Thibaut Beaudelaire

Con tan solo una mirada a Thibaut, está más que claro que su vida hasta el momento ha sido muy acomodada. Es un hombre alto, pero más bien delgado, alargado por decirlo de alguna manera. Su espalda es ligeramente ancha, pero debajo de la ropa que ocupa, esto no es para nada notorio. Su postura es muy recta, pero con una gracia que solo la genética podría haberle dado. Tiene una manera de moverse que le garantiza pasar desapercibido, a menos de que el desee lo contrario, ya que son movimientos muy rápidos, sutiles y silenciosos.

Sin embargo, por muy sutil que pretenda ser, Thibaut tiene un rostro que es difícil de olvidar. Su el cabello café rojizo y un rostro lleno de pecas suele ser en lo que primero se fija la gente que lo ve, para luego notar sus ojos verdes y unos labios bastante peculiares, los que casi siempre se encuentran formando una sonrisa. Su piel durante el invierno es muy blanca, pero en el momento en que los primeros rayos de sol primaverales empiezan a mostrarse, millones de pecas invaden la piel del hombre. Sus ojos son de un color verde apagado, a veces tirando más para café y otros días más para el gris. Sus labios han sido constante fuente de inseguridad con respecto a su imagen personal, al ser estos tan voluptuosos; debido a esto ha sido el blanco de varias bromas de sus amigos y de muchos comentarios subidos de tono de algunas cortesanas que se han cruzado en su camino.

De largos dedos, especiales para tocar el pianoforte, y de extremidades largas también, Thibaut logró hace un par de años superar la torpeza típica de la adolescencia, la cual se veía incrementada por su altura. Su vestimenta es elegante, fabricada con telas caras. Sin embargo, a él no le gusta ostentar, por lo que siempre son prendas bastante sencillas, sin demasiados adornos. Aquello pareciera agregar a la elegancia con la que se maneja el chico.

Spoiler:

Debido a las condiciones en las cuales fue criado, a Thibaut nunca le faltó nada. Las posibilidades de que hubiera terminado siendo alguien increíblemente malcriado y esnob eran muy grandes, pero debido a la disciplina aplicada por su padre esto no sucedió. Thibaut ahora es un hombre bastante afable, muy inocente y dispuesto a creer lo mejor de la gente. Gusta de la compañía de otros y siempre que puede invitará a sus amigos a cenar a la casa de su familia o aceptará las invitaciones de otros para salir. Adora reír, y sus carcajadas son estruendosas y muy frecuentes. Al haber tenido todo lo que deseaba mientras crecía, la creencia de que el mundo es generalmente bueno está plantada muy profundo en su cabeza. Jamás dudaría del honor de otra persona, lo que hasta el momento no lo ha metido en problemas muy serios. Aunque es cosa de tiempo para que suceda...

Caballero empedernido, jamás pondría en riesgo la reputación de una mujer de manera consciente. Muy preocupado del bienestar de la gente que quiere, no tiene problemas con gastar parte de su fortuna para aliviar alguna pena o sufrimiento. No se siente cómodo compartiendo sus propios sufrimientos, y tiene la tendencia a tomar las opiniones de los demás como más importantes que las suyas. Confía ciegamente en sus amigos y su familia. Thibaut es un hombre inteligente, aunque muy inseguro de sus propias capacidades. Debido al gran trabajo de la institutriz de la familia y a la gran disciplina aplicada por su padre, su educación fue muy completa. Ávido lector, excelente pianista, buen bailarín, destacado en esgrima, en lo único que no pudo desarrollarse más fue en el dibujo. Nunca hubo caso.

Thibaut Beaudelaire nació en la cuna de una de las familias más afortunadas de la región de Rhône-Alpes. Henri Beaudelaire, padre de Thibaut, era el heredero de una gran fortuna familiar que provenía de la posesión de varias mansiones dentro de Rhône-Alpes y París desde hacía varios siglos. La reputación de la familia era muy respetable y al ser dueños de una gran cantidad de terreno, mucha gente dependía de ellos. Al morir el padre de Henri, este dividió las propiedades entre los cinco hermanos que eran y tomó posesión del Château d'Beaudelaire en Saint-Étienne, que pasó a ser la casa de esa rama de la familia. Al poseer un espíritu incansable, se aventuró a la fabricación y comercio de armas, negocio que fue creciendo cada vez más hasta ir aportando más dinero a las arcas de la familia del que antes recibían por la posesión de inmuebles.

Con 38 años ya cumplidos fue cuando conoció a Aurore, una de las hijas de una familia que se había mudado hacía poco a Saint-Étienne, que era 16 años menor que él. Fue amor a primera vista, y después de unos meses de cortejo, un gran matrimonio tomó lugar en aquella ciudad. La felicidad de esta pequeña familia fue muy grande, y aumentó de gran medida cuando después de un año, Thibaut nació. Seguido por dos hermanas y un hermano menor, la familia Beaudelaire creció rápidamente hasta la enfermedad que afligió a la madre de Thibaut. Después de ese episodio, la mujer quedó muy debilitada e imposibilitada para tener más hijos. Siempre fue una mujer frágil, pero después de eso, lo fue mucho más.

La educación de sus hijos fue una de las principales preocupaciones del patriarca de la familia, por lo que la presencia de una institutriz en la casa siempre fue una constante. Cuando cumplió la edad adecuada, Thibaut fue enviado a una prestigiosa escuela en Lyon, para beneficiarse del conocimiento de los maestros. Matemáticas, idiomas, leyes fueron algunas de las asignaturas donde pudo desarrollarse y cuando cumplió 20 años, luego de un par de temporadas aprendiendo como llevar la casa y la fábrica de su padre, decidió mudarse a París. El objetivo era continuar sus estudios de leyes, un tema que fascinaba a Thibaut.