Never surrender [Verona]

por **Darko DeGrasso** Mar Feb 24, 2015 4:15 pm

“No permitiré que los dolores sean en vano”

La luz incandescente de las pequeñas libélulas captaba toda mi atención en aquella noche en donde las estrellas se notaban fuertes en el horizonte. Como si quisieran llamar al interés. ¡Aquí estamos! Me gritaban en lo que me giraba sobre aquella sabana gruesa tirada en el suelo. Mis cabellos alborotados se esparcían negros en toda la superficie y las serpientes hermanas estaban enrolladas a mi lado, mientras que la cobra real se entrelazaba en mi cuello y brazo. Estaban apegadas a mí, como si de alguna forma sintieran el temor de que yo me iría y desaparecería de sus lados. Estaban equivocadas, aun cuando mi cuerpo pereciera, yo seguiría junto a ellas. No había manera alguna de sentirme sola. Aunque no podía evitar aceptar el hecho de que estaba sumamente ansiosa. Mis manos transpiraban y no podía dormirme, estaba esperando algo y no sabía qué. Y aunque cerrara los ojos solo pensamientos ofuscadores me venían a atacar. ¿Qué es lo que sucedía conmigo? Mordiendo mis labios me acurruqué con las rodillas pegadas al pecho, intentando rezarles a los dioses que tanto adoraba, acunándome a mí misma para poder sacar toda aquella energía negativa que estaba consumiéndome. Las cosas habían estado saliendo mal en aquel último tiempo. Había conocido a varias personas que habían descalibrado mi mundo. Y ahora no me quedaba otra opción que intentar acoplarme a lo que el destino esperaba de mí. Pero, ¿cómo? Me carcomía la cabeza pensar en cuándo me daría cuenta cómo hacer para subsanar todo. Para poder volver a sentir la vitalidad corriendo por mis venas. Esperaba que los dioses tuviesen algo que decirme al respecto. Necesitaba un mapa, una salida para escapar del laberinto.

Y justo cuando volví a cerrar los ojos. Soñé. El olor era áspero en mi coma, la vista oscura y tenebrosa. El ruido de los murciélagos abundaba y los animales parecían atemorizados de mi presencia. Era un lugar en donde jamás había estado antes, pero el cual conocía muy bien. Y en la lejanía observé como una mujer de desmedida belleza me sonreía. Estaba sentada en una piedra, muy lejos de mí. Los brazos cruzados sobre sus rodillas y los cabellos terriblemente largos y hermosos estaban dispuestos a cautivarme. Y me acerqué, cada vez más. A medida que daba un paso la muchacha abría los ojos, la imagen empezaba a borrarse y la piel se volvía de un extraño color gris, como el de las personas al sufrir de lepra. Tuve miedo, me recorrió una terrible amargura por dentro y cuando la premonición empezó a hacerse clara, una serenidad garrafal fue lo que paralizó todos mis músculos. Ella era mi salvación, la mujer que me ayudaría a curar los males que estaba sufriendo. Pero había algo que no terminaba de convencerme. Y fue cuando me levanté agitada en medio de la noche que apreté mis sabanas y me acomodé para pensar lo que había pasado. — ¿Se trataba de una ilusión o era una mujer hermosa por fuera y malvada por dentro? Mis dioses me están dando una jugada algo sucia. Pero la aceptaré con todo mi corazón. — Espeté y con cuidado me dispuse a acomodar las cosas dentro de la carpa en la que dormía. Agarré un bolso pequeño que solía llevar colgado en un costado y la gran capa bordó oscura fue posada por sobre mi rostro hasta mis pies. Sabía dónde tenía que ir. Mi peor enemigo era el pantano, allí había pasado momentos malos en donde casi me había ahogado. El olor me daba náuseas y era todo oscuro y tenebroso, tal como lo había visto antes. Claro que jamás había estado en el de París, aunque había pensando que no sería necesario visitarlo jamás, pues, estaba confundida. Con cuidado tomé un candil y dejé caer algo de aceite vegetal. La pequeña flama que había en el medio fue prendida con dos piedras bien acomodadas y sin titubear un segundos más me adentré a los bosques. Conocía el lugar, sabía cómo llegar y aunque Meretseger, mi cobra real, estuviese realmente molesta por cómo me estaba moviendo. No podía perder un segundo. Pues mi corazón me decía que era ahora o quizá, nunca.

El camino fue tedioso, el terror en cada paso era indisimulable. Y cuando me hube adentrado lo suficiente, nació un triste arrepentimiento. Quería volver, los sonidos estaban penetrando mi cuerpo y aun exponiendo mis temblores no lograba tranquilizarme. Pero fueron tan solo unos pasos más cuando en mi cabeza, vi a la hermosa mujer a unos metros de distancia. Estaba allí sonriéndome, esperándome de brazos abiertos. Pero sabía que no era real, era mi mente, mis dioses estaban insistiendo para que siga. Suspirando, dejé salir mi sonrisa y me permití dar unos cuantos pasos más, esperando aquella cueva que había visto. — Buenas noches, ¿hay alguien por allí? — Pregunté con esa suavidad y amabilidad que solía tener para con los demás. No importaba el miedo o las ganas de llorar, siempre tenía que tener primero el habla serena.

por **Verona** Miér Mar 04, 2015 7:32 pm

Te guie en tus más oscuras pesadillas,
Te reconforté en medio de tus miedos…
Y ahora regresas a mí morada, bella soberana
Con la luz del amanecer tras tu espalda…

Llevaba lunas padeciendo fragmentos de imágenes recortadas al azar, una mujer que había perdido la brújula de su propio mundo buscaba solución a sus males, recorrer en sentido contrario el laberinto que la vida le había trazado… un nuevo comienzo.
Años atrás se me conoció por ser sanguinaria, por matar más que lo que ayudaba a brujas y pitonisas, pero, había ocasiones en las que no era decisión mía, en las que sabía que mi camino estaba predestinado a encontrarse con el de esos mortales, y en esas ocasiones, mis manos estaban abiertas a ellos…

Esa noche era ella quien venía a mí, era humana, tan mortal como cualquier otro, pero en su naturaleza había una “esencia” que nunca antes había visto, como los colores de las auras, nunca podrás encontrar dos iguales… y la de ella, era particularmente tenebrosa… Adentrarse en su mente era un suicidio a la lógica “¿Debía cerrar mis puertas a ella? ¿O era ella de quien fragmentos de un pasado tormentoso me venían a la mente?”; sin duda las cosas no le habían resultado de acuerdo al plan en un tiempo, ese pesar lo cargaba en el alma…

-Buenas noches, ¿hay alguien por allí?- Preguntó con voz temblorosa, en medio de la penumbra de la ciénaga, una breve flama iluminaba sus ojos, tan llenos de vida… Me calcé la capa negra que tapaba cualquier rastro de mi ser, dejando solo mis manos al descubierto y un par de mechones de cabello que escapaban de mi control; y me acerqué a ella con paso cauto y curiosidad en la voz…

-¿Quién sois y que has venido a buscar?- le pregunté con parsimonia, pero definitivamente carente de cortesía también, los siglos me habían hecho dura como una roca, quizás sin sentimiento humano alguno, y algo de mí se reflejaba en ella… -Nadie entra a los pantanos sin razón… menos aún a estas horas…- mi voz era seca, sin atisbos de vida o animosidad… sin embargo, era la curiosidad por conocer a esa criatura la que me mantuvo en el refugio de mis harapos…

por **Darko DeGrasso** Vie Mar 06, 2015 8:50 pm

“Torrente de respuestas que anudan el ser”

En sí mismo, el aura que provenía de allí era tan fuerte y tenebrosa, que mis pies no estaban titubeando demasiado en la idea de salir corriendo tan rápido como fuese posible. Incluso las serpientes que se enrollaban en mi cuerpo estaban apretando con fuerzas, con miedo y totalmente opuestas a la situación que las había llevado a vivir. Pero ahora ya no había vuelta atrás, aunque intentase desaparecer, no podría hacerlo. Y si aquello que estaba a unos metros de mi deseaba matarme lo haría por sí o por no. Y lo mismo ocurriría si por lo contrario, no deseaba hacerme ningún daño. Así que tomé todo el aire que mis pulmones fueron capaces de agarrar y observé a aquel ser con ninguna conjetura. Tan solo con la curiosidad y el halo de calma que era cotidiano en mí. Ya había formulado mis indecisiones, ahora era tiempo de actuar. No era la primera vez que me topaba con alguien de mal carácter, así que no hubo siquiera un pequeño movimiento de reprobación ante ello. — Me llamo Deméter, ¿cómo debería llamarle yo a usted? —

Estuve a punto de levantar la lámpara, para así poder reflejar la luz en aquella persona, pero me negué. Pues tenía dos opciones, dos realidades que me mostraba mi cabeza. Una mujer despampanantemente hermosa y otra extrañamente formada, con la piel grisácea y el dolor de la pena en su rostro. Me decidí que no quería ver ninguna y dejé la luz en mi costado, acercándome con cuidado a aquella mujer, pues su voz así lo meritaba, era monótona y seca, pero sabía que era femenina, como una muñeca rota a la que han dejado abandonada y no puede practicar la conversación. — No, es evidente que no. Siendo sincera, soy una gitana y vuestra aura es muy extraña, jamás vi una así. He conocido vampiros, hombres lobo e incluso cambiantes, pero jamás a alguien como usted. Debo aclararle, que no es ofensa alguna, me parece fascinante. — Con una sonrisa de desmedida sinceridad me acerqué un poco más. Allí estaba nuevamente la romaní aventurera metiéndose donde no la llaman. Aunque en este caso, los dioses me habían gritado que corra a su lecho.

Y como buen apóstol allí estaba esperando por la redención. Lentamente dejé el candil sobre el suelo y me quedé estática frente a ella, intentando pensar la manera de explicarle qué es lo que me había llevado a ella. No podía preguntar tan fácilmente si ella era un Oráculo. Si era quien podría ayudarme a balancear mi mundo una vez más. Porque era cierto, estaba triste, estaba mal por no haber podido ayudar correctamente a muchas personas. Y eso, aunque no era un problema mío directamente, me torturaba el alma. La ennegrecía y la habitual forma de purificarla no estaba dando resultados. — ¿Qué o más bien, quién, es usted? Podrá decirme loca. Pero he venido porque creo que es a usted a quien he soñado. Mis dioses me alegan cosas y terminé aquí. No es mi lugar preferido en el mundo, la naturaleza parece triste, pero de algún modo… Siempre termino en estos paisajes. — Expuse ante el recuerdo del cementerio montmartre y una sonrisa tranquila se fundó en mí.

por **Verona** Dom Mar 08, 2015 8:11 pm

Entrar en tu mente es como entrar en un remolino,
nunca sabes dónde terminarás…

Me tomó un segundo ver el horror en su mirada, sentir ese miedo visceral que acompañaba a todas las criaturas vivas que ella llevaba, con el paso de las centurias me acostumbre a esa reacción, en ocasiones yo misma buscaba el provocarla, pero justo ahora solo se refería en un aumento de la curiosidad que en mi habitaba “Si el instinto de supervivencia le dice que se aleje, ¿Qué es tan fuerte como para mantenerla aquí?”… traté de entrar en su mente, guiada por esa mal sana curiosidad, pero tan pronto me sentí en sus pensamientos, comencé a marearme, era un huracán su mente; pero por lo menos estaba segura de una cosa, si era ella de quien me habían estado llegando fragmentos de su pasado…

Sentí su curiosidad crecer en su interior, y un impulso por alumbrar mi rostro con su lámpara… mi piel se erizó y mis garras se clavaron en mi ropa, estaba por mostrarle justo lo que deseaba ver; pero ella no hizo aquello, se limitó a introducirse a sí misma -Me llamo Deméter, ¿cómo debería llamarle yo a usted?- cosa que me pareció graciosa, pero no manifesté emoción alguna, limitándome a suspirar y gruñir, evitando responder a aquella cuestión.

Se acercó a mí al tiempo que me respondía con evasivas su motivo para estar en mi morada, mi gesto se iba haciendo adusto conforme ella hablaba de conocer vampiros, licántropos y cambiantes; “Un ser orgulloso y quizás con el ego más grande de lo que debería…” fue el primer pensamiento que me invadió, pero antes de hablar, ella me calló con una sonrisa que derramaba sinceridad, un golpe que no esperaba venir…

Baje mi guardia, mientras ella hacía lo propio con el candil, para dar paso a esa boca de la que yo estaba segura, en más de un problema la había metido, y no estaba segura de que en esta ocasión saliera bien librada… - ¿Qué o más bien, quién, es usted? Podrá decirme loca. Pero he venido porque creo que es a usted a quien he soñado. Mis dioses me alegan cosas y terminé aquí. No es mi lugar preferido en el mundo, la naturaleza parece triste, pero de algún modo… Siempre término en estos paisajes- dijo en una sola oración que resultó pesada y hasta agobiante.

Doble mi cuello lentamente, escuchando el crepitar de las vértebras, y una sonrisa lacónica se dibujó en mi rostro; me acerqué a ella, despacio, me gustaba escuchar la frecuencia cardíaca de los humanos desbocarse con mi proximidad, -Debes estar segura de lo que preguntas gitana…- dije mostrando una mano, con garras y escamada en tonos grisáceos, invitándola a entrar –Yo no os diría loca, quizás imprudente…- negué con la cabeza, ignorando si ella vería ese ademán, dándole la espalda y caminando rumbo al interior de mi morada –Que aventuradas son tus conjeturas… quizás por tu evidente juventud- mencioné al tiempo que la observaba con el rabillo del ojo –Y bien…- una risa se escapó de mi garganta -¿Por qué te han mandado tus dioses conmigo?- y llevando mi brazo en dirección a la salida, dejando entrever mi piel –Y más aún, que te hace pensar que la naturaleza está triste… ¿No escuchas lo que ella puede decir en santuarios como este?...- tan pronto terminé la frase continúe adentrándome en aquella cueva que poco a poco, lucía más como una casa austera, pobremente iluminada, pero pulcra y llena de pergaminos, papiros y libros…

por **Darko DeGrasso** Jue Mar 12, 2015 8:53 am

“El abismo, es solo donde se encuentra la luz más pura”

Años atrás, había tenido muchos encuentros con pantanos donde plantas morían y animales se ahogaban. Donde los cocodrilos querían apropiarse de mi piel y yo, siendo una simple humana, me había visto en la tediosa tarea de huir, correr y hasta gritar. Pero no había pasado demasiado tiempo desde que en las montañas más alejadas del reino, me encontré con un hombre que para mis conocimientos, se veía como un hechicero. Éste me había mostrado algo que quizá jamás podría olvidar. Y fue el nacimiento de una flor en medio de un pantano. El recuerdo en mi mente fue fugaz y era lo único que respetaba de aquel lugar tenebroso, donde la naturaleza me hablaba muy calladamente, como una caricia sobre los dedos, pero sin llegar a ajustarlos. La flor era llamada flor de loto y tenía grandes propiedades naturales, con un plus de mitología, estas flores podían vivir letargos de más de mil años. Y fue en ese momento cuando puse observar el pequeño halo de sus ojos, centellantes entre medio de la oscuridad. Entre agobiados y divertidos por mi presencia. Quien podía imaginarse que me encontraría con alguien así, si en mis sueños lo único que podía ver era una mujer de exuberante belleza, cargada con una pureza que, análogamente me recordó a aquella flor. Nacida entre los pantanos, de grandes pétalos de colores que no dejaban que el polvo o la suciedad se pegue en su textura, “la flor longeva, la flor que al haber sido tocada por la impureza, sigue conservándose pulcramente por siempre” Mordí suavemente mi labio inferior, su mano se acercaba mientras que su cuerpo se alejaba, claramente invitándome a su posada.

Para ser sincera, no tuve la menor intención de ir, mis orbes emanaban cobardía con completa soltura, esa era mi forma de ser, traslucida, completamente transparente frente a todo lo malo o bueno. Pero justamente por ello, es que no tenía razón para temerle, no me había hecho nada, no la sentía en pos amenazadora. Y hasta llegué a pensar que le había caído bien. Así que dejé que mis pies se deslizaran, sujetando el foco de luz, mientras las serpientes que se enrollaban en mi cuerpo me advertían entre girones que de media vuelta. ¿Me abandonarían? Me pregunté dudosa, pero al poner un pie sobre la roca sólida, éstas se mantuvieron quietas, alertas, como si esperasen el primer movimiento para salir a atacar. Pero nada sucedió, más fue su habla la que interrumpió mi incontenible pensar. — Lo siento, no quise sonar mal educada. ¿Mis dioses? Oh… Hace algún tiempo he sentido que hago algunas cosas mal. Y creo que eso está interviniendo con el balance de mis energías. Como una mochila llena de piedras. No he podido hacer las cosas que me piden. — Explicaba con melancolía, recordando a Monicke y el cómo la había tratado cuando ella era solo una víctima reciente de la inquisición. Mis modales y mi inquietante manera de exigirle que siga caminando por el sendero de la vida. ¡Esa no era la manera! Había quedado noches enteras pensando, buscando alguna solución y nada había llegado. — Me temo que mi mente se ha cerrado a este lugar, le tengo miedo y aunque encuentro cierta belleza, prefiero obviarlo. ¿Será ese mi gran problema? —

Entre un susurro pregunté, balbuceando mientras observaba curiosa el lugar donde estábamos. No podía creer que algo así estuviese en medio del pantano de Paris. Pero ahí se encontraba y con ello una mujer con una piel escamosa y terrorífica, que provocaba que mi piel se quede helada y el aliento se me fuese. Casi escuché mis huesos temblar, pero estaba preparada, siempre estaba lista para morir o para sobrevivir. Porque mi ley se encontraba justo frente a mí. Aprender de los demás, dejar que la naturaleza y fluidez de las cosas ocurra sin prejuicios. Levanté la mano y acaricié la pared de roca, apenas con la yema de los dedos. — Estas cosas… datan de mucho tiempo atrás. La forma de escritura... — Una vez más, mi curiosidad habría paso a mis impulsos a mi imprudencia que algún día terminaría por acabar con mi existencia. Estaba segura, más de una vez me habían dicho lo mismo. Pero no podía evitarlo y si por querer saber es que moría, estaba dispuesta a entregar mi alma para que la energía de las generaciones futuras crezca fuerte y potente.

por **Verona** Lun Mar 16, 2015 4:57 pm

El silencio que precede a la tormenta suele ser el más puro,
Una bocanada de aire fresco para encarar la adversidad.

Caminaba entre la mortecina luz de las velas de cebo que brindaban un aire sepulcral al lugar, un olor a sándalo invadía mi olfato, recordándome mi hogar, las épocas de antaño, cuando la belleza era quien me gobernaba… Por un momento sentí melancolía recorrer mis entrañas, recordando un pasado floreciente y tan vano a la vez, pero no podía permitirme aquello, menos aun no encontrándome sola, suspiré con profundidad y escuché a la gitana que caminaba dubitativa detrás mío… No, no eran palabras emanadas de su boca, eran pensamientos, más coherentes que los de antes, ordenados meticulosamente, y de ellos brincaba complaciente el cumplido más bello y sorprendente que pude yo imaginar, una analogía con la flor de loto…

Cerré los ojos un instante, ordenando ahora yo mis propios pensamientos, aturdida, pues si bien sabía que debía ayudarla por aquellas imágenes que se colaban en mi mente, también existía el ardiente deseo de probar su sangre, de entrar hasta lo más profundo de sus entrañas, saborear aquella humana tan pura… Pero no podía, no debía… y lo más importante tenía que desaparecer esos sombríos pensamientos de mi mente antes de dejar que se materializaran, “¿Qué tenía ella que me hacía desear con tanto fervor su sangre?”.

Con un tono de voz melancólico me habló de “sus dioses”, y aunque no sabía que eran ellos, o que representaban para ella, sabía que algo más había preparado nuestro encuentro, antes aún de que nuestras almas se cruzaran; asentí con la cabeza, aún escondida tras la capa oscura -Bagaje querida mía…- me giré para poder verla, apoyando una mano sobre una vieja mesa de roble, mis garras amarillentas eran evidentes, saliendo de entre escamas de piel cenicienta, “Necesitaba saber que reacción tendría ella con mi aspecto, con ese aspecto que un día era mi interior, y que marchitó la belleza para dar paso a… esto”.

-¿Balance de energías?- pregunté con genuina curiosidad, ese no era un tema en el que me considerase docta ni mucho menos -Creo que a todos nos afectan las cargas de distintas formas querida mía…- dudé un segundo, puesto que era obvio para ambas que yo no era humana -¿Qué puedo yo ofrecerte que tu no sepas ya?- me encogí de hombros -Yo no sé sobre energías…- acerqué la otra mano a mi rostro, perdiéndola en la oscuridad por un instante –Aunque… se sobre cargas, sobre decisiones, sobre… no ser lo que la gente espera de uno…- sonreí con laconia, pero dudé que ella pudiera si quiera ver eso, y pensé en mostrarme ante ella –Claro que es un problema…- el tono imperativo de mi voz me sorprendió a mí misma –No puede haber amor sin sufrimiento, ni belleza sin dolor… ese es el verdadero equilibrio de la naturaleza, sin muerte, simplemente no habría vida… eso va más allá de un pantano querida mía-.

Observé sus serpientes aferradas a ella con temor, también había atisbos de él en su mirar, pero era más su necesidad de saber, por eso ella permanecía allí… -Si… si…- dije un poco absorta en lo que ella acababa de decir, seguir su línea de pensamiento era tan complicado como desenredar un ovillo de lana -Algunos son tan antiguos como la humanidad misma…- dije al tiempo que bajaba la capa de mi cabeza…

por **Darko DeGrasso** Miér Mar 25, 2015 12:56 am

“Pero el frio hela las ideas, las quiebra y desmorona”

Su semblante de a ratos me intimidaba, parecía querer matarme o querer abrazarme, no podía leerla. Era un libro blindado frente a mí y aunque su aspecto me daba curiosidad, era mucha más la que tenía sobre sus pensamientos, sobre quien era y qué podía ofrecerle u ofrecerme. ¿Qué es lo que los dioses esperaban que haga? No estaba del todo segura, pero no dudaba de que eso fuera lo mejor. Y por ello mismo la seguí a ciega caminata, cada tanto un ligero temblor se propinaba en mis piernas y no estaba segura si era por el frío o por el miedo. Como fuese, al terminar de entrar me encontré con una piel que no se parecía a nada que haya visto jamás. Era escamosa, sumamente extraña, su mano parecía desquebrajarse con cada movimiento y aun así conservaba una prolijidad envidiable. Su estructura era elástica, como así su voz suave y perfilada. Así que la hermosa mujer de mis sueños era esa, bella por dentro y tenebrosa por fuera. Una gran flor de loto escondida en el pantano. Sonreí de lado y no dije absolutamente nada sobre su apariencia. Estaba demasiado concentrada en intentar de contestarle algo coherente, de poder explicarle por qué había venido y de intentar encontrar alguna respuesta a mis incertidumbres. — Sin duda mi conocimiento no llega a ser ni una parte del vuestro. Su aura es sumamente extraña y antigua, desde el inicio pensé que no se trataba de un humano, pero me sorprende. Sí, sin duda lo hace. — Expliqué primordialmente viendo sus colmillos grandes por fuera de su boca.

Su cabello por lo contrario era reluciente y agradable. No supe por qué no estaba temblando como un pequeño ovillo, la verdad es que “lo había previsto” alguien que vivía en aquel lugar y con esas energías rondándole no podía ser alguien normal. Aunque su voz y su experiencia eran mucho mejores que eso. — Es difícil, equilibrarse para ser uno mismo y a la vez tener contentos a los demás. Se me ha hecho complicado desde mi llegada a Paris… Lo siento, pero me apena de sobre manera no poder llamarla por algún nombre. ¿No tiene un apodo, quizá? — Me resigné a decirle frustrantemente mis pensamientos, odiaba, con toda mi alma hablar con alguien sin identidad. Tan solo algo para al menos poder dirigirme a ella. A esa mujer que poco a poco comenzaba a terminar de bajar su túnica. Dejando al descubierto más que sus colmillos. Sus ojos, las escamas de su rostro y aquella apariencia vil y desalmada que parecía tener. Pero no pude asustarme, ya estaba demasiado temblorosa desde antes, eso no modificaba la llama. Pero sus orbes insistían en decirme cosas, en leerme la mente y hurgar en mi interior. Era cosa de otro mundo. — ¿Cómo la antigüedad misma? ¿Es así usted misma tan antigua? Sus consejos, los tomaré como si los mismos dioses estuviesen hablándome desde su boca. ¿Qué puedo hacer para darle las gracias? Incluso aunque he venido sin previo aviso, me ha dejado pasar a su lecho. Es un honor. —

Casi estaba saltando en el lugar, pues la realidad era de esa manera, estaba feliz, tanto que me descocaba en el lugar, no me importaba su apariencia, más era la sorpresa y el alivio de pensar que tenía casi una divinidad en frente lo que me tranquilizaba. Eso se transmitía a las serpientes, que poco a poco empezaban a soltarse de mi piel y tranquilas se acomodaban sobre mi cintura. Habían dejado pequeñas franjas rojas en los anteriores lugares. Pues estábamos unidas, mi mente y alma siempre viajaba con ellas y con cualquier ofidio que se me acercara. — Hace poco tiempo, conocí a una mujer que con sus ojos quemados por la inquisición buscaba seguir adelante aunque sus pies no quisieran. No supe cómo responder, lo hice mal. Me he sentido vacía desde entonces. Mi alma no puede dejar de cargar con los males ajenos. ¿Podrá tu sabiduría ayudarme a aplacar mi tristeza? ¿A llevar este dolor que me persigue? — Tan solo conocerla había sido suficientemente halago para mí, pero algo me decía que era una fuerte inalcanzable de sabiduría, que podía preguntar todo, que ella tendría una respuesta para darme. ¿Cuántos años tendría realmente? ¿Es que quizá simplemente estaba soñando una vez más y eso era producto de mi imaginación?

por **Verona** Vie Abr 03, 2015 9:24 pm

Yo me creo en el infierno,
luego estoy en él...

Sonreí con amabilidad, tanta como me era posible, mis “habilidades sociales” se encontraban atrofiadas… por decir lo menos, y muchas de las veces que le mostraba mi rostro a un humano, era porque sería lo último que sus ojos verían antes de la muerte… en ocasiones rápida e indolora, otras más como la agonía del mismo infierno, en todo caso el resultado era que no divulgarían lo que yo era, o lo que no era…

Ahora era distinto, por el momento al menos, no tenía planes de matar a la gitana que se encontraba en mi morada, así como tampoco mataba en ella; un santuario que no profanaría con la sangre impía de una presa. Aún en esa breve sonrisa, o a labio cerrado, el filo de mis colmillos asomaba tras la piel apenas pigmentada de mis labios, testigos mudos de la fila de muertes que a manos de ellos había cometido.

-Extraña…- una risa gutural y poco común en mí, escapó de mi boca -Antigua sin duda querida mía, extraña, eso depende del concepto que tu tengas de ella…- las palabras emanaban danzantes de mi boca al tiempo que mis pies acortaban la distancia con ella -¿te sorprendo?- la entonación se formó burlona, no con esa intención, pero, sin duda era lo más gentil que había escuchado con respecto a mi… Mis ojos realizaban un escrutinio de ella, buscando señales de terror con mi apariencia, sintiendo el latir de su corazón entre mezclado con el de sus cobras, “Oh esas pequeñas bravuconas en las que no había siquiera reparado antes, tan bellas, con una piel que al tacto resultaba idéntica a la mía, tan incomprendidas como yo…”

-¿Para quién vives Deméter?- la parsimonia había vuelto a mi voz, ella hablaba de mantener las energías en equilibrio para “Ser uno mismo y a la vez tener contentos a los demás” –Querida, creo que has hecho un viaje infructuoso, ningún consejo que puedas recibir de mi podrá responder esa pregunta tuya… ¿sabes porque?- dije acariciando la mano de la romaní –Porque no se puede complacer a todos, sin importar que tu intención sea genuina, y altruista… todo en ti es bondad- me toqué el rostro de manera reflexiva –No puedes, simplemente es un imposible…- me encogí de hombros.

-Verona… mi nombre es Verona querida, aunque con el pasar de los años, me he hecho acreedora a numerosos apodos, algunos benévolos, y muchos otros lascivos… pero apuesto a que tú mejor que muchos entiende la maldad que gobierna los corazones de muchos humanos- abrí una vieja silla de roble invitando a sentarse a Deméter y me senté frente a esta en una mesa igual de antigua, austera… -Así que sois nueva en la ciudad, yo también lo soy… aunque eso es tan subjetivo como el tiempo mismo… tan antigua soy que, cuando fui humana no existían los asentamientos, todos vivíamos una vida nómada, tan dura y cruenta que aborrezco la falta de gratitud de las generaciones presentes, sumidas en una vida mundana…- negué con el rostro –No agradezcas, ni hables de honor querida…- dije mientras en mi mente se agolpaban pensamientos contradictorios, aún deseaba evitar que ella saliera con vida de aquel lugar…

-Veamos Deméter- extendí una mano hacia ella -No puedo asegurarte que tendrás las respuestas que buscas, pero, háblame de esa mujer, de esa cambiante que tan perturbada te mantiene… Pero más aún, dime porque es que sientes que tus respuestas hacia ella han sido las incorrectas…- Mi semblante recobró la dureza de un alma carente de emociones…

por **Darko DeGrasso** Jue Abr 16, 2015 9:38 am

“No hay miedo que no se pueda disminuir con el coraje”

Tenía mis defectos, sin duda era una humana común y corriente a los ojos singulares. Pero sabía que aún con el miedo, terror y ganas de llorar, siempre que pensaba en los dioses que me estaban protegiendo desde el cielo, terminaría por sentir la fuerza suficiente para afrontar toda clase de disgustos. Aunque en ese instante, eso era lo de menos. No había algo como la repulsión en mis orbes, más era el respeto y el temblor que el filo de sus colmillos me daba. Tragaba saliva y cerraba los párpados, suspirando por momentos, mi respiración asimétrica, pero lenta se hacía notar a medida que las yemas de mis dedos se paseaban por la gran cantidad de libros y ejemplares que había en aquel recinto. Tan lleno de sabiduría como yo jamás en mi vida podría llegar a tener. Pero de esa formaba estaba bien, no necesitaba saberlo todo. No era una persona conformista, pero tampoco caprichosa en lo absoluto. Y por ello mismo le dediqué una sonrisa casi tímida a la mujer de extraños rasgos y de evidentes letargos años que estaba frente a mí. ¿Qué clase de cosas habría ella vivido? Quería acosarla a preguntas, pero no era prudente, más estaba allí por razones que me sobrepasaban y por lo mismo tenía que escuchar detenidamente sus habladurías. —Tiene razón, quizá extraña no fuese una palabra adecuada, pero de alguna manera m-… Sí, sí me sorprende, jamás supe de una existencia como la de usted. Me resulta increíble. — Con un sonrojo sobre mis mejillas, mordí mi labio; el corazón estaba acelerándome, su cercanía y aquella mirada, me hacían sentir terriblemente diminuta.

Pero había algo anomalístico en esa situación y es que las serpientes que recorrían mi cuerpo estaban tranquilizándose, pensé entonces que sería alguno de sus poderes, pero dudaba que aquello fuese parte su accionar. No parecía ser una mujer que fuese a meterse con los animales, por lo contrario. Me daba la impresión que éstos eran quizá los únicos que ella respetaba realmente. Pues había una realidad y es que los hombres cada día caían más bajo en la cadena de amabilidad. Al punto que muchos, enfermos de poder terminaban por parecer no más que unos seres diabólicos y macabros, faltos de cualquier tipo de sentimiento verdadero. — ¿Para quién? Creo… Yo vivo para ayudar y para encontrar la felicidad al final de mis días. Se supone que los humanos como yo, con una vida de no más de noventa años, vivimos para hacer el bien y disfrutarlo también. Si bien eso ha dejado de ser primordial para muchos. Creo que es lo que me guía en este mundo de oscuridad. — Murmuré abanicando su pregunta, jugando con diferentes respuestas que alguna vez había oído y al mismo tiempo la escuché y me sentí resquebrajada. Mis ideales estaban queriendo ser rotos lenta y suavemente. En el interior, sabía que ella tenía razón, que no importaba cuánto me esforzara para ayudar a quien sea jamás lograría hacer feliz a todos los que se cruzaran en mi vía. Pero eso no me hacía sentir bien, al contrario, el apeno estaba tan en popa que mis ojos se bañaban en pequeñas lágrimas transparentes.

Y fueron segundos los que pasé perdida en mi propio lapsus y recobré la vitalidad, sonriendo tan dulcemente como así me era posible. Busqué sus miradas profundas y su rostro mancillado y observé como una silla me era propuesta. No tardé en aceptarla, no estaba cansada, pero el relajamiento de los músculos era algo esencial para el cuerpo y la mente. Me sorprendió saber que ella insistía en que siga con mis cuentos, para una mujer tan antigua, eso debía ser algo molesto y perturbador para su sueño, pero aun así me dejaba estar allí. Así que tomé aire y dejé que mis palabras fluyeran. — Cuando la conversación llegaba a mitad, me di cuenta de que estaba errónea e intenté mejorarlo. Pero aun así me sentí triste, triste por no haber podido ser buena desde un principio. Mis creencias de que la libertad está siempre que uno la quiera son erróneas. E vivido toda mi vida con ese pensar y ha sido un desbalance total darme cuenta de que está equivocado. Pensé que insistiendo en que vuele ella cambiaría, sin embargo su miedo es mucho más profundo del que quizá alguna vez llegue a comprender. ¿Ha conocido alguna vez cómo funcionan las torturas de la Iglesia? — Abrumaba y aceptando poco a poco la forma de ser de Verona, me quedé mirándola. El miedo se había apaciguado y el hecho de poder nombrarla de alguna forma me hacía sentir bien. Era gratificante poder conversar de esa manera con alguien, no tener que hacerlo solo para intentar ayudar a alguien. Quizá esa era la primera vez que alguien me intentaba ayudar a mí. No sabía cómo iba a pagárselo, no había nada que yo pudiese darle más que mi propia vida o sangre. Y realmente, no era mi deseo terminar muerta después de tan amable camino que me estaba ayudado a traspasar.

por **Verona** Sáb Mayo 02, 2015 5:44 pm

Me convertí en una ópera fabulosa:
vi que todos los seres tienen una fatalidad de dicha...

La observé con calma, no era mi intención atormentarla con verdades que no eran absolutas; si algo había comprendido yo en mi largo camino, era que cualquiera que fuera la verdad que uno perseguía, si la consideraba digna, era motivo más que suficiente para luchar por ella… -Vives para ayudar y para encontrar la felicidad al final de tus días…- musité con una amarga sonrisa, repitiendo casi textualmente las palabras que de su boca habían emanado, -¿Las personas como tú?- pregunté dejando escapar una estertórea risa de mi pecho, como si de una broma se tratara… -Hace años querida niña, yo era una persona como tú, mortal y frágil, y al mismo tiempo tan distinta, que no encontrarías punto de convergencia contigo- suspiré mientras me dejaba caer en la silla a mis espaldas –Yo nunca viví para ayudar… la felicidad no era quien aguardaba al final de mis días, era un reto que tenía que lograr cada día… y no me arrepiento de ello, pero si de lo que para mí significaba esa felicidad…- posé mi mano sobre la de ella, de textura suave y tibia temperatura –Para mí, cuando era una persona como tú, consistía en obtener cuanto capricho deseaba, en hacer lo que me venía en gana y nunca preocuparme por el prójimo- la miré por largos segundos en total silencio –Por esa razón es que me convertí en lo que ahora soy- sonreí con nostalgia, -Honro que tu vivas por los motivos que lo haces… y desearía que más mortales vivieran por la misma causa que tú lo haces…-

Callé, si continuaba hablando de aquel tema, me saldría completamente del motivo que había traído a la gitana a mi morada, y ella no estaba para perder el preciado tiempo que es tan efímero para los humanos –Vive para ti… sea lo que te haga feliz, mientras no dañes a nadie…- me encogí de hombros –Si para ti la felicidad reside en ayudar a los demás, adelante… es loable que así sea… pero tienes que aprender que el querer ayudar no significa que todos vayan a aceptar tu ayuda…- me resultó amargo decirle aquellas palabras a ella, como si de pronto la realidad fuese mucho más cruenta de lo que ella había probado –Claro que conozco la inquisición querida, perdí amigos cuando ella comenzó, cuando era más sanguinaria, cuando no era necesario probar los pecados…- reí –aún no es necesario, lo sé, pero antes era arbitrario a quien quemar… a quien torturar- una pausa me robó la palabra –Viví la propia inquisición…-.

Aquel tema fue uno que nunca me gustó tocar, no por las torturas que yo sufrí, sino por la horrible muerte que mis amigos sufrieron a manos de la causa de la iglesia… Tome las manos de la romaní con fuerza, al tiempo que le decía lo más solemne que podía –Disculpa lo que voy a hacer…- dije en un tono parecido a un susurro, mientras cerraba los ojos… Comencé a buscar en el interior de ella, a buscar quien era aquella criatura a quien no había podido ayudar como deseaba, “Cuanto dolor había en su interior, era un sendero lleno de espinas el que me encontraba recorriendo, con heridas a sus costados, sanadas con buenas acciones” y entonces la vi, en la oscuridad de su propio destino, su dolor era compartido con Deméter y ahora conmigo, pero también pude ver aquella conversación que tuvieron en un cauce de agua, y como terminó aquella, de una forma frustrante para Deméter –He visto lo que tú has visto… he escuchado las palabras que te han sido dichas, y he sentido el desánimo que se despertó en ti niña…- froté sus manos entre las mías, sabía que no podría darle calor, pero no sabía que más podía hacer -¿Crees que no la has podido ayudar?-

por **Darko DeGrasso** Miér Mayo 27, 2015 6:37 am

“Lucharé hasta que los dedos se vuelvan cenizas que no pueda controlar a través del viento”

No me encontraba en posición para quejarme, no podía decirle que pensaba que estaba mal o que era imposible pensar en ella como una mujer vil, que al fin y al cabo siempre había tenido un interior perfecto y sagaz. Pero la realidad es que poco a poco, mientras sus palabras iban saliendo el miedo de antes se calmaba y renacía con curiosidades que no podía controlar. Era un ente místico y sus fantásticos relatos me provocaran que quisiera sentarme a sus pies como una niña que escucha las historias de un gran aventurero. Sin embargo, yo sabía bien que los dioses me habían mandado para calmar mi dolor, para fortalecer mis creencias y lo estaban logrando. Pues jamás podría olvidar aquél encuentro con tal mortecina inmortal. No por su apariencia física, jamás me había fijado en esas cosas, si bien me causaba miedo, como a cualquier mortal que había vivido su vida sin extrañezas, no era algo que fuese a acentuar la situación. Por lo contrario, su sabiduría, su hermosura interior y la fascinación que me había engendrado su naturaleza es lo que siempre recordaría con amor y pasión. Un frío tenue empezó a subirse por mis brazos cuando esas manos ásperas de la mujer me apretaban y frotaban. No sentía calor, pero era un fuego purificador que se mezclaba en mi pecho, como si quisiera hacerme llorar. — No puedo creer eso que me dices, me parece alucinante. De todos modos, mi felicidad… Quiero encontrarla de forma caprichosa algún día. Soy una humana, así que espero poder vivir todos mis años enteramente. No sé cómo podré agradecerte tus amables palabras. —

Bien sabía yo que podía darle mi sangre, pero jamás había sido de alimento para un vampiro, no es que no quisiera que esa fuese mi primera vez, pero tenía miedo, temor a ofrecerle eso que corría por mis venas y por tanto no viviría si me quitaba más de la cuenta. Mordí mi labio inferior y entrecerré los ojos, notaba como las energías estaban extrañas, como el aura poderosa de Verona me estaba abrazando y poco a poco absorbía algo de mí que no supe qué era hasta escucharla y el temblor se hizo casi sonoro en mis huesos. — Sí… Creo que no he hecho ningún bien, aunque daré todo de mí para que así sea. Seguiré intentándolo, no me rendiré. La inquisición es un ente que jamás desaparecerá, que seguirá allí para intentar hacer desaparecer especies magníficas. Me niego a que eso suceda. — Me agaché un poco, pudiendo así mirarla a los ojos, eran claros, detrás de esa máscara de piel seca y pálida se hallaba una mujer cuyo carácter había sido arrancado a pedazos y se había convertido en una coraza de amabilidad eterna e impenetrable. ¿Podría yo ser capaz de sentir tanta calma en mi vida como la que sentía yo al mirarla a los ojos? — Eres como un faro de luz en la oscuridad. Incluso aunque tengo miedo, estoy agradecida. — Bajé el rostro, los vellos de mis brazos estaban alzados, la sensación era fruto de un momento perfecto. Y por ello es que mi cuerpo me lo recordaba. Y fue así como lentamente supe que ya había comprendido todo. Que tenía que agradecer al cielo por haberme llevado a aquel encantador ente, a ese oráculo que había sido capaz de apaciguarme como nadie jamás había podido. — Siempre te recordaré, aunque mi tiempo es efímero a comparación del tuyo. Te estaré eternamente agradecida luego de la muerte. Pronto será tiempo de marcharme, no quiero molestarte tampoco en tus aposentos, he sido una auto-invitada. Aún no puedo creer que existas realmente, mi corazón palpita rápidamente, me hace sentir que quizá no es tan en vano lo que intento hacer de mi vida. — Sonreí avergonzada mientras despacio me levantaba, alisando el vestido que llevaba puesto. Y de repente noté que el clima estaba frío, antes no me había percatado, había estado tan ensimismada con todos esos momentos con ella, que la reacción que encontrada fue por sobre todas las cosas algo alentador y emocionante para el futuro, con historias sin iguales que quizá intentaría deshilachar en un futuro.

por **Verona** Lun Jun 01, 2015 10:44 pm

La acción no es la vida,
sino una manera de estropear cualquier fuerza, un enervamiento.
La moral es una flaqueza del cerebro…

-Tienes mi palabra de que cada hecho que te he relatado es completamente fidedigno, que a través de los milenios no he podido borrar mi pasado humano y la manera tan mundana en que la derroché… mis caprichos eran simples banalidades, superfluas necesidades que yo “creía” merecer- un letargo acarició el tiempo que parecía detenerse entre mis pensamientos –Mi caprichos y los tuyos niña, son abismalmente distintos, y no puedo, ni deseo tratar de persuadirte de conseguirlos…- sonreí apenas –Debo deciros que quizás haga falta más de una vida mortal para conseguir la felicidad, pero te suplico que no la veas como una meta, sino como parte del camino, aún en tus derrotas, encuentra un motivo para ser feliz…- mal termine la frase y me alejé de ella, sentía la pesadumbre de no ser feliz y al mismo tiempo el temor de nunca llegar a serlo, pero de verdad deseaba que ella obtuviera la retribución que la misma vida le debía.

-Nada tienes que agradecer- dije desde la lejanía en la que yo misma me había colocado –Te equivocas- exclamé acercándome de golpe a ella, por un ímpetu que era ajeno a mi personalidad –Has ayudado… y mucho niña mía…- mi mano acarició el terso rostro de la romaní, con la dulzura semejante a la de una madre –Lamento haberme inmiscuido en tus memorias… pero si de algo ha servido lo que he hecho, es que te puedo asegurar que algo de ti ha quedado en ella, así como tú te has quedado con un fragmento de su dolor…- Sonreí con las siguientes palabras de Deméter, su fortaleza, su entereza para lograr sus propósitos, eran rasgos que admiraba en ella, era una bocanada de aire fresco para mí, -Tienes razón, no creo que desaparezca, pero tengo fe en que así como la vi nacer, también podré ver como es derrocada…- un silencio me robó la palabra, ahora me sentía absorta en todos aquellos mártires de la iglesia, que solo por ser distintos había sucumbido al odio irracional de esta institución.

-No me temas, pero no pierdas el temor tampoco, ello te mantendrá con vida… Eres una persona honorable y tienes todo mi respeto, pero habrá quienes no se den el privilegio de conocerte querida mía- acerqué mis manos a ella, esperando que las tomara –Yo tampoco te olvidaré, serás uno de los recuerdos que me hará mantenerme en tiempos difíciles… Y no has sido una auto-invitada, si llegaste hasta aquí, si nuestros sueños se cruzaron, fue porque así tenía que pasar… las coincidencias no existen- reí con gracia –Yo también siento el rápido latir de tu corazón, pero no me causa el mínimo deseo de atacarte, lo que en mí, es algo raro… Por ello te reitero que no tienes nada que temer- hice una reverencia, signo de respeto y le regalé un narciso blanco, -No es en vano querida niña…-.

por **Darko DeGrasso** Dom Jun 21, 2015 11:59 pm

Mis ojos se abrían como si estuviese descubriendo un mundo nuevo, sus palabras eran como agua para una planta seca, estaba intentando llenarme de ella, intentaba encontrar ese camino que de repente había perdido. No, no tenía idea la razón, pero lo importa era que me sentía encontrada. Como si de repente la luz hubiese caído entre ambas. Temblé ligeramente, no podía decirle realmente lo que por mi mente pasaba, la irrealidad de sus palabras me sosegaba. ¿Cómo podía creerle? Pero me consideraba una persona fiel, alguien que sin duda podía abrirse a nuevos paradigmas, así como lo era aquella mujer de piel escamosa, pero interior suave y amalgamado. Mi pecho latía fuertemente, al tiempo que mi cabeza asentía emocionada, como si quisiera correr y volver a esas tareas que de repente de un día al otro las había empezado a sentir como una carga, como un peso en la espalda que siempre había llevado a mi lado, abrazado y amado. Y ahora volvía a ser de ese modo. — Lo haré, daré todo de mí para poder… ser feliz. — Susurré de una manera un tanto lamentable, de algún modo sentía que ella no era feliz, ¿quizá el tiempo volvía de ese modo a las personas? No podía saberlo, mis años de vida eran ínfimos si con ella los comparaba, mis conocimientos, incluso cuando con las visiones se hacían más amplios, no tenían comparación con aquellos recuerdos infinitos que ella podría llegar a tener y un deje de ilusión se marcó en mi interior. Mis energías querían posarse en ella, bañarla de aquella humanidad con la que me veía privilegiada en aquel instante. Aunque no pude concentrarme por mucho tiempo, de repente, aquel cuerpo había vuelto a posarse frente a mí, a agarrarme con una facilidad que aclaraba que con un movimiento podría quebrarme al medio.

Confiaba en Verona, era como una flor de loto, llena de oscuridad en los alrededores, pero hermosa y suave por dentro, no podría olvidarla, ahora que la observaba con detenimiento, el rostro angelical que antes había visto estaba allí, algo sucio por la pena, pero relucía entre medio de sus ojos. Asentí a sus palabras, no podía refutarla, los labios apenas se me movían para decir algo decente y me daba un poco de gracia, era como una pequeña niña intentando dar a entender un pensamiento que seguramente estaba erróneo. — Ojalá vea eso… al menos desde el cielo quiero ver derrocada a la iglesia, mucha gente ha perdido la verdadera fe por culpa de ella. — Rezongué, era un tema que en realidad no me gustaba tratar, siempre me atenía a ignorar cuando de aquella institución se trataba, por ello mismo me quedé en silencio, sonriendo de lado cuando aquellas manos largas y filosas se acercaron a mí y las tomé con respeto y con el cuidado que merecían y busqué aquellos ojos profundamente transparentes. — Lo guardaré para siempre. Supongo que esta será la primera y última vez que te vea. O quizá no, quizá el destino nos vuelva a unir, me dejaré llevar por él y estaré esperando verte realmente feliz esa vez. Gracias… — El fluir de mis palabras se acentuó cuando aquel pequeño narciso estaba entre mis manos, mis orbes se encontraron dilatados, como queriendo dejar caer lágrimas y suavemente empecé a retirarme de aquel lugar que había osado pisar sin invitación previa, pero que había terminado en algo más que maravilloso. Incluso las afueras del pantano no me dieron miedo, estaba en paz, mucho más que eso en realidad, me sentía en una armonía total conmigo misma. Había dejado el candelabro atrás y la alivianes de mi alma se notó en mi exterior, como una pluma fui por la oscuridad, con el recuerdo de aquel nuevo ser que había conocido, que había resultado ser el la armonía de la vida misma, un ser de total perfección que en mi mente estaría tatuado por el resto de mi vida.

[CERRADO]

Spoiler:

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