Noche de Gala... noche de sorpresas... (privado)

por **Aonghus MacRanald** Vie Mayo 20, 2016 7:58 pm

Se enteró, en los pasillos de la inquisición - no existía situación o hecho, que uno, no se podía enterar allí -, que una muestra de obras, en especial esculturas, habían sido traídas de las últimas excavaciones arqueológicas italianas, estarían expuestas a la vista del publico en general. Aunque muchas de ellas, estarían apartadas. Eran obras que habían sido juzgadas por la iglesia como demasiado impropias para la sociedad y la religiosidad de París.

Como buen inquisidor, había conseguido mover sus contactos dentro de la noble institución y obtener un pase para disfrutar de la belleza de esas obras. Podría contemplarlas, tocarlas, hacer algunos bocetos y hasta memorizar las formas de aquellas que lograran llamar su atención.

Estaba tan contento, que aquel día, había trabajado como si se tratase de el último día antes de partir de vacaciones o viajar a ver a su familia, esa que ya no podría ver jamás. como sí el cielo le permitiera tener un pequeño espacio de tiempo, para encontrarse con ellos nuevamente y decirles todo aquello que se le había quedado en el interior de su alma, todos los te quiero, o tordos los perdón, que jamás podría volver a decir.

Pronto partió a su mansión, aquella en la que pocas veces pisaba, pues le parecía demasiado enorme para vivir solo, y aunque mantenía a una docena de sirvientes, lo mismo le parecía que le sería imposible vivir allí, sin nadie que le permitiera sentir un poco de calor humano. Desde que perdiera a su familia, no había hecho nada por conseguir a quien amar, tal vez por el miedo de perderle también. odiaba la muerte, aunque ésta era parte de su vida, de su trabajo. Sin ir muy lejos, él todos los días o en cada misión, segaba una vida, destruía una relación, una familia, ¿acaso se merecía tener una? no, por supuesto que no, y menos sabiendo que la venganza podía caer en cualquier momento. Jamás permitiría que sus enemigos, o aún sus mismos aliados, se vengaran en sus amados. por eso prefería no tenerlos.

Así, pensando en aquella elucubraciones, se apresuró a vestirse, con un traje negro de tres piezas, acomodó el reloj que fuera de su padre en el bolsillo del chaleco, se dedicó a mirarse en el espejo, esperando que la corbata estuviera en su lugar y los gemelos adecuadamente puestos en los puños de la impoluta camisa. Una sonrisa de completa satisfacción se adueño del rostro de aquel inquisidor y por unos breves momentos, se sintió libre de tanta carga que llevaba en sus hombros.

Cuando cerró la puerta principal de la mansión, el coche ya le esperaba, dio las indicaciones y partió al museo, ya estaría cerrado, pero le abrirían la puerta, ¿pero porqué iba tan elegante si nadie mas que él tendría la dicha de disfrutar de aquellas obras' pues para el escultor, merecían el respeto de presentarse ante ellas, como si de bellas mujeres se tratasen, ademas, si le apetecía luego podría terminar la noche comiendo en un restauran, o concurriendo a alguna de aquellas veladas intimas del Teatro o del Palacio Royal.