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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Dom Mar 11, 2012 12:01 am

-No recuerdo nada- Susurro para si mismo, aquella mañana había salido con Kaisers su pequeño cachorro blanco que lograba calmar su psicosis, episodios llenos de ira de rabia un trance del cual lograba desprenderse de los diversos personajes que iba creando, sitio su mirada a lo lejos de aquel cartón que fungía como cama, apenas y un trozo de tela le cubría en una choza que más bien parecía pocilga de pantano, se desmoronaba con solo pasar el tacto por las paredes de esta. El cachorro le empezó a lamer la mejilla izquierda insistiéndole para que se levantara, le dolía la cabeza, ahora recordaba -Me he excedido con el opio y…-dentro de sus alucinaciones había entrado en uno de sus trances psicóticos depresivos, solo esperaba no haber matado a alguien.

Se levanto con mucho esfuerzo, miro sus manos y parecían cada vez delgadas, miro al cachorro pasando esa mano sobre esas orejas amarillentas que más bien habían perdido su color, busco entre el diverso desastre que se vislumbraba en la mesa, un poco de pan y leche para ofrecerle a Kaisers, mientras este comía, busco un cubo de agua para al menos bañarse, un poco de dinero no le iría mal, sobre todo eso, cobraba caro, siendo que los asquerosos hombres que le tocaban disfrutaban al doble con penetrarle en la vagina o en el ano, y había otros que buscaban que él penetrara, así era su vida teniendo ambos sexos. Aquella ‘deformidad’ como lo llamaban muchos no le había traído tantos problemas, siempre y cuando usara algún hechizo a su favor para que los tontos clientes no hablaran.

Rebusco entre el desastre que tenia un poco de ropa, colocándola, más bien harapos que le hacían opacar su figura, observo el opio sobre la mesa con la tentación y las voces sobre su cabeza que le repetían que se introdujera en una alucinación, se negó esta vez por culpa de su mascota quien lo jalo de aquellos pantalones que se desgarraban solos, suspiro y le sostuvo entre sus manos – Venga ya, tu te quedas a cuidar la casa – ¿Casa?... Si es que a eso se le puede llamar hogar, era tarde, no faltaba mucho para que anocheciera, aun así probo para ir por las calles parisinas, buscando algo.

Quizá un cliente, quizá alguien a quien estafar, se sentó sobre el borde de una fuente con una pequeña flor en mano una morada que parecía campana de iglesia, le hacia girar del tallo, la había encontrado ‘misteriosamente en sus ropas’ y clavo esos ojos maquillados en la flor, escuchando el transfundo del agua, sintiendo que su vida se llenaba de un lienzo pastel en el cual el mundo retorcido de su mente salía a relucir. –Maldita sea, eres tremendamente hermosa –murmuro mirando con calma una calma aterradora y de pronto creyó escuchar una voz, ¿Acaso la flor tan desgraciada, estaba hablándole? - ¿Qué has dicho? –su voz se volvió suave y ladeo el rostro como buscando los ojos de esa pequeña planta.
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Mensaje por Hank L. Krauser Dom Mar 11, 2012 5:07 pm

La tomo y estiro todo lo que sus brazos le permitían. Era increíble, pero he ahí un talento oculto el que se manifestaba en la dichosa sabana que sostenía y miraba asombrado. – Es… un nudo… un puto perfecto nudo – Asentía boquiabierto hablando consigo mismo mientras miraba el estado en el que había quedado la sabana tras la frenética noche, pues el joven prostituto con quien mantuvo el fortuito encuentro hacia varios minutos que marchaba tras recibir su pago por tan – Lamentablemente… un deficiente servicio. – Dijo en voz alta mientras terminaba de cambiar las sabanas antes de tomarse un buen baño y dejarlo todo listo para dormir algunas horas.

Definitivamente, tenía demasiado tiempo libre. Su vida era aburrida, tanto que había decidido darse a los placeres más bajos que una maltrecha sociedad podía ofrecerle, de forma clandestina obviamente, ya que ante los ojos de cualquiera aquellas cosas no estaban bien vistas, aun que todos terminasen siendo compañeros en secreto. Pero, igualmente ¿Qué podía importarle su reputación a un expresidiario? Suerte o desgracia, aun no tenía muy decidido que era lo que le había tocado tras “salir” de la prisión conocida como “El castillo de If”, pues la publicación de un libro autobiográfico en el que contaba verdades a medias, había generado unas inexplicables ventas y renombre que -aun que le permitía un mayor nivel adquisitivo- poco o nada quería, pues ya no gozaba de un completo anonimato debido a su recién adquirido capital, aun que, por suerte siempre podría arrastrase en la noche hasta alguna taberna donde nadie sabría de su posición.

Se levanto a media tarde, revolviéndose entre las sabanas mientras bostezaba, frotaba uno de sus ojos y se estiraba para descompactar sus extremidades. Todo un ritual para comenzar lo que hacía ya varias horas debía haber sido un nuevo día, aun que para hombre como él que prefería vivir la noche, la tarde era su perfecta mañana, con lo que repuesto se levanto para dar comienzo a su jornada. Comió algo, básicamente lo primero que encontró y se vistió de forma sofisticada pero no demasiado elegante, ya que a donde pensaba ir si su ropa era demasiado llamativa volvería a casa sin ella, sin dinero y con alguna cuchillada de regalo, si logra regresar obviamente.

Camino hasta el centro de Paris, más concretamente hasta la plaza Tertre, lugar que le serviría de eje para partir hacia cualquier otro donde dar con alguna de las cosas que pretendía y consideraba podrían llenar su tiempo satisfaciendo una casi malsana jocosidad, así es que se sentó sobre el frio mármol de la fuente central dejándose caer ligeramente hacia delante para apoyar los codos sobres sus respectivos fémures y entrelazar las manos entre ambas piernas mientras pensativamente miraba hacia la profundidad de las diferentes calles que concurrían en aquel punto de unión entre unas y otras.

De pronto creyó escuchar un murmuro a sus espaldas que parecía maldecir, algo que capto inmediatamente su curiosidad haciendo que mirase sobre su hombre y descubriese al joven del otro lado que parecía estar manteniendo una “interesante” conversación con una flor. Lo inspecciono con la mirada, pues tenía un aura bastante curiosa que, pese a las advertencias de mantenerse alejado que su casi inexistente sentido común le profería, lo atraía a descubrir más sobre su persona, con lo que termino levantándose para acercarse hasta colocarse a un lado. – Bella flor. – Definitivamente las presentaciones no eran lo suyo, pues no era la más acertada de las frases después de lo que había escuchado, por lo que creyó que la actitud de acercarse a la flor para escucharla era solo una mofa hacia su persona, hasta que un atisbo de duda le hizo plantearse si no estaría confundido y realmente creía que la plante le estaba hablando, por lo que resoplo una risita. – Dios ¿qué te has tomado para creer que una planta puede hablarte? – Si realmente había algo así, definitivamente él quería un poco.


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Mensaje por Invitado Dom Mar 11, 2012 9:53 pm

Su concentración iba más allá de la extrañeza, absorto en los pétalos morados, lilas y rosados que cambiaban de color con las sombras de los espíritus que rodeaban y rondaban en su alrededor, ahora estaban callados, pero era esa flor la que le hablaba, misma que recitaba sin fines de palabras que para su mente, eran difíciles de escalar, creía estar en la madriguera donde ocultaba sus pensamientos con un olor peculiar un olor que conocía bien, el calor dentro de ese hueco, fundirse en el polen de la flor, ¡Ese dulce polen!, era el que lo llevaba directamente a su alucinación, se columpiaba en sus divagaciones y psicosis interna, así era el brujo estaba dentro de un episodio psicótico donde sus personajes, espíritus y demás se habían cruzado haciendo una estallante chispa explotar.

Dentro de una amapola, como vislumbrando el pasado, el futuro y lo demás, dentro de sus sueños, Nails puede encontrar sombras que acarician su cuerpo, la flor rectifica las líneas de su mano y es sonido del agua se vuelve una orquesta de placer, simplemente la mente humana era grandiosa con un poco de inteligencia, las habilidades del brujo podrían perderse o darse a flote en ese segundo, en ese minuto cuando su mirada rebusco en la flor y pudo ver sus orbes, unos orbes tan deseosos como si le gritaran para que hablara. – ¿Qué es lo que estas mirando?- Pregunto a la flor aun sin dirigir la mirada a la sombra que cubría su mundo, se levanto de un golpe acercándose como una mujerzuela a cuya figura desconocía, sus ojos podrían ver la forma, pero no su rostro, no el color de su piel, tampoco sus gestos. Sabía bien que era un hombre, olía a hombre, se escucha como un hombre… Era solo eso–... La efímera y débil flor fue levemente cogida para luego ser quemada de nuevo. ¿Es que acaso no la escuchas? – ironizó acercando la flor a donde creía se situaba el oído de la sombra. –Déjate llevar por su voz… Dejante llevar por mí –murmuro con una voz coqueta y con una risa tan calmada, llena de paz pero a su vez con ese toque maléfico.

Un espejismo, una flor, el color de la ansiedad, analizar las emociones es algo imposible para su mente y siguió jugando con la flor, empezando a tararear una canción en un idioma que el mismo había creado, se sentó de nuevo al borde de aquellos bloques que conformaban la fuente recostándose en ellos viendo un firmamento color purpura lleno de luciérnagas y extendió su mano libre a la sombra de ese hombre, Nails era ciego para verle y descifrar el mapa de su rostro – ¿Es que acaso no vas a hacerme el amor? No, yo no hago el amor, más bien, ¿No quieres cogerme y pasar un buen rato? –pregunto arqueando su espalda empezando a gemir para él, mientras esa mano soltó la flor dejándola caer al agua, viendo las ondas y escucho dentro sus gritos desgarradores, mientras su tacto recorría sus tetillas alzando la tela, viéndole con una expresión coqueta, los gritos de la flor empezaron a hacerse más fuertes, ¡ecos, ecos, malditos ecos!, el brujo empezó a retorcerse de dolor tanto sus movimientos torpes le hicieron caer y con suplica y lagrimas en los ojos pidió ayuda aun con la mano extendida a la sombra – Sálvame, dile que se deje de gritar, yo no la quise matar – murmuro tomando su cabeza y empezando a gritar, sin contar que la gente que pasaba veía la escena con terror.
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Mensaje por Hank L. Krauser Lun Mar 12, 2012 12:33 pm

Interesante, sí, realmente abrumador. Aquel joven -aun que en más de una ocasión dudo de si le atribuía el género correcto- era en extremo una creación singularmente peculiar de ese mundo monótono y constante que los acogía. Otra extrañeza más desperdigada y perdida en una sociedad que, por la forma en la que los transeúntes lo observaban, podía deducir que le otorgaban al “delirante” una clara condena al abismo de la inadaptación, algo que no hacia si no dibujar en su semblante una retorcida sonrisa de asco hacia los obtusos de mente cerrada que caminaban autómatas a su alrededor.– Amargados – Se tomo la libertad de expresar su pensamiento en voz alta. Una crítica de la que el dueño de la flor tampoco se libra, pues en la medida de lo que le era posible entender según lo que la escena le permitía conocer, el joven tampoco se libraba de un claro tormento. Sin duda aquel debía estar soportando algún tipo de perturbación mental. Eso, o la inmundicia que debía haber consumido previamente era verdaderamente efectiva.

Su enjundia era fastuosa. De pronto su condición era dramáticamente desalentadora logrando inundar a uno de compasión, como al segundo se tornaba satíricamente licenciosa, e incluso homicida para con la menesterosa flor. Una interpretación con la que se deleitaba en silencio, viendo apaciblemente sin tomar parte en las travesías que hacía desde su reposo sobre la fría caliza de la fuente hasta su persona, retornando otra vez a su asiento, aun que en última instancia la piedra fuese utilizada de improvisado lecho para otro acto del dramaturgo actor, quien esta vez descifro una escena bastante picante arqueando de forma circense su columna. Por su parte, el brujo que solo en apariencia parecía más cabal no hacía otra cosa que contemplar la representación desde su perspectiva privilegiada, con la cabeza echada ligeramente hacia atrás dejando que su mentón quedara algo más alzado otorgándole una posición de superioridad mientras contemplaba la obra con su ya característica y sarcástica mofa adornando sus labios. Ni tan siquiera se digno a tomar la mano que se le ofrecía, pues se limitaba a mantener las suyas en sus respectivos bolsillos guardando su pasiva actitud, la cual solo logro ser perturbada en dos ocasiones. La primera, obviamente, cuando tras tenderle aquel gesto le dedico a su persona -o tal vez a la flor, quien parecía merecer mayores atenciones- una frase poco pudorosa que incitaba a no muy correctas conductas que llevar a cabo en un lugar público. Y la segunda, fue su brusco cambio de humor al sentir su posesión ahogarse tras ser soltada en el traslucido fluido que corría incesante por el mecanismo de la fuente produciendo un griterío desgarrador que curiosa, o tal vez cruelmente, no tenía intención de parar, pues incluso bajo esa espantosa forma sollozante la victima de sí mismo tenía cierta tétrica beldad. Era, una belleza similar a la que podía hallarse en los siniestros movimientos de una marioneta que lograba despertar una insólita y curiosa aprensión capaces de infundir un contradictorio pero seductor repelús en él, con lo que, boquiabierto, mantenía la mirada fija en ambos hundimiento, tanto en el del supuesto joven como en el de los cárdenos pétalos de la flor que ahora se marchitaban por el exceso de humedad.

Trágico, pero también hermoso. Se sentó en la parte que más de sus pies el muchacho dejaba libre flexionando una pierna para no introducirla en el agua y de paso usarla de improvisado asiento mientras que la otra la dejaba simplemente doblaba de forma que la planta de su pie apoyaba por completo sobre la tierra.– No te lamentes, al menos, ya no – Introdujo parte de sus dedos en el frio fluido cortando las andas que perfilaban la silueta de la planta y produciendo nuevas con sus movimientos durante el proceso de salvamento. – La desgraciada hace tiempo que murió. Aun que aun refleje algo de lo que podía haber sido, todo a lo que aspiraba fue frustrado en el mismo instante que seccionaron su tallo. – Volvió a esbozar una de sus funestas sonrisas al tiempo que secaba la humedad de la flor con el puño de su camisa. – Pero, si verdaderamente quieres hacer algo por salvar esa belleza, aun estas a tiempo. – Tendió la parcialmente recuperada planta hacia su dueño mientras sosteniéndola con el incide y el pulgar la rulaba de lado a lado en medias lunas moviéndola por el tallo. – Con paciencia y algo de dedicación, en sus semillas tal vez halles una nueva oportunidad.

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Mensaje por Invitado Lun Mar 12, 2012 8:02 pm

El lienzo se volvió blanco, vi en sus manos la flor, tan hermosa, la observo como sosteniendo un vaso de agua con esa mirada perdida suya, pensó que en el vaso había un pez tan azul como los ojos de su difunto amado, que hermosa alucinación, que hermoso paisaje, su mete se transporto a un cuarto lleno de sol, donde vio al pez volar sobre su cabeza, se levanto y alzo la mano al cielo y de pronto aparecieron más agarrando a uno, lo cierto es que había tomado el rostro de la sombra que de pronto cobro forma, un color aceitunado, una figura de un hombre que parecía bastante serio – Oh~ Que hermoso, ¿de donde has traído el sol?, es tan… ardiente – siguió colocando sus manos en aquel rostro no viendo directamente seguía viendo el cielo, el firmamento parecía espesarse con ese color verde – Los ves, son miles de pececillos azules, ¿acaso tú eres Dios? – Inclusive su voz se suavizo haciendo que sus cuerdas vocales lanzaran un tono tan infantil, ese personaje le gustaba, amaba ser un niño consentido que descubría un mundo donde la imaginación no tenia limite alguno así mismo mientras daba vueltas a la marcita flor se abrazó de esa persona sonriendo como un pequeño en su torso que parecía musculoso, fuerte, seguro que se alimentaba demasiado bien, no como su pequeño cuerpo que cada vez desaparecía por la falta de un buen ritmo de vida, por haberlo perdido todo gracias a su adicción.

Las cosas que parecía adorar eran como las lagrimas negras que surcaban la piel tersa y blanca de sus mejillas, de la nada como era costumbre en sus episodios, esa depresión llegaba, beso la flor con delicadeza y miro los pétalos una y otra vez sintiendo el mundo de cabeza…-Lo siento florecilla hermosa, dice Dios que podrás darme tus semillas para no volverte a matar, no vas a llorar más – Susurro contra el pecho ajeno, no importaba sino le abrazaban, estaba acostumbrado a ese rechazo que su personalidad noctambula como perdida expresaba. De la nada como si fuera algo sorprendente en su mundo clavo sus orbes directamente en las pupilas de la persona al cual le puso un papel importante dentro de ese mundo y sociedad donde vivían, para Nails, aquel ser era dios… un ser que daba luz, era el conocimiento que tenia cuando su mentor le explicaba aquello, le repitió varias veces que no cederá ni callera en las redes de algo tan falso, pero convencido que era una alteración de su mente la siguió. Por fin sus labios curvaron una sonrisa como la de los arlequines que solía ver en la calle –¿ No me llevaras a comer? Puedo contarte un cuento ¿sabes?... Kaiser siempre se la pasa narrando cosas hermosas… es un cachorro lindo pero no puedo cuidarlo del todo y sale a escondidas a perseguir su mundo como yo lo hago con le mío – sonrío dando vueltas sobre su propio eje, hasta que perdió el equilibrio y fue a dar al suelo, mirando las losetas moverse y convertirse en escalones, que él juraba palpar, sin embargo era mímica ante los ojos de los demás, se recostó en el suelo viendo un arcoíris girar a su alrededor – El sol que trajiste es abrumador – susurro mirándolo aun.

Se levanto con el paso tambaleante ante las vueltas tan estrepitosas que había dado y se quedo mirando el cielo fijo como si de verdad alguien le mirara desde arriba, sonrío y extendió los brazos – Y tú ¿Cómo es que te llamas, O solo te dicen dios? – vio el cielo oscurecer mirando con una curiosidad tan diminuta haciendo que sus pupilas se agrandaran, era tan cambiante como imperdible, con el brujo se debía tener cuidado especialmente cuando uno de sus personajes comenzaba a reflejarse ante los demás, la vez que muestre su verdadero ser podría ser con alguien que le brinde aquellos sentimientos que lo hagan sentir humano y no como una aberración ante todos, más bien ¡él seria el único normal y los demás unos completos locos! , cada uno tiene la manera de tintar con los colores que quiera su mundo, pero hay unos que ya vienen con un panorama tan hermoso y tienen la capacidad de manjar colores y formas con la mente, no con las manos, eso era este niño criado bajo la oscuridad y las luciérnagas que se convertían en nieve trayendo a su mente el abandono de todo sentimiento.
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Mensaje por Hank L. Krauser Mar Mar 13, 2012 7:07 pm

En ocasiones lamentaba tremendamente no poder ver el universo que parecía serpentear mágicamente entorno al intrigante individuo que había tenido la sino de descubrir en la cada vez menos concurrida plaza. Tal vez las sombras que comenzaban a alargarse por la caída del sol, o tal vez porque el espectáculo primeramente captador de atenciones ya había pasado al siguiente nivel en el que consideraban mejor dejar hacer la mímica o abstractas expresiones sin involucrar nada que fuera más allá de sus muy ladinas críticas ¿pero qué hacer? Era demasiado fastuoso observar ajeno a un tormento la dramatización que expresaba un pesar, siendo aquella la misma razón por la cual se llenaban los teatros- al menos a su entender- ¿pues cuál de todos aquellos mordaces transeúntes no querría ver, ajenos de cualquier sufrimiento, una extrema expresividad de las emociones? ¿A caso no era ese el motivo por el cual hacían algún alto en su caminar y se congregaban en grupos de hasta cinco en torno a ellos? Claro que, la salvedad de la situación que tenía lugar junto a la fuente no era un mera obra representativa, si no una expresión vehementemente bien vívida y padecida, por lo que termino arrancando de su garganta una etérea risita que llevaba algunos minutos reprimiendo. Probablemente para él mismo esa estaba siendo la causa de su enjuiciamiento, con el cual consideraba la situación de lo más soberbio en lo que poder disfrutar durante la que había comenzado como una aburrida tarde, y ciertamente, se daba asco, solo que no tanto como al escuchar la palabra que hacía referencia a lo divino.

– Dios…– Más que farfullar la palabra pareció masticarla tratando de destruirla al tiempo que la entonaba tras haberla repetido de forma mímica al ver el movimiento en los labios ajenos. La referencia le era áspera e insípida, desagradable en todos los términos posibles e imaginables. El rastro de ella por su paladar había sido desagarro, triturado y volatilizo antes casi de lograr salir de la cavidad para poder viajar a través de las ondas formadas por su voz que se propagarían milésimas de segundo después en el aire ¿Qué tenía aquel supremo ser que había ganado su más extremo rencor? ¿Tal vez fuere el no sentir su cuidado cuando más lo hubiese necesitado? ¿O tal vez no hallar una lógica explicación para su supuesta existencia? Majaderías, pues ¿Quién sabia? A lo mejor tenía cierta omnipotencia con la que rivalizar a ese mismo Dios, o tal vez ¿Por qué no jugar a serlo para aquel otro ser que se contoneaba entre su singular mundo y el tormento que suponía este otro donde todos moraban?

Una cruel sonrisa apareció tras el encogimiento de sus mejillas mientras las descabelladas ideas oscilaban en su mente probablemente de forma sobre valorada a lo que pudieran llegar a lograr puestas en práctica “¿Pero qué mierda?” Pensó a modo de quitarle importancia a la maldad que podía terminar dándole algo excepcionalmente entretenido, encerrando en aquel mismo instante todo rastro de una sensata conciencia en un recóndito lugar de su persona al que no volvería para buscarla, confiando en que aquella no escasa jamás o retornara del destierro. Así pues, volvió su atención al joven que al que acompaña escuchándolo sin perder ni un detalle de sus palabras o acciones. Pudo escuchar lo que consideraba a tiempos como divagaciones, en otros como sensatas palabras de una conversación… pudo ver como giraba y caía, palpaba falsos escalones que claramente para el se movían mientras hacia las risas de un espectador como era en aquel momento Hank, quien tomaba sus procederes como si aquel sobre los adoquines fuese un candoroso niño ignorante de la repercusión de sus acciones pudieran tener para con el juicio y valoración del resto de almas aun encerradas en sus cárceles de carne, hueso, vísceras y demás que por allí transitaban.

– Vamos– Tendió una mano hacia el joven de sonrisa escalofriante dedicándole una igual– Te invitare a comer si me pagas con ese cuento que mencionas– Encogió los dedos hasta formar de su mano un puño– A menos que prefieras comer esas semillas para saciar tu estomago de sempiterna belleza– Prolongo nuevamente los dedos hasta estirarlos con las yemas apuntando hacia el receptor de su mensaje, mostrando la palma hacia arriba a espera de acoger su aceptación junto a su mano.– Vamos, acepta la invitación de Hank.
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Mensaje por Invitado Dom Abr 01, 2012 1:59 am


Y aquello se convirtió en un cuento un maravilloso paseo, observo el puño de su acompañante y le obligo a abrirlo para ver las semillas con una atención espectral, contando una a una y sin tocarlas, solo su mirada era la que podría hacerlo, se volteo para verlo. Aquella mirada le pareció realmente hermosa, y se le arrojo al cuello colgándose de él porque parecía bastante alto, de hecho Nill no lo era, solo se quedo así y le observo de cerca muy de cerca como cuando se ponía serio a preparar aquello que su cuerpo le pedía, el maravillo mundo del opio así le gustaba llamarlo así le agradaba de aquella manera siempre podría poner una sonrisa o una personalidad ajena a la suya y divertirse como nunca, como un pequeño con juguete nuevo, se separo y paso la manga de su desgarrado suéter sobre su nariz como si le picara pero eso le pasaba por descuidar su salud, quizá había cogido algun tipo de alergia o se había lastimado –¡Arde, Arde, Arde! –Expreso con felicidad corriendo alrededor de su interlocutor para abrazarlo por la espalda y quedarse así.

Paso la nariz sobre la camisa ajena, buscando el olor de la persona, suspirando y aspirando el aroma a macho, aquel característico aroma de los hombres de clase, no dejo de abrazarlo, dándose la libertad de estrujarlo con fuerza y sintió que una tristeza y hueco enorme se le hacía en el estomago lo que le obligaba a llorar no quería que el otro le viera por eso se refugio en su espalda y no le soltó, cruzo sus manos por delante del pecho musculoso del otro – Hank llévame a comer porque tengo miedo, me llamo Nill –Murmuro como si eso fuera de lo más normal, le obligo incluso a dar el primer paso, caminando de esa forma y sollozando como un niño pequeño. Los cachitos de inspiración como de cambio de ánimo venia uno tras otro, Nill era tan impredecible y muchas veces molesto que eso le orillara a su soledad.

Le soltó en un acto repentino y de la misma manera le cogió la mano, caminando con la mirada clavada en el suelo –Escucho a las sirenas- comento con la voz débil y afectada por el llanto que había dejado sobre la camisa ajena y le miro de reojo, pensando en que estaba con alguien de confianza caso hubiese jurado que estaba cogido de la mano de su padre adoptivo y eso de las sirenas, era un canto que se quedo grabado en su mente cuando su maestro lo llevo a ver opera alguna vez y eso le hacía sentir feliz y cada que se lograba calmar comentaba aquello – Kaisers debería esta contento, seguro que te adoraría si lo hubiera traído pero dijo que iba a dormir un poco, que me había cuidado toda la noche porque tenia miedo a que matará a alguien y me encerraran a la cárcel para después llevarme a una hoguera pero no lo hice porque él es buen amigo y no me dejo –contaba eso mientras seguía viendo sus pies.

Pronto tropezó con una de las piedrecillas que sobre salía del camino dando de cara al suelo sin tener tiempo de reaccionar, la razón de no llevarse a su acompañante es que este era mucho más fuerte y seguro que se había dado cuenta del tirón cuando Nill fue a dar de hocico al suelo, se quedo ahí sin soltar la mano ajena, no es que no quisiera pero el pequeño brujo yacía desmayado y cansado posando sobre el suelo parisino con varias heridas en el rostro, y otras partes del cuerpo, murmuro algo pero no estaba seguro de lo que había sido por lo cual dejo que el cansancio le venciera desconectándose de su alrededor.
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