AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La subasta [Diétrich]
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La subasta [Diétrich]
- Y finalmente en este espacio dedicado al arte, mostramos la joya de la colección, un fantástico retrato de Simonetta Vespucci, obra de Sandro Botticelli y que ahora puede adornar su salón si así lo desea, iniciando la puja por siete mil ochocientos setenta francos. Vamos… ¿quién da más? Oh… allí… ¿Cuánto ofrece, monsieur?
- ¡Ocho mil novecientos!
- Oh, vamos… ¿tan sólo? ¡Vaya, otra mano alzada! ¿Sí?
- Ofrezco nueve mil francos.
- ¡Bien, eso está mucho mejor! Vamos, vamos, caballeros… ¡es una obra de Botticelli!
- ¡Diez mil quinientos!
- ¡Once mil doscientos!
- ¡Once mil ochocientos!
Y así siguieron, diciendo números, alzando manos, gritando e incluso peleando cuando ya sólo les separaba del cuadro unos pocos francos que ya pocos estaban dispuestos a ceder a la Asociación. Cuando de pronto, un estallido de aplausos me sacaron de las cavilaciones.
- ¡Estupendo! Muchísimas felicitaciones, Monsieur De Benci, se ha llevado una obra espléndida por tal sólo un millón novecientos cuarenta y tres mil doscientos setenta y siete francos. Y ahora… querría presentarles a una joven muchacha que por a penas mil francos como inicio de la puja, podrá servirles tanto a ustedes como a su familia siendo ella la sirvienta más exótica del mercado actual. Vamos, pequeña… no temas… ven aquí.
Un empujón me obligó a dar un paso al frente, alzando la vista desde mis manos maniatadas hasta posarla sobre el sonriente rostro del vendedor, quién me hacía gestos con una mano para que me aproximara. Ahora, las cortinas y el telón habían dejado de proyectar las sombras y anonimato sobre mí. Ahora, las luces y todas las miradas curiosas de la sala se focalizaron en mí. Escuché el silencio más tenso que jamás había experimentado, seguido luego por el ronroneo de los murmuros y las críticas hacia mi persona, probablemente por mi extrema desnudez y mi rostro compungido. Dudaba que sus muestras de desprecio vinieran a raíz de verme encadenada cuál oso salvaje que representa un riesgo para la civilización.
- Esta belleza indígena responde al nombre de Leotie, pero recuerden que puede ser bautizada con un nombre cristiano si así su dueño lo considera oportuno. Podemos comprobar que está en perfecto estado de salud…- siguió el hombre de cabello blanco y ojos claros mientras llevaba una mano a mi costado para hacerme girar y dar la espalda al público por un momento, tomándome luego del brazo con fuerza para que le mirara a la cara. Sus ojos me atemorizaron por un momento.- Créanme que hará todo lo que le manden y, en caso contrario, les ofrecemos la oportunidad de llevarse un magnífico pack de látigos y herramientas varias para que no dispongan de problema alguno en cuanto a su esclava privada se refiere. Vamos, no se hagan de rogar… les aseguro que es tan fiera por dentro como por fuera.- guiñó al público, relamiéndose los labios antes de mirarme de hito a hito con cierto deje burlón, quizás recordando sus abusos la noche anterior.
Sin dudarlo, escupí en su nariz de patata y solté una sarta de maldiciones y vejaciones que ninguno de los presentes entendió. Pero antes de que pudiese forcejear contra las manillas que me robaban la libertad, unos hombres me abofetearon ante el público y me obligaron a arrodillarme, dejando que mi extensa cabellera cayera sobre mi rostro y ocultara el temblor de mis labios iracundos. A lo lejos, una mano se alzó.
- Doy dos mil francos por ella.- vociferó con firmeza ante el silencio sepulcral que reinaba ahora en la sala del Palacio.
El hombre sacó un pañuelo y se limpió la saliva, frotándose luego las manos y asintiendo a la oferta, a la espera de otra demanda más suculenta que… no tardó en hacerse presente.
- Dos mil quinientos.
Otro largo e intenso silencio y un par de manos se alzaron a la vez, una en cada extremo de la sala.
- Dos mil seiscientos francos.
- Dos mil seiscientos cincuenta francos.
- Yo ofrezco dos mil setecientos.- dijo otro con una sonrisa en los labios que me hizo estremecer.
- ¡Tres mil!- gritó un hombre al final de la sala.
Ahora sólo podía escuchar mis propios latidos del corazón, cada vez más feroces, más rápidos, más violentos, más ruidosos. La sangre me hervía en las venas y mis ojos estaban inyectados en odio. Y cuando el comercial alzó el martillo de madera contra la mesa de subastas para sentenciar así mi compra…
- Tres mil a la una… tres mil a las dos… tres mil a las tres…
... me lancé sobre él, sin saber siquiera cómo me había librado de las manos firmes de aquellos dos guardias que me retuvieron arrodillada ante aquellos rostros pálidos desalmados. Sólo sé que caí sobre la espalda de aquél hombre y usé mis manillas para hacer pasar la cadena que las unía por su cuello, ejerciendo toda la fuerza que mis músculos hambrientos disponían. Y sí, lo estrangulé hasta que sus pulmones agonizaron ya sin oxígeno que respirar, ya sin vida para gritar. El hombre cayó a mis pies, pálido y frío como un hielo. Retrocedí varios pasos ante los primeros gritos que empezaron a resonar en la sala ante mis actos. Alcé la mirada y torcí la sonrisa antes de saltar y agarrarme al telón del escenario donde todo había ocurrido, dejando que las anillas me deslizaran hacia la parte trasera, en busca de una vía de escape. Pero seguía maniatada de pies y manos y aquello, me dificultaba la huída. Y para más inri, acababa de matar a un hombre, por lo que todos los presentes ahora irían en busca de mi cabeza.
Tic, tac, tic, tac, tic, tac…
- ¡Ocho mil novecientos!
- Oh, vamos… ¿tan sólo? ¡Vaya, otra mano alzada! ¿Sí?
- Ofrezco nueve mil francos.
- ¡Bien, eso está mucho mejor! Vamos, vamos, caballeros… ¡es una obra de Botticelli!
- ¡Diez mil quinientos!
- ¡Once mil doscientos!
- ¡Once mil ochocientos!
Y así siguieron, diciendo números, alzando manos, gritando e incluso peleando cuando ya sólo les separaba del cuadro unos pocos francos que ya pocos estaban dispuestos a ceder a la Asociación. Cuando de pronto, un estallido de aplausos me sacaron de las cavilaciones.
- ¡Estupendo! Muchísimas felicitaciones, Monsieur De Benci, se ha llevado una obra espléndida por tal sólo un millón novecientos cuarenta y tres mil doscientos setenta y siete francos. Y ahora… querría presentarles a una joven muchacha que por a penas mil francos como inicio de la puja, podrá servirles tanto a ustedes como a su familia siendo ella la sirvienta más exótica del mercado actual. Vamos, pequeña… no temas… ven aquí.
Un empujón me obligó a dar un paso al frente, alzando la vista desde mis manos maniatadas hasta posarla sobre el sonriente rostro del vendedor, quién me hacía gestos con una mano para que me aproximara. Ahora, las cortinas y el telón habían dejado de proyectar las sombras y anonimato sobre mí. Ahora, las luces y todas las miradas curiosas de la sala se focalizaron en mí. Escuché el silencio más tenso que jamás había experimentado, seguido luego por el ronroneo de los murmuros y las críticas hacia mi persona, probablemente por mi extrema desnudez y mi rostro compungido. Dudaba que sus muestras de desprecio vinieran a raíz de verme encadenada cuál oso salvaje que representa un riesgo para la civilización.
- Esta belleza indígena responde al nombre de Leotie, pero recuerden que puede ser bautizada con un nombre cristiano si así su dueño lo considera oportuno. Podemos comprobar que está en perfecto estado de salud…- siguió el hombre de cabello blanco y ojos claros mientras llevaba una mano a mi costado para hacerme girar y dar la espalda al público por un momento, tomándome luego del brazo con fuerza para que le mirara a la cara. Sus ojos me atemorizaron por un momento.- Créanme que hará todo lo que le manden y, en caso contrario, les ofrecemos la oportunidad de llevarse un magnífico pack de látigos y herramientas varias para que no dispongan de problema alguno en cuanto a su esclava privada se refiere. Vamos, no se hagan de rogar… les aseguro que es tan fiera por dentro como por fuera.- guiñó al público, relamiéndose los labios antes de mirarme de hito a hito con cierto deje burlón, quizás recordando sus abusos la noche anterior.
Sin dudarlo, escupí en su nariz de patata y solté una sarta de maldiciones y vejaciones que ninguno de los presentes entendió. Pero antes de que pudiese forcejear contra las manillas que me robaban la libertad, unos hombres me abofetearon ante el público y me obligaron a arrodillarme, dejando que mi extensa cabellera cayera sobre mi rostro y ocultara el temblor de mis labios iracundos. A lo lejos, una mano se alzó.
- Doy dos mil francos por ella.- vociferó con firmeza ante el silencio sepulcral que reinaba ahora en la sala del Palacio.
El hombre sacó un pañuelo y se limpió la saliva, frotándose luego las manos y asintiendo a la oferta, a la espera de otra demanda más suculenta que… no tardó en hacerse presente.
- Dos mil quinientos.
Otro largo e intenso silencio y un par de manos se alzaron a la vez, una en cada extremo de la sala.
- Dos mil seiscientos francos.
- Dos mil seiscientos cincuenta francos.
- Yo ofrezco dos mil setecientos.- dijo otro con una sonrisa en los labios que me hizo estremecer.
- ¡Tres mil!- gritó un hombre al final de la sala.
Ahora sólo podía escuchar mis propios latidos del corazón, cada vez más feroces, más rápidos, más violentos, más ruidosos. La sangre me hervía en las venas y mis ojos estaban inyectados en odio. Y cuando el comercial alzó el martillo de madera contra la mesa de subastas para sentenciar así mi compra…
- Tres mil a la una… tres mil a las dos… tres mil a las tres…
... me lancé sobre él, sin saber siquiera cómo me había librado de las manos firmes de aquellos dos guardias que me retuvieron arrodillada ante aquellos rostros pálidos desalmados. Sólo sé que caí sobre la espalda de aquél hombre y usé mis manillas para hacer pasar la cadena que las unía por su cuello, ejerciendo toda la fuerza que mis músculos hambrientos disponían. Y sí, lo estrangulé hasta que sus pulmones agonizaron ya sin oxígeno que respirar, ya sin vida para gritar. El hombre cayó a mis pies, pálido y frío como un hielo. Retrocedí varios pasos ante los primeros gritos que empezaron a resonar en la sala ante mis actos. Alcé la mirada y torcí la sonrisa antes de saltar y agarrarme al telón del escenario donde todo había ocurrido, dejando que las anillas me deslizaran hacia la parte trasera, en busca de una vía de escape. Pero seguía maniatada de pies y manos y aquello, me dificultaba la huída. Y para más inri, acababa de matar a un hombre, por lo que todos los presentes ahora irían en busca de mi cabeza.
Tic, tac, tic, tac, tic, tac…
Kahlan M. Délvheen- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 09/09/2011
Edad : 32
Localización : El Mundo
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Re: La subasta [Diétrich]
Una noche mas recorriendo las calles de París.
Cruzando calles, mezclándome entre las sombras, atravesando caminos solitarios…
Seguía los pasos de un hombre en busca de información, y por sus vestimentas, su actitud y por donde éste se dirigía, una noche mas me veía inmerso en el mundo de la "nobleza".
Parecía que últimamente mientras mas casos sobrenaturales ocurrían mas se destapa la recelosa verdad.
La ciudad de parís comenzaba a ser dominada por las criaturas sobrenaturales, y nadie sospechaba que eran ellos los que manipulaban poco a poco toda la capital a travez de los altos cargos, los políticos, la alta burguesía y sobretodo...la nobleza de la sociedad.
Mire el edificio a donde aquel hombre se dirigía,y comprendí que tenía que buscar un atuendo mejor, pues el abrigo y la capucha que llevaba no me serviría para inmiscuirme sin llamar la atención, necesitaba un traje de etiqueta.
Me metí en una de las callejuelas oscuras y esperé. Algunos hombres estirados con gesto de constante asco en el rostro comenzaron a llegar en carruajes. Algunos acompañados por sus pomposas esposas que mas que damas parecían pavos reales ataviados con pesados vestidos y ornamentos en sus cabezas.
Observe a los hombres que caminaban hacia la entrada del edificio, hasta que vi uno que tenia una contextura similar a la mia en cuanto a porte y altura. Metí mi mano en el interior del abrigo, tomando un pequeño frasco que vacié ligeramente sobre un pañuelo, y espere con sigilo que aquel hombre pasara por delante del callejón. Me acerque por detrás hacia él, apresurandome en posar mi mano con aquel pañuelo sobre su nariz y boca, dándome prisa de empujarle conmigo una vez más hacia las sombras de donde habia salido, sujetando al hombre que se removía entre mis brazos, hasta que sus movimientos comenzaron a ser lentos para parar y dejarse caer como un peso muerto, a la vez que le arrastraba.
Minutos mas tarde era yo quien caminaba erguido mientras ajustaba la pajarita y el sombrero de copa, sujetando el bastón bajo el brazo a la vez que entraba por la puerta grande al evento.
-Subasta…susurre en voz baja…Así que has venido a comprar…
Entre ubicándome al final, escuchando sin mucha atención lo que aquel hombre ofrecía. Me sente y me dispuse sujetándome el mentón, como si me encontrase comodo y atento a lo que se vendia aquella noche, aunque lo que en verdad hacia era analizar y observar con cuidado cada uno de los movimientos de aquel hombre, sabia que era peligroso, y el hecho que se hubiese metido en un lugar lleno de gente dificultaba mi labor, pues si se descontrolaba…Mire ceñudo, rezando porque no se descontrolase presisamente ahí donde estabamos, pues si era asi mi noche seria muy larga…
El tipejo al que seguía, se ubicaba a unas cuatro filas de asientos mas adelante de mi. Se acomodaba en el asiento, removiéndose constantemente, se quito el sombrero, se ajusto el cuello, se rascaba la cabeza…Estaba claro que se sentía incomodo e inquieto, parecía ansioso. Observe como este daba un brinco de su propio asiento al contemplar algo que el tasador comentaba, desvié un instante la mirada para contemplar que había llamado tanto su atención. Fruncí el ceño a ver a aquella joven de rasgos indígenas. Se había vuelto popular obtener esclavos exóticos, como si fuesen mascotas. Definitivamente la sociedad de aquel momento decaía cada vez mas.
Bastardo…Has venido a comprar comida…Me iba a levantar, cambiaria de ubicación, pues tenía que acercarme y prepárale un emboscada. Aquel hombre era un licántropo, no llevaba mucho tiempo convertido, pero había llamado lo suficientemente la atención para que su cabeza se requiriese con brevedad después de acabar con una veintena de personas…Aquello no hubiese sido importante si no se hubiese tratado de que algunas de esas víctimas eran también personal de la iglesia…
Pero antes de poder moverme aquella joven que era subastada creó un gran alboroto, atacando al tasador para después escaparse como podía por entre los telones. Todo el mundo se levanto alarmado y algunos corrieron hacia el tasador que permanecía ya inerte en el suelo. Intente caminar con dificultad entre la muchedumbre del lugar, pues el sujeto al que seguía se había levantado veloz para ir hacia la joven, comenzando a correr hacia ella.
Aparte a la gente a empujones y me abrí paso por uno de los laterales, intentando tomar un atajo. la gente se acumulaba delante mío, así que si quería llegar hasta ellos tenia que meterme por algun pasillo contiguo, normalmente solia haber pasillos paralelos para transportar las cosas que se subastarían sin molestar visualmente a los compradores, asi que aprovechando que uno de los que allí trabajan venia a ver que ocurria, me inmiscuí sujetando aquella puerta, entrando por el pasillo y corriendo hacia la parte trasera. Aparté algunas cajas mientras escuchaba un gruñido que empezaba a aumentar. Aquel pasaje tendría que llevar si o si hasta la parte trasera del recinto.
De pronto una gran sombra cruzo el final del pasillo y se oyeron gritos desesperados. Saque mis armas y corrí tan veloz como podía pues había ocurrido algo allí, mis ojos observaron alarmados como el tipejo habia cambiado de aspecto, tornandose una bestia enorme que ahora se abalanzaba con prisa hacia la joven.
NOOO!!!Me encamine veloz pero algunas de las cajas alli acumuladas se desequilibraron cortandome el paso y fue entonces cuando intente apartarlas de mi camino, sabiendo que cada segundo era mas que valioso... pero algo me decia que estaba llegando demasiado tarde...
Cruzando calles, mezclándome entre las sombras, atravesando caminos solitarios…
Seguía los pasos de un hombre en busca de información, y por sus vestimentas, su actitud y por donde éste se dirigía, una noche mas me veía inmerso en el mundo de la "nobleza".
Parecía que últimamente mientras mas casos sobrenaturales ocurrían mas se destapa la recelosa verdad.
La ciudad de parís comenzaba a ser dominada por las criaturas sobrenaturales, y nadie sospechaba que eran ellos los que manipulaban poco a poco toda la capital a travez de los altos cargos, los políticos, la alta burguesía y sobretodo...la nobleza de la sociedad.
Mire el edificio a donde aquel hombre se dirigía,y comprendí que tenía que buscar un atuendo mejor, pues el abrigo y la capucha que llevaba no me serviría para inmiscuirme sin llamar la atención, necesitaba un traje de etiqueta.
Me metí en una de las callejuelas oscuras y esperé. Algunos hombres estirados con gesto de constante asco en el rostro comenzaron a llegar en carruajes. Algunos acompañados por sus pomposas esposas que mas que damas parecían pavos reales ataviados con pesados vestidos y ornamentos en sus cabezas.
Observe a los hombres que caminaban hacia la entrada del edificio, hasta que vi uno que tenia una contextura similar a la mia en cuanto a porte y altura. Metí mi mano en el interior del abrigo, tomando un pequeño frasco que vacié ligeramente sobre un pañuelo, y espere con sigilo que aquel hombre pasara por delante del callejón. Me acerque por detrás hacia él, apresurandome en posar mi mano con aquel pañuelo sobre su nariz y boca, dándome prisa de empujarle conmigo una vez más hacia las sombras de donde habia salido, sujetando al hombre que se removía entre mis brazos, hasta que sus movimientos comenzaron a ser lentos para parar y dejarse caer como un peso muerto, a la vez que le arrastraba.
Minutos mas tarde era yo quien caminaba erguido mientras ajustaba la pajarita y el sombrero de copa, sujetando el bastón bajo el brazo a la vez que entraba por la puerta grande al evento.
-Subasta…susurre en voz baja…Así que has venido a comprar…
Entre ubicándome al final, escuchando sin mucha atención lo que aquel hombre ofrecía. Me sente y me dispuse sujetándome el mentón, como si me encontrase comodo y atento a lo que se vendia aquella noche, aunque lo que en verdad hacia era analizar y observar con cuidado cada uno de los movimientos de aquel hombre, sabia que era peligroso, y el hecho que se hubiese metido en un lugar lleno de gente dificultaba mi labor, pues si se descontrolaba…Mire ceñudo, rezando porque no se descontrolase presisamente ahí donde estabamos, pues si era asi mi noche seria muy larga…
El tipejo al que seguía, se ubicaba a unas cuatro filas de asientos mas adelante de mi. Se acomodaba en el asiento, removiéndose constantemente, se quito el sombrero, se ajusto el cuello, se rascaba la cabeza…Estaba claro que se sentía incomodo e inquieto, parecía ansioso. Observe como este daba un brinco de su propio asiento al contemplar algo que el tasador comentaba, desvié un instante la mirada para contemplar que había llamado tanto su atención. Fruncí el ceño a ver a aquella joven de rasgos indígenas. Se había vuelto popular obtener esclavos exóticos, como si fuesen mascotas. Definitivamente la sociedad de aquel momento decaía cada vez mas.
Bastardo…Has venido a comprar comida…Me iba a levantar, cambiaria de ubicación, pues tenía que acercarme y prepárale un emboscada. Aquel hombre era un licántropo, no llevaba mucho tiempo convertido, pero había llamado lo suficientemente la atención para que su cabeza se requiriese con brevedad después de acabar con una veintena de personas…Aquello no hubiese sido importante si no se hubiese tratado de que algunas de esas víctimas eran también personal de la iglesia…
Pero antes de poder moverme aquella joven que era subastada creó un gran alboroto, atacando al tasador para después escaparse como podía por entre los telones. Todo el mundo se levanto alarmado y algunos corrieron hacia el tasador que permanecía ya inerte en el suelo. Intente caminar con dificultad entre la muchedumbre del lugar, pues el sujeto al que seguía se había levantado veloz para ir hacia la joven, comenzando a correr hacia ella.
Aparte a la gente a empujones y me abrí paso por uno de los laterales, intentando tomar un atajo. la gente se acumulaba delante mío, así que si quería llegar hasta ellos tenia que meterme por algun pasillo contiguo, normalmente solia haber pasillos paralelos para transportar las cosas que se subastarían sin molestar visualmente a los compradores, asi que aprovechando que uno de los que allí trabajan venia a ver que ocurria, me inmiscuí sujetando aquella puerta, entrando por el pasillo y corriendo hacia la parte trasera. Aparté algunas cajas mientras escuchaba un gruñido que empezaba a aumentar. Aquel pasaje tendría que llevar si o si hasta la parte trasera del recinto.
De pronto una gran sombra cruzo el final del pasillo y se oyeron gritos desesperados. Saque mis armas y corrí tan veloz como podía pues había ocurrido algo allí, mis ojos observaron alarmados como el tipejo habia cambiado de aspecto, tornandose una bestia enorme que ahora se abalanzaba con prisa hacia la joven.
NOOO!!!Me encamine veloz pero algunas de las cajas alli acumuladas se desequilibraron cortandome el paso y fue entonces cuando intente apartarlas de mi camino, sabiendo que cada segundo era mas que valioso... pero algo me decia que estaba llegando demasiado tarde...
Diétrich Von Kraft- Inquisidor Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/10/2011
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Re: La subasta [Diétrich]
Una bestia. Una descomunal, maloliente, salvaje, feroz, peluda y hambrienta bestia fue lo que se abalanzó sobre mí y tras romper una frágil puerta de madera con mi espalda, sus dientes babosos se incrustaron en mi piel, desgarrándome y arañándome mi magullada anatomía desnuda mientras mis uñas y mis extremidades luchaban fieramente para deshacerse de semejante espécimen rabioso que, como su presa que era, no me liberó… ni siquiera cuando agonizaba sobre el frío y rocoso suelo de aquél almacén, rodeada de sábanas que cubrían formas, quizás cajas, aunque alguna se ceñía tanto que juraba que bajo esa se encontraba un ser humano.
Mis párpados me pesaban… la respiración era dificultosa y gélida al contacto con la piel de mi mano que reposaba junto a mi cabeza… la sangre se convirtió en mi único paño que cubriera mi desnudez… el cuerpo me dolía… mi corazón se detenía por momentos… y ni siquiera tenía espacio para derramar lágrima alguna. ¿Aquél había sido mi destino? ¿Morir a manos de un engendro de la naturaleza? Una triste sonrisa cruzó mis labios amoratados ante la preferencia de morir así antes de ser a manos de un hombre blanco.
La bestia se distrajo y dejó caer una de mis piernas contra el suelo, arrancándome otro jadeo. Unos pasos se aproximaron a aquella sangrienta escena pero yo no podía identificar nada… una neblina frente a mis ojos me alejó de todo lo visual que pudiera rodearme. Frágil e impotente intenté ponerme en pie, siendo de nuevo atacada por el indomable monstruo peludo que me agarró de los cabellos y tras varios zarandeos me lanzó contra una ventana, cayendo de forma brusca sobre unas maderas y soportando en mi piel los jirones que aquellos cristales rotos propiciaron sobre mí.
Tras un sonoro y escalofriante rugido, me desvanecí en la nada… esperando volver a despertar esta vez, en los brazos de la Madre Celestial que siempre cuidaba de mi alma. ¿O habría dejado de velar por mí?
Mis párpados me pesaban… la respiración era dificultosa y gélida al contacto con la piel de mi mano que reposaba junto a mi cabeza… la sangre se convirtió en mi único paño que cubriera mi desnudez… el cuerpo me dolía… mi corazón se detenía por momentos… y ni siquiera tenía espacio para derramar lágrima alguna. ¿Aquél había sido mi destino? ¿Morir a manos de un engendro de la naturaleza? Una triste sonrisa cruzó mis labios amoratados ante la preferencia de morir así antes de ser a manos de un hombre blanco.
La bestia se distrajo y dejó caer una de mis piernas contra el suelo, arrancándome otro jadeo. Unos pasos se aproximaron a aquella sangrienta escena pero yo no podía identificar nada… una neblina frente a mis ojos me alejó de todo lo visual que pudiera rodearme. Frágil e impotente intenté ponerme en pie, siendo de nuevo atacada por el indomable monstruo peludo que me agarró de los cabellos y tras varios zarandeos me lanzó contra una ventana, cayendo de forma brusca sobre unas maderas y soportando en mi piel los jirones que aquellos cristales rotos propiciaron sobre mí.
Tras un sonoro y escalofriante rugido, me desvanecí en la nada… esperando volver a despertar esta vez, en los brazos de la Madre Celestial que siempre cuidaba de mi alma. ¿O habría dejado de velar por mí?
Kahlan M. Délvheen- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 09/09/2011
Edad : 32
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