Una Práctica Demasiado Realista [Privado Xavier]

Ser uno con el ambiente: esa era la consigna del día. Había salido a media tarde de casa con mi arma y una daga de plata que Maik me había regalado a pesar de mis protestas relativas a que yo era el que quería comprármela cuando la vi en el mostrador de la tienda. El precio era alto, pero no imposible de ahorrar en un par de meses trabajando casi todos los días. No me molestaba hacer eso, de hecho es gratificante comprar algo útil y que te ganaste con el esfuerzo y el sudor de tu frente. ¡Pero ese Maik! Dijo que no soportaba ver mi rostro de decepción al ver que no podía comprarla de inmediato. ¡Sacrificó parte de sus ahorros por mí! ¿Quién más hace eso por un amigo? Yo en su lugar también lo habría hecho…pero entonces…neh, da igual.

El punto es que tenía la daga ceñida a mi cintura y me adentré al bosque a una nueva jornada de entrenamiento solitario, en donde practicaría mi sigilo y mi capacidad de acecho a una potencial víctima de mis balas. Ni bien confirmé que estaba en una zona más o menos profunda me escondí detrás de un árbol y luego tras unos arbustos, lanzándome de un lado a otro como si fuera una misión de espionaje. Revisaba por todos lados por si había alguna señal imaginaria de algún ser sobrenatural, pero la mano que se posó en mi hombro no fue imaginaria….y el choque contra el árbol tampoco. Me espabilé y me moví a tiempo evitando que mi cuerpo se partiera a la mitad junto con mi cuerpo y saqué mi arma listo para atacar al paliducho que estaba en frente mirándome feo con sus colmillos. Apreté el gatillo, pero el estruendo no salió; únicamente se escuchaba el click del mecanismo. Y cuando el vampiro se me acercaba lo recordé. ¡LAS MUNICIONES SE HABÍAN QUEDADO EN CASA! Con eso en mente, sólo quedaba una sola alternativa. ¡Correr!

Llegó un momento en que le perdí de vista al mirar de reojo hacia atrás, así que me detuve a tomar un poco de aire. – Uff…creo que ya no me va a alcan-- - ¡Y se puso en frente mío con una sonrisa sádica! No alcancé ni a gritar, porque me callaron la boca de un golpe que me dejó viendo algo más que estrellas. Me tomé la nariz pensando que se me había salido pero seguía allí…llena de sangre que empezaba a manchar mi ropa. Tosí y le miré acercarse de nuevo, ahora tentado por mi sangre. Tomé mi arma y le apunté con todo el valor que pude reunir en ese momento, aunque mis manos y el propio metal temblaban. – ¡A-aléjate, q-que voy a matarte! – Mi arma voló más rápido que lo que duró mi intento de defensa, quedándome totalmente a su merced. Cerré los ojos, esperando mi final con el pecho hinchado, pero un golpe seco y un quejido igual de seco me hicieron abrirlos, con la sorpresa de que el tipo ahora estaba a mis pies con un agujero en un costado de la cabeza. La bala había cruzado hasta llegar a su cerebro. Suspiré de alivio, y empecé a mirar a mi alrededor sosteniéndome la nariz, esperando ver quién me había salvad…cofcof, quiero decir…a quien me había quitado mi presa.