Noche de Practica - Privado

por **Carys Bain** Dom Ene 17, 2016 6:13 pm

Noches, días, meses, años, iguales y distintos a la vez. ¿Cuanto tiempo había pasado desde su huida de Italia? ¿que había pasado con su esposa, su hija? la vida, el olvido, y una tumba vacía, con su nombre escrito en ella. Aun recordaba la tarde en que su esposa, Elisa, dejara sobre la fría lapida, aquella espada que usara en todas sus campañas militares. Aun podía verla, con su bello rostro cubierto de lagrimas, despidiéndose de él, y Fabrizio - cual era su verdadero nombre - observándola desde la espesura del bosque cercano. Con su agudo sentido del olfato, había disfrutado del perfume que su esposa se había colocado, su mirada había recorrido aquella figura femenina, que se despedía depositando un beso en la fría tumba, para luego abandonar el cementerio familiar. Había grabado con fuego, en su memoria, aquellos ojos grises de mirada dulce pero doloridos por la ausencia, los cabellos cobrizos, que tantas veces fueron la manta que cubrió su pecho. Pero en especial aquella boca, que tanto había gustado de besar. Negó con un movimiento de cabeza, intentando que las imagenes que tanto dolían, se evaporaran. Todo aquello estaba perdido, después de encontrarla en el campo santo, su amada había decidido reconstruido su vida, junto a un buen hombre, aunque en ese momento para Federico era el sinvergüenza mas grande del mundo, porque le robaba no solo su esposa, sino su hija. Nada quedaba de lo que alguna vez habían sido. Nada podría cambiar aquella terrible realidad, que solo lograba endurecer cada día mas, el corazón del lobo.

Sus brazos, hacían movimientos rápidos, y ágiles, mientras la espada producía ruidos secos. cada vez que destrozaba sus objetivos. Su cuerpo mostraba el trabajo de los músculos trabajados y sudados por la practica. Seguía ejercitando como si aún fuera un militar, un teniente, un líder, como lo había sido cuando ostentaba el titulo de Conditieri Di Rovombrosa. mas ahora luchaba contra fantasmas, que lo acosaban de noche y día, con preguntas que surgían una y otra vez, -¿en que me equivoque? ¿debería haberme quedado a su lado y luchar a pesar de todo lo que nos separaba? - Eran preguntas huecas, pues nadie podría responderlas jamás. Una furia incontrolable lo envolvió, haciendo que el sable golpeara una y otra vez en las calabazas que había colocado estratégicamente para practicar.

por **Gwendolyn D'Aramitz** Miér Ene 20, 2016 10:24 pm

La noche traía consigo una enorme invitación a la cual no se puede escapar, las suaves notas que le viento marca y que son danzadas por las hojas que se mecen delicadamente al compás de aquel vals tranquilo; tanta armonía y sosiego no podría ser interrumpido para nada ni nadie, pues no se atreverían a hacerlo, o eso se puede pensar.

Pero la realidad es diferente, tras aquellas silenciosas melodías venían dándose otras, uno poco más estridentes, unas que lo único que hacían era cortar de tajo la quietud del lugar. Los retumbes, golpes y el filo de algo que corta el aire contenido de pulmones se puede oír, los gritos y maldiciones que se plagan en el ambiente también hacen el eco de una noche que parecía ser perfecta.

Los minutos avanzan sin detenerse tal como la mujer que corre con presteza por aquel bosque, el vestido que había decidido usar para aquel evento de la noche quedaba ahora arruinado por las romas y arbustos que se interponían a su paso, el cual era más lento y corto del que habitualmente era haciendo que su ira comience a despertarse; sus manos rasgan parte de la falda de su traje, así como las mangas que conformaban su vestido, todo con el afán de tener más libertad de movimientos, y lo logró, porque con ello pudo correr y más y asestar más golpes a los enemigos que le venían siguiendo ¿Quiénes eran? Lobos, una pequeña manada de lobos que rondaba la zona a la que ella y un grupo de inquisidores estaba patrullando.

Uno de ellos se lanza contra la joven inquisidora que reacciona clavándole el puñal en todo el corazón, cae por la ladera de uno de los senderos junto al lobo hasta llegar al final, toda cubierta de sangre, lodo y sudor. Se levanta rápidamente pateando al cadáver de aquella pobre alma.

—Mira lo que has hecho, mira como me dejaste. Estúpido, imbécil, ojala y te pudras en el infierno tú y los tuyos deberían desaparecer, y aunque eres atractivo porque muero de ganas de ver como se trasforman, no tenías que hacer esto, mira, mira como termine llena de lodo y con el pie adolorido—

Propina una patada con el pie que tiene adolorido, realizando una mueca, justo en el momento que oye como algo cae tras de ella, algo cuyo sonido fue rebanado en el silencio de la noche. No se voltea, queda mirando el cadáver sopesando en la idea de tomar su puñal y arrojarlo en dirección a donde vino aquel sonido muerto, solo estaba esperando una señal.

por **Carys Bain** Sáb Mar 12, 2016 6:57 pm

Concentrado en su practica, y en sus cavilaciones, poco se preocupa de los sonidos que desde una zona lejana del bosque, se hacen sentir. Suspira enojado porque odia que lo interrumpan mientras está concentrado en sus cavilaciones. Pero el sonido de pasos y de un tipo de cacería, comienzan a distraerlo. Hasta que en un momento, el sable no logra cortar en la proporción deseada la calabaza que ha dejado bamboleando desde la rama de un árbol, - ahhhhhhh, malditos inoportunos – grita y se desespera, - porque no van a matarse a otro lugar del bosque - vuelve a bramar mientras levanta la espada, apuntando hacia la dirección desde donde se aproximaban los agitados pasos.

Ya que su noche de practica había sido frustrada por extraños, decidió que haría lo mismo con aquella cacería, -¿Cuál sería la presa? – se preguntó, mientras con la agilidad típica de los licántropos, fue saltando de rama en rama, acercándose a donde provenía la pelea. Entonces la contempló, una mujer que maldecía, como él, que le habían frustrado su noche. Por el atuendo que llevaba, supo que las intenciones de pasar una agradable y tranquila velada, en algún coqueto lugar de París habían sido frustradas, por lo que parecía ser congéneres, otros licántropos. Por la forma en que se movía la mujer, Federico descubrió que se trataba de un tipo de soldado - ¿inquisidor probablemente o cazador? – volvió a recapacitar, mientras aún no se decidía a intervenir, pues , ¿qué licántropo que se considerara lo bastante cuerdo, se metería en una pelea entre seres de su raza y sus enemigos naturales, los inquisidores? Estuvo a punto de marcharse, en especial cuando observó como la joven había dado cuenta de uno de los sobrenaturales, - de seguro podrás hacerte cargo de los demás – dijo en voz baja, como si ella pudiera escucharlo. Pero sus oídos lo alertaron, estaban siendo rodeado, tal vez unos cinco o siete lobos, y él, por estar en el lugar equivocado, sería marcado como un cazador más, - rayos – maldijo, mientras se preparaba para pelear, - Bueno, parece que la practica al final no ha sido frustrada – reflexionó, en el instante que una sonrisa amplia se formaba en sus labios. Inspiró con todas sus fuerzas y se aseguró de tener lo necesario para dar cuenta de los lobos.

Su vista, acostumbrada a la oscuridad, pudo distinguir antes que la mujer, como un lobo se acercaba a ella por detrás, listo para destrozar su cuello, pero Federico no se lo permitió. Preparó su cañón y disparó, una bala de plata silbó en la oscura noche, pasando muy cerca de la cabeza de la cazadora, para terminar en mitad de la frente del licántropo. Un salto seguro, la rodada al tocar el suelo y tras un ágil movimiento se irguió, cerca de la mujer, - Buenas noches señorita, me parece que tiene compañía indeseada, y por lo visto, acabo de crearme varios enemigos a su salud – rio con una carcajada cristalina, - si le parece, nos conviene buscar un refugio apropiado ya que hasta la ciudad nos sería imposible llegar antes de tener que enfrentarles cara a cara -.

por **Gwendolyn D'Aramitz** Mar Abr 05, 2016 11:31 pm

El sonido sordo que poco a poco iba creciendo en un gran estruendo junto a un cuerpo desplomándose abruptamente rodando por el suelo hasta los pies Gwen la obligó a lanzarse hacia adelante dando un giro sobre el suelo y tomar su espada, uno de los pies le sirvió de apoyo al extenderlo e inclinar su cuerpo hacia adelanta con el filo en lo alto, un postura de defensa y ataque a la vez. El sudor corría por su frente así como su la respiración agitada cuando aquel nuevo integrante aparecía con aquellas palabras frías y sin emoción, la menos para ella.

El viento de la temporada agitada fieramente las hojas trayendo notas con el aroma de la sangre que invoca la catástrofe de la muerte; al ponerse de pie resta importancia las palabras emitidas por el “caballero” con una sonrisilla de burla, tan propio de Gwen

—¿Acaso estás buscando recompensa por la ayuda prestada? Que osado y atrevida propuesta para un inquisidor el tener que huira refugiarse como un vil cobarde y esperar cual doncella a que sea rescatado uno, patético, muy patética esa postura. Es mejor enfrentarse a los problemas con lo que puedas, y huir no es una opción—

Agita la espada que danza en su mano grácilmente que rasga el vestido lo suficiente para mostrar ligas en las piernas de la Gwen donde lleva dos armas de fuego; la sonrisa de confianza que emite es tan oscura y bi partita como su propia mente. Camina arrojando los zapatos a un lado, mirando sobre su hombro al hombre con la fina ceja enarcada cual invitación o mejor dicho como si fuera un desafío.

—¿Te mides en esto o saldrás con la cola entre las patas huyendo? Si tomas la segunda opción no diré nada y tu orgullo de cobarde estará intacto, lo prometo—

Levantó su mano derecha cual juramente, el rostro que tenía en aquel momento distaba mucho de la diversión, era uno serió como si realmente disfrutar ello pero de una manera mal sana.

por **Carys Bain** Lun Mayo 09, 2016 7:42 pm

Comenzó a reír, con una riza cristalina y sincera, totalmente franca. Vaya, esa mujer tenía agallas y eso era de alabar. Sus ojos azules brillaron con una luz que hacía tiempo creía extinta, mas aquella chiquilla, había logrado despertar algo en él, tal vez un recuerdo, un bello recuerdo de su pasado. Una sonrisa de medio lado, traviesa, irónica se alojó en su rostro.

Con un gesto totalmente teatral hizo un ademan de inclinarse como si se tratara de la realeza, - Signorina, no sabía que estaba ante un soldado... vaya, los creía peludos y poco atractivos jajajaja - volvió a reír, - lo siento, no quiero importunarla, pero es que en verdad... - dijo acentuando sus palabras mientras con un rápido gesto de mano señalaba discretamente la pierna que el vestido había dejado al descubierto, - es usted un poco imprudente con su vestimenta, aunque no dudo de que sepa usar esas armas, pero no por ello crea que la tendrá fácil con sus oponentes - reflexionó en voz alta mientras apuntaba directamente a la cabeza de la inquisidora y tras un segundo en el que tomó el brazo de la joven, atrayéndola hasta su pecho, disparó, justo a tiempo para descerrajar el disparo en la cabeza de un lobo que había intentado abalanzarse en contra de la joven.

bajó la mirada, aún manteniendo apretada a su pecho a la soldado, observó sus ojos, su rostro, hermoso y ofuscado seguramente por aquella maniobra, y aunque por un instante se quedó pasmado, pronto retomó el movimiento apartándose de ella, con la misma rapidez como la había acercado a ella. Su mirada no quiso volver a buscar la ajena, no deseaba mirarla, pues de pronto, en vez de ver a la joven, le pareció estar abrazando a su amada Elisa, el dolor fue tan grande que de haber podido hubiera aullado al sentir el desgarro en su corazón. Guardó su arma mientras le respondía, - ya ve, no soy un cobarde, y no me quedo en palabrerías, soy Federico Ristori, para servirla - concluyó, cuadrándose como todo un militar y haciendo la venia marcial, clavando su mirada en la ajena, pero ésta vez fría y distante.

por **Gwendolyn D'Aramitz** Mar Mayo 24, 2016 4:13 pm

El eco que retumba con fuerza rompiendo el silencio de aquel bosque, aprese como un rayo estridente a los oídos de Gwen que solo maldice por no poder presencia aquel espectáculo con sus propios ojos. Maldice por lo bajo alejando al hombre de su cuerpo en el momento que él mismo la suelta, sin entenderlo o preguntar agradece aquel hecho por una sola razón, no le gusta ser tocada de aquellas formas le molestan.

Observa el cuerpo sin vida de aquel ser al que solo puede hacer eso, verlo mientras se desangra y cambia de forma a lo que era antes pero eso no resta la ira que corre por haber perdido la ocasión; la espada brilla siendo alzada para silbar mientras corta de tajo la cabeza de aquel ser rodando a los pies de la mujer que solo la patea a un lado, el frío viento se cuela entre sus piernas pero no le altera al contrario la gélida brisa la siente agradable, porque le hace sentir viva a Gwen.

—Bien por ti que no seas un cobarde, pero para la próxima no te metas en el camino de una inquisidora o terminarás con la cabeza rodando tal como este pobre hombre, además no dejaste que vea como murió, eso es inaceptable para mí— protesta molesta pero suelta una risa en menos de un segundo —Al final tendrás que pagar por eso, quizás dejándote usar como un cebo para atraer a otros ¿aceptas verdad?— enarca una de sus finas cejas caminando sin vergüenza alguna por sus ropas o condición.

Para los ojos de dios nada es oculto, pero para algunos si o quizás quieran dejarlos ocultos ciertas cosas pero para Gwen no había significado en ello por esa razón se adentró al bosque en busca de los otros lobos que seguían, no había luna pero estaban convertidos así que la explicación de eso era lo que su grupo buscaba realmente, rasgó un poco más sus ropas porque aún no sentía la libertad en sus piernas al caminar, ambas libas se mostraban —No te preocupes tanto por la ropa, solo es tela al final del día, y no me son de mucha ayuda ahora, si siguiera con esto se me dificultaría correr o pelear ¿has intentado pelear con este tipo de faldones? No te lo recomiendo Federico—

Le enfrenta con la mirada seria pero con una sonrisa de satisfacción en aquel rostro de porcelana —Mientras más difícil un oponente mejor, eso nos ayudará a definir si realmente somos buenos en lo que hacemos, si no entonces prefiero morir de un solo golpe y si mi enemigo no lo hace lo haré con mi propia mano— sonríe mostrando aquella mirada de tranquilidad en sus palabras —Si te da miedo los lobos, puedes respirar hay más inquisidores por aquí así que no estaremos solos, además alguno si son bien peludos al punto de dar miedo, no te separes y ve tras de mí no quiero tener que clavar mi espada en tu garganta, por cierto puedes llamarme Gwen— clavo su espada en el suelo dejando una de las telas de su vestido en una de las ramas como si se hubiera atascado, su idea era dejar su aroma en el árbol, por eso indico al hombre que se diera vuelta dándole tiempo a restregar su pecho contra la madera de aquel árbol

Una trampa para llamar a otras presas a es lugar.

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