esposo que no la matase. El otro hombre al ver lo sucedido a su compañero se lanzo al cuello de la madre de sus hijos para salvar su miserable vida, claro que, un acto tan repúgnate fue considerado sucio incluso por aquellos chupasangre, quienes no dudaron en asestarle el golpe de gracia a él también, un canalla como aquel no merecía estar entre ellos.

Y Marcus. Su hermano de apenas 17 años le observaba con el miedo que se mira a tu futuro asesino, pero al mismo tiempo con una tranquilidad pasmosa, propia de un hermano pequeño que confía plenamente en la seguridad que su hermano mayor le garantizaría pasase lo que pasase. Sin embargo lo que paso después es algo que tan solo queda en los recuerdos de este vampiro, ya que el resto yace bajo tierra desde aquella noche, al menos, todos salvo uno.

Durante los siguiente siglos trato de buscar distracción en diversos menesteres como luchar seguir luchando junto a las legiones; Combatir en el bando de William Wallace y posteriormente Robert Bruce por la independencia de Escocia durante la edad media; Discurrir interesantes charlas con Nicolás Maquiavelo y hacerse intimo amigo de Cesare Borgia durante el renacimiento; Regresar a Inglaterra y codearse con Enrique VIII y más tarde fingir con Elisabeth I ser un descendiente del amigo de su padre; Estrecho amistades con Luis XIV… todo esto con la pretensión de olvidar el padecimiento que aquella noche del pasado le llevaba atormentando durante tanto tiempo.

¿Y qué más decir? En el último siglo y con la creación de un sector dentro de la santa sede que le permitía -pese a su aversión por la iglesia- dar caza a sus congéneres chupasangres, se alisto para poder recabar información y acabar con todos y cada uno de aquellos que habían marcado su existencia. Así pues, dio muerte tanto a varios de los suyos como a seres de otra índole que resultaban una amenaza para, si bien no una sociedad que no alcanzaba a despertar su simpatía, si al menos para dos o tres individuos que a su juicio merecía la pena proteger. En definitiva, Marcus paso a ser una gran baza para dicha sede, quien ahora contaba con sus estrategias y tácticas velicas, como de sus conocimientos en medicina, facultades adquiridas con siglos y siglos de experiencia que lo convertían en un importante y destacable, aun que inestable, integrante de la inquisición.

Sin embargo, comenzar a relacionarse con los de su calaña para servir de espía a la organización de la que era integrante, le llevo a conocer a más como que, como él, no compartían todas las facetas ladinas y amenazantes por las que creía se caracterizaban estos seres, es más, en uno de sus viajes conoció aun semejante que mostraba cierto apague por una niña con tendencia a enfermar a la que trato en varias ocasiones, algo que le hizo darse cuenta aun más de su vocación para la medicina y que, curiosamente, lo llevo a dedicarse a ese campo cuando no se veía envuelto en algún cometido o gestión para la santa sede.

Nada de ataúdes, es más, los odia. Tiene una majestuosa y amplia cama con tupidos doseles que corre al caer… mejor dicho, al alzarse el sol. Además todas sus estancias disponen de un complejo mecanismo hidráulico -de creación propia- conectado a puertas y persiana que cierra la casa a cal y canto, aun que no es idiota, por lo que siempre tiene un salvo conducto por si fuera necesario evacuar la mansión.

Tiene una manía muy característica que consiste en pasar la lengua por uno se su colmillos, especialmente cuando siente un desmesurado interés por algo o alguien, o cuando quiere mostrar su superioridad, solo que esto último lo acompaña de un prepotente alzamiento de mentón.

Tiene un anillo de oro con las letras SPQR en los laterales y un águila en el centro –recuerdo de la legión-.

Cambia su nombre cada vez que tiene que adaptarse a alguna época o ciudad, eso sí, siempre manteniendo la raíz del original.

A fuerza de los años y de vivir en diferentes ciudades, ha terminado convirtiéndose en un poliglota que a demás de parlotear diferentes idiomas y dialectos sin ningún tipo de acento , habla lenguas en desuso hoy día.