AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Cantos de la Tierra [T. Beaudelaire]
2 participantes
Página 1 de 1.
Cantos de la Tierra [T. Beaudelaire]
El día no parecía haberlo empezado con muy buen pie y en el transcurso de la mañana se volvió notorio. Sin embargo, al conocer al joven señor Beaudelaire y conversar brevemente con él un rayo de luz iluminó el oscuro día de Rory. Además, desde que era sabedora de que en unas pocas horas volvería a encontrarse con el muchacho, por muy airada y disgustada que estuviera, atendía con una gran sonrisa a todo cliente por muy desagradable que fuera éste. Parecía otra persona.
Cuando llegó a París jamás se planteó la posibilidad de trabar amistades o simplemente pararse a conversar con las personas. Ella había viajado a Francia por una razón y no incluía las relaciones sociales. Aunque fingiera ser una persona que no era, seguía siendo profundamente reservada y distante. Era algo que no podía evitar. ¿Qué por qué había dicho de dar una vuelta a un desconocido? Bueno, eso era algo complicado. Ni ella misma supo qué fue lo que la impulsó a formular semejante pregunta. Tal vez fuese que simplemente necesitaba relajarse y dejar de pensar tanto en lo que la había llevado hasta allí.
La joven miraba una y otra vez el reloj de la cafetería. Cuanto más lo miraba más lento parecía ir el tiempo. Muchos pensarían que era porque tendría ganas de terminar la jornada, nada más lejos de la realidad. Aunque de no haberse cruzado con aquel joven sí que habría estando deseando que llegara la hora en que pudiera abandonar su puesto de trabajo. La última vez que desvió sus ojos marrones hacia el reloj la sonrisa, que no se le había borrado durante todas esas horas, se ensanchó. Era la hora de dejar el delantal a un lado y salir a tomar el aire fresco de París.
Terminó de atender una mesa y fue a cambiarse en el cuarto dispuesto a ese fin. Cogió su abrigo y paraguas y salió a la calle con una agradable sensación de libertad. Jamás pensó que pudiera hacérsele tan tedioso un trabajo como mesera pero tan solo esperaba que no se repitiera y que si lo hacía, fuera al cabo de varios días o semanas. Mientras terminaba de ponerse el abrigo comenzó a caminar hacia el lugar donde habían acordado verse.
La place du Tertre no estaba muy lejos de donde trabaja, por lo que conocía el camino y como tampoco le llevaría mucho tiempo llegar hasta allí, se permitió el caminar relajada contemplándolo todo a su alrededor. Se fijaba en todas aquellas personas que solamente debían preocuparse por cosas cotidianas que para Rory eran insignificantes, mientras que para ellos podía resultar ser un grave problema. En ocasiones era inevitable no envidiarlos. Al llegar a la plaza observó a los niños jugar, como debía ser a sus edades y, a los mayores pasear tranquilamente a la vez que hablaban animadamente.
<<¿Dónde dijo de encontrarnos? ¡Ah! La fuente de la ninfa>>
Dejó de fijarse en las demás personas y se concentró en hallar el punto de encuentro pero lo cierto es que no tuvo que buscar demasiado pues pronto lo divisó a unos cuantos metros de donde se hallaba ella misma. Se encaminó hacia el lugar con paso decidido hasta que una alegre melodía llegó a sus oídos. La muchacha se giró quedando frente a la zona de donde parecía proceder dicha música y comenzó a caminar en esa dirección arrastrada por el sonido. Nunca antes había escuchado una música tan vivaz. Más notas resonaron, entretejiéndose en torno a las primeras para dar forma a una armonía completa que aumentaba por momentos.
Unos pasos más y Rory quedó frente a un pequeño grupo de personas que enseguida identificó como pertenecientes a la etnia gitana. La joven se vio hipnotizada por la música y el baile de una hermosa mujer de cabellos negros como el azabache y ojos de una tonalidad verde esmeralda. No había palabras que pudieran describir lo que la castaña sentía en aquellos momentos observando tal maravilla. El resto de viandantes, la mayoría se alejaba como si de unos leprosos se tratara haciendo que Rory se preguntara cómo era posible que no supieran apreciar el arte que había ante sus ojos y que deleitaba a todo aquel que se parase a escuchar.
Cuando llegó a París jamás se planteó la posibilidad de trabar amistades o simplemente pararse a conversar con las personas. Ella había viajado a Francia por una razón y no incluía las relaciones sociales. Aunque fingiera ser una persona que no era, seguía siendo profundamente reservada y distante. Era algo que no podía evitar. ¿Qué por qué había dicho de dar una vuelta a un desconocido? Bueno, eso era algo complicado. Ni ella misma supo qué fue lo que la impulsó a formular semejante pregunta. Tal vez fuese que simplemente necesitaba relajarse y dejar de pensar tanto en lo que la había llevado hasta allí.
La joven miraba una y otra vez el reloj de la cafetería. Cuanto más lo miraba más lento parecía ir el tiempo. Muchos pensarían que era porque tendría ganas de terminar la jornada, nada más lejos de la realidad. Aunque de no haberse cruzado con aquel joven sí que habría estando deseando que llegara la hora en que pudiera abandonar su puesto de trabajo. La última vez que desvió sus ojos marrones hacia el reloj la sonrisa, que no se le había borrado durante todas esas horas, se ensanchó. Era la hora de dejar el delantal a un lado y salir a tomar el aire fresco de París.
Terminó de atender una mesa y fue a cambiarse en el cuarto dispuesto a ese fin. Cogió su abrigo y paraguas y salió a la calle con una agradable sensación de libertad. Jamás pensó que pudiera hacérsele tan tedioso un trabajo como mesera pero tan solo esperaba que no se repitiera y que si lo hacía, fuera al cabo de varios días o semanas. Mientras terminaba de ponerse el abrigo comenzó a caminar hacia el lugar donde habían acordado verse.
La place du Tertre no estaba muy lejos de donde trabaja, por lo que conocía el camino y como tampoco le llevaría mucho tiempo llegar hasta allí, se permitió el caminar relajada contemplándolo todo a su alrededor. Se fijaba en todas aquellas personas que solamente debían preocuparse por cosas cotidianas que para Rory eran insignificantes, mientras que para ellos podía resultar ser un grave problema. En ocasiones era inevitable no envidiarlos. Al llegar a la plaza observó a los niños jugar, como debía ser a sus edades y, a los mayores pasear tranquilamente a la vez que hablaban animadamente.
<<¿Dónde dijo de encontrarnos? ¡Ah! La fuente de la ninfa>>
Dejó de fijarse en las demás personas y se concentró en hallar el punto de encuentro pero lo cierto es que no tuvo que buscar demasiado pues pronto lo divisó a unos cuantos metros de donde se hallaba ella misma. Se encaminó hacia el lugar con paso decidido hasta que una alegre melodía llegó a sus oídos. La muchacha se giró quedando frente a la zona de donde parecía proceder dicha música y comenzó a caminar en esa dirección arrastrada por el sonido. Nunca antes había escuchado una música tan vivaz. Más notas resonaron, entretejiéndose en torno a las primeras para dar forma a una armonía completa que aumentaba por momentos.
Unos pasos más y Rory quedó frente a un pequeño grupo de personas que enseguida identificó como pertenecientes a la etnia gitana. La joven se vio hipnotizada por la música y el baile de una hermosa mujer de cabellos negros como el azabache y ojos de una tonalidad verde esmeralda. No había palabras que pudieran describir lo que la castaña sentía en aquellos momentos observando tal maravilla. El resto de viandantes, la mayoría se alejaba como si de unos leprosos se tratara haciendo que Rory se preguntara cómo era posible que no supieran apreciar el arte que había ante sus ojos y que deleitaba a todo aquel que se parase a escuchar.
Rory Vermeer- Cazador Clase Media
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 32
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cantos de la Tierra [T. Beaudelaire]
Sus clases se habían alargado un poco más de lo que esperaba. O quizás fuera por el hecho de que tenía muchas ganas de que se terminara. Había tenido que apurarse mucho para no llegar tarde y en el momento en que se sentó en la clase, se arrepintió de haber ido. Derecho canónico era obligatorio si quería convertirse en abogado, pero aun no podía ver en que tipo de situaciones utilizaría ese conocimiento. Además, si su futuro se encontraba en administrar los terrenos y fábrica de su padre, quizás podría darse el lujo de faltar a algunas lecciones. Sin embargo, no creía que los maestros de la ley fueran a aceptarle algo así.
Por lo que en el minuto en que el tutor dio por terminada la clase, tomó sus cosas y se retiró, sin siquiera despedirse de sus compañeros con más de un gesto de la mano. Salió del juzgado y se puso rápidamente su sombrero, mientras sostenía en su hombro un bolso donde tenía libros, papel y mucha tinta. Los dedos de su mano derecha estaban manchados con tinta negra, entre borrones y gotitas que cubrían las puntas de sus dedos. Y estaba seguro de que antes de que terminara el año, aquellas manchas serían casi imposibles de quitar.
Y lo peor era que Plaza Tertre quedaba bastante lejos de la parte de París en donde se encontraba, por lo que subió el cuello de su abrigo y empezó a caminar en dirección a donde se juntaría con Rory. Mientras duraba la clase, había repetido el nombre de la muchacha en su cabeza, tratando de imitar el sonido que debía ser la correcta pronunciación. Sin embargo, la crianza francesa prevenía que pudiera pronunciar las 'R' como lo hacían en el extranjero. La maldición francesa, por decirlo de alguna manera.
Luego de cruzar una gran parte de la ciudad, por fin cruzó la calle que lo separaba de la plaza y en menos de cinco segundos ubicó la fuente en donde le había dicho a Rory que se juntaran. No veía a Rory cerca de ella, lo que lo extrañó un poco. Estaba completamente convencido de que ella llegaría antes que el mismo al lugar. Pero no le tomó demasiado tiempo encontrar a la mujer, ya que la música también había llamado su atención. Con sus manos en los bolsillos de su abrigo, se acercó a donde provenía el sonido, identificando a quién creía que era Rory, a juzgar por el color de su cabello.
Y cuando se encontraba a su espalda pudo confirmarlo. Sonrió al ver la mirada embelesada de la mesera, y reconociendo que era un hermoso espectáculo el que tenía al frente. -Me alegro de que haya tenido entretenimiento mientras me esperaba, madame Vermeer- dijo por fin, después de observarla un par de segundos, ubicándose al lado de Rory, -mis más sinceras disculpas por mi tardanza, los maestros parecían no querer dejarnos ir-.
Por lo que en el minuto en que el tutor dio por terminada la clase, tomó sus cosas y se retiró, sin siquiera despedirse de sus compañeros con más de un gesto de la mano. Salió del juzgado y se puso rápidamente su sombrero, mientras sostenía en su hombro un bolso donde tenía libros, papel y mucha tinta. Los dedos de su mano derecha estaban manchados con tinta negra, entre borrones y gotitas que cubrían las puntas de sus dedos. Y estaba seguro de que antes de que terminara el año, aquellas manchas serían casi imposibles de quitar.
Y lo peor era que Plaza Tertre quedaba bastante lejos de la parte de París en donde se encontraba, por lo que subió el cuello de su abrigo y empezó a caminar en dirección a donde se juntaría con Rory. Mientras duraba la clase, había repetido el nombre de la muchacha en su cabeza, tratando de imitar el sonido que debía ser la correcta pronunciación. Sin embargo, la crianza francesa prevenía que pudiera pronunciar las 'R' como lo hacían en el extranjero. La maldición francesa, por decirlo de alguna manera.
Luego de cruzar una gran parte de la ciudad, por fin cruzó la calle que lo separaba de la plaza y en menos de cinco segundos ubicó la fuente en donde le había dicho a Rory que se juntaran. No veía a Rory cerca de ella, lo que lo extrañó un poco. Estaba completamente convencido de que ella llegaría antes que el mismo al lugar. Pero no le tomó demasiado tiempo encontrar a la mujer, ya que la música también había llamado su atención. Con sus manos en los bolsillos de su abrigo, se acercó a donde provenía el sonido, identificando a quién creía que era Rory, a juzgar por el color de su cabello.
Y cuando se encontraba a su espalda pudo confirmarlo. Sonrió al ver la mirada embelesada de la mesera, y reconociendo que era un hermoso espectáculo el que tenía al frente. -Me alegro de que haya tenido entretenimiento mientras me esperaba, madame Vermeer- dijo por fin, después de observarla un par de segundos, ubicándose al lado de Rory, -mis más sinceras disculpas por mi tardanza, los maestros parecían no querer dejarnos ir-.
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
- Mensajes : 126
Fecha de inscripción : 29/02/2012
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cantos de la Tierra [T. Beaudelaire]
La muchacha no lograba apartar sus ojos castaños de la exhibición de aquellos talentosos gitanos. Realmente parecía que la hubiesen hechizado. En un momento dado la joven Vermeer desvió la mirada hacia uno de los bolsillos de su abrigo rebuscando unas cuantas monedas que le habían dado de propina aquella mañana algunos de los clientes, entre ellos el generoso Beaudelaire. Las observó unos segundos antes de echarlas dentro de un pequeño cesto de mimbre que había ante ellos para que todo aquel que apreciase su música y pudiera permitírselo les diera unos francos.
Ella se consideraba una joven dadivosa, pues siempre ayudaba a quien lo necesitara sin esperar nada a cambio ni aguardar a que reclamaran su ayuda. Era cierto que esas monedas que se había ganado eran valiosas para su familia, ya que aunque fueran pocas contribuían al arca común que poseían para poder proveerse de armas y otros suministros que les fueran esenciales. No obstante, si ella no decía nada su familia no se enteraría y… “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Detestaba mentir, especialmente a personas a las que quería, pero la mentira y el engaño habían formado parte de su vida desde bien pequeña por lo que, desgraciadamente, no le venía de nuevo.
Continuó observando el baile de la gitana, moviéndose ella misma al ritmo de la música de manera inconsciente hasta que dio un pequeño saltito debido al sobresalto que le había producido oír aquella voz junto a ella. Al principio la muchacha miró al joven Beaudelaire algo desconcertada a causa de la impresión pero luego terminó por esbozar una sonrisa.
- No tiene de qué disculparse, monsieur Beaudelaire. Debo confesarle que me dejé llevar por la bella melodía que surge de las talentosas manos de estas personas olvidando por completo nuestro encuentro –
Al momento de decirlo no pensó que el joven pudiese ofenderse por su sinceridad pero una vez escaparon las palabras de su boca cayó en la cuenta de que tal vez debió haberse mordido la lengua, ya que a nadie le agradaba que se olvidasen de uno. Y por eso mismo trató otro tema diferente para que, con un poco de suerte, el joven no procesase completamente sus palabras.
- Así que estudia Leyes… ¿es de su agrado? – Podía parecer una pregunta estúpida pero en muchas ocasiones eran los padres los que decidían el futuro de sus hijos sin dejar a éstos últimos tomar decisión alguna sobre su vida – ¿Cómo es eso de estudiar en una universidad? Debe de ser magnífico y la biblioteca, ¿es muy grande? Seguro que sí, debe de ser espléndida ¿me equivoco? -
Ella se consideraba una joven dadivosa, pues siempre ayudaba a quien lo necesitara sin esperar nada a cambio ni aguardar a que reclamaran su ayuda. Era cierto que esas monedas que se había ganado eran valiosas para su familia, ya que aunque fueran pocas contribuían al arca común que poseían para poder proveerse de armas y otros suministros que les fueran esenciales. No obstante, si ella no decía nada su familia no se enteraría y… “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Detestaba mentir, especialmente a personas a las que quería, pero la mentira y el engaño habían formado parte de su vida desde bien pequeña por lo que, desgraciadamente, no le venía de nuevo.
Continuó observando el baile de la gitana, moviéndose ella misma al ritmo de la música de manera inconsciente hasta que dio un pequeño saltito debido al sobresalto que le había producido oír aquella voz junto a ella. Al principio la muchacha miró al joven Beaudelaire algo desconcertada a causa de la impresión pero luego terminó por esbozar una sonrisa.
- No tiene de qué disculparse, monsieur Beaudelaire. Debo confesarle que me dejé llevar por la bella melodía que surge de las talentosas manos de estas personas olvidando por completo nuestro encuentro –
Al momento de decirlo no pensó que el joven pudiese ofenderse por su sinceridad pero una vez escaparon las palabras de su boca cayó en la cuenta de que tal vez debió haberse mordido la lengua, ya que a nadie le agradaba que se olvidasen de uno. Y por eso mismo trató otro tema diferente para que, con un poco de suerte, el joven no procesase completamente sus palabras.
- Así que estudia Leyes… ¿es de su agrado? – Podía parecer una pregunta estúpida pero en muchas ocasiones eran los padres los que decidían el futuro de sus hijos sin dejar a éstos últimos tomar decisión alguna sobre su vida – ¿Cómo es eso de estudiar en una universidad? Debe de ser magnífico y la biblioteca, ¿es muy grande? Seguro que sí, debe de ser espléndida ¿me equivoco? -
Rory Vermeer- Cazador Clase Media
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 32
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cantos de la Tierra [T. Beaudelaire]
Con una ligera inclinación, dio por entendidas las primeras palabras de la muchacha. ¿Qué podría responder a aquello? Simplemente, aquellas frases confirmaban la impresión que le había dado por primera vez esa misma mañana: que Rory no era como la mayoría de las mujeres parisinas. Quizás de donde fuera su origen, fueran más comunes ese tipo de actitudes, pero el definitivamente no estaba acostumbrado. Y eso hacía que le sacara tantas sonrisas. Era la novedad.
Y cuando escuchó la segunda pregunta de Rory, tuvo por seguro que ella igual notaba la diferencia. Y que trataba de hacerla menos notoria, por lo que Thibaut tuvo la consideración de no hacer ningún comentario al respecto para no incomodarla.
-Me gusta bastante, aunque no siempre fue así- confesó el francés, aun con sus manos en los bolsillos de su chaqueta, sin desviar su mirada de la gitana que bailaba al frente de ellos. Sus movimientos eran realmente hipnotizantes, por lo que Thibaut entendió que la muchacha se hubiera olvidado de su encuentro. El joven se preguntó si Talena habría bailado así alguna vez. La vez que la había visto presentarse frente al público había sido un espectáculo muy diferente. -Fue un cambio bastante radical a lo que estaba acostumbrado antes, por eso me costó bastante seguir este nuevo ritmo de actividades- agregó, esta vez mirando a Rory. -Pero después de un tiempo se hace más fácil y uno empieza a disfrutar de lo que hace, especialmente si las instalaciones donde se realiza son tan fantásticas como las que tengo a mi disposición. La biblioteca, como usted bien dijo madame, es sublime- aquello era verdad. Antes se había vanagloriado bastante por el simple hecho de que la biblioteca que había en el Château d'Beaudelaire era la más grande en la región de Rhône-Alpes, pero después de poner un pie en la biblioteca del College de France todas esas desilusiones se fueron a la basura. La cantidad gigantesca de libros que ahí había podía intimidar hasta al más ávido lector. A Thibaut le encantaba leer en ese lugar, a la luz de las velas, rodeado por los más grandes pensadores del mundo. Era inspirador. Y hacía que la biblioteca que tenían en el Châteu d'Beaudelaire pareciera como la colección de una casa de campesinos.
-Podría conocerla, madame, aunque solo fuera una visita, ya que vale la pena- sugirió, con una sonrisa. Todos merecían ver aquello, no solo los estudiosos.
Y cuando escuchó la segunda pregunta de Rory, tuvo por seguro que ella igual notaba la diferencia. Y que trataba de hacerla menos notoria, por lo que Thibaut tuvo la consideración de no hacer ningún comentario al respecto para no incomodarla.
-Me gusta bastante, aunque no siempre fue así- confesó el francés, aun con sus manos en los bolsillos de su chaqueta, sin desviar su mirada de la gitana que bailaba al frente de ellos. Sus movimientos eran realmente hipnotizantes, por lo que Thibaut entendió que la muchacha se hubiera olvidado de su encuentro. El joven se preguntó si Talena habría bailado así alguna vez. La vez que la había visto presentarse frente al público había sido un espectáculo muy diferente. -Fue un cambio bastante radical a lo que estaba acostumbrado antes, por eso me costó bastante seguir este nuevo ritmo de actividades- agregó, esta vez mirando a Rory. -Pero después de un tiempo se hace más fácil y uno empieza a disfrutar de lo que hace, especialmente si las instalaciones donde se realiza son tan fantásticas como las que tengo a mi disposición. La biblioteca, como usted bien dijo madame, es sublime- aquello era verdad. Antes se había vanagloriado bastante por el simple hecho de que la biblioteca que había en el Château d'Beaudelaire era la más grande en la región de Rhône-Alpes, pero después de poner un pie en la biblioteca del College de France todas esas desilusiones se fueron a la basura. La cantidad gigantesca de libros que ahí había podía intimidar hasta al más ávido lector. A Thibaut le encantaba leer en ese lugar, a la luz de las velas, rodeado por los más grandes pensadores del mundo. Era inspirador. Y hacía que la biblioteca que tenían en el Châteu d'Beaudelaire pareciera como la colección de una casa de campesinos.
-Podría conocerla, madame, aunque solo fuera una visita, ya que vale la pena- sugirió, con una sonrisa. Todos merecían ver aquello, no solo los estudiosos.
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
- Mensajes : 126
Fecha de inscripción : 29/02/2012
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cantos de la Tierra [T. Beaudelaire]
La joven no puedo evitar sonreír ante la confesión el francés. Se preguntó entonces si, en efecto, había sido cosa de sus progenitores el que estudiara leyes canónicas o si realmente al principio creía que era una cosa y resultó ser otra. Aunque fuere como fuere lo importante era que al final al muchacho le acabó gustando lo que estaba estudiando, ¿qué más se podía pedir? A la castaña también le hubiese gustado estudiar pero hacía años que había decido dedicarse a la caza de seres sobrenaturales y, aunque a veces se preguntara cómo sería llevar una vida normal, no se arrepentía de su decisión.
Rory asentía con la cabeza a las palabras del joven francés. Le resultó encantador que Thibaut supiese apreciar lo que tenía y todo lo que podía estar a su disposición pues ella se había cruzado con varias personas de alta cuna que en lugar de apreciar su buena suerte, por así decirlo, se dedicaban a menospreciarlo y desperdiciar las cosas buenas de la vida que podían disfrutar y que otros, desgraciadamente, por mucho que lo desearan jamás podrían siquiera imaginarse viviéndolas. Eso decía mucho acerca de la persona que era el francés.
- ¿Lo dice de verdad? ¿Puede entrar cualquiera? –
A Rory se le iluminó el rostro ante la idea de visitar el lugar. Nunca antes se le había pasado por la cabeza el acercarse al College de France y ver si podía ingresar en la biblioteca de la que disponía. Estaba segura de que en ese momento parecería una niña pequeña a la que le habían dado un caramelo pues sus ojos brillaban de alegría y tan sólo podía hablar entusiasmada.
- Los libros son una de mis mayores pasiones. Cuando era pequeña podía pasar horas enteras sentada leyendo un libro sin tener noción alguna del paso del tiempo – Rory rememoró las muchas tardes que se enfrascaba en un libro del cual nadie era capaz de despegar hasta terminarlo. Su madre muchas veces acababa desesperada porque apenas la escuchaba y todo por culpa de su padre, el cual la había sumergido en el mundo de la lectura – Cuando mi padre regresaba de algún viaje siempre traía algo pero lo que me gustaba más de todo lo que podía traer eran los libros que conseguía expresamente para mí –
Echaba de menos el tiempo pasado, cuando su padre aún estaba vivo. Ojala estuviera allí y ella fuera pequeña otra vez para disfrutar de los textos junto a él. No importaba de qué trataran, a veces eran historias de aventuras mientras que otras eran libros sobre literatura o ciencia que ella estudiaba por su cuenta.
Cuando se percató de que se había quedado en un estado como de trance y que le había contado cosas que a él poco podían importarle desvió la mirada del muchacho y volvió a posarla en los gitanos.
- Perdone, creo que desvarié un poco – dijo con una tímida sonrisa. Jamás hablaba con nadie sobre ella. Era una joven muy reservada y aunque no había relevado información importante sobre su vida a Beaudelaire sentía que había dicho suficiente.
Rory asentía con la cabeza a las palabras del joven francés. Le resultó encantador que Thibaut supiese apreciar lo que tenía y todo lo que podía estar a su disposición pues ella se había cruzado con varias personas de alta cuna que en lugar de apreciar su buena suerte, por así decirlo, se dedicaban a menospreciarlo y desperdiciar las cosas buenas de la vida que podían disfrutar y que otros, desgraciadamente, por mucho que lo desearan jamás podrían siquiera imaginarse viviéndolas. Eso decía mucho acerca de la persona que era el francés.
- ¿Lo dice de verdad? ¿Puede entrar cualquiera? –
A Rory se le iluminó el rostro ante la idea de visitar el lugar. Nunca antes se le había pasado por la cabeza el acercarse al College de France y ver si podía ingresar en la biblioteca de la que disponía. Estaba segura de que en ese momento parecería una niña pequeña a la que le habían dado un caramelo pues sus ojos brillaban de alegría y tan sólo podía hablar entusiasmada.
- Los libros son una de mis mayores pasiones. Cuando era pequeña podía pasar horas enteras sentada leyendo un libro sin tener noción alguna del paso del tiempo – Rory rememoró las muchas tardes que se enfrascaba en un libro del cual nadie era capaz de despegar hasta terminarlo. Su madre muchas veces acababa desesperada porque apenas la escuchaba y todo por culpa de su padre, el cual la había sumergido en el mundo de la lectura – Cuando mi padre regresaba de algún viaje siempre traía algo pero lo que me gustaba más de todo lo que podía traer eran los libros que conseguía expresamente para mí –
Echaba de menos el tiempo pasado, cuando su padre aún estaba vivo. Ojala estuviera allí y ella fuera pequeña otra vez para disfrutar de los textos junto a él. No importaba de qué trataran, a veces eran historias de aventuras mientras que otras eran libros sobre literatura o ciencia que ella estudiaba por su cuenta.
Cuando se percató de que se había quedado en un estado como de trance y que le había contado cosas que a él poco podían importarle desvió la mirada del muchacho y volvió a posarla en los gitanos.
- Perdone, creo que desvarié un poco – dijo con una tímida sonrisa. Jamás hablaba con nadie sobre ella. Era una joven muy reservada y aunque no había relevado información importante sobre su vida a Beaudelaire sentía que había dicho suficiente.
Rory Vermeer- Cazador Clase Media
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 32
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cantos de la Tierra [T. Beaudelaire]
Con una sonrisa se dedicó a escuchar todo lo que la chica que tenía al frente tenía que decirle. Escuchar las historias de los demás, sus sueños y memorias, siempre había sido uno de sus mayores placeres. Jamás había rehuido ante la perspectiva de escuchar a alguien más, y si este contaba sus asuntos de una manera más bien dinámica, el placer se veía aumentado de gran manera. Por el contrario, cuando el se dedicaba a hablar sobre si mismo, no podía esperar al momento en que su relato acabase. Consideraba que sus historias eran demasiado atropelladas, sin nada interesante que contar. Prefería un millón de veces en ese momento escuchar a Rory a que esta le preguntara sobre si mismo, pero en estima a una conversación interesante, esta no podía ser unilateral. Ese era un conocimiento que de a poco se iba implantando en su cabeza y que empezaba a crecer dentro de su personalidad. Para que un intercambio entre dos personas valiera la pena, ambos debían participar en este. Y a pesar de que le hubiera costando un mundo al principio, ya se estaba acostumbrando un poco más a aceptar esa verdad como una universal.
-Madame Vermeer, no debe disculparse por su interés sobre alguna cosa en particular- le respondió con una sonrisa, esperando que esto la tranquilizara un poco. Estaba distinguiendo un patrón en su relación con la chica: él le preguntaba algo, ella se entusiasmaba y después pedía perdón por su entusiasmo. Si tan solo pudiera cambiar aquello, la conversación entre ellos sería muchísimo más fluida. -Es mejor ser apasionado por algo, que pasar por la vida impávido ante todos sus placeres, ¿no cree?- agregó, pensando en lo mucho que a veces podría aplicar sus propios consejos en si mismo. Entusiasmarse más, y mostrarlo frente a otras personas. Hasta ahora, en París solo Basile lo había visto realmente entusiasmado por algo. Sonrisas corteses, risas calladas, expresiones medidas. Tendría que aprender a soltarse un poco más frente a gente que no lo conocían tanto, ya que si no, podrían pensar que se trataba de una persona en extremo amargada o alguien impávido. ¿Qué peor conversador que un impávido? No quería ni pensarlo.
-Estoy casi seguro que la biblioteca del College de France está abierta para los visitantes durante los sábados en la mañana, y esa si que es una visita que vale la pena hacer- continuó, sacando una moneda de su bolsillo y depositándola en el pequeño canasto de mimbre que los gitanos habían destinado para ese fin. Y como toda acción traía sus consecuencias, al siguiente minuto ya había recibido la sonrisa y el guiño de la gitana que bailaba frente a ellos. -No hay mayor placer que rodearse por tantos grandes pensadores y las historias a las que dieron vida, ¿no le parece, madame?-.
-Madame Vermeer, no debe disculparse por su interés sobre alguna cosa en particular- le respondió con una sonrisa, esperando que esto la tranquilizara un poco. Estaba distinguiendo un patrón en su relación con la chica: él le preguntaba algo, ella se entusiasmaba y después pedía perdón por su entusiasmo. Si tan solo pudiera cambiar aquello, la conversación entre ellos sería muchísimo más fluida. -Es mejor ser apasionado por algo, que pasar por la vida impávido ante todos sus placeres, ¿no cree?- agregó, pensando en lo mucho que a veces podría aplicar sus propios consejos en si mismo. Entusiasmarse más, y mostrarlo frente a otras personas. Hasta ahora, en París solo Basile lo había visto realmente entusiasmado por algo. Sonrisas corteses, risas calladas, expresiones medidas. Tendría que aprender a soltarse un poco más frente a gente que no lo conocían tanto, ya que si no, podrían pensar que se trataba de una persona en extremo amargada o alguien impávido. ¿Qué peor conversador que un impávido? No quería ni pensarlo.
-Estoy casi seguro que la biblioteca del College de France está abierta para los visitantes durante los sábados en la mañana, y esa si que es una visita que vale la pena hacer- continuó, sacando una moneda de su bolsillo y depositándola en el pequeño canasto de mimbre que los gitanos habían destinado para ese fin. Y como toda acción traía sus consecuencias, al siguiente minuto ya había recibido la sonrisa y el guiño de la gitana que bailaba frente a ellos. -No hay mayor placer que rodearse por tantos grandes pensadores y las historias a las que dieron vida, ¿no le parece, madame?-.
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
- Mensajes : 126
Fecha de inscripción : 29/02/2012
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» Tierra del Este, tierra del Oeste... [Naitiri Zahir]
» Thibaut Beaudelaire
» Cantos grises | Privado
» Introducing... Monsieur Beaudelaire
» Cantos del mar...
» Thibaut Beaudelaire
» Cantos grises | Privado
» Introducing... Monsieur Beaudelaire
» Cantos del mar...
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour