Verona D'Arco

Mide 1,75. De piel dorada y sedosa, idéntica a los pétalos de una atractiva Canna indica anaranjada. Sus curvas son un camino sempiterno e hipnotizante, ayuno de traicioneros socavones; esculpida con suma dedicación por manos artesanas y mente aventajada; más allá de ser divina; un homenaje a la mujer. Sus ojos son un barranco sin ramas donde poder agarrarte; astros aceitunados en el firmamento, dos cogollos indomesticables y frondosos, culpables de provocar auténticas fatalidades allá donde miran; suspendiendo motores hasta que el corazón sucumbe en un rematado clamor fatal. De cabello largo, valorado en quilates de bronce. Veinte porciento italiana, veinticinco porciento reformista, treinta porciento ágil y escurridiza de familia ladina. El tanto porciento restante; equivale al tono muscular y reposo propio de una buena gitana. Habla en tono imperativo, directa y con las cosas bien claras. De voz melódica con cierto deje de indiferencia. Dedos largos, no se le caen los anillos. Su boca tiene forma de fresa.

Ahora que lo pienso con más detenimiento, describirla resulta complejo. Podría empezar apuntando que es un ser impredecible. A lo mejor te defiende, a lo mejor te escupe en la boca. Tiene un gancho de izquierdas que es una cosa impresionante; imagínate el derecho. Una mujer a la que le gusta pelearse con la vida, ya sea mediante trompazos de órdago o a través de perífrasis verbales altisonantes para expresarse mediante el uso de las formas simples o compuestas. No es una mujer agresiva en realidad, pero sabe defenderse. Además posee un humor de lo más extraño. En ocasiones incluso puede resultar chocante. Directa, donde pone el ojo, pone la mira. Sin pelos en la lengua, libre como un gaviota, aplaudiendo efusivamente al libre albedrío. Normalmente hace lo que le da la real gana y casi nunca pide permiso ¡Obvio es! Carece de diplomacia pero abunda en sinceridad. Parca en palabras si no te encuentra interesante. Si eres insustancial, directamente no te habla. Tratar con ella se convierte en una carrera a contrarreloj en la que posiblemente, todos acaben perdiendo y no porque ella desee el fracaso de nadie.

Le gusta cuidar de la gente, aunque no lo necesiten y despreocuparse de sí misma. Parecida a un antihéroe, como el que le roba el pan al rico para dárselo al pobre. Despreocupada, mezcla los idiomas, desde la raíz francesa de su madre adoptiva, hasta el uso coloquial de las frases más folclóricas de los reinos españoles. En general, la mayoría de las veces no se da ni cuenta de las cosas. Si obra bien o en cambio, sus acciones están perjudicando al otro... es muy relativo. Encuentra agradable entablar relación con gentes de otras culturas -es abierta- e intercambiar experiencias y nuevos conocimientos, tomando un tanto de esto y un tanto de aquello. Muy cultivada, posee un aire claramente reformista, con opiniones propias respecto a temas políticos y sociales, no conforme con la mentalidad de la época.

Está conectada en alma y cuerpo a su hermana Toscana. Sólo es necesaria una mirada para que ambas se entiendan. Toscana frena los impulsos de Verona en los momentos más extremos, evitando que se precipite. Son como el ying y el yang y se complementan como el guante a la mano. El año que vivió en el orfanato, la dejó tocada. Allí empezó a matar junto a su melliza. Ellas lo llamaron, “consolar.”

A Verona se la puede catalogar de psicópata inocente. No entiende, no comprende... que ayudar a los demás a cruzar esa línea, no tiene justificación posible a los ojos de ningún ser divino o humano. No sólo la muerte de un animal tuvo que ver en este entuerto. También la terrible historia de su madre tras relatar a las mellizas la tragedia que vivió al ser abandonada y el apoyo que tuvo por parte del pueblo gitano, además de la fuerza que las otorgó la madre naturaleza. Por ello, Verona, no es de ningún lugar concreto. Ella es del mundo.

Tiene como una especie de lombriz interna e imaginaria instalada en la profundidad de sus entrañas, que no la permite quedarse quieta o ejercer algún tipo de control que impida a sus sentimientos brotar con moderación. Una mujer pasional que roza el peligro. Cuando algo despierta su curiosidad, independientemente de que sea interesante o no para el resto; se queda absolutamente fascinada. Y da igual, exactamente igual, lo que digan los demás. Esa cosa, ese alguien... “es la pera limonera,” y de aquí a la eternidad. Un terremoto.

Verona y Toscana nacieron del pecado... Del pecado de un hombre de la realeza italiana, que se encaprichó perdidamente de su hoy fallecida madre. Lorna Flores era la gitana más hermosa que unos ojos humanos habían contemplado. La luz de su belleza, anegó por completo el juicio del joven príncipe Angelo D'Arco. Le hizo soñar con mil noches junto a ella, le hizo creer en un posible futuro. En sus brazos se perfilaba un mañana. Pero la cruda realidad destruyó su quimera. Un hombre de su alcurnia no podría mezclarse nunca con seres de tan baja estofa. Ya era tarde... ¡Muy tarde! La semilla de su estirpe crecía en las entrañas de la gitana. Cuando Angelo la repudió en medio de una desaforada pelea, en la que los insultos e improperios sustituyeron la pasión, ella huyó desesperada y ajena al giro drástico e irremediable que daría su joven vida. Fruto de este encuentro, nacieron dos niñas. Dos preciosas joyas sonrosadas de cabellos de oro. De belleza sin igual, que destacaron entre la bruna fisonomía de un pueblo humilde y sencillo.

Nació en uno de los rincones más oscuros de París, bautizada bajo el nombre de la hermosa región italiana, Verona; en una vieja caravana de madera carcomida... ¡escúchese el primer llanto entre timbales! El grito que retumba en el corazón de un bosque lejano, donde late una civilización cambiante de piel tostada y ojos pardos. Caras de sorpresa en los alrededores. Otros maldijeron con el puño en alto. También los hubo precavidos, silenciando posibles comentarios que ofendiesen a los Dioses. Carcajadas altisonantes para luego caer en silencios sepulcrales. Todos dieron su opinión ante el nacimiento de dos niñas de aspecto angelical y cabellos rubios, futuras princesas. Por más que intentaron negarlas, no se vieron capaces. Eran dulces, cariñosas, altruistas, sin maldad aparente y decidieron dejar a un lado sus prejuicios, aceptando a las nuevas enviadas como si se tratasen de un buen presagio. Queridas y cuidadas por grandes y pequeños; Verona, aprendió junto a su hermana los ritos gitanos y cómo moverse por los bosques convertida en una auténtica felina hasta los seis años humanos.

Un acontecimiento terrible tuvo lugar. Lorna cayó enferma, siendo víctima de sus fanáticas aventuras y de una terrible enfermedad en consecuencia, llamada Sífilis. La vida empezó a golpear a Verona desde temprana edad. El dos de Abril a las seis y catorce de la tarde, murió la señora Flores. Un valor añadido a esta tragedia, fue la aparición por aquellos lares de una pareja adinerada que descubrió a las niñas en aquel lugar impío. Los gitanos intentaron explicarles que las pequeñas eran de su raza ¿Pero quién iba a creerles? ¿Quienes? Ofendidos y temiendo por ellas, la pareja avisó a la guardia. Y las niñas fueron enviadas a un orfanato donde convivieron con otros infantes durante un año. Un tercer suceso marcó sus vidas para siempre. Ese infame dos de Abril, la muerte de Tori, un precioso equino de pura raza árabe que por un desgraciado accidente se quedó cojo y le tuvieron que sacrificar. Las dos hermanas, al estar tan conectadas, con las mentes a tono en ese momento; comprendieron cual sería el verdadero timón que guiaría sus vidas: “evitar el inútil y lamentable sufrimiento a los demás sin importarles los sacrificios que debiesen realizar.”

En paralelo a esta historia, Clarisse, una escritora revolucionaria de clase alta y con pensamientos feministas, en cuyos planes de futuro no entraba la idea de un posible marido; decidió adoptarlas y así cumplir con su deseo de ser madre. Enamorada quedó de Verona y Toscana, instruyéndolas meticulosamente durante su infancia y adolescencia. Tenían potencial de líderes. Clarisse lo supo un Domingo en particular, cuando las niñas exigieron colorearse el pelo de un castaño salvaje para mantener vivo el espíritu de Lorna y negar para siempre al rubio que las condenó. Vivieron en una enorme mansión donde la gente entraba y salía constantemente porque Clarisse daba cobijo a todo el que lo necesitase. Como un hostal para viajantes y vagabundos y vagabundos viajantes. Un hogar para el que echase en falta el calor de una mano amiga.

“Y si en este intervalo las personas que acuden a nosotras necesitan un empujoncito para pasar al otro lado, gustosas se lo daremos.”

Actualmente, las mellizas ayudan a Clarisse, repartiendo panfletos, posando desnudas para pintores y leyendo en reuniones los libros modernos que escribe la autora. Verona no se queda atrás, escribiendo sus propios manifiestos y novelas eróticas bajo un seudónimo. Todos los cadáveres, las personas a las que consuelan; van al sótano, en una fosa que cava un inquilino demente, pues piensa que la fiebre está acabando con su grupo de expedición por el África y debe enterrarlos. Está totalmente loco.

Datos Extras
Toca el violonchelo
Idiomas: Francés, inglés, rumano, italiano, castellano
Tiro al arco
Equitación
Ambidiestra
Fumadora
Manejo de armas blancas y de fogueo, ”entre otros somníferos.”