AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El ilusionista lupino, el realista gatuno [Tristán y Néphtys]
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El ilusionista lupino, el realista gatuno [Tristán y Néphtys]
ENTRE SUEÑOS
Castillo Delvheen
12:36 de la noche.
*Mientras dos niños desaliñados y despeinados
meten en un corral muchos conejos"
¡Maaaayyyy te dije que no metieras tantos conejos al sombrero,
que se multiplicaban! ¬¬"
¿Cuándo aprenderás a ser niña obediente? ¬¬"
12:36 de la noche.
*Mientras dos niños desaliñados y despeinados
meten en un corral muchos conejos"
¡Maaaayyyy te dije que no metieras tantos conejos al sombrero,
que se multiplicaban! ¬¬"
¿Cuándo aprenderás a ser niña obediente? ¬¬"
Aburrido como ostra, así se sentía mientras que su padre platicaba con dos varones en ese lugar tan elegante como distinguido. Le prometió ir a con él a cazar bichos y aunque salieron de casa apenas anocheció, ya la noche había caído bien y todavía seguían ahí dentro. Miró por enésima vez a su progenitor y él no pareció darse cuenta de ello, por lo que hizo un mohín y caminó por el pasillo mirando a su alrededor. Era un lugar muy aseado notó con horror, por lo que de seguro no habría ni un solo ejemplar más interesante que la tarántula que traía en el bolsillo. Aún así, mirando hacia atrás notó que su padre no le notaba así que sonrió y corrió para ver si lograba por lo menos alguna aventura. Total, no es que su padre no pudiera leerle la mente y saber dónde estaba.
Caminando por el lugar que vaya, era enorme, escuchó algunas personas en una habitación, fue a asomarse abriendo un poco la puerta y notó a unas mujeres acompañando a un hombre en un acto que le hizo abrir gigantes los ojos. Magia. Ahora mismo el mago cortaba en dos a una de sus asistentes y la mostraba a un público inexistente. Estaban ensayando, por lo que detenían el acto y el hombre les indicaba a las damas cómo actuar, sonreír e incluso posicionarse. Néphtys se introdujo al salón gateando para esconderse en un lugarcito para ver todo lo que pasaba con sonrisas enormes.
No podía creer cuántas cosas hacía y cómo era que lo lograba. Reía tapándose la boquita con las manos feliz, mirando asombrado y fascinado... hasta que un grito lo sacó de su cavilación. Una de las mujeres señalaba algo con horror pidiendo que la mataran. ¿Matar? Y luego escuchó una palabra que le hizo buscarse en los bolsillos con desesperación: "Araña". ¿Dónde había dejado a Petra? ¡Sí, Petra, su tarántula! Y vio con horror cómo la díscola subía lento que requetelento por una de las patas del piano que se tenía. Refulgía su pelaje rojo, plata y negro contra la pata blanca del instrumento.
Népthys tragó saliva. ¡Qué Petra más traviesa! Pero no pudo pensar más cuando vio que su ídolo se acercaba de la forma que a Petra no le gustaba. Oh-oh. Aparte, parecía extender la mano para tomar un palo de escoba. ¿A quién se le ocurre que con eso la tarántula va a obedecer? Con lo loca que Petra era, capaz de que saltaba contra el palo de la escoba y luego al rostro del mago para hacer de las suyas. No, tenía que evitarlo. Era su mascota y papá siempre decía que debía ser responsable.
- ¡No, no! ¡Así no se hace, pobre Petra me la va a alborotar más de lo que ya está! - porque para su horror notó que la tarántula caminaba en círculos, señal de que pronto saltaría a atacar, pero es que esas mujeres eran tan ruidosas, que con cada movimiento de Petra se ponían a berrear - ¡Yo lo hago, yo lo hago, es mi mascota! - mejor aclararles antes de que como todos los adultos, se negara a que la tomara y luego le terminaban dando unos golpes a sus pobres mascotas que se iban a "Bichilandia", que papá decía que era el paraíso de los bichos, pero el pobre de Néphtys era el que se quedaba llorando en la tierra.
Llegó por fin hasta el piano ignorando los gritos de todos porque se alejara, que era la Petra un animal peligroso, pero ¡Claro que lo era! Por eso era una de sus consentidas, les daba unas mordidotas a todos los que intentaban agarrarla cuando estaba toda loquita como ahorita. Extendió el brazo y miró a la tarántula señalándola con el dedito moviendo éste de arriba a abajo como su mami le regañaba cuando metía más bichos a la casa, pero lo peor no era eso, si no que luego se le olvidaban en la cama de sus papis y los sustazos que les metía le ganaban esas reprimendas.
- Petra ya está bien, quédate quieta mujer ¿Qué no ves que es tu culpa por venir a escalar sin permiso? - la pobre tarántula siguió dando vueltas y Néphtys suspiró con pesar, sacó su pañuelo y se lo echó encima para con un rápido movimiento, envolverla y hacerle un nudito para que no se le escapara poniéndose el bultito sostenido de forma tal que colgara a unos centímetros de su cuerpo, porque no es tonto como para tocarlo ahora ya que... sí, ahí están: los colmillitos de la Petra penetrando la tela e inoculando el veneno... ¡Justo a tiempo!
- Qué enojada está la Petra, pobrecita - dijo a los demás - ¿Quieren las señoritas guardar silencio? Pusieron de nervios a la Petra, es inofensiva, si nomás muerde dos veces a la semana y sólo a los bichitos que se come.
Para nuestro amiguito era incomprensible que se comportaran así, tan grandotas y lloronas. Ni May ni Celestine lo hacían y eso que eran más pequeñitas que Nephtys... bueno, excepto May que era de su edad. Miró al hombre mago y le sonrió feliz.
- Hola, soy Néphtys ¿Me enseñaría sus trucos? ¡Me encantaría aprenderlos! - dio un saltito de pura felicidad antes de extender su manita hacia él para saludarlo como se merece, rogando porque acepte. Le ilusiona mucho eso de ser mago como él. Aunque él tenía muchos trucos bajo la manga también. Uno de ellos se movía aún inquieta mordiendo dos veces más el pañuelo, dejando marcas de un color levemente amarillento...
Caminando por el lugar que vaya, era enorme, escuchó algunas personas en una habitación, fue a asomarse abriendo un poco la puerta y notó a unas mujeres acompañando a un hombre en un acto que le hizo abrir gigantes los ojos. Magia. Ahora mismo el mago cortaba en dos a una de sus asistentes y la mostraba a un público inexistente. Estaban ensayando, por lo que detenían el acto y el hombre les indicaba a las damas cómo actuar, sonreír e incluso posicionarse. Néphtys se introdujo al salón gateando para esconderse en un lugarcito para ver todo lo que pasaba con sonrisas enormes.
No podía creer cuántas cosas hacía y cómo era que lo lograba. Reía tapándose la boquita con las manos feliz, mirando asombrado y fascinado... hasta que un grito lo sacó de su cavilación. Una de las mujeres señalaba algo con horror pidiendo que la mataran. ¿Matar? Y luego escuchó una palabra que le hizo buscarse en los bolsillos con desesperación: "Araña". ¿Dónde había dejado a Petra? ¡Sí, Petra, su tarántula! Y vio con horror cómo la díscola subía lento que requetelento por una de las patas del piano que se tenía. Refulgía su pelaje rojo, plata y negro contra la pata blanca del instrumento.
Népthys tragó saliva. ¡Qué Petra más traviesa! Pero no pudo pensar más cuando vio que su ídolo se acercaba de la forma que a Petra no le gustaba. Oh-oh. Aparte, parecía extender la mano para tomar un palo de escoba. ¿A quién se le ocurre que con eso la tarántula va a obedecer? Con lo loca que Petra era, capaz de que saltaba contra el palo de la escoba y luego al rostro del mago para hacer de las suyas. No, tenía que evitarlo. Era su mascota y papá siempre decía que debía ser responsable.
- ¡No, no! ¡Así no se hace, pobre Petra me la va a alborotar más de lo que ya está! - porque para su horror notó que la tarántula caminaba en círculos, señal de que pronto saltaría a atacar, pero es que esas mujeres eran tan ruidosas, que con cada movimiento de Petra se ponían a berrear - ¡Yo lo hago, yo lo hago, es mi mascota! - mejor aclararles antes de que como todos los adultos, se negara a que la tomara y luego le terminaban dando unos golpes a sus pobres mascotas que se iban a "Bichilandia", que papá decía que era el paraíso de los bichos, pero el pobre de Néphtys era el que se quedaba llorando en la tierra.
Llegó por fin hasta el piano ignorando los gritos de todos porque se alejara, que era la Petra un animal peligroso, pero ¡Claro que lo era! Por eso era una de sus consentidas, les daba unas mordidotas a todos los que intentaban agarrarla cuando estaba toda loquita como ahorita. Extendió el brazo y miró a la tarántula señalándola con el dedito moviendo éste de arriba a abajo como su mami le regañaba cuando metía más bichos a la casa, pero lo peor no era eso, si no que luego se le olvidaban en la cama de sus papis y los sustazos que les metía le ganaban esas reprimendas.
- Petra ya está bien, quédate quieta mujer ¿Qué no ves que es tu culpa por venir a escalar sin permiso? - la pobre tarántula siguió dando vueltas y Néphtys suspiró con pesar, sacó su pañuelo y se lo echó encima para con un rápido movimiento, envolverla y hacerle un nudito para que no se le escapara poniéndose el bultito sostenido de forma tal que colgara a unos centímetros de su cuerpo, porque no es tonto como para tocarlo ahora ya que... sí, ahí están: los colmillitos de la Petra penetrando la tela e inoculando el veneno... ¡Justo a tiempo!
- Qué enojada está la Petra, pobrecita - dijo a los demás - ¿Quieren las señoritas guardar silencio? Pusieron de nervios a la Petra, es inofensiva, si nomás muerde dos veces a la semana y sólo a los bichitos que se come.
Para nuestro amiguito era incomprensible que se comportaran así, tan grandotas y lloronas. Ni May ni Celestine lo hacían y eso que eran más pequeñitas que Nephtys... bueno, excepto May que era de su edad. Miró al hombre mago y le sonrió feliz.
- Hola, soy Néphtys ¿Me enseñaría sus trucos? ¡Me encantaría aprenderlos! - dio un saltito de pura felicidad antes de extender su manita hacia él para saludarlo como se merece, rogando porque acepte. Le ilusiona mucho eso de ser mago como él. Aunque él tenía muchos trucos bajo la manga también. Uno de ellos se movía aún inquieta mordiendo dos veces más el pañuelo, dejando marcas de un color levemente amarillento...
Última edición por Néphtys/Freya Délvheen el Dom Ago 12, 2012 3:02 pm, editado 1 vez
Néphtys/Freya Délvheen- Cambiante Clase Alta
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Re: El ilusionista lupino, el realista gatuno [Tristán y Néphtys]
Se avecinaban una serie de funciones que el grupo de artistas al que gran ilusionista Eisenberg pertenecía, los shows estaban programados para realizarse exactamente en un mes más, pero Tristán que siempre había sido un hombre muy profesional y dedicado cuando de su trabajo se trataba había decidido realizar ensayos dos veces por semana hasta que el gran día llegara. La razón extra por la cual él deseba que todo saliera a pedir de boca era que la primera función sería ni más ni menos que para la realeza francesa, el rey, su esposa, hijos y demás familiares y amigos estarían presentes, deleitándose con los mejores trucos que el mago poseía en su repertorio, sumándole además dos nuevos que serían estrenados ese día para la satisfacción de su majestad, el rey Abélard Fontaine y su bella esposa.
Sobre el escenario se encontraba Monsieur Rêveur junto a dos asistentes, dos señoritas de entre veinte y veintidós años, una rubia y una morena. Tristán se encontraba justo en medio de la escenografía, concentrado en su truco más difícil que era el de cortar en dos a una persona, el cual realmente ya tenía bien estudiado y aprendido, pero nunca estaba de más perfeccionarlo o añadir detalles que lo hicieran ver todavía más espectacular a ojos del público que regularmente se mantenía con la respiración contenida a causa de la gran tensión que ese acto provocaba. Por supuesto que Tristán jamás había cortado realmente a nadie sobre el escenario, todo era un truco bastante ingenioso que se realizaba con ayuda de un arnés, una mesa y otro par de detalles que hacían posible que pareciera sumamente real. Ese era el truco que mas le pedían, por lo tanto en casi cada función lo llevaba a cabo.
Se le veía venir de aquí a allá sobre el escenario, enfundado en un traje oscuro frac que le llegaba hasta las rodillas y encima una gabardina negra todavía más larga. Le gustaba ir bien vestido a los ensayos aunque no hubiera público presente, era de los artistas que exigían que en los ensayos se hiciera todo exactamente como se haría si las butacas estuvieran llenas. Tristán daba indicaciones a sus ayudantes, les indicaba como debían comportarse en el escenario ya que ellas eran pieza importante, eran el atractivo físico que incitaba a muchos caballeros a comprar un boleto para la función, por lo tanto debían comportarse coquetas, sonrientes todo el tiempo e interactuar por medio de la mirada con el público. Las muchachas ya estaban acostumbradas al artista, lo conocían de años atrás, incluso antes de que su prometida muriera y sufriera ese ataque de lobo que le había dejado la cicatriz en el rostro y cuello; a ellas al igual que a todos les había sorprendido la apariencia de Tristán luego del accidente, por semanas enteras no habían podido reprimir esa curiosidad y lo habían visto con asombro cada vez que lo tenían cerca, pero ahora que el tiempo había pasado ya estaban bastante acostumbradas y ya no lo veían como una novedad, aunque de vez en cuando entre ellas hacían comentarios donde aseguraban que ese accidente lejos de bajar la fama del mago le había dado el doble, había gente que acudía a sus funciones tan sólo por morbo, todo con tal de poder presenciar lo que todo el mundo cuchicheaba acerca del joven artista con el rostro desfigurado.
Tristán se sobresalto cuando las escuchó gritar escandalosamente, acudió a ellas rápidamente para ver que era lo que estaba perturbándolas y casi se echó a reír cuando le informaron que la causante de su perturbación era una araña. El muchacho fue hasta el piano donde ellas le habían indicado que el bicho se encontraba y se sorprendió un poco al ver que no se trataba de una simple araña sino de una tarántula, una bastante grande y de aspecto amenazador; él no sabía nada sobre arácnidos pero por las dudas mantuvo una buena distancia mientras tomaba una escoba que por suerte se encontraba cerca, su intención no era matar a la araña sino más bien ahuyentarla o capturarla para evitar que siguiera dando sustos por ahí. Pero justo cuando el ilusionista se disponía a hacer algo al respecto un niño apareció en el acto, proclamándose el dueño oficial del animal y asegurando que el bicho tenía nombre y era inofensivo.
Las mujeres se derritieron de ternura al ver al crío que hablaba con devoción acerca de su mascota, en el fondo les parecía bastante perturbador que un niño tan pequeño como él tuviera un animal tan asqueroso como ese de mascota, pero tal hecho no impedía que sonrieran al ver el ángel que desprendía aquel infante de cabellos lisos y rubios. — ¿Petra? Vaya nombre. — Comentó Tristán un poco confundido mientras miraba a todos lados esperando ver a algún adulto con el que pudiera estar el pequeño. No respondió inmediatamente a la petición que el niño le había hecho, estaba más preocupado por saber quién era su padre o madre o quien fuese con quien había acudido al Palacio Royal ese día. — ¿Dónde están tus padres, amiguito? — La voz de Tristán era neutral no como esas personas que al estar frente a un niño fingen la voz modulándola hasta hacerla sonar mas infantil o cargada de amabilidad, él nunca había sido muy bueno con los niños, no porque no le gustaran sino porque jamás había tenido contacto con ninguno, era poca la química que tenía con ellos. — ¿Vas a decirme tu nombre? Si vas a ser mi alumno tengo que llamarte de algún modo, ¿no es así? Y también debo conocer antes a tus padres, ¿están por aquí?, llámalos. — Volvió a insistir, por más que miraba en el salón no había rastro de alguna otra persona, pero era imposible creer que ese niño hubiera llegado hasta allí por sí solo.
Sobre el escenario se encontraba Monsieur Rêveur junto a dos asistentes, dos señoritas de entre veinte y veintidós años, una rubia y una morena. Tristán se encontraba justo en medio de la escenografía, concentrado en su truco más difícil que era el de cortar en dos a una persona, el cual realmente ya tenía bien estudiado y aprendido, pero nunca estaba de más perfeccionarlo o añadir detalles que lo hicieran ver todavía más espectacular a ojos del público que regularmente se mantenía con la respiración contenida a causa de la gran tensión que ese acto provocaba. Por supuesto que Tristán jamás había cortado realmente a nadie sobre el escenario, todo era un truco bastante ingenioso que se realizaba con ayuda de un arnés, una mesa y otro par de detalles que hacían posible que pareciera sumamente real. Ese era el truco que mas le pedían, por lo tanto en casi cada función lo llevaba a cabo.
Se le veía venir de aquí a allá sobre el escenario, enfundado en un traje oscuro frac que le llegaba hasta las rodillas y encima una gabardina negra todavía más larga. Le gustaba ir bien vestido a los ensayos aunque no hubiera público presente, era de los artistas que exigían que en los ensayos se hiciera todo exactamente como se haría si las butacas estuvieran llenas. Tristán daba indicaciones a sus ayudantes, les indicaba como debían comportarse en el escenario ya que ellas eran pieza importante, eran el atractivo físico que incitaba a muchos caballeros a comprar un boleto para la función, por lo tanto debían comportarse coquetas, sonrientes todo el tiempo e interactuar por medio de la mirada con el público. Las muchachas ya estaban acostumbradas al artista, lo conocían de años atrás, incluso antes de que su prometida muriera y sufriera ese ataque de lobo que le había dejado la cicatriz en el rostro y cuello; a ellas al igual que a todos les había sorprendido la apariencia de Tristán luego del accidente, por semanas enteras no habían podido reprimir esa curiosidad y lo habían visto con asombro cada vez que lo tenían cerca, pero ahora que el tiempo había pasado ya estaban bastante acostumbradas y ya no lo veían como una novedad, aunque de vez en cuando entre ellas hacían comentarios donde aseguraban que ese accidente lejos de bajar la fama del mago le había dado el doble, había gente que acudía a sus funciones tan sólo por morbo, todo con tal de poder presenciar lo que todo el mundo cuchicheaba acerca del joven artista con el rostro desfigurado.
Tristán se sobresalto cuando las escuchó gritar escandalosamente, acudió a ellas rápidamente para ver que era lo que estaba perturbándolas y casi se echó a reír cuando le informaron que la causante de su perturbación era una araña. El muchacho fue hasta el piano donde ellas le habían indicado que el bicho se encontraba y se sorprendió un poco al ver que no se trataba de una simple araña sino de una tarántula, una bastante grande y de aspecto amenazador; él no sabía nada sobre arácnidos pero por las dudas mantuvo una buena distancia mientras tomaba una escoba que por suerte se encontraba cerca, su intención no era matar a la araña sino más bien ahuyentarla o capturarla para evitar que siguiera dando sustos por ahí. Pero justo cuando el ilusionista se disponía a hacer algo al respecto un niño apareció en el acto, proclamándose el dueño oficial del animal y asegurando que el bicho tenía nombre y era inofensivo.
Las mujeres se derritieron de ternura al ver al crío que hablaba con devoción acerca de su mascota, en el fondo les parecía bastante perturbador que un niño tan pequeño como él tuviera un animal tan asqueroso como ese de mascota, pero tal hecho no impedía que sonrieran al ver el ángel que desprendía aquel infante de cabellos lisos y rubios. — ¿Petra? Vaya nombre. — Comentó Tristán un poco confundido mientras miraba a todos lados esperando ver a algún adulto con el que pudiera estar el pequeño. No respondió inmediatamente a la petición que el niño le había hecho, estaba más preocupado por saber quién era su padre o madre o quien fuese con quien había acudido al Palacio Royal ese día. — ¿Dónde están tus padres, amiguito? — La voz de Tristán era neutral no como esas personas que al estar frente a un niño fingen la voz modulándola hasta hacerla sonar mas infantil o cargada de amabilidad, él nunca había sido muy bueno con los niños, no porque no le gustaran sino porque jamás había tenido contacto con ninguno, era poca la química que tenía con ellos. — ¿Vas a decirme tu nombre? Si vas a ser mi alumno tengo que llamarte de algún modo, ¿no es así? Y también debo conocer antes a tus padres, ¿están por aquí?, llámalos. — Volvió a insistir, por más que miraba en el salón no había rastro de alguna otra persona, pero era imposible creer que ese niño hubiera llegado hasta allí por sí solo.
Off: Perdón por la demora, haré lo posible para que no vuelva a ocurrir.
Tristan Rêveur- Licántropo Clase Alta
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Re: El ilusionista lupino, el realista gatuno [Tristán y Néphtys]
Duérmete mi niño,
duérmeteme ya.
Porque viene el coco
Y te comerá...
- ¿El coco? Woooow ¿Y me ayudará a buscar bichos?
...
- ¿Mami, qué es eso de que soy incorregible?
duérmeteme ya.
Porque viene el coco
Y te comerá...
- ¿El coco? Woooow ¿Y me ayudará a buscar bichos?
...
- ¿Mami, qué es eso de que soy incorregible?
Estaba contento porque todo había salido a pedir de boca, claro para él, porque las mujeres lo veían con esos ojitos que se iluminaban y que auguraban de seguro golosinas, sólo era cuestión de sonreírles bonito, de hablarles de lo guapas que eran y bingo. Siempre funcionaba aunque a su madre la indignara y causara los celos de Celestine. No entendía por qué las mujeres eran tan complicadas, con lo bonito que eran los dulces y más cuando no tenía que hacer nada como bañarse, para conseguirlos. Aunque de momento se olvidó un poco de éstos al mirar a ese ídolo que hacía magia, ¡Magia! Celestine ya no sería la que estuviera todo el tiempo haciendo cosas interesantes. No, él también las haría y le encantaba que el mago le hablara como hacía su papá, como si fuera un niño grande y no hiciera esas caras tontas y exasperantes, ni le jalara los cachetes.
- Petra es un nombre tan bueno como Chela, Toño, Poncho, Lencho y demás - parpadeó mirándole, es que eran tan comunes esos nombres en sus bichos, es que algún nombre debían de tener ¿No? - Y ya le dije que soy Nephtys, se nota que es buen mago, pero su oído no es bueno, pero mi mami me dice corazón y mi papi campeón, pero usted puede decirme Neph y sí, me encanta la idea de ser su aprendiz, porque ya hice mi primer truco del día: me le desaparecí a papá, es que andaba con un hombre allá... - señaló tras él con el bultito que tenía a Petra dentro para a continuación voltear a donde apuntaba y dudar... - ¿O era por allá? ¿O acullá? Bueno... ya no sé de dónde vengo, pero no se preocupe, mi papá es bien diestro encontrándome, lo hace siempre y sin magia - dio otro saltito de pura felicidad - Bien, pues ¿Con qué empezamos? ¿Con lo del arnés o con lo de desaparecerme? Aunque le digo que ese truco ya me lo sé, incluso desaparezco a mis bichos, pero el problema luego es aparecerlos... - hizo muequitas porque siempre que los guardaba en un lugar, al buscarlos resultaba que no estaban. Un movimiento en su mano lo obligó a mirar el pañuelo con Petra, claro tenía que guardarla, pero... ¿En dónde? Inquieto oteó alrededor para encontrar un buen lugar. Optó por dejarla colgada a un ganchito en un perchero para regresar con Tristán y sonreírle - Ande, dígame con qué empezamos, incluso hasta me ofrezco de voluntario para el acto de partir en dos, el de los cuchillos o lo que quiera, yo quiero aprender, por favor... - le puso la técnica favorita de May: los ojitos de borrego a medio morir, a ver si le funcionaba. Si no, tendría que encontrar otro truco.
- Petra es un nombre tan bueno como Chela, Toño, Poncho, Lencho y demás - parpadeó mirándole, es que eran tan comunes esos nombres en sus bichos, es que algún nombre debían de tener ¿No? - Y ya le dije que soy Nephtys, se nota que es buen mago, pero su oído no es bueno, pero mi mami me dice corazón y mi papi campeón, pero usted puede decirme Neph y sí, me encanta la idea de ser su aprendiz, porque ya hice mi primer truco del día: me le desaparecí a papá, es que andaba con un hombre allá... - señaló tras él con el bultito que tenía a Petra dentro para a continuación voltear a donde apuntaba y dudar... - ¿O era por allá? ¿O acullá? Bueno... ya no sé de dónde vengo, pero no se preocupe, mi papá es bien diestro encontrándome, lo hace siempre y sin magia - dio otro saltito de pura felicidad - Bien, pues ¿Con qué empezamos? ¿Con lo del arnés o con lo de desaparecerme? Aunque le digo que ese truco ya me lo sé, incluso desaparezco a mis bichos, pero el problema luego es aparecerlos... - hizo muequitas porque siempre que los guardaba en un lugar, al buscarlos resultaba que no estaban. Un movimiento en su mano lo obligó a mirar el pañuelo con Petra, claro tenía que guardarla, pero... ¿En dónde? Inquieto oteó alrededor para encontrar un buen lugar. Optó por dejarla colgada a un ganchito en un perchero para regresar con Tristán y sonreírle - Ande, dígame con qué empezamos, incluso hasta me ofrezco de voluntario para el acto de partir en dos, el de los cuchillos o lo que quiera, yo quiero aprender, por favor... - le puso la técnica favorita de May: los ojitos de borrego a medio morir, a ver si le funcionaba. Si no, tendría que encontrar otro truco.
*No se preocupe señor Tristán, todo bien. Y una disculpa, porque me quedó un tanto corto e.e
Néphtys/Freya Délvheen- Cambiante Clase Alta
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Re: El ilusionista lupino, el realista gatuno [Tristán y Néphtys]
Tristán esperó por una respuesta con la seriedad que lo caracterizaba. Cuando tenía ese semblante tan inescrutable casi lograba infundar miedo, pero no era que verdaderamente estuviera molesto o algo similar, sencillamente poseía un rostro de facciones muy marcadas que se acentuaban de manera peligrosa y dudosa. Sin embargo, el pequeño, con su natural simpatía, había logrado romper con ello como el más diestro de los magos. Poco a poco los labios del ilusionista fueron moviéndose hasta formarse una tenue sonrisa. No había duda de que Nephthys era un niño bastante listo y carismático. El mago se giró para ver la reacción de las mujeres que aguardaban expectantes a su espalda, ellas no dejaban de ver al infante con gesto de ternura, ambas estaban coincidían al pensar que al artista le vendría bien tener un compañero como ese niño, alguien que lo hiciera salir de la rutina, despejar la mente y deshacerse de todo ese estrés y seriedad que siempre lo acompañaba.
El muchacho dio cuatro pasos al frente, tomó al niño de la mano y lo condujo hasta la entrada del salón. Tristán, que era bastante alto, tuvo que encorvarse un poco para poder estar un poco a la altura del chiquillo. — Necesito la autorización de tu padre para hacerlo, Nepthys. Además debe estar muy preocupado por ti. — Habló mientras caminaban. Lo miró de reojo, el niño parecía estar bastante acostumbrado a perderse, era obvio que lo hacía con intención, como esas veces en las que Tristán, de pequeño, se soltaba de la mano de su madre para ir a espiar a los magos de los circos. Definitivamente el niño le recordaba a sí mismo. — Mmmh…aquí no hay nadie. — Miró a todos lados, buscando a algún hombre que pudiera ser el padre del niño. Bajó su mirada y vio con atención al chiquillo que sonreía. No podía romperle la ilusión como a él se la habían roto años atrás, no tenía el corazón para algo como eso. — Está bien. Es hora de que usted y yo hagamos un trato, caballero. — Le habló como si de verdad fuera un hombre y no un crío el que tenía enfrente. Se acuclilló para estar a su altura y lo miró fijamente a los ojos, adoptando nuevamente un gesto de seriedad, pero sin llegar a infundir miedo, como solía hacerlo. — Te enseñaré el truco que desees. Pero sólo uno. — Advirtió, levantando el dedo índice para agregar credibilidad a sus palabras. La muchachas rieron desde el escenario. — Y solamente hasta que tu padre aparezca. ¿De acuerdo? Después irás con él y podrás volver otro día, si así lo deseas. ¿Qué dices? ¿Es un trato? — Cambió el dedo índice por el meñique, el dedo que tenía como función cerrar tratos y hacer promesas. Esperó a que el alzara el suyo para entrelazarlos en señal de acuerdo.
Cuando el trato estuvo hecho, Tristán volvió al escenario, dejó que Nepthys, que aparentaba tener más edad de la que seguramente tenía, volviera por sí mismo tras de él. Pudo escuchar como este daba pequeños saltitos de alegría y al cabo de unos minutos se giró para ayudar al pequeño a subir las escaleras, para llegar finalmente al escenario. Lo miró con determinación mientras se colocaba los guantes blancos. — ¿Y bien, Nepthys?, ¿ya has decidido que truco será? No tenemos todo el tiempo del mundo, decide uno. — La verdad es que tenía todo el tiempo que quisiera, nadie lo esperaba en casa, afuera lo esperaba la miseria de siempre, la de todos los días.
El muchacho dio cuatro pasos al frente, tomó al niño de la mano y lo condujo hasta la entrada del salón. Tristán, que era bastante alto, tuvo que encorvarse un poco para poder estar un poco a la altura del chiquillo. — Necesito la autorización de tu padre para hacerlo, Nepthys. Además debe estar muy preocupado por ti. — Habló mientras caminaban. Lo miró de reojo, el niño parecía estar bastante acostumbrado a perderse, era obvio que lo hacía con intención, como esas veces en las que Tristán, de pequeño, se soltaba de la mano de su madre para ir a espiar a los magos de los circos. Definitivamente el niño le recordaba a sí mismo. — Mmmh…aquí no hay nadie. — Miró a todos lados, buscando a algún hombre que pudiera ser el padre del niño. Bajó su mirada y vio con atención al chiquillo que sonreía. No podía romperle la ilusión como a él se la habían roto años atrás, no tenía el corazón para algo como eso. — Está bien. Es hora de que usted y yo hagamos un trato, caballero. — Le habló como si de verdad fuera un hombre y no un crío el que tenía enfrente. Se acuclilló para estar a su altura y lo miró fijamente a los ojos, adoptando nuevamente un gesto de seriedad, pero sin llegar a infundir miedo, como solía hacerlo. — Te enseñaré el truco que desees. Pero sólo uno. — Advirtió, levantando el dedo índice para agregar credibilidad a sus palabras. La muchachas rieron desde el escenario. — Y solamente hasta que tu padre aparezca. ¿De acuerdo? Después irás con él y podrás volver otro día, si así lo deseas. ¿Qué dices? ¿Es un trato? — Cambió el dedo índice por el meñique, el dedo que tenía como función cerrar tratos y hacer promesas. Esperó a que el alzara el suyo para entrelazarlos en señal de acuerdo.
Cuando el trato estuvo hecho, Tristán volvió al escenario, dejó que Nepthys, que aparentaba tener más edad de la que seguramente tenía, volviera por sí mismo tras de él. Pudo escuchar como este daba pequeños saltitos de alegría y al cabo de unos minutos se giró para ayudar al pequeño a subir las escaleras, para llegar finalmente al escenario. Lo miró con determinación mientras se colocaba los guantes blancos. — ¿Y bien, Nepthys?, ¿ya has decidido que truco será? No tenemos todo el tiempo del mundo, decide uno. — La verdad es que tenía todo el tiempo que quisiera, nadie lo esperaba en casa, afuera lo esperaba la miseria de siempre, la de todos los días.
Tristan Rêveur- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: El ilusionista lupino, el realista gatuno [Tristán y Néphtys]
Una mosca parada en la pared, * *
en la pared, * * en la pared * *.
Una mosca parada en la pared * *
en la pared * * en la pared * *
Una moscaaaa, * *
una moscaaaa, * *
una mosca parada en la pared * *.
¡¡¡¡¡Ahora con "A"!!!!
en la pared, * * en la pared * *.
Una mosca parada en la pared * *
en la pared * * en la pared * *
Una moscaaaa, * *
una moscaaaa, * *
una mosca parada en la pared * *.
¡¡¡¡¡Ahora con "A"!!!!
No tenía remedio, definitivamente si su madre lo viera ya estaría suspirando de resignación porque en cuanto lo tocó el hombre, el niño pasó la otra manita acariciando su traje y luego pasándosela por su camisa y volvía a lo mismo de nuevo una y otra y otra vez hasta que miró al mago y le sonrió enorme, para reír a carcajadas todo entusiasmado en tanto iban acercándose a la puerta. Vaya que era alto Tristán, mucho más que su papá o quizá fuera que lo veía así en su arrobo por conocer a alguien tanto o más interesante que todas las personas con las que convivía. Se asomó con Tristán y parpadeó en silencio porque no se acordaba si había tomado la derecha y luego la izquierda o la izquierda y luego la derecha para llegar ahí y podría ser que su padre estuviera preocupado, pero sabía que Néphtys sabía cuidarse bien, a finales de cuentas el niño vivió en la calle por mucho tiempo con su tío. Puso aún así caritas de circunstancias para estallar en carcajadas infantiles al pensar que ahora sí se la había hecho buena a su padre, aunque sólo tenía que pensar mucho en él y el vampiro lo encontraría. ¡Cierto! Tenía que decirle que no se comiera a su mago favorito quien ahora se acuclillaba hasta estar a su altura. El niño le miró con esa curiosidad propia de su edad y parpadeó sorprendido al ver la intensidad de sus ojos, esa cicatriz era mágica de seguro, era la que le daba esa facultad de hacer tantas cosas bonitas. Ahora que lo recordaba Celestine también tenía una, pero no en su carita, si no en su mano. Repitió el gesto de tocar su traje y luego restregar su manita contra su propia camisa.
- Listo, creo que ya me unté suficiente magia, ¿Es cierto que a los magos le salen como ese líquido raro a los árboles y que hay que untárselo para que funcione? - parpadeó esperando su respuesta, pero ésta quedó en el limbo en el momento que Tristán prometió enseñarle un truco en tanto su padre llegaba hasta ellos - ¿De verdad? ¡Genial! Ahora espero que papá no deje de platicar con ese hombre con panza de pelota y se tarde mucho, mucho, mucho, pero... - calló un instante e hizo una mueca ¿Cuál truco le iba a pedir? Aspiró profundo y bajó al cabeza derrotado, quería tantos y tantos... hasta que dio con uno y dio muchos saltitos - ¡Sí, sí, acepto! - le rodeó con su dedito el de Tristán, para asentir muy serio correspondiendo a la misma actitud del mago para seguirle, aunque por un paso del licántropo el niño daba tres, pero en ocasiones eran dos y un salto. O dos saltos y un paso. O tres saltos.
Llegó a su destino y rió cuando Tristán le ayudó a subir al escenario y corrió a ver la caja en la que partían en dos a la joven, decidiendo que sería demasiado sanguinario para May si le fallaba el truco. Miró a todos lados y observó al mago para correr y abrazarle la pierna con efusividad propia de un chamaco entre risas y mucha algarabía hablando de una forma tal que marearía al más relajado de todos. Aunque lo que más podía entendérsele eran las gracias que le daba una y otra vez hasta mirarle con intensidad.
- Pero el truco no me va a salir, señor mago, yo no tengo guantes y tampoco sombrero, tengo una cicatriz por aquí, ¿Cuenta? Porque la suya es grande, señal que es un mago muy poderoso ¿No? - le mostró la cicatriz que tenía en el brazo derecho subiéndose la manga, producto de la fractura expuesta que su tío le provocó hacía ya mucho tiempo - pero no tiene efectos mágicos, ya lo he comprobado a menos que... - se quedó pensativo porque pudiera ser que esa cicatriz fuera la causante de que él cambiara de forma. ¿Acaso eso no también era magia? Se le abrieron enormes los ojos, ¡Sí, eso era! - Olvídelo, ya sé que sí funciona... ammm... pensaba en un truco que volverá loca a mi mami y mi hermanita y a mi novia. ¡Quiero aparecer rosas! Así se las vendo a papá y puedo comprarle dulces a mi bichito favorito, mi Celestine - suspiró bobamente recordando a la niña de cabellos rubios y ojos azules que tanto le traía de la orejita. Miau.
Truenos y relámpagos fuera, la lluvia azota con violencia los cristales del Castillo Délvheen, nota el cambiaformas cuando se sienta en la cama y sacude la cabeza. ¿Qué fue eso? ¿Un sueño? ¿Resquicios del pasado? Esa situación era tan parecida a cuando aprendió de su maestro, de ese gran ilusionista que le aceptara como pupilo, pero en su sueño tenía la cara de Tristán... Ese crío que fuera su compañero de aprendizajes y travesuras, porque Néphtys siempre se metía en problemas y Tristán era quien se encargaba de sacarlo de ahí. ¿Cómo es que ahora lo ve tan... solo..? Sus ojos miran al frente en tanto su cabeza medita, todo tiene un por qué y el trigger debieron ser los comentarios de la noche pasada mientras acompañaba a su madre a la Opera en el Royal. Algunos anuncios de la próxima presentación de Tristán y a pesar de su éxito, esos rumores sobre su soledad, su constante estado de ebriedad.
Se levanta de la cama sabiendo que no podrá dormir más, se transforma en una enorme bestia gatuna que avanza en silencio a pesar de lo pesado de su cuerpo hasta llegar al jardín alzando el rostro al cielo para que las gotas de agua le empapen. Dos saltos enormes y el dinámico tigre blanco se pierde en el interior del bosque en pos de una presa a quien cazar, al tiempo que su mente se embota de los recuerdos en los que Tristán y él son las figuras principales. Dos años en compañía el uno del otro hasta que la separación de sus padres le llevó al cambiaformas a estar yendo y viniendo. Así fue que le perdió la pista y cuando Freya hizo su aparición, se concentró más en que su hermana se recuperara que en su propio pasado. Ahora éste se muestra ante él con violencia y por un instante Néphtys se pregunta qué va a hacer al respecto. ¿Ayudará a Tristán o no? Se lo debe, es una promesa del pasado que no cumplió, pero que está dispuesto a hacerlo ahora.
Eran las 11 de la mañana cuando Néphtys se presentó en el Palacio Royal con algunas identificaciones falsas. Confiaba que su amigo no lo identificara, le hará la vida de cuadritos esperando que Tristán abra los ojos y salga por su propio pie. Aún recuerda sus palabras "Enséñale a un hombre a pescar y le darás un modus viviendi. Pesca por él y le ayudarás sólo un día" o algo por el estilo, que el Délvheen es pésimo para recordar cosas así. Eso hará, le auxiliará a salir del hoyo. Sus pies le llevan de nuevo a ese enorme salón donde le han dicho que Tristán está ensayando. Su traje inmaculado de los pies a la cabeza no permitiría que su amigo le identificara. Néphtys fue un alma libre, sucio sin importarle un comino, excepto cuando iban a ver a la pequeña Celestine, entonces hasta aceptaba bañarse. Sonríe recordando cuántas veces se le escondió a su amigo cuando éste proponía ir al río o a la laguna. El agua jamás fue su fuerte, hasta ya de adulto. Sus pasos acompañados por el golpeteo de un bastón con mango en forma de la cabeza de un tigre resuenan por la soledad del pasillo hasta que ingresa sin ser invitado a esa habitación en donde se encuentra su amigo.
Por un instante su impulso fue sonreírle y abrazarle, pero se contuvo. No, no debe hacerlo. Alza la barba caminando con paso firme, que escuchen todos su llegada acomodado el sombrero sobre su cabeza listo para interpretar su papel. Sonríe con cinismo al tiempo que sus ojos brillan al ver cómo una mujer pierde la compostura al verlo, no esperan público, pero a él no le importa. Toma una silla y la coloca en primera fila, cruzando el tobillo sobre la pierna contraria recargándose para mirar en silencio el acto. - Vamos, por mí no se detengan, veamos qué tan cierto es eso de que Tristán Rêveur es el mejor ilusionista del mundo. Tenga por seguro que usted estaba jugando sin un rival, sin un hombre que pudiera descubrir sus trucos y demostrar que no es más que un farsante... ya estoy aquí, veamos qué tiene para mí - se acomoda mejor en el asiento con mirada arrogante. Espera que Tristán saque la casta que siempre le caracterizó, que sea capaz de mirar al frente y no dejarse caer. Que su amigo brille, pero sobre todo que salga avante de los traspies que ha dado durante todo este tiempo.
- Listo, creo que ya me unté suficiente magia, ¿Es cierto que a los magos le salen como ese líquido raro a los árboles y que hay que untárselo para que funcione? - parpadeó esperando su respuesta, pero ésta quedó en el limbo en el momento que Tristán prometió enseñarle un truco en tanto su padre llegaba hasta ellos - ¿De verdad? ¡Genial! Ahora espero que papá no deje de platicar con ese hombre con panza de pelota y se tarde mucho, mucho, mucho, pero... - calló un instante e hizo una mueca ¿Cuál truco le iba a pedir? Aspiró profundo y bajó al cabeza derrotado, quería tantos y tantos... hasta que dio con uno y dio muchos saltitos - ¡Sí, sí, acepto! - le rodeó con su dedito el de Tristán, para asentir muy serio correspondiendo a la misma actitud del mago para seguirle, aunque por un paso del licántropo el niño daba tres, pero en ocasiones eran dos y un salto. O dos saltos y un paso. O tres saltos.
Llegó a su destino y rió cuando Tristán le ayudó a subir al escenario y corrió a ver la caja en la que partían en dos a la joven, decidiendo que sería demasiado sanguinario para May si le fallaba el truco. Miró a todos lados y observó al mago para correr y abrazarle la pierna con efusividad propia de un chamaco entre risas y mucha algarabía hablando de una forma tal que marearía al más relajado de todos. Aunque lo que más podía entendérsele eran las gracias que le daba una y otra vez hasta mirarle con intensidad.
- Pero el truco no me va a salir, señor mago, yo no tengo guantes y tampoco sombrero, tengo una cicatriz por aquí, ¿Cuenta? Porque la suya es grande, señal que es un mago muy poderoso ¿No? - le mostró la cicatriz que tenía en el brazo derecho subiéndose la manga, producto de la fractura expuesta que su tío le provocó hacía ya mucho tiempo - pero no tiene efectos mágicos, ya lo he comprobado a menos que... - se quedó pensativo porque pudiera ser que esa cicatriz fuera la causante de que él cambiara de forma. ¿Acaso eso no también era magia? Se le abrieron enormes los ojos, ¡Sí, eso era! - Olvídelo, ya sé que sí funciona... ammm... pensaba en un truco que volverá loca a mi mami y mi hermanita y a mi novia. ¡Quiero aparecer rosas! Así se las vendo a papá y puedo comprarle dulces a mi bichito favorito, mi Celestine - suspiró bobamente recordando a la niña de cabellos rubios y ojos azules que tanto le traía de la orejita. Miau.
EN LA REALIDAD
Truenos y relámpagos fuera, la lluvia azota con violencia los cristales del Castillo Délvheen, nota el cambiaformas cuando se sienta en la cama y sacude la cabeza. ¿Qué fue eso? ¿Un sueño? ¿Resquicios del pasado? Esa situación era tan parecida a cuando aprendió de su maestro, de ese gran ilusionista que le aceptara como pupilo, pero en su sueño tenía la cara de Tristán... Ese crío que fuera su compañero de aprendizajes y travesuras, porque Néphtys siempre se metía en problemas y Tristán era quien se encargaba de sacarlo de ahí. ¿Cómo es que ahora lo ve tan... solo..? Sus ojos miran al frente en tanto su cabeza medita, todo tiene un por qué y el trigger debieron ser los comentarios de la noche pasada mientras acompañaba a su madre a la Opera en el Royal. Algunos anuncios de la próxima presentación de Tristán y a pesar de su éxito, esos rumores sobre su soledad, su constante estado de ebriedad.
Se levanta de la cama sabiendo que no podrá dormir más, se transforma en una enorme bestia gatuna que avanza en silencio a pesar de lo pesado de su cuerpo hasta llegar al jardín alzando el rostro al cielo para que las gotas de agua le empapen. Dos saltos enormes y el dinámico tigre blanco se pierde en el interior del bosque en pos de una presa a quien cazar, al tiempo que su mente se embota de los recuerdos en los que Tristán y él son las figuras principales. Dos años en compañía el uno del otro hasta que la separación de sus padres le llevó al cambiaformas a estar yendo y viniendo. Así fue que le perdió la pista y cuando Freya hizo su aparición, se concentró más en que su hermana se recuperara que en su propio pasado. Ahora éste se muestra ante él con violencia y por un instante Néphtys se pregunta qué va a hacer al respecto. ¿Ayudará a Tristán o no? Se lo debe, es una promesa del pasado que no cumplió, pero que está dispuesto a hacerlo ahora.
Eran las 11 de la mañana cuando Néphtys se presentó en el Palacio Royal con algunas identificaciones falsas. Confiaba que su amigo no lo identificara, le hará la vida de cuadritos esperando que Tristán abra los ojos y salga por su propio pie. Aún recuerda sus palabras "Enséñale a un hombre a pescar y le darás un modus viviendi. Pesca por él y le ayudarás sólo un día" o algo por el estilo, que el Délvheen es pésimo para recordar cosas así. Eso hará, le auxiliará a salir del hoyo. Sus pies le llevan de nuevo a ese enorme salón donde le han dicho que Tristán está ensayando. Su traje inmaculado de los pies a la cabeza no permitiría que su amigo le identificara. Néphtys fue un alma libre, sucio sin importarle un comino, excepto cuando iban a ver a la pequeña Celestine, entonces hasta aceptaba bañarse. Sonríe recordando cuántas veces se le escondió a su amigo cuando éste proponía ir al río o a la laguna. El agua jamás fue su fuerte, hasta ya de adulto. Sus pasos acompañados por el golpeteo de un bastón con mango en forma de la cabeza de un tigre resuenan por la soledad del pasillo hasta que ingresa sin ser invitado a esa habitación en donde se encuentra su amigo.
Por un instante su impulso fue sonreírle y abrazarle, pero se contuvo. No, no debe hacerlo. Alza la barba caminando con paso firme, que escuchen todos su llegada acomodado el sombrero sobre su cabeza listo para interpretar su papel. Sonríe con cinismo al tiempo que sus ojos brillan al ver cómo una mujer pierde la compostura al verlo, no esperan público, pero a él no le importa. Toma una silla y la coloca en primera fila, cruzando el tobillo sobre la pierna contraria recargándose para mirar en silencio el acto. - Vamos, por mí no se detengan, veamos qué tan cierto es eso de que Tristán Rêveur es el mejor ilusionista del mundo. Tenga por seguro que usted estaba jugando sin un rival, sin un hombre que pudiera descubrir sus trucos y demostrar que no es más que un farsante... ya estoy aquí, veamos qué tiene para mí - se acomoda mejor en el asiento con mirada arrogante. Espera que Tristán saque la casta que siempre le caracterizó, que sea capaz de mirar al frente y no dejarse caer. Que su amigo brille, pero sobre todo que salga avante de los traspies que ha dado durante todo este tiempo.
Néphtys/Freya Délvheen- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 08/10/2011
Localización : Castillo Delvheen
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